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La Sorpresa

La noche asolaba las calles del Valle Godric, haciendo que el frío se colara por las innumerables rendijas de las casas. Un hombre encapuchado iba firmemente apuntando la varita hacia su mentón. Un hombre con gafas circulares estaba en la sala con su mujer abrazados, conversando felices mientras que en el dormitorio de arriba se sentía un niño que lloraba y daba pataletas. La mujer se apresuro al ver que pasaba con el niño, cuando la puerta se abre y el hombre encapuchado mira al otro hombre diciéndole: ¡Por fin nos vemos Potter, por fin encuentro tu humilde casa, espero que me hayas estado esperando, ya que como ves, yo mismo me encargare de matarte, no mis mortifagos...¡. El hombre con gafas subió las escaleras avisándole a su mujer que no dejara a su hijo sólo, y él empuño la varita y se dirigió hacia el otro hombre. El sujeto con capucha pronunció: ¡Avada Kedavra! Y por toda la casa se oyó un ruido extraño que ahogaba la risa del sujeto con capucha.

¡Nooooo!... – decía un sujeto con el pelo negro y largo, mientras miraba a otro hombre con el pelo rojo y una cara muy infantil -.

¿Qué hiciste maldito infeliz, ¡Vendiste a mi amigo, Vendiste a tu amigo, maldito! – decía el hombre del cabello negro -.

El jamás fue mi amigo... tu no lo entenderías... el único amigo que tengo es a Lor... – pero antes de que el hombre terminará, Aberforth despertó a Albus quien se movía para todos lados, sin duda tenía una pesadilla. Nicholas también se acerco a él y lo despertó -.

¡Maldición, noooo... dejaloooo! – gritaba Albus, cuando de repente abrió los ojos y miró a Nicholas y Aberforth quienes no cabían en su ensimismamiento -.

¿Qué te pasa Albus, que es lo que soñaste? – le preguntó preocupado Nicholas -.

¡Ese maldito hombre... asesino a los tres... ese maldito... quien será...! – murmuraba Albus, no haciéndole caso a Nicholas sobre lo que le preguntó -.

Albus, se calmó y miró a su hermano, quien sabía perfectamente que es lo que había soñado. Nicholas le rogó que le contara lo que había pasado, ya que no tenía la experiencia de saber como eran las pesadillas de su amigo.

¿Me van a contar? – pregunto Nicholas -.

Si... esta bien – Albus le contó todo lo que había soñado antes de esa pesadilla. Después contó lo que paso recientemente y se detuvo al contar lo muy diferente que había sido este sueño -.

- Esta vez... cuando el hombre murió... el sueño cambio y estaba en una calle muggle, viendo a dos hombres, que me parecieron magos que discutían cuando esa calle estaba atochada de gente – dijo Albus -.

- ¿Quién crees que sea? – preguntó Nicholas nuevamente -.

No es Grindelwald para que lo sepas... se trata de un mago mas poderoso y mucho mas temible que en esos tiempos tendrá hasta el Ministerio bajo el terror – dijo Albus sin saber porque esas palabras salieron de su boca -.

¿Cómo supiste eso, lo soñaste también? – le preguntó alterado Aberforth -.

No... no se porque dije eso... estoy muy raro últimamente... será mejor seguir durmiendo para descansar – les dijo Albus y se recostó en la cama quedándose dormido -.

Los demás se quedaron acostados tranquilizándose por lo sucedido. En la mañana, todos desayunaron juntos en la mesa, hasta el señor Dumbledore se quedó un rato más para disfrutar del rico desayuno que su esposa les había preparado. Estaban todos entusiasmados por la sorpresa que le darían a Wortiks, sin duda, los más contentos eran Aberforth y Abiss quienes decían que si la reunión duraba hasta muy tarde, el señor Wortiks los dejaría llegar un poco más tarde al trabajo. Albus no comentó nada de sus sueños a sus padres como siempre lo había ocultado, Nicholas no sabía porque no les decía ya que lo que había soñado era muy grave, pero él le dijo que era mejor ocultar cosas que no pasaran todavía para solo tener una preocupación a la vez, a lo que Nicholas lo acepto. El señor Dumbledore acompañado de Aberforth se fueron al Ministerio, prometiéndole a la señora Rigers que no le dirían nada a Wortiks sobre la sorpresa. Albus también se marchó despidiéndose de su madre y Nicholas.

Al llegar a Hogwarts, se encontró con Nigellus quien venía de la enfermería.

¡Nigellus, tengo que hablar contigo! – le dijo Albus -.

Ah, hola... bueno, vamos a mi despacho – le respondió Nigellus. En el camino se encontraron con Dippet quien también se unió. Llegaron a la estatua y entraron al despacho que siempre era acogedor, con sus antorchas iluminándolo y los sillones que uno se sentaba y le daba somnolencia. Albus se recostó en uno de ellos al igual que Dippet. Les daba una sonrisa a los otros, para que no temieran que había problemas.

¿Qué pasa Albus? – le preguntó Dippet quien era el que estaba más cerca de él -.

Bueno... es que con los demás estuvimos de acuerdo en ir a visitar a Wortiks a su casa para que sienta compañía, después de lo de su esposa y porque últimamente no esta muy bien de salud – respondió Albus -.

¡Muy bien, recuerdo que habíamos dicho que lo íbamos a ir a ver, le avisare ahora mismo – se paró para dirigirse a la chimenea pero Albus también se paró y lo detuvo justo a tiempo -.

- ¡Nigellus, esperamos que sea sorpresa! – le dijo Albus, cuando Dippet le sonrío a Nigellus de forma descarada -.

Tu nunca te quedas quieto eh Nigellus? – le dijo Dippet, alzando mas la risa, Nigellus le devolvió la sonrisa y se disculpó por ser tan apurón para sus cosas -.

¿Y cuando iremos? – pregunto Dippet -.

Hoy después del término de horario de Wortiks, estos días se esta yendo temprano a su casa, mi padre nos avisará y entonces ellos vendrán para acá donde nos reuniremos a las afueras de Hogwarts para ir en el Autobús Noctámbulo – detalló Albus -.

Los otros dos asintieron, y Dippet junto con Albus dejaron el despacho para ir a realizarles las clases a sus alumnos. Albus llegó al Aula con tal de que las horas pasarán volando hasta que llegará la noche. A la hora de la comida se quedó charlando con Nigellus y Dippet de los asuntos que pasaban en el colegio. Tuk le dijo a Albus que Procne lo había ido a visitar la noche anterior.

...Así es y me dijo que Kirin sigue en el estado del día que ustedes fueron, pero me dijo que ya no tiene la luz, pero yo no entendí a lo que se refería – le dijo Tuk frunciendo el entrecejo -.

Albus sabía perfectamente a lo que se refería y cuando Tuk dio la vuelta, Albus se lo contó a los demás que sabían y se pusieron muy alegres. La comida estuvo muy pasiva, y los alumnos ya avanzaban a sus correspondientes salas, raramente con una cara de felicidad. Albus iba caminando para su clase cuando el profesor Smith se dirigía hacia él con un alumno de primero, que solo de la edad representaba que era de primero porque su figura era mas o menos de la altura del profesor Smith.

¡Albus, quiero que hables con este chico, le ha dado por escaparse al Bosque! – le dijo Smith mirando con un desprecio evidente al alumno -.

Esta bien... – le dijo Albus. Smith se había ido y entonces le dijo al muchacho -. ...Cuantas veces te he dicho Rubeus que no me gusta que los profesores sepan que vas al Bosque Prohibido, porque ellos no tienen tanta flexibilidad como yo... – el muchacho lo miró y le dio una sonrisa -.

Profesor... usted es muy bueno conmigo... quisiera ser como usted cuando grande – dijo Rubeus cuando lo miraba con ojos de melancolico -.

Jajaja... bueno entonces tendrás que ir mas seguido al Bosque, porque te digo que yo y mi hermano cuando estudiábamos aquí, siempre íbamos a pelear con las criaturas – y Albus le guiñó un ojo a Rubeus -.

Rubeus lo abrazó, y Albus le devolvió un abrazo tan cálido que se sintió bien para empezar la clase a los de tercero que lo esperaban con ansias, ya que se había atrasado mucho por la conversación con su alumno.

¡Muchachos, hoy veremos la transformación de algunos objetos en animales, pero tengan mucho cuidado que estos efectos, no son muy fáciles de hacer! – les decía Albus a sus alumnos que lo miraban con una sonrisa, ya que al correr para dirigirse a la clase el sombrero le había quedado chueco -.

Se pasaron toda la clase, realizando transformaciones inútiles cuando un alumno quiso convertir la mesa en la que estaba en pájaro y solo consiguió que a la mesa le salieran alas. Sin embargo, hubo un alumno que no solo convirtió la mesa en un pájaro, sino que también convirtió otra mesa en una cobra real.

¡Vipeda Evanesco! – dijo Albus, haciendo desaparecer la serpiente -. Muy bien, tienes veinte puntos para Slytherin Tom, pero procura que si conviertes algo en animal, no sea un animal venenoso -.

Lo siento profesor... – le respondió Tom ruborizándose por completo -.

La clase término dos horas después, a lo cual dio paso a un descanso en el despacho y empezar otra de las clases para los de cuarto. Toda la tarde se hizo muy larga, viendo la hora cada dos segundos que pasaban, rogando porque el día terminará para pasar un día sensacional en la casa de Wortiks. Pero había otra cosa que tenía a Albus impaciente, y era que al otro día se iban a ir a Francia, para seguir con el entrenamiento y adquirir poderes. Dippet también se mostraba ansioso y Nigellus ya no podía mas.

Cuando la cena se iba a realizar en el Gran Comedor, Albus en compañía de Dippet y Nigellus dejaban el castillo para reunirse con los demás. Esperaron cerca de diez minutos en las afueras cuando sintieron dos fuertes: ¡CRAC! que sonaban a la derecha de Albus. Se trataba de Nicholas con la señora Rigers que iban muy abrigados y con una maleta que servía para cubrir el pastel especial que le hizo a Wortiks. Esperaron a que llegarán el resto, cuando se sienten dos fuertes: ¡CRAC! que avisaban que Aberforth y Abiss llegaban. Tal como lo supusieron llegaban muy aprisa ya que se habían tardado demasiado.

Ya esta, Wortiks dejó el Ministerio antes que nosotros y supuestamente esta en la casa, porque le pregunte si quisiera cenar con nosotros, y me dijo que prefería estar allá – les dijo a todos los presentes el señor Dumbledore -.

Que bien querido, ahora sería mejor que alguien alce la varita para que llegue el Autobús Noctámbulo – les dijo la señora Rigers -.

¡Oh! Se nos olvidaba... – Nigellus alzó la varita y en menos de lo que canta un gallo apareció la maquina de tres pisos asomándose en la oscuridad de la noche -.

Subieron a la máquina, cuando miraron a Albus quien los miró muy enojados ya que él tenía que pagar todos los pasajes. Le pago a Agartos y se sentó al lado de Nicholas mirando hacia las estrellas. El Autobús empezó a andar muy rápido pero se iba a demorar puesto que ahora llevaba mas gente de lo normal, y eso era tiempo que perdían en llegar a la casa de Wortiks.

El trayecto fue engorroso, los pasajeros se dirigían a lugares distantes y el Autobús tenía que recorrer varias zonas para llegar a los lugares que los pasajeros deseaban. Albus hablaba con Nicholas sobre lo de su ida a Francia, al lugar precioso en que él vivía y como harían para sumar poderes con la energía de los elementos. Aberforth tomaba una buena siesta la cual se la merecía por trabajar tanto en el Ministerio. La señora Rigers en cambio le hablaba tan seguido a Abiss, que ni siquiera este podía disimular el sueño que tenía. Nigellus mientras tanto platicaba con Dippet acerca de los calderos del colegio, que se encontraban en mal estado y debían cambiarlos. Su trayecto hacia la casa de Wortiks iba muy lento, y en algunas ocasiones Dippet miraba amenazadoramente a Agartos para que este se apurara. Albus en ese rato miraba las estrellas, pero cuando agudizaba la vista hacia uno de los árboles inmensos que yacían a unos metros cerca de una casa, se diviso por los aires una especie de pájaro inmenso que desplegaba sus alas. Esa extraña Criatura se dirigía a gran velocidad sin rumbo, entonces cuando Albus menos lo esperaba la figura lo miró y le mostró sus ojos luminosos que destellaban odio.

¿Lo viste? – le preguntó alterado a Nicholas. Este lo miraba y le contesto -.

¿Qué cosa Albus? – le respondió -.

La sombra que volaba... ahí arriba – y le señalaba el lugar exacto -. Algo me miró y después desapareció – decía éste -.

... Mi hermano se volvió loco – le dijo Aberforth quien se había despertado y lo miraba atónito -.

¡No estoy loco! – gritó este viendo que los demás hasta Agartos lo miraba -. Bueno, ¿Cuánto falta? – preguntó desviando el tema -.

Mientras, en una casa que quedaba muy cerca por donde estaba el Autobús Noctámbulo, se oían gritos que precisamente no eran disimulados.

¡Como que no murió! – gritaba un hombre con una voz intensa -.

No se enoje mi amo, es que Celeno no pudo contra el Centauro y no tuvo mas remedio que regresar – decía muy afligido Wortiks -.

Entonces Celeno, que me traes de nuevo – le preguntó el mago que se llamaba Grindelwald a su Criatura -.

Magos conocidos por Wortiks se dirigen hacia acá, sus amigos... en una máquina muy rápida – decía la Criatura con una voz chillona -.

¿Qué dices Celeno, pero.. pero.. – tartamudeaba Wortiks -. Esto no puede ser, si me ven así con ustedes todo se estropeará mi amo, tendré que pedirle que se marche para que el plan siga funcionando – le decía Wortiks a Grindelwald con una voz que demostraba el más profundo miedo -.

Esta bien Arturo... pensé que tus amigos querrían verme, pero como veo que son muchos tendré que dejarte – dijo Grindelwald quien se paraba para marcharse de la casa -.

Si amo, será lo mejor, necesita que el plan salga bien... – temblaba sin disimulo Wortiks -.

Vamos maestro – le dijo la Criatura llamada Celeno -. Y si se te ocurre traicionar a mi maestro Wortiks, yo misma me encargaré de darte el golpe final – le decía a Wortiks, empuñando sus garras -.

Grindelwald, salió de la casa por atrás y se subió al regazo de la Criatura quien lo guiaría a un lugar seguro. Wortiks se mostraba demasiado nervioso para disimularlo todo, corrió las sillas en la cual estaban sentados y al hacerlo quebró los platos que habían en la mesa. El ruido se sintió por toda la casa, pero cuando los iba reparar, sonó la puerta la cual golpeaban y gritaban: ¡Abre Viejo Amigo, Soy Abiss, Venimos a verte!. A Wortiks le dio un patatum, en la cual agito la varita y pronuncio: ¡Reparo!, y los platos volvieron a su estado original. Corrió hacia la puerta y divisó a las seis personas que acompañaban a Abiss.

¿No nos harás pasar Arturo? – preguntó rompiendo el silencio la señora Rigers -.

¡Si, pasen... sient... siéntense por ahí! – decía este no ocultando el nerviosismo que lo embargaba -.

Este realmente esta mal... – le murmuró Albus a Aberforth el cual se río disimuladamente -.

Todos se sentaron cerca de la chimenea la cual producía un fuego acogedor y que hizo que todos se sintieran de pronto como en sus propias habitaciones. Wortiks fue a la cocina a dejar los platos, mientras los otros se acomodaban. La señora Rigers lo miraba desde la puerta con la bandeja que traía oculta en la maleta de Abiss.

Déjalo ahí Arturo, yo lo arreglo para ir a preparar la cena, ¿Bueno? – le dijo cariñosamente la señora Rigers -.

E, si, bueno, esta bien... iré con los demás – dijo el y salió de la cocina mirando melancólicamente a la señora Rigers por debajo de sus prominentes cejas. Ella saco la deliciosa tortilla que llevaba en su regazo y la posó en una mesita de la cocina donde con su varita se las ingenio para preparar algo muy exquisito para Arturo.

Wortiks se sentaba al lado de Dippet para presenciar las conversaciones de los diferentes magos que habían en ese instante. Albus contaba a todos las hazañas que cometían en su estancia en el colegio Hogwarts, cuando Nigellus lo miraba con una cara que notaba cierta resignación por no haberse enterado cuando él estuvo allí, y Albus y su hermano quebraban las reglas delante de sus narices. Nigellus tenía conocimientos de las más delicadas, pero a Aberforth, por el efecto del Whisky de fuego que estaban tomando, se le soltó lo del Bosque Prohibido.

De haberlo sabido antes te hubiera expulsado por dar el mal ejemplo – decía Nigellus a Aberforth -.

¿Y tu crees que yo me hubiera dejado atrapar Nigellus? – le preguntó Aberforth cuando todos le sonreían -.

No, jajaja... ya veo que no, sin duda eras el experto por meterte donde nadie te llamara -. Y tu Albus, todavía recuerdo cuando salvaste a Binns del vampiro que lo acechaba, jajaja... – se reía Nigellus -. ... si, esa fue una gran hazaña -.

No fue nada, Binns nunca supo que era lo que había hecho, pero sin duda decir que los vampiros son unos vulgares animales que solo saben chupar sangre... – e imitó a Binns -... ¡Gracias Albus por salvarme de esa Criatura! -.

A pesar de la incomoda situación que le hicieron pasar sus amigos, Wortiks se estaba divirtiendo como no lo hacía en mucho tiempo. Su cara reflejaba sonrisa, algo que todos notaron cuando Abiss lo abrazó para decirle que así le gustaba que estuviera. Este solo se ruborizo, y le bajo la melancolía. En ese instante, la señora Rigers anunciaba la cena que ya estaba puesta sobre la mesa donde despedía un olor muy gratificante. Todos pasaron rápidamente a la mesa, y se sentaron, cuando Nicholas alzó su copa y dijo: ¡Brindemos por Wortiks, porque su salud se recuperé y el amor lo acompañe!, todos a la misma vez dijeron ¡SALUD!... y bebieron de sus copas. La comida estaba exquisita, donde Wortiks le agradeció a la señora Rigers por prepararle su plato favorito.

¿Te acuerdas Myrtha, cuando en Hosgmeade comíamos esto? – le preguntó el señor Wortiks -.

Si, claro que me acuerdo, con estos dos glotones quien no se moría de hambre – decía la señora Rigers que se refería a Abiss y Arturo, quienes junto con ella eran compañeros en Hogwarts -.

Quisiera hacer otro brindis... por... por nuestro amigo Wyvern... – dijo Dippet -.

Hubo un silencio, en el cual ni los platos sonaban, todos sentían un especial cariño por Wyvern que los hacía recordar el terrible accidente. Wortiks se atragantó con su comida cuando Dippet había dicho aquellas palabras. Aberforth rompió el silencio que llenaba la mesa.

Bueno... brindemos... – y todos dijeron al mismo tiempo -. ¡POR WYVERN! -.

El ambiente se calmó y se pusieron a conversar de otras cosas mas agradables, que valían la pena mencionar en ese instante, ya que sólo albergaba la felicidad de poder estar reunidos todos como en los viejos tiempos, cuando existía cierta paz antes de las tragedias, ante de que se alzará Grindelwald... cuando sólo eran amigos, cuando Wyvern jugaba al duelo en su casa con su mejor amigo, quien era mucho mas bueno que él. Jugaban todos, pero simplemente los que no olvidaron las condiciones de Aurores, fueron ellos, los inseparables... Wyvern y Grindelwald.

Cuando la cena había terminado, se sentaron para descansar en la vieja sala de Wortiks. Todos estaban haciendo cosas diferentes, como siempre. Albus y Aberforth se debatían en el ajedrez mágico de Wortiks, mientras que Nicholas leía libros sobre Legeremancia. Dippet, Nigellus, Wortiks y los señores Dumbledore conversaban amenamente sobre sus tiempos cuando daban los exámenes de Aurores, y lo mucho que le costo a Nigellus sacarlo. La noche perdía su brillo y daba paso su vejez, lo que produjo que la visita a Wortiks allá terminado.

Estas invitado cuando quieras a nuestra casa, ya lo sabes... – le dijo amablemente la señora Rigers a Wortiks, quien tenía los ojos brillosos de emoción -.

Gracias Myrtha... te cobrare la palabra – le respondió él -.

Todos se despidieron de Wortiks, y se internaron en la soledad para dirigirse a su destino. Dippet y Nigellus volvieron a Hogwarts para descansar, mientras que Albus quiso pasar la noche en su casa, para preparar las últimas cosas para el viaje. Los cinco aparecieron en el Valle Godric, y se dirigieron satisfechos a la puerta. ¡Griffo! , dijo la señora Rigers la cual era la contraseña para abrir la puerta de la casa de los Dumbledore. Los padres de Albus fueron a su habitación, mientras que los otros tres ordenaban las cosas para irse a Francia.

Tu esposa no se quejará ¿Verdad? – le preguntó Albus a Nicholas -.

No, ella es muy amable al recibir visitas y no se molestará porque son ustedes los que van – Aberforth puso cara de complacencia y Nicholas le dio con un libro titulado: Cien formas de atrapar la Snitch de Roderick Plumpton -.

Bueno... creo que ordene todo... – decía Albus, quien se preparaba para dormir -.

Yo también... no hay mas que hacer unos ajustes a mis libros... – dijo Aberforth y apuntándolos con la varita dijo - ...¡Reduccio! – y los libros quedaron del tamaño de la palma de su mano -.

Tardaron veinte minutos en dejar las cosas listas para dirigirse a Francia y dar un vuelco en sus estudios que de por si eran bastantes. Albus era de los tres el que mas poder tenía, por lo tanto no le costaría mucho ordenar su mente y apreciar el poder de ella. Nicholas tenía a su favor la Alquimia, y todo lo de alquimista que él podía hacer. Aberforth sin embargo, siempre fue el mejor en duelos... obtuvo la mejor calificación como Auror, por tener unos reflejos que en un mago jamás se habían visto, pero su debilidad era la precisión. No hubo sueños extraños a los cuales quejarse, Albus solo sonó que se veía a si mismo en medio de la nada, lleno de verrugas y que Nicholas y Aberforth cuyos rostros estaban en el cielo le decían: ¡Tómatelo con calma, eso paso porque no pudiste aprender nada! Y se reían de él muy fuerte. Despertó, y vio a los otros que dormían y roncaban muy fuerte. Tardo un poco en dormirse, pero por fin rencocilió el sueño y se quedo dormido. El sol salía de las montañas, apoderándose de la inmensa noche que poco a poco iba cediendo y daba paso a la flamante luz que despedía el rey de los astros.

El desayuno se sirvió demasiado tarde, ya que como todos se levantaron tarde, no había quien dijera que ya era hora de servir. La señora Rigers andaba de aquí para allá preparando todo mientras Nicholas, quien se defendía muy bien en la cocina, preparo algunos manjares para que desayunarán.

¡Apúrate querido que tenemos que llegar temprano! – le gritaba la señora Rigers a su esposo -.

¿Dónde irán? – pregunto Aberforth -.

Iremos a Egipto... tu padre tiene que hacer un trabajo pequeño y después pasaremos unas vacaciones allá de maravillas – y la señora Rigers se ruborizaba -.

Ah, ya veo... entonces la casa quedará sola – dijo Albus -.

Bueno si... pero tu sabes que nadie puede entrar en la casa sin la contraseña, así que estará segura – dijo la señora Rigers, devolviéndole una sonrisa maternal a su hijo -.

Eso espero... – murmuró Albus cuando solo Aberforth lo miró y le dio una mirada de apoyo -.

¡Bueno chicos, nos vamos, cuídense y hagan lo que quieran en Francia! – se despidió el señor Dumbledore quien iba remangándose la túnica -.

¡Adiós! – dijeron Nicholas, Albus y Aberforth a la vez -.

Los señores Dumbledore, desaparecieron y quedaron ellos tres solos en la casa.

Deberíamos hacerlo Albus ¿No crees? – le preguntó Nicholas -. Tu sabes, no podemos dejar que nadie entre aquí, sería muy arriesgado -.

Si... – dijo Albus, al mismo tiempo en que ellos se paraban y pronunciaban a la vez -. ¡Fidelio! – hubo un destello fuerte y todo se arremolinó en la cabeza de Albus -.

Les mandaré una carta con mi letra a mis padres, por si vuelven antes que nosotros – dijo Albus quien preparaba la nota cuando su lechuza Orus esperaba ansiosa -.

Al terminarla se la puso en la pata a la lechuza quien salió muy fuerte de la casa, disminuyendo su contorno cuando adquiría mas distancia, hasta desaparecer por completo. Dejaron las cosas en el jardín de la casa, para tenerlas listas cuando fuera el momento de irse. Aberforth tomó un zapato viejo que tenía en la habitación y pronunció: ¡Portus!, el zapato brilló por un momento y quedo un traslador listo para dirigirse hacia su destino. Bajaron al jardín tomaron las cosas y Albus le preguntó a Aberforth que donde iban a aparecer.

¡Ya lo verás hermanito! – le dijo con una sonrisita a Albus cuando los tres tocaban el traslador y eran absorbidos por el objeto -.

Cuando aparecieron, Albus y Nicholas notaron que no estaban en el suelo parados o sentados ni nada por el estilo. Ellos estaban suspendidos en el aire, y cuando se dieron cuenta los demás, notaron que iban a gran velocidad cayendo. Alcanzaron a reaccionar y levitaron a pocos metros del suelo.

¡Me hiciste pasar un gran susto Aberforth! – le dijo enojado Albus quien se encontraba muy enojado -.

¡Estuvo Genial! – dijo Nicholas -.

A lo que llaman genial, me parece estúpido – dijo Albus, acomodando sus cosas -. Y por cierto, ¿por donde se encuentra tu casa Nicholas? – preguntó -.

Por allá... – y Nicholas apuntó hacia el Sur, donde se divisaba pequeñas casitas en forma de triángulo -.

Llevaron las cosas flotando, y se dirigían cantando hacia la casa de Nicholas. Al menos el ambiente por esos lugares reflejaba tal condición que nadie se podía enterar que en un país del mismo continente, estarían pasando las cosas mas espeluznantes.