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La Casa y Criatura de Flamel

Llegaron a la pequeña montaña que había unos pocos metros hacia el sur, y divisaron el poblado de las pequeñitas casas en forma de triángulo que había visto desde lejos. Nicholas tenía una sonrisa muy grande al ver que volvía a su querido hogar, y que vería a su esposa, la cual por dos meses no le había ni siquiera escrito. Cruzaron una calle más fijándose de que nadie ponía cara de rareza, ver que tres personas iban caminando con túnicas de diferentes colores y que llevaban a su lado, las maletas suspendidas en el aire.

¿Nicholas, aquí son todos magos? – le preguntó Albus, quien ya se estaba impacientando con la situación -.

Si... todos aquí somos magos... incluso en esa iglesia, son brujos los que predican y cosas por el estilo – señalo Nicholas a la iglesia que se podía ver en medio de unos árboles -.

Ah, ya veo... entonces sería genial estar viviendo aquí, ¿No crees Aberforth? – preguntó a Aberforth quien no lo miraba, sólo mantenía su vista hacia las montañas -. ¡Aberforth me estas oyendo! – gritó este -.

¿Si, ¡Ah!... jejej.. es que estaba mirando lo que hay en ese lugar – le respondió, apuntando a las montañas que yacían acostadas en el valle -.

Es el Santuario de los Sabios, el lugar donde yo aprendí todo lo que se sobre Alquimia y donde tengo oculta una sorpresita que les tengo... – le dijo Nicholas sin mirar al lugar, como si lo conociera de memoria -.

Albus y Aberforth se miraron de una forma extraña, y entusiasmados le preguntaron más a Nicholas sobre aquel Santuario, pero él no les dijo nada mas. Caminaron unos cuantos metros, mirando intrigados hacia lo que sería su prueba para adquirir nuevos poderes. Pasaron otra calle, cuando divisaron una casa muy bien adornada en el exterior en la cual sus cortinas eran de un color marrón opaco. Al momento en que ellos entraban en el jardín se veía el pequeño negocio que consistía en una biblioteca acogedora, en la cual los libros estaban abarrotados y bien ordenados en los estantes.

¡Flamel, querido, llegaste, ¡Me has hecho tanta falta! – gritaba una señora muy hermosa, con su pelo rubio largo. Su figura era delgada, y sus ojos brillaban de una manera impresionante -.

¡Hola mi amor!... traje visitas, te acuerdas de los hermanos Dumbledore, pues aquí están conmigo – le respondió él, dándole un beso y presentando a Albus y Aberforth -.

- Hola... yo soy Pernelle Flamel, un gusto conocerlos – les dijo la señora Flamel quien les mostraba una sonrisa amablemente -.

¡Hola! – dijeron los dos al unísono -.

¿Disculpe... – preguntó Aberforth -... ese color de ojos es muy especial por estos lados? – terminó de preguntarle -.

No Aberforth... es que los ando trayendo porque me gusta ese color... soy una metamorfomaga, ¿Nicholas no te lo contó? – le preguntó ella cuando los hacía pasar a la sala y sentarse en los sillones que se encontraban ahí -.

La verdad es que no... con tantos problemas que han sucedido, no he tenido el tiempo – dijo Nicholas -.

¿Te refieres a lo de ese tal Grindelwald? – dijo ella -...¡No se asombren, Grindelwald también es conocido por mí y no tengo miedo en decir su nombre! – les dijo a los hermanos quien se asombraron por lo que dijo la señora Flamel -.

Me alegro, porque jamás he encontrado razón para temerle... – le dijo Albus amablemente -.

Muy bien dicho, aquí somos los únicos magos que hablan del asunto, la verdad es que estoy segura que somos los únicos que sabemos que ha vuelto – dijo la señora Flamel -. ¿Desean algo para tomar? – les preguntó cuando se paraba -.

Un Whisky añejo por favor – dijo Albus -.

Y yo uno de fuego, si tiene – dijo tímidamente Aberforth -.

Claro que tengo, enseguida vuelvo... – y se dirigió a una puerta que estaba detrás del puesto de los libros en donde a través de una cortina se podía traspasar -.

Albus y los demás conversaban amenamente, de cuando empezarían su prueba según Nicholas les decía. Primero debían reflejar la energía con la mente, y después como última prueba tendrían que resistir a las pruebas que ofrece el Santuario de los Sabios. A Albus le intrigó mucho el conocimiento que él no tenía sobre todo lo relacionado con los elementos fundamentales de toda cosa. Su hermano sólo quería embarcarse en la acción ya que él jamás le gusto nada que no tuviera suspenso. La señora Flamel llegó con los tragos de sus invitados y les sirvió, cuando Flamel se paraba y se servía de una botella de cristal un liquido extraño de un color verde que bebía a sorbos. Los cuatro estuvieron hablando un buen rato, de tantas cosas que no supieron como terminaban uno y empezaban con el otro. La señora Flamel llevó a Albus y Aberforth a lo que sería su habitación, cuando entraron los hermanos, estos quedaron pasmados al ver que la habitación estaba ampliada a tal punto que tenía espacio para albergar hasta tres dragones y de gran tamaño. Aberforth incluso levitó y se sintió como si estuviera afuera de lo alto que era el techo.

¿Cómo lograste este efecto Nicholas? – le preguntó Albus, quien no cabía en su imaginación -.

No fui yo, fue mi esposa... – dijo el mirando a la señora Flamel con ojos de orgullo -.

¿En serio? – dijo atónito Aberforth quien la miraba con impresión -.

Si... y hay varias sorpresitas en esta casa de las cuales me siento bien orgullosa, no soy solamente una metamorfomaga... – y cuando dijo esto, se transformó en un doble de Aberforth y el verdadero se tumbó en la cama que había ahí -... así que si piensas que mi poder se basa en eso, estas equivocado, las mujeres somos muy buenas brujas -.

Si.. b...bueno.. ya lo creo – dijo este cuando vio que Nicholas y Albus reían disimulados -.

Dejaron sus cosas en la habitación, para prepararse a la visita de los demás parajes de esa gran ciudad, ya que Nicholas quería que conocieran el lugar donde iban a permanecer dos semanas completas. Tomaron las túnicas y se cambiaron, para dar un paseo por la tarde. Cuando iban saliendo vieron que la casa de Nicholas desaparecía como si jamás hubiera estado allí, otra vez los hermanos supusieron que fue la señora Flamel, pero Nicholas se apresuró a decirles.

¡Esto lo hice yo... es un hechizo muy común para los alquimistas! – dijo ensanchando el pecho en señal de orgullo -.

¡Genial, ya quiero aprender todas esas cosas – decía Aberforth cuando caminaban por los parajes -.

La gente saludaba a Nicholas quien era muy popular por esos lugares, cuando llegaron a la iglesia, vieron que adentro lucían muchos destellos de luces de todos los colores que se dirigían en dirección hacia el techo y salían por las ventanas que tenía al costado. Albus decidió entrar y se fijó que había poca gente, algunos estaban sentados en pequeños bancos que sobresalían y en el centro donde yacía una estatua gigante de un mago el cual decía en una inscripción: Fuerte son tus sueños, inteligente poder que yacía en tu interior, Ambrosius eres entre todos el gran mago, el hechicero que nos dio el poder de vivir sin trivialidades.

¿Te gusta el lugar Albus? – le preguntó Nicholas quien lo miraba muy entusiasmado -.

Si, pero es raro ver que gente venera en especies de templo a Ambrosius... cuando nosotros sólo lo tenemos en el interior de nuestro poder, y sus enseñanzas se meditan en silencio – respondió él -.

Es que aquí las cosas son diferentes, es el único lugar en la cual hay un templo en honor a él – le dijo la señora Flamel -.

Si, ya veo – dijo Albus apartando la mirada y volviendo a caminar junto con los demás -.

Llegaron a un pequeña plaza, donde dos magos estaban sentados discutiendo fervientemente. Tenían sus rostros llenos de ira, y a Aberforth le presintió que les faltaba poco para que se batieran con sus varitas. Tal y como lo pensó, uno de ellos sacó la varita para lanzarle un maleficio a otro.

¡Inpedimenta! – gritó una persona que no era ninguna de las dos que discutía, sino que era Aberforth quien había captado la pelea. El hombre que había alzado su varita se encontraba en el suelo inmóvil sin poder ni siquiera mover un músculo. El otro hombre se encontraba atónito con lo que había pasado -.

Será mejor que no jueguen con sus varitas o podría ser peligroso – les dijo Albus quien había pronunciado el contra maleficio y el hombre que yacía en el suelo, cobró su movilidad y se paró muy rápidamente -.

Vamos, no merece la pena – les dijo Nicholas quien estaba un poco nervioso -.

Bueno, vamos Aberforth – le dijo Albus a su hermano quien todavía miraba al hombre muy enojado -.

Cuando se dieron vuelta, antes de que Nicholas hubiera dicho algo, Albus y Aberforth giraron completamente empuñando la varita y pronunciando: ¡Expelliarmus!. Los hombres que estaban peleando, quisieron atacarlos por la espalda pero lo que consiguieron fue que los hechizos de los hermanos, se unieran y los dejaran a dos metros de distancia con una caída fenomenal. Los hombres huyeron y la gente que había presenciado el acontecimiento, vitoreaba a Albus y Aberforth quienes retomaban el paseo con los Flamel.

Estuviste muy bien Albus, cualquier día esos dos se iban a matar y ahora no querrán aparecerse sin antes averiguar si se han ido ustedes dos – les dijo la señora Flamel y ambos rieron -.

La tarde se pasó volando, y volvieron a la casa para cenar. Sus estómagos estaban pidiendo que se les diera de comer, y al igual que la madre de Albus, la señora Flamel cocinó un banquete espectacular que ni siquiera iba a durar veinte minutos, con los glotones que eran los tres hombres. La casa estaba iluminada con miles de estrellitas que estaban posadas en el cielo, que cuando Aberforth preguntó que eran, Nicholas se adelantó y les comentó que se trataba de pequeñas piedrecillas sacadas del Santuario de los Sabios. Albus de nuevo tuvo la impresión de que el corazón se le iba a salir de la curiosidad que mantenía por aquel Santuario que tanto Nicholas había nombrado pero que jamás él y su hermano habían visto.

Mañana viajaremos a las montañas, ¿bueno? – les comentó Nicholas quien se terminaba con un gran sorbo su copa de jugo de calabaza -.

- Esta bien, entre mas temprano mejor – le repuso Aberforth quien lo miraba entusiasmado -.

La noche estaba estrellada, dando signos de sentirse cansada, las nubes empezaban a cubrir el cielo que poco a poco sucumbía ante ellas, las inmensas mareas de espesa consistencia que anunciaban una lluvia para el siguiente amanecer. Era un camino largo, lleno de gente que cubría las calles, esa gente era normal, un poco fuera de sí para la ciudad en donde Albus se encontraba. Había dos sujetos discutiendo, uno empuñaba una varita amenazadoramente, luego él más pequeño de ellos gritó a la multitud: ¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudis­te...?... en eso el mas alto sacó la varita, hubo un destello y cadáveres por todos lados, un cráter que indicaba que el hechizo había sido muy potente... el hombre de cabello largo reía alocadamente, no se movía, sólo se reía cuando llegaron una multitud de magos y se lo llevaron. Albus se apresuró para alcanzar a aquella persona y se encontró caminando en la oscuridad total, sólo veía una sombra a lo lejos que penetraba cada uno de los nervios de Albus, haciendo que se sintiera nervioso pero seguro. Sus pupilas estaban desorbitadas, y en eso cae, cae al suelo y mirando a lo oscuro rostro que se ocultaba en la capucha de la túnica del mago sombrío, este decía con una voz aguda y fría: Te atrape, por fin eres mío, por fin caíste en mis manos Potter...

¡Para, para, Albus por favor despierta! – gritaba Aberforth quien miraba a Albus el cual estaba flotando en el aire y se sacudía para todos lados -.

- ¡Noooo, a él noooo! – deliraba Albus quien en el sueño sacaba la varita y la apuntaba sin dirección alguna diciendo - ...¡Avada Kedavra! -.

¡Accio! – gritó Aberforth al mismo tiempo en que su hermano caía a la cama junto a él y los dos se desplomaron. En eso Albus despierta con el sudor que le empapaba la cara -.

¡¿Qué paso! – preguntó muy alterado, parándose y dirigiéndose a su cama -.

Soñaste Albus, lo mismo de todas las veces...lo que no te deja tranquilo – le comentó su hermano quien lo miraba con cautela -.

Esos sueños cada vez son peores... el ritmo aumenta y no puedo evitarlos... – reclamó él -.

Lo mejor será que vuelva a dormir, mañana tendremos que liberar la mente y no quiero que esto ocurra de nuevo ni tampoco cuando este en plena práctica – se dijo a si mismo dándose vuelta y quedándose dormido -.

Aberforth no podía entender que era lo que su hermano soñaba, cual era el motivo de unos sueños tan extraños en los cuales no había sentido analizarlos. Y esa voz que le dijo en una vez que era él mismo, que sería lo que tendrá que afrontar Albus para rescatar al niño de las manos de un mago malvado, y salvarlo sin saber ni siquiera porque hacerlo, sin siquiera saber por que salvarlo, porque rescatar a un niño con ojos verdes y mirada inocente.

En la mañana, cuando el sol pegaba muy fuerte en las ventanas de la casa de los Flamel, los tres amigos se dirigieron hacia las montañas para empezar con práctica mental. Albus iba decidido, queriendo de una vez despejar los sueños que por cuatro meses ha empezado a tener. Por otra parte, Aberforth no tenía ni la mas remota idea de cómo despejar la mente, él era muy introvertido y no podía quedarse quieto ni menos despejar la mente de tantas travesuras con el paso de los años no se le han acabado. Subieron unos cuantos tramos por la falda de las montañas, topándose con diferentes casas que estaban situadas a los lados del camino principal.

¿Dónde nos detendremos? – se quejó Aberforth que no daba más con la caminata -.

Un poco mas allá – apuntó Nicholas hacia una de las partes mas desoladas que se podían ver -.

Caminaron unos metros mas, y se dejaron caer sobre el verde pastizal que se extendía muchos mas hacia arriba. Nicholas les dijo que la práctica sería mejor en un lugar con el contacto con los elementos. Encendió su varita e hizo una fogata para tener al elemento fuego.

Ya entiendo... – repuso Albus -...lo que debemos hacer es sentir los elementos fundamentales de todo objeto, que son Viento, Tierra, Agua y Fuego, para luego liberar la mente y usarlos en unión con nuestra magia – agregó -.

No lo podría haber dicho mejor Albus – le dijo Nicholas sonriéndole -. Bueno, empecemos... – anunció Nicholas cuando se sentaba junto al fuego y cerraba sus ojos -. Concentren su energía, despejen la mente de todo pensamiento no importante, sólo piensen en lo que realmente deseen, algo que les llena el alma, traten de tener ese pensamiento por toda la sesión. Quiero que sepan que su aura está en el punto en que necesita mas conocimiento y más poder, háganselo saber a ella, despidan su poder, expúlsenlo juntos con su energía – cuando Nicholas empezaba a decir estas palabras, abrió los ojos y vio que Albus y Aberforth estaban los dos uniendo su aura de una manera como él jamás había visto, ambos yacían sentados y su energía se extendía tres metros por encima de ellos despidiendo el máximo de lo que pretendía Nicholas en la primera mañana de práctica -. Sigan así, van muy bien, permitan a su alma concentrarse hasta que no de mas, déjenla abrir, piensen en lo que desean – repetía constantemente Nicholas -. Vamos a ver como se sienten ahora. Quiero que lentamente vayan abriendo los ojos y se levanten, y cuando yo cuente hasta tres, ustedes dos dirán apuntando la varita en el suelo: ¡Energius! – al decir esto, rápidamente sus amigos empezaron a abrir los ojos, despidiendo todavía la energía que habían acumulado. Aberforth se levanto primero, para realizar el hechizo de energía.

¡Energius! – gritó Aberforth. No ocurrió nada extraño al principio, pero en pocos segundos, el suelo empezó temblar y dónde Aberforth había apuntado con su varita, realizó una grieta muy grande la cual hizo que Nicholas retrocediera para no tropezar con ella -. ¡Mira Nicholas, lo que hice mira! – gritaba desesperado Aberforth cuando vio lo que su propia varita había conseguido -.

Si, ya lo vi... – le dijo Nicholas mirando ahora a Albus -. Bien Albus, ahora tú -.

Albus también se levanto y concentrando su poder, se imagino que era lo que él iba a producir cuando pronunciará el hechizo. Levanto la varita, y mientras decía el hechizo, sintió algo helado como una brisa en su espalda. Se dio vuelta muy rápido y pronunció: ¡Desmaius!. La Criatura se había desplomado justo atrás de él. Poseía unas alas inmensas, su altura podría ser por lo menos de cinco metros, y su boca tenía afilados colmillos retráctiles que podrían desgarrar hasta rocas.

¡Oh que maravilloso, mira Albus, es un Bola de fuego chino, pero esta muy chico, debe ser todavía un cachorro! – gritaba emocionado Aberforth quien iba corriendo hacia la criatura para acariciarlo mientras el hechizo de desmayo todavía funcionaba -.

Ese es Tiamat – respondió a lo lejos la voz de Nicholas -. Lo encontré una vez aquí, lo cuide y ahora sólo es leal conmigo y con Pernelle -.

Aberforth lo miraba muy impresionado, porque tener a un dragón de mascota, era imposible. Cuando se dio vuelta, ya el dragón se había erguido y empezaba a inhalar para luego exhalar fuego, cuando casi de inmediato Nicholas levantó la mano y Tiamat dejó de hacerlo, obedeciéndolo.

Es impresionante Nicholas, realmente has tenido un buen manejo de esta criatura, pero me intriga porque un Bola de fuego chino, que no es originario de estas zonas se encuentra vagando por las montañas – le preguntó Aberforth -.

Yo tampoco lo sé, me lo encontré un poco mas arriba, y decidí cuidarlo, tenía una gran herida en una de sus alas, así que nunca pensé en el motivo porque se encontraba por estos rumbos – le contestó Nicholas, quien miraba a Albus -. Bueno, sigamos con el entrenamiento Albus, tendrás que demostrar que poder es él que se te ajusta a tus cualidades -.

Albus tuvo que concentrar su poder nuevamente para lograr lo que hizo Aberforth antes de que Tiamat se apareciera. Tardo varios minutos en dar otra vez a su energía el aspecto que formo anteriormente, hasta que por fin lo logró y cuando Nicholas le dijo que se levantara, el hizo caso.

¡Energius!... – dijo Albus, mientras que fuertemente, el pastizal se prendía fuego, pero no era un fuego común, sino mas bien un fuego verde y azulado que se desprendía a chorros de su varita y bañaba el suelo que no se quemaba -. ¿Qué significa esto, Nicholas? -.

Esta es la respuesta Albus, tu puedes conducir los fuegos antiguos a tu voluntad, haciendo que hagan lo que tú deseas. Aberforth controla a la madre naturaleza, moviendo lo que desee de ella, pero no le explicare mas hasta que lo controlen, esta vez sólo lo han expulsado y eso no es suficiente para tratar de entender la energía que fluye en la esencia de nuestra alma – le comentó Nicholas -.

Volvieron a la casa, dejando al dragón en las alturas de las montañas donde desplegó sus enormes alas y emprendió vuelo a lo mas alto para refugiarse. Nicholas les había contado que Tiamat era muy conocido en toda la ciudad y que nadie le temía ya que a todos los conocía incluso los niños jugaban con él, siempre en presencia de mas adultos. Al llegar, la señora Flamel tenia lista la comida para que los hombres saciaran el apetito. Ella les preguntó como les había ido, a lo que Aberforth respondió que todo iba bien para ser el primer día y que Nicholas era un buen maestro alquimista. La señora Flamel se sentía orgullosa de tener a un esposo que sin duda alguna era el mejor mago de la ciudad, y estuvo contenta toda la cena.

Seguiremos este mismo entrenamiento por muchos días hasta que logren por completo dominar su poder, sin tener que expulsar la energía, ya que eso en batallas sugiere una perdida de tiempo – les dijo Nicholas a su amigos los cuales asintieron -. ¿Por cierto Albus, dejarías que Pernelle te revisará, es que ella se sabe una meditación con la cual hacer que uno sueñe pero que no tenga pesadillas, quieres? – le preguntó a Albus como si la cosa de sus sueños fuera natural -.

Esta bien... pero como te enteraste... – le decía Albus mirándolo fijamente -...acaso se oyó en toda la casa -.

No, es que yo iba al baño cuando sentí en la habitación todo lo que conversabas con tu hermano y me di cuenta de que acababas de tener una de las pesadillas que mi esposo me ha contado – le dijo la señora Flamel -.

Albus no dijo nada en el resto de la cena, sintiendo un poco de vergüenza al pensar que sus sueños eran para tenerle lastima. El se sentía muy débil frente a los demás cuando salía a relucir ese tema en especifico. Sus manos temblaban de la rabia que sentía al no poder concluir de donde eran esas personas asesinadas por un mago que ni siquiera mostraba el rostro para identificarlo, y ese niño, todo era confuso, todo le revolvía el estomago, todo no lo dejaba dormir tranquilo.

La señora Flamel invitó a Albus hacia el jardín de la casa donde se sentaron uno frente al otro, mientras la señora Flamel sacaba su varita para dirigirla a la frente de Albus.

Esto te hará recordar las pesadillas que has tenido Albus, así que prepárate – le dijo la señora Flamel ha Albus quien se mostraba un poco nervioso -.

Esta bien – respondió -.

En ese momento la señora Flamel pone su varita en la frente de Albus y pronuncia: ¡Abducere Iniquorum Cupidine Mentis!. Albus empezó a inducir de nuevo en sus pensamientos, sus sueños volvían a él como rayos ardientes que le quemaban la cabeza. Pudo ver al hombre que discutía en medio de la gente, como desaparecía, el cráter abierto y los cadáveres en medio de él. Sintió un golpe en la frente, algo de color verde chocaba contra él, de pronto empezaron a aclarecerse otros pensamientos. Una imagen reciente de él caminando por las montañas, viendo a un dragón que se asomaba por su espalda y al cual le lanzaba el Desmaius, de pronto su mente se cerró y el encantamiento había cesado.

- ¿Qué pasó, porque paró? – preguntó Albus quien no quería que los sueños cesarán por primera vez -.

Mira Albus, te he hecho un encantamiento de no deseo... si tu plan era desear los sueños ya no los tendrás por un buen tiempo y dejarán de ser tan crueles para ti – le dijo la señora Flamel -. Mejor vamos para dentro a descansar, sería bueno que en la mañana me comentes que sueños has tenido, para saber si el encantamiento fue muy débil -.

Albus y la señora Flamel entraron a la casa y se dirigieron cada uno a sus respectivas habitaciones. Aberforth dormía como un niño, ni siquiera se movía en su cama, daba la sensación que su cansancio mental de verdad lo agotó demasiado para soportar un sueño. Albus mientras se quitaba la ropa para descansar sentía ruidos espeluznantes cerca de las montañas, se dirigió a la ventana y vio a Tiamat que dibujaba círculos en medio de un bosque oscuro, despidiendo fuego por la boca. En algunas ocasiones lo vio caer en picada al bosque, pensando en que estaría cazando. Salió de la ventana tirándose a la cama para esta vez, después de mucho tiempo, no tener miedo por lo que iba a soñar.

Muy temprano en la mañana, la señora Flamel llamó a Albus para que le explicará que es lo que había soñado la noche anterior.

Así que solo fueron sueños sin sentidos... ¿No hubo de casualidad algo que recuerdes? – le preguntó intrigada la señora Flamel -.

Bueno, solo lo que fue extraño, era que soñé con ustedes y todo lo que sucedió en el día anterior, con lujo de detalles – comentó Albus -.

Eso quiere decir que funciona... – le repuso la señora Flamel a un Albus quien no entendía nada -... mira, cuando ocupó el encantamiento de no deseo, cuando uno deja de soñar lo que lo intriga, su efecto hace que sueñe cosas del día que pasó... todo lo que paso... – le explicó muy pacientemente la señora Flamel a Albus -.

Al terminar el desayuno, tomaron el mismo camino hacia las montañas para seguir con la práctica. Paso lo mismo que el día anterior en donde Aberforth y Albus solo despedían el hechizo pero no lo podían controlar.

¡Concéntrate mas Aberforth, tu aura pierde fuerza! – le decía como una orden Nicholas, cuando el aura de Aberforth se limitaba a solo un campo de fuerza que lo rodeaba -.

¡Eso es lo que hago Nicholas pero no puedo me siento cansado! – decía Aberforth -.

Mientras que Aberforth pedía fuerzas, Albus ya podía controlar un poco el poder que expulsaba de su varita haciéndolo cambiar de dirección. Nicholas se encontraba bien entusiasmado por la situación y le dijo que descansara, que ya tomara un tiempo para que su hermano pudiera alcanzar ese nivel.

Así pasaron varias sesiones y los días se disparaban. Uno por uno mantenían el poder que ejercían a un nivel adquirido muy bueno. Albus ya controlaba el fuego antiguo con su varita y tuvo un pequeño duelo con Tiamat para ver quien ganaba. Nicholas tuvo una explosión de carcajadas, cuando veía a Albus correr ya que Tiamat se enfadó mucho cuando le llego el fuego producido por su varita en los ojos. Aberforth tenía la manía de enfadarse mucho cuando algo no le resultaba a la primera, lo que llevaba a veces a hacer cosas indebidas.

Pasaron tres días mas de entrenamientos hasta que Aberforth pudo lograr dominar su poder, gracias a mucha concentración. Era una noche muy tranquila, cuando se encontraban cenando muy abiertamente en la casa.

¿Dónde fue tu esposa Nicholas? – le preguntó Albus, porque cuando habían llegado solo la cena estaba servida y ella no estaba -.

Debe andar donde una amiga, es así, como todas las mujeres que no pueden estar sin comentar lo que pasa en la plaza, o en los lugares mas excéntricos de la ciudad -.

Pues si te escuchara Nicholas, seguro que te manda un Cruciatus y no te ayudaría – le dijo Aberforth mientras él y su hermano se reían de su amigo -.

Tengo que decirles que ya terminaron el entrenamiento con la energía, y ahora no tengo mas que enseñarles, ustedes mismo deben perfeccionar el poder y agrandarlo – les comentó Nicholas, cuando enseguida se les borró la sonrisa -.

- ¿No te habrás tomado en serio lo de tu esposa verdad? – preguntó un confundido Albus, quien no daba crédito a lo que su amigo les dijo -. Solo fue una brom... – pero antes de que terminara, Nicholas lo cayó y le comento con la sonrisa que siempre mantenía en su boca -.

Ahora pasaremos a otro entrenamiento que yo no podré hacer nada. Solo ustedes tendrán que pasar los retos que ofrece el Santuario de los Sabios – cuando término Nicholas de decir eso, los hermanos saltaron de la mesa y le pidieron mas detalles, pero él se negó a dárselos -.