9
La Piedra de los Sabios
La noche de Albus fue una de las más tranquilas que pudo tener, solo sus sueños se centraron en las pruebas que el Santuario les pudiera ofrecer cuando hurgaran en sus rincones. La mañana ofreció el mejor día para la tan grande misión que debían correr en las montañas, atravesando pasadizos y enfrentándose a diferentes obstáculos que sin duda iban a encontrar en una caverna a la cual ellos no conocían en absoluto, salvo Nicholas quien mediante esa forma adquirió el poder que tiene sobre la Alquimia y la energía de los elementos. Cada uno se levanta un poco reacio a tan siquiera pensar lo que les esperaba. Sus nervios les jugaban en contra y miraban de reojo hacia las montañas, rezando para que aquellas paredes se derrumbaran y no tuvieran razón para subirlas. Nicholas solo aparentaba no descubrir lo que sentía cada uno por tener que realizar cuantas osadías en un día completo. La mente de Albus funcionaba de maravillas, porque los días que habían pasado no había tenido ningún sueño que frustrara sus deseos de adquirir el poder que tanto él como su hermano anhelaban.
¿Cuánto te demoraste Nicholas en recorrerlo? – le preguntó un nervioso Aberforth a su amigo -.
Bueno, tarde aproximadamente dos horas... y eso que ya lo había visto una vez – le dijo Nicholas quien tornaba una sonrisita en su boca -.
¡Dos horas, pero si no se ve como para eso – dijo un aterrado Aberforth quien con la impresión se paró de la mesa -.
Bueno, puede que ustedes se demoren más y que tengas dificultades con lo que puedan encontrar por ahí – le dijo de nuevo su amigo que lo único que conseguía era asustar aún mas a Aberforth -.
¡Ahí Nicholas, no seas así, tampoco es un infierno, hay una que otra cosa pero nada tan grave como para asustarlos – le comentó con un tono suave la señora Flamel -.
¿Tú también hiciste el entrenamiento? – le preguntó estas vez Albus -.
Por supuesto, ¿Dónde crees que aprendí el uso del encantamiento de no deseo, tengo energía procedente de los vientos, y eso es lo que hace que mi poder sea relacionado con lo psíquico y cosas por el estilo – le dijo una orgullosa Pernelle -.
Albus y Aberforth terminaron en silencio su desayuno, para luego dirigirse a las montañas. Cada uno representaba un deseo de poder llegar pronto a su destino y luego salir lo más rápido que pudieran hacerlo, para no tener que cargar con el peso de que no pasaron las pruebas.
Terminaron de prepararse y salieron de la casa, al sol que los bañaba de esperanzas cuando ya los retorcijones en el estómago eran comunes a cada dos segundos desde cuando se terminaban. Nicholas solo forzaba sus labios para no reírse mas de sus amigos, que no cabían en su nerviosismo. Aberforth iba tambaleándose, zigzagueando en dirección al camino que los llevaría al Santuario. Albus se demostraba tranquilo, iba conversando con Nicholas acerca de cómo podrían usar ese poder contra Grindelwald si ocurriese una emergencia antes de lo previsto. Mientras que ellos discutían esos temas, Aberforth ni siquiera dijo una palabra en las primeras tres cuartas partes del camino, solo se limitó a seguir caminando donde lo llevaran sus pies. Los árboles se batían en una guerra con el fuerte viento que los azotaba, de momento todo era tranquilo, pasivo, ninguna persona se dirigía por la misma senda que ellos iban, y las casa tenían las cortinas corridas con lo cual parecía mas un pueblo fantasma que una ciudad llena de magos. Ni siquiera el dragón Tiamat estaba rondando o surcando los cielos, en señal de que las cosas iban a suceder comúnmente.
¿Es raro que la calle este tan solitaria no Nicholas? – le preguntó Albus -.
No lo se... siempre pasa – le dijo Nicholas quien cambió repentinamente el tema -. Bueno, cuando lleguemos tendremos una sorpresa que se que les gustará -.
¿Mas sorpresas? – preguntó desconcertado Aberforth -.
Si, es una pequeña pero que sin duda les gustará, ahora bueno, antes de entrar en el Santuario deberán concentrar su poder para estar seguro de que han conseguido adquirir el poder de la energía, porque sin duda lo tendrán que necesitar en el transcurso de su camino por aquel monumento – les comentó Nicholas quien tenía a los dos hermanos muy atentos y sin expresión a cada lado -.
Esa energía es grandiosa, tarde mucho en conseguir dominarla pero en realidad valió la pena. Con esto mis poderes aumentarán, pero lo que no puedo concebir es, ¿Por qué tú, Aberforth e incluso Pernelle tenemos diferentes poderes? – le preguntó Albus cuando ya faltaba poco para llegar -.
Mira Albus, creía que ya lo habías entendido, lo que pasa es que cada uno de nosotros emplea diferentes esencias que hacen que tengamos diferente energía. Si ves la que tiene Aberforth concentra la de la tierra, que es el elemento que controla la naturaleza y todo lo que es derivado de ella pero se limita a lo que es terrenal. En cambio la del viento la cual tiene Pernelle controla en los rayos y los poderosos vientos y con eso puede incurrir en la mente de las personas pero solo aconsejándolas o ocultando cosas como sueños, no es lo mismo que la Oclumancia o Legeremancia. Yo poseo el poder curativo de las aguas y también de las mareas potentes y por último tú posees los fuegos antiguos que a parte de tener poderes curativos como los míos son poderosos y pocos pertenecen a ese clan de fuego, y si te das cuenta, los hechizos de ataque son: Energius Aqua, Ignis, Ventus y Tellus – cuando Nicholas término de explicarles en que consistían los poderes que se empleaban cuando se tenía el conocimiento de la total energía del alma y los cuales eran parte de la Alquimia, sus amigos estaban mas nerviosos que antes con tal explicación que hizo que Nicholas se ríera -.
...Y sobre los hechizos originales tenemos: Plegius y Deglius, que son poderes curativos que han pertenecido a los de la energía de agua, Abducere Iniquorum Cupidine Mentis que pertenece a la energía de los vientos y suelen ser armas contra los maleficios de la mente, Mater Natura que invoca a los poderes de toda la tierra y sus derivados y por último que es el de la energía de fuego es el hechizo Caligatio Flagrare que invoca a los fuegos mas fuertes para usarlos en todo tipo de situaciones – agregó Nicholas teniendo a los hermanos Dumbledore muy entusiasmados con el poder -.
Habían llegado al último tramo del sendero que los llevaría al Santuario, cuando oyeron una especie de murmullos que llegaban de aquel sitio que hicieron a Albus pensar en lo peor. Cuando se acercaron y divisaron la parte mas alta del monumento se dieron cuenta de que había una gran multitud esperándolos a las afueras del Santuario. A Albus le dio un vuelco cuando vio que toda esa gente era del pueblo y que los estaban esperando precisamente a ellos mismos.
¡Ahí esta la sorpresa que les teníamos! – les dijo Nicholas quien no ocultaba lo gracioso que se veían sus amigos con los ojos como huevos fritos -.
Pero Nicholas... si esto era solo entre nosotros – le decía Aberforth quien todavía no se reponía de lo que había sucedido -.
¡Aquí estamos! – gritó una voz femenina que se dirigía hacia ellos -.
Es Pernelle – dijo Albus -. Pero Nicholas que cosas se te ocurren -.
Bueno, la verdad es que el que esta ahí – y apuntó a un mago bajito de aspecto bonachón que los miraba con gracia -. Me pidió que avisara cuando ustedes iban a entrar al Santuario para entrenar, porque querían agradecérles por lo de la plaza el otro día, cuando ahuyentaron a esos matones – le comentó y explicó Nicholas a sus desconcertado amigos -.
La verdad Nicholas es que me tienes muy sorprendido con todo esto, y que también esta gente vea como hacemos el ridículo – contestó Aberforth -.
¡Bueno Nicholas y cuando veremos a estos muchachos en acción! – le preguntó el señor de aspecto bonachón que caminaba hacia ellos -.
Caminaba con un andar bastante curioso como si saltara por cada paso que daba. Llegó al grupo que se encontraba ahí y les dio una bienvenida.
Hola, me llamo Theodore Gray, y soy uno de los fundadores de la iglesia que esta en el pueblito – les dijo el señor Gray -.
¡Hola! – respondieron cordialmente los hermanos Dumbledore -.
Nicholas, nos ha dicho que ustedes tenían pensado entrar al Santuario, yo no lo creía... porque los únicos que han podido en cien años son los señores Flamel – les comentó el señor Gray -.
¿Es eso cierto Nicholas? – preguntó Albus -.
Si, bueno, yo no se los quería decir porque estarían mas nerviosos al momento de entrar – les dijo Nicholas con un tono de suplica -.
Esta bien, bueno será mejor que empecemos y tratemos de concentrarnos para la prueba Nicholas, entre mas rápido entremos mas rápido saldremos – le propuso Aberforth -.
La gente comenzó a reunirse a un costado para tratar de tener el mejor lugar en donde ver como los hermanos Dumbledore que ya se habían convertido en todo un suceso en la ciudad de Nicholas, empezaban con su entrenamiento. Albus y su hermano se sentaron y un circulo de un fino polvo se forjo alrededor de ellos. Comenzaron cerrando los ojos, concentrando al máximo su energía para poder sacarla cuando estén listos. Una masa muy común a una nube ya se había formado entre los hermanos cubriéndolos por completo, a lo que Nicholas gritaba: ¡Falta poco, Concentrense mas y no pierdan el hilo, mientras estas palabras salían de la boca de Nicholas, paso algo extraño. Albus empezó a tener la visión que le daba mas miedo, vió a Grindelwald que se acercaba a su casa en el Valle Godric con la varita en la mano, y después aparecía el otro mago con la capucha cubriéndole el rostro. Trató de alejar todo pensamiento que perturbara el deseo de adquirir el poder, cuando sus sueños fueron reemplazados por sentimientos alegres en el colegio, pero no estaba en su despacho sino en el del director, sentado en su asiento, contemplando a un muchacho con el pelo desordenado y roñoso que lo miraba. Este niño le preguntaba, que porque una espada que Albus tenía en sus manos había salido del Sombrero Seleccionador, y cuando Albus iba a contestar, sintió cuando Nicholas gritó: ¡Ahora, abrán los ojos y levantense!. Albus y Aberforth abrieron sus ojos y se levantaron al mismo tiempo, alzando las varitas y pronunciando: ¡Energius!. Hubo un ruido espantoso, la tierra empezó a temblar y se abrió una grieta como nunca había pasado en un entrenamiento de Aberforth, y el fuego de Albus pasó recorriendo las montañas, haciendo una gran explosión cuando choco con ellas, lo que produjo que el dragón que se situaba justo debajo saliera de ese sitio volando. Albus debió pensar que todos conocían al dragon, porque nadie salió corriendo cuando lo vieron ni tampoco sintieron temor por tener a unos cuantos metros a un Bola de fuego chino que volaba y surcaba el cielo dando unos grandes círculos.
Muy bien, están mas que preparados para entrar – les dijo Nicholas -.
Nicholas se dirigió a la puerta principal que se encontraba sellada, y sin mas miramientos levantó su varita y pronunció muy fuerte.
¡Fenestra! – al momento en que dijo eso, la puerta se abrió haciendo mucho ruido y dejo un pasadizo oscuro que cuando se miraba hacia adentro no se dirigía a ningún lugar -. Entren, ahora es el momento de entrar, cuando lo hagan pasara un momento antes de que se separen – agregó Nicholas -.
¿Cómo que separar? – preguntó Aberforth -. No habías dicho eso -.
Bueno, si quieren aprender, tendrán que hacerlo por su cuenta, y cuando el camino se abra tendrán que separarse para pasar los obstáculos solos – contestó Nicholas quien señalaba hacia el agujero para que sus amigos entrarán -.
Vamos Aberforth tendremos que hacer lo que nos piden – sentenció Albus a su hermano al momento en que lo tomaba de la túnica y lo tiraba hacia el agujero -.
¡Buena Suerte! – les gritó antes de que pasaran por el agujero la señora Flamel moviendo el brazo de un lado a otro en señal de despedida -.
Cuando lograron entrar, sintieron que la multitud los alentaba desde fuera, y por un instante se quedaron quietos sin saber que hacer. De pronto la puerta se cerró produciendo el mismo ruido que al abrirse y los dos hermanos quedaron a oscuras. Albus levanto su varita y dijo: ¡Lumos!, y su varita se encendió en la punta iluminando todo a su alrededor.
¿Crees que podamos hacerlo Albus? – preguntó un vacilante Aberforth -.
Si, hay que tener fe en que podemos hacerlo, solo empecemos con cautela – le respondió su hermano -.
Avanzaron, en donde entraron por una marco que reflejaba una puerta, y cuando lo cruzaron, vieron que en los costados de las paredes lucían algunas inscripciones antiguas, tales como escritos de pueblos que vivían aquí antes de todo. Cada dos metros colgaban antorchas desde lo mas alto iluminando muy poco por donde ellos pasaban. A Albus se le hizo raro que todo el piso y las paredes estuviera cubierto con finas baldosas modernas, y que las columnas que estaban posadas en las paredes lucían sin el mas mínimo rasguño. Aberforth iba cauteloso, al momento en que también saca su varita y pronuncia el hechizo para que encendiera la punta de ella. La luz que reflejaban las dos varitas solo alcanzaba para dos metros de distancia por donde estaban ellos, haciendo que lo que estuviera mas allá de esa distancia fuera todo negro y siniestro. El sonido sin embargo, se limitaba a los tímidos goteos que en algún lugar se producían y que tenían en el más grande nervio a los dos hermanos que cada vez avanzaban más rápido.
Deberíamos preparar la energía Aberforth, ya que Nicholas nos dijo que si atacamos con los hechizos normales no produciríamos nada, solo destellos – le dijo Albus a su hermano que miraba hacia un lado como buscando algo que había aparecido y que se ocultaba en las sombras -.
Est... esta bien Albus... pero mira hacia allá, hay algo sumamente extraño – le comentó Aberforth cuando pasaban de largo a una puerta que estaba incrustada en la pared -. ¿Será aquella puerta que uno de los dos tomará y que hará que nos separemos? – le preguntó a su hermano quien se había percatado de aquella entrada y tenía un rostro sin demostrar nada de seguridad -.
Bueno, tendremos que probarlo, yo iré por la puerta y tú tendrás que seguir derecho – le respondió Albus -.
De acuerdo... – al momento en que decía esto se despedía de su hermano y veía como este atravesaba aquella puerta que estaba muy sospechosa -.
Aberforth siguió caminando, cuando sintió algo seco que caía a sus espaldas y que sonaba como un relámpago chocando en la tierra desierta. Aberforth se dio vuelta y vio a una Criatura que no se divisaba bien, pero tenía el aspecto de un Fenrir que acechaba a la persona que venía saliendo de la puerta en la que entró su hermano. Se dio cuenta de que era Albus con la varita levantada, el que atacó al Fenrir y ahora el animal miraba hacia su lado acechando a Aberforth, cuando este se estabilizo y vio que la Criatura corría hacia él.
¡Aléjate Aberforth! – gritó Albus preparado para atacar a la criatura -.
¡No lo haré, tendré que enfrentarme con ella! – le respondió Aberforth, calculaba cada movimiento esperando que la criatura se acercara a él en el preciso estante. El Fenrir salta y Aberforth levanta su varita... - ¡Energius Tellus! – y del suelo surge un bloque de piedra que choca directamente en el estómago del animal aplastándolo en el techo y haciendo que explote en mil pedazos -.
¡Lo hiciste Aberforth, ¡Acabaste con la Criatura! – le gritaba Albus quien se acercaba a zancadas hacia él -.
Le contó a su hermano que en la habitación en la cual entró, solo había una escultura que encerraba a la Criatura dentro. Al pisar una de las baldosas, la estatua se abrió dejando salir al Fenrir el cual expulsó con el hechizo de energía y cayó potente en la pared atravesando la puerta.
Lo bueno es que estamos bien y podemos seguir caminando – le dijo Aberforth, cuando se dirigían los dos por el mismo camino largo y solitario que tenían que seguir -.
Caminaron por un largo periodo, en donde el camino solo empezaba a dirigirlos de derecha a izquierda, al centro, y otra vez de derecha. No sucedió nada extraño cuando llegaron a un parte muy oscura y que se dividía en dos. Aberforth miró a Albus y supo de inmediato de que tenían que separarse, y era éste el lugar que Nicholas les había hablado.
Llego el momento Albus, buena suerte – le dijo Aberforth a su hermano y en menos de dos segundos ambos caminaban por lugares separados. Albus tomó el de la derecha el cual no estaba casi nada iluminado, y Aberforth el de la izquierda que solo poseía unas cuantas antorchas que permanecían en estado de encendido. El camino de Albus estaba lleno de laberintos los cuales tenía que descifrar ya que en dos ocasiones solo llegó al principio de aquel laberinto oscuro y muy tenebroso. En un momento Albus sospecho que lo iban siguiendo o acechando por la espalda, y en una de esas veces se dio vuelta, encontrando a un hombre de casi dos metros que estaba hecho de roca.
¡Energius Ignis! - de la varita de Albus salió un fuego azul que se incrusto en el estómago del hombre y lo hizo expulsar varios metros hacia atrás, pero cuando Albus daba la batalla por vencida, el hombre se levanta sin ningún rasguño y dispuesto a lanzarle energía a Albus -.
- ¡Energius Ignis! – esta vez salió un fuego mas grande que el anterior pero del mismo color. Albus arrancó hacia un pasadizo mientras el hombre se azotaba contra las paredes porque el llameante resplandor le llegó directo a los ojos, en eso Albus aprovechó la situación para lanzarle una maldición - ¡Energius Ignis! – de la varita salió el hechizo más potente de la energía de fuego que contenía Albus, e hizo pedazos al hombre en el cual los pedacitos se esfumaron como si fueran hielos que se derretían por el calor -.
Se apresuró a caminar para así llegar al final del Santuario, mientras que escuchaba gritos que provenían de la otra parte de la pared de su derecha. Pensó como se las estaría arreglando su hermano con las pruebas que surgían inesperadamente de lo más oscuro del lugar. Su situación empezaba a empeorar cuando de pronto se encontró con un finísimo puente que en el fondo tenía un precipicio donde se veía un río que emanaba por ahí.
Solo tengo que cruzarlo, nada mas... – se decía a si mismo intentando no pensar que si estuviera en el medio del puente, saldría otra Criatura con la cual luchar. Se dispuso a atravesarlo cuando vio que de arriba, salía disparado hacia él una especie de serpiente de agua, que abría la boca para seguramente comérselo. Albus no la pensó dos veces y decidió utilizar nuevamente el hechizo de fuego, pero esta vez al lanzarlo no pudo contra la serpiente y tuvo que saltar de donde se encontraba hacia el final del otro extremo.
¡Aaarrggg! – se quejaba Albus cuando vio que su pie estaba atascado entre las tablas que construían el débil puente. La serpiente apareció de la nada nuevamente y miraba a Albus acechándolo, tal cual como si este fuera una presa quieta, tranquila, que espera a ser devorada. Albus trató de zafarse pero no pudo y cuando la serpiente abrió la boca en señal peligrosa, no le quedo mas remedio que utilizar su última arma. No tuvo mucho tiempo para concentrar el poder que necesitaba, pero cuando apunto a la serpiente y pronunció: ¡Caligatio Flagrare!, esta se evaporo, en la cual empezó a salir un vapor cálido producto de la evaporación de la serpiente de agua.
Al sacar el pie que se encontraba atascado, se propuso nuevamente a caminar por los pasadizos que contenían una cantidad excesiva de soledad. Nada sonaba, ni siquiera los gritos que podría producir Aberforth en señal de que se encontraba luchando con alguna especie de Criatura. Albus se preguntaba si Nicholas y Pernelle tuvieron que sufrir las mismas especies de combates con semejantes criaturas que poseían extraños poderes. Ahora solo caminaba derecho, y no había nada que lo condujera a una especie de salida, en el silencio resonaba una música particular. Eran campanas que se oían a lo lejos para anunciar algo, Albus tardó mucho en pensar que era esa música que producía tanta calma. Albus calculó que ya había pasado hora y media cuando encontró la puerta llena de luminosidad que le anunciaba que su destino ya había terminado, que la salida se encontraba al atravesarla.
¡Por fin! – se dijo, y corrió a toda velocidad para llegar a ella, mientras mas corría mas se alejaba la puerta, ya que las ansias de llegar eran enormes. Sus pies ya no podían mas, y el que se encontraba dañado le hacía retorcerse del dolor que el se negaba a sentir por salir pronto del Santuario. Estaba a unos cuantos metros y se produjo lo que nadie esperaba que saliera.
¡Nooooo! – Albus gritó desesperado cuando vio que en frente suyo, obstruyendo la pasada, tenía al hombre con capucha que en sus sueños representaba a un hombre tenebroso y malvado.
¿Qué haces aquí? – preguntó Albus, pero el hombre no contestó, ya que solo se limitó a lanzarle un hechizo imperdonable -.
Albus lo esquivo, pero le parecía muy raro que el hechizo se hubiera mostrado lentamente hacia él. Pensó y calculó bien la situación tratando de esquivar los hechizos que el hombre le estaba dirigiendo. Por un momento no le encontraba solución a lo que estaba pasando, pero su mente le dijo que como el Santuario veneraba la energía mental, esto debería ser solo producto de los miedos que siente él mismo. Albus trató de concentrarse con la energía positiva para hacer desaparecer aquel sujeto, se lanzó de un lado a otro para lanzarle el Energius Ignis y con eso logró que el hombre desapareciera y el orificio que semejaba una puerta estuviera libre para que él pasara. A duras penas caminaba para atravesarla y cuando lo hizo, quedo totalmente sorprendido por lo que se encontraba en el cuarto. En el había cuatro montículos en donde brillaba una esfera de diferente color; azul, rojo, amarillo y blanco. En el centro se encontraba una esfera mas grande aún, que brillaba tornándose de los diferentes colores de las otras.
Esto es increíble... – se dijo Albus cuando avanzaba hacia unas piedras que servían de asiento para el que llegará a aquel lugar tomara un descanso -.
Espero para que su hermano llegará sin hacer ningún movimiento por si no estaba permitido. Tardó unos pocos minutos, cuando vio que alguien salía de otro orificio del lado contrario por el cual él lo había hecho.
¡Magnífico! – dijo Aberforth contemplando en donde se encontraba -.
¿Te gusta? – preguntó Albus -.
Es genial, pero mas genial fue los obstáculos que me pusieron – Aberforth le comentó a su hermano todo lo que tuvo que haber pasado para llegar al centro. Albus también le contó y los dos recordaban cuando se encontraban en un peligro inminente y por poco salían de el, victoriosos -.
Cuando terminaron de hablar, contemplaron una vez mas la maravilla que tenían ante sus ojos. Pasaron pocos minutos, y empezaron a sentirse unos paso que venían de cada lado de los orificios. Albus y Aberforth se pararon inmediatamente y levantaron sus varitas para atacar a cualquier cosa que se mostrara. Los pasos empezaron a hacerse mas ruidosos y fuertes, pero no eran muchas personas que se dirigían sino mas bien dos que al momento en que Albus y Aberforth alzaron las varitas, quedaron sorprendidos por quien salió de las dos puertas.
¡¿Ustedes! – les dijo a las dos personas que habían salido. Se mostraban muy alegres, dirigiéndoles una sonrisa cada uno -.
Veo que lo lograron – dijo Nicholas cuando avanzaba hacia sus amigos -.
Estupendo – dijo Pernelle quien jamás había mostrado una sonrisa tan bella -.
¿Pero como pasaron tan rápido por los obstáculos? – preguntó Aberforth -.
Ellos no pasaron... – respondió esta vez Albus -... sólo las personas que ya están listas en su entrenamiento, pueden pasar sin tener que luchar, libremente por los pasadizos sin molestar a nadie – agregó -.
Tienes razón Albus, y ahora como ya pasaron los dos las pruebas, les pediré que pongan sus varitas en la piedra de los Sabios – sentenció Nicholas dejando nuevamente a Albus y Aberforth sorprendidos por aquellas palabras que para ellos no tenían sentido alguno -.
¿De que estás hablando? – preguntó Albus -.
Bueno, no ven que están en el lugar mas sagrado de toda Francia en relación con la Alquimia – les dijo Nicholas -. Este monte es el que refleja que tenemos las piedras de los elementos como las ven ahí, azul para el agua, blanca para el viento, amarilla para la tierra y roja para el fuego y la del centro es la piedra de los Sabios que contiene la esencia de los cuatro elementos – agregó Nicholas al momento en que les pedía sus varitas y las posicionaba en el centro, junto a la piedra -.
Ocurrió algo muy extraño, las varitas empezaron a flotar y al mismo tiempo cambiaron sus tonalidades. La de Aberforth se torno amarilla brillante y la de Albus roja intensa. Pasó un rato cuando, las dos volvieron lentamente a su estado normal y cayeron muy lentamente al suelo. Albus tomo la suya y sintió un poder que recorría su cuerpo en señal de que su varita había obtenido lo que sin duda ellos dos buscaban.
¡Mira Albus, mi varita esta poseída! – le decía alegremente un Aberforth que no podía ocultar la sorpresa de que tanto poder oculto no habían conocido jamás -.
Bueno, y ahora síganme les mostrare mi gran secreto... – Nicholas se dirigió por el lado derecho del cual Albus había salido y caminaron de vuelta a la entrada del Santuario. Ya cuando llegaban Nicholas se desvío y tomo la misma puerta en la cual Albus había entrado y apareció el Fenrir -.
¡No entres ahí Nicholas, antes apareció un Fenrir! – gritó Aberforth muy alarmado por su amigo -.
Nicholas se río.
No te preocupes, ese Fenrir lo puse yo aquí para que protegiera mi objeto mas preciado – objetó Nicholas -.
Siguió derecho y movió una roca en forma de estrella.
- ¿Es la...? – pero Albus no pudo terminar la pregunta cuando Nicholas se le adelantó -.
Si Albus, es la tan famosa y enigmática Piedra Filosofal, la que les comente y que busque el secreto por mas de dos años recorriendo el mundo cuando el sueño me revelo lo del libro... quería que la vieran antes de que volviéramos a su casa. Esta tan preciosa como nunca – deliraba Nicholas al tener en sus manos su mas grande secreto que destellaba en la oscuridad del cuarto -.
Cuando salieron del templo, la multitud los vitoreó y les dio un cálido regreso a la salida. Ellos se pusieron muy contentos por haber logrado tal hazaña, y regresaron a la plaza del pueblo donde se produciría una fiesta en honor a tan grande misión. Albus, Aberforth, Nicholas y Pernelle disfrutaron de una noche cargada de emociones, demostrando sus habilidades en la Alquimia básica y presentando un poder que pocos de la pequeña ciudad conocían.
Pasaron dos días y decidieron regresar a la casa de Albus para seguir con lo que todavía era el presente, lo que los tenía tan preocupados fuera de tanta alegría, pensar que su recorrido por otra ciudad había sido de lo mas relajante, pero al volver a la realidad, y terminar antes de lo previsto su entrenamiento, tomaron la decisión de continuar al acecho de Grindelwald y demostrarle que ya no eran unos jóvenes inmaduros como la primera vez que apareció.
Cuídense mucho – les despidió la señora Flamel, cuando cada uno posaba una mano en el traslador para volver al Valle Godric -.
Los tres fueron succionados por el traslador y cuando posaron los pies en el suelo ya habían aparecido en el tranquilo y desolado Valle Godric.
