10
Aparición
Tres días habían pasado cuando la señora Rigers y el señor Abiss estaban de vuelta en la casa, después de un largo viaje en el cual sus emociones se igualaron a la de sus hijos y Nicholas. Cuando llegaron, la casa estaba mas que ordenada ya que Nicholas se dio el lujo de limpiar todos los rincones mientras que los hermanos Dumbledore, jugaban todavía con los poderes que habían obtenido. Se batían a duelo cada cinco minutos y se podía observar desde varios metros los destellos de luces que salían del jardín de la casa. Albus les comentó cada detalle de lo ocurrido en Francia, como era la casa de Nicholas, su librería y su esposa. También platico sobre los acontecimientos previos de su entrenamiento, de cómo sus habilidades habían crecido enormemente y las de Aberforth, quien cuando su hermano contaba la historia lo nombraba de pasada. Albus regresó a Hogwarts para trabajar y cuando se encontró con Dippet le preguntó acerca de que si tenían noticias, a lo que este respondió que no se sabía nada. Muchos de los alumnos ya estaban regresando de haber pasado una navidad con sus familiares y desempacaban sus cosas para ir a disfrutar del último día antes de que empezaran las clases, mientras que Albus paseaba por los rincones del castillo disfrutando de la fresca brisa que bañaba los alrededores. Cuando miraba por una ventana del castillo, divisó a lo lejos la silueta de un muchacho bastante alto, muy pelucón, que se dirigía al Bosque Prohibido y que corría desesperado porque el señor Tuk lo salió persiguiendo. Albus decidió bajar para sacar al alumno Rubeus Hagrid del Bosque ya que su condición no le permitiría estar ahí.
Profesor Albus... le dije a Rubeus que no se metiera y no me hizo caso – le dijo el señor Tuk cuando llegó a donde se encontraba él -.
Esta bien, no te preocupes, iré a buscarlo... – al decir esto, Albus se dirigió a lo mas profundo del bosque para buscar a Rubeus quien ya llevaba varios minutos ahí dentro. Trató de alejar el pensamiento de que si entraba se podría encontrar con algún Centauro y así ver en la posición de ellos que es lo que estaba pasando. Su mirada se agudizaba para poder ver donde se encontraba su alumno que no dejaba pasar ningún oportunidad para internarse por donde muchos ni siquiera han explorado -.
¡Rubeus, ¡Hagrid! – gritaba Albus, quien ya se estaba preocupando por la situación -.
Cuando sus miedos ya se desbordaban, sintió unos galopes que parecían de Centauros que se dirigían hacia él. Cambio la mirada a su lado derecho y vio que Erac traía en sus brazos a un bulto demasiado grande y que le costaba cargar.
¡Hola Albus, mira lo que encontré sentado con un Unicornio adulto! – le comentó el Centauro a Albus -.
Se quito de encima a Rubeus y lo dejo en el suelo y este corrió donde su profesor.
Tenemos que hablar – le dijo el Centauro a Albus -.
De acuerdo... – Albus le dijo a Rubeus que se dirigiera al castillo para luego hablar con él. Albus camino mas adentro con el Centauro para ver que es lo que quería -.
Quisiera decirte que Procne esta muy preocupado porque las estrellas nos han mostrado una inesperada muerte, pero lo que no se puede verificar es en que tiempo se producirá – le conversaba Erac, cuando Albus dedujo que se dirigían al claro de los Centauros -.
Espero que sea pronto... – le dijo Albus y Erac casi se cae de la impresión al saber que Albus deseaba que alguien muriera -... la verdad es que queremos que Grindelwald se muestre para saber que es lo que realmente trama -.
Al llegar al claro, divisó a Procne y hablaron diez minutos sobre lo que los Centauros habían predicho. Ambas partes de la alianza estaban preocupados por como se estaban dando las cosas, y lo que no podían hacer era alarmar a la comunidad de que el mago que alguna vez temieron, haya aparecido otra vez. Regresó al castillo para hablar con Rubeus quien ya lo estaba esperando fuera del despacho.
Entra Rubeus... – le ordenó amablemente -.
Profesor... quiero pedirle disculpa por lo sucedido... – decía muy nervioso Rubeus -.
No te preocupes, Rubeus... se que los alumnos te tienen un poco de miedo y hable con los demás profesores para que te dejaran pasar al Bosque aunque sea solo al principio de el, pero lo que no quiero es que lo hagas desde ahora ya que hay algo dentro que no se va a apadiar de ti – esta vez habló con un tono mas severo para que Rubeus acatara las ordenes -.
Bueno profesor... ¡Ah! Se me olvidaba, mi padre le manda saludos y le agradece nuevamente haberme dejado en su colegio y haber convencido al profesor Nigellus – le dijo con una voz ya bastante grave para su edad -.
Dile que yo también le mando muchos saludos... -.
Al salir del despacho con su alumno se dispuso a ir a retomar sus clases para luego llegar a su casa ya que lo sucedido con los Centauros era motivo para preocuparse. Caminaba llevado por los pies y no sabía si su motivo de esperar que la muerte llegara pronto era deseo de que alguien muriera o por encontrar a Grindelwald y darle muerte definitivamente. Cuando se lo comentó a Dippet este rogaba de porque no fuera Wyvern, ya que era el que mas vulnerable se encontraba, y aunque todos deseaban montarle guardia en el hospital, eso hubiera levantado sospecha en la comunidad mágica lo cual todos sospecharían de porque se protege mucho a un paciente. Wyvern siempre se encontraba solo en esa habitación, demacrado, inspirando lástima hacia los demás cuando nadie excepto los que lo conocieron en Hogwarts lo iban a visitar. La noche llegaba lentamente y los impulsos de Albus por dejar el castillo eran inevitable a tanta conciencia que cuando término su última clase se dispuso a viajar a su hogar.
¿Crees que sucederá pronto? – preguntaba la señora Rigers, ante la inminente predicción de los Centauros contada por su hijo cuando acababa de llegar a su casa -.
Creemos que las predicciones de los Centauros son fidedignas pero ocurren después de mucho tiempo de haber sido dictadas – agregó Nicholas a la conversación -.
Puede ser... pero yo los conozco muy bien y la situación hace que ellos tengan más correcta información que nosotros – les dijo a todos Aberforth -. Si ven como están sucediendo las cosas, no hay que desperdiciar lo que nuestros aliados nos dicen -.
Si, claro, pero si vemos que cada uno de nosotros está en constante alerta, dudo mucho que uno de nosotros caiga, a lo mejor será una persona mágica no relacionada con la alianza – objetó el señor Dumbledore -.
Como lo han hecho Roberts y su amigo – dijo Nicholas -. Hasta ahora solo hemos tenido pocas pistas del paradero de nuestro querido amigo, y realmente esta situación incomoda a cualquiera, o es que realmente solo dio un aviso y se dirigió nuevamente a Rumania para sellar el poder que le había sido quitado -.
No creo... mi instinto y el de nuestros aliados dice que él todavía sigue aquí rompiendo con la no cautela que él poseía, y actuando solamente bajo ciertas pistas pequeñas que podrían de algún modo dar con su paradero -.
Podría ser... pero si necesitáramos mas gente, creo que ya ha llegado el momento de hacerlo, nosotros siete no podemos solos, y aunque Wortiks que es el Ministro... tiene varias cosas que hacer, por lo mismo no siempre nos revela los posibles paraderos de Grindelwald – nuevamente habló la señora Rigers -.
Todas las cosas están confusas, hay algo que inquieta, hay otra cosa que uno solamente puede intuir, pero de lo que estamos seguros es que la batalla es inminente y si volvemos a los casos que dimos al principio su objetivo primero tiene un solo nombre... y ese es Wyvern – dijo Albus, cuando todos se callaron -.
La tensión y la duda era parte de esa conversación que en el aire reinaba entrando en un profundo dormir de la mente. Sus intenciones eran las mas buenas, pero sin tener pistas no podían hacer absolutamente.
Quiero sugerir que Albus, Aberforth y yo iremos a visitar a Wyvern dentro de una semana, quisiera saber como esta y... – pero Nicholas calló cuando se dio cuenta de que estaba enfrente de los padres de sus amigos y ellos no sabían que antes hablaron normalmente con Wyvern -.
¿Y que? – preguntó el señor Dumbledore -.
No nada... Abiss, me podrías pasar la salsa – cambió de tema Nicholas mirando con complicidad a sus amigos que solamente querían dirigirse a la habitación para ver lo que quiso decir Nicholas -.
Cuando la cena término, los tres corrieron mas que rápido a su habitación para hablar de lo sucedido.
¿Qué quisiste decir Nicholas? – le preguntó Aberforth impaciente por saber que era lo que Nicholas se traía entre manos -.
Es que por si no lo sabían, recupere el poder de mi energía y estoy listo para poder establecer una conversación con Wyvern – les dijo -.
¡Genial, pero entonces puedes curarlo – se iluminó de esperanzas Albus -.
No, me temo que no... – sentenció Nicholas -... cuando la primera vez que utilice mi poder con él, supe que la maldición que lo tocó, me impide curarlo por completo, es como si la maldición misma desea que Wyvern pertenezca en ese estado -.
No puede ser... ese imbecíl tarde o temprano me las pagara... hacerle eso al que fue una vez su compañero y amigo – Aberforth temblaba de la ira que despedía cuando se acordaba del ataque sufrido hace mas de diez años -.
Todos sentimos lo mismo Aberforth, pero no por eso tenemos que pensar con tristeza... debemos demostrar una frialdad para saber todos los acontecimientos y analizarlos de manera factible – lo tranquilizó Albus tomándole el hombro -.
Y que me dicen... ¿Quieren realizar nuevamente la hazaña? – les dijo muy entusiasmado Nicholas -. Y así le preguntamos si ha habido cosas extrañas en San Mungo, porque como él es el objetivo principal, creo que pueden ocurrir cosas muy raras en ese lugar -.
Albus y Aberforth se mostraron de acuerdo en emplear nuevamente la hazaña de hablar con Wyvern cuando utilizaban magia que no era bien vista por el Ministerio. Sin duda su deseo era mas fuerte para arriesgarse de esa manera, aun dando motivos al Ministerio y al Winzegamot de que los juzgarán por emplear magia no bien vista y en pleno hospital mágico. De acuerdo a todo, no querían divulgar con el resto de la alianza lo que pretendían hacer para que no crearan falsas esperanzas de que Wyvern pudiera recuperarse del todo. La noche estuvo tranquila, sin ningún indicio de los sueños producidos por la mente de Albus, ya que el hechizo que realizó sobre él, Pernelle, fue muy efectivo. Sólo se limitaba a pensar en los acontecimientos presentes con los cuales podría luchar, y no con los del futuro que sin duda alguna podrían variar respecto a lo que él soñaba.
Aberforth se encontraba en el Ministerio temprano a la mañana siguiente, deseando que no tuviera mucho que hacer, porque su poder era esencial para el día de la visita. Nicholas le había dicho que esta vez tendría que crear una barrera en la puerta porque la conversación duraría mas que la anterior, y así nadie podría entrar. Sin embargo, pensaban como justificar que aquella barrera de roca sólida se posara en pleno hospital y de una manera muy extraña. Sin duda los curanderos de San Mungo sospecharían de ellos porque sospechar de Wyvern era realmente loco. El día estuvo tranquilo para los tres y sin acontecimientos extraños.
Solo pasaron tres días desde que hablaron en la habitación de Albus, y Aberforth ya se estaba desesperando, porque aparte de no tener mucho trabajo, no ocurría nada emocionante en el Departamento a lo cual divertirse, salvo una expedición nuevamente para hablar con Borg el Duende. Lo que le pareció raro a Aberforth, fue que cuando llegó al lugar en que se situaban los Duendes, no encontró ni siquiera a uno. Su deducción fue que habían migrado hacia el oeste porque siempre iban de lado a lado. Sin pensarlo dos veces caminaba con destino al oeste, cuando los encontró aglomerados, y en el centro se encontraba un cuadrado de concreto en la cual encima estaba Borg, el jefe de los duendes... muerto.
¡Aberforth! – los duendes coreaban su nombre en señal de que algo muy extraño había pasado para que todos le tuvieran una estima fuera de lo natural -.
¿Qué paso aquí? – preguntó al duende que parecía el nuevo jefe, se llamaba Sandal el Grande -.
Lo han asesinado... lo encontramos muerto junto a tres duendes mas cuando daban un paseo – le dijo muy tristemente Sandal -.
Espérenme, vuelvo enseguida – desapareció y llegó al Valle Godric, ya que en su casa no podía aparecerse, por el hechizo que Albus puso en ella -.
¡Nicholas! – gritaba desesperado por encontrarlo, cuando este bajo las escaleras -.
¿Qué pasa, que haces aquí? – preguntó desconcertado -.
No hagas pregunta hora y ven enseguida... – ambos desaparecieron y llegaron a pocos metros de donde estaban los duendes -.
¿Qué es esto? – preguntó nuevamente Nicholas, pero se calló enseguida cuando vio la marca que Borg tenía en el pecho la cual era idéntica a la de Kirin -.
¡Esto no puede ser, pero entonces... las Criaturas de Grindelwald andan sueltas por todos lados – dijo Nicholas apesadumbrado por ver aquella escena -.
Si te das cuenta que las Criaturas tienen inteligencia – espetó Aberforth -.
¿Por qué lo dices? – preguntó Nicholas alarmado -.
Primero Kirin el jefe de los Centauros... luego Borg el jefe de los Duendes... eso hace pensar que sin duda Grindelwald quiere que todas las Criaturas tengan temor y que no se muestren aliadas a nosotros – le comentó Aberforth -.
¿Y que sugieres? – Nicholas miraba a Borg, por si podía hacer algo pero ya era demasiado tarde -.
Primero, que vayas a Hogwarts para avisarle a Albus y también a lo demás, luego que hablen con Procne para que no ande solo por ahí lejos de las montañas, yo iré al Ministerio a comunicarle a mi padre y a Wortiks – dijo Aberforth mientras que Nicholas se apresuró a desaparecer para avisarle a Albus, como este no podía aparecerse en Hogwarts tuvo que hacerlo en Hosgmeade y caminar un poco para llegar al castillo, mientras que Aberforth se quedó ahí -.
Al llegar al castillo, subió las escaleras que conducían al despacho de Albus, lo llamó tres veces pero no hubo respuesta, y dedujo que deberían estar en el Gran Comedor, ya que era la hora de la comida. Nicholas se apresuró encontrándose con los fantasmas del colegio que no lo reconocían y lo miraban muy extrañados. Cuando iba llegando se encontró con Albus.
¿Nicholas, que haces aquí? – se extraño Albus al encontrar a su amigo a pleno día, agitado y con la mirada perdida -.
No tengo mucho tiempo... tengo que ir al Ministerio después a hablar con los demás... avísale a Dippet y Nigellus, tenemos que hablar – le respondió un agitado y nervioso Nicholas -.
Albus trajo de inmediato a los que Nicholas solicitaba y se dirigieron al despacho del director para discutir el tema. Nicholas se apresuro a contarle lo sucedido con todos los detalles posibles para ver si entre los cuatro sacaban conclusiones de que es lo que puede atacar de esa manera.
¡Gigantes! – gritó Nigellus despejando el silencio que se avecinaba por lo contado -.
Me temo que estas equivocado, los Gigantes son muy obvios, personas que no tienen escrúpulos utilizarían a los Gigantes ya que ellos no les importa atacar tampoco a los muggles – le opuso rotundamente Albus -.
Tienes razón Albus y si no son ellos entonces tenemos que avisarles lo que esta pasando, aunque aparte de los Dragones no hay otra Criatura que se atreva a luchar con ellos – agregó Dippet -.
A estas alturas todo es posible, y me temo que tendremos que ir donde los Gigantes para decirles que están en peligro, que estén en alerta con ellos, si quieren yo me ofrezco con Aberforth – dijo Albus -.
Esta bien... bueno ya que he contado todo, me tengo que ir al Ministerio, Aberforth me esperara allá, Nigellus, ¿Puedes facilitarme tu chimenea? – le preguntó a Nigellus y este asintió. Las dudas se agrandaban cuando ya los ataques estaban planeados y no se hacían al azar como pensaban en un principio. Todas las Criaturas que permanecían en tribus y estaban bajo un jefe, corrían peligro, salvo una que era la que atacaba a las demás, con ese pensamiento se quedaron en el despacho para continuar con su rutina cotidiana.
Nicholas llegó al despacho de Aberforth y lo encontró ahí recién llegando, un poco apenado por la noticia de Borg. Al momento de que este salió de la chimenea, se dirigieron al departamento de Abiss para avisarle. Por suerte lo encontraron, y le dijeron que querían conversar a lo que él supo de inmediato de que se podía tratar. Juntos los tres fueron al despacho de Wortiks y se sentaron sin siquiera decirle un hola, dispuestos a sellar la noticia para que los de la Alianza supieran.
¿Es seguro lo que dicen? – preguntó el señor Dumbledore -.
Si, yo tenía que ir a hablar con Borg nuevamente y me encontré nada mas que con su cuerpo. Sandal, que es el nuevo jefe de los Duendes, le advertí que tuviera cuidado y que se mantuvieran en alerta de lo que pudiera ocurrirle a él – les dijo a los presentes un triste Aberforth -.
Bueno, entonces tenemos que avisarle a Procne también – comentó Wortiks -.
De eso se encargará Albus, creo que él lo hará esta misma noche cuando este libre de las clases – le repuso Nicholas -. Ellos ya están enterados de la situación y como lo vamos a afrontar, por cierto... Albus me dijo que tú también puedes ir donde los Gigantes para hablar sobre el tema... – le dijo a Aberforth -.
¿Gigantes? ¿Pero si ellos jamás se han puesto amistosos con nosotros? – preguntó alarmadamente el señor Wortiks -.
Estas equivocado... con Albus y Aberforth siempre ha sido lo contrario, ellos tienen como se puede decir, una esencia de Gigantes – cuando Nicholas dijo esto, Aberforth se rió y acepto acompañar a su hermano en tan grande misión -.
Bueno, pero la estrategia sería que otro Gigante se hiciera pasar por el Gurg mientras vemos la posibilidad de que Grindelwald no desea atacarlos – dijo Aberforth -.
Estoy de acuerdo, será mejor tener algo planeado... y ¿Cuando irán? – preguntó el señor Dumbledore -.
Lo mejor es que vayamos mañana mismo con Albus, yo le diré y bueno ahí les diremos como nos fue – dijo Aberforth -.
La conversación se prolongo mas de lo debido y Aberforth ya había terminado su horario por lo que decidió regresar a casa junto con Nicholas. Cuando llegaron se encontraron a la señora Rigers la cual le contaron todo lo sucedido. Ahora ya todos estaban al tanto de lo que pasaba con el ataque al jefe de los Duendes y que Grindelwald actuaba con cautela porque tenía todo planeado. Ya solo esperaban que las pistas que tenían los llevaran a alguna parte. Esa misma noche, un hombre se internaba en la mas completa oscuridad, para darle aviso a sus amigos y aliados de la tan terrible realidad que estaba sucediendo. Tardó diez minutos en llegar al conocido claro en donde vio que Procne sin duda alguna ya lo esperaba, lo cual Albus no se preguntó como lo sabía.
Se sentó en la silla que hizo aparecer con su varita, mientras que todos y cada uno de los Centauros le dirigían la mirada en señal de que cualquier cosa que dijera la sabrían todos. Acercó la mirada a Procne y le hizo saber lo que ocurría.
Me temía eso... sin duda piensa como un mago... saber que nosotros vivimos en paz, bueno, en lo que se puede decir en paz con las demás Criaturas pero ponerlos en desconfianza con todas ha hecho una gran hueco en la paz que reinaba – le comentó Procne tras escuchar la versión de Albus -.
Quiero pedirte que te cuides... Grindelwald es muy astuto y sabe que ustedes nombraron a un nuevo Líder de la manada – le dijo Albus -.
¿Manada?... bueno por ser tú, admitimos comentarios humanos y pobres – y le dirigió la especial sonrisa que tenía Procne -.
Al día siguiente Albus y Aberforth se dirigieron muy temprano a las montañas, alejadas de todo, para hablar con el Gurg. Estuvieron muchas horas tratándolos de convencer con regalos, hasta que consiguieron hablar con él. Como el jefe de los Gigantes sabía hablar el idioma humano, entendió perfectamente lo que quiso decirle Aberforth. Albus se mantenía expectante cuando le toco hablar a él, porque los Gigantes no soportaban que nadie se quedara sin opinión. Albus se desenvolvió bien y lograron junto con su hermano, hacerles entender que Grindelwald no era de fiar y que se percataran de cualquier cosa extraña en esas zonas, y que atacaran sin pensarlo antes. La mañana fue muy ajetreada para ellos pero tan bien nerviosa porque al otro día se iban a dirigir a San Mungo, pero esta vez en la noche, al horario de última visita, porque en ese horario se encontraban menos curanderos por los pasillos y menos gente. En Hogwarts todo iba bien, nada podía salir peor, los estudiantes pasivos, externos a un problema que estaba en sus narices pero que solo los de la alianza sabían.
En un abrir y cerrar de ojos llegó el día que Nicholas había apuntado para ir a ver a Wyvern. Su poder estaba establecido y gracias al entrenamiento en Francia, también había crecido enormemente. La tarde no tuvo mayores consideraciones, ya que el día anterior ya lograron advertir a los Gigantes y Duendes que también debían cuidarse. Albus esperaba ansioso el momento de dirigirse a San Mungo, mientras que sentía lástima por Dippet, al no decirle que ellos podían hablar con su maestro. Se paso toda la tarde dando clases, y presenciando el partido entre Gryffindor y Hufflepuff, en la cual el buscador de Hufflepuff, Thomas, nuevamente se lució y gracias a él, su equipo ganó. Albus quedó sin ánimo, tras perder la que fue hace mucho su casa dentro del colegio. En cambio el profesor Smith demostraba una alegría muy poco vista en él, que se paseaba constantemente delante de Albus diciéndole que le recordara cuanto había ganado su equipo. Dippet quien era el jefe de la casa de Gryffindor, se mostraba muy descontento por la actitud y le recordó muy amablemente que su casa todavía seguía siendo la campeona de Quidditch, porque iban punteando por sesenta puntos delante de Hufflepuff. Albus se dirigió a la sala de profesores para dejar sus libros y ordenar lo poco que estaba desordenado. En ese momento no se encontraba nadie cerca, ya que todos estaban en el Gran Comedor, incluso Dippet. Así se le hizo más fácil dejar el castillo, pero cuando iba caminando Nigellus le grito.
- ¿Vas a tu casa? -.
No, voy a San Mungo a ver a Wyvern – le respondió Albus deseando que Nigellus solo fuera a ver a su padre -.
¡Que bien, porque yo también voy a verlo, deseaba ir hoy día y contarle los sucesos aunque no se si realmente me escucha... – le dijo Nigellus, cuando Albus no supo como sacárselo de encima -.
Bueno... Aberforth y Nicholas me esperan allá – le dijo y juntos se dirigieron al hospital -.
Al llegar, vieron que Aberforth y Nicholas ya se encontraban ahí. Nicholas quedó pasmado cuando vio que Albus se acercaba con Nigellus, tratando de aparentar una normalidad.
¡Hola! ¿Cómo están? – les dijo amablemente Nigellus cuando ya estaban en frente de ellos -.
Bien, estamos bien... ¿También vienes a visitar a Wyvern? – preguntó Aberforth -.
Si... quise aprovechar este día en la cual me encuentro desocupado y porque quiero ver al viejo ese... cuando me dirigía hacia acá me encontré con Albus quien me dijo que también venía – le respondió Nigellus -.
Cuando término de hablar, Nicholas miraba a Albus para ver que tenía planeado para deshacerse de Nigellus mientras hablaban con Wyvern. Aberforth ni siquiera decía palabras al estar nervioso por si su poder le salía desperfecto y producía un alboroto que no tenía nada que ver con su objetivo de que nadie traspasara la puerta donde se encontraba Wyvern. Después de atravesar el vidrio de la tienda en la cual servía como entrada a San Mungo, avisaron a la recepcionista que iban al piso cuatro. Ella vio a Albus y le sonrío con lo que otra vez Aberforth y Nicholas se rieron disimulados, y Nigellus no entendía que era lo que pasaba. Sus pasos iban lentamente, porque estaban planeando que decirle a Nigellus para que fuera a otro lugar y ellos tuvieran la oportunidad de hablar con Wyvern.
¿Nigellus te puedo pedir un favor? – le preguntó Albus -.
Si, dime... – respondió él -.
Podrías ir al quinto piso para comprar unas ranas de chocolate, me muero de hambre – le dijo como que no quiero la cosa -.
No te preocupes Albus, tengo suficientes aquí – y saco de su túnica una bolsa con cuarenta ranas de chocolates. Albus quedó helado a tal situación que no supo que mas inventar para que Nigellus se distrajera y les diera la oportunidad de visitar ellos tres solos a su amigo -.
Estaban subiendo por el tercer piso, cuando subieron al cuarto, para caminar por el pasillo que los conduciría al ala oeste. En ese instante vieron algo muy extraño, el mismo Ministro de Magia y amigo de ellos, se encontraba ahí.
¡Arturo! – le gritó Nigellus, pero el señor Wortiks ni siquiera los miró -.
¿Qué le pasara? – pregunto Aberforth -. A lo mejor viene a ver a un conocido que este enfermo -.
Puede ser... – le respondió Nicholas quien había quedado muy sorprendido porque Arturo no los había reconocido y se limito solo a bajar -.
Cuando continuaron caminando, vieron el cuarto donde Wyvern permanecía instalado, y escucharon mucho ruido, a lo que Albus se alarmó y corrió para ver que era lo que sucedía. Cuando entró por la puerta, vio a tres magos que corrían las camas, pero no había señal de Wyvern, y a Albus le entró el pánico.
¿Qué paso con el paciente que estaba aquí? – le preguntó a un mago que lo estaba mirando -.
Esta en el piso tres señor – le respondió con toda calma el curandero -. Lo cambiamos ya que esta sala será reparada... – en ese preciso momento se escucha un grito -.
¡AAAARRRRGGGG! – era Nicholas quien se toco la cabeza y cayó al suelo -.
¡¿Qué te pasa Nicholas! – le preguntó Albus cuando los tres se acercaban y lo trataban de levantar -.
¡ESTÁ AQUÍ, ERA ÉL, GRINDELWALD ERA WORTIKS, ES UN METAMÓRFOMAGO, Y SE DIRIGE PARA MATAR A WYVERN! – al decir estas palabras se acurruco mas en el suelo temblando de la punzada que sintió en su cabeza. Albus, Aberforth y Nigellus no lo podían creer, pero cuando lo contó, Nigellus sacó su varita y se dirigió corriendo a toda prisa hacia el tercer piso -.
¡NO VAYAS SOLO NIGELLUS! – le gritó Albus, pero ya era demasiado tarde, Nigellus había bajado -.
¡Vayan con él, no se preocupen por mí! – les dijo Nicholas -.
Albus y Aberforth sacaron sus varitas y se dirigieron corriendo al tercer piso, para ayudarle a Nigellus. Albus sólo pensaba en que Wyvern y el director estuvieran bien, que no hubiera sido demasiado tarde para pensar en que Wyvern, estaba muerto. Nicholas se había quedado en el cuarto piso, pero se recupero para ir detrás de sus amigos aunque muy débil. Cruzaron cada una de las puertas donde se encontraban pacientes enfermos y curanderos, pero Albus no podía creer que hubiera tanta calma cuando el mago tenebroso mas poderoso de la historia estuviera ahí y quisiera matar a uno de sus mejores amigos.
Le entró una furia que no sabía como explicar, su hermano corría mas deprisa, hasta que después de correr tres escasos minutos que se hicieron una eternidad, ocurrió lo inevitable. Cuando cruzaban el tercer pasillo, una puerta con casi medio concreto salió volando destruida, para chocar con otra pared. Incluido con todos los escombros, salía volando Nigellus quien se golpeó duramente en la pared y cayó inerte al suelo.
¡NOOOOO! – gritó Aberforth cuando lo vio... y salió corriendo hacia el lugar decidido a luchar con Grindelwald temiendo que también Wyvern se encontrará en dicha condición -.
¡Espera Aberforth! – le gritó Albus cuando lo seguía -.
Aberforth se asomo por lo que quedaba de puerta y lo vio, aquel mago que durante cuatro meses había anunciado su llegada, que había cobrado dos víctimas al principio de su regreso... Grindelwald. Éste estaba riéndose y mirando a Aberforth, al mismo tiempo que tenía la varita apuntando a Wyvern, quien ya había sufrido la maldición Hom-Dhai de Grindelwald.
¡Maldito, me las pagaras...! – temblaba Aberforth cuando vio que Albus se le acercaba y los dos contemplaban con odio a Grindelwald -.
Eso es lo que crees Aberforth... veo que has crecido... y tu hermano también... no saben con quien están hablando... o si quieren pregúntenselo a sus amigos que ahora yacen muertos a causa de mis poderes – con una voz malévola Grindelwald se burlaba de sus recientes víctimas -.
Albus y Aberforth no la pensaron dos veces y alzaron sus varitas.
¡Mater Natura, ¡Caligatio Flagrare! – pronunciaron a la misma vez, los hechizos que habían aprendido con Nicholas, esta vez, dos potentes rayos, uno amarillo y el otro rojo sangre salieron despedidos... pero cuando iban a darle a Grindelwald, este desapareció. Los dos hechizos, hicieron pedazos la ventana que había en esa sala y dejaron un orificio muy grande con la potencia de los ataques -.
Nicholas ya había llegado al lugar, y Albus y Aberforth estaban uno al lado de otro mirando lo que quedaba del viejo Wyvern. Nicholas levantó el cuerpo de Nigellus que ya era demasiado tarde para curar, y además no recibió el Hom-Dhai, sino el Avada Kedavra. Los tres miraban perplejos los cuerpos de sus dos amigos que hace poco estaban con vida. La multitud empezó a llegar y varios curanderos llegaron al cuarto donde quedaron perplejos por el estado que estaban los cuerpos.
¡Me vengare! – decía con lágrimas en los ojos y lleno de irá, Aberforth -.
Tranquilo, no hagas nada... – Albus había retenido a su hermano quien se iba a lanzar del tercer piso del hospital hacia abajo por el gran orificio que ellos dejaron con sus hechizos -.
- No hay nada que hacer... ya hemos perdido a Wyvern y a Nigellus – le decía Albus a su hermano que no quería admitirlo -.
Será mejor llamar a Dippet, tendrá que enterarse de lo sucedido – dijo Nicholas cuando se sentaba junto a Aberforth para tratar de consolarlo -.
¡Esto no se quedará así... no se lo perdonaré! – murmuró para él mismo, Albus -.
Dippet había llegado una hora después de lo sucedido, quien se quebró automáticamente cuando vio que su maestro de tantos años yacía en la cama, pero ahora estaba sin vida. También miraba al director Nigellus quien sacrificó su vida por salvar la de Wyvern, pero ese maldito de Grindelwald no sufrió ningún daño y escapó tan normal, como si hubiera realizado una visita dominical.
Cuando pasó esa noche, los cuerpos de Wyvern y Nigellus fueron llevados a Hogwarts donde serían cremados por sus amigos en señal de que su alma se purificara al dejar el cuerpo. En la mañana todo el alumnado de Hogwarts y el profesorado contemplaba las dos runas que sujetaban a los cuerpos inertes del que una vez fue el director de Hogwarts y el que era el actual director de la misma. A cada una de ellas, se le había cubierto de paja para alimentar el fuego, y una placa de concreto que sellaba una inscripción que decía así:
Fortaleza es la que demostraste
En el pasado y el presente
Tus batallas fueron memorables
Y tu sabio corazón excelente
Diste todo por los demás
Jamás defraudaste a nadie
Tuviste el valor y fuiste capaz
De luchar ante las adversidades
GREGORY JULIC WYVERN
1829-1939
PHINEAS DERMIAT NIGELLUS
1844-1939
Poco a poco sus cuerpos fueron cediendo al fuego que los abrazaba, hasta desaparecer por completo. Dippet sollozaba por su maestro y su amigo, que no creía que de la noche a la mañana, los dos acabaran muertos y sin poder ser vengados.
La lucha renacía en cada uno de ellos, su poder aumentaba, el tiempo los hacía mas sabios. Albus dominó todo su poder y ahora era uno de los magos más poderosos, Nicholas terminaba su entrenamiento y pertenecía a la familia mas poderosa de la Alquimia. Aberforth dedicó todo su tiempo en emplear su poder, y adquirió el sabio consejo de la naturaleza. Los tres ya estaban listos, los tres sabían que la guerra había comenzado, su lugar en la tierra estaba escrito... y juraron al cielo, a las estrellas y al universo que fuera lo que fuera no descansarían hasta aniquilar con sus propias manos a Grindelwald.
