15
El Secreto de Slytherin
- ¿Pero, a que te refieres? – preguntó muy extrañado Albus -.
- Eso, que Wortiks se ha estado comportando muy extraño desde que Grindelwald apareció, pero realmente nosé lo que pasa... tendré que meditarlo mas seguido -.
Albus y Aberforth se miraban sorprendidos por lo dicho. Sin duda era para pensar, ya que Nicholas ya una vez demostró aptitudes de sospechar de Wortiks cuando en San Mungo no era el verdadero. Se devolvieron en donde estaban los demás. Albus y Aberforth estaban con su padre, mientras que Nicholas se quedó con Pernelle conversando. Había pasado mucho tiempo, y todavía no salía la esposa de Wortiks de la sala.
- ¿Creen que nos dejaran pasar? – preguntó una preocupada señora Rigers -.
- Aun no lo sabemos Myrtha, pero el que debería primero entrar es Abiss – Dippet dijo estas palabras, y Abiss lo miró incrédulo pensando en como se iba a comportar dentro de la sala mirando fijamente a los ojos de Wortiks -.
- ¡No entrare! – dijo el señor Dumbledore desafiante -.
- Claro que lo harás. No seas terco y tienes que ver a tu amigo, ahora yo hable con él así que quiere verte – dijo Miranda cuando iba saliendo ya de su visita -.
El señor Dumbledore se levanto y todos lo miraron con confianza para que tuviera el valor suficiente de entrar a ver al hombre que se peleo con él. Entro y cuando traspaso la puerta, habían muchas camillas ocupadas con enfermos que solo miraban al techo de la sala, como buscando en él muchas cosas que nadie mas podía ver. El olor de la sala era muy pasante (que se impregnaba mucho), el señor Dumbledore casi se desmaya al entrar por el golpe de olor que le llego a sus narices. Camino y diviso casi al final de la sala, la cama en donde estaba su amigo. Dio unos pasos y se sentó al lado de él.
- Hola... – dijo el señor Dumbledore tímidamente -.
- Hola Abiss, esp... Ester... esperaba hab... hablar contigo – Wortik se encontraba demasiado mal, nadie les había dicho que era lo que tenía pero su cara reflejaba tristeza y mucha angustia de su parte -.
- ¿Qué te paso? – preguntó Abiss -.
- Nada, so... solo que me dio una re... recaída, eso e.. es to... todo – dijo apenas murmurando Wortiks -.
- No seas mentiroso Wortiks, te conozco y se que algo extraño te pasa – le dijo Abiss quien ya estaba perdiendo la paciencia -.
- En serio no me pasa nada... – Wortiks se estaba comportando medio raro, como que lo decía no era lo que él pensaba. Sus manos denotaban frustración mientras que su boca pareciera que se moviera por instinto -.
- Quiero... quiero decirte algo Abiss – dijo a penas -.
- Si, dime – respondió el señor Dumbledore -.
- Est... estoy – no le salían las palabras -... me est.. me están con... – y cuando dijo esas últimas sílabas, perdió el conocimiento cerrando los ojos -.
Abiss se asustó e hizo llamar a uno de los curanderos, pero él le dijo que no se preocupara, que Wortiks por lo débil que estaba siempre se desmaya. Abiss salió de la sala, y cuando todos vieron que él se aproximaba, lo taparon en preguntas, a lo cual Abiss le extraño porque para eso le hubieran preguntado a Miranda.
- No, se fue de inmediato, creo que todavía sigue enojada con él y no lo perdonara tan fácilmente – dijo la señora Rigers -.
El señor Dumbledore les contó todo, pero cuando les dijo que Wortiks les trataba de decir algo, Nicholas arqueó las cejas en señal de que tenía razón, que Wortiks les ocultaba algo. Nadie lo noto, excepto Albus y Aberforth. Cuando se marchaban del hospital, se dividieron ya que algunos iban a Hogwarts, mientras que los otros iban al Valle Godric, a la casa de Albus.
- ¿Te quedaras allá? – le preguntó Aberforth, quien quería conversar mas sobre el tema que puso Nicholas -.
- Si, me temo que tengo que quedarme obligado – cuando dijo esto, miró a Nicholas para hacerle saber que se quedaba por lo de la entrada -.
Cuando Albus y Dippet llegaron a Hogwarts, era la hora de la última comida en el castillo y cuando empezaron a oler el dulce aroma que salía del Gran Comedor, se miraron y empezaron a correr para alcanzar un poco de comida. Cuando se sentaron, invadieron todas las bandejas en busca de algunas patatas, jamones y huevo que pudieran escaparse al arrebato de los otros profesores. Todos los alumnos se daban vuelta para mirar a su profesor y director como realmente devoraban todo lo que se les ponía en frente. Al transcurrir el tiempo, los alumnos abandonaban el Gran Comedor para dirigirse a sus salas comunes respectivas a descansar de un día arduo. Los profesores también se marchaban incluyendo Albus, quien ya tenía el estomago que explotaba al igual que Dippet. Se dirigía a su despacho cuando se acordó de ir a ver si la entrada estaba a salvo. Su caminar era rápido ya que el sueño se lo llevaba, cuando llego estaba todo en su lugar y nada alterado. Se devolvió y llegó a su despacho en donde cayó rendido y se durmió, por fin, sin sueños.
Paso una semana completa desde que Wortiks fue hospitalizado en San Mungo. Día por medio fue el señor Dumbledore a visitarlo para contarles a los demás como iba de salud. Dentro de los días de aquella semana, no hubo problemas en el aspecto del colegio, y Albus estaba ya resignándose de que alguien abriera la entrada de la Cámara de los Secretos. Dippet le decía cada vez que tenían tiempo de hablar que sólo debe haber sido curiosidad de los alumnos. Albus sin embargo, no podía creer porque Dippet lo tomaba a la ligera, si la entrada era abierta, se soltarían los mayores horrores del castillo y sin duda habrían muertes de alumnos que lamentar.
Cuando hablaban Albus, su hermano y Nicholas, el único tema que los llenaba era el de Wortiks, ya que Nicholas lo había dejado abierto desde el día en San Mungo. Lo que ninguno de los tres podía imaginarse era que Wortiks estaba así por el resultado de dos maldiciones empleadas sobre él, el Imperius y el Lepidus. Cuando su cuerpo no resistió mas, sufrió un colapso del sistema nervioso que lo dejo paralizado en pleno Ministerio. Pero sentirse así de un día para otro, era la base de las sospechas que se fundían en cada uno de los presentes en la conversación. Con relación a Grindelwald, como no se sabía nada de donde pudiera estar, Albus se resigno a hacer algo con él. Mientras que cuando conversaban lo de la Cámara de los Secretos, sus mentes trabajaban para saber si había la posibilidad de que el heredero de Salazar Slytherin estuviera en Hogwarts en esos momentos, y de ser así habría otro enemigo del cual librarse.
Esto no me preocupa demasiado Albus – decía Aberforth -. La verdad es que tengo muchas ganas de pelear y no me sería inútil pelear contra un enemigo poderoso, y tal vez matarlo con mis propias manos -.
¿De verdad deseas matar? – le preguntó su hermano -.
No, no es eso, pero quiero ver que poder es el que tenemos ahora que podemos realizar casi cualquier cosa, nos faltaría ahora tener tu poder – le dijo Aberforth -.
¿A que poder te refieres? – preguntó un desconcertado Albus -.
Ah, no te hagas el tonto Albus, a la capacidad que tienes de ha... – pero cuando iba a decirlo, Nicholas les avisaba que la comida estaba lista -.
Bajaron para comer junto con los demás y disfrutar de una rica tarde que ofrecía aquel día. Disfrutaron de toda la comida que la señora Rigers y Pernelle habían hecho. Albus, Aberforth y Nicholas comían hambrientos como siempre, mientras que las mujeres los miraban asombradas.
¡No vayan a quedar con hambre! – dijo sarcásticamente la señora Rigers -.
Déjalos, si piensan que es la última comida que queda – dijo Pernelle, cuando las dos se rieron de cómo comían los tres amigos -.
Albus, término de comer y salió del Valle Godric para dirigirse a Hogwarts ya que debía realizar clases.
Cuando llegó a Hogwarts, se dirigió una vez mas a una aula para realizar las clases. De momento todo iba bien en el castillo, había una armonía en todos los pasillos muy rara. Albus termino una de sus clases preparándose para comer en el Gran Comedor. En algún lugar del castillo, específicamente en una de las salas comunes de las cuatro casas, un alumno se reía de algo que encontró, algo que lo dejo pasmado por saber una de las noticias mas lúgubres que podría encontrarse en los muros de aquel colegio. Su rostro era amenazador, frío, sin sensibilidad alguna, no tenía compasión por nada y si lo quisiera hubiera podido matar en esos momentos ya que reinaba un odio en él, mas allá de lo natural.
- Por fin... por fin lo encontré – decía aquel joven con sonrisa malévola -.
- Esta vez no perderé, sabrán quien soy, quien es el verdadero mago poderoso que reina en Hogwarts – diciendo estas palabras se levanto del sofá y pronuncio: ¡Serpensortia!, una serpiente salió de la punta de su varita, girando la cabeza amenazadoramente hacia él -.
Tom se concentró y empezó a decir algo en un lenguaje muy peculiar, como si estuviera silbando.
- Agacha tu cabeza, inclínate ante mi – al decir esto, la serpiente como si fuera un perrito faldero, inclino su cabeza obedeciendo a su amo -.
Tom se río.
- Por fin he descubierto quien es el heredero, y la sorpresa que soy yo... – abrió uno de los libros que estaba situado en el sofá, y lo leyó cuidadosamente -...Salazar Slytherin, tenía una habilidad que los otros fundadores de Hogwarts no poseían, y era que podía hablar con las serpientes. Es un lenguaje muy raro que se le conoce con el nombre de pársel. Por esta razón es que Salazar era mal visto entre la comunidad mágica, ya que por tiempos remotos, hablar con las serpientes era señal de magia oscura...- termino de leer y dirigió la cabeza hacia arriba, mirando el oscuro techo y sonriendo a la nada -.
- Ahora solo me falta... saber como abrir la dicha Cámara de los Secretos – sentenció -.
Tom, cerró sus libros y los guardo en su mochila, para luego salir de la sala común en dirección a la clase que tenía de Transformaciones. Cuando llegó, se había atrasado diez minutos, pero Albus no lo regañó y lo hizo sentarse. Tom transpiraba, su temperatura del cuerpo subía mientras arreglaba las cosas en su asiento. No supo mirar al profesor Albus a los ojos y decidió sentarse con la mirada agacha. Albus no tomo esto como rareza y siguió hablando de la materia que estaba pasando.
- ¿Te sucede algo? – le preguntó Lardet a Tom cuando estaban sentados -.
- Después te cuento... en la noche – respondió Tom -.
- Ojala sea algo interesante – murmuro Lardet -.
- Te aseguro que lo será – le indicó Tom -.
Albus no daba sospechas de lo que Tom murmuraba con Lardet, y por lo tanto ellos podían hablar libremente en la clase, mientras que su profesor les daba instrucciones a los demás.
- ¿Alguna pregunta? – preguntó Albus a los alumnos -.
Como nadie respondió, Albus dio por entendida la materia y les puso pocos deberes. Arreglaba sus cosas para salir de la sala de clases, cuando vio que Tom se le acercaba.
- Hola profesor – dijo Tom tímidamente -.
- Hola Tom, ¿Qué se te ofrece? – preguntó Albus -.
- Le quería avisar que ya hable con mi padre, y todavía se resigna a llamarme hijo – cuando Tom decía estas palabras, su ceño se frunció y sus puños se cerraron en señal de rabia e impotencia -.
- ¿Qué te dijo? – preguntó nuevamente Albus -.
- La verdad es que no me dijo nada, hable solo, y el señor Dippet quien estaba con nosotros también quedo desconcertado porque mi padre se digno a cerrar los ojos y mover la cabeza de un lado para el otro. Después de eso, nos sacó de la casa y nos cerró la puerta en las narices – respondió Tom -.
Albus y Tom se quedaron hablando un buen momento. Cuando terminaron, Albus salió de la sala cerrándola con un hechizo. Iba caminando cuando se encontró con Dippet.
- Hola Dippet, ¿Cómo va el día? -.
- Bien, todo bien... vengo de ver a Wortiks – respondió Dippet -.
Albus lo miró extrañado.
- ¿Cómo se encuentra? -.
- Estable, la verdad es que le pedí un favor también a Nicholas – dijo Dippet como quien no quiere la cosa -.
- ¿Qué clase de favor? -.
- Que vigilará en San Mungo, tu sabes... por si a – y miró a su alrededor -... Grindelwald le da por atacar nuevamente por esos lados -.
- No creo que sea tan estúpido como para arriesgarse a atacar de nuevo en el hospital donde ahí más de una docena de Aurores custodiándolo – Albus se río -.
- Lo se, pero Grindelwald puede con todos ellos, incluso mas – dijo Dippet -.
- Jamás hables por los demás Dippet, sabes que Grindelwald es capaz de todo en estos momentos, incluso de volver atacar en el lugar que ya lo hizo... – le dijo Albus -.
Entraron juntos al Gran Comedor, y disfrutaron de la comida.
- ¿Qué es lo que nos tienes que contar? – le preguntó Devian a Tom cuando se encontraban en la sala común después de la cena -.
- Algo muy, pero muy bueno... – dijo él sonriéndoles -.
- ¿Y que es eso tan interesante? – preguntó Mordat -.
- Bueno, la verdad es que llevamos mas de dos semanas buscando alguna pista sobre la entrada de la Cámara de los Secretos y al fin la encontramos, pero ahora encontré también cual es la particularidad de Salazar Slytherin – les comentaba Tom, cuando sus miradas reflejaban asombro -.
- ¿Y como lo hiciste? – preguntó Lardet -.
- Fácil, busque en el libro Historia de Hogwarts – le respondió -.
- ¡Pero sin en ese libro jamás sale nada interesante, ¿o si? – preguntó asombrado Devian -.
- Tienes razón, fue el libro que descartamos desde un principio, pero cuando estaba frustrado por no encontrar nada en ninguno de los libros que valían la pena, me puse a hojear ese libro y encontré una sección en donde dicen que Salazar Slytherin puede hablar pársel, o sea, puede hablar con las serpientes, además el escudo de nuestra casa tiene una serpiente entonces todo encaja – dijo Tom -.
- ¿Y que tiene que ver eso con el heredero? – preguntó otro de los cuatro muchacho llamado Alfrad -.
- Tu realmente no entiendes nada... – decía Tom, cuando alzó su varita y pronunció el hechizo que hace aparecer una serpiente. En medio de la sala común apareció una cobra real, lo cual hizo echar para atrás a los otros -... No se asusten, miren: Ven a mí, soy tu amo no hagas daño a nadie e inclinate ante mi serpiente – Tom dijo de nuevo esto en pársel y la cobra real como si fuera un perrito faldero se inclino ante Tom. Sus compañeros no daban crédito a lo sucedido, al mismo tiempo en que su sudor se empezaba a notar -.
- Entonces... qu... quieres de... decir que tu er... – tartamudeaba Lardet -.
- Yo soy el heredero de Salazar Slytherin, soy el que puede abrir la Cámara de los Secretos y vengarme de todos los sangre sucia que hacen de este castillo algo repugnante – sonreía malévolamente Tom, y sus compañeros también lo hacían aunque algunos de ellos nerviosos -.
¿Y cuando lo haremos? – preguntó Devian -.
No te precipites Devian... lo haremos con calma, además hay un profesor que ronda por esos lugares cada noche, como soy prefecto puedo pasearme por ahí pero no puedo encontrarme con aquel profesor... – decía Tom cuando les quitaba la mirada y ahora les daba la espalda -.
¿Y porque no lo duermes, como a la señora Rogrik? – preguntó tímidamente Alfrad -.
Porque aquel profesor no es un profesor ordinario, no puedo ni siquiera mentirle, cuando lo miro a los ojos siento unos escalofríos que me hacen sentir mal, como si estuviera hurgando en mi pensamiento y sabiendo lo que estoy tramando, ese profesor no me dejara ni siquiera pasear por ahí, ya que fui yo quien le pregunte de la Cámara de los Secretos – le respondió Tom -.
¿Te refieres al profesor de Transformaciones? – preguntó nuevamente Alfrad -.
Si Alfrad, Albus Dumbledore es el único profesor que puede descubrir mi plan, o que realmente no le puedo mentir, tengo que admitirlo, pero a él es la única persona en todo el castillo que le tengo miedo -.
La mañana estuvo particularmente fresca, el ambiente era realmente calmado en el castillo, como Albus tenía que hacer, decidió irse muy temprano a su casa para acompañar a Aberforth para conversar con los Gigantes. Cuando ya era tarde en Hogwarts, y estaban listos para comer, algo estaba sucediendo en los terrenos, en una parte muy lejana.
Porque no se van para otro lado, nosotros debemos conversar – dijo con un tono de mandamiento Lardet, a dos personas que se encontraban en un sitio que Tom y sus compañeros acostumbraban visitar para hablar en secreto -.
¡No nos obligues a nada! – dijo Rubeus, quien era el que estaba obstruyendo el paso entre los compañeros de Tom y Myrtle -.
Lardet se río.
¡Veo que estas con Myrtle la llorona, la cuatro ojos...! – todos incluyendo Tom se rieron -.
Tom, hace algo, ellos no pueden hacer esto, los terrenos son de todos... – cuando estaba pidiéndole en suplicas a Tom que se alejaran, este le lanzó el Expelliarmus a Rubeus dejándolo a mas de dos metros de distancia del asiento en que Myrtle se encontraba. Ella ahogo un grito y los otros cuando la iban a sacar a la fuerza, Rubeus se paró y se dirigió encolerizado para darle un buen puñetazo a Tom, ya que sus hechizos no eran tan potentes como los de su rival. Rubeus fue cercado por los amigos de Tom, pero este hizo caso omiso, y pescando a dos de ellos los tiro con todas sus fuerzas a más de un metro, quedando todos sorprendidos -.
No te atrevas Rubeus, recuerda que soy prefecto – le dijo un tranquilo y sereno Tom -.
¡No lo hagas Rubeus, por favor no lo hagas! – gritaba con lágrimas en los ojos Myrtle -.
¡Déjame, ¡Estos me las pagaran! – dijo Rubeus quien se le nublo completamente la mente con la ira que sentía hacia los demás -.
Rubeus apartó a los otros quedando de frente con Tom. Este le sonrío y alzo la varita pero en ese momento...
¡Impedimenta! – gritó una voz femenina quien se encontraba atrás de Rubeus -.
¡Myrtle no lo hagas, son muy poderosos para ti! – Myrtle tenía su varita alzada, con ella había paralizado a Tom pero sus compañeros dijeron el contra maleficio y lo volvieron a la normalidad, este se paro y se dirigía hacia ellos dos. Rubeus se puso enfrente de Myrtle protegiéndola -.
Veo que a ustedes dos se les subieron los humos a la cabeza, y ahora malditos sangre sucias me las pagaran – dijo Tom -.
No le digas así Tom, no le digas así a mí, a mí... – pero a Rubeus no le salían las palabras -.
¡A tu novia Rubeus! – dijo sarcásticamente Tom, cuando Myrtle se ruborizaba y una sonrisa salía de su boca -.
Si, es mi novia y no te permitiré que le hagas algo aunque de ello depende que me expulsen – Rubeus ya no aguantó mas y se dirigía hacia Tom, cuando este también alzaba la varita, sucedió algo muy extraño que los dejo a los dos muy atónitos -.
Procne, el jefe de los Centauros salía corriendo del Bosque Prohibido sangrando todo su pecho y dirigiéndoles la mirada a los presentes. Este corrió unos cuantos metros más y se desplomo. Rubeus salió corriendo junto con Tom quien por un momento se olvido de la pelea que tenía con el sangre sucia.
Avísenle a Dumbledore, ¡Apúrense! – les dijo Procne quien estaba muy mal, con el pecho desgarrado y brillándole muy fuerte... -.
¡Procne que pasa! – dijo una voz imponente quien se acercaba a ellos -.
¡Dippet, Dippet, están atacando a Kirin, nos sorprendieron a los dos, pero ese tal Grindelwald me hechizó -.
Dippet no sabía que hacer, y viendo hacia el Bosque, salió hacia él.
En esos momentos, alguien salía del Bosque, con la varita en sus manos.
Hola Dippet, tanto tiempo sin vernos – le dijo Grindelwald -.
Esta vez no saldrás vivo... ¡Alumnos váyanse, refúgiense en el castillo! – Tom y los demás salieron corriendo ante tal escena -.
Miren, pensaba matar solamente al jefe de los Centauros, y ahora tengo dos presas – dijo Grindelwald -.
Estas equivocado... ¡Crucio! – Dippet le lanzó aquella maldición, pero Grindelwald logró esquivarla quedando atrás de Dippet en la posición justa para atacarlo -.
Esta vez, no escaparas... – Grindelwald levantó la varita, pero alguien en lo mas lejano de donde se encontraban ellos dijo: ¡Caligatio Flagrare, cuando una luz de un rojo sangre salía despedido y chocó contra Grindelwald el cual salió despedido hasta un tronco en el cual se pegó con la cabeza -.
¡Albus! – gritaba Dippet, cuando veía tres siluetas que acorralaban a Grindelwald -.
Nicholas y Aberforth también estaban junto a ellos y sacaron sus varitas mirando con profundo odio a Grindelwald.
No puedes escapar Grindelwald, ahora morirás, no te preocupes, no será doloroso – le decía un Albus que en el castillo jamás se había visto. Su aura emanaba fuertemente de su cuerpo y sus ojos penetraban al mago que tenía arrodillado -.
Insolentes, como se atreven a atacarme, realmente no tienen el poder suficiente para derrotarme – Grindelwald se incorporó al mismo tiempo en que los tres que lo acorralaban lo miraban desafiantemente, como esperando a que este hiciera algo para atacarlo inmediatamente -.
Tenemos el poder para matarte ahora mismo – y Aberforth se adelantó lanzándole el hechizo Mater Natura. Pero ocurrió algo inexplicable. Un chillido descomunal salía del Bosque y empezaba a reventar los tímpanos de Albus y los demás con un sonido que no se podía aguantar -.
¡Albus, se escapa! – le dijo Nicholas quien había visto que Grindelwald se elevaba entre los demás -.
No lo permitiré... – Albus salió corriendo hacia el lugar, pero el sonido era mas fuerte y mas desgarrador a medida que se acercaba al centro. Cuando avanzaba, una luz destelló a los otros, para luego desaparecer incluyendo a Grindelwald -.
Cuando abrieron los ojos. Vieron que en el lugar solo yacía Procne, muy grave en el piso.
En una casa en la cual no se encontraba nadie, Grindelwald apareció junto a su salvadora vasalla Celeno.
Mi señor, ¿Se encuentra bien? – preguntó Celeno -.
Si, mi querida vasalla, gracias a ti esos malditos no me atacaron. Ahí si que hubiera sido un grave problema, porque en Hogwarts no puedo usar el Hom-Dhai ya que la magia que se encuentra en sus alrededores no deja usar maldiciones tan llenas de maldad -.
¿Qué hará mi señor? – preguntó nuevamente la Criatura -.
Vengarme de esos inútiles, pero seguiremos con el plan, si no pudimos con el maldito Procne lo haremos con los demás. Esta vez sacare de San Mungo a Wortiks, ya que lo necesito, si hubiera estado aquí no me tendría porque haber enfrentado a esos ineptos -.
Grindelwald alzo su varita y de ella empezó a emanar sangre, la cual él se la llevo a la boca y empezó a tragar. Esa sangre era de Unicornio. Celeno lo miraba desconcertada, porque nadie ni en los más recónditos lugares, puede aparecer sangre de Unicornio con un hechizo.
Esta vez no habrá segundos lugares, y si se atreven a atacarme los matare como perros... – Grindelwald termino de beber y sus heridas producidas por el golpe contra el árbol sanaron rápidamente -.
