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La Responsabilidad de Aberforth

Llévalo a la enfermería, debería ser curado por Pomfrey – le decía Dippet a Aberforth quien ya estaba cargando el cuerpo de Procne -.

Ustedes dos acompáñenme – les dijo a Albus y Nicholas quienes se internaron en el Bosque para encontrar a Kirin -.

Iban a toda prisa por los parajes corriendo e internándose más adentro con solo unos cuantos pasos. Albus era el que los dirigía por tan oscura senda mirando a su alrededor por si se topaban con alguna sorpresa. En una de las zonas del Bosque, un bulto yacía cubierto de sangre por la razón de que su piel había sido arrancada, ese bulto era Kirin.

¡No! – gritó Dippet cuando lo vio -.

No se acerquen – dijo Nicholas -.

Se acercó solo al cuerpo, dándolo vuelta y viendo las secuelas que dejaba la maldición Hom-Dhai, pero en Kirin había algo extraño, a la vez favorable, eso era de que se encontraba con vida, milagrosamente.

¡Esta con vida! – dijo Nicholas -.

Albus y Dippet corrieron hacia el cuerpo, y con sus propios ojos comprobaron que el rostro de Kirin, no forzaba una boca abierta, sino que la mantenía cerrada y sus ojos se encontraban abiertos.

Aléjense un poco, intentare curarlo – dijo Nicholas, quien ya había sacado su varita y pronunció: ¡Plegius!, el conocido campo rojizo cubrió a Kirin y a pesar de que antes no había servido de mucho, esta vez empezó a reconstruir la piel de el Centauro en un abrir y cerrar de ojos -.

¡Increíble! – decía un atónito Dippet quien veía la escena con gran interés -.

No te asustes, esto es realmente genial – cuando Albus tranquilizaba a un emocionado Dippet, Kirin ya estaba cubierto nuevamente con la hermosa piel que lo caracterizaba, y se estaba incorporando rápidamente -.

Gracias Nicholas, te debo una – le dijo Kirin a Nicholas con una sonrisa, cuando se tiró contra él y lo abrazo fuertemente -.

No es nada – respondió Nicholas -.

Cuando volvieron al castillo, junto con Kirin, decidieron ir a ver a Procne que yacía en una de las camas que pertenecían a la enfermería de Hogwarts. Este se empezaba a mejorar gracias a los cuidados de la señora Pomfrey.

¿Así que por eso no te mato? – le preguntó Procne a Kirin -.

No, el no puede usar una magia tan oscura cerca de Hogwarts, porque la magia que reina aquí es tan bondadosa, que la contrarresta – el que respondió a la pregunta de Procne fue Albus -.

Ese canalla, como se atrevió... – murmuraba Aberforth que despedía mucha ira -.

Fue nuestra culpa, por alejarnos tanto de los otros. La verdad es quería que Kirin se despejara un poco, por pasar tanto tiempo en su guarida, pero cuando nos alejamos demasiado, apareció ese maldito mago con un ejercito de Criaturas que no pudimos ver por el ruido que emanaban y que hacía que nuestro ojos se cerrarán. Yo logre escapar pero cuando lo hice, sabía que habían atacado a Kirin, y el resto ustedes lo conocen... – redactó Procne -.

...Sin embargo, cuando Grindelwald me lanzó su maldición, no se dio cuenta de que no estaba muerto. Después salió detrás de Procne y de ahí no me acuerdo mas, hasta que gracias a Nicholas pude recobrar mi sentido – dijo Kirin -.

Todos se miraban unos a otros, por lo sucedido. Dippet tenía su cabeza hacia abajo, Albus y su hermano se miraban como tratando de conversar mediante la mente. Nicholas empezaba a curar disimuladamente a Procne, porque la señora Pomfrey se encontraba por ahí. Kirin veía a Nicholas como curaba a su amigo y todos no decían ni siquiera una sola palabra.

Ya estás listo – le dijo Nicholas a Procne quien se levanto y se irguió para comprobar si sus energías habían sido recobradas -.

Dime Nicholas¿conque poder me curaste? – le preguntó Kirin -.

Bueno, es un poder relacionado con la Alquimia, es una energía en la cual todos los magos tenemos, pero solo algunos llegamos a perfeccionarla. Miren a Albus y Aberforth, cuando Grindelwald fue atacado por Albus, recibió un hechizo de Albus relacionado con la energía y cuando Aberforth lo quiso matar también era otro poder diferente. Cada uno de nosotros tiene una energía relacionada con los elementos, y de acuerdo a eso su poder varía – comentó brevemente -.

Los elementos... Agua, Fuego, Tierra y Aire, es increíble el poder que tienen, espero que con eso podamos derrotar a Grindelwald, ya que de por si el también posee su maldición – dijo Kirin -.

Mientras que ellos hablaban, en San Mungo ocurría algo extraño.

Wortiks estaba en su sala, leyendo el diario El Profeta. Se recuperaba poco a poco, y ya no se empezaba a desmayar. Cuando alcanzaba un vaso con agua, vio que alguien entraba por la puerta, con una sonrisa amable en la boca y guiñándole un ojo.

Abiss¿Tan temprano? – preguntó Wortiks -.

Cuando llegó al lado de Wortiks, ocurrió lo imprevisto. Abiss, o eso es lo que pensaba Wortiks, cambió su rostro al de Grindelwald, dejando a Wortiks con una cara de impresión que no se la podía.

Grin... grind... – a Wortiks las palabras no le salían -.

Grindelwald, cambió el rostro al de Abiss nuevamente.

Asi es Wortiks, y más vale que actúes normal, porque yo me entere de que estuviste a punto de traicionarme – le dijo -.

No mi señor – mintió Wortiks, pero era en vano ya que Grindelwald podía en cualquier caso saber si era verdad o mentira -.

Bueno, eso ya no importa, ahora dime como te puedo sacar de aquí ahora mismo – dijo Grindelwald -.

Los curanderos no vienen hasta dentro de dos horas más o menos – le dijo Wortiks -.

Mira, ahora tienes que escucharme... – le dijo Grindelwald -... primero voy a dormir a los demás pacientes, luego yo me transformare en ti y tu te dirigirás hacia la ventana en donde veras que Celeno te estará esperando, móntate en su lomo y te llevara a tu casa – dijo Grindelwald -.

¿Pero como saldrá usted de aquí mi señor? – pregunto Wortiks -.

Bueno, fingiré que ya me encuentro bien, y lo que pueden hacer es que me den de alta. Por lo pronto lo que importa es que tú salgas – dijo Grindelwald -.

Grindelwald miro a cuatro pacientes que se encontraban en esos momentos en la misma sala que Wortiks, alzó su varita y los hizo dormir sin que ellos se dieran cuenta. Lo que no sabía Grindelwald, es que Abiss, el verdadero, estaba entrando en el hospital en ese mismo instante.

¿Cómo lo hiciste? – le preguntó a Abiss la recepcionista -.

¿Hice que? – respondió él -.

Porque hace quince minutos que entraste a la sala del Ministro y ahora apareces aquí preguntando por él – le respondió la recepcionista -.

�¿Qué! – preguntó preocupado el señor Dumbledore -.

Es la verdad, hace poco te recibí¿Cómo no te acuerdas? – preguntó la recepcionista -.

¡Maldición! – Abiss salió corriendo preocupado por lo peor, cuando la recepcionista le dijo la verdad. Grindelwald estaba de nuevo en San Mungo, pero esta vez no había nadie para detenerlo, a que matara a Wortiks -.

Cuando corría acelerado, tropezó con mucha gente. Hasta que por fin llegó al piso y se dirigió a la puerta. La calma reinaba en la sala.

¡Wortiks, estas bien! – gritaba el señor Dumbledore cuando se acercaba rápidamente hacia la cama en la cual estaba -.

Si, si Ab... Abiss – dijo el supuestamente Wortiks, que en realidad era Grindelwald -.

¿Pero... Grindelwald no estuvo aquí? – preguntó desconcertado el señor Dumbledore -.

¿De que hablas Abiss? – le devolvió la pregunta -.

El señor Dumbledore no podía creer porque Grindelwald no se encontraba ahí, y que Wortiks estuviera bien. La recepcionista sin duda no mentiría con algo que no tiene justificación. Abiss se resignó y solo pensó que debía ser pura suerte.

Cuando Abiss y Wortiks hablaban en San Mungo, el otro Wortiks llegaba a una casa.

Gracias Celeno – dijo este sentándose en la cama -.

¡No me des gracias de nada! – dijo furiosa Celeno -.

¿Qué te pasa? – preguntó Wortiks -.

Que siempre le he dicho a mi señor que desconfíe de ti, porque tú no me inspiras ninguna confianza, mas bien eres un estorbo entre nosotros. Realmente no se porque te quiere siempre vivo y sano, la razón no la entiendo – le gritaba amenazadoramente Celeno -.

Ambos discutieron un buen rato, cuando por fin Celeno se había ido de la casa para emprender un vuelo sin rumbo. Mientras que en San Mungo, Abiss pasó aproximadamente treinta minutos con Wortiks antes de irse, con la duda, a su casa, en la cual Albus se encontraba para hablar con su hermano y amigo. La cena ya había pasado y se encontraban en la habitación.

¿Y dices que la recepcionista te dijo eso? – pregunto desconcertado Albus -.

Al parecer Grindelwald debe de haber estado en ese lugar, pero no se la razón por la cual se fue – dijo el señor Dumbledore -.

¿Cómo esta Wortiks? – preguntó Nicholas, quien en toda la conversación se había mantenido en silencio -.

Esta bien, ya se recupero de su totalidad disfunción de los músculos, y mañana mismo le dan de alta en la mañana – respondió el señor Dumbledore -.

Nicholas agachó la cabeza, y se levanto de la cama para dirigirse a su habitación. Albus permaneció un rato mas conversando con Aberforth cuando el sueño los venció a ambos.

En la mañana, ya Albus se encontraba en Hogwarts para dar clases como todos los días normales, solo que esta vez estaba un poco desconcertado por lo ocurrido en la noche de ayer en San Mungo.

Ha pasado todo el día reflexionando, jamás da un pie en falso cuando hay cosas que resolver – Albus estaba en los terrenos de Hogwarts disfrutando del fresco día junto con Procne, para hablar unas cuantas cosas -.

La suave brisa dibujaba diminutas olas en el lago, donde el Calamar Gigante reposaba asoleando su cuerpo. Alumnos caminaban por los terrenos, algunos estaban en el estadio de Quidditch en donde con sus escobas disfrutaban un paseo matutino. Algunos trataban de oír la conversación de Albus con el Centauro pero Albus estaba atento a todo y miraba al lugar sabiendo que algunos alumnos se escondían entre los matorrales, y ellos se alejaban enseguida disimulando todo. Muchas veces llegaron a la conclusión de que Grindelwald no se quedaría atrás por la pequeña derrota que sufrió hace unos pocos días. Sin embargo, estaban seguros que no volvería a aparecerse en Hogwarts, ya que sabían que su magia más poderosa no funcionaba en los alrededores de ese lugar. La mañana pasaba para dar paso a una tarde que según los pronósticos de un Centauro sería calmada, sin cosas graves que lamentar. Cuando terminaron la tan relajada conversación que tuvieron en Hogwarts, Albus acompaño a Procne hasta el inicio del Bosque, para despedirlo.

Cuida de Kirin – le dijo Albus -

No te preocupes, ahora si que no saldremos solos – le respondió Procne -.

Por cierto¿No ha habido más predicciones? – Albus hizo la pregunta esperando un no como respuesta -.

Las estrellas no han mostrado nada relacionado con eso Albus, debemos basarnos en lo que podamos deducir en un corto plazo, porque tu sabes mejor que nadie que las predicciones de nuestra raza son imprescindible – diciendo esto Procne se alejo en el mas profundo silencio -.

Albus regresó al castillo y pensando en como iban a lograr capturar a Grindelwald. En ese mismo momento en una casa, estaba por llegar el Ministro de Magia, desde el hospital San Mungo. Caminaba normalmente por la calle, hasta llegar y tocar la puerta.

¡Abre Wortiks! – dijo aquella voz imponente -.

Voy mi señor – respondió Wortiks, cuando abrió la puerta e hizo pasar a una persona idéntica a él -.

Grindelwald cambió de aspecto, y quedo con su apariencia real. Se sentó en uno de los sofá y cerró un poco los ojos.

¿Se encuentra bien mi señor? – preguntó un nervioso Wortiks -.

Claro que me encuentro bien... – le respondió -...Mañana mismo iré hacia las montañas -.

Pero mi señor, mañana Irán Albus, su hermano y Nicholas, será muy arriesgado si decide encontrarse con ellos – le dijo Wortiks -.

No te preocupes, esta vez no podrán conmigo, te lo aseguro, ahora descansare un poco ya que hacerme pasar por ti es tarea difícil – río, y se dirigió a uno de los dormitorios para descansar -.

Esa misma mañana, Grindelwald se levanto muy temprano para empezar su plan. Celeno lo iba a pasar a buscar pero ella no iba a participar en nada, ya que Grindelwald no quería que nadie se enterara de quienes eran sus aliados.

Esta vez puedo desaparecerme Celeno, en Hogwarts no puedo, pero en las montañas si, no te preocupes por mi – le dijo a su vasalla cuando ella le hacía señas de que la montara para dirigirse hacia su destino -.

Las nubes cubrían casi por completo el cielo, y el frío se colaba por cualquier rendija de las casas del Valle Godric. Albus y los demás estaban ya listos para dirigirse hacia los Duendes en un día en el cual iban a planear junto con ellos, la captura de Grindelwald. La señora Rigers les había dejado un desayuno, el cual ellos disfrutaron amenamente. Salieron al jardín y Albus recogió una bota vieja la cual convirtió en traslador para dirigirse hacia las montañas. Cuando los tres tocaron la bota al mismo tiempo ella los arrastro hacia su interior, haciéndolos aparecer mas tarde cerca de un valle florido, a unos pocos kilómetros de las montañas. Su caminar no era alterado por nada, iban tranquilamente por los pastizales hablando de cosas de poca importancia. Ya casi cuando llegaban, Nicholas empezó a sentir el crujido en su mente el cual le indicaba de que Grindelwald iba a cometer algo malo.

No puede ser – fue lo único que dijo y salió corriendo a toda velocidad, en donde Albus y Aberforth lo salieron persiguiendo -.

¡Que paso Nicholas! – gritó Aberforth -.

Es Sandal, esta en peligro, apúrense – respondió Nicholas cuando corría eufórico hacia la guarida de los Duendes -.

Corrieron varios metros hasta que por fin llegaron al lugar y encontraron una multitud de Duendes amontonados, con una mirada de furia en sus ojos, y mirando a un cadáver que se encontraba en el círculo que formaban ellos.

¿Qué paso? – preguntó Aberforth -.

Fue ese mago al que ustedes buscan... lo mato y no pudimos hacer nada, pero sabemos que se dirigió hacia los Gigantes, se lo escuche decir – dijo uno de los Duendes mas cercanos a ellos -.

¡Esperen aquí, nosotros ya volvemos! – le dijo Albus, y juntos los tres desaparecieron para llegar al lugar en donde habitaban los Gigantes. Allí no había nadie, pero en unos metros hacia la izquierda se escuchaban ronquidos espeluznantes, señal de que los Gigantes estaban luchando -.

¡Ahí esta ese maldito! – dijo Nicholas quien había divisado a Grindelwald luchando con unos tres Gigantes -.

¡Plegius! – gritó sumamente fuerte Nicholas, y de su varita surgió un potente chorro de agua que cubrió a los Gigantes y en un abrir y cerrar de ojos los durmió a todos -.

Grindelwald, sorprendido, se dio vuelta y vio que sus enemigos se dirigían hacia él.

Por fin llegan, pero creo que un poco tarde, porque ya asesine a los dos jefes – Grindelwald se reía ya que cuando Albus vio el cadáver del Gurg, su mirada fue de tristeza y cambió a repentino odio cuando lo miró a él -.

Esta la pagaras Grindelwald – le dijo Aberforth -.

No lo creo... ¡Avada Kedavra! – lanzó la maldición Grindelwald a Aberforth, pero Albus fue más rápido y con un hechizo empujo a su hermano para que no le llegara la maldición -.

Gracias Albus – le dijo Aberforth a su hermano cuando se incorporaba y levantaba su varita - ¡Mater Natura! – el suelo empezó a crujir y formo una grieta para que Grindelwald cayera, pero este mas hábil, levito un poco y salió de aquella fisura quedando ileso por el ataque. Sin embargo, cuando su mirada se concentraba en lo que Aberforth había hecho, Nicholas pronunció: ¡Energius Aqua!, y un potente chorro de agua verde le cayó en el pecho a Grindelwald quien giró para divisar a Nicholas y le lanzó el Expelliarmus -.

NOOOO – gritó Albus cuando vio que Nicholas cayó en uno de los barrancos que se encontraban por ahí -.

Grindelwald miraba con una sonrisa la escena, porque ya se había librado de uno de ellos.

¡Cuidado Albus! – gritó a tiempo Aberforth, cuando se percató que Grindelwald le había lanzado la maldición Hom-Dhai a su hermano -.

Albus, miró de frente el potente chorro azul que se dirigía hacia él, y cerró los ojos concentrándose al máximo. Cuando los abrió tenía a pocos centímetros la maldición, pero increíblemente ella se desvío por poco hasta golpear el suelo quien tembló por un momento.

¡No puede ser! – dijo atónito Grindelwald -.

Te dije una vez que estabas en desventaja y lo volverás a estar – Albus levantó la varita y le lanzó el Avada Kedavra pero su maldición chocó con una barrera que Grindelwald había logrado hacer en el último momento – Veo que puedes pararlo -.

Grindelwald se río.

Todavía no me matarán, verán como pronto recupero todo el poder que algunos me quitaron – diciendo esto, comenzó a elevarse para luego desaparecer -.

Albus¡Nicholas! – dijo Aberforth, cuando los dos se dirigieron al barranco pero se llevaron una espléndida noticia. Nicholas estaba en una especie de plataforma que tenía aquel barranco, esperando el momento para atacar -.

Se fue, desapareció, aunque todas mis dudas fueron ya resueltas – le dijo Albus a Nicholas -.

Cuando se dirigían hacia los Gigantes, era ya casi imposible hacerles entender que ellos no eran responsables por la muerte del Gurg. Intentaron por todos los medios persuadirlos pero todo fue en vano. Resignados volvieron al lugar en donde se hallaban los Duendes y se dieron cuenta que Sandal era el que había muerto. Con esto, ninguno de los Duendes quería asumir como jefe ni mucho menos ayudar a los de la alianza para derrotar a Grindelwald. Albus, junto con los demás se quedaron para ver el ritual de muerte de los Duendes hacia Sandal. Cuando este acabó, Aberforth juro volver con ellos para hablar más tranquilamente, y ver que es lo que podían hacer en esos momentos. Tristemente se dignaron a regresar al Valle Godric, por no haber logrado interrumpir la masacre de Grindelwald y quedarse con las ganas de derrotarlo. Su trayecto fue pesado, ya que las energías gastadas en la pelea eran muchas.

No supimos medir las cosas, Grindelwald aprovecho eso para tan solo separarnos y luchar con cada uno sin la necesidad de tener a los tres al mismo tiempo – les comentó Albus -.

¿Qué es lo que descubriste Albus? – le preguntó Aberforth a su hermano, pero este le dijo que cuando llegarán a la casa se lo iba a decir -.

Que Grindelwald no ha recuperado todo su poder – le dijo Albus -.

¿Cómo puedes estar seguro? – preguntó Nicholas -.

Por como lucho contra nosotros, si hubiera recuperado el poder que tenía antes, sus fuerzas serían mayores. Sin embargo, hay algo que me inquieta y también me preocupa -.

¿Qué es? – preguntó nuevamente Nicholas -.

Que para que Grindelwald vuelva a ser el mismo que antes, debe matar a todos los que lucharon con el directamente, y eso implica a nuestros padres, Dippet y Wortiks, ya que Nigellus y Wyvern murieron, por lo tanto él necesita eso – les comentó -.

Cuando sus conocimientos acerca de lo que pasaba eran escasos, no tardaban mucho en dormirse y terminar de hablar. Albus se quedo en su casa para descansar de la batalla que tuvieron en la tarde. Mientras que en Hogwarts...

La noche cubría casi la totalidad de uno de los cementerios de un pueblo oscuro por algunas leyendas que cubrían su belleza. Leyendas que opacaban la estadía de extranjeros que llegaban a pasar la noche en sus posadas. Un niño se encontraba atado de las cuatro extremidades en una de las lapidas del cementerio. Un hombre bajo de estatura y temeroso lanzaba a una especie de caldero gigante el cuerpo de un bebe con la piel rojiza como la lava y oscura como el carbón. Al hacerlo, pronunciaba unas palabras muy raras, aquellas frases retumbaban en los oídos del bebe quien ya estaba dentro del caldero. Sus músculos empezaban a agrandarse y su carne volvía a tener el color normal de cualquier persona. Los dolores eran inmensos, pero cobraba la normalidad de un ser humano pálido con ojos con pupilas rasgadas quien se reía fríamente dentro del caldero.

¡Despierta! – Lardet muy asustado trataba de despertar a Tom quien se movía extrañamente en la cama -.

Cuando Tom se despertó, vio que su amigo estaba a un lado de la cama con una cara de sorpresa por que Tom estaba teniendo una pesadilla.

Que pasa – dijo Tom -.

Tenías una pesadilla, pensé que la estabas teniendo porque te movías muy raro en tu cama -.

Tom no sabía realmente que pasaba, pero se acordaba de aquel sueño extraño que tenía y que lo volvía a sumir en una de las dudas más grandes. Mientras pensaba en eso, su sueño lo conquistaba hasta que se quedo dormido nuevamente.

A la mañana, en el Ministerio todos comentaban la llegada de Wortiks, después de pasar una estancia larga en San Mungo por una simple enfermedad de la cual los de la alianza dudaban a ciegas. Aberforth estaba en su oficina conversando con su padre acerca de cómo se sentía Wortiks de salud. El señor Dumbledore lo había pasado a ver y le dijo a su hijo que se encontraba bien.

Te noto medio raro hijo – intuyó el señor Dumbledore -.

Aberforth no quería seguir ocultándolo.

Te tengo que decir algo que quiero hacer – le respondió -.

Dime – dijo el señor Dumbledore -.

Quiero hacerme cargo de las Criaturas ya que ninguno de su misma especie lo quiere hacer -.

¡Estas loco! – respondió impulsivamente el señor Dumbledore -.

Pero pap�, debo hacerlo, soy el único que tiene una afinidad con ellos, incluso con los Gigantes, y es responsabilidad de nosotros mantener la paz. Además, yo se que es algo difícil que ningún mago en la historia ha logrado, pero dime... ¿Quién mas lo haría? – preguntó un entusiasmado Aberforth -.

El señor Dumbledore lo meditó rápidamente llegando a la misma conclusión que su hijo.

Nadie Aberforth -.

Ves, por algo te lo digo, hoy día mismo se lo digo a Nicholas y Albus, también a Dippet, estoy decidido... esta vez seré yo el jefe de los Duendes y Gigantes por igual -.