Capítulo II: El Arcángel de la Tierra
Al
otro día, Tsubasa se levantó más temprano que de
costumbre, incluso antes de que su madre intentara despertarlo. Se
cambió rápidamente de ropa y bajó las escaleras.
Natsuko, que apenas estaba preparando el café se quedó
sorprendida al ver a su hijo despierto y listo tan temprano.
-Buenos
días –dijo el muchacho, que había olvidado la
cadenilla y el brazalete adrede.
-Buenos
días, hijo. ¿Por qué estás despierto tan
temprano?
-Digamos
que dormí tan bien que se me fue el sueño.
-Me
alegra. ¿Hoy vas a devolverle el brazalete a Sanae? –la
mente de Tsubasa quedó en blanco.
-¡Por
poco y se me olvida! –Tsubasa corrió a su habitación
y tomó el brazalete, metiéndolo en el bolsillo. Bajó
las escaleras y se sentó a desayunar.
-Gracias
por recordármelo, mamá. Si no le entrego a Sanae ese
brazalete, es capaz de matarme.
-¿Tan
importante es? Pues se nota que es un brazalete muy fino. ¿Acaso
es de la madre de Sanae?
-Sí
–mintió Tsubasa. "Perdóname por mentirte, mamá,
pero esto no lo puedes saber... No puedes saber que en realidad ese
brazalete no sólo es mío, si no que salió de
mí."
Después
de terminar de desayunar, Tsubasa subió las escaleras para ir
por su maletín y su bolsa deportiva. Sin embargo, notó
que el magatama ya no estaba encima de su mesa de noche.
"¿Dónde
está la cadena? Si no la encuentro, ¡quién sabe
qué pueda pasar!" –pero en cuanto pensó aquello,
sintió algo rozando en su cuello. El magatama por sí
solo se había puesto en su lugar.
Bajó
las escaleras, se despidió de sus padres y se fue a la
secundaria. Sin embargo, al pasar frente a aquel callejón
donde todo había comenzado, vio que Shiro estaba ahí.
Tsubasa se dirigió allá, y tal como había pasado
el día anterior, los ruidos de la calle desaparecieron.
-Shiro,
tengo un grave problema –dijo Tsubasa al llegar allí. –Mi
madre ya notó el brazalete, y tuve que mentirle sobre todo
esto. Si llego con él aún en mi mano, sospechará
de todo.
-Tsubasa,
sé que ayer utilizaste tus poderes para convertirte en gato.
¿Qué tan difícil es que mimetices el brazalete?
Puedes hacer que se vuelva invisible, o que se fusione con la manilla
que aquella joven te dio. Tú mismo tienes que descubrir tus
poderes, o todo esto será un rotundo fracaso.
-Está
bien... "Por favor, brazalete, fusiónate con la manilla que
me dio Sanae, o tendré problemas..." –y de buenas a
primeras, el brazalete brilló y desapareció. Sólo
estaba la manilla que Sanae le había tejido.
-¿Ya
ves? No es tan complicado. No lo olvides: tienes que descubrir tus
poderes por ti mismo.
-Entiendo
–y Tsubasa intentó irse, pero Shiro le detuvo.
-Pero
Shiro, tengo que irme a la escuela...
-Si
estoy aquí es para decirte algo importante: muy pronto
encontrarás al primer arcángel: el Arcángel de
la Tierra. Debes estar atento a todas las señales... Porque si
no los encuentras, los arcángeles podrían morir.
-Ya
veo. ¿Ya me puedo ir? –dijo Tsubasa, volteando a ver a
Shiro, pero ya no estaba. Y el ruido de la calle volvió a
llenar los oídos de Tsubasa.
Corrió
hasta la secundaria Nankatsu. Llegó bastante temprano lo que
la verdad sorprendió hasta al mismísimo muchacho. Sin
embargo, le convino llegar temprano, porque no había recordado
que aquel día le tocaba ayudar a arreglar el salón
antes de clases. El otro chico que tenía que ayudar era un
viejo amigo de Tsubasa: Un muchacho bajito de grandes lentes, Okawa
Manabu.
-Buenos
días, Tsubasa –dijo el joven, quien estaba escribiendo la
fecha en el pizarrón.
-Hola,
Manabu. ¿Cómo estás?
-Igual
que siempre. ¿Todavía no le has dicho nada a Sanae? –no
era un secreto para Manabu el hecho de que Tsubasa y Sanae se querían
pero ninguno era capaz de decirlo.
-No,
aún no, y la verdad prefiero no hablar del tema –dijo
Tsubasa, comenzando a limpiar los escritorios. Después de que
terminaron de limpiar y arreglar, Sanae llegó. Saludó a
ambos muchachos y dejó su maletín en su escritorio
mientras Tsubasa y Manabu dejaban los utensilios de limpieza en su
lugar.
-Tsubasa,
¿cómo te fue ayer? –preguntó la joven cuando
éste llegó. –Mis padres ni siquiera me preguntaron
dónde estaba.
Manabu
silbó asombrado. Sospechaba que quizás ambos habían
ido en una cita, o algo por el estilo.
-Mis
padres no estaban cuando llegué. Ambos fueron a cenar a un
restaurante. No los culpo de que hayan querido un poco de intimidad;
al fin y al cabo, son contadas las veces en que papá está
en casa –dijo Tsubasa.
Tsubasa
señaló levemente con la cabeza hacia fuera, diciéndole
a Sanae que saliera un rato. Ella captó el mensaje y ambos
salieron.
-Sanae-chan,
mi madre vio el brazalete ayer, y le hice creer que es tuyo. Si ella
llega a preguntarte sobre él, dile que te lo devolví.
Por favor.
-Sabes
que odio mentir, Tsubasa, pero esta vez lo haré porque estamos
en un gran problema.
-No
vas a creer lo que me pasó anoche –pero Tsubasa se
interrumpió al ver que Ishizaki pasaba. Después de que
el joven entró al salón Tsubasa continuó con su
relato en susurros, sin omitir detalle alguno. Sanae al escuchar
cuando el joven se había convertido en gato casi se echó
a reír.
-¿Tú
un gato? Tendría que haberte visto –dijo la chica en voz
baja.
-No
sólo eso; hoy en el callejón estaba Shiro, y me
advirtió dos cosas. Uno, que debía descubrir mis
poderes por mí mismo.
-Pues
eso ya lo estás haciendo. Por cierto, ¿y el brazalete?
-Aquí
está –dijo Tsubasa, señalando la manilla. –Shiro me
dijo que si yo me había convertido en gato, no debía
ser tan complicado hacer que el brazalete del Tsukai se
mimetizara, e hice que se uniera con la manilla que me regalaste.
-Oh,
ya veo... Entonces vas avanzando mucho. ¿Y qué fue lo
segundo que te advirtió?
-Que
muy pronto encontraría al primer Arcángel. Y que si no
encontraba a los Arcángeles, ellos podrían morir.
-¿Y
dónde los vas a encontrar?
-De
eso no tengo idea, Sanae-chan. No tengo idea.
Más
tarde entraron a clase. Las clases siguieron como de costumbre, hasta
que llegó el descanso. Tsubasa caminaba por el patio de la
secundaria, preguntándose cuáles señales serían
las que le conducirían a aquella persona que escondiera los
poderes de la tierra. Sin embargo...
-¡Tsubasa!
–gritó alguien detrás de él colocando una mano
en su hombro, asustándolo de tal manera que el joven dio un
salto y una ola de energía voló alrededor suyo. De
inmediato escuchó a alguien cayendo al suelo. Tsubasa se
volteó sólo para ver que Ishizaki estaba en el piso,
aturdido.
-¡Ishizaki-kun!
¿Qué te pasó? –preguntó Tsubasa,
tratando de disimular, ayudando a Ryou a levantarse.
-Recuérdame
el no volver a tomarte por sorpresa –dijo él, aún
aturdido .
-Lo
siento... Pero, ¿qué te pasó?
-No
sé. Te había estado llamando por un buen rato pero
parecías sordo. Me acerqué corriendo, puse una mano en
tu hombro, saltaste del susto y no sé, es como si me hubiera
empujado una mano invisible.
"Oh,
no... Como me hallaba distraído no controlé mi poder y
ahora él lo sabe."
-Quizás
cuando me asustaste sin querer te empujé, o algo parecido.
-Para
nada. Fue como si una mano invisible o una ola de energía me
empujara. Mira: lo que sea que me haya empujado mandó a volar
la cartelera que estaba aquí –Ryou señaló una
cartelera de una presentación de un grupo de la escuela que
había sido fijada con cinta adhesiva, que ahora se hallaba en
el suelo.
Y
de buenas a primeras, un fuerte dolor atenazó a Tsubasa, tal
como la vez pasada. Aunque no había nada rodeándolo,
sus ojos estaban otra vez en blanco. Ryou al ver esto quedó
paralizado de miedo. Quería correr, pero sus pies no se
movían. De repente, el magatama que colgaba del cuello
de Tsubasa brilló con fuerza, y un rayo de luz verde se
dirigió a Ryou.
-¿Qué,
qué está pasando? ¿Qué es esta luz? ¿Qué
te pasa, Tsubasa? –y de repente, un brazalete, tal como el que
había nacido del Kami no Tsukai, junto con un magatama
verde y una pequeña hacha de mano salieron de Ryou. Sin
embargo, parecía que nadie en la secundaria se hubiese dado
cuenta de ello, porque a pesar de que ambos estaban en un pasillo que
por lo general era muy concurrido, nadie volteaba a ver... Excepto
Sanae, que pasó por ahí, se dio cuenta de lo sucedido y
corrió hacia los jóvenes.
-¡Tsubasa!
¡Ishizaki! ¿Se encuentran bien? –preguntó la
joven al llegar a donde estaban. Tsubasa aún estaba medio
inconsciente, pero Ryou estaba completamente lúcido.
-Me
encuentro bien, si con eso te refieres a que si no tengo idea de qué
rayos pasó. Tomé por sorpresa a Tsubasa, algo como una
ola de energía me empujó, y Tsubasa comenzó a
gritar con los ojos en blanco, como si lo electrocutaran. De repente,
algo que llevaba al cuello comenzó a brillar, un rayo de luz
verde me cubrió... Y al siguiente momento en que me doy cuenta
de lo que pasó, llegas, y me encuentro con estas tres cosas
tan raras.
"Eso
debe significar... Que Tsubasa encontró al Arcángel de
la Tierra, o algo así" –pensó Sanae, preocupada.
-Ishizaki,
concéntrate en hacer que estas tres cosas que tienes sean
invisibles.
-¿Qué
diablos estás diciendo?
-Haz
lo que te digo. Piensa en que estas tres cosas serán
invisibles a menos que las necesites –insistió Sanae.
-Bueno,
pero no creo que funcione –dijo Ryou, escéptico, mientras
Sanae se volvió hacia Tsubasa, que comenzaba a recuperar el
conocimiento.
"Que
estas tres cosas desaparezcan, que estas tres cosas desaparezcan..."
–y tal como Sanae le había dicho, el magatama, el
brazalete y el hacha desaparecieron.
-Je,
quién lo diría; soy un mago.
-Más
bien eres alguien con una misión –dijo Sanae.
-¿Qué
pasa...? La cabeza me da vueltas –dijo Tsubasa, recuperando el
conocimiento, pero no les dieron tiempo de responder, pues se
escucharon varios gritos en el patio.
-¿Qué
está pasando aquí? –preguntó Ryou, confundido,
mientras Sanae y Tsubasa corrían hacia donde se escuchaban más
fuertes los gritos.
-¡Ven
con nosotros sin chistar! –gritó Sanae, haciendo que Ryou
temblara de miedo y los siguiera. Al llegar allí, un extraño
ser estaba causando estragos en el lugar, mientras los estudiantes
huían despavoridos.
-¿Qué
rayos es eso? –dijo Sanae, entre aterrada y asqueada.
-No
tengo idea –dijo Tsubasa. "Shiro, ¿qué debemos
hacer? No tengo idea de qué podamos hacer."
"Busca
en tu corazón la respuesta. Dile al Arcángel de la
Tierra que haga lo mismo" –fue la respuesta del misterioso
personaje.
-Ishizaki,
concéntrate y deja que tu corazón hable por ti. Así
sabrás qué hacer -dijo Tsubasa, concentrándose y
cerrando los ojos.
-¿Qué,
qué...? Está bien –y el muchacho hizo lo mismo, hasta
que escuchó una voz diciéndole que debía
utilizar los poderes de la Tierra... Con su Hacha de Gaia. Al
escuchar aquello, una gran cantidad de cosas pasaron en la mente de
Ishizaki Ryou, haciendo que entendiera todo lo que pasaba, y el
Arcángel de la Tierra despertó.
Mientras
tanto, Tsubasa aún buscaba en el interior de su corazón,
hasta que una voz le dijo que la Daga del Tsukai era la
respuesta. El joven se concentró, y el tatuaje que estaba en
la espalda del muchacho brilló y desapareció, mientras
la daga aparecía en las manos del joven.
"Que
nadie salga lastimado, que nada malo les ocurra a los demás
estudiantes, que nadie lo recuerde..." pensó Tsubasa,
abriendo los ojos. Y de buenas a primeras, una barrera en forma de
domo cubrió la zona donde él, Ishizaki y el monstruo
estaban. Sanae también quedó fuera de la barrera, pero
observó a los demás estudiantes, que tenían una
expresión de estar en blanco, aunque ella no sintió
absolutamente nada.
"Tsubasa,
Ishizaki, espero que ustedes ganen..."
Mientras
tanto, dentro de la barrera, Tsubasa e Ishizaki estaban atacando al
monstruo, con una agilidad que nunca antes habían tenido. Al
parecer las armas de los muchachos cambiaban cuando entraban en
combate, pues la daga de Tsubasa se convirtió en una espada de
brillante filo, y el hacha de Ryou se había convertido en una
enorme hacha de guerra. El monstruo se defendía y atacaba a
los jóvenes con fuego negro, pero los dos lo evitaban a más
no poder.
-¿Qué
hacemos? No podemos seguir esquivando los ataques de este monstruo
–dijo Ishizaki.
-Lo
sé... Pero no se me ocurre nada –respondió Tsubasa,
deteniéndose un momento. Sin embargo, ese instante de
distracción le costó caro, pues una llamarada alcanzó
a golpearlo en el estómago.
-¡Tsubasa!
Si se me ocurriera algo... "Un terremoto contra esa criatura, algo,
no sé..." –y a Ishizaki se le prendió el bombillo.
El magatama que éste poseía comenzó a
brillar, y Ryou se concentró.
-¡Furia
de la Tierra! –Ryou había concentrado todo su poder, y sin
saber exactamente qué hacía, golpeó el suelo con
su puño. De inmediato una enorme fisura se dirigió
hacia el monstruo, y de ésta salió un ramalazo de
energía, atacando al monstruo. Aunque no fue destruido, éste
se encontraba bastante herido.
-¿Te
encuentras bien? –preguntó Ryou a Tsubasa.
-Ese
ataque fue genial, pero no sé qué hacer aún...
Oh, espera, se me acaba de ocurrir algo... –y Tsubasa se puso de
pie.
-No
puedo perder ahora... ¡Grito de los Dioses! –y Tsubasa
concentró sus fuerzas. Tal como Ryou, no sabía qué
hacía, pero juntó las manos, las separó
lentamente, se formó una esfera blanca de luz, o electricidad,
y la envió directo al monstruo, que aunque intentó
detenerlo con su fuego negro, no lo logró, y en medio de un
grito como el de un banshee, desapareció. Esa había
sido su primera batalla. De inmediato, a sabiendas de que nadie podía
recordar lo sucedido, Tsubasa hizo desparecer su daga y su brazalete
y se convirtió en gato.
-¿Qué
esperas? ¡Nadie puede saber lo que pasó! ¡Conviértete
en algún animal de las cercanías y vámonos de
aquí! –dijo Tsubasa, antes de que sólo pudiera
maullar. Ishizaki, sorprendido, hizo que su hacha y el brazalete
desaparecieran y se concentró en convertirse en pájaro.
De inmediato ambos muchachos, convertidos en animales salieron de la
escuela por sus medios, y la barrera desapareció. Sanae al ver
eso pensó que quizás los muchachos habían sido
vencidos, pero tuvo el presentimiento de que debía ir al
salón.
Mientras
tanto, Tsubasa e Ishizaki, aún transformados en animales,
trataban de llegar al salón de clases. Ryou entró por
la ventana, que por suerte estaba abierta, mientras que Tsubasa,
usando todo el sigilo que podía, corría a través
de los pasillos y entró al aula. Justo cuando entró,
entró también Sanae y por accidente le pisó la
cola a Tsubasa. Ryou al ver eso, voló y le tapó la boca
a Tsubasa con las alas.
-¿Son
ustedes, chicos? –preguntó Sanae a los animales. Ishizaki
estaba convertido en un gorrión que tenía una mancha
verdosa en las alas, mientras que Tsubasa aún era aquel gato
blanquinegro con la mancha dorada.
-Sí,
supongo que son ustedes. Perdón por pisarte, Tsubasa –el
gato, sobándose la cola, afirmó con la cabeza, y
comenzó su metamorfosis, al igual que Ryou.
-Definitivamente
creo que me enloquecí. Puedo controlar el poder de la Tierra,
puedo desaparecer cosas, convertirme en algún animal... Es
demasiado para mí –dijo Ryou, sentándose en su silla.
-Opino
lo mismo –dijo Tsubasa. –Ayer por la noche me convertí en
gato sin querer para encerrar a unos ladrones, y bueno, ya lo ven,
muchachos.
-Sin
embargo, hay algo que tengo que anotar a tu favor, Tsubasa. Cuando te
conviertes en gato eres muy tierno –dijo Sanae, sin pensar.
-¿Perdón?
-Eh,
lo siento... Quise decir que te veías bien.
Poco
después, los demás compañeros de curso de
Tsubasa, Sanae y Ryou entraron al aula, murmurando sobre un momento
en que se les había borrado la memoria.
-Como
si alguien tuviera una varita mágica y hubiera utilizado un
hechizo para borrar mentes –dijo una chica.
-Creo
que lees demasiado a Harry Potter, Kimiko –respondió Sanae.
-¿Ah,
sí? ¿No sentiste como si te hubieran quitado todos tus
pensamientos de un plumazo?
-Ahora
que lo pienso... sí –mintió la joven, pues no podía
dejar que los demás supieran de lo sucedido. Entró el
maestro y todos siguieron con las clases. Al finalizar, los muchachos
fueron al entrenamiento de fútbol, mientras Sanae conversaba
con las demás asistentes del equipo, Sugimoto Kumi y Nishimoto
Yukari.
-Oigan
chicas, ¿no notan a Tsubasa y Ryou un poco diferentes? –dijo
Kumi inocentemente.
-No,
¿por qué? –dijo Yukari.
-No
sé... Es como si irradiaran una fuerza extraña...
-Deben
ser suposiciones tuyas, Kumi –dijo Sanae, molesta. –Ah, cierto,
como tu abuela tiene poderes... No falta que ahora los tengas.
-Como
que alguien más ha cambiado –dijo Yukari, un poco
preocupada. –Sanae, ¿te encuentras bien?
-Eh...yo...
Creo que iré por un poco de agua –respondió la joven,
yéndose.
-Definitivamente
algo esconde Sanae, y no es sus sentimientos por Tsubasa.
-Sí...
Pero lo que sea que pasa, parece estar conectado con Tsubasa y Ryou.
Más
tarde, Tsubasa, Sanae y Ryou decidieron volver al templo escondido,
aunque no le dijeron a nadie. Yukari y Kumi querían ir con
ellos.
-Me
temo que esta vez no –dijo Sanae.
-¿Pero
por qué? –insistió Kumi.
-Vamos
a ir al centro de la ciudad a conseguir unos libros –dijo Tsubasa.
–En el centro se consiguen más baratos que en otros lados.
-Pero
también queremos ir con ustedes.
-Miren
chicas, están perdiendo el tiempo. Pasa que tenemos que
conseguir un libro sobre mitología y sé que a ustedes
no les gustan esas cosas –dijo Ryou, sulfurado. –Así que
por favor no insistan.
Las
dos chicas tuvieron que asentir.
-Bueno,
nos veremos después –y los que estaban metidos en el asunto
de los Arcángeles se fueron. Caminaron en silencio. Al pasar
por el callejón no había absolutamente nadie, y
siguieron caminando hasta llegar al templo escondido.
-Aquí
fue donde comenzó todo este problema, Ishizaki-kun –dijo
Tsubasa. Y le explicó lo sucedido el día anterior.
Sanae afirmaba varias cosas, incluyendo que no recordaba casi nada
cuando Shiro la raptó.
-¿Y
quién es el tal Shiro?
-No
puedes ni decir el tal o la tal, porque Shiro es un ser que ni es
hombre ni es mujer –dijo Sanae, riéndose de su propia
explicación.
-Y
hablando del Rey de Roma... –dijo Tsubasa, al ver cómo Shiro
apareció de la nada.
-Gracias
por la explicación, jovencita –dijo aquel misterioso ser.
-Para
tu información me llamo Sanae.
-Está
bien, Sanae. Ya encontraste al Arcángel de la Tierra,
Tsubasa... Y a tiempo, porque aquel monstruo, enviado por aquel que
quiere destruirnos había llegado allá con la intención
de destruir al Arcángel de la Tierra.
-¿Ese
monstruo quería matar...me? –dijo Ryou, sus ojos como
platos.
-Pero,
¿cómo es que quien quiera que quiera destruir a los
Arcángeles sabe dónde están y nosotros no?
–preguntó Tsubasa.
-Eso
es algo que no sé.
-Sin
embargo, no noté señal alguna cuando descubrí
que Ishizaki-kun era el Arcángel que buscaba.
-¿Acaso
no se dio cuenta él de que cuando te asustó una ola de
energía lo mandó volar? Si no hubiese sido un Arcángel,
la ola no le habría afectado, y no se habría dado
cuenta de aquellos detalles.
-Vaya...
A mí se me escapan los balones, pero esta vez no se me
escaparon los detalles... Qué locura –dijo Ryou más
para sí. –Definitivamente todo esto es muuuuuy raro.
-Nadie
dijo que esto sería algo que se ve todos los días...
Porque además de estar ustedes, están los Arcángeles
Negros –dijo Shiro.
