Capítulo III: Los Arcángeles Negros

-Qué dices? ¿Arcángeles Negros? –dijeron los tres a la vez.
-Así es. El monstruo que los atacó hoy lo envió el Arcángel de la Oscuridad. Como ustedes, son cinco Arcángeles, pero con poderes oscuros, y son más poderosos de lo que se imaginan.
-Aunque en este caso somos seis, si me incluyo –dijo Tsubasa. -¿O acaso tendrán a alguien que los tiene que encontrar?
-No... En este caso son ellos los que buscan al Mensajero de las Sombras... Y cuando eso pase, se decidirá el futuro de la tierra.
-¿Y sabes quiénes son los Arcángeles Negros? –preguntó Sanae.
-Sí. El Arcángel de la Oscuridad, el Arcángel del Odio, el Arcángel del Hielo, el Arcángel del Trueno y por último, el más poderoso de todos: el Arcángel del Caos.
-Incluso sus nombres dicen que son terribles –dijo Ryou, frotándose los brazos.
-A mí me daría más miedo encontrar al Mensajero de las Sombras –dijo Tsubasa. –Pensar en que tendremos que enfrentarnos a esos seres me hace pensar en que quizás cometí un error.
-Ya lo pasado no se puede cambiar –dijo Shiro. –Sólo puedes hacer lo que debes hacer.
-Entiendo...Pero una cosa, Shiro. Sé que Ishizaki-kun es el Arcángel de la Tierra, pero, ¿qué otros Arcángeles son los que tenemos que encontrar?
-Creo que lo tengo –dijo Sanae. –También estarían el Arcángel del Agua, del Fuego y del Viento... Pero no sé cuál sería el otro.
-No se vayan a reír, pero el último Arcángel es el más poderoso... el Arcángel del Amor –dijo Shiro. Tsubasa e Ishizaki se miraron y aguantaron la risa lo más que pudieron, pero Sanae ni se inmutó.

-¿De qué se ríen, tontos? ¿Acaso no han oído que 'el amor puede con todo'? –dijo la joven, enojada.
-Es que no imagino al pobre que le toque serlo... –dijo Ishizaki, riéndose a carcajadas. Tsubasa también se reía, pero no tan escandalosamente como su amigo.
-Pueda que sea una mujer –dijo Sanae. –Ni siquiera Shiro lo sabe, así que no se burlen... Porque si ese Arcángel apareciera y se enterara de que se burlaron de él, o de ella, nunca olvidarán que es el más poderoso.
-Sanae tiene razón. Es de débiles burlarse –dijo Shiro, cruzando sus brazos debajo de su capa.
-Sí, supongo que tienes razón, Sanae-chan –dijo Tsubasa, dejando de reír, ya que era la tercera vez que Shiro le daba un regaño en el día. –Y Shiro, por favor deja de regañarme. Ya ven tres veces que me regañas y créeme, no es agradable.
-No te estoy regañando. Te estoy aleccionando.
-En fin. ¿No creen que es muy tarde? –dijo Ryou, preocupado.
-Aquí no pasa el tiempo –dijo Sanae. –La vez pasada que vinimos pensé lo mismo pero resultó que aquí no pasa el tiempo.
-Vaya... Como si los poderes de este templo detuvieran el tiempo a nuestro alrededor.
-La verdad es que cuando entran aquí, entrar a una dimensión en la que el tiempo no rige. Es como hacer de cuenta que el tiempo se congela o como si no entraran.
-¿No serás tú quien causa esto? –dijo Ishizaki a Shiro, enarcando una de sus cejas.
-No, mis poderes no llegan a eso. Este templo siempre ha sido un portal a otras dimensiones.

Más tarde, Tsubasa, Sanae y Ryou se fueron, cada uno a su casa. Cuando Tsubasa llegó, Natsuko estaba sirviéndole un café a Koudai.
-Hola hijo –dijeron los padres del joven.
-Hola mamá, hola papá –respondió el joven.
-¿Qué tal estuvo tu día? –preguntó Koudai.
-Estuvo bien. Hoy sí tuvimos entrenamiento de fútbol, y fuimos al centro a conseguir unos libros que Ishizaki necesitaba.
-¿Con quiénes fuiste? –preguntó Natsuko.
-Fui con Sanae y con Ishizaki-kun.
-¿Y devolviste el brazalete?
-Mamá, ¿acaso crees que soy un ladrón? Por supuesto que le devolví el brazalete a Sanae, en cuanto ella llegó a la escuela –dijo Tsubasa, ofendido, pero abrió un ojo y se dio la vuelta riéndose.
-Yo sé que no, hijo, pero a veces te olvidas de las cosas.
-Mi mente tampoco es que sea una coladera, mamá... –y Tsubasa subió las escaleras a cambiarse de ropa y hacer sus deberes. Sin embargo, cuando estaba por terminar sus deberes, otra vez le atenazó el dolor que había sentido, pero con menor intensidad. Tsubasa trataba de no quejarse ni gritar.
-Sé que antes me desmayaba, y era por mi culpa, pero esto ya es el colmo...

Al fin se disipó el dolor, y más agotado que si hubiera estado en dos entrenamientos seguidos, Tsubasa cayó sobre su cama.
-Esto no puede seguir así... Pero, ¿qué significan estos dolores...? ¿Por qué me dan en el momento menos esperado...?
"O aún no controlas del todo tus poderes, o bien puede ser que quizás estén atacando a uno de los Arcángeles. Pero eso solo tú puedes saberlo" –la voz de Shiro resonó en la mente de Tsubasa.
Eso no le daba una respuesta clara... ¿Pero cuándo había dado Shiro una respuesta clara ? Tsubasa se concentró lo más posible, y varias imágenes llenaron su mente. Un ser de alas negras tenía acorralado en un callejón que no le era familiar a Tsubasa... ¡a su gran rival, Hyuga Kojiro!
"¿Qué rayos significa esto?" –en su mente veía cómo Hyuga buscaba desesperadamente un recoveco por el cual huir, hasta que decidió barrerse entre las piernas del ser y salió corriendo. El joven que estaba teniendo aquella visión suspiró de alivio al ver que el capitán del Toho había salido ileso de aquello.
"¿Podría ser que Hyuga es otro de los Arcángeles? Pero no tengo ni cómo hacer para llegar allá, ni cómo comprobarlo."
-Esto tendré que hablarlo con Sanae y Ryou mañana.
Y una duda entró a la mente del joven mediocampista: ¿Y si los otros Arcángeles estaban fuera de Japón?

-Tsubasa, ¡la cena está lista! –dijo Natsuko desde la base de las escaleras.
-¡Voy! –y rogándole al cielo tener las fuerzas para bajar las escaleras Tsubasa se levantó. Al parecer ese agotamiento que había sufrido desapareció, pues caminó con toda la normalidad del mundo. Bajó las escaleras y se sentó a cenar.
-Hijo, ¿podrías hacerme un favor después de la cena? –preguntó Natsuko.
-Sí, claro, mamá.
-Necesito que vayas a la tienda a comprar algo de pescado y unas verduras para mañana. Ya tengo la lista hecha.
-Bueno –y Tsubasa siguió comiendo. Poco después, mientras Natsuko y Koudai se encargaban de los platos, Tsubasa salió a la tienda a comprar los víveres que su madre le había pedido. Sin embargo, la tienda no era precisamente cercana a la casa. Mientras iba caminando con dirección a la tienda, sintió una mano rozando su hombro, y del sobresalto liberó otra ola de energía. Sin embargo, no escuchó a nadie caerse, si no como si un chispazo de voltaje hubiese saltado.
-¿Quién anda ahí? –exclamó el joven, volteando a ver. Pero no había nadie. Pensando en que quizás podría haber sido un bicho, el muchacho siguió caminando, pero de inmediato una llamarada negra lo detuvo.
-¿Qué rayos? ¿Quién anda ahí? ¡Anda, muéstrate! –exclamó el muchacho, molesto. Y al ver como otra llamarada lo atacaba, miró hacia arriba, y un ser de alas negras, muy parecido al de la visión que había tenido, pero con una cabellera muy larga estaba flotando en el aire, aún apuntando al lugar donde Tsubasa había estado hace un momento.
-Soy el Arcángel de la Oscuridad.

Aquel ser tenía una cara claramente femenina, pero no poseía curvas, quizás debido a la ropa que llevaba. Llevaba el largo cabello atado casi al final de la melena, y unos mechones cruzaban su cara.
-Con que tú eres el famoso Kami no Tsukai. Francamente das lástima. Creo que con sólo un soplido podría borrarte de la faz de la Tierra. Aunque pensándolo bien, eres bien parecido. Creo que me divertiré antes de darte el golpe de gracia –incluso la voz del Arcángel era femenina, pero llevaba veneno en ella.
-De eso nada –dijo Tsubasa, decidido a no dejarse vencer.
"Que nadie salga lastimado, que nada malo le ocurra a los demás transeúntes, que nadie lo recuerde..." –y en cuanto se formó la barrera, Tsubasa tomó su daga y la convirtió en su espada.
-Je, si a duras penas lograron destruir a mi monstruo, ¿cómo crees que vas a derrotar a un Arcángel Negro? –dijo ésta, volando hacia Tsubasa y atacándolo con una enorme hoz, aunque el muchacho detuvo el golpe con su espada. En silencio, el joven saltó hacia atrás, y en silencio pedía ayuda. El Arcángel de la Oscuridad volvió a atacar, pero esta vez Tsubasa no corrió con suerte. El golpe lo mandó directo al suelo.
-Eres muy callado. ¿Que acaso te comieron la lengua los ratones?
-Yo no pierdo mi tiempo hablando... –y Tsubasa dio quizás uno de los mayores saltos de su vida. Impulsándose con un muro que había quedado dentro de la barrera, saltó, quedó exactamente encima del Arcángel y la atacó con su espada. No la dejó gravemente herida, pero al menos fue un golpe directo.

Tsubasa cayó de pie (y después dicen que por qué se convierte en gato), mientras el Arcángel huía, sin duda furiosa por la derrota infligida. El muchacho guardó su daga, su magatama e hizo que su brazalete volviera a unirse a la manilla. Al desaparecer la barrera, él sencillamente se dispuso a caminar. Llegó a la tienda, compró los víveres y a sabiendas de que su madre debía de estar preocupada por la demora, corrió a casa.
-Tsubasa, ¿por qué te demoraste tanto? Me tenías muy preocupada –dijo Natsuko, enojada cuando el muchacho llegó.
-Se me presentó un inconveniente, mamá –respondió él, sin mirar a la cara de Natsuko. Pero con lo que no había contado era que tenía una pequeña raspadura en la cara por culpa del combate.
-Tsubasa, ¿te caíste, o algo así?
-¿Por qué?
-Tienes un raspón en la cara. ¿No te duele?
-No, la verdad no. Cuando me caí, creo que ni me di cuenta.
-¿Y cuál fue el inconveniente, pues?
-Iba hacia la tienda y un perro comenzó a perseguirme. Caí y de no ser porque el dueño llegó y lo agarró, el can podría haberme mordido –mintió el muchacho. Odiaba tener que esconder la verdad, pero no tenía más opción.

Tsubasa le entregó a su madre los víveres y el dinero sobrante, y subió las escaleras. Cansado como estaba, se cambió de ropa, y a sabiendas de que el raspón en la cara no podía ser el único, se revisó el cuerpo en busca de más heridas. Tenía una ligera quemadura en el estómago y un par de raspones en los codos.
-Tengo suerte de sólo tener heridas leves. Pero apuesto lo que sea a que si no encuentro rápido a los demás y no descubro todo mi poder, las heridas serán mucho peores –se dijo el muchacho. Apagó la luz, buscó a tientas su cama y se metió entre las cobijas. Sin embargo, durmió mal, puesto que las visiones que había tenido de Hyuga no querían salírsele de la cabeza. Sin embargo, en sus sueños, Hyuga no encontraba por dónde salir.
-No, no... Ahí está... ¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO! –y Tsubasa se despertó, empapado en sudor. Al escuchar el grito de su hijo, Natsuko y Koudai se despertaron y corrieron a la habitación de su hijo.
-Tsubasa, ¿qué pasó? –preguntó Koudai, con el pulso acelerado.
-¿Estás bien? –preguntó Natsuko.
-Tuve una pesadilla –respondió el muchacho, secándose el sudor de su frente, que era bastante.
-¿Qué soñaste?
Tsubasa no estaba muy seguro de responder aquella pregunta que Koudai había formulado, pero sentía que ya había mentido demasiado.
-Soñé con Hyuga.
-¿Con Hyuga Kojiro? ¿Él te hacía algo, o algo le pasó a él en el sueño?
-Quisiera no recordarlo... Soñé que un ángel de alas negras lo perseguía, lo tenía acorralado y... –Tsubasa sacudió la cabeza, tratando de aclarar sus ideas.
-¿Y qué pasó?
-Y que lo mataban. Sólo vi la sangre volar, pero ahí fue cuando desperté... No quiero recordar esa pesadilla.

-No te culpo. Será mejor que te des un buen baño, hijo. Estás empapado en sudor –dijo Natsuko.
-Sí, mamá.
Tsubasa de inmediato tomó su yukata y entró al baño. Poco después se escuchó el ruido de la ducha, y una relativa calma volvió a apoderarse del hogar de los Ozora. Rato después de que Natsuko y Koudai volvieran a estar profundamente dormidos, Tsubasa salió del baño envuelto en su yukata. Al parecer el baño le había servido de mucho, porque ya no se sentía tenso, ni agobiado por lo sucedido, aparte de que el agua fresca era un bálsamo sobre la quemadura de su estómago. Se secó enérgicamente la cabellera, y estaba por quitarse por completo la yukata después de haberse puesto ropa interior decente por debajo, pero de inmediato sintió comezón en la espalda, justo donde él no alcanzaba a rascarse. La comezón aumentaba cada vez más, hasta que sintió que algo salía de sus omoplatos. Tsubasa no se atrevía a ver qué había pasado, pero la comezón había cesado. Abrió los ojos y se quedó atónito al ver qué había pasado: ¡Le habían nacido alas!
-Esto es ridículo... Mi nombre podrá significar alas, pero esto ya se pasa de la raya.
"Que estas alas desaparezcan, por favor..." –pensó el muchacho, apretando los párpados. Poco a poco sintió cómo las alas se encogían y volvían a entrar a su cuerpo. Después de ello, se colocó otro pijama y se acostó a dormir, aunque esta vez, no tuvo pesadilla alguna.

Amaneció, y con él no sólo Tsubasa, si no Sanae y Ryou. En la casa de éste último ya se escuchaba el trajín de su madre con los baños públicos que ella regentaba. Sin embargo, Ryou se preguntaba por qué se había despertado tan temprano. Recordó las cosas extrañas que le habían pasado por la noche.
-No puedo creer que anoche me salieran un par de alas de la espalda... Me voy a volver completamente loco antes de terminar la secundaria. Si no fuera porque me concentré e hice que desaparecieran... –y la madre de Ryou entró a la habitación de su hijo.
-Hijo, me parece muy extraño que estés despierto a esta hora. ¿Qué diablos estabas diciendo sobre unas alas? –Ryou tragó saliva.
-Je, je... Es que soñé que me salían unas alas. Eso es todo, mamá.
-Bien. Ahora que veo que te levantaste temprano, ayúdame a limpiar los baños.
-¡¿Qué! –Ryou gritó, atónito. –Pero mamá... Tengo que alistarme para ir a estudiar...
-Tienes tiempo suficiente. ¡Ahora baja y ayuda a limpiar los baños! –y Ryou, sin chistar, bajó e hizo lo que su madre le exigió. Mientras tanto, Sanae se despertó tranquilamente, pero preocupada por los muchachos.
"¿Les habrá pasado algo anoche? Espero que no, pero tengo el presentimiento de que sí..." –pensó la chica, quien comenzó a cambiarse de ropa. Poco después de estar lista, vio que aún faltaba mucho tiempo para irse, por lo que no sabía qué hacer. Y su vista se posó en sus agujas de tejer.
"Aunque hace un buen rato no tejo, al menos podría hacer unas manillas nuevas, dependiendo de qué Arcángel encontremos... Una por Tsubasa, y otra por Ishizaki, aunque a éste le guste molestarme..." –y Sanae tomó tres ovillos de lana, sus agujas y comenzó a tejer, contar puntadas, hacer, deshacer... Hasta que su madre se asomó para ver si ella estaba dormida.

Rato después, los tres muchachos se dirigieron a la secundaria Nankatsu. Tsubasa y Ryou pasaron frente al callejón, pero no había nadie ahí esta vez. Siguieron caminando hasta la escuela. Sanae se encontró con Kumi y Yukari, y como Sanae llevaba sus ovillos y sus agujas de tejer, las chicas comenzaron a bromear sobre si Sanae iba a hacer manillas nuevas para Tsubasa.
-Pues la verdad no sé... Estaba pensando en quizás hacerlas para venderlas, o quién sabe... ¡Ah! Ahora que lo pienso se acerca el cumpleaños de Ishizaki-kun. Podría regalarle una, si no es molestia, Yukari.
-No, no es molestia, Sanae-chan –dijo la chica, divertida. -¿Y al fin encontraron el libro que necesitaban?
-No. Ya habían vendido hasta el último ejemplar.
-Qué mala suerte entonces... ¿Qué querían averiguar?
-Sobre la leyenda de unos arcángeles... Pero la verdad es que yo no tengo idea de aquello; el que más sabe de esa historia es Ishizaki-kun.
-Qué raro que él busque libros –dijo Kumi, sarcástica. –Como suele odiar leer...
-Oye, no digas esas cosas –respondió Yukari, visiblemente molesta. –Ryou no es un bueno para nada.
-Uy, yo sólo decía...
-Mejor no digas nada entonces –dijo Sanae terminando la discusión. –No quiero pelear con nadie, ni que ustedes peleen, chicas.

Llegaron a la Secundaria Nankatsu, pero como Kumi y Yukari estaban con las 'antenas' en el aire, decidieron no hablar si no hasta el descanso.
-Sanae-chan, ¿vas a hacer más manillas? –preguntó Tsubasa, curioso y visiblemente somnoliento.
-Sí... Digamos que quiero ganarme un dinerillo extra, y como se me da bien hacer manillas tejidas, así podré costearme los materiales y ganar algo más.
-Es una buena idea. Lástima que por cada vez que yo ayudo en los baños públicos de mi madre no gano un solo yen –dijo Ryou, cuyas manos olían a jabón aún.
-No me digas que te levantaste temprano y tu mamá te pilló –dijo Kumi, recibiendo un codazo de Yukari mientras Ishizaki se lamentaba de su negra suerte.
-No, más bien tendrías que levantarte con el tiempo justo para cambiarte, desayunar, no olvidar tus cosas y salir de tu casa como alma que lleva el diablo –dijo Sanae.
Sin embargo, Tsubasa había estado muy callado, con la cabeza recostada en los brazos. Las chicas pensaron que él no tenía nada que decir, hasta que Sanae se dio cuenta de que el muchacho se había quedado dormido.
-¿Tsubasa? despierta... ya va a llegar el maestro.
-Se quedó profundo. ¿O no será que se murió? –dijo Ishizaki.
-¡No digas esas cosas!
Sin embargo Sanae acercó su cara a la de Tsubasa. La mayoría de los que estaban ahí pensaron que quizás Sanae despertaría a Tsubasa con un beso , pero en vez de eso...
-¡TSUBASA, DESPIERTA DE UNA BUENA VEZ! –y el muchacho se despertó sobresaltado. Otra vez la consabida ola de energía pasó volando a través del salón, y algunas cosas que estaban colgadas cayeron al suelo, al igual que Ryou, que en ese momento estaba con la silla inclinada hacia atrás (cosa buena para disimular))

"Oh, oh... Que los demás piensen que ha sido una ráfaga de viento, que sea una ráfaga de viento la culpable de que se hayan caído esas cosas..." –pensó el muchacho, nervioso, apretando los puños, mientras seguía en el suelo.
-Sanae... No me asustes así... –dijo Tsubasa, al despertarse por completo.
-O era eso, o que te despertara y te castigara el maestro, tonto.
-Qué ventisca... Miren, hasta se cayeron unos carteles –dijo un muchacho del salón, recogiendo lo que se había caído.
-Las ventanas están abiertas... Con razón –dijo otra chica. –Ha sido una ráfaga muy fuerte de viento... ¿Pero tanto como para que Ishizaki se cayera?
-No... Me caí porque estaba con la silla inclinada hacia atrás –respondió el muchacho, frotándose donde se había golpeado con el escritorio que estaba detrás de él.
-Pues será mejor recoger lo que se haya caído –dijo Sanae, práctica, comenzando a recoger lo que se había caído por culpa de 'la ráfaga.'
-Tsubasa, ¿no dormiste bien anoche? –preguntó Ryou, después de pararse y arreglar su silla.
-No, Ishizaki-kun. Tuve una pesadilla de esas que se viene a la cabeza con sólo recordarlas, aparte de que me pasó algo bien extraño –respondió Tsubasa, aguantando un bostezo. –Pero eso será mejor contártelo después.
-¿Por qué?
-Por la sencilla razón de que es algo que tiene que ver con lo que sabemos, Ishizaki –y Tsubasa estiró los brazos para sacar la pereza de sí.

La clase pasó sin contratiempos, y a la hora del descanso, Tsubasa le pidió a Sanae que distrajera a las chicas.
-Después te contaré lo que pasó, pero ya sabes que no podemos dejar que se enteren de lo que pasa.
-Vale –y después de ello Tsubasa se apresuró para reunirse con Ryou.
-Ahora sí tendrás que contármelo todo. ¿Qué pesadilla tuviste?
-Soñé con Hyuga.
-Tamaña pesadilla. Yo me habría vuelto loco con eso.
-No es eso... Soñé que un Arcángel Negro lo atacaba, y que aunque había un modo de escapar él no lo encontraba y... –Tsubasa tragó saliva -...y el Arcángel Negro lo mataba. No vi el cadáver, pero sí la sangre volar, y ahí desperté.
-Ahora entiendo el porqué de que lo consideres una pesadilla. Sin embargo, ¿cómo supiste que lo que atacó a Hyuga en tu sueño era un Arcángel Negro?
-Porque anoche... me atacó uno. O más bien una, porque tenía rasgos y voz femenina, aunque la ropa que tenía puesta no dejaba ver curvas.
-Otro que se fija en detalles... ¿Qué? ¿Te atacó uno?
-Sí... El Arcángel de la Oscuridad. Por suerte volví a formar la barrera para evitar que algo pasara, pero créeme, fue muy fuerte. A duras penas pude detener su ataque.
-Esto significa que va a ser algo muy duro, y más si no sólo van a destruir el mundo, si no a ti, a mí y a los que faltan –dijo Ryou, más serio que nunca.