Capítulo V: La Solitaria Imawano Jinko
Ya
al otro día Tsubasa iba a la escuela. No sabía cómo
pero ahora no le costaba trabajo madrugar. Le pasaba exactamente lo
mismo a Ishizaki y a Hyuga (éste último en Tokyo), por
lo que se podría considerar una ventaja. Iba caminando
tranquilamente, ya bastante cerca de la escuela, cuando por
despistado se chocó con una joven que llevaba un uniforme
diferente al del Nankatsu. Tenía el cabello castaño muy
largo, atado casi en las puntas, y un par de mechones le cruzaban la
cara. Llevaba unos lentes ovalados sin montura y tenía un aire
de soledad tan fuerte que podría cortarse con un cuchillo.
-Eh,
lo siento… No miraba por dónde iba –dijo Tsubasa, haciendo
reverencias.
-No
te preocupes… Es normal que la gente me ignore –dijo la chica con
una voz vagamente familiar. –Al fin y al cabo, a los nerds
los ignoran todo el tiempo.
-En
todo caso, discúlpame. Mi nombre es Ozora Tsubasa.
-Soy
Imawano Jinko.
-Bueno,
con permiso, Imawano-san –y Tsubasa se fue a la escuela
directamente, aunque de algún modo aquella chica de mirada
triste le era familiar. Llegó a la Secundaria Nankatsu, y ahí
estaba Ishizaki.
-Hola.
¿No llegaron tus padres aún?
-No,
todavía no. Llegarán por la tarde, supongo –dijo
Tsubasa, sentándose en su lugar. Por supuesto, un rato después
entraron Kumi y Yukari al salón.
-Hola
chicos, ¿nada nuevo? –preguntó Yukari.
-Pues
anoche tuve que quedarme solo en casa porque mis padres fueron donde
mis abuelos –dijo Tsubasa.
-¿En
serio? Qué aburrido –dijo Kumi.
-Por
mi lado nada nuevo –dijo Ryou, cuyas manos estaban rojas de tanto
limpiar. –Ya mi madre no me deja dormir.
-Te
compadezco –dijo Yukari, ladeando su cabeza. Poco después
llegó Sanae, con su maletín y un bolso donde llevaba
sus ovillos de lana y sus agujas de tejer.
-Hola
a todos… Creí que iba a llegar tarde.
-No,
llegaste a tiempo, Sanae. ¿Sigues tejiendo? –dijo Kumi.
-Claro.
Si no, ¿cómo voy a ganar el dinero que necesito?
-Eres
una chica con sus metas muy claras.
Poco
después el maestro entró, y no pudo evitar notar las
agujas de tejer que sobresalían del bolso de Sanae.
-Señorita
Nakasawa, ¿podría aclararme qué es eso? –dijo
éste, señalando las agujas.
-Unas
agujas de tejer, maestro. Las traje porque estoy tejiendo una bufanda
para mi abuela.
-No
olvide que pueden ser consideradas armas cortopunzantes. Así
que por favor guárdelas.
-Están
guardadas, maestro. Si las tuviera fuera del bolso le haría
caso, pero…
"Por
favor, que el maestro entienda que Sanae no está haciendo nada
malo, por favor…" –Tsubasa no quería ver a Sanae
castigada, y al parecer su ardid funcionó.
-Está
bien, señorita Nakasawa. Pero que no vuelva a suceder.
Sanae
volteó a ver a Tsubasa, que estaba mirando hacia otro lado.
Sin embargo, sabía que había sido él el que le
había salvado de ser castigada.
Más
tarde, mientras se dirigían a la clase de Artes…
-Tsubasa,
¿fuiste tú quien…?
-No
sé de qué hablas… -respondió éste
mientras caminaban con el resto del curso hacia el salón.
-Me
refiero a lo de las agujas.
-No,
la verdad no –aunque mientras la chica se adelantaba, le pasó
un papel donde aclaraba lo que había hecho.
-Tsubasa,
eres un mentiroso de cuidado –dijo Ryou de pasada.
-No,
Manabu es el rey de las mentiras –y se escuchó un estornudo
en el pasillo. Llegaron al salón de artes, y les tocaba pintar
un bodegón.
-Y
aclaro a los integrantes del equipo de fútbol que no pueden
pintar un balón –dijo la maestra a modo de chascarrillo.
Varios se rieron, incluyendo a algunos del equipo de fútbol,
entre ellos Tsubasa. De inmediato todos comenzaron a pintar, aunque
nuestros amigos no eran precisamente Henri Matisse (o para dejarlo
más cerca, no eran precisamente Misaki Taro
)
-Ay,
definitivamente odio esta clase –dijo Ryou, rezongando. No lograba
el color que quería y ya estaba por acabársele el
amarillo.
-No
es tan malo –dijo Tsubasa, que a decir verdad apestaba para el
dibujo. –Aunque quisiera tener un poco más de habilidad para
el dibujo.
Eso
a Ishizaki le dio una idea, pero una mirada furtiva hacia Tsubasa,
que negó con la cabeza lo que el chico con cara de mono
pensaba lo disuadió. Mientras tanto Sanae estaba muy
pensativa. Había leído lo que Tsubasa le había
pasado, y enamorada como estaba, no podía dejar de agradecerle
lo que había hecho por ella… Haciendo que ella se sintiera
mal por no poder hacer nada por él.
Llegó
el descanso, y ya que no había nada que contar, Tsubasa e
Ishizaki se fueron a jugar un partidillo de fútbol con varios
de sus demás compañeros, mientras Sanae se sentó
a tejer, tratando de no pensar en su 'deuda.' Sin embargo, cerca
de ella pasaron unas chicas que siempre que veían a Sanae
hacían lo posible por mortificarla.
-Vaya,
vaya… Nakasawa tejiendo como una abuelita. ¿Acaso tejes un
saco porque hace frío, ancianita? –dijo una de las chicas,
que no sólo llevaba la falda más alta que el común
de las jóvenes, si no que se creía la mejor en todo.
-¿O
acaso estás tejiendo porque esperas un bebé? No me
extrañaría, porque andas siempre detrás de
Tsubasa –dijo otra.
-¿Les
parece que estoy tejiendo un saco, o algo para bebés? –dijo
Sanae, mostrando la manilla que estaba haciendo. –Mejor vayan a
perder su tiempo en otro lado.
-Vaya,
manillas. Sabes que trabajar mientras estás en la escuela está
prohibido, Nakasawa… Te vas a meter en problemas.
-Son
para mis amigos y amigas, idiota. Conozco las reglas y las cumplo, no
como tú que sólo las rompes.
Sin
embargo, una de las chicas que estaban molestando a Sanae le quitó
las agujas a la joven, y por pura maldad le deshizo lo que llevaba
hasta el momento.
-¡¿Qué
hiciste…! Me demoré casi todo el descanso…
-Ay,
¿dañé el trabajo de Nakasawa? Pero qué
torpe soy…
-Ya
dejen a Sanae en paz –se escuchó a alguien decir detrás
de las abusonas. –No contentas con fastidiarla tienen que dañarle
su tejido, ¿no?
-¡Tsubasa!
-Al
menos Sanae aplica su tiempo libre en algo útil, no como
ustedes que sólo saben decir burradas y creerse supermodelos
cuando son unas chicas tan feas que cortan la leche con sólo
verla –dijo Ishizaki, acercándose. –Mejor váyanse
de aquí, si no quieren tener problemas con nosotros.
Las
chicas se fueron rezongando, mientras Tsubasa recogía lo que
las fastidiosas habían deshecho e Ishizaki se iba a continuar
con el juego.
-Gracias,
Tsubasa… La verdad no debiste hacerlo.
-No
iba a dejar que esas niñas latosas te siguieran fastidiando
después de que destruyeron lo que estabas haciendo,
Sanae-chan.
-Tú
siempre estás haciendo muchas cosas por mí y yo sin
poder devolverte el favor…
-De
hecho soy yo el que te debe mucho, Sanae-chan. Nos estás
ayudando con lo que ya sabemos, con mucha información, nos
apoyas, encuentras soluciones, nos asistes en los partidos… -dijo
Tsubasa, comenzando a enrojecerse de los nervios. –Definitivamente
nunca podré pagar lo que has hecho por nosotros.
Dicho
esto Sanae se sonrojó con fuerza.
-Ya
que bueno, ambos nos sentimos endeudados… Mejor digamos que estamos
a mano –dijo ella sin mirar a la cara del muchacho. Sonó el
timbre y los muchachos entraron al salón. Mientras iban por el
pasillo hacia el aula, Tsubasa recordó la persona con la que
había chocado aquella mañana.
-…y
dijo que era normal que no la hubiese visto. Sin embargo, me pareció
bastante familiar.
-Entiendo.
¿Cómo dices que se llamaba aquella chica?
-Imawano
Jinko.
-Qué
nombre tan espeluznante. La chica de la espada del luto… Con sólo
pensarlo me recuerda la oscuridad y el miedo.
-Ya
creo saber por qué me parece vagamente conocida esa chica,
Sanae… Se parece al Arcángel de la Oscuridad, pero no sé
si sea así.
-En
todo caso, habrá que estar atentos.
Pasó
el resto del día y los muchachos estaban entrenando. Sanae,
Kumi y Yukari preparaban las botellas para que los muchachos se
refrescaran en el descanso.
-Vimos
que otra vez Fujiko y sus amigas te estaban molestando, Sanae –dijo
Kumi.
-Pues
sí, pero Tsubasa e Ishizaki-kun me ayudaron. Lo que me enoja
es que me destruyeron lo que había hecho.
-Esas
chicas nunca cambiarán… Vamos; los muchachos ya están
descansando –dijo Yukari, cargando las botellas y comenzando a
repartirlas. Sanae y Kumi se apresuraron a pasarlas, aunque Sanae
estaba pensativa por lo que Tsubasa le había dicho. Rato
después, el entrenamiento terminó, y Sanae decidió
ir a su casa sola. Sin embargo, se chocó con alguien (sí,
tal como Tsubasa aquella mañana)
-Ah,
lo lamento…
-No
te preocupes… Es normal que la gente me ignore –dijo la chica con
quien chocó Sanae. –Al fin y al cabo, a los nerds los
ignoran todo el tiempo.
-A
mí no me parece que seas una nerd… Me llamo Nakasawa
Sanae.
-Imawano
Jinko –dijo la chica, con un ligero toque de resentimiento en su
voz.
"Imawano
Jinko… ¡Es la chica con quien chocó Tsubasa hoy!"
-Lamento
el haber chocado contigo, Imawano-san. Adiós.
-Adiós.
Sanae
llegó a su casa, y fue cuando cayó en cuenta de que esa
chica tenía un aire de soledad y resentimiento tan poderoso
que daba la impresión de que sabía quién era en
realidad Tsubasa.
-¿Y
si las sospechas de Tsubasa son ciertas y es un Arcángel
Negro? Entonces estaremos en graves problemas.
Mientras
tanto, cuando Tsubasa llegó a su casa, ya sus padres estaban
allí.
-Hola,
hijo. ¿Cómo te fue hoy? –preguntó Natsuko.
-Bien,
gracias. ¿Cómo está mi abuela?
-Tenía
gripe y le dio mucha fiebre, y por eso tuvimos que ir, pero ya está
bien. Sin embargo deliró antes de que bajara la fiebre –dijo
Koudai, pasándole una lata de refresco al muchacho.
-¿Qué
decía mientras deliraba?
-"Tsubasa
está en un gran peligro… Está enfrentando su destino…
Posee un poder inimaginable." Eso era lo que repetía ella
mientras estaba enferma. Sin embargo, sólo eran delirios, y ya
está bien. Ella y tu abuelo te envían saludos.
"¿Mi
abuela sabe de esto entonces? Fue sólo un delirio, pero dijo
justamente lo que me está pasando" –pensó Tsubasa.
-¿Te
pasa algo, hijo? Estás pálido.
-No,
nada, mamá. Es que estoy bastante cansado –y Tsubasa subió
las escaleras, se cambió de ropa y se puso a hacer sus
deberes. Como siempre, le costó trabajo hacer sus deberes de
matemáticas, pero trataba de no pensar en lo que le había
pasado a su abuelita. Sin embargo…
"Si
te preocupas por tu abuela y sus delirios, en realidad ella sabe
sobre tu destino. Ella en su mayor tesoro posee algo de importancia
para ustedes" –la voz de Shiro resonó en la mente del
muchacho.
"En
su mayor tesoro… No lo sé, pero cuando pueda volver a ver a
mi abuela lo sabré. Todo en su momento." –y Tsubasa siguió
haciendo sus deberes. Después de ello se echó sobre su
cama y tomó una siesta. Rato después…
-Tsubasa,
la cena está lista –dijo Natsuko, tocando a su puerta. No
obtuvo respuesta alguna, por lo que entró a la habitación.
No había nada raro, pero el ambiente estaba pesado. La madre
del muchacho abrió la ventana de la habitación y lo más
suavemente que pudo despertó a su hijo.
-Hijo,
la cena está lista –dijo ella en un susurro. Tsubasa se
despertó lentamente, parpadeó dos o tres veces y se
levantó.
-Gracias
por despertarme, mamá. Tengo un hambre de lobo –dijo el
muchacho, que a decir verdad no había almorzado. Bajó
las escaleras y se sentó a la mesa con sus padres. Comieron en
silencio la comida que había preparado Natsuko, y después
ella sirvió melón para finalizar la cena.
-Mamá,
¿cuál es el mayor tesoro que guarda mi abuela?
–preguntó Tsubasa, aún recordando lo que Shiro le
había dicho.
-A
decir verdad no tengo idea, hijo. Pero te diré una cosa:
mañana iremos a casa de tus abuelos, y podrás
preguntarle a tu abuela.
-¿Mañana?
-¿Hay
algún problema? ¿Tienes entrenamiento?
-Pues
no… No tengo problema alguno –dijo Tsubasa. –Es sólo que
me sorprendí.
-Pues
por la cara que pusiste parecía que ya tenías algún
plan.
Terminaron
de cenar, y mientras Natsuko y Koudai seguían en la cocina,
Tsubasa volvió a su habitación.
-No
sé qué hacer… Bueno, lo mejor será quitarme la
suciedad del día y dormir.
Tsubasa
le avisó a su madre que iba a darse un baño y se
preparó para ello. Rato después salió, y sin la
mugre del día y con el cabello empapado (dicen las que han
visto a Tsubasa con el cabello mojado que así se parece a
Genzo nn) se puso su pijama y se durmió en el acto. Ya un
buen tiempo después, Tsubasa estaba soñando. Al
principio sencillamente soñaba con un partido de fútbol
entre el Nankatsu y algún equipo que él no conocía,
pero al ver quién estaba a su lado… Se sorprendió
mucho. Su mejor amigo, Misaki Taro estaba ahí, con su ropa de
siempre, y de buenas a primeras, sonriendo y señalando que
hiciera silencio, le brotaron unas alas blancas (como las que le
habían salido a Tsubasa hacía algunas noches) y voló
hacia la portería. Sin embargo, parecía que la portería
estaba a kilómetros, porque Tsubasa no avanzaba y Taro se
había perdido de vista. Después de ello, el sueño
volvió a su deportiva normalidad, aunque Tsubasa no dejó
de recordar la parte en que veía a su mejor amigo. Al otro día
se levantó temprano, y como sabía que era sábado
decidió ir a correr por el parque un rato para matar el
tiempo.
-Qué
buen día hace… Idóneo para un partido de fútbol,
aunque a esta hora hay mucha gente durmiendo –se dijo el muchacho,
pero algo captó su atención. Se detuvo un instante y
notó a alguien vagamente conocido.
-¿Imawano-san?
Hola.
-¿Ozora-san?
–dijo ella, volteando hacia él sin sonreír. –Hola.
-¿Cómo
estás?
-Como
siempre… Bien –dijo ella desviando la mirada. –Con permiso,
Ozora-san; necesito llegar rápido a casa –y se fue.
"Esa
chica es muy extraña, pero por alguna razón me parece
familiar…"-Tsubasa siguió corriendo, y regresó a su
casa. En cuanto llegó, sus padres estaban apenas
despertándose.
-Tsubasa,
te despertaste muy temprano… ¿Qué pasó?
-Digamos
que amanecí con bastantes energías, mamá. ¿Qué
harás para desayunar?
-No
sé; sorpréndeme –dijo Natsuko. Eso fue prácticamente
un baldado de agua helada para Tsubasa, pero sin chistar se puso a
preparar el desayuno para él y sus padres. Rato después,
ya con el desayuno dentro de los estómagos, los Ozora se
prepararon para ir a casa de los abuelos de Tsubasa.
-Desde
hace mucho rato no veo a mis abuelos… No sé qué
contarles.
-Sencillamente
diles cómo te ha ido en la escuela –dijo Koudai.
-Bueeeeno…
-y Tsubasa se arrellanó en su puesto, mientras Natsuko
conducía. -Papá, ¿vas a viajar otra vez?
-Sabes
cómo es mi trabajo, hijo. Tengo que ir esta vez a España,
y eso es prácticamente viajar al otro lado del mundo.
-Entiendo.
Nos vas a hacer mucha falta, papá.
-Lo
sé, Tsubasa. Por eso aprovecho el tiempo en que estoy con tu
madre y contigo; la vida del marino es agitada y dura.
-Y
no es más fácil para la familia de un marino –dijo
Natsuko.
-Bueno,
qué se le hará… -y conversaron de otros temas hasta
llegar a la casa de los abuelos Ozora.
En
cuanto llegaron…
-Hola
abuelo, hola abuelita –dijo Tsubasa en cuanto entró a la
casa y vio a los padres de Koudai.
-¡Pero
si es nuestro nieto! ¡Cómo has crecido, mi niño!
–dijo la abuela de Tsubasa, que ya tenía el cabello
completamente blanco y estaba ya un poco rellenita. –Me parecía
ayer cuando eras un chiquillo que nunca se despegaba de su balón
de fútbol. Estás hecho todo un hombre.
-Querida,
siempre que ves a Tsubasa dices lo mismo –dijo el abuelo del joven,
que ya estaba completamente calvo, usaba gafas y bastón. –Sin
embargo, tienes razón. Este muchacho cada día crece
más.
-¿No
quieren algo de beber?
-Creo
que aceptaría un vaso de agua –dijo Natsuko, mientras le
entregaba a la abuela la caja de galletas que habían llevado
como regalo.
-Yo
te ayudo, abuelita –dijo Tsubasa, solícito, mientras iba con
su abuela a la cocina. Natsuko, Koudai y el padre de éste
último se miraron y se echaron a reír. Mientras tanto
la anciana y el joven servían los vasos de agua.
-Abuelita,
¿cuál es tu mayor tesoro?
-Hmm,
me la dejas muy difícil, Tsubasa. Creo que serías tú,
siendo mi único nieto. (Al menos creo que es así hasta
que nace Daichi-chan
)
-Entiendo,
pero me refería más como a algún objeto en
especial.
-¡Ah!
Ya entiendo. Dejamos estos vasos de agua en la mesa y te mostraré
mi mayor tesoro. ¿Es acaso para un trabajo en tu escuela?
-Más
o menos, abuelita; más o menos.
Llevaron
la bandeja con las bebidas y después la adorable anciana llevó
al muchacho a la habitación de huéspedes.
-¿Podrías
por favor bajar una caja de latón que está dentro del
armario?
-Por
supuesto –Tsubasa abrió el armario y bajó una caja de
latón que estaba en la parte superior. De inmediato la puso
encima de la cama de huéspedes y cerró la puerta del
armario.
-Esto
lo ha tenido nuestra familia desde hace mucho tiempo, Tsubasa. Bueno,
más bien por el lado de mi familia, por lo que es mi mayor
tesoro. Me hubiera gustado tener una hija para que lo cuidara, pero
sólo pude tener a tu padre. Ahora estás tú, mi
nieto, por lo que no sé, tendría que esperar a que
pasara algo.
-¿Qué
es ese algo, abuela?
-A
que encuentres una chica especial. No me refiero a una amiga, porque
sé que las tienes, si no a una chica que haga que sientas algo
muy diferente al afecto que se tienen los amigos.
-Pueees…
la verdad, abuelita, es que hay una chica que me gusta mucho pero no
soy capaz de decirle lo que siento. Es amiga mía desde que
entré a la primaria Nankatsu y siempre me ha apoyado en cada
partido que juego.
-Vaya…
¿Y cuándo te diste cuenta de lo que sentías por
ella?
-La
verdad es que ni me di cuenta de cuándo me comenzó a
gustar.
-Ay,
la juventud… ¿Cómo se llama esa chica tan afortunada?
-Sanae.
Se llama Nakasawa Sanae –dijo Tsubasa, suspirando sin darse cuenta.
-Bueno,
entonces significa que tendré que pedirte un favor, mi niño.
-¿Cuál?
-Tienes
que darle esto, mi mayor tesoro a ella, porque de esto depende que
puedan encontrar a los que faltan y que ella pueda saldar la deuda
que ella siente que tiene contigo.
