Capítulo VI: La Historia de la Abuela
De
inmediato, la abuela del joven abrió la caja. Tsubasa, a quien
le había picado la curiosidad se quedó pasmado al ver
que lo que había era seis piedrecillas, cada una de un color
diferente, una pluma blanca y una pequeña esfera de cristal.
-Sé
que no parece mucho, pero cada piedrecilla es un fragmento de los
elementos en su máxima pureza. Son la tierra, el fuego, el
agua, el viento, la luz y el amor. Esta pluma blanca es un pluma de
las alas de aquel ser que tiene como destino proteger la Tierra. Ha
pasado de generación en generación, pues se dice que la
última vez que los Arcángeles Blancos y los Negros se
enfrentaron, una de mis antepasadas que estuvo ahí logró
recoger una de las plumas del Kami no Tsukai.
-Abuela…
¿Tú sabes lo del Kami no Tsukai? –preguntó
Tsubasa, que a pesar de que Shiro le había advertido no estaba
menos asombrado.
-Claro
que lo sé, mi niño. Como ya te lo dije, esta historia
ha pasado de boca en boca por las mujeres de mi familia, es decir, la
tuya. Sin embargo, eres el primer hombre que la escucha, y además
tendrás que contárselo a la chica que te gusta. Sin
embargo, quiero que me respondas algo.
-Claro,
abuela.
-¿Eres
uno de los Arcángeles?
-Pensé
que lo sabrías, abuelita. No, no soy un Arcángel.
Al
escuchar aquello, los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas.
-Entonces
es cierto… Lo que me dijo aquel ser de capa blanca mientras estaba
enferma.
-Te
refieres a Shiro, ¿verdad?
-Sí.
-Mi
madre me contó que entre tus delirios habías dicho que
yo estaba en un gran peligro, que estaba enfrentando su destino y que
yo poseía un poder inimaginable. ¿Eso te lo dijo Shiro?
-Sí.
Sin embargo, ese ser no me dijo en realidad qué eras. Sólo
me dijo lo que dije.
-Típico.
Nunca da respuestas claras –dijo Tsubasa, secando con cariño
las lágrimas de su abuela. –Sin embargo, cada cosa que nos
ayude será muy bienvenida, porque los Arcángeles Negros
son mucho más fuertes que nosotros, están buscando al
Mensajero de las Sombras, y además que entre nosotros faltan
tres Arcángeles.
-Mi
niño… -dijo la abuela. –Creo que ahora tendré que
contarte la historia completa. Serás el primer hombre que la
escuche, pero deberás narrar lo que te cuente a la joven que
ames, porque de eso podría depender su vida.
-Según
lo que vio Sara, antepasado de mi familia, pasado de boca en boca…
Eran tiempos difíciles; Japón estaba en guerras, y todo
era un caos. Sin embargo aquellas guerras entre shogunes eran meras
peleas de niños comparado con lo que iba a pasar. Sara estaba
comprometida con un joven samurai, el cual poseía un secreto.
Sin embargo, después de que la pareja se casara y vivieran
juntos, ella notó una extraña marca en la espalda de su
esposo; una marca dorada que sin razón alguna le recordaba una
daga a ella. Y justo en ese momento, una brillante luz llenó
el cielo de Nara. El samurai le dijo a Sara que esperara ahí,
que prometía volver, pero Sara tenía el presentimiento
de que debía estar ahí. A escondidas lo siguió,
y vio justamente la batalla final entre los Arcángeles Blancos
y los Arcángeles Negros. Los unos eran resplandecientes como
el Sol que alumbra la tierra, cada uno representando los elementos de
la tierra, el agua, el fuego, el viento… y el amor, el cual no era
controlado por un hombre, si no por una joven.
-Además,
su esposo estaba ahí, empuñando una espada de gran
poder, con un par de alas blancas como las de un cisne en su espalda.
Él controlaba la luz y todo lo que representaba la bondad del
mundo. Mientras tanto, los Arcángeles Negros eran fríos
como la luz de la luna, con alas negras de cuervo y odio y soledad en
sus auras. Eran la oscuridad, el odio, el hielo, el trueno y el caos,
guiados por las sombras, que eran prácticamente lo contrario a
los seres blancos. Fue una batalla impresionante, en la que ningún
bando sobrevivió. Sara fue testigo del momento en la que el
Kami no Tsukai y el Kage no Tsukai clavaron sus espadas
en el cuerpo del otro. Estaba tan aterrada que no pudo producir
sonido alguno, pero nunca olvidó la última mirada que
su esposo le dedicó antes que una brillante explosión
la encandilara. Cuando pudo volver a ver, Sara vio una pluma blanca
justo al frente de ella, al igual que seis piedrecillas y una pequeña
esfera de cristal. Con cuidado tomó la pluma, el último
recuerdo de su esposo, quien secretamente era el enviado del cielo,
el Kami no Tsukai. Juró guardar lo que había
quedado de aquella gran batalla y mantener en sus recuerdos cómo
los Arcángeles y su amado habían sacrificado sus vidas
por el bien de nuestro mundo.
A
Tsubasa se le había puesto la piel de gallina. Aquella
historia, es decir, el origen de su destino le había parecido
demasiado impresionante.
-Si
el Kami no Tsukai había muerto, ¿cómo es
que estamos tú y yo aquí, abuela?
-A
eso voy, mi niño. Sara llevaba en su vientre la descendencia
de su esposo, y tiempo después dio a luz una niña, a la
cual cuando ya era mujer le contó lo sucedido con su padre, y
ésta se lo contó a su hija. Sin embargo, cuando no
había mujeres en la descendencia, era la obligación de
la madre darle la historia a la nuera, ya que no siempre se daba el
mismo caso de nuestro antepasado. Ahora yo tengo que romper en cierto
modo la tradición ya que ningún hombre había
escuchado esta leyenda, y eres el primero, por ser justamente el que
nos salvará a todos.
-Pero
hay que seguir con ello y por eso tengo que contarle la historia a
Sanae, ¿o me equivoco? Esta historia no puede olvidarse, ya
que de ella depende el destino de la Tierra –dijo Tsubasa,
resuelto.
-Sí,
así es, mi niño. Por eso hago entrega de mi mayor
tesoro a ti. Y por cierto, esa esfera de cristal es una especie de
talismán. Esa esfera no sólo protege a aquella persona
que sin ser un Arcángel los ayuda, si no que además es
la clave para encontrar al Arcángel más poderoso y
predice lo que sucederá.
-Es
un talismán, un escudo, una llave y un oráculo. No
sabes cuánto te lo agradezco, abuelita. Te aseguro que nunca
olvidaré lo que has hecho por nosotros.
-Lo
sé, mi niño. Sin embargo, hay un favor que quiero
pedirte. Quisiera verte como el Kami no Tsukai aunque fuera
por sólo un instante, y si es posible, poder tener una de las
plumas de tus alas.
"Que
mi abuela pueda verme como lo que ahora soy… Que mis alas nazcan,
mi espada refulja y pueda concederle lo que ella me ha pedido"
–rogó Tsubasa, y de inmediato la comezón en su
espalda comenzó. Mientras esa rasquiña sucedía,
él concentró su poder, hizo que el magatama, el
brazalete y la espada aparecieran y al fin, cuando sus alas brotaron
por completo, se elevó en el aire un poco. Su abuela al ver
aquello estaba maravillada. Su nieto, su adorado nieto era un ser de
luz, nacido para proteger la tierra. Después de ello, con la
punta de su espada, el Kami no Tsukai arrancó una de
las plumas de sus alas, y después de volver a la normalidad,
se la entregó a su abuela, sonriendo. -Aquí tienes,
abuelita. Cuida de ella tal como hiciste con la pluma de mi antecesor
–dijo Tsubasa, poniendo la pluma entre las delicadas manos de la
abuela.
-Sí,
mi niño. Y además hay algo más que debo decirte.
Según lo relatado, el esposo de nuestro antepasado, es decir,
el primer Kami no Tsukai, tenía por nombre… Tsubasa.
Un
momento después se abrió la puerta de la habitación,
y Natsuko, Koudai y el abuelo estaban ahí.
-¿Qué
fue esa luz? –preguntó Koudai.
-¿Les
pasó algo? –preguntó el padre de éste.
-No
pasó nada –dijo la abuela, levantándose con ayuda de
su nieto. –Sencillamente Tsubasa quería ver mi mayor tesoro
y eso fue lo que hice.
-¿En
serio no pasó nada, madre? –dijo Natsuko, preocupada.
-Te
lo aseguro.
-Creí
que les había pasado algo grave, pero ya veo que no pasó
nada, porque todo está en orden –dijo Koudai, escudriñando
el lugar. –No vuelvas a darme estos sustos, mamá.
-Oh,
te aseguro que no pasará, Koudai. Vamos, ayúdame a
preparar el té, Tsubasa.
-Claro,
abuelita –y el joven siguió a su abuela a la cocina. Entre
los dos hicieron el té, sirvieron algunas galletas de las que
habían llevado como regalo y llevaron todo a la sala. Mientras
tomaban el té conversaron sobre la recuperación de la
abuela, la escuela y bueno, cosas cotidianas, hasta que llegó
la hora de irse. Natsuko y Koudai ya se habían despedido e
iban por el automóvil, pero Tsubasa tenía una pregunta
más para su abuela.
-¿Por
qué mi madre no sabe de la historia que me contaste?
-Porque
aunque podría haberlo hecho, la verdad tenía miedo de
que a tu madre no le interesara. Ahora ve con ellos, mi niño,
y cuídate mucho.
-Lo
haré, abuelita –dijo Tsubasa, con la caja de latón
entre sus manos.
Llegaron
a casa, y de inmediato Tsubasa llamó a Sanae.
-Buenas
tardes, ¿se encuentra Sanae? Ah, ya veo. ¿Puedo dejarle
una razón? Por favor dígale que la llamo Ozora Tsubasa,
que necesito hablar con ella. No, no tanto, pero le agradezco que
pase la razón. Muy bien, gracias, adiós –y
decepcionado colgó. Sanae había salido con su madre a
comprar algunas cosas para la heladería de los Nakasawa.
-¿A
quién llamaste, hijo? –preguntó Natsuko, al ver la
cara de frustración de su hijo.
-A
Sanae, mamá. Es que tengo que decirle algo muy importante y no
estaba.
-¿Decirle
algo muy importante? ¿Acaso te gusta?
En
ese instante aunque Tsubasa no estaba realmente de ánimo para
hablar de esas cosas, se sonrojó con fuerza.
-¿Qué
dices? Eh…Yo…
-Te
gusta. Hijo, es normal que te guste teniendo en cuenta que tú
y ella son amigos desde pequeños.
-Pero
no es por eso que la llamaba, mamá –dijo Tsubasa, nervioso y
rojo como un tomate. –Es que es algo relacionado con la escuela…
Eso es todo –y de la vergüenza pasada Tsubasa salió
como alma que lleva el diablo a su habitación.
-¿Por
qué me puse tan nervioso cuando mi madre me dijo eso? Es
decir, sé que me gusta Sanae, pero ahora todo el mundo se
empeña en molestarme por eso. Definitivamente no es fácil
ser un adolescente.
-Tsubasa,
¡tienes correo! –dijo Natsuko desde la base de las escaleras.
-¿De
quién? –preguntó Tsubasa, asomándose.
-De
tus amigos en Europa.
"¡Misaki-kun
y Wakabayashi-kun! ¡Qué bien que escriben!" –dos de
los amigos de Tsubasa, uno de ellos su mejor amigo vivían en
Europa, por lo que ellos se escribían a menudo, aunque le
tocaba enviar las cartas de ambos a la misma dirección: a la
casa de Wakabayashi Genzo, su primer rival y ahora gran amigo, que
vivía en Hamburgo, Alemania, pues Taro no tenía
domicilio fijo. Bajó las escaleras lo más rápido
que pudo y recogió las cartas. Entró a su cuarto, se
encerró con llave y abrió primero el sobre que contenía
la carta de Genzo. Esta vez estaba un poco pesado para sólo
contener una carta.
"Tsubasa:
¿Cómo va todo por Shizuoka? Espero que bien, porque por
aquí las cosas cambian poco, por no decir que no cambian.
Hace
ya unos días, Taro pasó por Hamburgo, y nos encontramos
en un parque mientras los del equipo estamos corriendo. Ya te debes
imaginar qué pasó. Me detuve y nos pusimos a conversar
en una de las bancas del parque. Taro me comentó lo que había
pasado entre su padre, su madre y la decisión de él de
seguir viajando con su padre, ya que la otra opción de él
era vivir con su madre en Tokyo. También hablamos de cómo
me ha ido en el Hamburgo, y te voy a ser sincero: Al principio me fue
muy mal. No fue hasta que se decidieron por darme una oportunidad que
me dieron la titularidad y demostré que los arqueros japoneses
no somos algo insignificante.
Cambiando
de tema, he tenido unos sueños muy locos. He soñado con
seres alados, tanto con alas blancas como con alas negras, batallando
por una razón desconocida, pero lo más extraño
es que tú estabas ahí. Suelo ser muy escéptico
(eh, ya estoy siendo obvio…) pero esto para mí es mala
señal.
Bueno,
no hay mucho que contar, así que hasta aquí me reporto.
Saludos a todos y cuídate. Tu amigo, Wakabayashi Genzo."
-Wakabayashi-kun…
Esos sueños… No, no lo creo. Puede ser pura
coincidencia…¿Pero, y si es una señal de que tiene
algo que ver con todo este asunto? Ojalá no tenga que ver con
esto.
Tsubasa
volvió a revisar el sobre que Genzo le había enviado, y
sacó un fajo de fotografías. Por eso el sobre era más
pesado de lo habitual. En ellas salían Taro y Genzo, pues el
muchacho que ahora residía en alguna parte de Francia al
parecer se había quedado unos días en Hamburgo. Después
de ello, abrió el sobre que Taro le había enviado. Éste
era mucho más ligero.
"Hola,
Tsubasa-kun. ¿Cómo están tú, tu familia y
los demás? Ojalá estén bien. Ahora mismo me
encuentro en París. He conocido mucha gente, he aprendido
muchas cosas y he hecho amigos, sobre todo una chica que va en mi
misma secundaria. Su nombre es Hayakawa Azumi, y me está
ayudando a aprender francés más rápidamente,
porque créeme, el francés y el japonés son muy
diferentes.
Hace
ya algunos días pasé por Hamburgo, Alemania, y me
encontré con Genzo, aunque supongo que ya lo sabes por él.
Conversamos un buen rato, me quedé unos días y nuestro
buen amigo me guió por la ciudad.
También
he tenido uno sueños bastante raros. ¿Sabes si soñar
lo mismo durante noches es normal? A mí me parece que no. He
soñado con una batalla entre seres alados… y tú
estabas ahí. Sin embargo, aquella batalla no parecía
ser en ésta época, por lo que vi a una joven en un
kimono antiguo. He soñado esto varias veces, pero trato de no
darle importancia. Le conté a Azumi, y ella dice que quizás
sea señal de cosas por pasar.
Definitivamente
me hace falta ver a mis amigos en Japón. Mándales a
todos un saludo de mi parte.
Que
ojalá podamos volver a encontrarnos muy pronto. Saludos,
Misaki Taro."
-Él
también… Y para rematar él apareció también
en mis sueños, con esas alas… De Wakabayashi-kun no estoy
seguro, pero algo me dice que quizás Misaki-kun esté
involucrado en todo esto –se dijo Tsubasa. Y entonces cayó
en cuenta de algo: Taro había soñado justamente lo que
su abuela le había contando, pero, ¿era posible de que
su antecesor fuera parecido a él? Lo malo era que no había
manera de saberlo. Poco después bajó a cenar, aún
pensativo. Apenas probó bocado de la comida que Natsuko había
preparado.
-Hijo,
¿te sientes bien?
-Sí,
mamá. Es que bueno, estoy algo preocupado.
-¿Por
Sanae? –de inmediato Tsubasa se sonrojó, y negó con
la cabeza.
-Créeme,
mamá, no es por eso. Es por otra cosa.
-Pues
no lo parece –dijo Koudai, analizando la situación. –Desde
que llegamos de la casa de tus abuelos estás muy pensativo.
-No
es importante, papá. Sencillamente es algo relacionado con la
escuela.
-Bueno,
si tú insistes… -y siguieron comiendo. Ya después
Tsubasa volvió a su habitación, molesto por los
comentarios de sus padres.
-Qué
lata. Uno está pensativo un momento por lo que le envían,
y ya creen que uno sólo piensa en chicas. Definitivamente esto
me pasa por ser salado –y sin más se echó en su cama
a dormir. Sin embargo, ya mientras estaba por quedar profundamente
dormido fue presa de un ataque, lo cual no sólo lo despertó
con fuerza causando la ola de energía, si no que entre el
terrible dolor Tsubasa vio que alguien estaba atacando a Ryou.
Esperó
que el ataque cesara, recuperó el aliento, tomó la
piedrecilla verde que por derecho le pertenecía a Ishizaki
abrió la ventana y se convirtió en gato para poder así
llegar más rápido. Saltó a las ramas de un árbol
cercano y corrió hacia donde presentía que estaba su
amigo. Sin embargo, sentía que no avanzaba. Volvió a
convertirse en ser humano, y decidió poner a prueba sus alas,
rogándole al cielo que nadie lo viera. Al principio le costó
trabajo maniobrar con sus alas, pero al final, ya al llegar donde
Ryou se enfrentaba a otro ser de alas negras. Hizo desparecer sus
alas, aterrizó justo entre Ryou, que estaba malherido y el
Arcángel, el cual reconoció como el Arcángel de
la Oscuridad.
-Otra
vez tú, Tsukai. ¿No te han enseñado a no
meterte donde no te llaman?
-De
hecho es a ti a quien no le han enseñado a no meterse con mis
amigos –respondió el muchacho, haciendo que su espada
apareciera.
"Que
nadie salga lastimado, que nada malo les ocurra a los demás,
que nadie lo recuerde..." –de inmediato el Arcángel de la
Oscuridad atacó a los muchachos con su Hoz, pero estaba lejos
de causar daño alguno. Tsubasa había detenido el ataque
con su espada.
-Vamos,
Arcángel de la Tierra, levántate o si no perderemos
–dijo Tsubasa resistiendo lo más posible.
"Por
favor, que mis heridas desparezcan…" –Ryou estaba desesperado,
pero al menos funcionó su idea. De inmediato se puso de pie,
volvió a empuñar su hacha y después de hacer que
sus alas brotaran atacó al Arcángel. Ésta
retrocedió un poco, maldiciendo.
-Toma
–Tsubasa le entregó la piedrecilla verde a Ryou.
-¿Y
esto qué es?
-Es
un fragmento de la esencia más pura de tu elemento. No sé
cómo funciona, pero me lo dio alguien que sabe de esto.
Ryou
tomó la piedrecilla, y aunque sabía que Shiro nunca
daba respuestas claras, le preguntó mentalmente qué
hacer.
"Sé
uno con tu arma y desata lo que la aprisiona con el fragmento de la
Tierra" –otra vez una respuesta en medio de acertijos. Ishizaki
miró su hacha, sin saber realmente qué hacer… Hasta
que notó que habían unas cintas de metal cruzando la
gema de su hacha. Sin pensar colocó la piedrecilla sobre la
atadura más grande… Y lo que ataba la gema del hacha
desapareció. De inmediato Ryou sintió una gran
corriente de poder, y sabía que de algún modo iba a
ganar.
-Tsukai,
¡apártate! –gritó el Arcángel de la
Tierra, volando hacia arriba y empuñando su arma, cuya joya
brillaba. -¡Furia de la Tierra! ¡Máximo Poder!
Aún
con su hacha en las manos, el chico con cara de mono logró
hacer su ataque principal, y después se lanzó en picado
contra el Arcángel que estaba luchando. Más muerta que
viva, después del ataque, el Arcángel de la Oscuridad
desapareció, muerta de furia… Y quizás de algo más.
-Vaya,
esta vez casi no vivo para contarla –dijo Ishizaki, mientras
Tsubasa y él volvían a la normalidad.
-¿Cómo
lograste obtener tal poder?
-Je,
¿cómo decirlo? Como diría Shiro en su misteriosa
sabiduría: Hay que desatar el arma de cada uno con el
fragmento que le corresponde.
-Tienes
razón. Bueno, tengo que regresar a casa. Mi madre ni siquiera
sabe que salí de mi habitación, y bueno, no sería
una buena idea de que ella vea mi habitación vacía –y
Tsubasa se teletransportó a su casa. Ishizaki se encogió
de hombros y caminando se fue a la suya. Al llegar, su madre le
preguntó por qué tenía la cara sucia.
-Me
caí –respondió él, mirando al techo. –Iba
distraído y me tropecé.
-Veo.
Llegas tarde para la cena, así que tendrás que
calentarla tú solo; yo tengo que atender mi negocio.
-Sí,
claro… mientras no me pongas a trabajar, lo que sea –e Ishizaki
entró a la cocina de la casa y calentó su comida, o más
bien causó un pequeño desastre, porque quemó su
comida y tuvo que comérsela así, chamuscada. Mientras
tanto, Sanae acababa de llegar a casa con su madre.
-Sanae-chan,
te llamaron –dijo su padre, recibiendo a madre e hija.
"¿Podría
haber sido Tsubasa? Eso espero…" –pensó la joven,
mientras su corazón latía a mil por hora. -¿Quién
fue?
-Sí,
dame un momento –dijo el padre de la chica, buscando el papel donde
había anotado la razón. –Te llamó Tsubasa.
Dijo que necesitaba hablar contigo, aunque no era urgente.
-Sí,
entiendo. Gracias, papá –y Sanae subió a su
habitación. Su hermano menor estaba dormido, por lo que ella
fue cuidadosa al cerrar la puerta. Sin embargo, una vez había
puesto candado a su puerta, Sanae se lanzó sobre su cama,
contenta. Quizás no había podido hablar con él,
pero al menos la había llamado. Quizás podría
haber sido por algo del lío en el que estaban involucrados,
pero no le importaba. Después de todo, estaba enamorada.
Al
otro día (por suerte era Domingo), Sanae se levantó más
bien temprano, y terminó el brazalete para Ishizaki. Había
pensado en comenzar uno para Hyuga, pero sabía que tenía
que hacer algo antes: hablar con Tsubasa. Sin embargo, sabía
que a él le gustaba dormir hasta tarde, por lo que estaba en
un dilema.
-Neechan,
quiero agua –se escuchó la voz de Atsushi a través de
la puerta.
-Ya
voy, Atsushi –y Sanae salió de su habitación. Bajó
las escaleras con su hermanito y le sirvió un vaso de agua.
Todo estaba más bien tranquilo, y eso alegraba la joven. Poco
después la madre de ambos bajó, mientras Sanae preparó
el desayuno. Rato después, cuando ya era una hora más
decente para ir a casa de los Ozora, Sanae se cambió de ropa y
salió.
-¿A
dónde vas, hija? –preguntó su madre.
-Voy
a casa de Tsubasa, mamá. Anoche me llamó y no pude
devolverle la llamada. Adiós.
Sanae
caminó tranquilamente, sin pensar, pero de buenas a primeras
vio a Shiro en un callejón.
-Sanae…
Ven… -dijo aquel ser. Al principio la chica ignoró la voz,
pero de buenas a primeras, y creando una barrera Shiro apareció
frente a ella.
-¿Qué
pasa, Shiro? ¿Por qué me detienes?
-Vengo
a advertirte de una buena vez por todas que te alejes del Kami no
Tsukai y de los Arcángeles. Quizás los estás
ayudando, pero sufrirás mucho cuando sea la última
batalla. Si no quieres sufrir, aléjate de ellos. Lo digo por
tu bien.
-No
voy a abandonar a mis amigos, Shiro. Quizás no tenga poderes,
pero al menos puedo ayudarles con lo que hago. No soy tan cobarde
como para retirarme de esto. Desde el principio estoy metida en ello,
y voy a salir adelante con mis amigos, o moriremos en el intento. ¡No
trates de disuadirme, porque no lo lograrás! –dijo Sanae,
yéndose y dejando a Shiro inmóvil de perplejidad.
