Capítulo VIII: Ikazuchi Rairyuu… El Rebelde Sin Causa
Al
otro día, en Tokyo, Hyuga se levantó temprano, como de
costumbre. Takeshi y Wakashimadzu también se habían
levantado temprano, por lo que entre los tres se encargaban de su
habitación.
-Capitán,
¿qué es esa marca? –preguntó Takeshi al ver la
marca de las dagas.
-Ah,
un tatuaje temporal que conseguí –respondió el,
despreocupado.
-Se
nota a leguas que es elaborado. Y si quieres mi opinión,
parece permanente –dijo Ken, mientras se peinaba la larga melena.
-No.
No soy tan tonto como para hacerme uno permanente, porque si llegara
a arrepentirme, no tendría vuelta atrás.
-Eso
tiene sentido. Bueno, vayamos a desayunar y después a clase
–dijo Takeshi, ya con su maletín en la mano. Hyuga y Ken
siguieron al chico hasta la cafetería, pero allá había
un verdadero problema: un muchacho con mechones teñidos de
rubio había comenzado una pelea con algunos integrantes del
club de Karate de la Secundaria Toho, que no habían salido
bien librados.
-¿Quién
es él? –dijo Takeshi, asombrado al ver al alborotador.
-Ikazuchi
Rairyuu, de 9-C. Es un rebelde sin causa –dijo una chica que estaba
cerca de ahí. –Derrotó a varios del club de Karate
sin sudar.
-Se
nota que es un camorrista –dijo Hyuga lacónicamente. Ken
asintió, sin moverse de su lugar. Sin embargo, no había
manera de detener a Rairyuu, o al menos eso parecía. Varios
otros karatekas intentaron derrotarlo, sin éxito. Sin embargo,
una extraña sacudida llenó a Kojiro, haciéndole
entender que él sería el único capaz de
detenerlo.
-¿A
dónde vas, capitán? –preguntó Takeshi, al ver
que Kojiro se dirigía a donde Rairyuu estaba.
-Anda,
¿tú también eres del club de Karate? Mejor
ahórrate la vergüenza y vete –dijo el bravucón,
sonriendo presumidamente.
-¡Hyuga-kun,
no lo hagas! Ya viste lo que le hizo al equipo de Karate –exclamó
Ken, asustado, pero nada de ello disuadió al moreno capitán
del equipo de fútbol. Sin más ni más, se acercó
a Rairyuu, y lo levantó por el cuello de la camisa.
-O
dejas de armar un alboroto, o te las verás conmigo.
-No
te tengo miedo.
-No
es de que me tengas miedo, si no que dejes de golpear a los
integrantes del club de Karate sólo por diversión.
Ahora lárgate y deja a todos en paz –Hyuga no estaba
realmente tan furioso, pero parecía tener un aura de furia
alrededor suyo. Soltó al muchacho de los mechones rubios y se
alejó, sin decir más. Rairyuu de inmediato se alejó
del lugar, no sin hacerle un gesto muy grosero con la mano.
-¿Cómo
le hiciste? –preguntó Ken, con los ojos tan abiertos como
platos soperos.
-Digamos
que tengo poder de convencimiento. Más bien vamos a ver qué
hay de desayuno.
Kojiro,
Ken y Takeshi se acercaron a la cafetería, donde estaban
sirviendo un sustancioso desayuno. Cada quien tomó su bandeja
y se sentó a comer.
Más
tarde, ya en clase todos estaban enfrascados en una lectura. La
maestra vigilaba los alumnos para ver quién iba terminando.
Kojiro había terminado de leer, pero ya que aún había
tiempo releyó la lectura. Ya un rato después…
-Por
favor cierren los libros –la profesora tenía una voz más
intensa que lo habitual, por lo que asustó a varios de los
alumnos, entre ellos a nuestro Arcángel del Fuego. Tal como
pasaba con Tsubasa, una ola de energía voló por toda el
aula, haciendo que una cartelera se cayera.
-¿Qué
pasó? ¿Por qué se cayó esa cartelera?
–dijo una chica.
-Las
ventanas están cerradas, y la puerta también. ¿Cómo
es que se cayó?
"Oh,
rayos… Que una de las tachuelas esté chueca, por el amor del
cielo…" –Hyuga, sin dejar su semblante serio, estaba bastante
nervioso, pues no podía dejar que lo pillaran.
-Ah,
habían unas tachuelas con la punta chueca –dijo un muchacho
al intentar colgar la cartelera. –Quien las haya puesto no sabe
ponerlas.
Al
escuchar aquello Hyuga dejó escapar un suspiro de alivio. Sólo
Ken lo notó, y le preguntó en voz baja por qué.
-Ni
idea… Creo que me faltaba aire.
-Como
sea. Pareciera que escondieras algo.
-Cree
lo que quieras.
Más
tarde, en el descanso, Hyuga estaba con sus amigos, conversando (si
es que los demás hablando y él a duras penas escuchando
se le puede decir conversar), cuando se acercó alguien,
bastante enojado.
-Oye,
tú… El que me levantó del cuello antes de clases.
-¿Qué
pasa, Ikazuchi? –dijo Hyuga sin mirar.
-Quiero
una revancha.
-¿De
qué, si ni siquiera peleaste con el capitán? –dijo
Sorimachi, aburrido. –Mejor ve a pelear con otra persona.
-Tú
no te metas.
-Eirina
tiene razón. ¿Para qué quieres una revancha si
no hubo una pelea? –dijo Hyuga secamente.
-Vaya,
para hablar y alzar gente eres bueno, pero huyes como un cobarde
cuando tienes que pelear –dijo Rairyuu, una sonrisa malévola
en su rostro. Pero decirle eso al 'Tigre' era equivalente a
golpearlo en la cara.
-¿A
quién le estás diciendo cobarde? –dijo Hyuga,
irguiéndose cuan alto era y mirando con puñales en sus
ojos a Rairyuu. El rebelde sonrió más para sí y
dio un espectacular brinco hacia atrás.
-Anda,
vamos, ¡pelea conmigo!
-Muchachos,
ya vengo.
Hyuga
se dirigió tranquilamente hacia Rairyuu, y para evitar que la
gente se acercara, utilizó la barrera que Tsubasa había
utilizado antes.
-Eres
uno de ellos, ¿verdad? –dijo Hyuga, serio. Al parecer había
utilizado su habilidad para leer mentes
-¿A
qué te refieres?
-Eres
uno de los seres de alas negras.
-¿De
qué estás hablando…? Ni siquiera tiene lógica
–y el muchacho atacó a Hyuga, pero éste esquivó
hábilmente el golpe.
-Bueno,
entonces olvídalo –y Hyuga utilizó una de sus
potentes barridas para atacar. Sin embargo obtuvo el mismo resultado
que Rairyuu. Sin embargo, aunque el rebelde logró esquivar la
barrida del delantero, no esquivó la patada que
instintivamente lanzó éste último. Le dio en la
espalda, tumbándolo al suelo.
-Perdiste,
y no pidas más revanchas. Lárgate –y después
de hacer desaparecer la barrera, Hyuga se sacudió el polvo de
su uniforme y regresó con sus amigos.
-Eso
fue rápido –comentó Ken antes de beber un sorbo de
agua.
-Sólo
bastó una patada.
-Definitivamente
no sé cómo le haces para no perder el tiempo de esa
manera, capitán –dijo Kazuki.
-Cosas
del capitán –respondió Takeshi, encogiéndose
de hombros. En esas sonó el timbre que señalaba el
final del descanso.
-Bueno,
nos vemos después, Sorimachi –dijo Hyuga, ya que el muchacho
del cabello castaño pertenecía a otro curso, mientras
él, Takeshi y Ken regresaban a su aula.
Las
clases continuaron normalmente, y por suerte Rairyuu no volvió
a molestar, peo en el entrenamiento de fútbol a Hyuga no le
fue tan bien. Estaban en un descanso, entre práctica y
práctica, pero Kitadzume, el entrenador del equipo era
especialmente duro con Hyuga, ya que éste último era
propenso a escaparse de la escuela cuando estaba furioso.
-Capitán,
no me parece justo que el entrenador siempre le esté exigiendo
más –dijo Takeshi.
-Silencio,
o Kitadzume te castigará –dijo Kazuki, tapándole la
boca.
-Dejen
que diga lo que quiera. Al fin y al cabo es su opinión, Eirina
–dijo Hyuga lacónicamente, recibiendo a cambio una mirada de
reproche de Kazuki.
-Aunque
sabes bien que si Kitadzume amenaza con quitarte la capitanía
es porque tú mismo te la buscas –dijo Ken. Siempre había
sido el sensato del grupo.
-No
comiences con tus regaños, Ken.
-¡Se
acabó el descanso! –vociferó el entrenador del Toho.
–Haremos un partido de práctica, así que preparen
todo.
-Ya
rugió el león –dijo Kazuki, levantándose y
ayudando a Takeshi. –Vamos, chicos, o ya-saben-quién
comenzará a gritarnos, y odio cuando eso pasa.
-Sí,
lo sabemos, Eirina –dijo Takeshi, haciendo que el muchacho del la
cabellera castaña se enojara.
-¡Te
he dicho tantas veces que ya perdí la cuenta que no me llames
Eirina!
-Ya
dejen la discusión y vamos –dijo Hyuga con su mejor voz de
mando. De inmediato los que estaban por discutir se detuvieron y
todos corrieron a la cancha.
El
partido de práctica no estuvo tan mal, pero a Kitadzume nada
le satisfacía. Terminó el entrenamiento, y los
muchachos que residían en la institución (es decir los
becados y los que venían de otras ciudades) fueron a sus
habitaciones a hacer sus deberes, cambiarse de ropas para salir o
sencillamente descansar. Kojiro estaba haciendo sus deberes en la
biblioteca del instituto, cuando un escalofrío pasó por
su espalda—señal de que algo malo estaba por suceder.
Recogió sus cuadernos, los dejó en su habitación
donde Ken estaba tomando una siesta y salió de la Secundaria.
Corrió por las calles de Tokyo hasta un callejón.
-¡Anda,
muéstrate ya Arcángel del Trueno! –y mientras él
vigilaba por todos lados, utilizó sus poderes para formar la
consabida barrera.
-Eres
muy perceptivo… Ni yo mismo habría sabido eso si fuera tú
y por suerte no lo soy.
-¿Lo
dices porque eres muy débil o porque eres un cobarde?
-No;
lo digo porque vas a morir –dijo el Arcángel del Trueno, que
empuñaba una lanza. Aprovechando la ventaja de que podía
volar, éste atacó a Hyuga, que detuvo el ataque con sus
dagas. Concentrándose por un instante logró que sus
alas aparecieran, y ya ambos tenían las mismas ventajas.
-¡Toma
esto! ¡Alto Voltaje! –el Arcángel del Trueno,
concentrándose, extendió sus manos hacia los lados, las
chocó y frotó rápidamente y dirigió su
ataque hacia Hyuga. Por desgracia el Arcángel del Fuego no
logró detenerlo a tiempo y cayó al suelo, herido.
"Esta
vez no creo que pueda vencerlo, pero no puedo morir. Si pudiera hacer
algo…" –y Hyuga corrió hasta ubicarse justo debajo del
Arcángel del Trueno.
-¿Qué
piensas hacer, una maniobra suicida?
-No;
sólo voy a derrotarte.
Recordando
el fragmento de fuego puro que Tsubasa le había dado, Kojiro
quitó las 'ataduras' de las gemas de las dagas, utilizó
su Tormenta de Fuego y atacó al Arcángel mientras éste
se defendía de las llamaradas. El ataque surtió efecto,
pues el Arcángel del Trueno cayó al suelo.
Inmediatamente, en un revuelo de plumas Hyuga atrapó a su
rival por detrás, inmovilizándolo con una daga muy
cerca de la yugular.
-Admite
tu derrota –dijo, sus ojos chispeando.
-No
lo haré.
-Entonces
tú decides: o te rindes y huyes, o morirás.
-Prefiero
matarte.
-Anda,
inténtalo. Al menor movimiento mi daga se clavará en tu
cuello y la hemorragia será incontenible. Morirás
desangrado en menos de lo que canta un gallo. Tómalo o déjalo;
así están las cosas.
-Bien,
tú ganas esta vez, pero a la próxima te juro que veré
tu sangre correr –y en un revuelo de plumas negras el rival de
Hyuga desapareció. A sabiendas de lo extraño que sería
ver a un muchacho con alas blancas en su espalda, se convirtió
en el mismo gato atigrado de la vez pasada, y corrió hacia las
puertas del Toho. En diez minutos iban a cerrar las puertas, lo que
significaba que los estudiantes que se quedaran fuera y residían
ahí serían severamente castigados. Corrió a un
callejón, volvió a la normalidad y entró a la
Secundaria tranquilamente.
-Casi
llegas tarde, ¿eh, Hyuga? –dijo el portero.
-No
soy tan tonto como para dejarme castigar de una manera tan simple.
-Bueno,
suerte –y Hyuga entró un rato después a su
habitación. Ken y Takeshi estaban muy preocupados por él.
-¿Dónde
habías estado? –preguntó Takeshi, casi llorando de
desesperación.
-Salí
del instituto un rato. Necesitaba cambiar de ambiente.
-Pero
deberías habernos avisado. Estuvimos como orates buscándote
en toda la escuela –dijo Ken, muy molesto. –Incluso Kazuki había
pensado que te habías escapado otra vez.
-Pues
ya ven que no lo hice. ¿Ya cenaron?
-No,
todavía no. ¡No nos cambies el tema! ¿Dónde
estuviste?
-Ya
les dije: paseé un rato por Tokyo.
-No
nos veas caras de idiotas.
-Les
estoy diciendo la verdad. Es problema suyo si me quieren creen. Voy a
cenar. ¿Van a ir? –dijo Kojiro, dando la vuelta y yendo a la
cafetería, donde estaban sirviendo la cena. Ken y Takeshi se
miraron y siguieron a Kojiro. Mientras caminaban obviamente se
encontraron con Ikazuchi (corría el rumor de que él
venía de Kansai) pero éste evitó mirarlos. Ken
al ver la extraña actitud del rebelde pensó que se veía
derrotado, pero no precisamente por lo que había pasado con
Hyuga.
-¿Qué
le pasa a Ikazuchi? Parece huirle al capitán –dijo Takeshi.
-Déjalo
así; quizás aprendió la lección –dijo
Ken, ya que Hyuga no se encontraba precisamente con los ánimos
de hablar… Y más por el secreto que por obligación
guardaba. Llegaron a la cafetería, tomaron sus bandejas con la
cena y se sentaron a comer.
Más
tarde, después de que todos los becados se dieron un buen
baño, los tres que venían del Meiwa estaban en su
habitación compartida. Ken estaba corrigiendo algunos detalles
de los deberes de Takeshi, éste estaba en su camarote aburrido
y a punto de dormirse y Hyuga estaba terminando sus deberes.
-Takeshi,
definitivamente necesitas clases intensivas de inglés.
'Olvidó' en inglés es forgot, no forgetted,
y además escribiste mal 'cuál.' Es
which, no wish.
-Bueno,
bueno, sé que soy un completo desastre para el inglés,
pero no tienes que matarme –dijo el chico, enojado y casi a punto
de quedarse dormido.
-No
comiencen a discutir por favor –dijo Hyuga secamente. –Ya es la
tercera vez que por sus comentarios me desconcentro y escribo mal lo
que necesito poner en mi tarea.
-Lo
siento, capitán.
-Perdona,
Hyuga-kun.
-Y
por cierto, Takeshi, escribiste mal atención en tu tarea de
inglés; va con dos T después de la A.
-¿Cómo
lo supiste, capitán? –preguntó Takeshi, a punto de
darle un síncope.
-Desde
aquí lo puedo ver.
-Nunca
dejas de sorprenderme, Hyuga-kun.
-Así
soy yo –y Hyuga al fin escribió bien lo que quería.
Terminó su tarea, guardó su maletín y se acostó,
ya bajo las cobijas.
-Noches
a todos –dijo él, cubriéndose la cara ya que la luz
aún estaba encendida.
-¿Ya
te vas a dormir? Si usualmente eres el que se duerme más
tarde.
-Estoy
cansado. Recuerden que tuve que 'pelear' con Ikazuchi, y no es
fácil.
-Bueno,
en eso tienes razón.
Mientras
tanto, en otra habitación, dos de los tres ocupantes estaban
dormidos, pero uno estaba rumiando su furia aunque estaba acostado y
con la luz apagada.
-Te
juro que ésta me la vas a pagar, maldito capitán del
equipo de fútbol. Nadie derrota de una manera tan sencilla a
Ikazuchi Rairyuu… -se dijo el muchacho, muerto de furia. Sin
embargo, lo que más le había dolido había sido
la 'otra' derrota: la que había sufrido a manos del
Arcángel del Fuego.
"Bueno,
ni modo. Pero si Shinobu se entera de esto, apuesto lo que sea a que
me matará. En todo caso, juró que me vengare del
Arcángel del Fuego por esta derrota."
-Ya
duérmete, Ikazuchi –dijo uno de sus compañeros.
-Sí,
sí, como sea…
Entretanto,
en Shizuoka, Tsubasa estaba por irse a dormir. Había sido un
día más bien tranquilo, sin peleas ni problemas, aunque
el entrenamiento había sido más duro que de costumbre,
pues se acercaba un partido de fútbol. Durante la mañana,
en el descanso le había comentado a Sanae sobre lo sucedido la
noche anterior.
-¿Se
lo contaste a tu mamá? Apuesto tres mil yenes a que Shiro te
regañó como nunca.
-No
hay apuesta. Tuve que hacerlo. Me asustó, liberé sin
querer la ola, y como la ventana estaba cerrada no pude hacerle creer
que había sido el viento. Además ella había
estado sospechando de mí todo el tiempo, y bueno, ya estaba
harto de tener que mentirle –había sido su respuesta.
-Claro,
te comprendo, pero le dijiste que debía mantener el secreto,
¿verdad?
-Si
no lo hacía, ¿crees que Shiro me habría dejado
vivo?
-Bueeeeen
punto.
-En
todo caso, será mejor hablar de esto después –fue lo
último que dijo Sanae antes de que hubiesen entrado a clase.
Sin embargo, Tsubasa ni siquiera sabía por qué no le
costaba trabajo hablar con ella, si cada vez que la veía el
estómago hacía una chilena con su corazón.
Bostezando largamente se metió entre las cobijas, apagó
su lámpara y cerró los ojos. Aunque no le costó
trabajo quedar profundamente dormido, volvió a soñar
con el partido de fútbol… y con su mejor amigo, al que le
habían brotado alas.
Al
otro lado del charco…
-Hey,
Misaki-kun, ¿qué te pasa? ¿No has dormido bien?
–preguntó una chica de cabello corto a un muchacho que se
veía cansado.
-La
verdad no, Azumi-san. He tenido el mismo sueño de las noches
anteriores –respondió un muchacho de cabello castaño
y dulce mirada.
-Oh,
¿el mismo sueño de siempre? Insisto en que quizás
sea algo que va a pasar. Y si es el caso, te recomiendo que tengas
cuidado.
-No
lo creo, porque en mis sueños están en la época
de los shogunes. Y de eso ya hace siglos.
-En
todo caso, vamos a clase. Ya terminó el descanso, Misaki-kun.
Ambos
chicos entraron al aula. La clase a esa hora no era precisamente la
mejor, pues varios de los estudiantes estaban amodorrados por el
almuerzo y el calor que hacía. Justamente Taro era uno de
ellos.
-Misaki-kun,
despierta –dijo Azumi, que estaba justamente en el escritorio
ubicado detrás del escritorio del muchacho. –Si no el
maestro te regañará.
-Estoy
despierto, Azumi-san, pero estoy muy cansado… -Taro hacía
todo lo posible por no quedarse dormido. Pudo más la voluntad
del muchacho, que además sabía que si se quedaba
dormido volvería a soñar con aquella batalla. La clase
pasó, y no hubo entrenamiento de fútbol debido al
intenso calor.
-Te
acompaño a casa, Misaki-kun. Estás muy cansado y
podrías quedar dormido de pie.
-No
te preocupes, Azumi-san. Yo puedo llegar a casa sin problema.
-Ya
sabes lo que dicen: soldado prevenido no muere en guerra. Anda, te
ayudo –y Azumi acompañó al muchacho hasta su casa.
Mientras
tanto, en Alemania, Genzo estaba entrenando con su equipo. Habían
almorzado algo más bien ligero, y el clima era estupendo para
entrenar, pero no se sentía bien. A raíz de haber
tenido el mismo sueño una y otra vez estaba con insomnio, y
por ende tenía un fuerte dolor de cabeza.
-Genzo,
¿qué te pasa? Usualmente no andas sin tu gorra puesta
–dijo su mejor amigo, Herman Kaltz.
-Me
duele mucho la cabeza, Herman.
-¿Y
eso?
-Insomnio.
He estado soñando lo mismo durante noches, y a raíz de
ello no logro dormir –dijo Genzo mientras le pasaba el balón.
-¿Qué
sueñas? Porque soñar lo mismo varias veces no es
normal.
-Sueño
con una batalla entre seres alados. Unos con alas blancas, otros con
alas negras, y un viejo amigo está ahí también…
Aunque eso no me lo explico.
-¿Has
intentado escuchar música, o leer un libro antes de dormir?
-No.
Lo que hago es simplemente dormirme. Como suelo llegar tan cansado…
-Inténtalo.
Quizás así logres dormir bien.
-Pues
eso espero, aunque tengo la impresión de que ese sueño
me está avisando de algo.
-¿Cómo
así? –Herman recibió otra vez el balón y se lo
devolvió con un pase limpio.
-De
que quizás esté involucrado en esa batalla… Aunque
pensándolo bien sería una estupidez.
Genzo
le pasó el balón a Kaltz, pero no controló su
fuerza y Kaltz no pudo atrapar el balón.
-Oye,
cuidado. Casi golpeas a alguien. La falta de sueño te está
afectando, amigo.
-Sí.
Sólo espero que pueda dormir mejor esta noche porque en le
próximo partido no puedo fallar.
-Eso
es muy cierto.
