Capítulo IX: Arcángeles en Nôtre Dame

-¡Misaki-kun! –exclamó Tsubasa, despertándose de improviso. Otra vez había soñado con él. Otra vez había soñado que su gran amigo, con una sonrisa en los labios y señalando que hiciera silencio había volado con alas de Arcángel.
-Misaki-kun… ¿Acaso tendrás algo que ver con esto? Espero que no. Sé que faltan tres Arcángeles, pero no quiero ver a más gente involucrada en esto.
Intentó volver a dormir, pero fue inútil. Decidió ir a la habitación de huéspedes, aquella en la que antes viviera su ídolo y amigo, Roberto Hongo y que ahora se hallaba vacía. Con un libro en la mano Tsubasa entró lo más calladamente posible, encendió la lamparita de la mesa de noche y se puso a leer un libro sobre la historia de fútbol (jamás cambiará )
Ya iba casi en la mitad del libro cuando el sueño volvió a apoderarse de él. Volvió a su habitación, cerró la ventana que había abierto para que se ventilara el lugar y volvió a acostarse. Esta vez no soñó con Misaki, ni siquiera con un partido de fútbol; había soñado con algo que quizás quería hacer realidad: declarársele a Sanae, sin importar si ella le correspondía o no.
Amaneció el nuevo día, y con él los Arcángeles y su inseparable aliada. Cada quien se preparó para afrontar aquel día, que en realidad sería muy largo.
-Tsubasa, hijo, hora de levantarse –Natsuko tocó a la puerta, pero se sorprendió al ver que Tsubasa hacía rato estaba despierto.
-Buenos días, mamá. Hace rato me levanté, por si te lo preguntas.
-Entiendo. Me sorprende que ahora te despiertes tan temprano.
-Digamos que me estoy acostumbrando a ver el alba.

Rato después, Tsubasa se dirigió a la Secundaria caminando. Sin embargo, al pasar por el callejón donde todo el lío comenzó, volvió a pasar lo mismo: el ruido de la calle desapareció y todo parecía ir en cámara lenta… Probable señal de que Shiro andaba cerca.
-Sé que andas por ahí, Shiro. Deja de esconderte
-No se te escapa nada ahora, ¿no? –respondió el ser envuelto en la capa blanca después de haberse quitado el disfraz de una gorda rata gris. –Ya te das cuenta de muchas cosas, Tsukai.
-Pues digamos que sí. Quiero preguntarte algo.
-Dale.
-¿Soñar lo mismo una, y otra, Y OTRA vez es normal?
-Depende del sueño, pienso yo –dijo Shiro, cruzándose de brazos. -¿Te está pasando?
-No sólo a mí; a mis mejores amigos también.
-Vamos por partes. Explica primero lo que te pasa a ti.
-Sueño con un partido de fútbol, común y corriente. Pero de buenas a primeras, a mi lado está mi mejor amigo, con su ropa de siempre. Apenas me doy cuenta de ello él sonríe, me señala que haga silencio, le brotan unas alas como las mía y sale volando hacia la portería contraria. Eso es lo que he estado soñando, y no me parece normal.
-¿Tu mejor amigo es mayor que tú?
-¿Por qué la pregunta?
-Simplemente respóndeme. Odio que me respondan con otra pregunta.

Eso dejó a Tsubasa helado.
-Pues sí, es un poco más de dos meses mayor que yo. Pero insisto: ¿por qué la pregunta?
-Porque no es normal que sueñes con tu amigo más de una vez y más si le brotan alas a menos de que pasen dos cosas. Uno: Quizá tengas un lazo tan fuerte con él que lo extrañas más que nunca. Dos: Probablemente sea uno de nosotros.
-Vaya, es la primera vez que me das una respuesta clara, Shiro.
-Como sea… -Shiro al parecer no se había percatado de ello. -¿Y tus amigos qué sueñan repetidamente? Y, ¿cómo te enteraste?
-Me enviaron cartas contándome. Ambos sueñan con la batalla entre Arcángeles Blancos y Negros, aunque hay unos puntos que no coinciden entre ellos. Misaki-kun, que es mi mejor amigo dice que en sus sueños aparece una joven con un kimono antiguo y dice que salgo ahí. Wakabayashi-kun, mi otro amigo, dice que no lo sueña con tantos detalles, que sabe que luchan por una razón, que yo estoy ahí, y le parece mala señal.
-¿Y de casualidad no se te ha ocurrido que probablemente sean los que estamos buscando? –dijo Shiro con su típico tono de reprimenda.
-No comiences… Sí lo he pensado, pero la verdad espero que no sean ellos. Sería muy arriesgado intentar teletransportarse hasta París o Hamburgo, y además no quiero que nadie más esté involucrado en este embrollo.

Sin embargo, entre toda la discusión el ruido de la calle volvió, y estaba sonando la campana, señalando que a Tsubasa se le estaba haciendo tarde.
-¡Oh, no! Ya me toca irme. Hasta luego, Shiro –y Tsubasa salió corriendo. Shiro observó al muchacho.
-Dijo que por fin le había dado una respuesta clara. Eso significa que debo ir con más cuidado con respecto a lo que digo… Al fin y al cabo, si no les ayudo con esto, nunca podré obtener el dichoso descanso eterno. No es fácil dar mensajes, consejos y todo lo demás –y desapareció sin más.
Por otro lado Tsubasa llegó apenas a tiempo a clase.
-Tsubasa-kun, ¿qué pasó? Casi llegas tarde –dijo Sanae, preocupada.
-Hablemos después –respondió el muchacho mientras entraba el maestro. Ya en la clase…
-Ozora, teniendo en cuenta la tarea que dejé, ¿qué elementos de la tabla periódica son el más y el menos electronegativo?
"Vamos, piensa, piensa…" –Tsubasa no lo recordaba bien. Por alguna razón se le venía a la mente el sueño; Taro, el hecho de que estaba en Francia… Su típica sonrisa amable…
"¡Eso es! ¡Francia… el francio! Y la sonrisa… ¡La crema dental tiene flúor!" –y Tsubasa dio la respuesta correctamente. Nunca se sintió más agradecido con ese sueño… Aunque no faltaba mucho para que el aviso que estaba escondido en aquel sueño saliera a la luz.
Y ya saben, cuando las cosas no pueden ponerse peor, empeoran. Después de dar su respuesta triunfal, a Tsubasa lo acometió el acceso de dolor. Ishizaki y Sanae se alarmaron al ver esto. El muchacho con cara de mono utilizó sus poderes para hacerle creer a los demás estudiantes que Tsubasa tenía un dolor de cabeza atroz y Sanae se apresuró a evitar que el muchacho se golpeara la cabeza.

-Ishizaki, Nakasawa, ¿podrían explicarme por qué se levantaron de sus lugares? –dijo el maestro.
-¿No ve que a Tsubasa le dio un dolor de cabeza horrible? –dijo Ishizaki.
-Será mejor llevarlo a la enfermería –dijo Sanae. –Está sudando frío y su cara está muy pálida.
-Encárguese entonces, Nakasawa.
-Yo ayudaré también; Tsubasa es muy pesado para ella sola, maestro –y entre Ryou y Sanae llevaron al joven semiinconsciente a la enfermería. Ryou tenía razón; Sanae no era lo suficientemente fuerte para ayudar a Tsubasa, e incluso para él era pesado, pero entre los dos lo lograron.
-¿Sucede algo? –preguntó la enfermera cuando los tres entraron.
-Es Tsubasa-kun. Le dio un dolor de cabeza tan fuerte que quedó casi inconsciente –mintió Ryou.
-Bien, pueden dejarlo en la camilla. Pensé que había tenido suficiente después de lastimarse tanto en los partidos de fútbol.
-Él no se ha lastimado tanto –dijo Sanae más como un reproche.
-Bueno, ustedes dos vayan a clase. Yo me encargo de este muchacho.

Ryou y Sanae salieron de la enfermería, pero por un momento se quedaron hablando.
-A mí me huele a que Tsubasa detectó que están atacando a otro de nosotros.
-No será a Hyuga, ¿o sí?
-De eso no tengo idea, Sanae. No tengo idea de qué hacer.
-Será mejor discutirlo con Tsubasa en el descanso. Vamos, que el maestro debe estar enojado.
Entraron al aula, se sentaron y siguieron con la tediosa clase de química. Ya rato después, antes de que sonara el timbre para salir a descanso, el maestro les avisó que habría un examen sobre la tabla periódica (el tema que estaban viendo)
-Por favor no olviden estudiar, porque los que obtengan la mejor calificación serán eximidos del examen de fin de trimestre.
-¿En serio? –dijo Yukari, más como una exclamación de asombro.
-Pero eso sólo será para los que obtengan la mejor calificación en el examen de la próxima clase, señorita Nishimoto -y sonó el timbre. De inmediato el Arcángel de la Tierra y su aliada salieron como alma que lleva el diablo a la enfermería. La enfermera les informó que Tsubasa se había quedado dormido después de que le diera otro ramalazo de dolor.
-Supongo que esos dolores deben agotarlo mucho –dijo Sanae, no muy convencida de lo que decía.
-Pues habla con él –y la enfermera salió a tomar un café.

Sanae e Ishizaki se acercaron a la camilla donde Tsubasa estaba dormido.
"Se ve tan apuesto cuando duerme…" –pensó la joven, sin duda enternecida, pero no dejó que Ryou la viera así.
-Hora de que despierte. Anda, Sanae, despiértalo, pero no lo vayas a asustar.
-Pero, ¿cómo?
-Yo qué sé… Usa lo que te dio nuestro amigo.
Sanae tomó la esfera de cristal, sin saber realmente qué hacer, e imploró de todo corazón una respuesta.
"Si sabes cómo hacen el Kami no Tsukai y los Arcángeles para usar sus poderes, entonces no debe ser problema para ti usar los poderes del talismán" –fue la respuesta que Shiro le dio.
-Tsubasa-kun, por favor despierta –murmuró la chica, con la esfera de cristal en su mano. La neblina blanca que había dentro formó un pequeño remolino, y el muchacho despertó.
-Es la primera vez que me despiertan tan delicadamente… Gracias, Sanae-chan.
-Vamos afuera. Tenemos que hablar –dijo Ryou, señalando la salida.
-No puedo salir hasta que la enfermera dé la orden.
-Salió a tomar un café.
-En todo caso es mejor esperar, ¿no?
-Si tú lo dices… -dijo Ryou, aburrido.

Sanae y Ryou acercaron un par de sillas de plástico.
-¿Por qué te dio el ataque, Tsubasa? –preguntó el chico con cara de mono.
-Dice Shiro que es o porque no controlo del todo mis poderes, o porque deben de estar atacando a alguien. Y en este caso, me temo que la segunda opción es la correcta.
-¿Y alcanzaste a ver dónde fue el ataque?
-Vi un vitral redondo, como en una iglesia, y a quien atacaban.
-¿A quién atacaron? –preguntó Sanae, alarmada.
-No alcancé a distinguir bien quién era, pero me daba la impresión de que era alguien muy cercano a nosotros. Las alas del Arcángel Negro que lo atacó no me permitieron ver bien.
Los otros dos jóvenes se miraron confundidos. ¿Un vitral redondo? ¿Una iglesia?
-No tiene sentido alguno. Y además, si están atacando a alguien que ni siquiera sabemos si conocemos o dónde está, ¿cómo haríamos para llegar allí? –dijo Ryou, la confusión a flor de piel.
-No tengo idea… Pero insisto en que siento que esa persona a quien estaba atacando ese Arcángel Negro es bastante cercana a nosotros –repitió Tsubasa, tomándose la cabeza con una mano. Los muchachos siguieron hablando, pero Sanae estaba muy concentrada pensando, hasta que se sobresaltó.
-¿Qué pasa, Sanae-chan?
-Sentí un chispazo de energía –y la chica volvió a tomar su esfera de cristal. La observó largamente, al igual que Tsubasa e Ishizaki. Sin embargo, para ellos no parecía decirles nada aquella niebla blanca encerrada en el cristal, pero de algún modo Sanae sí logró entenderlo.
-Chicos, creo saber quién fue atacado y donde.
-¿Cómo? ¿Quién y dónde? –dijeron ambos muchachos a la vez.
-De algún modo puedo verlo… El vitral redondo es un rosetón y la iglesia es en realidad la catedral de Nôtre Dame y a quien atacan, es a Misaki Taro.

-¡No puede ser! ¡A esta hora serían más o menos la una de la mañana allá! –exclamó Tsubasa, entre enfurecido, aterrado e incrédulo.
-Pero así es, Tsubasa-kun. Eso es al menos lo que percibo… ¿Y qué van a hacer?
-Sí, buena pregunta.
-Tendremos que ir a París a salvarlo, pero no sé si podamos contar con Hyuga-kun.
-Sería imposible. Aparte de que a esta hora la Catedral está cerrada, si fueran allá le causarían un shock a Misaki-kun –dijo Sanae pragmáticamente.
-¿Y entonces qué hacemos? ¿Vamos a dejar que mi mejor amigo muera a manos de un ser de las tinieblas?
-No, pero…
-No sé de ti, Ishizaki-kun, pero voy a ir a salvar a Misaki-kun. Sanae, como no puedes teletransportarte tendrás que quedarte aquí.
-De eso nada. Voy contigo –dijo Ryou.
-No sé si pueda teletransportarme como ustedes, pero valdría la pena intentarlo –sin embargo, llegó la enfermera, y se sorprendió al ver a Tsubasa ya despierto, y al parecer molesto.
-Veo que te encuentras mejor. Mejor escribo el permiso para que puedas regresar a clase, y por cierto, trata de calmarte. Estás alterado.
-No, tranquila, señorita. Es que Tsubasa siempre se pone así cuando tiene mucha hambre –dijo Sanae nerviosamente. Y después de recibir la orden, Tsubasa y sus amigos salieron de la enfermería.

-Calculo que nos quedan unos veinte minutos. Si tenemos suerte podremos salvarlo y regresar a tiempo –dijo Tsubasa.
-No sólo suerte, si no energías –respondió Ishizaki. Sanae estaba concentrada, con la esfera de cristal en la mano.
"Hyuga-san, si recibes este mensaje y estás en descanso, teletranspórtate a la Catedral de Nôtre Dame lo más rápido que puedas. ¡Están atacando a Misaki Taro!" –pensó la muchacha trabajosamente. No estaba segura si recibiría respuesta alguna, pero al menos valía la pena intentarlo. Los tres jóvenes corrieron a un rincón más bien aislado de la escuela, y concentraron sus energías en poder llegar a donde estaba el joven a quien debían salvar. Tsubasa y Ryou sí lo lograron, pero Sanae no pudo. Resignada, se sentó a esperar y rezar porque sus amigos salieran bien de esta.
Mientras tanto, el Mensajero de los Dioses y el Arcángel de la Tierra lograron llegar sanos y salvos a París.
-Hay que buscar el rosetón. Por suerte hay luna llena, por lo que al menos se debe ver la luz filtrándose a través del vitral. Vamos –y Tsubasa hizo aparecer su brazalete aparecer, al igual que su espada. Ryou siguió su ejemplo. Sin embargo, la Catedral era enorme, y se cansaron.
-Pero qué brutos somos, Tsubasa-kun. Si somos los enemigos de los Arcángeles Negros, ¿por qué no volamos?
-Buen punto –y ya ambos con sus alas desplegadas volaron hasta encontrar el rosetón.

Lo que vieron no fue alentador.
-Anda, si eres el famoso Arcángel del Agua al menos intenta defenderte –dijo el Arcángel Negro que estaba atacando al muchacho, ya bastante herido.
-No sé de qué hablas… ¿Y por qué me trajiste hasta aquí? No tengo nada que ver con arcángeles; ni siquiera soy católico –respondió Taro, más como una súplica.
-Ya sabes por qué te traje hasta aquí: esta bella catedral será tu tumba –y con lo que parecían afiladas rocas negras, como la obsidiana, el Arcángel Negro atacó. Pero…
-¡Grito de los Dioses! –Tsubasa atacó y desvió el ataque del Arcángel Negro, mientras Ryou formaba la consabida barrera. Las rocas cayeron al suelo y se partieron en mil pedazos. El Arcángel volteó a ver, y en sus ojos se veía el más puro odio… Aunque lo que más miedo daba era que tenía un ojo azul y el otro marrón.
-Ustedes… No sobrevivirán a mi… ¡Ráfaga de Desprecio! –y otra sarta de filudas rocas negras atacaron, lastimando a los que habían llegado.
-Tsukai, corre y salva a Misaki-kun. Yo mientras tanto distraeré a este maniático –dijo Ryou, levantándose. –Oye, tú, ¡pelea con alguien de tu talla!
-Bien –susurró el muchacho de la espada y corrió hacia donde estaba Taro. –Misaki-kun, ¿te encuentras bien?
-Tsu, Tsubasa-kun –misteriosamente, Taro no se veía sorprendido al ver a su mejor amigo con una espada en la mano y un par de alas en la espalda. –Sabía que vendrías… Sabía que vendrías a salvarme, amigo.
-Lo sé… Estás malherido.
-No es nada… -pero de inmediato a Tsubasa le ocurrió lo mismo que las veces anteriores, cuando descubrió que Ishizaki y Hyuga eran Arcángeles; sin embargo, un rayo de luz azul salió disparado del magatama del Mensajero de los Dioses y dio en Taro.

-Tsubasa-kun… ¿Qué sucede? ¿Y por qué siento este dolor…? –dijo Taro, aterrado. De él salieron un magatama azul pálido, un brazalete, y lo que al principio parecía una plumilla de dibujante. Después de ello, Tsubasa quedó semiinconsciente y jadeaba del dolor. Y tal como los otros Arcángeles, un torrente de recuerdos llenó la mente del dulce muchacho… El Arcángel del Agua había despertado.
-Ya no tengo dudas… -y Taro desplegó un par de alas. Tsubasa vio eso, y trató de detener a Taro por sus heridas, pero éste, sonriendo, le hizo callar con un gesto. El muchacho voló hacia el Arcángel Negro que le había atacado, su pequeña plumilla convertida en un tridente, y lo atacó con gran agilidad. Sin embargo, el ser oscuro lo atacó.
-Ni siquiera lo intentes, novato –dijo el Arcángel de los ojos disparejos, después de haber vencido a Ishizaki y enviado al Arcángel del Agua contra un pilar.
-Al menos puedo intentarlo.
-Misaki-kun… -dijo Ishizaki, tratando de levantarse. –Él tiene razón; todavía no sabes controlar tu poder.
-Pero no puedo dejar que te mate, Ishizaki-kun…
-Pierdes tu tiempo. ¡Ni siquiera eres rival para mí!
-Pero yo sí. ¡Tormenta de Fuego! –y el Arcángel cayó al suelo gracias al certero ataque de Hyuga.

-Kojiro-kun… Tú también…
-Ya veo que lo que dijo Sanae es cierto. ¿Te encuentras bien? ¿Y dónde está Tsubasa?
-He estado mejor, y Tsubasa-kun está allá, semiinconsciente.
-Por cierto, como acabas de despertar, escucha tu corazón, y verás que lograrás controlar tu poder. Acaba con este idiota mientras yo hago algo al respecto con estos dos.
-Bien –y a pesar de sus heridas, Taro cerró los ojos y puso su mente en blanco.
"Busca en tu corazón y hallarás el poder que necesitas para vencer a lo Arcángeles Negros, los custodios de la oscuridad. Debes utilizar la fuerza del agua... con el Tridente de Poseidón."
"El Tridente de Poseidón… La fuerza del Agua… Buscar en mi corazón…" –Taro repitió aquello mentalmente, como una letanía, hasta que su magatama brilló y el muchacho abrió los ojos.
-¿Qué pasa? ¿El nuevo tiene miedo de atacar? Anda, atrévete.
-No me subestimes… ¡Corriente Marina! –sobra decirlo; no era consciente de lo que hacía, pero Taro levantó los brazos, sus manos dorso contra dorso, las separó bajando los brazos mientras un par de esferas de agua se formaban en sus manos, y rápidamente las empujó hacia el Arcángel. Un gran torrente de agua se formó a partir de las dos esferas y dio en el Arcángel, que cayó al suelo.
-Esto no es lo último que escucharán del Arcángel del Odio –y maldiciendo intentó escapar, pero alguien lo golpeó con fuerza antes de que se fuera.
-Ni pienses en maldecir en un lugar sagrado –fueron las palabras de Tsubasa, que gracias a Hyuga volvió en sí y como un rayo atacó con su espada al ser maligno.

Después de que cada uno se recuperara, Tsubasa le explicó brevemente qué hacer a su amigo y le entregó la piedra azul, antes de irse junto a Ryou. Sin embargo, Hyuga aún tenía tiempo, y resolvió las dudas que su amigo tenía.
-Sé que esto suena muy absurdo, pero tienes que descubrir tus poderes por ti mismo. Ahora, es mejor que los utilices y regreses a casa. Tu padre se preocuparía si viera que tu habitación está vacía.
-Lo sé, Kojiro. Gracias a ti, y a los demás por salvarme.
-Hey, si queremos lograr nuestros sueños tenemos que enfrentarnos a nuestro destino… Bueno eso es lo que dice el cursi de Tsubasa.
-Bueno, será mejor irme.
-Y por cierto, si tu padre nota la marca del tridente, dile que es un tatuaje temporal.
-Sí –y Kojiro se fue también. Taro se concentró, pensó en estar en su habitación, a salvo y sin herida alguna… Y de inmediato estaba allí.
"Azumi tenía razón; ese sueño era señal de que algo iba a pasar. Y ahora que lo sé, lo único que puedo hacer es aprender cada vez más a controlar este maravilloso poder."
-Sabía que vendrías a ayudarme, Tsubasa-kun. No sé por qué lo supe, pero lo sentía. Sabía que no iba a morir hoy… Aunque corriste un gran peligro. Sólo puedo agradecerte el que me hayas salvado –y cansado como estaba, cayó profundamente dormido