Capítulo X: Un Primer Beso Accidental

Mientras tanto, Tsubasa e Ishizaki a duras penas habían llegado a tiempo. Cansados, pero sin heridas visibles (ah, el poder de la mente…) corrieron al salón, y apenas lograron evitar un castigo. Por otro lado Hyuga llegó sin contratiempos, y sin problemas, si es que se preguntan por él.
Llegada la hora del almuerzo, Tsubasa, Sanae e Ishizaki se sentaron bajo un árbol. Los muchachos le narraron lo sucedido a la chica. Por suerte ella era muy buena oyente, pero le sorprendió mucho que Misaki no se sorprendiera con lo sucedido.
-Tal como lo oyes. De algún modo lo sabía.
-A menos de que lo haya soñado o algo parecido…
-Fue más como un presentimiento, supongo. Habría que preguntarle a Misaki-kun –opinó Ishizaki.
-Además fue muy oportuno que Hyuga llegara en el momento en que llegó. Creo que la telepatía es otro de nuestros poderes.
-O quizás sólo de Sanae, ya que no es un Arcángel.
-No creo que sólo yo pueda usar la telepatía. Inténtenlo –dijo la chica, avergonzada. Los muchachos lo intentaron, sin resultado alguno.
-No, no podemos hacerlo. Creo que sólo tú lo podrás hacer –dijo Tsubasa.
-Bueno, no discutamos. Además, estoy muy cansado como para hablar –dijo Ishizaki, antes de meterse un gran trozo de comida a la boca.
-Más bien estarás demasiado hambriento –dijo alguien acercándose a ellos. Era Yukari, quien iba con Kumi.

-¿Nos escucharon? –dijo Sanae, pálida.
-Sólo lo último que dijo Ryou. Como saben que es un glotón –dijo Kumi, haciendo que el aludido se atragantara.
-Ten cuidado con lo que dices –dijo Tsubasa prudentemente, frotándole la espalda a su amigo. Al fin Ryou logró respirar y le dio una mirada de reproche a las chicas.
-En fin, no es hora de discutir. ¿Qué piensan hacer esta noche? –preguntó Yukari.
-Lo mismo de siempre: cuidar de Atsushi y hacer mis deberes.
-Descansar.
-Lo mismo que Tsubasa.
-¿Y por qué no vienen con nosotras a esa nueva discoteca juvenil que abrieron hace poco, Vitalis? Me han contado que es sólo para menores de edad y venden unas sodas exquisitas.
-Para sodas, mejor voy a la heladería de la familia de Sanae –dijo Ishizaki. –Pero no me niego a cambiar mi rutina.
-Mientras no llegue muy tarde a casa no creo que haya problema. Sólo me preocupa mi madre.
-No sé si mis padres me dejen… Al fin y al cabo tengo que cuidar de Atsushi.
-¿Y si convencemos a tus papás? Al fin y al cabo casi nunca sales, Sanae –replicó Kumi. –Además no creo que tus padres sean tan estrictos.
-Pues…
-No seas aguafiestas, Sanae. Mira que Tsubasa y Ryou van a ir.
-Pero… ¿Me ayudan a convencer a mis padres?
-Claro –dijo Yukari amablemente.

El resto del día siguió igual, y después de llegar del entrenamiento de fútbol, Tsubasa le comentó a su madre sobre la idea que Yukari y Kumi habían tenido.
-¿No será muy peligroso?
-¿A qué te refieres, mamá? ¿A que haya algún altercado? Según contó Yukari sólo venden refrescos.
-No; me refiero a que si alguno de los Arcángeles Negros ataca y tú no te des cuenta.
-Es imposible que no me dé cuenta, mamá. No te lo había dicho, pero cada vez que un Arcángel Negro ataca a uno de nosotros, siento un fuerte dolor, como si me electrocutaran.
-Definitivamente esto es terrible…
-No, no te preocupes, mamá. Antes casi me desmayaba cuando pasaba, y aunque siguen siendo igual de dolorosos, ya logro resistir más. Pero, ¿me dejas ir con los demás?
-Está bien… Pero no te vayas a demorar demasiado.
-Te lo prometo –y Tsubasa corrió al teléfono a avisarle a Ishizaki. Éste también había convencido a su madre, diciéndole que por ayudar en los baños al menos merecía una recompensa. Éste llamó a Kumi, quien llamó a Yukari, quien de inmediato partió a casa de Sanae para intentar convencer a los padres de la joven. Después de mucho conversar, y asegurar que no se demorarían demasiado, la chica logró hacer que Sanae fuera con ella a Vitalis.
-Pero, ¿qué debería ponerme? La verdad no sé de moda –dijo Sanae, preocupada.
-Ven conmigo. Yo te puedo prestar algo ya que tu ropa es muy conservadora, mi querida amiga.
-Bueno… -y las dos chicas fueron a la casa Nishimoto. Rato después se les unió Kumi, y como habían quedado de encontrarse con Tsubasa, Ishizaki e Izawa (le preguntaron después) en la discoteca, se la pasaron probándose ropa y maquillaje para ir.

Rato después, llegaron a Vitalis, aunque los muchachos no habían llegado. Sanae tenía un pantalón negro descaderado más bien ceñido, una camisa azul sin mangas, zapatos del mismo tono azul de la camisa y no llevaba maquillaje (Kumi y Yukari opinaban que ella no lo necesitaba ); Kumi llevaba una falda un poco más arriba de la rodilla de dril blanco, botas negras, una escotada camisa negra y un poco de maquillaje en los ojos. Yukari iba con un pantalón como el de Sanae, pero azul oscuro, zapatos de plataforma, una camisa sin tiras azul clara y también iba levemente maquillada (parecía que las chicas iban de conquista y no de fiesta ). Ya momentos después aparecieron los muchachos. Tsubasa llevaba una camisa manga corta negra bajo un saco azul oscuro que no usaba mucho, jeans y tenis, y para variar… olía a colonia ; Ishizaki iba con una camiseta blanca sin mangas, jeans oscuros y tenis, mientras que Izawa iba con una camisa con las mangas enrolladas, camiseta, pantalón negro y zapatos negros.
-Llegaron tarde, muchachos –dijo Yukari, un poco molesta.
-Es que Ishizaki se chocó con un árbol y quedó mareado un rato. A ver si a la próxima te fijas por donde andas –dijo Mamoru, molesto.
-Ya deja de regañarme –replicó Ryou, causando las risas de las chicas.
-Se ven bien –dijo Sanae tímidamente.
-Ustedes también. Casi no las reconocemos, ¿eh, Tsubasa-kun?
-Eh, sí, así es… -dijo el muchacho, sin atreverse a ver a Sanae.
-¿Entramos entonces?
-¿Pues a qué vinimos? Entremos.

Kumi quiso entrar acompañada del muchacho que le había robado el corazón, pero Yukari se lo impidió con una mirada, por lo que entró con Izawa. Yukari de inmediato se juntó con Ryou, haciendo que Tsubasa y Sanae entraron juntos.
-¡Este lugar es enorme! –exclamó Ryou al ver la cantidad de mesas y de jóvenes adentro.
-Vaya cantidad de luces… Me sorprende que nadie quede ciego –dijo Kumi.
-Busquemos rápido una mesa, o si no tendremos que estar de pie el resto de la noche –dijo Yukari, buscando una mesa vacía. Al fin Tsubasa notó una mesa vacía, cerca de la barra de sodas. Los seis se apresuraron a ocupar esa mesa, y Sanae se ofreció a ir por las sodas. Todos pidieron lo que recomendó Yukari: una soda con helado de vainilla. Como el costo de la boleta para entrar a Vitalis cubría el valor de los refrescos, no hubo problema alguno.
-Disculpe, ¿podría darme seis sodas con helado de vainilla? –dijo la chica al que atendía la barra de refrescos.
-Por supuesto. Muéstrame las entradas.
Aunque eso confundió por un momento a Sanae, le mostró las entradas de todos, y después, en una bandeja llevó las sodas.
-Bueno, propongo un brindis porque logramos convencer a los padres de Sanae, porque estamos aquí y porque vamos a ganar el Torneo Nacional –dijo Yukari, levantando su soda.
-¡Salud! –y todos chocaron sus vasos. Efectivamente aquel soda float era delicioso, y ayudaba a paliar el calor que hacía en el lugar.

-¿Quieres bailar? –le preguntó Mamoru a Kumi.
-Bueno, vale –y fueron a la pista a bailar. El DJ del lugar tenía todo un repertorio de música electrónica, pero no resultaba aburrido. Ishizaki sacó a bailar a Yukari (y entre nos, Ishizaki no era mal bailarín), y aunque ella al principio tenía un poco de miedo a que le pisara, aceptó.
-Eh, ¿quieres bailar? –preguntó Tsubasa tímidamente. –No sé bailar mucho, pero…
-Yo tampoco, así que entre los dos nos hacemos compañía –respondió Sanae, también nerviosa. El muchacho le ofreció una mano para que ella se levantara, que ella aceptó con gusto. Fueron a la pista, escondidos entre varios grupos, y usaron los pocos pasos que sabían. No era mucho lo que sabían, pero no les importaba. Ya después colocaron baladas románticas en los altavoces. Kumi y Mamoru volvieron a la mesa, a descansar, mientras que las otras dos parejas siguieron bailando. Ryou y Yukari no tenían problema alguno; no le veían lo raro a bailar abrazados. Tsubasa y Sanae se veían algo avergonzados, pero al final él la tomó suavemente por la cintura, y ella recostó su cabeza en el pecho del muchacho a quien amaba desde muy pequeña.
-Perdona si no sé bailar mucho –dijo Tsubasa, avergonzado mientras sonaba Tsuki no Niji, de Something Else.
-Debería ser yo la que se debe disculpar. Como casi no salgo, entonces no sé bailar mucho…
Ryou y Yukari siguieron bailando, pero vieron con gusto cómo la otra pareja bailaba.
-Definitivamente hacen buena pareja. No entiendo por qué Tsubasa no se le declara si está tan enamorado –dijo Yukari, sonriendo.
-Sé que a Tsubasa le gusta Sanae, pero, ¿dices que está enamorado? Esas son palabras mayores.
-Son cosas que tú no te das cuenta porque eres un insensible, pero créeme que eso es lo que pasa.

Terminó la música lenta, y pusieron algo de pop (Wild Rush de T.M. Revolution ¡¡¡¡cómo me encanta esa canción!) Tsubasa y Sanae se habían cansado, al igual que la otra pareja (Ishizaki y Yukari)
-¿Quieres descansar?
-Eh, sí… -pero la chica tropezó, y Tsubasa por evitar que se cayera al suelo la sostuvo. Pero lo que no se dieron cuenta fue que por accidente estaban unidos por la comisura de los labios… Ellos duraron un milisegundo así, pero en cuanto se dieron cuenta de lo sucedido ambos se separaron y estaban rojos de la vergüenza.
-Yo…lo lamento… No fue mi intención.
-Fue mi culpa… Si no hubiera tropezado…
Ninguno de los amigos de la pareja se dio cuenta del accidente, pero vieron que ambos estaban rojos.
-¿Qué les pasa? ¿Por qué están rojos? –preguntó Kumi.
-No me digas que Tsubasa te pisó los pies, Sanae –dijo Yukari, sospechando.
-No, no es nada. Es que bueno, nunca habíamos bailado… juntos –explicó Sanae.
-Pues bailaron bien –dijo Yukari. –Aunque se nota que no saben bailar mucho.
-¿Qué comes que adivinas? –dijo Tsubasa con un leve tono de sarcasmo.
-Bueno, bueno, no te enojes. Vengan, siéntanse –dijo Mamoru, tratando de zanjar la discusión que se venía. Tsubasa se sentó, pero Sanae fue al baño. Se fue a lavar la cara por el calor que sentía, y por simple curiosidad sacó su esfera de cristal. Lo que vio no era bueno: se avecinaba una pelea.

Corrió hacia la mesa y le pidió a Tsubasa que la acompañara de inmediato.
-¿Qué pasa, Sanae-chan? Pareciera que hubieras visto un fantasma.
-Ten cuidado… Va a haber una pelea.
-¿Cómo así?
-Recuerda que el talismán que me diste me permite ver lo que pasará, y tal parece que habrá una pelea entre tú, Ishizaki y un Arcángel, aunque no es ni ahora, ni aquí… Por favor, ten cuidado.
-Lo tendré –aunque recordó el accidente (afortunado), Tsubasa no se sentía ya tan nervioso al ver a Sanae. –Sanae, yo…
-¿Sí? ¿Pasa algo?
-Yo… yo sólo quiero… -ya comenzó a tartamudear. Sanae trataba de verse confundida, pero en el fondo de su corazón rogaba que él completara lo que iba a decir.
-Oigan, ya es hora de irnos –dijo Mamoru, acercándose a ellos y echando a perder la magia del momento (de hecho estaba sonando Final Distance de Utada Hikaru)
-Ah, claro. ¿Nos vamos? –preguntó Tsubasa.
-Claro… Además ya es tarde y mañana hay que ir a clases.
Kumi, Izawa, Ryou, Yukari, sanae y Tsubasa salieron de Vitalis, contentos y cansados, pero una llamarada negra les bloqueó el paso.
-¿Qué rayos…? –exclamó Mamoru, sorprendido.
-¡Cuidado! –y Tsubasa, Ishizaki y Sanae apartaron a los demás de donde iba a dar el ataque.

"Que nadie salga lastimado, que nada malo les ocurra a los demás, que nadie lo recuerde..." –Ryou utilizó sus poderes para evitar que Mamoru, Kumi y Yukari recordaran los sucedido, aunque Sanae también estaba ahí, pero por alguna razón a ella no le afectaba eso. Podría bien haber sido el talismán lo que la protegía.
-¿Qué pasa? Me siento mareada –dijo Kumi, colocándose una mano en la frente. Mamoru y Yukari se sentían igual, pero Sanae no.
Mientras, dentro de la barrera…
-Otra vez tú… -Tsubasa e Ishizaki tenían sus armas listas, y no iban a dejarse vencer.
-El tonto del Arcángel del Odio ni siquiera pudo hacer bien su trabajo… ¡Fuego Negro! –y el Arcángel de la Oscuridad atacó. Ishizaki logró evitar el ataque, pero dio en Tsubasa de lleno.
Tsukai! ¿Te encuentras bien?
-La verdad no… -y Tsubasa utilizó sus alas para evitar el otro ataque de aquella joven que poseía los poderes de la Oscuridad.
-Date por vencido de una buena vez –dijo el Arcángel, empuñando su hoz. –No intentes retardar lo inevitable.
-Si me diera por vencido ya estaría muerto… -y Tsubasa liberó todo el poder de su espada utilizando la piedrecilla blanca que le pertenecía. Ya más recuperado voló y se enfrentó mano a mano con su rival. No era fácil; Tsubasa aún no se había repuesto de la llamarada negra que le golpeó, mientras que el Arcángel estaba ileso.

-Tsukai, déjame vencerla. Yo puedo con ella –dijo Ishizaki, empuñando su hacha.
-No… Déjame vencerla esta vez –y Tsubasa repelió el ataque con dificultad. El Arcángel de la Oscuridad utilizó su Fuego Negro otra vez, pero Tsubasa lo contrarrestó con su propio ataque, hasta que Ishizaki, desesperado por no hacer nada utilizó su Furia de la Tierra. El Arcángel de la Oscuridad cayó al suelo por el ataque, y desapareció otra vez, llena de furia pero al mismo tiempo de algo que ella desconocía, algo que siempre le pasaba cuando luchaba contra el Kami no Tsukai. De inmediato las armas, las alas, los brazaletes y demás desaparecieron, al igual que la barrera.
-Oigan, ¿qué pasó? No recuerdo nada… ¿Qué esperamos? –dijo Izawa, tomándose la cabeza con una mano.
-A Kumi y Yukari les dio un poco de mareo, pero ya se les pasó –dijo Sanae.
-Yo también me sentí mareado por un momento…
-Ni modo. Vámonos, mejor –y todos se fueron a sus respectivas casas.
Cuando Tsubasa llegó, Natsuko estaba dormida, pero la lámpara de su mesilla de noche estaba encendida. Esperando a que su hijo llegara se quedó dormida.
"Mamá… No, mejor no la despierto. Le contaré mañana lo que pasó" –Tsubasa apagó la luz de su madre, caminó de puntillas para evitar despertar a su madre y entró a su habitación. Se cambió de ropa, apagó la luz de su lámpara (la usó en vez de la luz de su habitación para no despertar a su madre), abrió la ventana y se metió entre las cobijas. Estuvo un rato entre dormido y despierto, pero no pudo olvidar lo que había pasado esa noche: aunque accidentalmente, y por sólo un instante… Esa noche había tenido su primer beso, y justamente con la chica que amaba.

Después de pensar aquello, Tsubasa se quedó profundamente dormido, y una sonrisa cruzó sus labios.

Mientras tanto, en su propia casa, Sanae estaba casi en lo mismo. Sus padres la habían esperado, y más curiosos que preocupados le preguntaron cómo le había ido. Les explicó lo que había pasado, obviamente omitiendo ciertas partes (), y se fue a su habitación. Se cambió de ropa, recordando que era de Yukari y que el atuendo que ella había usado estaba donde su amiga. Se puso su camisón, apagó la luz y se puso a contemplar la luna a través de su ventana. Como Tsubasa, no lograba sacarse de la cabeza ese momento. Había sido sólo un instante, un accidente, y técnicamente no habría sido uno por milímetros, pero había sido su primer beso al fin y al cabo. Y quizás lo mejor, y lo peor fue que había sido justamente con él.
-Tsubasa-kun… -suspiró la joven, mirando el cielo, que aunque tenía nubes no estaba del todo cubierto. –Si tan sólo supiera lo que sientes… Quizás podría no hacerme tantas ilusiones, o seguir con la esperanza de que lo que siento no es sólo de mi parte…
La joven cerró la persiana, se metió entre las cobijas y cerró los ojos. Poco a poco se sumió en un profundo sueño, y por alguna razón desconocida para nosotros, lágrimas comenzaron a fluir desde sus ojos cerrados. La neblina de la esfera de cristal, que estaba en su mesilla de noche, comenzó a agitarse, como si un diminuto huracán estuviera en su interior. Al parecer alguien (podría haber sido Shiro…) intentó atacarla en sueños; bien para que se alejara de los Arcángeles, o bien para lastimarla, pero la esfera protegió a la joven del ataque, pues después de las lágrimas derramadas el sueño de la chica parecía haber cambiado.

De regreso a la casa Ozora, Tsubasa ya estaba profundamente dormido. Había dejado la ventana abierta para que entrara brisa, pues a veces su cuarto era muy caluroso por las noches, y esa era una de esas noches calurosas.
Al estar tan profundamente dormido no notó que un pequeño pajarillo negro, o quizá un murciélago entró por la ventana. Se posó en el suelo, y tomó forma humana… La del Arcángel de la Oscuridad. Sin embargo, el aura de soledad y odio que solía rodearla brillaba por su ausencia.
-Quisiera rechazar mi destino… Quisiera no tener que acabar contigo, pero por desgracia eso no puede ser. Tú eres un ser de luz, de sol, que representa todo lo bueno y bello de la vida… Siempre tienes una sonrisa, una palabra amable para todos. Pero yo, yo… yo soy un ser de la oscuridad, de sombra y de soledad. Por desgracia mi destino es matarte o morir… Y no quisiera que fuera así. Yo por desgracia represento lo desagradable de la vida, que además vivo cada día. Vivo en el rechazo, el abandono… Por eso mi poder radica en las tinieblas, pero ahora que te veo así, quisiera poder escapar a mi destino –susurró ella, contemplando el perfil del muchacho que dormía. Se veía tan tranquilo, tan sereno, que el Arcángel Negro no pudo evitar quedarse contemplándolo, llena también de esa serenidad. Sin embargo, no tenía todo el tiempo del mundo, y no podía dejar que los otros Arcángeles supieran lo que había hecho.

Y fue cuando vio al muchacho dormido, cuando vio a aquel que debía matar en ese estado de paz, cuando supo que debía llevar ese secreto hasta la tumba, que ella, el Arcángel de la Oscuridad se dio cuenta de que si no se sentía capaz de matar al Mensajero de los dioses… no era sólo porque le había dirigido una palabra amable, si no porque ella se había enamorado profundamente de aquel cuyo nombre era las Alas del Cielo.

Al darse cuenta de ello, supo que debía irse. Si se atrevía a quedarse un momento más no sería capaz de resistir las ansias de quedarse ahí y contemplarlo por siempre. Volvió a transformarse en el pequeño animal volador, alzó el vuelo, y se alejó de la casa Ozora. Llegó al mismo lugar donde se reunía con los demás, y aterrizó.
-¿Dónde andabas, Jin? –preguntó el Arcángel de los ojos de dos colores.
-Fui a volar un rato por la ciudad. Me estaba muriendo del aburrimiento y la rabia.
-Claro, si otra vez te vencieron…
-Pero al menos no me venció alguien que a duras penas había descubierto sus poderes.
-Pues no fui el único… O se te olvida que a Rai también.
-¡A mí no me metan en sus discusiones! –respondió éste, ofuscado.
-Ya dejen de discutir -dijo el Arcángel de la cola de caballo. –Jin, si vas a estar un rato a solas, al menos deberías avisarnos que vas a dar un revoloteo.
-¿Y tengo que decirles el porqué?
-No necesariamente.
-Gallo que no canta tiene algo en la garganta –dijo el de cabellera corta y ojos pequeños, sospechando de que el Arcángel ocultaba algo.
-¡No comiences con tus dichosos refranes, Too!
-Ya te dije que si no te gusta ignóralo, Rai. Es mi manera de ser.
-Bueno, suficiente por hoy. No olviden que nosotros al fin venceremos –dijo el Arcángel de la cola de caballo.
-¡Por la Pluma Negra! –y todos desaparecieron