Capítulo XI: Un Grave Malentendido

Varios días pasaron, y extrañamente no hubo peleas entre Tsubasa y sus amigos y los Arcángeles Negros. Ishizaki pensó que quizá ellos se habían dado cuenta de que no podían con Tsubasa y los demás, pero Sanae sospechaba que quizás planeaban algo.
-No es normal que pasen varios días sin que aparezcan. A mí me huele a que están tramando algo.
-Lo dices porque tienes miedo.
-Pues tengo mis razones.
-Opino que Sanae tiene razón. No es normal que pasen varios días sin que ataquen.
-Claro, tú siempre estás del lado de Sanae…
-No; lo digo porque es verdad.
-No te creo.
La verdad es que cada vez que Tsubasa estaba de acuerdo con Sanae, nadie le creía que era porque pensaba que ella tenía la razón; no era un secreto que ambos se querían a morir, pero ninguno era capaz de admitirlo y mucho menos decirse el uno al otro lo que guardaban en su corazón. Estaban en la hora del descanso, por lo que era más difícil que fueran escuchados, aunque Sanae les advertía sobre tener todas las precauciones necesarias. Había pasado el cumpleaños de Ishizaki, por lo que Sanae le dio de 'regalo' la manilla que había hecho para que el muchacho no tuviera que hacer desaparecer el brazalete cada vez que luchaba.

Aquel día se iba a jugar un partido contra el Otomo, donde varios de los ex-compañeros de equipo de Tsubasa e Ishizaki (en la primaria) jugaban. Ya después de terminadas las clases, los muchachos del equipo de fútbol se apresuraron a llegar a la cancha de la secundaria para calentar antes del partido. Tsubasa estaba bastante emocionado (¿cuándo no? ), pero Ishizaki se veía molesto.
-¿Qué pasa, Ishizaki-kun? –preguntó Izawa al muchacho.
-Es que tendré que volverle a ver la cara al engreído de Urabe.
-¿Urabe Hanji? Pensé que se llevaban bien –dijo Kisugi, metiendo baza.
-¡Claro que no! Se fue al Otomo con la esperanza de derrotarnos, y según he oído Nitta, el que le dio la segunda victoria a la primaria Nankatsu también se fue allí.
-Es decir que tú crees que son unos traidores… Si fue decisión de ellos, ni modo.
-No es por eso. Juraron vencernos, y además tuve que hacer una ridícula apuesta.
-¿Y eso por qué? –dijo al fin Tsubasa.
-Me lo encontré ayer, y con su tonito de "te-voy-a-vencer-ya-lo-verás" me hizo apostar que si ellos nos ganaban, teníamos que ser parte de su hinchada, y si nosotros ganábamos, ellos nos harían barra.
-Tienes razón; es una apuesta ridícula –dijo Izawa, enarcando una ceja. –Y a la próxima vez que apuestes, no nos metas en eso.
-Oigan, no es hora de discutir. Más bien guarden sus energías para el partido, y ahí les mostraremos de lo que somos capaces. ¿Están de acuerdo?
-Por supuesto.
-Claro, Tsubasa-kun.
-Entonces… ¡a ganar!

Los dos equipos salieron al campo. Con su uniforme oscuro estaba el Otomo, donde Urabe, Kishida, Nishio, y Nitta estaban, dispuestos a vencer al Nankatsu. Frente a ellos, el equipo albirojo, con Tsubasa, Ishizaki, Izawa, Kisugi, Taki y demás. El árbitro, Urabe y Tsubasa decidieron quién iba a comenzar el partido. La suerte eligió al Otomo. Cada quien se colocó en su puesto en la cancha, y el partido comenzó bajo un cielo completamente despejado.
-Nitta, ¡corre hacia la portería! –gritó Urabe, pasándole el balón. Nitta lo recibió sin problema, pero Izawa se plantó frente a él. Sin embargo, el muchacho del Otomo logró esquivarlo y siguió corriendo. Disparó con fuerza, y parecía que Morisaki no iba a llegar, pero Ryou lo detuvo.
-¡Ni crean que les dejaremos vencer! –exclamó él, enardecido. Comenzó a correr hacia la portería contraria, permitiéndole a Tsubasa avanzar más. Al fin le pasaron el balón, pero se encontró con una poderosa defensa. Tsubasa esquivó al primero, pero el segundo se lanzaba, de manera escalonada. El capitán del Nankatsu hizo acopio de toda su habilidad para evitar que le quitaran el balón, e hizo un pase elevado a Izawa.
"Confío en tu habilidad para rematar de cabeza, amigo" –pensó el muchacho mientras pateaba la esférica. Mamoru saltó, y aunque varios de los defensas del Otomo saltaron a la vez, ninguno logró evitar el fuerte cabezazo del ex-jugador del Shutetsu. Sin embargo, Ichijou, el arquero logró detenerlo.
-Rayos, no pude meter el gol –murmuró Izawa, chascando los dedos.
-Tendrás más oportunidades –le dijo Kisugi, animándolo.

El partido siguió adelante y era un partido de cancha a cancha. Varias veces las porterías de los equipos peligraron, pero las rápidas reacciones de la defensa evitaron el gol en sus vallas. El Otomo llevaba el balón, y Morisaki les gritaba a sus compañeros para que hicieran algo. Takasugi, Nakazato, Ishizaki e Iwami hicieron lo posible, pero sería éste último quien lograra quitarle el balón a Nitta, no sin esfuerzo.
-¡Capitán, anote el gol de una buena vez! –gritó éste, pateando el balón. Tsubasa tomó el balón y salió raudo como una flecha hacia la portería.
-Esta vez no puedo fallarle a mis amigos-y concentrando todas sus energías, disparó. Ichijou se lanzó en dirección al balón, pero la fuerza que llevaba la esférica fue demasiada. El balón se incrustó en las redes, causando la locura en las tribunas donde los hinchas del Nankatsu se hallaban. Sanae, Kumi y Yukari se encontraban ahí, gritando de alegría, al lado de Manabu, quien había tomado la sensata decisión de ser animador del equipo en vez de jugador.
-¡Excelente remate, Tsubasa-kun! –le dijeron sus compañeros.
-Ya tenemos ritmo, pero vayamos por la victoria –respondió éste, levantando el puño. Las tribunas coreaban el nombre del equipo, y más que todo el de su capitán.
Lo que no sabían ni Tsubasa, ni Ishizaki, ni Sanae, era que alguien que ellos conocían los estaba observando, bien escondida entre los hinchas del Otomo: Imawano Jinko había ido a apoyar al equipo de su escuela, pero muy en secreto, al único muchacho que había sido amable con ella.

El partido terminó 3-1, aunque Nitta había metido el balón en la red del Nankatsu después de que el árbitro señalara el final del partido.
-Bueno, Urabe, tal parece que cumplimos la apuesta –dijo Ishizaki, aguantando las ganas de burlarse de él.
-¿Qué? ¿Eso es todo? ¿Sólo dices eso y ni siquiera te burlas de mí?
-No tendría por qué burlarme. Sería muy bajo de mi parte.
-Bien, ¡entonces les apoyaremos con todas nuestras fuerzas, pero a cambio deberán ganar todos los partidos porque son los que representan a Shizuoka! –exclamó Urabe, casi haciendo que Ishizaki se cayera del susto, y como no había nada que se pudiera caer, la ola de energía pasó casi inadvertida, porque Tsubasa se cayó.
-Tsubasa-kun, ¿qué pasó? –preguntó Iwami al ver que el muchacho estaba en el suelo.
-Me resbalé.
-Pues qué raro. No eres de los que tiene mal equilibrio –agregó Takasugi.
-Como sea.
Poco después, cuando los estudiantes del Otomo que habían ido a apoyar al equipo estaban por irse, había una que estaba lejos del resto. Tsubasa la reconoció de inmediato, y aunque Sanae también, ella tenía un mal presentimiento.
-¡Imawano-san! ¿Viniste a ver el partido?
-Pues… sí. No es que me guste mucho el fútbol, pero no tenía nada que hacer –respondió ella, mirando a otro lado.

-Oye, tú, ¿acaso conoces a Tsubasa? –dijo Urabe, despectivo. Jinko le dio una mirada de puro odio al muchacho, sin responderle.
-No le digas así, Urabe. Ella tiene nombre –respondió Tsubasa, algo ofuscado por la manera en que Urabe trataba a la joven solitaria.
-Entonces respóndeme tú.
-Nos chocamos una vez, y desde entonces cuando nos encontramos hablamos un poco.
-Pues te compadezco, Tsubasa-kun. Ella es una nerd, y créeme, es una pérdida de tiempo intentar congraciarse con uno como ella.
-Cree lo que quieras, Urabe, pero no me gusta que la gente maltrate a los demás.
Jinko al escuchar aquello quedó atónita; nunca antes la habían defendido de esa manera.
-No, no te molestes, Ozora-san. Él tiene razón.
-No, no la tiene. Odio la gente que prejuzga a los demás sin conocerlos –y Tsubasa se fue, dejando a Urabe con un palmo de narices y a Jinko con un recuerdo casi indeleble, que llevaría hasta la tumba.
Poco después se encontró con Sanae, que se veía enojada.
-¿Pasa algo, Sanae-chan?
-Vi cómo defendiste a Imawano.
-¿La conoces?
-Sí. Me pasó exactamente lo mismo que tú: me choqué con ella –respondió la chica, sin mirar a Tsubasa.
-Veo…
-¿Te gusta?
-¿Cómo crees? A duras penas conozco a Imawano-san, y aún así no me interesa. Sólo la defendí porque no soporto que la gente maltrate a las personas sin conocerlas.

-Sí, claro…
-Créeme, Sanae. Podría haberlo hecho por cualquier otra persona… Sobre todo por ti.
Sanae no dio crédito a sus oídos por lo que había escuchado. Tsubasa no había estado muy consciente de lo que había dicho, y al darse cuenta de ello buscó una rápida excusa.
-¿En, en serio?
-Claro; eres mi mejor amiga… Y eso es lo que cuenta.
Sanae trató de mantenerse serena, pero por dentro sentía su corazón derrumbarse. Le dijo a Tsubasa que lo veía después, y se fue. En cuanto se sintió lejos del muchacho, las lágrimas comenzaron a rodar, sin duda no sólo por la timidez que ella tenía, si no porque creía tener el corazón roto.
-Sanae, ¿qué te pasa? –preguntó alguien que andaba cerca de ahí. -¿Por qué lloras?
-Kanda… No, no es nada. Sencillamente me siento mal.
Kanda Koushi, quien también estudiaba en Nankatsu, estaba enamorado de Sanae, y sabía que tenía un fuerte rival por ella. Pero no por ello dejaba de hablar con la chica de la cual estaba enamorado.
-Si quieres puedes contármelo. Soy una tumba.
Sanae, sin duda con ganas de desahogarse, le contó lo sucedido a Kanda, que era buen oyente. Ambos estaban hablando, y justamente por ahí pasó Tsubasa, que no podía creerlo. Sintió algo romperse en su interior, y salió corriendo, sin que ninguno de los dos que estaban conversando se dieran cuenta.

Al llegar a su casa, cerró de un portazo la puerta de su habitación. Lleno de rabia, más que nada contra sí mismo, le dio de puñetazos a su almohada.
-Hijo, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan furioso?
-Por favor déjame en paz, mamá.
-Pero…
-¡Déjame en paz! –gritó Tsubasa, haciendo que una ola de energía volara y tumbara el mismo afiche. Natsuko se asustó al ver eso, por lo que tomó la sabia decisión de irse y esperar a que su hijo se calmara. Nunca lo había visto tan furioso.
"Tsubasa… Nunca lo había visto así. No es alguien fácil de enojar, pero debió ser algo muy fuerte como para ponerlo de esa manera…"-pensó la madre de Tsubasa. Bajó las escaleras, entró a la cocina y se puso a hacer la cena, y una grande, no sólo porque sabía que Tsubasa después de un partido tenía bastante hambre, si no porque la furia abre el apetito.
Por otra parte, Sanae estaba en su habitación, sintiéndose mucho mejor, pero aún le dolía el ver a Tsubasa al lado de la muchacha que le daba mala espina… Y entonces algo hizo clic en su interior. No era que Imawano y el Arcángel de la Oscuridad fueran parecidas; eran la misma persona. Por eso Sanae tenía un mal presentimiento con respecto a la joven de la espada enlutada—era justamente una de los rivales que debían vencer para evitar que el mundo fuera destruido.

Mientras tanto, en París, Misaki estaba en clase. Desde que había despertado sus poderes, ya no tenía aquel sueño, y se le veía mucho mejor. Estaba en clase de álgebra, y el maestro explicaba una fórmula especialmente complicada.
-Misaki, usando lo que acabamos de ver, ¿podría por favor resolver el problema que le voy a dictar en el tablero?
-Sí, maestro –respondió éste en francés, y pasó al tablero. El maestro le dictó el problema, y el muchacho, antes de comenzar cerró los ojos y se concentró. Por suerte siempre había sido un excelente estudiante, y recordando todo resolvió el problema.
-Muy bien, Misaki. Excelente resolución –y el maestro anotó un diez en la lista de calificaciones.
Ya en el descanso, Azumi le preguntó a Taro cómo lo había hecho.
-Supongo que fue porque me concentré mucho.
-Pero ese problema era casi imposible de resolver. Incluso Benoit no pudo resolver el problema y sabemos que es el mejor en álgebra del salón.
-Lo digo y lo repito: me concentré mucho.
-Bueno. No pongo en duda tu capacidad, pero pareciera que le hubieses leído la mente al profesor.
Taro se echó a reír, sin duda divertido por lo que Azumi le había dicho. Aunque podría haberlo hecho (había desarrollado sus poderes al punto de tener ya las mismas habilidades de Tsubasa y los demás en menos tiempo), siempre había sido un muchacho apegado a las reglas.
-No, Azumi-san. No existe nadie capaz de leer la mente. Y si así fuera, jamás lo haría.

-De eso no tengo duda alguna. Sé cuán apegado eres a las normas, Misaki-kun.
-Veo. ¿Qué trajiste de merienda?
Azumi rebuscó en la bolsita de tela en la que solía llevar su comida, pero estaba vacía.
-Ay no, está vacía… Mi madre olvidó darme mi merienda –y el estómago de Azumi rugió, haciendo que ella se enrojeciera de vergüenza.
-Bueno, había pensado en que quizás habías traído esas galletas que tu madre hace, pero no importa. Toma –Taro le dio la mitad de su emparedado a la chica, que aunque lo rechazó al principio, cedió a la oferta de su amigo. Estaban compartiendo la merienda, pero Taro tuvo un mal presentimiento. En su mente imploró que nada le pasara a Azumi, y más que nada, que no lo recordara. De inmediato se formó la barrera, y tal como lo supuso, una lluvia de afiladas lascas de obsidiana lo atacó.
-Vaya, pero si es el nuevo… Parece que eres muy perceptivo, ¿eh?
-¿Qué quieres?
-¡Ver tu sangre correr! ¡Ráfaga de Desprecio! –el Arcángel del Odio atacó a Taro, que esquivó el ataque volando. Momentos después, estaban enfrentados cara a cara: Taro luchaba con su tridente, sin liberar completamente la energía de ésta; el Arcángel del Odio empuñaba un mazo. Éste último parecía llevar la delantera, pero con lo que no contó era con que Taro se impulsó hacia abajo, aterrizó, se impulsó hacia arriba y le dio un certero golpe en la cara con el tridente. Funcionó. El Arcángel del Odio quedó mareado un instante, el cual fue aprovechado por el Arcángel del Agua para atacar con su Corriente Marina.

El Arcángel del Odio escupió al suelo, y maldiciendo desapareció. Taro hizo desaparecer todo lo relacionado con el Arcángel del Agua, la barrera y regresó con Azumi, quien se sentía extrañamente en blanco.
-¿Qué pasó? La cabeza me da vueltas.
-Debe ser el hambre que tienes. No me extraña si tu madre se olvidó de darte tu merienda.
-Misaki-kun, estás sudando. ¿Acaso corriste o algo así?
-No… Debe ser el calor que está haciendo.
-Hmm, pues sí está haciendo bastante calor. Más bien vayamos al salón; al menos allí es más fresco.
Ambos muchachos fueron al salón, porque además había sonado el timbre mientras ellos iban hacia allá. Entraron al salón, donde en efecto no hacía tanto calor, y la clase siguió. Al final del día Taro tuvo entrenamiento de fútbol, pero mientras estaban en un partidillo de práctica se le rompió el cordón de su guayo derecho. Se detuvo al sentir que su guayo estaba por salir despedido y le hizo una señal de tiempo a su entrenador.
-¡Se me rompió el cordón del guayo!
-Bien, entonces paremos –y el entrenador hizo sonar su silbato. De inmediato Taro fue a su casillero y buscó los cordones de repuesto que tenía ahí (es muy precavido )
-Qué suerte que tengo unos de repuesto… Será mejor cambiar los cordones de ambos zapatos, o pueda que pase un accidente con pésimas consecuencias.
Así lo hizo y volvió al entrenamiento. El resto siguió igual que siempre, y al terminar se fue a casa.
-Ya llegué –avisó el muchacho, pero no recibió respuesta alguna. Instintivamente se dirigió a la cocina y vio una nota pegada en la puerta del refrigerador.
-Taro, tuve que salir a comprar óleos. Probablemente me demore un poco. La cena está en el horno. Ichiro.
El muchacho se encogió de hombros y fue a su habitación. Después de hacer sus deberes y pintar un rato, decidió darse un buen baño, y en realidad lo necesitaba, pues no sólo había entrenado, si no luchado arduamente contra un poderoso rival.

En Alemania, Genzo acababa de llegar a casa. El entrenamiento era cada vez más arduo, puesto que el Hamburgo estaba en una buena racha; de siete partidos habían ganado cinco y empatado dos. Dejó su maletín en la habitación, se sirvió un vaso de agua y fue a revisar el correo. Había una carta para Taro (le llegaban allí por un favor que le pidió su amigo) y una para él, de parte de Tsubasa.
"Wakabayashi-kun: Gracias por las fotografías. Tú y Misaki-kun se ven bien ahí, aunque me pareció muy graciosa la fotografía en la que te caíste en la fuente. Sin rencores, por favor, aunque la de Taro a punto de darle un mordisco al helado no es menos risible.
Sobre lo de los sueños, te recomiendo que tengas mucho cuidado. Sé que eres muy escéptico, pero en este caso será mejor que tengas cuidado. Como le dijeron a Taro una vez: puede ser señal de cosas por venir.
Por aquí todo sigue igual. Sanae otra vez comenzó a hacer manillas tejidas para ganar dinero, Ishizaki y ella discuten de cuando en cuando e Izawa, Kisugi, Taki y Takasugi me preguntan por ti a veces. Les digo y les repito que te escriban, pero son unos flojazos.
Espero saber pronto de ti, amigo. Saludos de todos desde Shizuoka, Japón, Ozora Tsubasa.
PS: ¿Vas a venir a Japón para las vacaciones?"
-Je, este Tsubasa… No sé si vaya a tener vacaciones o no, pero sería divertido pasar por allí para saludar a mis viejos amigos.
Se cambió de ropa, tomó un libro que estaba leyendo y se dedicó a terminarlo, aunque no lograba sacarse de la cabeza lo que Tsubasa le había advertido en la carta.

Mientras tanto, de regreso en Japón, Tsubasa estaba profundamente dormido. Cuando se había calmado bajó a cenar con su madre y le pidió disculpas por su actitud grosera. Cenaron en silencio, y aunque Natsuko le preguntó por qué había estado tan enojado, Tsubasa le pidió que no le preguntara. Ahora se encontraba dormido, pues eran las dos de la mañana. Otra vez había dejado la ventana abierta. Al igual que hacía unos días, un animalillo volador (podría haber sido un pajarillo o un murciélago) entró a la habitación, y el Arcángel de la Oscuridad volvió a tomar su forma original. Como venía haciendo a veces, se quedaba contemplando al Kami no Tsukai, evitando despertarlo. Sin embargo, esa vez no notó que una diminuta pluma de sus alas se había desprendido y cayó al suelo.
-No sé cómo agradecerte lo que hiciste por mí hoy. Justamente Urabe es uno de los que más me molestan, y nadie me había defendido antes. Te lo agradezco, Ozora-san… Y aunque el destino nos puso en bandos distintos, quisiera que ese destino se pudiera cambiar.
El Arcángel tocó suavemente la cabellera del ser del cual estaba enamorada, calladamente se volvió a convertir en el animalillo en que se solía transformar y en vez de ir con los demás Arcángeles (la reunión de ellos ya había concluido) fue a su casa. Entró por la ventana de su habitación, con sus poderes cambió sus ropajes y volvió a acostarse. Aunque quedó dormida de inmediato, por un instante una pequeña sonrisa pasó por sus labios. Aunque debía luchar con el Kami no Tsukai, en secreto lo contemplaba dormido, y ése era un secreto que llevaría hasta la tumba.

Amaneció en Japón, y Tsubasa se despertó con dolor de cabeza. Aunque aún le dolía pensar lo que había visto ayer, puso su mente en blanco y se cambió de ropa.
-Buenos días, hijo –dijo Natsuko mientras preparaba café. -¿Cómo amaneciste?
-Con mucho dolor de cabeza, mamá. Siento como si la tuviera entre una prensa.
-¿No será que ayer tomaste alcohol?
-No es gracioso. Sabes que odio tomar bebidas alcohólicas, mamá –rezongó Tsubasa, de muy malas pulgas.
-Lo sé, hijo. Eso te pasa por estar tan enojado. Incluso ayer volviste a derribar el afiche con tu energía.
-Sí, de eso me di cuenta.
Natsuko le sirvió un plato de cereal a Tsubasa, y después de ir por algo en su habitación, bajó con una aspirina en la mano.
-Tómate esto; te ayudará con el dolor de cabeza.
-Gracias mamá –y Tsubasa se tomó la aspirina con un vaso de agua. Acto seguido se comió el cereal con desgano, y subió a su habitación para recoger su maleta.
-¿Pero qué es esto? –dijo él al ver la diminuta pluma negra. La recogió y la examinó con más detenimiento. Parecía una pluma de algún pájaro nocturno, aunque también podría haber sido una pluma de Arcángel Negro.
-Bueno, se lo mostraré a Sanae a ver qué opina, si es que ella quiere volver a dirigirme la palabra –y recordando dolorosamente lo sucedido guardó la pluma en su bolsillo, tomó su maletín y se fue.