Capítulo XIV: Despierta el Arcángel del Viento
Rato
después, todos estaban en descanso. Tsubasa y los demás
muchachos estaban jugando un partido de fútbol, mientras Kumi
y Yukari los observaban y Sanae seguía tejiendo.
-¿No
te aburres? –le preguntó Yukari a su amiga. –Llevas
tejiendo desde hace rato.
-Ya
te dije que es para poder ganar algo de dinero.
-Sí,
claro…
Sin
embargo uno de los muchachos pateó muy fuerte el balón
y éste fue a parar a los pies de Sanae. La chica se puso de
pie y disparó. No pregunten cómo, pero el balón
cogió un efecto como el del Drive Shoot, y entró a la
portería de Morisaki.
-Sanae,
¿cómo, cómo hiciste eso? –dijo Yukari pálida
del asombro.
-No
tengo idea de cómo lo hice. Sencillamente pateé el
balón.
Los
muchachos se acercaron a la chica, asombrados por el potente remate
de ella.
-Sanae-chan,
¡ese tiro fue espectacular! ¿Cómo le hiciste?
–dijo Tsubasa, sorprendido.
-No
tengo idea.
Todos
los muchachos se acercaron a elogiar el disparo de Sanae, pero
obviamente los problemas nunca faltan, pues Fujiko y sus compinches
se acercaron a molestar.
-Vaya,
vaya, vaya. Miren a quién tenemos aquí: a Sanae la
marimacho.
-Ve
a fastidiar a otro lado.
-O
más bien, ¿no será que eres una facilota? Porque
te la pasas rodeada de chicos.
-Eso
me suena a que alguien tiene envidia –dijo Yukari, sonriendo
sarcásticamente.
-¿Envidia
de ella? No quisiera ser ella aunque me pagaran un millón de
yenes por eso.
-Además
de que nadie te aceptaría. Sólo te aprovechas de tus
"atributos" para tener a alguien al lado pero por dentro sabes
que no tienes a nadie. Más bien vete a freír espárragos
–agregó Kumi.
-Chicas…
-Sanae estaba sorprendida por la manera en que sus amigas la
defendían.
-¿Quieren
pelear, o qué? –dijo Fujiko, levantando un par de raquíticos
puños.
-No
vamos a caer tan bajo, y además los chicos nos apoyan, así
que tienes las de perder. Vete ya que nos fastidias –respondió
Yukari, quien estaba más que lista para patearle el trasero a
la fastidiosa de Fujiko.
Sin
embargo, antes de que ambas chicas se pusieran a pelear, sonó
el timbre que señalaba el final del descanso. Yukari y Fujiko
se miraron con odio antes de irse cada una para su salón.
-No
es necesario, ni es bueno que pelees, Yukari-chan –dijo Sanae,
cohibida. –Sencillamente ignórala y ya.
-Digamos
que no dejaré de pelear con ella hasta que te deje en paz,
Sanae-chan.
-Yo
creo que ella tiene pura envidia –dijo Kumi, suspirando. –Al fin
y al cabo, es una tonta que sólo piensa en la moda.
-Eso
es muy cierto –admitió Sanae, riéndose, pero dejó
de reír en cuanto entró el maestro.
Tsubasa
y Ryou observaron a las chicas, y no pudieron evitar reírse un
poco. Al fin y al cabo, ver peleas entre chicas era muy divertido.
Rato
después, en la mitad de la clase, Ryou se había
aburrido. Estaban en clase de Álgebra, por lo que claro,
Tsubasa también estaba hecho todo un lío. Moviendo los
ojos de un lado para otro, Ishizaki aprovechó y sacó
una revista de fútbol de su maletín.
-Vas
a hacer que te castiguen, Ishizaki-kun –dijo Tsubasa entre dientes,
mientras leía el texto de álgebra.
-Ay,
por favor, no te la des de aplicado porque sé que te mueres de
las ganas de leer esta revista. Es la última edición
que salió.
-Se
nota… Pero ahora no.
-¿Pasa
algo, Ozora, Ishizaki? –dijo el maestro, llamándoles la
atención.
-No,
maestro –respondió el primero, muerto de los nervios.
-Entonces
por favor no interrumpan la clase.
Tsubasa
asintió silenciosamente, pero Ryou escondió su revista
entre su libro de álgebra y se puso a leer un artículo
sobre el fútbol inglés.
-Hey,
Tsubasa-kun, lee esto –susurró él, señalándole
el artículo.
-Ahora
no… -respondió el aludido, molesto. –No quiero volver a
reprobar álgebra.
-Ishizaki,
por favor salga del salón –se escuchó decir al
maestro. –No pienso tolerar más sus interrupciones.
-Pero,
pero…
-Ya
me escuchó. Ahora… ¡SALGA DEL SALÓN!
-Sí,
señor… -y Ryou salió del salón arrastrando los
pies.
Tres
minutos después, Ishizaki estaba fuera del salón, con
un balde de agua en las manos. Tsubasa se lo había advertido,
pero él, Ishizaki Ryou no había hecho atención.
Sin embargo, se escuchó un fuerte barullo en el salón,
y el muchacho abrió la puerta para ver qué había
pasado. Lo que vio no era alentador.
-Tsubasa-kun,
Tsubasa-kun, resiste –Sanae había evitado a tiempo que el
muchacho cayera, pues estaba sufriendo uno de sus ya acostumbrados
ataques. –Tsubasa-kun, por favor, ¡aguanta!
-¿Qué
sucede, Nakasawa?
-Últimamente
Tsubasa ha tenido muchos dolores de cabeza. Le dan en el momento
menos pensado.
-Pues
diera la impresión de que… -comenzó a decir Kisugi,
pero su expresión cambió. Su cara ahora se veía
como si le hubieran puesto la mente en blanco, pero no sólo
Teppei; todos había pasado por eso. Sanae se dio cuenta de que
todos habían cambiado de expresión gracias a la rápida
acción de Ishizaki.
-Créanme,
es un dolor de cabeza muy fuerte el que tiene Tsubasa-kun. Será
mejor llevarlo a la enfermería –dijo la chica.
-Encárguese,
Nakasawa –dijo el maestro, haciendo que todos se sentaran. Sanae se
puso de pie, logró levantar a Tsubasa que estaba
semiinconsciente y comenzó a ir muy lentamente a la
enfermería. Ishizaki se ofreció a ayudar, pero Sanae le
dijo que no.
Sin
embargo, Sanae no llevó al muchacho inconsciente a la
enfermería. Sabía que a Tsubasa le había dado u
ataque no por su falta de control, si no porque era señal de
cosas por venir.
-Tsubasa-kun,
¿te sientes mejor?
-Me
sentiré mejor cuando deje de tener estos ataques.
-Sí,
eso lo sé. ¿Viste acaso qué sucedió?
-Un
Arcángel Negro está atacando.
-¿A
quién?
-No
pude ver a quién. Estaba muy oscuro.
-Entonces
debe ser la madrugada. Un momento, tú dijiste que sospechabas
que Wakabayashi-kun era el Arcángel del Viento. ¿No
será que…?
-¿No
lo puedes confirmar? –dijo Tsubasa, recordándole a Sanae la
esfera de cristal. Ella cayó en cuenta de ello y la sacó.
Como siempre, Tsubasa no hallaba sentido alguno en la niebla que se
movía en remolinos, corrientes y pequeñas explosiones,
pero Sanae sí.
-Tus
sospechas son muy ciertas. Un Arcángel Negro está
atacando a Wakabayashi-kun en Alemania, y lo peor de todo es que
también atacó a los amigos de él.
-Sanae-chan,
avísales a los demás, sobre todo a Misaki-kun, que es
el que más cerca está. Después de avisar,
regresa al salón y dile al maestro que me quedé dormido
en la enfermería. También avísale a Ishizaki-kun
que se quede aquí; no podemos dejar que lo castiguen más.
-De
acuerdo –y mientras Tsubasa desapareció en un instante,
Sanae corrió al salón, le dijo a Ishizaki lo sucedido y
entró al salón.
"Misaki-kun,
Hyuga, un Arcángel Negro está atacando a
Wakabayashi-kun en Hamburgo, Alemania. Parece que hay bastantes
heridos. ¡Vayan lo más rápido posible!"
En
Tokyo, Hyuga estaba en clase, leyendo un texto de filosofía,
cuando recibió el mensaje de Sanae.
"Oh,
no… Tendré que pensar en algo."
-Maestra,
no me siento bien –dijo, sosteniéndose la cabeza.
-¿Qué
pasa, Hyuga?
-Me
siento mareado y me duele la cabeza.
-Bien,
entonces vaya a la enfermería.
-Si
estás mareado, Hyuga-kun, mejor te ayudo a llegar.
-No
es necesario. Puedo apoyarme en las paredes –y salió del
salón. Una vez que se había asegurado de que nadie lo
siguiera, fue a la enfermería, le dijo a la enfermera lo que
le pasaba, y después de que le dieran una pastilla, el
muchacho fue a un lugar aislado y desapareció.
Por
otro lado, Taro había estado profundamente dormido, soñando
con volver a Japón, cuando se despertó sobresaltado. La
ola de energía hizo que se cayera el caballete donde tenía
una pintura.
-Ay,
no… Mi caballete. Pero es más importante ir de inmediato a
salvar al cuarto Arcángel –se dijo, comenzando a meter
algunos trapos bajo las cobijas para simular que estaba ahí.
Reprimiendo un bostezo, se cambió rápidamente de ropas
y se teletransportó. Llegó allí justo cuando
veía que Tsubasa estaba luchando con un Arcángel Negro
que portaba una enorme alabarda. Hyuga estaba sacando a los heridos
del lugar, modificándoles la memoria con sus poderes.
-¡Tsukai!
¡Arcángel del Fuego! ¡Ya voy para allá! –y
desplegando sus alas el muchacho voló a atacar al Arcángel
Negro.
Tsubasa
suspiró de alivio al ver que su mejor amigo había
llegado.
-Encárgate
de nuestro amigo. Yo distraeré a este ser maligno.
-Bien
–y Tsubasa se dirigió hacia Genzo, que estaba muy herido,
pero consciente.
-¿Cómo
te encuentras, Wakabayashi-kun?
-Bien,
eso creo… ¿Tsubasa-kun? ¿Pero qué rayos haces
aquí?
-¿Qué
hago? Pues salvándote la vida, amigo –y bueno, ya saben qué
pasa cuando Tsubasa se acerca a un Arcángel dormido. Otra vez
ese consabido ataque, mientras el magatama blanco del
Mensajero de los Dioses brillaba de un tono aguamarina.
-¿Qué
rayos…? ¡Tsubasa! ¡Reacciona, hombre! –Genzo estaba
en un estado de pánico al ver a su amigo sufrir de esa manera,
pero no tuvo tiempo para reaccionar, pues el rayo de luz aguamarina
dio en el portero. De inmediato el brazalete, el magatama y lo
que parecía la cabeza de una flecha y una cuerda salieron de
él, mientras el torrente de imágenes y recuerdos
inundaron su cabeza.
"Busca
en tu corazón y hallarás el poder que necesitas para
vencer a los Arcángeles Negros, los que amenazan con destruir
el mundo. Debes utilizar la furia del viento... con el Arco y las
Flechas de Eolo."
-Veo
que no hay más salida que luchar… -dijo el Arcángel
que acababa de despertar, el Arcángel del Viento. De inmediato
se volteó hacia Tsubasa, que estaba semiinconsciente, pero
comenzaba a despertarse.
-Tsubasa-kun,
¿qué es todo esto? ¿Qué debo hacer?
El
muchacho parpadeó con fuerza un par de veces, y recuperó
la lucidez.
-Concéntrate
y aquello que necesites, pídelo. Tienes que descubrir tus
poderes.
-¿Poderes?
-Tal
como lo oyes… ¡Cuidado! –exclamó Tsubasa, mientras
le daba un empujón a Genzo. Éste al principio se enojó,
pero después notó que si no lo hubiera hecho, habría
quedado congelado.
-Ya
entiendo… -y concentrándose, Genzo hizo aparecer sus alas.
-¡Oye tú! ¡Enfréntate con alguien de tu
tamaño!
-Je,
perro que ladra no muerde. ¡Ventisca Helada! –exclamó
el Arcángel Negro, atacando. Sin embargo, Genzo, que se
acostumbró muy rápidamente a sus las lo esquivó
hábilmente. Recordando sus armas, tomó su arco, apuntó
con una flecha y disparó. La velocidad del proyectil era al
menos diez veces mayor que lo normal en una flecha, y ésta dio
en el Arcángel Negro. Éste, enfurecido, atacó a
Genzo con su sable, pero de inmediato la Tormenta de Fuego de Hyuga
lo detuvo.
-¿Hyuga?
-Hablamos
después. ¡Tormenta de Fuego!
-¡Ventisca
Helada! –los dos ataques chocaron, pero el Arcángel del
Hielo era más poderoso e hizo que Hyuga chocara contra el
suelo.
-Lo
dicho, perro que ladra no muerde.
-Eso
lo veremos… ¡Grito de los Dioses!
-¡Corriente
Marina! –Tsubasa y Misaki habían atacado a la vez, causando
que el Arcángel quedara herido.
-También
quiero intentarlo… -Genzo se concentró, buscando en su
corazón, y al fin halló la respuesta. -¡Viento
Huracanado!
Ese
fue el ataque que derrotó instantáneamente al Arcángel
del Hielo, que después de jurar venganza desapareció.
-Vaya,
esta vez sí que fue duro –rezongó Hyuga, utilizando
sus poderes para curar sus heridas en cierto grado.
-Ni
que lo digas. Ni siquiera hubo tiempo para crear la barrera –dijo
Misaki.
-Sí
la creé. Lo que pasa es que ustedes no se dieron cuenta –dijo
Tsubasa, secándose el sudor. –Por cierto, excelente ataque,
Wakabayashi-kun.
-Sí,
claro… -respondió él, medio perdido, pero después
recobró su lucidez (y su asombro) -¿Alguno de ustedes
me puede hacer el favor de EXPLICARME QUÉ RAYOS PASA AQUÍ?
Tsubasa
y Hyuga observaron la hora en sus relojes, y sabían que aún
tenían tiempo. Misaki estaba más tranquilo, aunque
reprimió un bostezo.
-Es
una larga historia. Resulta que nosotros, e Ishizaki-kun que no está
aquí, estamos metidos en un gran lío. Si queremos que
este planeta siga como es, tendremos que luchar con los Arcángeles
Negros y el Kage no Tsukai, y aún así nos falta
un Arcángel en nuestro bando.
-¿Y
cómo supieron que yo era uno de esos tales Arcángeles?
-Tuve
la sospecha de que lo eras cuando recibí tu carta, diciéndome
que soñabas lo mismo una y otra vez. Además, cada vez
que atacan a un Arcángel, siento un dolor muy fuerte. Ahora
escucha bien, Wakabayashi-kun. No nos queda mucho tiempo. Tienes que
desarrollar tus poderes y controlarlos, porque de eso no sólo
depende tu vida, si no la de toda la humanidad –dijo Tsubasa.
-¿Y
qué es eso de los Arcángeles? ¿Y por qué
Misaki-kun te llamó Tsukai?
-A
eso íbamos. Resulta que Tsubasa-kun, que es el Mensajero de
los Dioses tiene que encontrar a los cinco Arcángeles, que
supuestamente somos los únicos que podemos ayudarle, para
luchar contra los Arcángeles Negros, que buscan al Mensajero
de las Sombras –respondió Misaki.
-¿Y?
-Si
no vencemos a los cinco Arcángeles Negros y al Kage no
Tsukai, el mundo será destruido.
-¿Y
quiénes son los Arcángeles Negros?
-Bueno,
ya conociste a uno, que es el Arcángel del Hielo. También
están el Arcángel de la Oscuridad, que de hecho es una
chica, el Arcángel del Trueno, el Arcángel del Odio y
nos falta enfrentarnos al Arcángel del Caos, que según
Shiro es el más poderoso.
-¿Quién
es el tal, o la tal Shiro?
-Un
ser andrógino que antes fue un mensajero celestial, y después
una mujer llamada Karen que ahora para poder descansar en paz tiene
la obligación de guiarnos…
-Y
regañar a Tsubasa –dijo Hyuga lacónicamente.
-No
me interrumpas, Hyuga. Fue quien nos metió a todos en este
lío.
-Pero
explícame una cosa. Si tú vives en Shizuoka, ¿cómo
es que Misaki y Hyuga se enteraron de que me estaban atacando?
-Gracias
a nuestra aliada, Sanae.
-¿Anego?
-Sí.
No es un Arcángel, pero es la única persona aparte de
nosotros que sabe de esto. Bueno, ahora que lo sabes, tenemos que
irnos. Y por cierto, tienes que estar atento a todo, porque nos falta
el Arcángel más poderoso.
-¿Acaso
no lo eres tú?
-No
soy un Arcángel; soy un Mensajero. Me refiero al… -Tsubasa
intentó reprimir la risa y lo logró con esfuerzo…-El
Arcángel del Amor.
-Por
el nombre pienso que puede ser una chica. ¿Estás seguro
que Sanae no podría serlo?
Eso abrió un interrogante en la mente de Tsubasa.
-Lo
dudo. En todo caso, nos estaremos hablando. Adiós –y después
de entregarle a Genzo el fragmento de viento puro Tsubasa se fue,
mientras Hyuga se había ido un poco antes. Misaki se quedó
a terminar de aclarar las dudas que Genzo tenía, a pesar de
que el Arcángel del Agua también tenía muchas
preguntas al respecto. Le explicó sobre los poderes, cómo
utilizarlos y controlarlos, y también le contó hasta
dónde los habían desarrollado.
-…así
que en lo posible, trata de controlarlos, sobre todo cuando te
asustan.
-¿Y
eso
?
-Veamos,
¿cómo explicarlo? Cuando me asustan, libero una ola de
energía que tumba algunas cosas que estén mal fijadas,
o a los Arcángeles, incluyendo a Tsubasa. Y ahora eso te va a
pasar.
-Bueno,
no soy de las personas que se asustan con facilidad.
-Eso
espero… -pero no tuvieron tiempo de conversar; el Arcángel
del Hielo había vuelto por más.
-¿Otra
vez? Vaya que es un terco –dijo Genzo, frunciendo el ceño.
-Si
a la primera no lo logras, sigue intentándolo –respondió
aquel Arcángel, empuñando su sable.
-Como
que te gustan mucho los refranes, ¿verdad? –dijo Taro,
sonriendo levemente.
-¿Qué
te importa? Al fin y al cabo, su destino es la muerte. ¡Ventisca
Helada!
Genzo
y Taro se miraron por un momento y cada uno esquivó el ataque
yendo hacia lados contrarios. Taro activó la barrera que
siempre se utilizaba, mientras Genzo se concentraba en hacer aparecer
su arco y flechas. Pero no lo lograba.
Obviamente
el Arcángel del Hielo notó eso, y atacó a Genzo,
que quedó más herido que antes.
-¡Wakabayashi-kun!
–exclamó Misaki al ver a su amigo escupir sangre. –Eso no
lo voy a permitir… ¡Corriente Marina!
El
ataque dio en el Arcángel del Hielo, despistándolo y
dándole tiempo a Genzo de recuperar energías y
prepararse.
-¡Hazlo
ahora o morirás, Wakabayashi-kun! ¡Ataca!
-Eso
ya lo sé… -Genzo se puso de pie, y logró hacer que su
arco y flechas aparecieran. Tal como Misaki le había
explicado, quitó las ataduras de la gema de la flecha,
liberando todo el poder de ésta. Apuntó y disparó.
-Como
si eso fuera a funcionar…
-Ya
lo veremos. ¡Viento Huracanado! –la flecha había sido
un engaño; Genzo había esperado a poder atacar con sus
poderes, y logró que el Arcángel Negro quedara
lastimado. Sin embargo, el arquero ya no tenía más
fuerzas y cayó al suelo.
-Bien,
no desperdiciaré tu esfuerzo, amigo. ¡Corriente Marina!
El
ataque dio en su objetivo, pero Misaki había quedado exhausto.
El Arcángel Negro volvió a irse, lleno de furia,
mientras los dos japoneses, jadeando, trataban de recuperar las
fuerzas. Misaki se teletransportó a París, mientras
Genzo se quedó ahí, en aquel parque de Hamburgo,
esperando a tener las suficientes fuerzas para poder curarse e irse a
casa. Logró lo primero, pero no pudo teletransportarse.
-¿Ahora
qué hago? No estoy precisamente cerca de la casa. Ay, si no
hubiese aceptado la invitación de Schneider a ir a esa fiesta,
estaría en casa.
Sin
embargo, recordó que otro de los poderes que ahora tenía
era el de convertirse en algún animal. Se convirtió en
un cuervo y voló a casa. Agradeció al cielo que aún
era de madrugada, porque si alguien lo hubiese, visto, habría
quedado sorprendido o sorprendida por la mancha aguamarina que
recordaba un arco y una flecha en las alas del pájaro.
Llegó
a su habitación, se cambió de ropas, y cansado como
estaba, se echó a dormir. Durante las dos horas que durmió
su armadura apareció sin querer, pero obviamente ni lo sintió.
Estaba tan profundamente dormido que en las dos horas que durmió
recuperó todas las energías perdidas y amaneció
tan fresco como una lechuga.
Mientras
tanto, Tsubasa había aparecido a tiempo para el entrenamiento
de fútbol. Antes de saltar al campo el muchacho le comentó
a Ishizaki y Sanae lo sucedido, incluyendo la duda que le había
plantado Genzo en la cabeza.
-Eso
sería de lo más absurdo. A mí no me afectan las
olas de energía que lanzan ustedes cuando se asustan, ni he
tenido sueños, ni nada.
-Pues
en eso tienes razón, pero hay dos cosas que apuntan a que al
menos el Arcángel del Amor es una chica –dijo Tsubasa,
rascándose la barbilla.
-¿Qué
son?
-Primero:
Genzo dice que por el nombre, ya que duda que un hombre vaya a tener
esos poderes. Segundo: lo que me relató mi abuela, y eso sólo
lo sabe ella, Sanae, y yo.
-Y
ni sueñes con que lo sabrás, Ishizaki, porque es una
larga tradición de la familia de Tsubasa.
-Pero…
¿yo qué dije?
