Capítulo XV: Kumi vs. Jinko

Comenzó el entrenamiento, y todo iba muy relajado y tranquilo, hasta que a Tsubasa se le rompió el cordón de su guayo. Estaban corriendo alrededor de la cancha cuando sucedió, y de inmediato Tsubasa salió del grupo y se detuvo.
-¿Qué sucede, Tsubasa-kun? –preguntó Yukari.
-Se me rompió el cordón del guayo. Voy a ir a cambiar de cordones –y el muchacho fue a los casilleros. Sanae lo siguió, más curiosa que cualquier otra cosa, y además ella era la que sabía dónde estaban los cordones de repuesto.
-Aquí están los cordones, Tsubasa-kun. Toma –dijo la chica, entregándole los cordones al capitán.
-Muchas gracias, Sanae-chan.
Los dos estaban sentados en el mismo banco, pero en extremos opuestos y en silencio, mientras el joven cambiaba los cordones de sus guayos. La puerta de los casilleros estaba cerrada, y detrás estaban Kumi, Yukari, Ishizaki y el Shutetsu Trio, espiando.
-¿Será que al fin van a confesarse lo que sienten? –dijo Yukari.
-La verdad lo dudo. Tsubasa puede ser todo un gran futbolista y un buen amigo, pero es un completo cobarde en esas cuestiones –dijo Kisugi, escéptico.
-Quién sabe, Kisugi. Probablemente al fin se confiesen o algo. Es estúpido que ellos dos, queriéndose y todo sólo sean amigos –dijo Taki.
-Ya cállense o nos van a pillar –murmuró Ishizaki entre dientes, mientras que Kumi se quedaba callada; estaba completamente dispuesta a confesarle a Tsubasa lo que sentía por él. Y aunque él no le correspondiera, al menos lo habría intentado.

Los espías escucharon pasos, pensando en que quizás ya Tsubasa y Sanae iban a salir del cuarto, pero era Furuoya, y les causó un susto tremendo. Pero como saben, Ishizaki estaba ahí, y el susto hizo que la acostumbrada ola de energía volara, pero por suerte no había nada que se pudiera caer, pero atravesó la puerta e hizo que Tsubasa se tambaleara.
-¿Se puede saber qué hacen? –preguntó el entrenador, enarcando una ceja.
-Pueeeeees… -comenzó a decir Yukari.
-Estábamos esperando a que Tsubasa saliera. Pero nada que sale y ya estábamos preocupados –respondió Ishizaki, nervioso.
-Bueno, pues andando a la cancha. Tsubasa no es ningún despistado, así que dejen de preocuparse.
-Sí, entrenador –y los espías regresaron a la cancha. Un momento después Tsubasa y Sanae llegaron a la cancha. Sencillamente Tsubasa se equivocó mientras estaba colocando los cordones y tuvo que volver a empezar. El entrenamiento siguió, y al fin cada quién se fue a casa. Sanae se fue para su casa sola, al igual que todos los demás. Sin embargo, Tsubasa estaba yendo a casa, aunque sin saberlo, Kumi le seguía.
-Tsubasa-senpai, ¡espera! –exclamó ella, pues el muchacho era demasiado rápido.
-¿Eh? ¡Kumi!
-Yo, yo necesito hablar contigo, senpai.
-¿De qué?
-Pueeeeees… De algo personal.

-Lo lamento, Kumi, pero tengo que llegar rápido a mi casa. Mi madre necesita ayuda hoy.
-Oh, ya veo.
-Pero puedes contármelo mañana. Adiós –y Tsubasa se fue, dejando a Kumi bastante triste. Alicaída, se dirigió a su casa, pero de improviso una llamarada negra la detuvo.
-¿Qué pasa? –Kumi no recordaba nada sobre las llamaradas negras por muy obvias razones, o al menos lo sucedido antes por causa de éstas.
-Con que también estás detrás de Ozora-san –dijo alguien detrás de ella; era una chica de cabello largo con dos mechones cruzándole la cara, lentes ovalados sin montura, el uniforme del Otomo y un aire de soledad y resentimiento impresionante.
-¿Qué quieres? ¿Quién eres?
-Digamos que soy una rival.
-Pero, ¿cómo? Eres del Otomo… No es posible que conozcas a Tsubasa-senpai.
-Lo conozco, y puedo asegurarte que es el único muchacho que me ha tratado amablemente. Sin embargo, tú no eres rival para mí. Él merece a alguien superior a ti, que sepa valorarlo realmente.
-¿Y crees que él va a quererte siendo una nerd presumida? No digo que sea malo que seas muy inteligente, pero nadie puede controlar los sentimientos de nadie. Y ya dime cómo te llamas de una buena vez.
-Me llamo Imawano Jinko.

-Me suena ese nombre… -y Kumi cayó en cuenta que ella era la chica que había causado el malentendido entre Tsubasa y Sanae. -¡Tú eres la chica que defendió el senpai cuando fue el partido contra el Otomo!
-¿Cómo lo supiste?
-Porque Sanae-chan me contó que ella los vio, y pensó que le gustabas a Tsubasa-senpai. Fue por tu culpa que mi amiga se sintió mal.
Eso fue una sorpresa para Jinko. ¿Y si era verdad lo que decía la muchacha?
-No veo qué tenga de malo que él defienda a alguien.
-Eso explícaselo a otra persona. De todos modos, no eres la única que está enamorada del senpai.
-Pues de todos modos nadie merece que Ozora-san se fije en ella… excepto alguien superior.
-¿Alguien superior? A mí me pareces muy normal, si quitamos lo presumida que eres.
-Soy mucho más inteligente que el resto de las personas, y además… -hizo aparecer una llama negra en su mano izquierda. –Poseo poderes que nadie más tiene.
"Fuego negro… Mi abuela me dijo que sólo personas que tengan maldad pura en su corazón pueden hacer aparecer una llamarada negra… ¡esto es grave!" –Kumi estaba aterrorizada. De inmediato supo que no podía dejar que Tsubasa cayera en las "garras" de Imawano.
"Pero, ¿qué voy a hacer?" –y lo único que se le ocurrió a la chica fue salir corriendo de ahí. Jinko la observó indiferente. La verdad era que sólo quería asustarla, pues sospechaba que quizás Kumi fuera el último Arcángel… Aparte de que también estaba enamorada del Kami no Tsukai.

Kumi llegó a casa y se encerró en su habitación, llorando de terror. Su abuela, preocupada, entró a la habitación de la chica, y le preguntó qué la tenía tan aterrorizada.
-Abuela, ¿recuerdas lo que me dijiste una vez sobre las llamaradas negras?
-Sí, por supuesto, Kumi, pero… ¿acaso…?
-Conocí a una chica que logró hacer aparecer una llama negra, y me aterré. Esa joven también está tras Tsubasa-senpai, ¡Y no sé qué hacer!
-Antes que nada tienes que tranquilizarte. Si sigues así lo único que lograrás será que te desmayes –dijo la abuela de Kumi, que sabía mucho sobre cosas sobrenaturales.
-Está bien…
-Ahora sí, cuéntame qué sucedió.
-Intenté hablar con Tsubasa-senpai después de que terminó el entrenamiento, pero él tenía mucha prisa por llegar a casa, y me dijo que hablaríamos mañana. Se fue, y yo iba a comenzar a venir hacia acá, pero una flama negra como la noche me detuvo el paso. Me volteé y ahí estaba esa chica. Tenía un aire de resentimiento y de soledad tan fuertes que me dio escalofríos.
-¿No te atacó más?
-Por suerte no. Pero lo peor es que está también enamorada del senpai, y temo por él.
-No es de extrañarse. Al fin y al cabo, si una persona que es pura maldad quiere algo, no cejará en su intento de obtenerlo.

Mientras tanto, Tsubasa estaba en casa, ayudando a su madre.
-¿Y cómo te ha ido, hijo?
-¿Con respecto a qué? –preguntó él, confundido.
-Con respeto a lo que sabemos… Tu destino.
-Ah, hoy logramos encontrar a otro Arcángel. El del Viento, y estoy molido por eso. Fue muy difícil.
-¿En horas de clase?
-No. A la hora del almuerzo, aunque me dio un ataque en medio de la clase, y lo que recuerdo es que Sanae se esforzó muchísimo en llevarme a la enfermería.
-No voy a negar que no estoy de acuerdo con que esto interfiera con tu vida, pero según lo cuentas, no tienes más opción. ¿Y quién es el Arcángel al que encontraron?
-Si prometes no gritar, te lo digo.
-Prometido.
-Wakabayashi-kun.
Natsuko dejó caer la cuchara que tenía en la mano, y ésta cayó en el lavaplatos, salpicando a la mujer.
-Dices, ¿dices que fuiste a Alemania en un soplido?
-Me temo que así es.
Natsuko resistió las ganas de gritar, o de hacer una barbaridad, pero no pudo evitar abrazar a su hijo, llorando.
-Me da mucho miedo la situación en la que estás, hijo. Despertar cada día sabiendo que e cualquier momento tienes que luchar por salvarte a ti y al mundo me estremece.

Tsubasa al escuchar aquello no pudo evitar corresponder el abrazo, y muy a pesar suyo, algunas lágrimas corrieron por sus mejillas.
-A mí no me gusta esto, ni una pizca, pero no puedo escapar a mi destino. No sé si pelearé hoy, o mañana, o contra quién. Son cosas que se me salen de las manos. Si por mí fuera, no estaría pasando por esto y sería el mismo de siempre, y no alguien que lleva una doble vida.
-Hijo…
-Si después de la batalla final logramos sobrevivir, podré volver a la normalidad, sin más peleas, sin más días arriesgando mi pellejo, pero no se sabe quién ganará hasta que sea la última batalla. Y créeme, no estoy interesado en saber cuándo será. Sólo quiero poder estar aquí contigo, en el colegio con mis amigos, y siempre con mi balón de fútbol.
Natsuko al oír eso se sintió ligeramente aliviada. Se secó las lágrimas y se dispuso a terminar la cena. Sonó el teléfono y Tsubasa se apresuró a contestar el teléfono.
-¿Hola? Casa de la familia Ozora. Habla Tsubasa.
-Tsubasa-senpai, soy Kumi.
-Hola, Kumi. ¿Qué te pasa? ¿Acaso lloraste?
-¿Por qué lo dices?
-Tienes la voz quebrada.
-Eso no importa ahora. Llamo para advertirte de algo muy importante.
-¿Qué es? Para que estés así, debe ser muy grave.
-Conoces a Imawano Jinko, ¿verdad?
-Sí. Pero, ¿por qué lo preguntas?
-Porque es una persona muy peligrosa. Es capaz de crear fuego negro, y sólo las personas que tienen maldad pura en sus corazones lo pueden hacer.

"Maldad pura… Fuego Negro… ¡Kumi, Kumi descubrió al Arcángel de la Oscuridad!"
-Tendré cuidado, Kumi. Pero, ¿cómo sabes todo esto?
-Porque después de que hablamos hoy, me iba a casa y me detuvo esa chica.
Kumi le explicó lo sucedido a Tsubasa lo más resumidamente posible. El muchacho al escuchar aquello comenzó a pensar en varias cosas, como armando un rompecabezas.
-Bien, ya entiendo. No te preocupes, Kumi. Me sé defender. Te agradezco la advertencia. Adiós –y colgó el teléfono. Ahora todo le parecía muy claro. El Arcángel de la Oscuridad, e Imawano Jinko no sólo eran parecidas y tenían aquel aire solitario—eran exactamente la misma persona. Sin embargo, no lo asimilaba aún. Jinko a pesar de su soledad no era una chica mala, sólo incomprendida, y se notaba a leguas que era muy inteligente y hasta guapa; el Arcángel de la Oscuridad era alguien detestable, terca y presumida, pero siempre que la derrotaban, desaparecía con un aire de secreto. Pero ambas eran enigmáticas, físicamente casi idénticas, y ahora resultaba que ambas tenían el Fuego Negro, así que Tsubasa no sabía realmente qué hacer.
"Jinko… El Arcángel de la Oscuridad… ¿Pueden en realidad ser las mismas? Una amiga resulta siendo mi enemiga… Qué lío. Será mejor comentárselo a Sanae e Ishizaki-kun mañana."
Regresó a la cocina, donde Natsuko ya tenía todo servido, y se sentó a comer.
-Hijo, ¿qué te pasa? Estás pálido.
-Kumi llamó, y me dijo algo que aclara un misterio… parece que ella descubrió la verdadera identidad de uno de los Arcángeles Negros.

Mientras tanto, en su casa, Jinko estaba haciendo sus deberes, sin duda alguna llena de amargura por como la trataban en la secundaria. No obstante, habría sido exactamente lo mismo si hubiera entrado a otra secundaria.
"Esa niña fue muy fácil de asustar, pero algo me da mala espina. Al ver mi Fuego Negro, parecía que supiera algo al respecto. Apuesto lo que sea a que le contó a Ozora-san lo que vio. Pero por otro lado pueda que ella no sepa que Ozora-san sabe todo esto, así que quizás se lo guardó. En todo caso, le hice creer algo que es falso; aunque esté enamorada de Ozora-san, sé que nunca se fijará en mí, por no decir que no puedo involucrarme en esos asuntos. Lo único que puedo hacer es seguir con lo que hago: Seguir en esta batalla, y en secreto contemplarlo mientras duerme. Podré ser un ser de la oscuridad y la tristeza, pero también soy humana y tengo derecho a sentir."
Pero la joven comenzó a sentir un horrible ardor en su estómago, doblándola por el sufrimiento. Últimamente le había dolido ahí, desde la batalla contra la aliada de los Arcángeles, pero no creía que su Fuego Negro la hubiese lastimado así. No obstante, Jinko luchaba contra ello como gato patas arriba. No soportaba aquel dolor, y no sabía por qué le daba, pero no quería que nadie lo supiera, y mucho menos dejarse vencer por ello.
-Sea lo que sea este dolor, no puedo dejar que me venza… No puedo dejar que este ardor me domine, porque quién sabe qué pueda pasar… -murmuró entre dientes la joven, apretando los puños. Al fin pasó, y agotada, volvió a enderezarse y terminó sus deberes, aunque lo que más quería era no volver al lugar donde la maltrataban por ser lo que era.

Entretanto, Sanae estaba en su habitación, comenzando a hacer otra manilla. Después de clases había ido a comprar más lana, y sobre todo lana aguamarina, que nunca había tenido. Además había tejido muchas otras manillas, y las estaba vendiendo como pan caliente. Escuchaba música en la radio (sonaba No. 1 de BôA en ese instante.)
-Sanae, hija, ven un momento, por favor –dijo su madre desde fuera de la puerta.
-Ya voy –dijo la chica, dejando sus agujas por un momento. Salió de su cuarto y se dirigió al cuarto de sus padres. -¿Querían decirme algo?
-Sí. Mañana iremos con Atsushi a donde tus tías, así que si tienes algún plan para mañana, puedes ir con tus amigos y amigas.
-¿En, en serio?
-Sí. Sé que suena muy repentino, pero así es. De hecho me dijeron que la próxima vez irás con nosotros a verlas, pero que esta vez tenían algo para tu hermano.
-Muchas gracias, mamá –dijo Sanae, sorprendida y contenta. Sin embargo, la chica no tenía ganas de ir a ningún lado. Sólo quería quedarse tranquilamente en casa. Volvió a su habitación y siguió tejiendo, hasta que le dio sueño. Guardó las agujas, las lanas y las manillas que tenía listas no sólo para vender si no para sus amigos, se cambió de ropa y se metió entre las cobijas. Ya un rato más tarde estaba profundamente dormida, aunque no soñaba aún.

Mientras tanto, Tsubasa ya se estaba preparando para irse a dormir. Hacía calor, por lo que decidió dejar la ventana abierta. Apagó la luz de su lámpara y se dejó llevar en brazos de Morfeo. Para él fue un completo bálsamo el dormir, pues estaba tremendamente cansado. Los demás Arcángeles también se durmieron (a excepción de los que vivían en París y Hamburgo)
Pero poco después se escuchó un rumor de alas pequeñas y el mismo animalillo de siempre entró a la habitación de Tsubasa. Éste retomó su forma original y se dedicó a lo que hacía siempre: contemplar al joven del cual estaba enamorada. Sin embargo, a eso de la medianoche Tsubasa se levantó para ir al baño, y la joven, más que todo llevada por el pánico se volvió a convertir en aquel animalillo, evitando ser descubierta por suerte. Poco después el muchacho volvió y se acostó, sin darse cuenta de que no estaba solo.
"Eso estuvo muy cerca" –pensó el Arcángel de la Oscuridad. Volvió a su forma original, pero resultaba que Tsubasa, entre sueños la vio, o eso creía ella. Ella se quedó inmóvil, sin saber qué hacer, y no alcanzaba a entender qué murmuraba el muchacho (probablemente estaba murmurando en portugués… Mi madre me dijo una vez que yo había murmurado algo en inglés mientras dormía)
-No… No te vayas… -murmuró al fin en japonés el muchacho. La joven, más por curiosidad que por cualquier otra cosa se acercó más. No estaba precisamente a milímetros de la cara de Tsubasa, pero sí estaba cerca. Podía ver con claridad cada rasgo, cada expresión del muchacho mientras soñaba, pero de buenas a primeras, Tsubasa se levantó un poco, y tomando desprevenida al Arcángel Negro, la abrazó… y le plantó un beso en los labios, probablemente soñando con Sanae.

"¿Qué hago? No me puedo mover…" –pensó ella, aterrada, sin dejarse llevar por el momento, aunque lo hubiera querido. No quería despertar al muchacho y causar un alboroto, pero no podía hacer nada… excepto volver a transformarse en animal y desaparecer. Así lo hizo, y se fue por la ventana. El muchacho se quedó abrazando el vacío, y después volvió a caer sobre su cama. Yo pienso que debía de estar soñando con Sanae .
Al otro día, el muchacho se despertó recordando aquel sueño. Le había parecido real… Quizás demasiado.
-Buenos días, mamá –dijo al bajar las escaleras.
-Hola, hijo. ¿Cómo dormiste?
-Bien, pero tuve un sueño demasiado real…
-¿Y eso? ¿Qué soñaste?
-No te vayas a reír, pero soñé que le confesaba a Sanae mis sentimientos.
-Pueda que sea señal de cosas por venir –dijo Natsuko, divertida.
-Ojalá, mamá… Ojalá fuera así. Pero insisto en que fue un sueño demasiado real.
-En fin. ¿Qué quieres de desayuno?
-Creo que con cereal me basta.
-Está bien –y Natsuko le sirvió un tazón de hojuelas de maíz endulzadas con miel, las favoritas de Tsubasa. Él vertió la leche sobre el cereal, esperó a que su madre se sentara y desayunaron en silencio.

Rato después, el muchacho iba a la secundaria, pensativo. No lograba sacarse aquel sueño de la cabeza, y más por lo real que había parecido, aunque cada vez que recordaba el sueño, se hacía más borroso. Pasó por el callejón donde Shiro solía aparecer, y otra vez el fenómeno ocurrió.
-Shiro, ¿qué pasa?
-Bueno, sólo quería decirte que se acerca el final.
-Sí, ya lo sé. Sólo falta encontrar al último Arcángel, y estallará la batalla final.
-No del todo; se te olvidó que ellos siguen en busca del Kage no Tsukai. Por cierto, felicitaciones por haber descubierto quién era el Arcángel del Viento gracias a tus sospechas, pero casi muere. ¿Qué rayos estabas pensando? –dijo Shiro con su típica voz de regaño.
-Veamos… ¿No habrá sido que yo estaba en clase? –dijo Tsubasa, enfatizando las últimas palabras. –Y tú nunca lo entenderás porque nunca has estado en una escuela secundaria.
-Pues… tienes razón –admitió Shiro, mirándose las puntas de los finos dedos.
–Por cierto, ¿sabes si el Arcángel que buscamos también es afectado, o afectada por las olas de energía?
-No tengo idea. Sólo sé que es el más poderoso, y que sólo aparecerá cuando los otros cuatro Arcángeles sean descubiertos.
-¿Y sabes si el talismán que tiene Sanae podrá ayudarnos en esto?
-¿Cuál talismán?
-Tú ya lo debes haber visto. Es una esfera de cristal con niebla en su interior, que sólo Sanae puede interpretar.
-Oh, eso… Pues según sé, es la clave para encontrar al Arcángel del Amor.
-Y para rematar que Wakabayashi-kun sospecha que ella puede ser a quien buscamos.

Sin embargo, el ruido de la calle y de la campana hizo volver a Tsubasa a la realidad y salió raudo hacia la Secundaria. Shiro se encogió de hombros y desapareció.
Tsubasa llegó a tiempo, y llegó para ver cómo Yukari y Kumi discutían con Sanae para ir otra vez a Vitalis.
-Pues mis padres dijeron que podía ir ya que van a ir con Atsushi a donde mis tías, pero no estoy segura.
-Sanae-chan, tienes que aprovechar esta oportunidad. Izawa ya dijo que sí iba a ir, y creo que será pan comido convencer a Tsubasa. Vamos, no pierdes nada –dijo Yukari.
-Pierdo tiempo para hacer mis manillas. Se están vendiendo bien.
-Eso ya lo sabemos, pero tienes que divertirte –dijo Kumi, que aún no había notado a Tsubasa. –Además, dicen que hoy habrá un DJ en vivo.
-Pues…
-Yo iré –dijo al fin Tsubasa, metiendo baza.
-¿No que ibas a ir con tu madre a hacer las compras?
-Al final ella me dijo que no era necesario que fuera con ella.
-Mucho mejor. Bueno, está decidido. Iremos a Vitalis hoy –dijo Yukari.
-¡Todavía no me he decidido! –alegó Sanae.
-¿Y entonces, qué decides?
-Que… sí.