Capítulo XVI: DJ Darkwing… o Kurobane Shinobu
En
efecto pasó el día sin problemas algunos, y después
del entrenamiento de fútbol, Tsubasa llegó a su casa.
Natsuko le preguntó qué pasaba.
-Mamá,
¿te molesta si voy con los demás a Vitalis esta
noche? Sé que prometí que iba a ir contigo a hacer las
compras, pero…
-Pero
Yukari y Kumi te presionaron para que fueras.
-Exactamente.
-Bueno,
no te preocupes. Últimamente me has ayudado mucho y además
no es necesario que vayas conmigo. Ve con tus amigos si quieres.
-Gracias
mamá. Y a la próxima iré contigo.
Tsubasa
corrió a su habitación, eligió con cuidado la
ropa que iba a usar y se apresuró a darse un baño. No
se demoró más de diez minutos en alistarse, lo que a
decir verdad era un récord. Poco después tomó
algo de su mesada, se despidió de su mamá y se fue
hasta la casa de Ishizaki.
-Veo
que esta vez te preparaste a conciencia –dijo Ryou, quien llevaba
otra vez una camisa sin mangas, jeans oscuros y tenis negros.
-Sí,
supongo –respondió el muchacho, que llevaba una camiseta
blanca, un chaleco, una pañoleta azul oscura amarrada en la
cabeza, jeans y tenis oscuros. Además se había vuelto a
echar unas gotas de colonia.
-¿Y
qué rayos pasará con Izawa? Usualmente es el más
puntual.
-Bueno,
es que la verdad es que me vine más temprano que de costumbre,
así que no te preocupes, Ishizaki-kun.
-En
todo caso, no creo que se deba demorar mucho.
Mientras,
en la casa de Kumi, las chicas estaban probándose varias
combinaciones de ropa, pero no daban con las combinaciones idóneas.
-Pienso
que el rojo va bien con Sanae. Sí… Esa camisa roja, el
pantalón negro y unas zapatillas negras irían bien para
ella –dijo Yukari, juzgando como se veía su amiga cual si
fuera una diseñadora de moda.
-Sí.
Para ti, sin duda alguna el azul, Yukari. Deberías irte con el
mismo atuendo de la vez pasada –respondió Kumi, probándose
una ajustada camisa de corte oriental.
-Pues
tienes razón. Y por cierto, si llevas esa camisa a la
discoteca, te vas a acalorar mucho.
-Sí,
eso estaba pensando.
-Yo
la verdad no me siento muy cómoda con esta camisa –dijo
Sanae, hablando de una camisa roja de tiras muy delgadas y que dejaba
ver el firme estómago de la chica.
-Pero
se te ve muy bien. Vas a hacer que Tsubasa caiga redondo.
-¡No
digan esas cosas! –respondió la chica, más roja que
la camisa.
-Ni
modo. Yo ya decidí que me pondré –dijo Kumi, que
tenía puesta una camisa blanca cuello de tortuga sin mangas,
un pantalón negro como el de Sanae y zapatos negros.
-Bueno,
sólo falta el maquillaje. La vez pasada no lo necesitaste
porque la ropa era de colores más bien claros, pero hoy, vas a
ser la reina de la noche, Sanae-chan.
-Yo
no… No puedo usar maquillaje; soy alérgica.
-No
seas tonta. Este maquillaje es hipoalergénico –y Kumi y
Yukari maquillaron a Sanae contra su voluntad, pero al final valió
la pena.
Rato
después, cuando el sol se había ocultado, los seis
adolescentes se encontraron a las puertas de Vitalis. Si la
vez pasada Tsubasa había estado nervioso al ver a Sanae, esta
vez se quedó de una pieza; le habían puesto un poco de
base, apenas un toque de sombras, le habían encrespado las
pestañas, y llevaba un brillo labial de un color rosa tenue.
Yukari llevaba sombras azules y un labial parecido al de Sanae, y
Kumi llevaba sombras grises oscuras, casi negras y llevaba brillo
transparente.
-Esta
vez sí se lucieron, chicas –dijo Ryou, mientras Izawa
silbaba al ver las chicas.
-Ustedes
tampoco están mal… Nada mal –dijo Yukari, que no podía
quitarle los ojos de encima a Ishizaki.
-En
fin. ¿Entramos? –dijo Sanae, más cohibida que
cualquier otra cosa.
-¿Pues
a qué vinimos? –dijo Izawa, quien decidió ir
acompañado de Yukari. Aunque ella al principio se mostró
confundida, no puso problema. Ishizaki se acercó a Sanae,
diciéndole que lo acompañara, y entraron. Eso dejó
a Kumi y Tsubasa como la última pareja.
-¿Entramos,
Kumi?
-Claro,
senpai –dijo ella sonriendo. Se sentía en las nubes. Esta
vez el lugar estaba más lleno que nunca, pero al parecer el DJ
no había llegado.
-Vaya,
no ha llegado el DJ. Dicen que es guapísimo y muy talentoso
–dijo Yukari.
-Pues
sabremos qué tan bueno es cuando comience a trabajar –dijo
Izawa, ligeramente escéptico, mientras encontraban una mesa
dónde sentarse.
-Eso
es muy cierto –dijo Ishizaki, que quería una soda con helado
lo más rápido posible.
Encontraron
una mesa desocupada, pero mientras las chicas, Ishizaki e Izawa iban
a bailar, Tsubasa se quedó sentado, observando. Sin embargo,
poco después, se sentó alguien a su lado. El muchacho
al principio no sabía quién era, pero después se
dio cuenta.
-¡Tú…!
–dijo éste, concentrándose en hacer aparecer su
espada.
-¿Ozora-san?
¿No me reconoces? Soy yo, Jinko.
Estaba
completamente cambiada. Llevaba unos jeans negros ajustados, una
camisa negra sin tirantes y llevaba el cabello en una larga cola de
caballo, aparte de llevar maquillaje oscuro.
-Imawano-san…
Me sorprendiste. No te reconocí… Estás muy cambiada.
-Los
viernes suelo venir aquí. Además el DJ que se presenta
hoy es conocido mío.
-Pero
pensé que no tenías amigos…
-Dije
que es un conocido, no un amigo –aclaró la
joven, ligeramente ofuscada.
-Lo
siento –pero de inmediato a Tsubasa se le vino a la mente lo que
había discutido con Kumi el día anterior por teléfono.
-¿Sucede
algo?
-No,
nada… Recordé algo; eso es todo.
-Pues
por lo que veo pareciera que hubieras recordado algo malo.
-No
es importante… -e iba a tratar de buscar un pretexto, pero por los
altavoces se escuchó la voz de una muchacha.
-Ahora
con ustedes a quien estaban esperando. El maestro de la música
electrónica en Vitalis… ¡DJ Darkwing!
De
inmediato un reflector se encendió y apuntó a un joven
que llevaba una camisa negra sin mangas, pantalón negro, cola
de caballo y lentes negros, que estaba comenzando a mezclar. Yukari y
Kumi se quedaron absortas viendo al apuesto DJ, pero Sanae no pensó
nada en especial.
-¿Quieres
ir a bailar, Ozora-san?
-No,
no gracias, Imawano-san. No sé bailar.
-La
verdad es que no sabes bailar mucho, pero al menos te sabes dos o
tres pasos.
Tsubasa
quedó pasmado; ¿cómo lo sabía? Recordando
lo que Kumi le había contado, supuso que uno de los poderes
que ella tenía era el de leer las mentes.
-En
todo caso no tengo realmente ganas de bailar.
-Bueno.
Nos veremos después –y Jinko se fue a bailar. En cuanto se
alejó la joven, Tsubasa dejó escapar un suspiro de
alivio. Siguió sentado, marcando el ritmo con el pie y
observando a los demás bailar (probablemente así podría
aprender uno o dos pasos…)
se iba aburriendo poco a poco. No había sido realmente una
buena idea el ir. Poco después, Kumi se acercó a la
mesa, con dos sodas con helado.
-¿Quieres
una, senpai?
-Te
lo agradezco, Kumi.
-Por
cierto, noté que una chica se sentó a tu lado y habló
contigo.
-Entonces
debiste notar que por un momento me veía incómodo.
-Sí.
¿Acaso era Imawano?
-Diste
en el blanco.
Yukari,
Sanae, Ryou y Mamoru siguieron bailando, mientras Kumi y Tsubasa los
observaban, tomando cada uno su bebida.
-Senpai,
necesito decirte algo –dijo Kumi, después de tomar un sorbo
de soda.
-¿Qué
es, Kumi?
-Es
que, es que… es que me gustas mucho.
Tsubasa
al principio se quedó callado, su corazón saltándose
uno o dos latidos, pero después lo tomó con excesiva
calma.
-Y
sólo, sólo quería que lo supieras.
-Kumi,
lo lamento… Lamento no poder corresponderte. Eres una buena amiga,
una excelente asistente, pero sólo te veo así.
Discúlpame.
-¿Acaso
te gusta otra chica?
-Sí.
No es que me guste; estoy perdidamente enamorado de otra chica.
-¿Acaso
es Sanae? –la respuesta que Kumi obtuvo fue que la cara de Tsubasa
se puso escarlata. Haciendo de tripas corazón dijo que lo
entendía.
-Sin
embargo, tienes que darte prisa en decirle a Sanae lo que sientes. No
sé si lo sabes, pero últimamente Sanae a veces se ve
con ese muchacho, Kanda Koushi, y tal parece que no le es del todo
indiferente.
-Entiendo…
Pero no sé si ella me corresponda o algo.
Kumi
miró al techo, pensando en lo ciegos que eran los hombres.
-Te
puedo asegurar, Tsubasa-senpai, que Sanae te quiere con toda el alma
desde el primer momento en que te conoció.
La
cara de Tsubasa se iluminó con una sonrisa que sólo se
le veía cuando se hablaba de fútbol.
-Gracias,
Kumi. No sabes cuánto te agradezco que me lo hayas dicho –dijo
éste, tomando las manos de la chica.
-Bueno,
creo que para eso estamos las amigas… -dijo la chica, con el
corazón roto. Un momento después se acercaron los
otros.
-Oye,
Tsubasa-kun, ¿viniste a bailar o a ocupar un asiento? –dijo
Yukari, con las manos en las caderas.
-Es
que no me sentía de ánimo, pero cuando ustedes vuelvan
a la pista, iré con ustedes.
-Más
te vale –dijo Ishizaki, acercándose por detrás y
halándole las mejillas a su amigo. –No puedes ser un
muchacho aburrido y obsesionado con el fútbol todo el tiempo.
-Suéltame
–dijo Tsubasa, tratando de quitarse al muchacho con cara de mono de
encima. Las chicas estaban entre asustadas, divertidas y enojadas por
lo que Ishizaki hacía.
-Anda,
suéltalo o lo dejarás deforme –dijo Izawa, causando
más risas de las chicas.
-Como
digas, Izawa –y soltó las mejillas de Tsubasa, que se sobó
adolorido la cara. Dos minutos después los seis estudiantes
del Nankatsu estaban en la pista, bailando lo que el DJ Darkwing
estaba mezclando. Al principio el capitán del Nankatsu estaba
bastante acartonado, pero poco a poco comenzó a soltarse y se
dejó llevar por el ritmo.
-Bueno,
tal parece que alguien ya aprendió a bailar –dijo Kumi, que
estaba a su lado.
-Gracias
–respondió él, sonriendo a medias. Su cara no dejaba
de dolerle.
Un
rato después, el DJ tomó un descanso, por lo que
pusieron algo de rock (Dame de You Izami) Éste decidió
mezclarse entre la multitud, y justamente se encontró frente a
frente con los del Nankatsu. Kumi y Yukari casi se desmayaron de la
emoción, mientras Sanae no reaccionaba de manera especial.
-¿La
están pasando bien, chicos? –preguntó el DJ, mirando
por encima de sus gafas y bailando.
-¡Sí
que sí! –exclamaron cuatro de los seis.
-Eres
genial, DJ Darkwing –dijo Yukari, emocionadísima.
-Hey,
hey, ése es sólo mi nombre en el escenario. Mi nombre
real es Kurobane Shinobu.
-Wow…
Con razón tu nombre artístico.
-¿Y
quiénes son ustedes?
-Somos
estudiantes de la Secundaria Nankatsu. Yo soy Nishimoto Yukari. Ellos
son Izawa Mamoru, Ishizaki Ryou, Sugimoto Kumi, Nakasawa Sanae… y
Ozora Tsubasa.
Al
escuchar aquel nombre, algo se retorció en el estómago
del músico, pero no perdió su sonrisa.
-Los
nombres de los muchachos me suenan. ¿Acaso no fueron ustedes
los que ganaron el Torneo Nacional de Fútbol?
-¿Qué
comes que adivinas? –dijo Ryou, a quien le simpatizaba el DJ.
-Suelo
leer los diarios, muchachote. Y por cierto, ¿por qué
sus dos amigos no han dicho nada? ¿Les comió la lengua
los ratones?
-No…
No es eso. No sé qué les pasa –dijo Izawa.
Lo
que pasaba era que Tsubasa y Sanae tenían un pésimo
presentimiento. Ambos sencillamente saludaron con la mano y siguieron
bailando. Sin embargo, Shinobu se acercó a Sanae.
-Vaya,
vaya, vaya… Si aquí tenemos a la reina de la noche. Digo yo
que si tuvieras novio, le tendría mucha envidia.
-No
tengo novio, pero tengo dignidad –dijo Sanae, yéndose hacia
la mesa. –Con permiso.
Tsubasa
al ver eso sintió algo que sólo había sentido
una vez en ocasiones pasadas: celos. Pero la prudencia pudo más
y se fue al baño.
-Bueno,
hora de regresar al trabajo –dijo el DJ, ajustándose las
gafas y dedicándole una sonrisa a las chicas, que casi se
desmayan. Comenzó a mezclar varios ritmos, resultando una
música cadenciosa y un tanto exótica. Sanae fue por una
soda, molesta por la actitud de casanova del DJ. Al llegar, Tsubasa
estaba en la mesa, observando distraído la pista de baile,
donde no sólo estaban sus amigos, si no Jinko, bailando con un
muchacho.
-Tsubasa-kun…
-¿Eh?
Ah, eres tú, Sanae-chan.
-Estás
como distraído.
-No
es nada… Por cierto, anoche Kumi me contó algo.
-¿Qué
te dijo? –preguntó la chica, preocupada. Tsubasa le explicó
lo sucedido con Imawano, las sospechas de Kumi y sus propias
sospechas: que Imawano Jinko y el Arcángel del la Oscuridad
podrían ser la misma persona.
-¿Sabes?
Yo pienso que quizás las dos sean la misma persona. Tienen ese
aire de soledad y resentimiento que causan escalofríos.
-Pero
además Kumi dijo algo muy loco, que según ella se lo
dijo Imawano-san: supuestamente ella está tras de… tras de
mí, y que es supuestamente peligrosa.
Sanae
se quedó atónita al escuchar lo primero, pero al
escuchar lo segundo no pudo evitar estar de acuerdo con su rival (o
mejor dicho, ex-rival)
-Yo
siempre tuve el presentimiento de que ella escondía algo. De
hecho siempre sospeché que ella era el Arcángel de la
Oscuridad.
-Y
no te culpo, Sanae-chan –se le escapó a Tsubasa.
-¿Qué
dijiste?
-Dije
que no te culpo, ya que sueles ser muy perceptiva –respondió
Tsubasa, nervioso.
-Si
tú lo dices… -pero de repente el pánico se apoderó
del establecimiento. Al parecer un joven en estado de embriaguez
había evitado a los de seguridad y tenía como rehén…
a Jinko. Tenía una pistola al cinto, y amenazaba con cortarle
el cuello a la joven con una navaja si no le daban lo que quería.
-¿Qué
pasa? –preguntó Tsubasa a Ishizaki, que se acercó
sigilosamente a la mesa donde Tsubasa y Sanae estaban.
-Un
borracho entró y tiene como rehén a una chica que viene
completamente de negro y se ve guapísima.
-¿De
negro? ¿Acaso no tiene una cola de caballo?
-¿Qué
comes que adivinas?
-Me
temo que la conozco, y Sanae también.
-Pero
por desgracia no podemos hacer nada. Apuesto lo que sea a que la
barrera no funcionaría con tantas personas aquí dentro,
y más si el rehén es quien sospechamos.
-¿Qué
dijiste?
-Lo
que Tsubasa dijo es que probablemente esa chica es el Arcángel
de la Oscuridad.
Ishizaki
se echó a reír.
-Por
favor, ¿cómo una chica así puede ser el Arcángel
de la Oscuridad?
-¿Por
qué no le pides a Kumi que te cuente lo que le pasó a
ella ayer con una chica llamada Imawano Jinko?
Pero
la conversación se detuvo. Tsubasa, Sanae y Ryou observaron
que Shinobu se acercó al borracho sigilosamente. El borracho
se volteó y le gritó que no se acercara. Jinko no se
movía, horrorizada (o quizás fingiendo que lo estaba
)
-No
quiero hacerte daño. Suela a la chica y hablaremos de hombre a
hombre.
-¡Nada
de eso! ¡Quiero una botella de sake y todo el dinero de
aquí! ¡Y si no me lo dan, mato esta chica!
Jinko
observó a Shinobu, como pidiéndole que hiciera algo al
respecto. Ella podría haberse deshecho del borracho, pero en
estas circunstancias sus poderes no funcionaban por el miedo que ella
tenía.
-Ya,
tranquilízate. Esta chica no tiene nada que ver… Si la
sueltas, te prometo que obtendrás lo que quieres.
-Sí,
claro… Esta chica es mi garantía.
-En
serio. Mira, si la sueltas, te juro que yo mismo iré por lo
que quieres –dijo Shinobu, con las manos al frente, acercándose
cada vez más al muchacho que tenía aterrada a la gente
que estaba en Vitalis. Tsubasa, Sanae e Ishizaki no sabían
qué hacer. Kumi estaba tan aterrada que se echó a
llorar, mientras Yukari la trataba de calmar y Mamoru estaba
pendiente de ellas. Y de repente, tan rápido como un rayo, el
DJ golpeó al borracho en la cabeza, dejándolo
inconsciente. Después de asegurarse que la pistola del
muchacho no tuviera balas, el apuesto DJ se llevó a Jinko, que
estaba pálida y en shock a otro lado. Mientras tanto,
la joven que atendía en la barra de sodas llamó a la
policía. Tsubasa, Sanae y Ryou corrieron a donde estaban sus
otros amigos.
Al
llegar, Mamoru los observó con ojos vidriosos, mientras Yukari
abrazaba a su amiga que no dejaba de sollozar.
-Por
favor, escuchen todos. Sé que lo que acaba de pasar fue algo
horrible, pero por suerte nadie ha salido lastimado. Ahora mismo
viene la policía a llevarse al causante de todo este lío.
Por favor salgan en orden y calma, evitando tumultos. Repito: Salgan
en orden y calma –dijo Shinobu por los altavoces. La gente de
seguridad de la discoteca comenzó a sacar a los jóvenes
del lugar. Los muchachos salieron tranquilamente, quizás algo
decepcionados por el no poder estar más tiempo. Sin embargo,
Jinko aún no reaccionaba. Estaba aún dentro de Vitalis.
-Jinko,
¿cómo te encuentras?
-Casi
me mata ese borracho y me preguntas cómo me encuentro –dijo
la joven, sarcástica, echándose a llorar.
-Je,
nunca pensé que tú fueras a llorar. Como usualmente
eres tan seca.
-No
te burles… A pesar de todo soy un ser humano aún.
-Lo
sé, Jinko. Anda, vámonos. Al fin y al cabo, los demás
deben de estar preocupados.
Ambos
salieron del lugar, justo cuando la policía llegó. Se
llevaron al borracho, y a Jinko y Shinobu para testificar. Mientras
tanto, Tsubasa, Sanae y los demás se fueron a sus respectivas
casas. Sanae iba sola a la suya después de pasar por la casa
de Kumi por su ropa, pero tenía el presentimiento de que la
estaban siguiendo. Siguió caminando, y repentinamente se
detuvo. Se volteó y ahí estaba el Arcángel de la
Oscuridad.
-¿Qué
haces aquí?
-Estoy
más que segura de que tú eres el último
Arcángel. Vine a destruirte.
El
Arcángel Negro empuñaba con una mano su hoz, y en la
otra tenía su Fuego Negro. Al principio la joven asistente del
Nankatsu no sabía qué hacer, pero recordó el
talismán. Rogándole al cielo que alguien fuera en su
ayuda, la chica sacó el talismán de su bolsillo
mientras el ser maligno la atacaba. Por suerte el ataque se revirtió
y dio en el Arcángel de la Oscuridad.
-Tienes
suerte. Pareciera que mis ataques rebotaran en ti.
-Y
lo seguirán haciendo porque no quiero morir aún.
El
Arcángel de la Oscuridad atacó con más saña,
pero el talismán protegía a Sanae de todos los ataques.
Sin embargo, la joven sentía que sus fuerzas se estaban
agotando. Seguía rogándole al cielo que alguien la
ayudara, pero poco a poco comenzaba a perder las esperanzas.
-Ya
eres mía…
-Nada
de eso… ¡Viento Huracanado!
-¡Corriente
Marina!
Los
dos ataques dieron en el Arcángel de la Oscuridad, dejándola
ligeramente aturdida. Sanae vio con gran sorpresa que Taro y Genzo
estaban ahí, dispuestos a defender a su amiga.
-Misaki-kun,
Wakabayashi-kun…
-Tiempo
sin verte, Anego. Por suerte logramos escuchar tu llamada de auxilio
–dijo Genzo, mirando de reojo a Sanae.
-Ya
no me digas así, Wakabayashi-kun.
-Ahora
mismo no es momento de discutir eso, Wakabayashi-kun. Hay una vida
que salvar –respondió Taro, empuñando su tridente.
