Capítulo XIX: Una Confesión Largamente Esperada

Pasó el fin de semana, y ya era otra vez hora de ir a la Secundaria. Ya los días no eran tan fríos, y apetecía más no llevar la chaqueta del uniforme puesta, en el caso de los hombres, o llevar la camisa de mangas cortas, en el caso de las chicas. Tsubasa despertó tranquilamente, pensando en el entrenamiento de fútbol, y lo que haría después. Se cambió de ropas, preparó su maletín y bajó las escaleras. Sin embargo, Natsuko todavía no se había despertado.
-Oh, bueno, para variar haré el desayuno –se dijo el muchacho. Preparó el té de la mañana, y puso algunas tajadas de pan en el cestillo correspondiente.
-Buenos días, hijo –dijo Natsuko, aún somnolienta, bajando las escaleras.
-Buenos días, mamá. ¿Qué tal dormiste?
-Bien, aunque anoche soñé con tu papá.
-¿Y por qué dices aunque?
-Porque si recordara el sueño, habría sido mucho mejor. Sólo recuerdo que soñé con él.
Tsubasa sonrió ante aquel comentario. Algo le decía que hoy no iba a ser ni un día bueno, ni malo, pero que sería un día decisivo. Se sentó a la mesa, y probó su té, pero se le había olvidado agregarle azúcar a su taza.
-Ay, rayos… Olvidé el azúcar.
-Pues agrégale el azúcar antes de que se enfríe.
Así pasó el desayuno en la casa Ozora, y poco después Tsubasa se dirigió a la Secundaria con el balón en los pies, silbando una canción que le gustaba y hasta ese momento, sin preocupaciones en su mente.

Mientras tanto, Sanae había despertado algo desanimada. A pesar de que había dormido bien, se sentía deprimida. Abrió las cortinas de su habitación, y a pesar de que hacía una preciosa mañana, no se animó. Se cambió de ropas y fue a la cocina a desayunar. Su madre le preguntó qué le sucedía.
-No es nada, mamá. Sencillamente no me siento del todo bien.
-¿No estarás enferma?
-No. Es sencillamente que no estoy de ánimos.
-Bueno. Aquí tienes –dijo la señora Nakasawa, sirviéndole unos huevos revueltos a su hija. Sin embargo, la chica no tenía hambre.
-Sanae, si no comes algo, te vas a desmayar.
-No tengo hambre, mamá. Créeme –y Sanae fue a su habitación por su maletín. Rato después estaba caminando hacia la Secundaria, cuando se encontró con Kanda.
-Hola, Sanae… ¿Qué te pasa?
-No es nada, Kanda. Es que amanecí con el pie izquierdo.
-Pues trata de pisar fuerte con el derecho.
Ese comentario logró hacer que Sanae sonriera, y bien que lo iba a necesitar.
-Lo intentaré, Kanda. Gracias por animarme.
-Pues para eso somos los amigos, ¿verdad?
-Sí… Supongo.

Ya un rato después, Tsubasa, Sanae y los demás estaban en clase, leyendo un texto. Sin embargo había alguien que no estaba del todo concentrado. Por estar pensando en cómo decirle a Sanae sus sentimientos Tsubasa estaba muy distraído, y no se dio cuenta de que había leído la misma línea tres veces.
-Oye, Tsubasa-kun… Tsubasa-kun –dijo Ishizaki, tratando de sacar al joven de su ensoñación sin asustarlo, pero al parecer sería imposible.
"O este muchacho no durmió bien, o anda en las nubes por culpa de Sanae. No tiene remedio."
-Disculpe, maestro, necesito ir al baño –dijo Ishizaki finalmente, en voz alta, parándose. Todos voltearon a ver a Ishizaki, incluyendo a Tsubasa, que por un instante parpadeó y aterrizó.
-Apresúrese entonces, Ishizaki –dijo el maestro sin levantar la mirada de su libro. Después de que el muchacho salió, todos volvieron a sus textos, pero esta vez Tsubasa sí se concentró. Mientras tanto, Ishizaki fue al baño, y se echó agua en la cara, pues estaba que se quedaba dormido.
-Definitivamente hoy tengo que hacer valer mi título de primer amigo de Tsubasa, porque éste loco parece que fuera un zombi.
Iba de regreso al salón, pero de inmediato un fuerte escalofrío corrió por su espalda. Corrió al patio, donde sentía más fuerte aquella presencia.
-Anda, ¡ya aparece de una vez! –dijo Ishizaki, comenzando a formar la barrera.
-Ya veo que no tengo más opción que luchar contigo… –dijo una voz que no reconoció al principio.

Frente a él apareció un Arcángel que no conocía. Al contrario que el Arcángel de la Oscuridad, o cualquier otro Arcángel, éste se veía más imponente, más terrorífico. Llevaba un látigo negro en una mano, la otra mano estaba sobre la cadera, y tenía una mirada oscura y desafiante.
-A ti no te conozco… -pero de inmediato un escalofrío corrió otra vez por el espinazo de Ryou. –Un momento… Si no te conozco, significa que…
-Permíteme presentarme. Soy el Arcángel del Caos.
Al escuchar aquello, Ishizaki se encontró completamente paralizado. Sus piernas no le respondían. Estaba realmente aterrado, y lo peor era que estaba solo contra el Arcángel Negro más poderoso.
-¿No te puedes mover? Entonces permíteme hacer el primer movimiento –y tan rápido como el viento el Arcángel del Caos atacó a Ishizaki, mandándolo de inmediato al suelo. Sin embargo, Ryou logró levantarse y sacar tanto sus alas como su hacha.
-Así es mejor… -y el Arcángel atacó de nuevo pero Ryou detuvo el latigazo con su hacha.
-Ni creas que me daré por vencido.
-No podía esperar menos de ti –y la batalla entre ambos Arcángeles siguió. Aunque por obvias razones el Arcángel de la Tierra tenía una gran desventaja.
"Si existen los milagros, que ocurra uno, por favor…" –pensó Ryou, resistiendo con uñas y dientes el feroz ataque del Arcángel del Caos. Sin embargo, los milagros no se dan dos veces, y nadie apareció para ayudarle.

Entretanto, en el salón, Tsubasa estaba preocupado porque su amigo no llegaba. Esperaba con ansias el timbre para el descanso, pero el tiempo parecía estirarse como una banda de caucho. Sin embargo, las bandas de caucho tienden a romperse, y sonó el timbre. De inmediato Tsubasa corrió a los baños de los hombres, pero ahí no estaba su amigo.
"¿Dónde estará? No puede haberse demorado tanto."
-Tsubasa-kun, ¡por aquí! –exclamó Sanae, bajando las escaleras y yendo al patio. Tsubasa titubeó, pero de inmediato fue al patio, donde la barrera de Ryou estaba comenzando a disiparse.
Sin embargo, nadie notaba lo sucedido. Tsubasa formó su propia barrera y corrió a ayudar a su compañero, que estaba a punto de caer.
-¡Grito de los Dioses! –y al menos el ataque logró evitar que le dieran a Ryou el golpe de gracia.
-Al fin te veo, Kami no Tsukai. Era contigo con quien quería luchar.
-¿Qué dices? –dijo Tsubasa, quien ayudaba a su amigo a pararse.
-Tsubasa-kun, ten mucho cuidado… Él es el Arcángel del Caos… -murmuró Ishizaki, exhausto. Su amigo le escuchó, su mirada fija en el ser de alas negras.
-Descansa, amigo. Tuviste una lucha muy larga… -y sin darse cuenta, el traje blanco apareció sobre el joven futbolista, que estaba realmente furioso.
-Ahora sí, estamos frente a frente –dijo el Arcángel del Caos, y comenzó otra feroz batalla.

Si una batalla contra un Arcángel como el de la Oscuridad era muy agotador, éste no era más fácil. El Arcángel del Caos era con mucho el más poderoso de los Arcángeles Negros, y lo estaba demostrando sin sudar.
-¡Grito de los Dioses!
-¡Principio de los Tiempos!
A pesar de la fuerza de su contrincante, Tsubasa no se iba a dar por vencido tan fácilmente. Sin embargo, tal como había sucedido con Taro y el Arcángel de la Oscuridad, el Arcángel del caos envió su Principio de los Tiempos hacia Ishizaki. Pero el Mensajero de los Dioses pensó con rapidez.
-¡Protección Celestial! –con una mano apuntó hacia su amigo, que de inmediato fue protegido por una pantalla de luz. Al menos su amigo iba a estar a salvo.
-Excelente jugada, Tsukai, pero debiste poner más atención a lo que te hice –dijo el Arcángel del Caos, que había evitado el Grito de los Dioses en el último momento y tenía agarrado del cuello a Tsubasa con su látigo. Y lo peor de todo era que el joven no se había dado cuenta.
Tsubasa se estaba ahogando, y no sabía que hacer. El mundo se le estaba oscureciendo, y no podía terminar así. ¡No podía! Sin embargo…
-¡Furia de Gaia! –el ataque de Ishizaki hizo blanco en el Arcángel del Caos, y al fin Tsubasa se liberó del látigo. Liberó todo el poder de su espada, y atacó al Arcángel del Caos, causándole al fin una herida.

-Es la primera vez que logran herirme… Te felicito, Kami no Tsukai, pero te aseguro que no volverá a pasar. Hasta el próximo encuentro, que espero sea el final –y el Arcángel del Caos desapareció.
-Espero que no… -y Tsubasa voló hacia Ryou. –Me salvaste la vida, amigo.
-Je, era lo menos que podía hacer. Tú me la salvaste cuando estaba por morir, y al menos debía regresarte el favor. Por cierto, haz que tu uniforme aparezca; estás con el traje de Mensajero.
-Eh, yo… Yo no me di cuenta de cuándo pasó.
-Pues haz lo que te digo.
Tsubasa volvió a la normalidad, y después de curarse y curar a Ishizaki, disipó la barrera. En cuanto ésta dejó de existir, Sanae corrió hacia ellos.
-¿Cómo se encuentran? –preguntó bastante preocupada.
-Si no fuera porque nos salvamos el uno al otro en el momento que era, estaríamos muertos –dijo Ishizaki, sonriendo, pero de inmediato Sanae abrazó a ambos muchachos.
-Estaba muy preocupada. Cuando escuché que era el Arcángel del Caos, pensé que quizás no habría esperanzas.
-Esto, Sanae… Suéltanos. Nos estás avergonzando frente a la escuela –dijo Tsubasa, supremamente incómodo.
De inmediato la chica los soltó, entre las risas de los demás estudiantes. Sin embargo, Tsubasa e Ishizaki, obviamente divertidos, utilizaron sus poderes para hacer que todos olvidaran el bochornoso incidente.

Pasó el día, y el entrenamiento de fútbol. Tsubasa, ya bastante mejor desde la mañana, iba caminando a casa, pensando en dónde estaría Sanae, que se había ido antes que todos. El joven iba con su 'amigo' en los pies, pensativo, hasta que vio a la chica, vendiendo sus manillas. Al parecer estaba ganando bastante, porque estaba que se le acababa la mercancía.
-Sanae-chan…
-Ah, Tsubasa-kun. ¿Qué haces aquí?
-Pasaba.
-Ah, pasabas.
Sin embargo, Tsubasa respiró profundamente y se armó de valor.
-Necesito hablar contigo.
-¿De qué?
-Es personal.
-Más tarde; no puedo dejar a mis clientes esperando.
Tsubasa se recostó contra la pared mientras Sanae vendió las últimas manillas. Al fin, ella contó el dinero que había ganado, y lo guardó en su maletín.
-Ahora sí podemos hablar. ¿Qué pasa?
-Verás, Kumi me confesó el viernes, cuando estábamos en esa discoteca que estaba enamorada de mí, pero la rechacé.
-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
-Aparte de lo que te acabo de decir, Kumi me dijo que me apresurara…
-¿En qué? Las cosas que dices no tienen sentido.
-Para mí sí, Sanae. Me dijo que me apresurara en confesarle a la chica que quiero mis sentimientos, y esa chica eres tú. Te amo, Sanae.

Sanae se sintió flotar. Aunque ya lo sabía, no dejaba de sentir cómo su corazón explotó cuando escuchó las palabras del muchacho que se estaba confesando.
-Tsubasa, yo… Yo… Perdóname por haber sido tan fría contigo en estos días. Yo, yo no te creí cuando me dijiste que el Arcángel del Trueno te había atacado…
-Eso ya quedó en el pasado.
Los ojos de Sanae se llenaron de lágrimas.
-Tsubasa, sé que tú siempre tenías ojos sólo para el fútbol… Pero siempre te quise, tanto como me dices que me quieres… -y la chica se lanzó a los brazos del muchacho, disfrutando aquel momento.
-Sanae-chan… Perdón por no haber podido decirte esto antes. No me atrevía por miedo a que me rechazaras. Entonces… ¿quisieras…?
Sin embargo, no pudo terminar la frase.
-Sanae, ¿por qué?
Kanda estaba ahí, entre aterrado y furioso.
-Kanda… ¿Qué haces aquí?
-Otra vez este idiota te hizo llorar… Escúchame bien, Ozora. No mereces a Sanae; ella estuvo demasiado tiempo tras de ti y nunca le pusiste atención –exclamó el furioso boxeador, golpeando a Tsubasa en la cara.

El Kami no Tsukai cayó al suelo.
-No, Kanda, ¡no lo hagas! –exclamó Sanae, corriendo hacia Tsubasa.
-¡No te metas en esto, Sanae! –respondió éste, empujando a Sanae. Ella cayó al suelo, y Tsubasa al ver aquello… se enfureció más que nunca.
-No te atrevas a lastimar a Sanae… -y le propinó una patada impresionante a Kanda. – ¡No te atrevas a lastimar a la chica que amo, Kanda!
Sanae quedó sumamente impresionada al ver que Tsubasa golpeaba a Kanda. No podía creer que Tsubasa, aunque odiaba las peleas, estaba defendiéndola.
-Tsubasa-kun…
Al fin Kanda y Tsubasa dejaron de luchar. Maldiciendo por lo bajo, el boxeador se fue.
-¿Te encuentras bien, Sanae-chan?
-Sí. Sólo tengo un raspón.
-Déjame ver –y suavemente Tsubasa tomó el brazo de Sanae, observando la fea raspadura que había ahí por culpa de Kanda. Una suave brisa sopló en ese instante, y una ráfaga de pétalos de sakura volaron en ese instante, rodeando la pareja. Y si entrecerrabas los ojos y te concentrabas, casi podrías haber jurado que podías ver un par de alas blancas en el muchacho.
Y más por el momento, y por lo que sentían, se demostraron lo que sentían con la muestra más pura y sencilla del amor: su verdadero primer beso.
-¿Quieres ver la ciudad desde arriba? –preguntó Tsubasa, extendiendo sus alas.
-¿No será peligroso?
-No te dejaré caer. Te lo aseguro.
Sanae asintió silenciosamente, abrazó con fuerza a Tsubasa, y él remontó el vuelo. El atardecer estaba tiñendo todo de una preciosa luz dorada, y los cerezos en flor parecían nubes doradas sobre el suelo.

-Qué belleza… Tsubasa-kun, ¿es esto lo que ves cuando vuelas?
-La verdad no, Sanae-chan. Sabes que siempre que uso mis alas es para poder luchar por el bien de este planeta y por el bien de mis seres queridos.
-¿Es decir que…?
-Sí; yo también estoy sorprendido con la belleza de este atardecer.
Sanae ahora sí que se sentía sobre las nubes. Sin embargo, en ese instante no quiso pensar que el hombre que amaba tendría que luchar a muerte con los Arcángeles Negros muy pronto.
-Bueno, de regreso a la tierra firme –y con un aleteo el Kami no Tsukai bajó. En cuanto tocó tierra, Sanae soltó a Tsubasa, sonriendo tan dulcemente como podía. Se despidieron como si nada y se fueron para sus casas, con el corazón lleno de alegría y rebosante del amor que se profesaban.
-Sanae, ¿qué te pasó, hija? Tienes los brazos raspados –dijo el padre de la chica.
-No es nada, papá. Me caí –respondió la chica tranquilamente.
-Pues para que estés tan tranquila con esa raspadura tan fea, debe ser porque no te duele.
-No, no me duele. Voy a ir a limpiarme las heridas –y la chica fue a su habitación, se limpió las heridas, y cayó sobre su cama, más feliz que nunca. No podía creer lo que había vivido aquella tarde.

Por otro lado, Tsubasa llegó a su casa tarareando una melodía.
-Como que alguien está más contento que de costumbre –dijo Natsuko divertida.
-Mamá, dime una cosa.
-¿Qué?
-¿Qué sentiste cuando papá te pidió que fueras su novia?
Natsuko se sorprendió con aquella pregunta, pero sonrió.
-No me lo podía creer. Pensé que era un sueño.
-Bueno, ¿cómo crees que me siento yo en este instante?
-A juzgar por las apariencias, pienso que quizás te ha pasado algo mejor que ganar el Torneo Nacional.
-Así es. Logré decirle a Sanae cuánto la quiero.
La madre de Tsubasa, que había estado haciendo la cena, dejó caer la cuchara que tenía en la mano. ¡Con razón su hijo estaba tan contento!
-No me digas… Te felicito, hijo. ¿Pero ya son formalmente una pareja?
La cara de Tsubasa palideció.
-¿Quieres decir si le pregunté a Sanae si quería ser…? –preguntó, nervioso. Natsuko asintió, y Tsubasa se puso aún más pálido.
-Creo… que… se me olvidó –fue lo único que alcanzó a decir antes de caer al suelo.
-Ay, hijo… -y Natsuko se echó a reír.

Por otro lado, en Tokyo, Hyuga, Ken y Takeshi estaban haciendo sus deberes. Kojiro se veía visiblemente cansado, y sus amigos creían que estaba enfermo, pero en realidad se debía a las frecuentes peleas entre él y el Arcángel del Trueno, aparte de los entrenamientos y partidos que jugaban. Habían ganado todos los partidos, y eso tenía de buen humor al equipo, pero Hyuga se veía cada vez más ceñudo.
-Hyuga-san, ¿qué te pasa?
-No, no es nada, Takeshi. Sencillamente estoy cansado.
-Es que estás muy ceñudo esos días.
-Ya te dije; es el cansancio.
-¿Cómo? Los entrenamientos no han sido tan intensos, Kitadzume no te está explotando y los partidos los hemos ganado sin sudar –dijo Ken, escéptico. Eso dejó a Kojiro sin saber qué decir en realidad.
-Pero ten en cuenta que nos han dejado muchos deberes. No me vengas con que no estás desesperado con tantos trabajos.
-Pues sí, pero…
-Recuerda que cuando estoy presionado me vuelvo más agresivo y serio.
-En fin –dijo Ken lacónicamente, terminando la tensa conversación. –Pero en todo, caso, no te presiones demasiado.
-Sí, eso ya lo sé.

Más tarde los tres muchachos de Saitama fueron a cenar, visiblemente cansados. Obviamente pasaron cerca de Ikazuchi, que al parecer había tomado la firme decisión de ignorarlos… O al menos eso aparentaba.
-Me pregunto qué habrán hecho de cena –dijo Ken, colocando una mano sobre su firme abdomen. En esas sonó su estómago, y claro, Hyuga y Takeshi se miraron divertidos mientras Ken se veía avergonzado.
-Pues mi olfato me dice que hicieron… pasta –dijo el más pequeño de los tres.
-Y rara vez el olfato de Takeshi falla –dijo Hyuga, divertido (), mientras Ken se quedaba callado y Takeshi le agradeció el cumplido a su amigo e ídolo. Llegaron a la cafetería y consiguieron sus porciones. Comenzaron a comer tranquilamente, mientras sentían las miradas de algunas chicas que también venían de otras ciudades, aunque no les prestaban atención.
Rato después estaban en su habitación. Kojiro estaba haciendo flexiones de brazo, mientras Ken y Takeshi comenzaban su consabida discusión sobre la pésima tarea de inglés del chico.
-Ay, Takeshi, definitivamente eres un caos –dijo Ken, tachando con lápiz el error del chico.
-Ciento uno, ciento dos, ciento tres…
-Pues perdón si no soy tan bueno como tú. Sencillamente soy negado para el inglés.
-Ciento siete, ciento ocho, ciento nueve…
-No es que seas negado. Es que te distraes con cualquier cosa.
-Ciento trece, ciento catorce… -y por culpa de la discusión entre sus amigos, Kojiro perdió la cuenta de cuántas flexiones llevaba. –Oigan, ¿por qué no discuten en otro lado? Me hicieron perder la cuenta –dijo, enojado.
-Esto, lo sentimos, Hyuga-san… -dijo Takeshi.
-¿Sentimos? Me sonó a manada. Discúlpate tú, porque es por tu culpa que discutimos –dijo Ken, dándole un coscorrón a Takeshi.