Capítulo XX: El Mensajero de las Sombras

Mientras tanto, en otro punto de Shizuoka, bastante lejos de la casa de Tsubasa, un chico estaba terminando sus deberes. Era de tez muy pálida, en contraste con sus ojos y cabello del color del carbón mineral. No aparentaba más de doce años, pero era muy serio.
-Hijo, baja a cenar –dijo la madre del chico.
-No tengo hambre…
-Por favor, baja.
-Está bien.
El chico bajó las escaleras y se sentó a la mesa. Su madre le sirvió la comida a él y sus dos hermanos, uno mayor y otro menor, y los tres eran extremadamente parecidos.
-¿Qué te pasa, Kai? ¿Otra vez estás aburrido? –dijo el hermano mayor del chico.
-No es eso, Rui.
-No me digas que es otra vez el presentimiento que tienes.
-Tampoco es eso.
-Entonces, ¿qué es? –preguntó el hermano menor del chico, curioso.
-No sé, Yuu. No lo sé.
-Definitivamente eres el raro de la familia.
-Rui, no digas esas cosas –dijo la madre de los chicos.
-Sé por qué lo digo. Kai es el único que presiente cosas, y cuando menos te lo esperas…¡Toma! Se cumplen. Además siempre vive diciendo que está destinado para algo.
-Sólo digo la verdad –se defendió el aludido, molesto. Nadie le creía cuando él tenía presentimientos, pero siempre, siempre se cumplían.

Después de cenar, los muchachos se fueron a bañar juntos. Era una costumbre. Rui, de catorce años, Kai, de doce y Yuu, de ocho siempre iban juntos a bañarse debido a que la familia nunca había tenido una excelente situación económica, y también porque era de los pocos momentos en que ellos podían estar reunidos.
-Definitivamente la dicha es mucha cuando se toma una ducha –dijo Rui.
-Muy cierto –respondió Yuu, mientras se enjabonaba bien. Rato después, Rui había comenzado a enjabonarle la espalda a Kai, cando notó una extraña marca en la espalda de su hermanito.
-Kai, ¿qué es esto? Nunca te lo había visto antes.
-¿A qué te refieres?
-Tienes una marca negra en la espalda, y no se quita con nada.
-No puede ser.
-Pues ahí está. No creas que a mamá le va a agradar ver esto.
-¿Qué pasa? –dijo Yuu, mirando la espalda de Kai, y quedando boquiabierto. Un tribal había comenzado a aparecer en la espalda del chico.
-Esto es muy extraño…
Pero lo más extraño comenzó en ese instante: la marca del tribal comenzó a multiplicarse y cubrir por completo la espalda del chico. Rui, más por la desesperación que por cualquier otra cosa, trató de quitar el jabón de la espalda de Kai, pero el agua parecía evaporarse antes de tocar la piel del chico.
-Kai… ¿Qué te pasa? ¡Ardes como una fogata!

Esa fue la señal de alarma para Shiro, quien estaba en el templo meditando.
-El Mensajero de las Sombras… esto no me agrada nada –de inmediato aquel ser de blanco envió un mensaje urgente a los Arcángeles, y a Sanae aunque no quería que ella estuviera involucrada. Pero no había tiempo que perder. Sabía que los demás se demorarían, así que el ser de blanco se convirtió en polilla y voló hacia donde sentía las emanaciones de energía del Kage no Tsukai. Llegó a la casa donde estaban los chicos, y vio con horror que el tribal de la espalda de Kai estaba por cubrirle la espalda por completo.
"Que el tribal deje de crecer…" –rogó Shiro en su forma de polillita, pero viendo tristemente que no lo logró. Y de buenas a primeras, una ola de energía, mucho más poderosa que las otras mandó a volar a Shiro. La polilla se chocó contra el tronco de un árbol, y quedó inmóvil durante un rato. Cuando recuperó la consciencia (no mucho después), se teletransportó al templo, donde estaban todos.
-Nos citaste, y llegas tarde, Shiro. Qué falta de respeto –dijo Ishizaki, burlón.
-Dejarás de burlarte de mí y mi desgracia cuando sepas por qué los cité a todos ustedes, incluyendo a Sanae que no debería estar aquí.
-Eso ya lo sé, pero me llamaste también, y además yo tengo la clave para encontrar al último Arcángel.
-En fin. Ahora tenemos que encontrar lo más rápido posible al último Arcángel.
-Eso ya lo sabemos, pero parece que ni rastro de él –dijo Genzo, que no parecía importarle el no conocer a Shiro.
-O de ella –agregó Taro.
-Por eso hay que seguir buscando; porque el Mensajero de las Sombras despertó, y es sólo cuestión de tiempo para que los Arcángeles Negros se den cuenta.

Todos se quedaron asombrados ante la pésima noticia de Shiro.
-¿Y qué podemos hacer entonces? –preguntó Genzo, alarmado.
-Es cuestión de sentido común, Arcángel del Viento. Hay que encontrar al Arcángel del Amor lo más rápido posible.
-Pero, ¿dónde comenzamos a buscar? –dijo Taro, su mente en blanco. La verdad era que todos menos uno de los Arcángeles presentes no tenían idea de dónde buscar. Sin embargo, uno de ellos se mantuvo en sus trece.
-Yo insisto en que el Arcángel que buscamos está más cerca de lo que pensamos.
-¿A qué te refieres, Wakabayashi-kun? –preguntó Taro.
-A mí algo me dice que quizás Sanae sea a quien buscamos. No por nada recuerdo que el Arcángel de la Oscuridad la atacó, pensando en que tal vez sea así.
Los otros cinco muchachos y Shiro discutieron eso, pensando en que el Arcángel del Viento tenía razón.
-No creo que yo sea el Arcángel del Amor –dijo Sanae.
-¿Y por qué lo dices? –dijo Hyuga. –Pueda que lo seas, y pueda que no. La probabilidad es del 50.
-Veamos… Ishizaki cayó con la ola de energía, Misaki-kun y Wakabayashi-kun soñaron con esto y Tsubasa tuvo una visión donde te atacaban, Hyuga-kun. Pero yo no he tenido ni sueños, ni me afectan las olas de energía, ni Tsubasa ha tenido visiones donde me atacan. Además, aunque yo tengo la clave para hallar al último Arcángel, nada garantiza que quizás sea yo el Arcángel del Amor.

Sanae tenía razón en lo que había dicho, pero la terquedad de Genzo era legendaria.
-Sin embargo, hay algo de lo que no te das cuenta, Sanae –se defendió él. –Si te fijas bien, todos los que estamos involucrados en todo esto somos cercanos a Tsubasa, sea como amigos, o como rivales.
-Y además, recuerda lo que me contó mi abuela: uno de los Arcángeles en cada bando es mujer, y sólo queda un lugar –agregó Tsubasa.
-¿Cómo es que te contó eso tu abuela? –preguntó Shiro, con un tono de curiosidad en su etérea voz.
-Eh, yo…
-Ya no tienes opción. Nos cuentas por las buenas o por las malas –dijo Kojiro.
Tsubasa suspiró resignado y les relató lo que su abuela le había contado. Por obligación tuvo que romper la tradición de su familia.
-…por el bien de nuestro mundo –y Tsubasa dejó escapar un resoplido.
Todos a excepción de Sanae estaban asombrados por la historia que se había guardado en la familia de Tsubasa. Sin embargo, Shiro se llevaba la palma en asombro.
-¿Dices que el antepasado de tu familia se llamaba Sara? –dijo el ser de blanco, temblando.
-Sí. ¿Por qué?
-Antes de ser lo que soy, mi nombre era Karen, y mi madre tenía por nombre Sara.

-Anda ya… No nos vengas con que resulta que conoces al antepasado de Tsubasa –dijo Ishizaki, incrédulo.
-Más que eso… Yo fui hija de Sara, quien fuera esposa del primer Kami no Tsukai.
Ahora sí todos se veían confundidos, pero el más confundido era obviamente Tsubasa.
-Con razón que te la pasabas regañándome.
-No era que te estaba regañando; digo y repito que te estaba aleccionando. Sin embargo, yo no recordaba esa parte de mi pasado.
-Qué locura. Ahora resulta que en tu vida pasada fuiste antepasado de Tsubasa… Y por lo que contó él, fuiste descendiente del primer Kami no Tsukai. Si antes todo esto me parecía absurdo, ahora me lo parece aún más –dijo Hyuga.
-No te preocupes, Hyuga; no eres el único confundido –dijo Genzo.
-En todo caso, ese no es el punto a discutir. El punto es que todavía no hemos encontrado al último Arcángel de nuestro bando, y ya despertó el Mensajero de las Sombras –dijo Sanae.
-Eso ya lo sabemos. Sin embargo, las sospechas de Wakabayashi-kun son las más acertadas. No por nada él fue quien se dio cuenta del patrón que se está siguiendo, y de acuerdo a ello, aparte de la Señora Ozora, eres la chica más cercana a Tsubasa –dijo Taro. -Por eso no podemos descartar la posibilidad.
-Pero ya les dije que no puedo ser yo. A mí no me afectan las olas de energía, ni nada.
Sin embargo, no hubo más tiempo de hablar; en cuanto Sanae terminó de hablar, se sintió una presencia muy fuerte.

-Es justo lo que temía… Ya nos encontró –murmuró Shiro por lo bajo.
-Disculpen, ¿son ustedes los Arcángeles Blancos? –preguntó la voz de un chico de aparentemente unos doce años.
-¿Por qué preguntas?
-Mi nombre es Kagei Kai, y mi destino es decidir el destino de la Tierra.
-Vaya, ya sabes tu destino… Qué interesante –dijo Hyuga, que veía en el misterioso chiquillo a uno de sus hermanos menores.
-Pero no sé si soy alguien de su bando, o del otro. Sólo sé cuál es mi destino.
Y entonces a Ishizaki se le ocurrió una idea.
-Veamos… ¿Tienes amigos, digo, buenos amigos?
-Pocos.
-¿Te gusta el fútbol?
-Me gusta, pero no lo sé jugar bien
-¿Te gustaría aprender?
-¡Claro que sí!
-Bueno, Kai-kun, bienvenido a nuestro grupo de amigos. Ah, por cierto, mi nombre es Ishizaki Ryou.
Los demás se veían confundidos por la extraña idea de Ryou, pero era una buena oportunidad para evitar la Batalla Final, o al menos postergarla.

-Soy Nakasawa Sanae. Mucho gusto –dijo la chica, un tanto incómoda.
-Ozora Tsubasa.
-Hyuga Kojiro.
-Misaki Taro.
-Wakabayashi Genzo.
Todos se presentaron por simple decencia, aunque sentían que cometían un grave error.
-Mucho gusto, todos… Pero, ¿quién eres tú? –preguntó Kai a Shiro, que no supo en qué hueco meterse.
-Soy Shiro –respondió sin tratar de darle importancia al asunto.
-¿Shiro? ¿Y tu nombre?
-Shiro es un ser especial, Kai-kun. Sólo se llama así –dijo Ishizaki, descomplicado, y en un susurro… -Ignora a Shiro. Le falta uno que otro tornillo.
-Te oí –respondió el ser de blanco, lanzando una ola de energía y haciendo que Ishizaki chocara cómicamente contra una columna, causando las risas de todos, incluyendo a Kai.
Por alguna extraña razón, Kai se sentía a gusto entre los seres de la luz, aunque ése no era su verdadero destino.
Rato después, Tsubasa, Sanae e Ishizaki llevaron de regreso al chiquillo que estaba dormido, cuya marca en la espalda parecía disiparse, mientras que Hyuga, Misaki y Genzo regresaron a sus respectivos lugares de origen.

Obviamente el tiempo no había pasado, pero a esas alturas Kai debía estar en cama, durmiendo. Tsubasa e Ishizaki lo cargaron hasta la habitación, y después Sanae, llevada hasta allá por Tsubasa arropó con cuidado al chiquillo. Ya después de salir de la casa Kagei (sin que nadie se diera cuenta), Ishizaki se fue a su casa, mientras que Tsubasa acompañó a Sanae hasta su casa. Sin embargo, a pesar de lo sucedido aquella tarde, iban separados porque aún no habían quedado en nada formal.
-Bueno, buenas noches, Tsubasa-kun –dijo Sanae, ya cuando estaba por entrar a la casa.
-Sanae, yo… Olvidé preguntarte algo.
-¿Qué es? –preguntó la chica, deseando que el muchacho completara la frase.
-Yo, tú… ¿Quisieras…?
-¿Sí…?
-Hija, ¿vas a entrar o no? Está haciendo mucho frío –escucharon decir a la voz de la madre de Sanae, arruinando la magia del momento.
-Hablaremos mañana, Tsubasa. Adiós.
-Adiós –y decepcionado por no poder terminar su frase, Tsubasa comenzó su regreso a casa. En alguna casa cercana estaban escuchando Love You de Hiro, la misma que Taro había escuchado.
-…I love you, I love you baby, tsuyoku kyuu to daite… –se encontró el muchacho tarareando. -¿Qué rayos…? Esa canción sí que es pegajosa.
Sin embargo, era la más adecuada para él y Sanae—de hecho cuando se está enamorad cualquier canción romántica es la adecuada.

Sin embargo, a mitad de camino lo atenazó otro ataque, mucho más poderoso que cualquier otro. Sin embargo, trató de concentrarse y luchar contra aquel dolor. De rodillas, sosteniéndose el estómago, el Kami no Tsukai luchaba por obtener la visión. Y lo supo de inmediato: Los Arcángeles Negros se habían percatado de Kai.
"¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Alguien me secuestró!" –exclamó la voz de Kai en la mente de Tsubasa.
-No, no puede ser… ¡Kai! –y extendiendo sus alas, Tsubasa voló hacia donde sentía la presencia del chiquillo. Pero por suerte no fue el único. Se encontró en el aire con Ryou y Kojiro, quien había vuelto a teletransportarse desde Tokyo sólo por el grito del chico.
-¿Escuchaste el llamado? –preguntó Ishizaki. –No sólo lo escuché, pero lo sentí. Ahora creo saber qué sientes cuando te dan esos ataques, Tsubasa-kun.
-Me pasó exactamente lo mismo.
-Y a mí –respondió Hyuga, apresurándose.
Sin embargo, al llegar donde sentían la presencia de Kai, se encontraron con una horrible sorpresa.
Los seres de alas negras estaban ahí, con Kai atado por el látigo del Arcángel del Caos. Todos se veían listos para matar o morir. Kai estaba mucho más pálido, sin duda por el terror que sentía, y veía con un poco de reproche a los muchachos.
-Los estábamos esperando –dijo el Arcángel más poderoso.
-¿Ah, sí? ¿Y por qué?
-Porque esto se decide aquí y ahora.

Entretanto, en París, Taro estaba fuera del salón, tratando de recuperar el aliento después del ataque que sufrió. Azumi lo había sacado de allí, asustada.
-Misaki-kun, ¿qué te pasó?
-Es una historia muy larga.
-Cuéntamela. Me preocupas.
-No te vayas a enojar por lo que voy a contar, pero Wataru está involucrado en lo que te voy a contar.
Taro comenzó a relatar todo lo sucedido. La chica estaba sorprendida con lo que escuchaba. No podía ser que su mejor amigo, y su actual novio en realidad fueran enemigos mortales, y no por elección propia.
-…por eso me temo que va a ser una batalla a muerte. Te decía que no te involucraras demasiado con Wataru por el destino que él y yo poseemos.
-¿Y no hay manera de hacerle cambiar?
-No. Él desde que nació era consciente de su destino.
-¿Y tú lo fuiste?
-No hasta hace poco. Dicen que uno no puede escapar a su destino, y aunque no me gusta creer eso, me temo que es la verdad.
Azumi ya estaba con lágrimas en los ojos a esas alturas de la conversación.
-Entonces, ¿podrías hacerme dos favores?
-¿Cuál es, Azumi-san?
-Lucha con todas tus fuerzas hasta el final, y dile a Wataru que sin importar lo que es, si es un ser benigno o maligno, lo quiero como a nadie en el mundo.

-Es una promesa –y después de darle un abrazo a su amiga, Misaki Taro desapareció.

En Hamburgo, Genzo había estado en medio de su examen de Biología cuando fue presa del ataque.
-¡Genzo! ¿Qué te pasa? ¡Responde! –exclamó Herman cuando el joven cayó al suelo, en medio del terrible dolor.
-Sácame… de aquí… -logró decir el arquero, antes de gritar de dolor.
-Señor Kaltz, ¿qué sucede? –preguntó la maestra, asustada.
-Genzo está muy mal. Tengo que llevármelo de aquí –y con muchísimo esfuerzo el pequeño y rudo alemán logró sacar a su amigo de ahí.
Ya afuera el dolor amainó. Genzo jadeaba del agotamiento, pero sabía qué debía hacer.
-Herman, si eres mi mejor amigo, te ruego que guardes un secreto.
-Soy una tumba.
Genzo, tal como hizo su amigo en Francia, contó todo con lujo de detalles, rogándole al cielo que su amigo supiera guardar secretos.
Ya cuando Genzo terminó…
-No puede ser que tú estés mezclado en todo ese asunto. No me lo creo.
-Pues créelo, y más me vale ir a cumplir con mi cometido.
-¿Ahora mismo?
-Si no es ahora, no será nunca.
-Bueno, cuídate entonces.
-Prometido, y más porque me di cuenta que uno de mis enemigos es el Rey de los Videojuegos.
Y sin más, los Arcángeles que habían sido descubiertos estaban listos para enfrentar a sus enemigos.

Pero las cosas no pintaban en absoluto fáciles. Cinco contra cinco, y Kai parecía haber caído bajo el influjo oscuro de los Arcángeles. Ya no se le veía aterrado, y había comenzado a crecer de manera vertiginosa, tanto físicamente como en poder.
-Esto no me gusta nada –murmuraba Tsubasa entre dientes mientras luchaba contra el Arcángel del Caos. Sin embargo, el ser de alas negras llevaba la ventaja.
-Y te va a gustar menos cuando sepas que el Mensajero de las Sombras está por despertar.
Tsubasa no respondió a aquel comentario de so contrincante. Por otro lado, el Arcángel de la Tierra luchaba con el Arcángel de la Oscuridad, el del Fuego se enfrentaba al del Trueno, el del Agua con el del Odio y el del Viento con el del Hielo. ¿Y qué iban a hacer cuando despertara por completo aquel que guiaba las sombras?
-¡Tsubasa-kun! ¡No te rindas! –se escuchó decir a la voz de Sanae.
-¡Sanae, vete de aquí! ¡Es muy peligroso!
Sanae no se movió de su lugar, mientras observaba lo que pasaba. Y no sólo había sido Tsubasa el que se había dado cuenta de que Sanae estaba ahí. El Arcángel del Caos también, y lanzó un ataque hacia la chica. Aunque el talismán la defendió, llegó a su límite: la esfera de cristal se hizo añicos.
-No, el talismán… Ahora nunca podremos saber dónde está el último Arcángel… -murmuró Sanae. Obviamente ninguno de los Arcángeles Negros iba a perder la oportunidad de darles en un punto débil. Los cinco atacaron a Sanae, pero con lo que no contaron era con que Tsubasa se plantó frente a ella y recibió los ataques con su cuerpo.