Capítulo XXI: El Arcángel del Amor Despierta
-¡TSUBASA-KUN!
El
grito resonó en cinco gargantas, y en otra más como un
débil susurro. Los cinco ataques de los Arcángeles
Negros dieron de lleno en Tsubasa, que cayó inconsciente.
Sanae, paralizada por el terror, no sabía qué hacer,
por no decir qué pensar.
Los
Arcángeles volaron hacia donde su amigo y líder estaba,
desvanecido.
-Tsubasa,
Tsubasa, ¡despierta! –Ishizaki trataba de hacer que su amigo
despertara. Hyuga tenía los ojos desorbitados de miedo y
furia, mientras que Genzo trataba de mantener su furia a raya y
Misaki trató de calmar a Sanae.
-Vaya,
le dan la espalda a sus enemigos sólo por preocuparse por un
amigo. Qué inconscientes –dijo el Arcángel del
Trueno, atacando a Wakabayashi. Sobra decir que atacó al que
menos debía atacar.
-Ustedes…
cómo… se atrevieron… -y como huracán desatado
Wakabayashi luchó a brazo partido con el Arcángel del
Trueno, o como ya deben suponer, Rairyuu. Por otro lado, Sanae, ya
con los pies en la tierra les dijo a los demás que lucharan,
que ella trataría de despertar a Tsubasa.
-Pero,
¿quién te va a proteger si te atacan?
-No
me importa morir si con eso el Kami no Tsukai despierta y nos
salva.
Realmente
temerosos, los Arcángeles lucharon contra sus contrarios, pero
el Arcángel del Caos decidió atacar a quien creía
era el eslabón más débil—el Arcángel de
la Tierra, que de hecho luchaba contra el Arcángel del Odio.
-Tsubasa,
por favor, despierta… Por favor, abre tus ojos. Necesitamos de ti
más que nunca.
Sin
embargo, nadie se dio cuenta de que el Kage no Tsukai no
estaba creciendo más. El ser en que se había convertido
el pequeño Kai no seguía creciendo, y fue el Arcángel
de la Oscuridad quien se dio cuenta.
-Maldición…
¡Shi, el Kage no Tsukai!
-¿Qué?
-¡El
Kage no Tsukai aún no despierta!
-Ah…
¡Principio de los Tiempos! –y utilizando su poder para
distraer a todos, el Arcángel del Caos se desplazó
hacia donde estaba el capullo de oscuridad en el que estaba el ser
que representaba toda la oscuridad del mundo.
-¿Qué
pasa…? No recibe suficientes energías… Tenemos que seguir
ganando tiempo –y claro, sabía que la única manera
era atacando a Sanae y al Mensajero de los Dioses, que seguía
fuera de combate.
Dicho
y hecho, voló con látigo en mano hacia donde estaba la
joven, que tenía la cabeza del joven en su regazo, tratando de
despertarlo. Sin embargo, una poderosa ola de energía logró
salvar a la chica.
-Aunque
la culpa sea de la chica, ¡ni creas que te voy a dejar vencer!
–gritó la voz de Shiro, que al fin no tenía la capa
puesta. Era de cuerpo muy delgado, de figura claramente andrógina,
y llevaba una armadura blanca como la nieve, aparte de unas garras de
acero larguísimas, pero empuñaba un par de katanas.
-Vaya,
si es Shiro, aquel ser cuya condena es guiar a los Arcángeles.
Nunca esperé pelear contigo.
-No
te hagas el gracioso, Arcángel del Caos. ¡Pelea en vez
de hablar!
Las
cosas por suerte se pusieron en igualdad de condiciones para los
Arcángeles del bando de Tsubasa, aunque ninguno de los
Mensajeros despertaba. El uno no despertaba porque no estaba completo
su desarrollo; el otro no despertaba por el fuerte golpe que había
recibido. Y Sanae, la única que no tenía manera de cómo
defenderse estaba al lado de Tsubasa, tratando de despertarlo sin
resultado alguno.
Ryou
y Wataru estaban enfrascados en una feroz batalla, pero Taro sabía
que era él el que debía enfrentarse al Arcángel
del Odio.
-Ishizaki-kun…
¡Apártate! ¡Corriente Marina! –exclamó el
Arcángel del Agua, mientras Ishizaki se apartaba y el ataque
daba en el Arcángel de los ojos disparejos.
-Ah…
Ya ardía en ganas de derrotarte de una vez por todas, Arcángel
del Agua –dijo éste, volviendo a su posición.
-¿Acaso
estás tan cegado por tu destino que no entiendes que hay gente
que te quiere? Sé que en realidad no quieres destruir este
mundo.
-¿Y
tú qué sabes? Desde el principio supe cuál era
mi destino: matarte y hacer que haya un nuevo Génesis bajo el
glorioso manto de la oscuridad.
-Sé
más de lo que crees, y Azumi también.
-¿A-A-Azumi?
–eso dejó ligeramente confundido al Arcángel Negro.
-Me
pidió que te diera esta razón, y sólo me limito
a decirla: A ella no le importa si eres un ser del bien o del mal.
Ella te quiere como a nadie en este mundo, y no creo que seas capaz
de destruirla porque al fin y al cabo… es tu novia.
Los
Arcángeles Negros se distrajeron por un instante observando al
que había enfrentado a destino y roto con la promesa de no
involucrarse con nadie.
-Wa,
no puede ser cierto lo que dijo ese Arcángel –dijo el
Arcángel de la Oscuridad, mientras luchaba con Wakabayashi.
-¡Tú
mismo sabías que no nos podíamos involucrar con alguien
que morirá muy pronto! –exclamó el Arcángel
del Trueno, que ahora luchaba con Ishizaki.
-¡Traidor!
–dijo sin más el Arcángel del Hielo, cuyo rival en
ese instante era Kojiro.
-¡Anda
ya! ¡Sé que ustedes también esconden una razón
por la cual no quieren destruir este mundo! ¡Y la mía es
la única chica que me ha aceptado tal cual soy!
Al
parecer se había armado una gresca entre los Arcángeles
Negros. Los de nuestro bando decidieron esperar a que éstos
volvieran a tener su mente en la batalla y se acercaron hacia Sanae,
Shiro y Tsubasa.
-¿Estás
segura de que no está muerto? No ha despertado, y los cinco
ataques fueron muy poderosos.
-No
digas esas cosas, Hyuga. Él no está muerto; no puede
morir… No puede.
-Pues
nada nos garantiza que esté vivo –dijo Shiro lacónicamente,
ganándose una auténtica mirada de odio de la chica.
-Sé
que está vivo. Respira y tiene pulso, y además sé
que él no puede morir.
-¿Cómo
es que estás tan segura? –dijo Taro.
-Porque
lo sé. En el fondo de mi corazón lo sé.
Y
justo en esas, Tsubasa despertó.
-¡Gracias
al Cielo despertaste!
Todos
se veían contentos de ver que su amigo se había
despertado. Tsubasa se veía algo mareado, y el golpe que había
recibido aún le dolía, ero al menos ya estaba
despierto.
-Rayos,
mi ropa no se ve nada bien. Mamá me va a matar –y el
verdadero traje del Kami no Tsukai apareció. Los demás
hicieron lo mismo, y aunque les dolía el que les faltara el
último Arcángel, se veían imponentes en aquellos
trajes.
-Ahora
sí estamos frente a frente, Arcángeles Negros –dijo
Tsubasa, ya con todo el poder de su espada liberado y listo para la
batalla. Y justo parecía que los seres negros habían
dejado de discutir.
-Esto
sí era lo que queríamos, y parece que no falta mucho
para que nuestro líder despierte y acabe con ustedes de una
buena vez.
-Eso
lo veremos –y con renovadas fuerzas, los Arcángeles Blancos
y los Negros se enzarzaron en una gran batalla. Entretanto Shiro se
quedó al lado de Sanae, pues sabía que debía
protegerla y el talismán se había roto.
-Shiro,
¿crees que ganaremos?
-Si
quieres una respuesta sincera, no creo que lo logremos si el
Mensajero de las Sombras despierta y no hallamos al Arcángel
del Amor.
-Pero
el talismán está roto, y ése era supuestamente
la clave para encontrar al último Arcángel.
Y
eso hizo sonar algo en la milenaria mente de Shiro.
"Por
supuesto… La clave… ¡Debe estar entre los fragmentos del
talismán!"
-Sanae,
haz lo que te diga. Busca todos los fragmentos del talismán.
Quizás en alguno de los fragmentos esté la respuesta.
-Pero
se volvió añicos.
-¡Sólo
hazlo! –la instó Shiro, que se veía amenazante con
sus espadas en las huesudas manos.
Entre
las duras peleas y la creciente oscuridad rodeando el capullo que se
había formado alrededor de Kai, Sanae buscó uno a uno
los fragmentos de cristal del talismán. Varias veces se vio
entre la espada y la pared al esquivar por un pelo los ataques que
salían desviados.
-Shiro,
¡serías demás ayuda si me protegieras de los
ataques desviados! –exclamó la chica, enojada.
-Si
tanto lo dices… -y cada vez que un ataque salía en dirección
de Sanae Shiro lo repelió con sus poderes.
Sin
embargo, Sanae no pudo evitar el ataque del Arcángel del Caos,
ya que éste sabía que ella era el punto débil de
Tsubasa. El ataque dio de lleno en ella, y la chica estaba a duras
penas consciente.
-¡SANAE!
Esta
vez el grito era de una sola persona. Tsubasa voló de
inmediato hacia la chica que amaba. Ella en medio del dolor había
apretado con demasiada fuerza los fragmentos de cristal y su mano
sangraba.
-Sanae,
resiste…
-Resisto
lo más que puedo, Tsubasa-kun, pero ya sabes que no soy un
Arcángel.
Entretanto,
Shiro y los demás se dedicaron a evitar que los Arcángeles
Negros atacaran a la pareja.
-¡Principio
de los Tiempos!
-¡Mensaje
Celestial!
-¡Fuego
Negro!
-¡Furia
de la Tierra!
-¡Ráfaga
de Desprecio!
-¡Corriente
Marina!
-¡Alto
Voltaje!
-¡Tormenta
de Fuego!
-¡Ventisca
Helada!
-¡Viento
Huracanado!
Todos
luchaban muy duro, por lo que no se habían dado cuenta de que
se había comenzado a formar una diminuta grieta en el capullo
que rodeaba al Kage no Tsukai. Entretanto, Tsubasa trataba de
evitar que Sanae cayera en la inconsciencia.
-Perdóname,
Sanae.
-¿Por
qué?
-Por
no haber estado ahí todo el tiempo, por no haberme dado cuenta
antes de tus sentimientos, por ser tan cobarde…
-¿Cobarde
en qué?
-Se
me olvidó preguntarte, y antes no me atrevía, pero si
logramos sobrevivir a todo esto, quiero que… Que seas mi novia.
Y
a la vez que la grieta en el capullo se agrandaba, los fragmentos de
cristal que estaban incrustados en la mano de la chica comenzaron a
brillar. Y de buenas a primeras, no sólo el magatama de
Tsubasa, si no el de Ishizaki, Hyuga, Misaki y Wakabayashi comenzaron
a brillar acompasadamente, como si latieran al ritmo del corazón
de la joven. Y en una explosión de exquisito dolor, cinco
rayos se dirigieron hacia la joven que estaba en el suelo. Tsubasa
era quien más sufría, pero era el más
acostumbrado a ello, y vio cómo todo en Sanae era luz. El
brazalete tenía una hermosa piedra dorada, el magatama
refulgía, y una especie de dije salió. La ropa cambió,
pero ni era parecida al traje de Tsubasa y los Arcángeles, ni
parecida a la de los Arcángeles Negros. (Era como el traje de
Belldandy en Ah! Megami-sama) Pero estaban las mismas mangas anchas,
la armadura dorada siguiendo la forma del cuerpo de la joven, y las
alas eran más blancas que las de cualquier otro… Y al
extender la manos, no sólo los cristales habían
desaparecido, si no que el dije se convirtió en un poderoso
báculo. Toda ella era resplandor, era belleza. Tsubasa al ver
aquello se sintió más que extasiado; si el ver a Sanae
bajo la lluvia le había parecido hermoso, el ver cómo
la chica que amaba despertaba como el Arcángel más
poderoso era sublime.
-Tsubasa…
Sí. Sí quiero ser tu novia –fue la respuesta de la
chica, que aún tenía los ojos cerrados, y los abrió.
De
inmediato, la luz que ella irradiaba llenó a los demás
de energía, e inspiró temor en el corazón de los
Arcángeles Negros. El Arcángel del Amor había
despertado.
-Lo
sabía. Sabía que Sanae era a quien buscábamos
–dijo Genzo, sobrecogido. –Sabía que Sanae era el Arcángel
que buscábamos.
-Tienes
razón. Tú nunca perdiste las esperanzas,
Wakabayashi-kun. Ahora sí estamos completos –dijo Taro,
sintiendo la tibieza de la luz en su piel.
Shiro
estaba inmóvil del asombro. Aquella joven a quien había
despreciado e intentado disuadir de involucrarse, aquella chica que
antes era sencillamente una aliada, resultó ser el más
poderoso de los Arcángeles.
-Nunca
más volveré a despreciar a alguien –se dijo, mientras
Sanae dejaba de resplandecer.
Sin
embargo, un crujido en el aire hizo que los Arcángeles Negros
recobraran fuerzas.
-Saben,
ustedes no son los únicos que están completos –dijo
el Arcángel de la Oscuridad, empuñando con más
fuerza su hoz.
-Esta
vez, nada, ni nadie, ni siquiera ustedes podrán derrotarnos, y
de eso pueden estar seguros –agregó el Arcángel del
Hielo.
-¿Cómo
es que dicen eso? Sólo mírense. Nosotros somos seis…Y
a ustedes les faltaría uno más, que ojalá no
despierte –dijo Ishizaki.
-Eso
es lo que ustedes creen –dijo una voz muy diferente a las que
habían escuchado. Los Arcángeles Blancos miraron a su
alrededor, confundidos.
-¿Quién
dijo eso? ¿Y por qué? –dijo Tsubasa, su espada en la
mano.
-Yo
–y no se dijo más, porque todos vieron, algunos con
desagrado y otros con dicha, que el Kage no Tsukai había
despertado.
Era
exactamente lo contrario a Tsubasa. Su traje era negro, con los
mismos detalles dorados, pero tenía un aire gélido a su
alrededor, y pare rematar parecía haber crecido tres años
en menos de lo que canta un gallo. Ahora sí la Batalla Final
había comenzado.
Sanae
contra Shinobu, Hyuga contra Rairyuu, Taro contra Wataru, Genzo
contra Tooru, Ishizaki contra Jinko y Tsubasa contra Kai. Cada quien
luchaba con todas sus fuerzas, obviamente defendiendo sus causas.
Shiro se quedó ahí, pues sabía que de ello
dependía su destino también.
-¡Grito
de los Dioses!
-¡Grito
de las Sombras!
-¡Furia
de la Tierra!
-¡Fuego
Negro!
-¡Tormenta
de Fuego!
-¡Alto
Voltaje!
-¡Corriente
Marina!
-¡Ráfaga
de Desprecio!
-¡Viento
Huracanada!
-¡Ventisca
Helada!
-¡Grito
del Corazón!
-¡Principio
de los Tiempos!
Todos
los ataques tenían la misma fuerza, todos estaban al máximo
de sus capacidades, pero los Arcángeles Blancos tenían
una mentalidad más fuerte, unas ganas de vencer mayores que
los otros.
Pero los Arcángeles Negros tenían la ventaja de que estaban luchando de noche, cuando sus poderes eran mayores.
-No
podemos perder… Hay mucha gente que ama la vida –murmuraba
Ishizaki, creyendo que todo estaba perdido.
-Si
llegáramos a perder, no quiero imaginar ese génesis
bajo el manto de la oscuridad… -se dijo Taro, pensando en sus
amigos.
-No
puedo perder esta batalla… Aún tengo que derrotar a Tsubasa…
Esto no va a terminar así –murmuró Hyuga entre
dientes.
-Si
quiero cumplir mi sueño, tengo que vencer… -gruñó
Genzo, resistiendo como gato patas arriba los ataques.
-Ya
cumplí mi sueño, pero no quiero que acabe tan rápido…
-Sanae se dijo, sin duda fortalecida por lo sucedido.
-No
puedo perder. Mis amigos, mi familia, Sanae… Todos y cada uno de
ellos cuentan conmigo. ¡No puedo perder! –y Tsubasa, deseando
poder vencer de una buena vez por todas, atacó a Kai, que se
defendió con su propia espada, idéntica a la de
Tsubasa.
Entre
los dos luchaban arduamente. El uno con gran esfuerzo, el otro con
una oscura sonrisa en sus labios. Sin embargo, el Mensajero de las
Sombras logró clavar su espada en Tsubasa, que a pesar de su
grave herida siguió luchando. Y al fin el Kami no Tsukai
logró hacerle una herida de importancia al Kage no Tsukai.
Sin embargo, la herida de Tsubasa era mucho más grave.
Entretanto,
Natsuko estaba en casa, preocupada.
-Tsubasa
no llega… ¿Dónde estará? –se preguntó,
y en esas sonó el teléfono. Natsuko tomó el
auricular con manos temblorosas, y contestó el teléfono.
Era su suegra.
-¿Tsubasa?
No, no ha llegado, y estoy muy preocupada, madre. ¿Qué
dices? Está bien. Iré paras allá en este
instante –y dejando un mensaje escrito por si su hijo llegaba,
Natsuko tomó las llaves del auto y fue a recoger a la madre de
Koudai.
Estaba
muy nerviosa mientras conducía, por lo que trataba de no
pensar en lo peor. Como ya era bastante tarde, el tráfico
estaba muy suave. Llegó, y la madre de Koudai ya estaba lista.
-¿Y
el señor Ozora? –preguntó Natsuko, temerosa.
-Lo
dejé profundamente dormido. Vámonos rápido,
Natsuko.
-Sí.
Ambas
subieron al auto y comenzaron a ir a casa.
-Natsuko,
hay algo que no te he dicho antes, y lo lamento mucho.
-¿Te
refieres a lo de Tsubasa siendo el Mensajero de los Dioses?
-¿Cómo
lo sabes? –preguntó la anciana, sorprendida.
-Tsubasa
me lo confesó después de que por accidente lo asusté
y de algún modo hizo caer un afiche de su cuarto sin tocarlo.
-Significa
que estás al tanto de todo.
-No
tanto… Quisiera saber dónde está.
-Pues
me temo que sé dónde puede estar.
-¿En
serio? ¿Dónde está?
-Me
temo que ahora mismo está librando la batalla final.
Entretanto,
en París, Azumi estaba fuera del salón, preocupada. Su
mejor amigo, y el chico del cual se había enamorado a primera
vista estaban luchando el uno contra el otro por el destino de la
Tierra… Y hasta entonces no lo había sabido.
"Taro,
Wataru… No quisiera que ninguno de los dos saliera herido, pero…
No sé qué hacer…"
-Señorita
Hayakawa, ¿no va a entrar a…? ¿Dónde está
el señor Misaki? –preguntó la maestra que estaba
dictando la clase.
-No
lo sé, maestra. Después de que lo saqué del
salón salió corriendo. No sé por qué.
-En
todo caso, es mejor que entre al salón.
-Ahora
mismo no, maestra. No me siento bien –dijo Azumi, compungida.
La
maestra se encogió de hombros y regresó al salón,
mientras Azumi decidió ir a la capillita que había en
la escuela.
"Quizás
no sea católica, pero creo que lo único que puedo hacer
es rezar por el bien de mis amigos."
Entretanto,
Herman estaba en el salón terminando su examen, preocupado por
Genzo. Lo que su mejor amigo le había contado no dejaba de
rondar por su cabeza. Cuando al fin sonó el timbre para el
descanso, el joven se quedó sentado en su lugar, rogándole
al cielo que su amigo no fuera a perder la vida.
"Genzo,
confío en ti, amigo. Todo el mundo cuenta contigo, aunque
nadie más lo sepa. No puedes perder. ¡No puedes perder
por nada del mundo!"
Entretanto,
Natsuko y la abuela de Tsubasa dejaron el auto en el parqueadero de
la casa y fueron lo más rápido posible hacia donde la
anciana suponía que debía estar su nieto. Ésta
último pensó justamente en lo que le habían
relatado cuando era una jovencita. Iba a ver prácticamente lo
mismo que vio su antepasado, Sara, pero en este caso, era su nieto el
que luchaba. Y sin darse cuenta, sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Madre,
¿qué te pasa?
-Es
que… Pensar en que voy a ver lo mismo que vio mi antepasado, pensar
en que mi nieto es el encargado de salvarnos a todos me entristece.
No quiero que él muera.
-No
morirá –dijo una voz que sólo la abuela había
escuchado alguna vez.
-¿Quién
habló? –preguntaron las dos mujeres.
-Yo,
quien antes fuera un mensajero celestial sin nombre, quien después
fuera Karen, hija de Sara y del Mensajero de los Dioses, quien ahora
es un alma condenada a guiar a los Arcángeles Blancos hacia su
misión.
-¿Es
decir que tú eres…?
-Me
conocen como Shiro, el Guía… Y sé que esta vez el
Kami no Tsukai, aquel cuyo nombre significa las Alas del Cielo
no morirá porque está más que decidido a no
perder.
