Capítulo XXIII: El Fin

La batalla seguía a pesar de todo. Los Arcángeles Blancos, los Arcángeles Negros y los Mensajeros luchaban, pero los que querían salvar la tierra tenían más heridas. Sin embargo, eran los que más ganas tenían de vencer.
Natsuko y la abuela, aparte de Shiro eran los testigos de aquello. Todos observaban cómo ninguno de los dos bandos se rendía, pero sí vieron por desgracia cómo los Arcángeles Blancos cayeron al suelo, exhaustos, y los Arcángeles Negros siguieron atacando, pero Shiro formó una barrera de protección lo más rápido que pudo.
-¡No se rindan! ¡No pueden perder! –Natsuko corrió hacia su hijo, mientras que la abuela se quedó en su lugar.
-Mamá… Es muy peligroso… -murmuró el muchacho, exhausto.
-No te rindas, hijo. Sé que vencerás.
-Ya no puedo más…
-No te rindas, mi niño… Sé que puedes ganar –dijo la abuela, mientras Shiro observaba a sus 'descendientes.'
-Abuela… Perdóname, te fallé.
-No me has fallado. No vencerás a las Sombras si sigues tendido en el suelo.
-Señora… Es muy peligroso que esté aquí. Los Arcángeles Negros podrían matarla –dijo Hyuga, tratando de levantarse.
-¿Acaso ya se han dado por vencidos?
-¡Por supuesto que no, pero no sabemos qué más hacer! –exclamó Genzo, tratando de levantarse.
Y claro, Shiro supo que debía darles la última instrucción.

-La Estrella de los Dioses. Deben hacer la Estrella de los Dioses –murmuró al fin, mientras se agotaban sus energías.
-¿Qué es eso? –preguntó Sanae.
-Es el ataque más poderoso que tiene. Pero hay un gran riesgo.
-Tomaremos cualquier riesgo por el bien de la Tierra –dijo Ishizaki.
-El riesgo es que si utilizan la Estrella de los Dioses, quizás mueran. Y muy probablemente… -Shiro estaba al límite de sus energías. –Muy probablemente los Arcángeles Negros sepan contrarrestar el ataque.
Y por el agotamiento Shiro cayó al suelo. Natsuko se apresuró a llevarse al ser andrógino lejos de ahí, mientras los demás se levantaron.
-Hagámoslo –dijo Tsubasa finalmente. –Es nuestra última opción.
-¿No te da miedo morir? –preguntó Taro.
-¿A ti te da miedo?
-No.
-Entonces, hagámoslo. Si morimos, será por el bien de la vida. Shiro, ¿qué hay que hacer?
-Concéntrense… Y el resto lo sabrán cuando lo hagan.
Tsubasa observó a cada uno de los Arcángeles, quienes asintieron con la cabeza. Los seis se elevaron en el aire, concentrándose en la Estrella de los Dioses. Por supuesto, los Arcángeles Negros no se quedaron de brazos cruzados.
-Piensan utilizar la Estrella de los Dioses… No lograrán vencernos esta vez –dijo el Kage no Tsukai, elevándose. -¿Quiénes están dispuestos a sacrificarse por el Nuevo Génesis?
Los cinco seres de alas negras estaban más que dispuestos, y se elevaron también.

-¡Haures, Demonio de la Oscuridad, te llamo!
-¡Thor, Trueno del Norte, te llamo!
-¡Moloch, Bestia de Hielo, te llamo!
-¡Eris, Diosa de la Discordia, te llamo!
-¡Caos, Origen del Universo, te llamo!
-¡Caronte, Barquero de las Sombras, te llamo!
Los Arcángeles Negros, con sus armas, trazaron una estrella de seis puntas, concentrando todo su poder. Entretanto…
-¡Gaia, Madre Tierra, te llamo!
-¡Poseidón, Dios de los Mares, te llamo!
-¡Salamandra, Espíritu de la Flama, te llamo!
-¡Eolo, Maestro del Viento, te llamo!
-¡Bastet, Fiel Guardiana del Amor, te llamo!
-¡Amaterasu, Encarnación del Sol y la Luz, te llamo!
Los Arcángeles Blancos lograron formar el último ataque… Rogándole al cielo que pudieran vencer.

Natsuko, la abuela Ozora y Shiro, que estaba casi a las puertas de la muerte vieron cómo los dos ataques chocaron, causando un resplandor tan brillante que iluminó el cielo de Shizuoka por un instante, casi haciendo que fuera de día. Ninguno de los dos bandos se rendía, pero Tsubasa sabía que quedaba algo por hacer.
-Continúen con el ataque. Tengo que derrotar al Kage no Tsukai.
-Pero sin ti no podremos continuar –dijo Sanae, esforzándose al máximo. –La Estrella no estaría completa.
-Sí lo estará –y Tsubasa voló hacia donde se encontraba Kai. En cuanto vio a su enemigo, el Mensajero de las Sombras abandonó su posición, dispuesto a acabar de una vez por todas con todo.
-Esta vez no hay escapatoria, Mensajero de los Dioses.
-Eso lo tengo claro. Pero yo creo que esto no es necesario. No sé por qué tenemos que hacer esta lucha tan absurda.
-Es nuestro destino. O tú mueres y el Nuevo Génesis, bajo el infinito y glorioso manto de la oscuridad llega…
-O mueres tú y el mundo sigue tal cual es. Pero, ¿acaso no te gustaría que tu madre, y tus hermanos siguieran vivos?
-Su destino es la muerte.
Tsubasa no cejó en su intento de convencer a Kai del error en que estaba, mientras ambos luchaban entre sí.
-¡Entiende! Son demasiadas personas las que aman este mundo y quieren seguir vivas. ¿O acaso sólo te importa la oscuridad?
-El destino no puede cambiar. El Nuevo Génesis debe suceder y el mundo renacerá. El destino es constante e inmutable.
-No lo es. El destino puede ser predicho… ¡Pero sólo uno mismo puede hacer que suceda!

Y justo en ese instante Tsubasa sintió cómo su espada se hundía entre las costillas de Kai, al igual que una horrible punzada en su costado. Las dos espadas se habían clavado en el mismo lugar, en los Mensajeros.
-Ríndete, Kami no Tsukai. El Nuevo Génesis hará que la oscuridad cubra la tierra.
-No me voy a rendir. Mis amigos, mi familia, la chica que amo… Todos confían en mí.
-¿Acaso no lo entiendes? Vas a morir.
-No voy a morir. Y tú tampoco. Estoy seguro… Estoy completamente seguro de que el planeta al que protejo y quiero seguirá en su condición actual, con problemas y todo, sin que ninguno de los dos muera –respondió Tsubasa, con aquella mirada de confianza que siempre tenía, tanto en el campo de fútbol, como en la vida. Concentró su poder, y rogando por que se acabara la pelea, resplandeció como si el mismísimo sol fuera él. –Porque así decidí mi destino.
Una imponente explosión siguió a aquel fulgor; la Estrella de los Dioses, y la Estrella de las Sombras estallaron, causando que tanto Arcángeles Blancos como Negros cayeran al suelo, sin más energías.
-No… No habrán perdido, ¿verdad? –dijo Natsuko, resistiendo las ganas de llorar al ver cómo los amigos de su hijo cayeron al suelo… Y su hijo no.
-Espero que no, Natsuko.
Sin embargo, el poderoso fulgor todavía no cesaba. Ninguno de los Mensajeros había caído al suelo. Sin embargo, el resplandor cesó, y Tsubasa, aún muy herido, bajó, con el Kage no Tsukai, que estaba inconsciente.
Los Arcángeles Blancos, aliviados al ver a su amigo aún vivo, trataron de levantarse, pero no pudieron. Los Arcángeles Negros tampoco creían lo que veían. Su líder no había muerto… Porque el Mensajero de los Dioses no había querido cumplir completamente el destino que le correspondía.

"Cada quién es el encargado de decidir su destino. Nadie puede decidir por ti…" –y otra vez aquel misterioso resplandor salió de Tsubasa. Por alguna extraña razón, de los Arcángeles Negros y el Mensajero de las Sombras salió un aura negra que se disipó como la niebla matutina. De inmediato Jinko, Wataru, Tooru, Rairyuu, Shinobu y el pequeño Kai volvieron a la normalidad.
-¿Qué sucedió…? Mi cabeza –dijo la chica solitaria, que no lograba ver bien.
-Ya todo acabó. La Batalla Final terminó –dijo Natsuko.
-Al final venció la luz –dijo Wataru, que no podía moverse.
-Y lo mejor es que nadie murió –dijo Taro.
-No estaría tan segura de ello –dijo Sanae, volteando a ver a Shiro. Todos hicieron lo mismo, y vieron que el ser de blanco estaba tendido en el suelo, agonizante. Tsubasa corrió hacia Shiro, seguido de Natsuko y su abuela.
-Shiro… Ya se cumplió mi destino…
-Tú mismo lo dijiste; cada quién decide su futuro… -y Shiro tosió sangre; su fin se acercaba.
-Pero… Recuerdo que tú me obligaste a convertirme en lo que soy.
-Lo que te dije en ese entonces era verdad… Aceptar el destino es una cosa; cumplirlo es otra…
-Shiro –dijo la abuela Ozora. -¿En realidad fuiste uno de mis antepasados?
-Sí… Lo fui… Y espero que ahora sí me concedan el descanso eterno… -otra vez tosió sangre.
-Nunca te olvidaremos, Shiro.
-No importa si me quieren recordar o no… Sólo cumplí con… mi… condena…
-Ya no hables más, Shiro.
-Ya no importa… Sólo espero que te vuelvas cada día más fuerte y sabio, Ozora Tsubasa, y todos ustedes… -y con un resuello final, y sonriendo, Shiro comenzó a desaparecer.

Fue un momento triste. Los Arcángeles Blancos, y los hasta ese momento Arcángeles Negros no pudieron evitar llorar la muerte de Shiro.
-Que en paz descanses –dijo Tsubasa finalmente, antes de caer desmayado.
-¡Tsubasa!
-Había olvidado lo herido que estaba…
-Chicos, hagamos algo al respecto –dijo Sanae a sus compañeros. –Quizás estemos agotados, pero debemos hacer un último gran esfuerzo por Tsubasa.
-Sí –y Ryou, Kojiro, Genzo, Taro y Sanae concentraron su poder. No fue mucho, pero lo suficiente para curar las heridas del Mensajero de los Dioses.
Los otros observaban aquello, sin saber qué hacer… O al menos la mayoría de ellos.
Al fin Tsubasa se recuperó de sus graves heridas, y despertó.
-Sé que no es mucho lo que puedo hacer por ustedes, pero quiero que en vez de que sean nuestros enemigos, sean nuestros amigos. Así podremos seguir viviendo en este mundo, y sin problema alguno… ¿No creen?
-Pero… Jinko, el chiquillo y yo vivimos aquí, pero, ¿cómo harán para hacer que Rairyuu, Tooru y Wataru regresen a donde viven? Al fin y al cabo, ya no tenemos poderes –dijo Shinobu.
-Nosotros nos encargaremos de eso. ¿Aceptan?
-Está bien… -y Shinobu y Tsubasa se dieron la mano, puesto que Kai estaba profundamente dormido.

Taro y Wataru, Kojiro y Rairyuu, y Genzo y Tooru desaparecieron en ese instante. Jinko comenzó a irse por su lado, pero Shinobu la detuvo.
-Espera. Sé que tienes el corazón roto, Jinko… Y conociéndote, necesitas desahogarte.
-¿A qué te refieres?
-No tendremos poderes, pero sabía que tú te escabullías para ver a Tsubasa dormido porque te habías enamorado.
-¿Y eso qué?
-Bueno, creo que cada quién tenía sus razones para no destruir este planeta, que a decir verdad es muy hermoso.
-¿Ah, sí? ¿Cuál era tu razón?
-¿Mi razón? Era Sanae. Cuando la miré, quedé prendado, pero de algún modo sabía que era imposible.
-Je, supongo que me pasó lo mismo… Pero, ¿y los demás?
-Supongo que cada quién tenía sus razones. Wataru tenía como razón a la chica con quien se ennovió, Tooru a los videojuegos, y Rairyuu…
-Rairyuu… ¿por qué te detienes?
-Porque no me imagino qué podría haber sido su razón.
-Yo la sé –dijo Jinko, muy segura.
-¿Cuál es, entonces?
-Bueno, recuerda que siempre estaba bromeando para que saliera con él.
-¿Es decir que…?
-Yo era la razón de Rairyuu.

Entretanto, los demás fueron a sus casas, aunque Tsubasa volvió a dejar a Kai en su casa. Natsuko y la abuela ya estaban en casa, exhaustas cuando él regresó.
-Ya todo terminó… -dijo Natsuko, aliviada.
-Eso parece.
-No lo sé –dijo Tsubasa. –A mí me da la impresión de que esto no termina.
-¿Por qué?
-Porque la vida continúa. Por esa simple razón.
-Me sorprende lo mucho que has madurado, hijo –dijo Natsuko.
-Sí, supongo…
-Lo que dice tu madre es cierto. Te has vuelto todo un hombre.
-¿No que siempre me llamas tu niño?
-Es que bueno, las madres y abuelas tenemos la mala costumbre de siempre ver a nuestros hijos y nietos como niños, aunque ya sean adultos.
-¿Incluso si ya tienen novia?
Natsuko y la abuela se miraron, ligeramente confundidas, mientras Tsubasa se sentía más confiado en sí mismo.
-Es que le pedí a Sanae que fuera mi novia si lográbamos salir de esta.
-Y como lograron ganar…
-Entonces lograste obtener el valor para pedirle a ella que fuera tu novia. Felicitaciones –dijeron ambas damas, abrazando al joven que había pasado de ser un chico obsesionado con el fútbol, a ser un muchacho más maduro y fuerte, sin dejar a un lado su amor por el deporte rey.

Amaneció, y con él los Arcángeles (excepto Taro y Genzo ). Tsubasa se despertó a pesar de todo el tiempo que había permanecido despierto la noche anterior. Se cambió, bajó las escaleras y se preparó algo para desayunar, ya que su madre y su abuela estaban dormidas. Rato después se fue a la escuela, sintiéndose diferente.
"La verdad es que va a ser muy extraño el no volver a pelear con los Arcángeles Negros… Pero así es mejor. Me gusta más saber que no estoy arriesgando mi vida… Es hora de volver a ser Ozora Tsubasa, un futbolista cuyo sueño es ganar la Copa Mundial… ¿A quién engaño? Nunca más fui el mismo. Soy un futbolista cuyo sueño es ganar la Copa Mundial, y es consciente de que es él mismo quien decide su destino… Y aparte de eso es capaz de convertirse en gato, leer mentes, hacer desaparecer cosas, teletransportarse a donde quiera…"
Y justo pasó al frente del callejón donde todo había empezado. Una gorda rata gris pasó por ahí, pero el fenómeno que solía pasar cuando Shiro estaba ahí no pasó. Había olvidado por un instante que Shiro había muerto.
"Creo que voy a extrañar a Shiro a pesar de sus regaños. Nos guió bien a pesar de que sólo una vez dio una respuesta clara."
Siguió caminando, y se encontró con Jinko, que de algún modo también había cambiado. Ya no se le veía tan triste, y caminaba erguida.
-Hola, Imawano-san…
-Llámame Jinko, Tsubasa-kun –respondió ella, sonriendo. –Al fin y al cabo somos amigos, ¿o no?
-Pues en eso tienes razón. Nos vemos.
-Claro. ¿El viernes vas a ir a Vitalis? Shinobu se va a volver a presentar.
-Haré lo posible por ir.
-Y no olvides avisarle a tu novia.

-¿Cómo es que lo sabes?
-No estoy sorda. Te oí claramente cuando anoche le dijiste que querías que ella fuera tu novia si sobrevivían a todo aquello.
-Ah, bueno –Tsubasa rió, nervioso. –Adiós, Jinko.
-Adiós –y cada quien se fue a su secundaria. Tsubasa llegó a tiempo, pero para no aburrirse, decidió convertirse en gato por un tiempo para explorar. Sin embargo, en cuanto se subió a la copa de un cerezo, se encontró con una preciosa gata blanca con una mancha dorada en el lomo.
-¿Miau?
-Miaaau… -respondió la gatita, que de inmediato… -Buenos días, Tsubasa-kun.
-¡Sanae! No te reconocí.
-No me extraña… Quise probar mis poderes, ya que sé lo que soy.
-¿Y qué eres?
-Soy un Arcángel.
-Creo que se te olvida algo –dijo otra voz, proveniente de una rata gris clara con una mancha verde (¿Es eso posible?) en el lomo.
-¡Ishizaki-kun!
-Hola, amigos. Sanae, se te olvidó que también eres asistente del equipo de Nankatsu.
-Eso nunca se me olvidará… Y conviértete en cualquier otra cosa, o me veré forzada a cazarte. No por nada, estás convertido en una rata.

-Por cierto, me encontré con Kai hoy –agregó Sanae.
-¿Y cómo está?
-Bastante cansado, pero bien. Me saludó y se fue a su escuela.
-Qué bien… Significa que al fin vencimos sin destruir.
-Más bien liberamos a Kai y los demás de un destino horrible –dijo Tsubasa.
-Qué profundo –dijo Ishizaki, asombrado.
-Bueno, ya vámonos a clase.
Rato después, todos entraron a clase. Kumi y Yukari se sorprendieron al ver que Tsubasa y Sanae ya no se comportaban nerviosamente cuando estaban juntos.
-¿Qué les pasa a ustedes? Ya no parecen los mismos.
-Ninguno es el mismo de ayer –dijo Sanae, reprimiendo un bostezo.
-Pues en eso tienes razón, Sanae –dijo Kumi.
-No se extrañen. Todo el mundo aprende algo nuevo cada día –dijo Ryou, rascándose la espalda.
-Wow… Eso fue profundo, Ishizaki-kun –dijo Yukari, impresionada.
-Ni tanto… Si quieren algo profundo, pregúntenle al sabelotodo –e Ishizaki apuntó con el pulgar hacia Manabu, quien estornudó. Los amigos se echaron a reír.

En Tokyo, Hyuga esperaba a que llegara el descanso. Los demás también, puesto que tenían ganas de jugar un poco de fútbol. Al fin sonó el timbre, y los muchachos fueron a las canchas a jugar. Sin embargo…
-¿Qué haces tú aquí? –preguntó Ken, enojado al ver a Rairyuu ahí.
-Me pregunto si… Si puedo jugar con ustedes.
-¿Y qué te hace pensar que te dejaremos jugar? –dijo Kazuki.
-Pues… Que quiero pedirles perdón por como fui antes.
-Anda, dejen que Rairyuu juegue –dijo Hyuga.
-¿Hyuga-san? ¿Desde cuándo lo llamas por su nombre? –dijo Takeshi, sorprendido.
-Digamos que desde tuvimos una agradable conversación y resulta que en realidad sólo quiere tener amigos.
Ken, Kazuki y Takeshi se miraron entre sí, confundidos, pero decidieron aceptar a Rairyuu en el juego, y sobra decir que aunque no era un experto, al menos el muchacho se defendía con el balón en los pies.

Entretanto, en París, Azumi vio con gran alegría que Taro y Wataru estaban de regreso, pero éste último tomó lo que sería la decisión más dura de su vida.
-Azumi-chan, no llevamos más de dos días como novios, pero pienso que es mejor que encuentres a otro chico… Alguien que pueda quererte tanto hasta llegar al punto de dar la vida por ti.
-Pero, Wataru…
-Sabes lo que fui, y aunque Misaki-kun me dijo que no te importaba que yo hubiese sido un ser maligno, no soy el chico indicado para ti.
-Sin embargo, eso no quita que no puedan ser amigos –dijo Taro, con su más dulce sonrisa. –Quizás así sea mejor para todos, ¿verdad, Wataru-kun?
-Pues sí.
-Oigan, ¿desde cuándo se llevan tan bien?
-Desde que todo esto del destino de la tierra terminó, Azumi-san. Vamos, los invito a un refresco en casa.
Y los tres se fueron a la casa de Taro.

Por otro lado, Herman había estado esperando en casa de Genzo, muy preocupado. Y al fin llegó el susodicho, con Tooru.
-Hola, Herman.
-Hola Genzo… ¿Tooru?
-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-Sé que no fue un buen comienzo. Pero, ¿quieren aprender a ser invencibles en algún videojuego?
-Yo sí.
-Y yo…
-Bueno, mañana los espero… Porque creo que los amigos no deben ser egoístas con lo que saben.
Y Herman y Tooru se fueron a sus casas.

Entretanto, las clases pasaron, al igual que el entrenamiento. Tsubasa y Sanae estaban en el parque caminando tomados de la mano.
-Cómo me alegra que esto haya terminado.
-Sí. Por cierto, me encontré con Jinko hoy, y nos invitó a Vitalis el viernes. Shinobu va a presentarse.
-Bueno… Sería avisarles a los otros, ¿no?
-¿Y por qué no?
Ambos se miraron a los ojos, sin necesidad de más palabras. Ni siquiera era necesario que se leyeran las mentes.
"Me alegro de que hayamos sobrevivido. Tsubasa-kun" –dijo Sanae sin hablar, sólo mirando al hombre del cual estaba enamorada.
"Yo también, porque cumplí un sueño que va más allá de la Copa Mundial."
-¿Y cuál es ese? –preguntó al fin la chica en voz alta.
-Tenerte a mi lado. Eres a quien más quiero en este mundo, Sanae-chan.
-Lo mismo digo –dijo Sanae, recostando su cabeza en el hombre del joven.
Y así quien antes fuera un futbolista con grandes sueños, y después fuera aquel cuyo destino era salvarnos, era en ese momento el muchacho más feliz del mundo, después de todo lo vivido. ¿Y no creen que el saber que uno decide su destino y el estar con aquel ser amado es la mayor recompensa?

Owari, o mejor dicho… FIN