Hola a todos, es un poco complicado explicar por qué, las historias nacen, simplemente lo hacen, espero que lean esta al igual que las demás, y también que les guste, me tiene un poco de cabeza, así que bueno, seguiré...es una historia que promete más de una sorpresa...
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Título: "El Secreto de mi Alma"
Autor: Anyara
Capítulo I
Comenzar de Nuevo
RIMA XXXIII
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
Ni tú ni yo jamás,
Después de lo pasado, convendremos
En quién la culpa está.
¡Lástima que el amor un diccionario
No tenga dónde hallar
Cuando el orgullo es simplemente orgullo
Y cuando es dignidad!
Veía los edificios pasar ante sus ojos, con relativa velocidad, al igual que las personas que caminando presurosas en diferentes direcciones, estaban al igual que ella, al filo de la hora. Se bajó solo un par de cuadras más adelante, ante la imponente construcción, con su mano extendió un poco su ropa a fin de lucir perfecta, hizo un gesto con su mano al hombre que la acompañó en su vehículo y se volvió para enfocar la mirada en la entrada del edificio que visitaba por segunda vez, la primera, el día que había obtenido el puesto de asistente en el departamento de Marketing de este prestigiosa compañía, sabiendo que si bien su cargo, no era demasiado relevante, la ayudaría a fortalecer su carrera, al que había sacado adelante, prácticamente sola y con cierta ayuda que intentaba no recordar, debido a que ello, le producía un gran pesar.
Caminó por entre los grandes pilares que marcaban el inició de la imponente torre, "Shikkon", una de las construcciones modernas, más alabadas, sobre todo, considerando que la empresa que aquí se gestaba, era precisamente una constructora, que se vanagloriaba de tener contratados a los mejores arquitectos del país. Su paso era seguro y elegante, al igual que su atuendo, un traje de color azul oscuro, con una chaqueta corta y ceñida, que revelaba parte de su femenina figura, la falda del largo justo, para no ser demasiado conservadora, ni rayar en la vulgaridad, permitiendo una excelente apreciación de sus piernas, motivo recurrente de halagos, los tacones, finos y medianos, y una pequeña carterita colgando con comodidad de su hombro.
Observaba su reflejo en las puertas de cristal, que no le permitían visualizar nada en su interior, abriéndose a unos dos pasos de que las cruzara, avanzando unos cuantos más antes de detenerse, para mirar a sus costados, dando a su derecha con la figura de una muchacha de cabello ondeado y corto, la que le sonrió cuando Kagome se comenzó a acercar.
-Buenos días – saludo cordialmente la recepcionista – bienvenida a las torres Shikkon, mi nombre es Ayumi,¿ en qué la puedo ayudar?
Claro, Kagome había olvidado por completo que se trataba de dos torres gemelas que contaban con a lo menos cuarenta pisos.
-Buenos días Ayumi – extendió su mano y la saluda con la misma amabilidad que la muchacha utilizara, una chica de apariencia bastante joven, aunque quizás, contaba con los mismos veinticuatro años que ella, solo que la jovial sonrisa que adornaba el rostro de la recepcionista, probablemente la ayudaba a representar menos que eso – mi nombre es Kagome Higurashi y vengo a trabajar en el departamento de Marketing.
-Oh, si, Kagome Higurashi, estas en mi lista de ingresos – continuó la mujer, revisando algunos papales sobre su escritorio, como comprobando que el nombre de la recién llegada se encontraba ahí – sí, aquí estas, ¿sabes en dónde es?
-La verdad no, la vez anterior que vine, fui atendida en recursos humanos – respondió con algo más de calma, aunque de todos modos sentía pánico ante su primer día.
-Bueno entonces debes dirigirte hasta el piso veinticinco, que pertenece por completo al departamento de Marketing, la recepcionista de piso esta a tu derecha saliendo de los ascensores – La joven indicó hacia el centro de la torre, el lugar en el cual se encontraban los ascensores y sonrió luego de terminar su explicación.
-Gracias – respondió Kagome, observando la dirección que le había indicado la muchacha, pero luego se giró - ¿cualquier ascensor me lleva al piso veinticinco?
-Lo siento, no, el primero a tu izquierda, es solo para la Gerencia General, te lleva directo al piso cuarenta – volvió a sonreír, pareciendo como si aquel gesto fuera parte de su labor, sin poder dejar de efectuarlo a cada momento.
-Gracias nuevamente Ayumi – respondió Kagome antes de tomar rumbo hacía el centro de la torre, lugar en el cual ya se encontraban un par de perdonas más.
El botón de llamada para los ascensores, seis en total ya había sido oprimido, por lo que solo le quedaba esperar, y así lo hizo, observando con paciencia el marcador sobre las amplias puertas de metal, que le indicaban el piso en el cual venía ya, rogando por que no se tardara mucho más, ya que podía sentir sobre ella las miradas, estaba algo acostumbrada a que así fuera, ya que a pesar de ser una mujer común, llamaba la atención en los lugares a los que iba, su amiga Eri, decía que era por su distinción, lo que jamás le pareció demasiado correcto, pero la verdad no deseaba discutirlo mucho más. Sintió alivio al comprobar que solo faltaban un par de pisos y concluiría la espera.
En ese instante dos hombre, los que podrían ser encasillados en la categoría de adultos jóvenes, se bajaron de un moderno y amplio vehículo, un Chrysler, de hecho, el que mostraba en su línea, el gusto, fehaciente de su dueño, por lo sofisticado y elegante. El primero en pone un pie sobre la acera, fue un joven de cabellos castaños, tomados en una coleta alta, algo no muy acordé con su elegante traje de un corte estilizado, pero era de aquellos lujos que podías darte al contar con un alto puesto en alguna compañía, conseguido obviamente, gracias a tus méritos, sus ojos azules como el cielo en un día de verano en el campo, limpios y gratos, al salir del automóvil, comenzó a abotonar la chaqueta de su traje, para luego meter las manos en los bolsillos del pantalón, mientras esperaba a que su amigo saliera también reuniéndose con él. El otro hombre, metido con estampa, dentro de un traje oscuro, se inclinó un poco para hablar al joven chofer, quien lo mira con serenidad.
-Miroku, haz el favor de llegar a tiempo el día de hoy y no te entretengas demasiado con esa novia tuya, la ¿enfermera? – dijo a su chofer, recibiendo como respuesta, la mirada sinceramente confusa del joven que permanecía al volante, con un traje de color azul, su uniforme por cierto.
-Ella es maestra de Inglés – corrigió con completa certeza Miroku – la de la semana pasada era enfermera – el joven fuera del vehículo, se irguió, llevándose el abrigo hasta el brazo, moviendo la cabeza, en señal de negativa, con los ojos cerrados.
-Cómo sea Miroku, solo llega a tiempo – concluyó, mientras daba un suave golpe a la puerta, cerrándola.
Abrió los ojos y miró hacía adelante, observando el camino que estaba frente a él, dejando a más de alguna de las mujeres que circulaban por la acera, prendadas de los increíbles ojos de un profundo color dorado que poseía, su cabello largo y oscuro, cayendo suelto por la espalda, del traje que vestía, que ahora que se encontraba completamente de pie, permitía notar su corte, inconfundiblemente " Armani". Caminó junto a su amigo, sin decir mucho. Observando su reflejo en las puertas del edificio al que se dirigían, y el de las mujeres que tras él murmuraban sobre lo guapos que eran aquellos dos hombres, ciertamente estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios, siempre se producían a su paso, y dependiendo del lugar en el que se encontraba, estos eran, más, o menos atrevidos.
-Buenos días Ayumi – saludo, con agrado el joven de coleta, luego de que las puertas se abrieran dándoles el paso.
-Buenos días Kouga... – respondió con aquella permanente sonrisa, algo más pronunciada -...Buenos días Señor Taisho. – continuó con algo más de seriedad.
El hombre alzó la mano, un poco, respondiendo al saludo, sin mirar a la recepcionista, siempre era igual, por lo que Ayumi, no se extrañó, de hecho aquello era una muestra, casi de afecto, considerando el carácter que el joven Taisho tenía, habían personas en el edificio, que rogaban, por jamás tener que cruzar una palabra con él.
-Mira Inuyasha...- exclamó algo sorprendido y casi con la boca abierta Kouga, mientras sacaba una de sus manos del bolsillo y tocaba el brazo de su acompañante, para llamar su atención.
-¿Qué? – preguntó incluso algo molesto el hombre, mientras miraba el rostro admirado de su amigo que tenía la vista fija en dirección a los ascensores, no había tenido una buena noche y no pudo quedarse a dormir más tiempo, debido a una dichosa reunión concertada para hoy a primera hora.
-¿Viste las piernas hermosas de esa mujer?...- Inuyasha fijó sus ojos dorados en la figura esbelta y delicada de una mujer que entraba en ese preciso instante a uno de los ascensores, su cabello, largo y azabache, y el rostro pálido y lozano, le recordó demasiado a alguna de su pasado, a quien no veía hacía mucho.
-¿Kago...me?...- dijo el nombre casi en un susurro, evitando que Kouga en su exaltación lo escuchara.
Avanzó lo más rápido que le fue posible, dentro de lo normal, para que nadie notara su inquietud, hasta el lugar por el que ella se había perdido, junto a algunas personas más, intentando ver por el poco espacio que aún quedaba sin cerrar de las puertas del ascensor, pudiendo apenas distinguir unos ojos marrones que se le quedaron mirando fijos, por el segundo que se contactaron.
-¿Inu...Yasha...?- se consultó a sí, incrédula la mujer, al notar unos ojos, increíblemente familiares, al momento en que el ascensor se cerraba...no, debió ser mi imaginación...concluyó en silencio, quitando con algo de dificultad la imagen de su mente.
El hombre aún entre los ascensores, se quedó de pie, con una expresión pensativa, negó levemente con la cabeza... debió ser mi imaginación... - se dijo, volteándose hacía el primer ascensor de la izquierda, que lo llevaría directo al piso cuarenta.
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Las puertas se abrieron en el piso veinticinco, y caminó saliendo del pasillo central que dividía el lugar en dos, caminó como le había indicado la simpática recepcionista en la entrada, hasta la puerta de vidrio del lado derecho, tocó un pequeño timbre con contestador que había tan perfectamente adosado a la pared, que era casi imperceptible, escuchó una cordial voz femenina que le habló, con tanta claridad, como si se encontrara junto a ella.
-¿Si, ¿en qué le puedo ayudar? – consultó, la mujer del otro lado.
-Buenos días, soy Kagome Higurashi – respondió, ya sintiéndose algo incomoda por tener que presentarse tantas veces, suspiró en silencio, comprendiendo que aquello era algo normal en un primer día en cualquier trabajo.
-Adelante Kagome – dijo la voz, en el momento que un suave sonido electrónico le permitió el ingreso, ya que la puerta se deslizó con suavidad ante ella.
Caminó, con la misma elegancia que traía siempre, rogando por que su rostro no reflejara su inquietud, por el único pasillo, bastante largo, por cierto, que la llevó hasta un escritorio, antecedido por una pequeña sala de espera, gratamente decorada, en el cual se encontraba una muchacha, con el cabello largo y castaño, con un flequillo sobre la frente, tomado en una coleta alta, lo que ayudaba aún más a acentuar el rasgado natural de sus ojos almendrados, oscuros y expresivos, su sonrisa amable, hizo pensar a Kagome, si era una política de la empresa, permanecer siempre sonriendo, pero luego parpadeó intentando quitar pensamientos tan irrelevantes.
-Buenos días Kagome, - dijo, confirmando que se trataba de la voz en el contestador, poniéndose de pie y con ello delatando su femenina figura, debía de ser una mujer con algunos años más que ella, ya que irradiaba cierta madurez, quizás muy semejante a la que expelía ella misma. Extendió su mano y estrechó con suavidad los dedos que la joven le ofrecía, esbozando una sonrisa idéntica, en respuesta.- soy Sango, te esperábamos.
-Sígueme – le indicó mientras se internaba en otro pasillo, esta vez, perpendicular al anterior, pero bastante más corto – te guiaré hasta el que será tu escritorio, y pronto, vendrá la asistente de Gerencia, para que comiences a trabajar.
-Muchas gracias Sango – respondió lo más calmada posible, el lugar tenía un constante olor a madera, seguramente de algún perfume ambiental, notó que la mujer ante ella, la miraba de reojo, a intervalos, siempre sonriendo, se preguntaba si lo hacía para asegurarse de que aún la venía siguiendo y no había escapado, ¿tan obvio sería su pánico?.
-Listo, es aquí,- dijo con incluso una pequeña nota de júbilo en la voz, la joven, lo que logró que Kagome la miraba algo sorprendida. – debes estar tranquila, cualquier cosa que necesites, ya sabes en dónde encontrarme. – dijo Sango, sosteniendo entre sus manos una de las de Kagome, y sonriendo nuevamente, pero esta vez, por alguna razón, no le pareció algo estudiado, más bien, sincero.
-Gracias Sango.
Se adentró a lo que venía a ser su oficina, claro que era un espacio, separado del resto, por unas altas divisiones de madera, ya que Kagome, debía de empinarse, para poder observar fuera de ellas, el espacio, no era pequeño, obviamente no contaba con una puerta, pero era un lugar relativamente privado, al menos estaba segura que alguien con un mínimo de educación pediría permiso antes de entrar y eso era más de lo que esperaba. Movió la silla giratoria que había frente a su computadora, un equipo de color negro, que se ajustaba con bastante elegancia al tono ébano de los muebles, dejó su cartera sobre el escritorio y comenzó a inspeccionar en detalle los muebles y artículos en lo que desde ahora sería "su espacio".
-¿Kagome? – escuchó una voz femenina tras ella y se giró con rapidez.
-Sí – dijo como toda respuesta, encontrándose con unos expresivos ojos esmeraldas, que la miraban con bastante agrado, lo que de alguna manera la alivio bastante. La chica era una muchacha, un poco más pequeña en estatura que ella, y físicamente muy similar, su cabello, de un rojo intenso, el que contrarrestaba perfectamente con sus ojos verdes, llevaba en el brazo izquierdo, una libreta grande de apuntes y en la mano derecha un bolígrafo, con publicidad de la Compañía, una sonrisa, como las anteriores que había visto, adornando con delicadeza su rostro.
-Hola – extendió su mano la mujer – yo soy Ayame y trabajaras junto a mí, ven sígueme y te contaré – se giro la joven y comenzó a avanzar por los pasillos.
-Claro, respondió, luego de recuperar su mano del corto saludo.
-Verás, yo trabajo directamente con la Gerencia de Marketing, y con este asunto de la fusión, ¿sabes algo de la fusión? – consultó mirando a Kagome hacía atrás, mientras ella solo negaba, ciertamente no tenía idea.
-No, es mi primer día.
-Oh, si es cierto... bueno, la "Shikkon Company, Modernity and Vision of Future", en su deseo de, como lo dice su nombre, una visión para el futuro, se esta aliando con la más grande empresa constructora de edificios inteligentes de China, la "Shinidama-chuu Company, Buildings of the Future" y esta fusión se ha estado preparando por varios años, y ya estamos prácticamente en las puertas de poder efectuarlo, por lo tanto, todo el trabajo se nos ha duplicado, - en ese momento la chica se detuvo y se giró por completo hacía Kagome, para continuar - ya que al ser nuestro departamento, y con bastante orgullo lo digo, mejor capacitado que el de ellos, la publicidad y la venta del producto ha quedado por completo en nuestras manos, claro que en unos días más llegaran algunos ejecutivos de alto rango a supervisarnos.- Listo, adelante – luego de aquel resumen de la situación de la Compañía, Ayame, pasó una tarjeta por una lector, empujando luego una puerta, de madera, hermosamente tallada para dar paso a una amplia oficina.
-Bueno días Kouga, ella es Kagome – exclamó la joven de rojos cabellos, en un tono de voz, suave mientras observaba al hombre que girando en su silla, de alto respaldo, se puso de pie esbozando una notoria sonrisa.
Continuará...
N/A: Dejen sus mensajitos, aún no tienen motivos para matarme, pero en este capítulo les dejé varias pistas de lo que seguiré en la historia...
Besitos
Anyara
