Capítulo II
Sobre el café derramado
Kagome no supo muy bien cómo reaccionar, ante la mirada inquietante y llena de sorna, que le estaba dejando caer, el "Gerente de Marketing", ante el visible malestar de Ayame, la joven con la que debía trabajar ella, directamente.
-Así que tu eres la chica de las hermosas piernas…- dijo, en voz suave, el hombre, aún con la sonrisa adornando su rostro, ante un rubor imprevisto que cubrió las mejillas de Kagome, y el malestar ahora más notorio aún de Ayame.
-Buenos días, soy Kagome Higurashi – se presenta ella dándole un toque más formal a la situación, obviando completamente el comentario hecho por aquel hombre tan poco delicado, se acercó hasta él y extendió su mano, al que fue tomada con suavidad y estrechada.
-Disculpa Kagome, no pude evitar el comentario – se justificó él, sonriéndole, aún de la misma manera, mientras que Ayame, comenzaba a golpear con su lápiz, la libreta que sostenía en su brazo.
-Bien Kouga, Kagome tiene mucho que trabajar, ¿si nos disculpas? – Exclamó la muchacha en un tono de voz desafiante y decidida, como quien lleva las riendas.
-Claro Ayame, no busco interferir en el buen desempeño de la señorita – respondió mientras observaba con fijación los ojos oscuros de Kagome, quien simplemente le sonrió para darse la vuelta y salir de la oficina, pasando junto a Ayame, que espero hasta que ella salió para dirigirle una nueva frase a su jefe.
-No dejas de ser un sin vergüenza – su tono, más que nada denotaba reproche.
-Sabes que lo soy, mi querida Ayame- dijo aquello, como si la sonrisa que adornaba su rostro, no pudiera ser borrada con nada, mientras se adelantaba algunos pasos y le susurraba entre los rojos cabellos, una frase al oído – pero eso es lo que te gusta ¿no?…
La mujer, frunció el ceño, y sin voltear a mirarlo, salió cerrando la puerta con algo de violencia.
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La figura varonil cruzó las amplias puertas de madera, cerrándolas con fuerza, para dirigirse con los ojos dorados, llameando de furia, hasta la u propia oficina, intentando dar con la mujer que se desempeñaba desde hacía un par de semanas, al función de su asistente personal, luego de que la anterior, teniendo una paciencia a prueba de insolencias, ya no lo soportó más.
-¡Megumi! Megumi! – exclamaba InuYasha, a limpia voz, recorriendo el extenso pasillo, desde la entrada, frente al escritorio de su asistente, hasta las pesadas puertas de madera de color ébano de su oficina, las que tenían la figura de un árbol antiquísimo, tallada, que al unirlas completaban la imagen, las que en este momento permanecían juntas casi pegadas una a otra, extendió sus brazos y las empujo, como si no le costará nada hacerlo.
Bramó con fuerza al ingresar al lugar, acercándose hasta el ventanal, mientras pasaba sus manos por el negro cabello, intentando calmarse un poco.
-Maldito Kouga- rugió molesto, cuando sintió la voz tímida de la muchacha a la que llamó hacía instantes.
-Diga, Señor Taisho…- consultó con algo de timidez, y lo cierto es que estaba aterrada, nada de lo que hacía le salía bien. Si le pedía un informe, encontraba que alguna línea divisoria estaba mal ubicada, si le pedía un café, lo encontraba demasiado dulce y le decía que no le pusiera azúcar, para luego, exclamar a viva voz que no le gustaba el café amargo, ciertamente era un trabajo ingrato, del que no estaba segura ser capaz de llevar adelante.
-Ya no me sirves, tardaste demasiado- dio al girar, mientras tomaba rumbo a la puerta, pasando sin recato junto a la joven, que tuvo que apresurarse a salir de su camino, para no ser atropellada, mostrando un desazón evidente en el rostro y los ojos cristalizados de lágrimas, definitivamente, no duraría mucho en este trabajo.
InuYasha iba cortando el aire, con su imponente figura, avanzando con rapidez, hasta los ascensores, apretó varias veces el botón de llamada, bufando entre dientes, un sin fin de términos, poco amables, para definir a su amigo Kouga. Una vez dentro, marcó el piso veinticinco, preparándose para la lucha que tendría, con el Gerente de Marketing, en muy pocos instantes.
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Kagome en tanto, ya había sido presentada a la mayor parte del personal del Departamento, paso entre los diseñadores y el laboratorio de colores, estuvo también en una sala de exhibición, en la que pasaban los comerciales en treinta y cinco milímetros, para su muestra. Ahora ya estaba con las últimas personas, las que se encargaban de la apreciación del público frente al producto.
Había vuelto a su "espacio", acompañada aún por Ayame y uno de sus nuevos compañeros, un chico de nombre Jakotzu, bastante amable y de gestos tan delicados, que no dudo en pensar que por las noches debía de llamarse "Ritzuko" o algo así.
-Espero que ahora estés a gusto, - decía la joven de ojos esmeralda, girándose en el momento en que vio pasar tras ella, por el pasillo, la figura imponente de un varón, que a paso raudo se dirigía a la oficina del Gerente, Kouga.
-Sí, gracias Ayame.- respondió con seguridad Kagome, que ya había dejado que su estómago se relajara, ya que el estado de pánico en el que se encontraba al llegar, la había abandonado. Notando el estado de distracción en que la había dejado el paso de aquel hombre - ¿pasa algo? – consultó
-No lo sé aún, dile a Jakotzu que te lleve, para que te prepares un café, vuelvo en un momento, para asignarte algún trabajo – respondió sonriente, mientras que salía del lugar presurosa, siguiendo la dirección que tomara el hombre, pero de pronto, el sonido potente de una voz, los alertó.
-¡¡¡Maldito seas Kouga!…
Y tras el sonido inclemente de aquella voz masculina, que por un momento, trajo a la mente de Kagome, el recuerdo de la única vez, que vio a un conocido suyo, tan molesto que parecía que de sus ojos salían llamas doradas, pero aquel fugaz recuerdo, fue violentamente interrumpido por el sonido estrepitoso de la puerta de la oficina de Gerencia, al cerrar. Dio un salto, sobre la silla giratoria en la que estaba, mientras que Jakotzu le tomaba la mano y tiraba de ella.
-¿A dónde me llevas? – exclamó Kagome en baja voz, ya que luego del vozarrón salido de la garganta de el hombre llegado hacía unos instantes, parecía como si todo el piso, hubiera callado de pronto, dejando inclusive hasta los teléfonos su incesante trepidar.
-Shhh…- la silencio el joven que aún la llevaba tomada de la mano y expectante a cualquier sonido venido de la oficina mayor – vamos a prepararte un café – respondió, descolocando un poco a la mujer, ya que la forma en que caminaba el muchacho, con la vista fija en la puerta de madera tallada de la oficina de Kouga, más se asemejaba a la de un policía de investigaciones que a un ayudante de diseño.
Caminaron en silencio, hasta una habitación, algunos pasos más allá de la oficina en cuestión, para encontrase con un sitio habilitado como una cocina, con una cafetera, algunas tazas pequeñas y una serie más de implementos, entre ellos crema, para quien gustase del café con ella. Pero el real interés de Jakotzu, era el de observar desde más cerca la situación acaecida.
-¿Cuál es el interés tan grande por esa discusión, es solo una más de jefes ¿no? – comentó Kagome, mientras que el joven, que llevaba los labios, suavemente delineados, la observó casi sin aliento, ante lo que él consideraba "sacrílegas" palabras.
-Kagome, por favor, el que acaba de entrar a la oficina de Kouga Satoichi, es uno de los accionistas mayoritarios de esta Compañía, uno de los hermanos – Jakotzu dijo aquello, como si ella supiera a la perfección de quienes hablaba, pero lo cierto es que de éste lugar en específico, no sabía demasiado.
-¿Y qué podría pasar? – consultó algo distraída terminando de servir su taza de café, y girando un poco la cuchara dentro, para que saliera un poco el vapor, humeante, ya que no acostumbraba a tomar nada demasiado caliente, era una mala costumbre que se la había pegado años antes, pero a estas alturas ya no valía la pena recordar aquello.
-Ese es el punto, nunca puedes saberlo, estos dos son impredecibles, fuera de la Compañía son muy buenos amigos, pero aquí…pueden sacarse los ojos preciosa – concluyó casi comiéndose las uñas, mientras observaba a lo largo del pasillo con atención.
-Bueno, creo que yo me vuelvo al escritorio – dijo Kagome, mientras salía del lugar, con la taza en su mano derecha, en dirección a su lugar de trabajo, avanzando algunos pasos y escuchando tras de ella el reclamo algo alterado de Jakotzu.
-¿Pero, no quieres saber lo que pasará?- consultó al borde de la histeria, incapaz de creer que la mujer, no deseara saber semejante hecho.
-Si hay que reconocer algún cadáver me llamas, al menos a nuestro Gerente lo conozco – sonrió Kagome, burlándose un poco de la situación, mientras se giró un poco, aún avanzando, ya frente a la puerta de madera tallada.
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InuYasha permanecía con ambas manos apoyadas sobre el escritorio de Kouga que lo observaba, ya a punto de perder la paciencia, demasiado molesto ya por los interminables alaridos que el joven, de largos cabellos oscuros, le estaba dejando caer, ya por varios minutos.
-¡¿Cómo es posible que te hayas equivocado de ese modo?Sabes lo avergonzado que me sentí, frente a los representantes de Shinidama-chuu, Campany, Y así te vanaglorias de tener un Departamento de Marketing, superior al de ellos – al exclamar aquello, se giró para salir de ahí, habiendo dejado su malestar más que claro, y de paso, hiriendo el orgullo tan labrado que sabía que su amigo poseía.
-¡Sabes que nuestro Departamento es más capaz que el de ellos – respondió alzando la voz y poniéndose de pie, Kouga, caminando tras el hombre que ya iba de salida.
-Pues demuéstralo – concluyó, InuYasha oprimiendo el botón junto a la puerta de madera que lo separaba, casi herméticamente del resto del piso, para salir de ahí de forma estrepitosa, pero no contaba con que su camino se iba a ver, extrañamente interceptado - ¡Demonios! – Exclamó, al sentir el líquido, tibio cubrir su pecho.
Kagome, no supo en que momento la puerta a su costado se abrió, saliendo de forma alborotada, un hombre, de un aspecto impresionante, bastante alto, considerando que ella llevaba tacones, su pecho firme, fue el lugar en el cual terminó su taza de café, y lo primero que logro pensar fue en que "gracias a Kami, no estaba caliente", mientras que la fuerza del impacto, la estaba arrojando inevitablemente de espalda, pero entonces notó el agarré fuerte que se producía sobre su brazo derecho, quedando de ese modo, suspendida y evitando el golpe que le parecía, sin retorno. Y entonces lo miró, esos ojos de un inconfundible dorado, la estaban observando abiertos e impresionados.
-¿Kagome? – preguntó casi en un murmullo, que contrarrestó de inmediato con la voz potente e inclemente, con la que había entrado a la oficina de Kouga, momentos antes. Sintió un golpe fuerte en el pecho, y notó la sorpresa en los ojos marrones de ella.
-Inu...Yasha...- susurró tan bajo, que él apenas pudo percibir el sonido, pero fijo sus ojos en los labios de la joven, leyendo su nombre en ellos, el corazón de la mujer, comenzó a latir de forma descomunal, lo último que se imaginó era volver a encontrárselo.
No había palabras, y no hubo tiempo tampoco para ellas, hacía mucho que no se veían y lo cierto es que ambos quedaron desconcertados, por unos segundos, solo se miraron, rememorando miles de sensaciones y situaciones, hermosos momentos, que terminaban en una desazón infranqueable.
-Señor Taisho... ¿pero miré nada más como ha quedado? – sonó la voz, escandalosa de Jakotzu, que venía con un manojo, no menos importante de papel, con la finalidad de ayudar a InuYasha a limpiar su traje, que por cierto, había quedado inservible, rompiendo en ese instante, el silencio que se produjo en el interior de los dos.
-Lo...lamento mucho...- dijo Kagome, sin saber que más decir, aunque sus palabras reflejaban más que solo la situación en la que se encontraban en este momento, y bajó la mirada.
-Yo lo lamento más...- respondió InuYasha, logrando que ella volviera a fijar sus ojos en él.
El hombre tomó entre sus manos el manojo de papel que el joven de delicados movimientos, intentaba comenzar a pasar por sus ropas, en tanto, Kouga tras él sonreía divertido, de algún modo pensando que después de todo InuYasha se merecía este tipo de accidentes, Ayame, que esperaba atenta el momento en que el hombre abandonara la oficina de su jefe, se llevó una mano hasta los labios, cuando vio el desastre ocasionado por la chica que supuestamente venía a apoyarla en su trabajo. Pero el alboroto no terminó en ese momento, ya que la melodía suave de lo que parecía un teléfono celular, se hizo presente, obligándolos a todos a alertar sus sentidos, para intentar identificar si se trataba del propio, concluyendo todo, cuando Kagome, metiendo una mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó un pequeño equipo, de no más de ocho centímetros, muy femenino, limpiando con suavidad algunas gotas de café que permanecían aún en la parte alta de su blusa, y al mirar el numero su mirada se alertó.
-¿Si, - consultó presurosa, y tensando su rostro, mientras que InuYasha a menos de un metro de ella, y de medio lado, limpiaba sin mucho interés su vestimenta - ¿sucedió algo? – de pronto el hombre de cabellos oscuros, observó de reojo la forma en que el semblante de la mujer se relajaba, dando paso a unas nuevas palabras – esta bien Houjo, cuando llegué a casa lo vemos ¿si?...gracias.
Cortó el teléfono, más tranquila, pero al girarse, y ver nuevamente a InuYasha, cayó en cuenta de la situación en la que estaban, pero de pronto, aquellos ojos dorados, tan anhelados por años, se endurecieron, volviendo a sonar su voz ronca e imponente.
-Que poco cuidadosa eres – exclamó visiblemente molesto, dejando al resto de los presentes expectantes de lo que vendría, muchos especularon tras sus biombos, que la pobre chica nueva, había roto el récord de menor permanencia en la Compañía.
-Lo lamento – repitió Kagome, pero esta vez, refiriéndose a la situación, en la que estaban.
-Claro que lo lamentas, ¿tienes idea de cuánto cuesta este traje? – Vocifero, intentando visiblemente de humillar a la mujer frente a él, que simplemente lo miraba confusa, aquellas no eran palabras salidas de la boca del InuYasha que ella conoció – No, que vas a tener idea tú – dijo despectivo – menos mal que no estaba caliente – pero al terminar la última frase, recordó por qué a ella no le gustaba tomar ningún líquido caliente... porque a él tampoco le gustaba, entonces su mirada cedió un poco y expulsó un sonido similar a un gruñido, arrojó a un lado, sobre la alfombra el papel arrugado, que para colmo le dejó la ropa cubierta de pelusas y se dispuso a marchar.
-Debería cuidar sus modales Señor Taisho, porque hablan pésimo de usted – dijo Kagome, saliendo de su confusión, y adelantándose al paso de él, caminando de modo elegante y decidido, hasta su escritorio, ante las miradas incrédulas del resto del personal e inclusive la de Kouga y Ayame, que no esperaron encontrar en Kagome una mujer con el temple necesario para enfrentar a InuYasha Taisho, que sin poder creer la actitud de ella, la siguió, viendo como metía dentro de su cartera su teléfono y algunas cosa que tenía sobre el.
-¿Qué haces? – exclamó, entrando en su "espacio", por lo que Kagome comprendió que no existía la palabra privado para InuYasha.
-Creo que después de esto me pedirá que me vaya ¿no? – concluyó la mujer, sin restar el "Usted" a sus palabras en ningún momento, rogando por que su inquietud, no se hiciera visible aún, ya que mantenía a raya unos deseos impresionantes de llorar hasta agotarse, ¿quién se creía, al humillarla de ese modo con sus palabras?.
-No...- intentó detenerla InuYasha, por un momento, cayendo en la poco decorosa actitud en la que estaba solo por ¿celos, no esa clase de sentimientos él no los poseía, y menos aún por esta mujer – no es necesario... fue un accidente... no tienes que irte – a pesar de sus palabras, su tono era frío.
Kagome lo miró, como si estuviera esperando alguna palabra más, quizás una disculpa, pero dadas las circunstancias y la actitud, tan cambiada que InuYasha había mostrado, notó que era pedir demasiado.
-Si fue un accidente...- dijo ella, refiriéndose también al hecho de caer en esta Compañía, que lejos, era el mejor trabajo que podía esperar, dada la poca experiencia que poseía, bien remunerado y con un horario acordé al resto de sus obligaciones, que no eran pocas, agregando que además necesitaba trabajar – pero no se preocupe, le cancelaré los gastos – concluyó altiva, manteniendo una mirada serena, pero desafiante.
-Es lo menos que podrías hacer – contestó con una sonrisa arrogante, que a Kagome le perforó el intestino, metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón y girándose en dirección a los ascensores, con un paso calmo, que muy pocos le habían visto alguna vez, tras él, el murmullo inquietante de los empleados, que no comprendían, cómo la chica nueva, había podido doblarle la mano a uno de los Taisho, claro que muchas estaban seguros, que si se hubiera tratado de Sesshomaru, las cosas habrían sido muy distintas.
Kouga, siguió con la mirada los pasos pausados de InuYasha y luego miró de reojo, a la mujer, que se sentaba en su silla, observando de paso aquellas piernas que lo deslumbraron al inicio, dejando la cartera sobre el escritorio y respirando en forma profunda, como si se encontrara agotada y saliendo de una dura batalla, solo que él no sabía, que esta era una batalla, con una larga historia. Se volteo, notando, como el personal, se reincorporaba rápidamente a su trabajo, para dirigirse a solucionar el suyo.
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-¿No es hermoso?...- dijo Jakotzu, al entrar a sitio en el que se encontraba Kagome, que lo miró con algo de sorpresa, ante las palabras embelesadas del joven, que esbozaba una sonrisa, siguiendo con la mirada la figura masculina que ya se perdía por el pasillo.
-¿Quién?- consultó aún incrédula ante las palabras de su compañero.
-Cómo quién...- respondió casi ofendido, sin poder creer que esta chica nueva fuera tan ciega – InuYasha Taisho, no me dirás que no notaste lo bello que es...
Entonces Kagome asintió, pensando que no había nada en este hombre al que había enfrentado, de la belleza que ella encontró en el InuYasha que conoció años antes...
Continuará...
N/A Luego de un agudo dolor de estómago, ocasionado por el susto de pensar que no podía publicar más, todo gracias a mi escaso conocimiento del inglés, heme aquí con el capítulo II de esta historia que espero les guste tanto como a mí...
Besitos
Anyara, casi Dark Anyarius...uffff
