Capítulo IV

Recordándote

Caminaba Inuyasha en dirección a la salida del edificio, era ya bastante tarde, la noche se había dejado caer, más aún debido a la estación, perdido en sus pensamientos, sin comprender muy bien en que momento había decidido que Kagome sería su nueva asistente, solo recordó que aquel comentario que Kouga le dejo caer sobre las piernas de la muchacha, durante la mañana en su oficina, lo había encolerizado a tal punto, que lo único que deseaba era sacarla de las garras de ese desvergonzado amigo suyo.

¿Se te ofrece algo Inuyasha? – consultó Kouga, extrañado de que el joven estuviera nuevamente en su oficina, por segundo día consecutivo, siendo que el incidente del día anterior ya lo habían solucionado, o al menos se tomaron las medidas necesarias.

El hombre no respondía, solo observaba de forma disimulada, a través de la cortina que se extendía por un amplio ventanal, que separaba la oficina de Kouga, de los pasillos del piso, indagando entre el personal, buscando la figura conocida de una mujer.

¿Se te ofrece un café? – consultó con sarcasmo Kouga, el que no fue inmediatamente comprendido por el joven, que enfocó sus ojos dorados en los desafiantes celestes de su amigo.

No...- respondió sin mucho certeza, demasiado desconcentrado.

Te lo digo, porque si quieres le pido a la señorita de hermosas piernas que te lo traiga – rió abiertamente Kouga – ya que no puedes negar que es a Kagome a quien buscas entre mi personal – InuYasha sentía que un malestar creciente comenzaba a gestarse en su interior, ante las palabras del hombre con el que compartía la oficina, sabía que él no podía sentir celos de Kagome, de hecho a él, no le importaba lo más mínimo nada de ella, había dejado de hacerlo, desde hace mucho tiempo, pero los comentarios no terminaron ahí, Kouga se apoyó sobre el escritorio, hablando en un tono algo más suave, casi cómplice, pero manteniendo aquella sonrisa que por algún motivo a InuYasha, le incomodaba – que te puedo decir, al menos yo, anoche me soñé con ella... y uf...

Aquello fue suficiente, más allá de la razón, que le hablaba de que no existía vínculo entre él y Kagome, un deseo increíble se partirle la cara a su amigo, nació, siendo acallado solo por el golpe que le dio al escritorio con el puño cerrado, desafiando con su mirada al confundido Gerente de Marketing.

Basta, me la llevo – exclamó con la voz ronca y tajante, el ceño arrugado y la mandíbula apretada.

¿Pero que demonios te pasa? – consultó, Kouga, enfrentando al hombre que cargaba una ira, tan clara en su palabras, lo que logró disipar por unos instantes, la sonrisa arrogante de sus labios.

No comprendía lo que le sucedía a si amigo, muchas veces habían tenido conversaciones de ese tenor, sobre más de alguna de las "nuevas" de la Compañía, incluso, Kouga siempre le estaba gastando bromas al hombre que ahora lo retaba con solo mirarlo, acerca del enamorado que mantenía en el Departamento de Diseño, Jakotzu, e inclusive, ante aquella observación Inuyasha no perdía los estribos, qué sucedía, esto solo le confirmaba una vez más que la historia de Kagome Higurashi e InuYasha Taisho, se extendía más que a una taza de café derramado.

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Kagome se colgó el abrigo al brazo, y la cartera en la mano, estaba agotada, ciertamente había sido un largo día de trabajo, Ayame le había hecho saber su inconformidad ante el hecho de que volvería a quedar sin una persona que la ayudara y dado el trabajo, no era algo grato, pero sin embargo, Kagome no podía dejar de pensar en que a partir de mañana, tendría que trabajar con InuYasha, y ella que había pensado que no habría necesidad de siquiera encontrárselo entre todas las personas que laboraban en la Shikkon Company, era tan complicado, por una parte estaba la necesidad imperiosa que tenía de trabajar, están en este momento desempleada era un lujo que no podía darse, pero por otra parte, el tener que enfrentar día a día al hombre que la había sacado de su camino con palabras tan duras, era algo que la superaba visiblemente. Aún mantenía en su mente la voz ronca y varonil de InuYasha, aquella tarde de invierno, en que después de agotar sus recursos, Kagome había conseguido hablar con él a China.

¿Diga? – la voz del joven sonaba algo endurecida, lo que la intimido un poco.

Hola InuYasha, soy Kagome...- saludo, con algo de temor, dado que las últimas semanas él que la llamaba casi todos los días, de pronto dejó de hacerlo, espero unos instantes sin oír respuesta por parte de su interlocutor, escuchando el respirar lento, pero pesado al otro lado del teléfono - ¿InuYasha, estas ahí?...- consultó aún más asustada, tenía algo importante que comunicarle y él simplemente desapareció sin una explicación, llegó a temer por su salud, pero al ver que no tenía a quien preguntarle, marcó varias veces el número que InuYasha le dejó, sin respuesta, pero finalmente lo consiguió.

Si – respondió escueto, su voz continuaba sonando en extremo fría, no había en ella nada de la calidez con la que le hablaba cuando la llamaba, pero intentó obviar eso, ya que sabía que los estudios en China del joven le resultaban agotadores, aunque ni un solo día de los dos meses que llevaba lejos de ella, faltó en sus llamadas, hasta hace dos semanas.

Qué paso contigo, me tenía asusta... – quiso darle a conocer el temor que tenía de que algo malo le hubiera sucedido, pero no hubo posibilidad de ello, InuYasha simplemente cortó su dialogo, del modo más cruel que jamás llegó a imaginar.

Basta Kagome, no necesito que me digas todo lo que pensaste por mi ausencia, lo único que quiero que sepas, es que no volverás a recibir ni una sola llamada mía y que no quiero que vuelvas a marcar este número, me quedaré definitivamente en China y con ello estoy cortando todos mis lazos con Japón y contigo – sonaba tan seguro ye increíblemente inhumano, que Kagome por un momento llegó a creer que se había equivocado y que no era él quién le estaba diciendo todo aquello.

Inu...Yasha...- musitó sin saber que más decir, tal vez si hubiese estado preparada para esto, su boca habría encontrado las palabras que necesitaba decir, pero lo único que rondaba su mente era su nombre, y su amor por él.

¡No vuelvas a decir mi nombre, tu lo ensucias, - en ese momento la furia se hizo presente, fue la segunda vez que escucho su voz, tan imponente y sin embargo roída por un sentimiento que le era demasiado difícil definir, parecía dolor enfundado en orgullo – solo mantente lejos de mí, tan lejos que jamás vuelva a oír tu nombre – Kagome no pudo decir nada, y de pronto el silencio se hizo presente, fue la última vez que habló con él...

Suspiró al recordar que luego de aquello, no había tenido el valor de preguntar lo que estaba sucediendo, si InuYasha ya no quería saber nada más de ella, pues simplemente le daría en el gusto, aunque con ello, se le rompiera el corazón, pero ahora, todo se había vuelto tan complejo, estar tan cerca de él le recordaba muchos sentimientos y situaciones que compartieron y él, como un témpano de hielo, con aquellos ojos dorados que llegó a amar endurecidos de una forma escalofriante y su voz, tan carente de la sensibilidad que conoció, ciertamente jamás supo que fue lo que sucedió con él.

Salió del edificio, la noche estaba bastante fría, se quedó de pie a pocos pasos de las puertas que acababan de abrirse para que ella saliera, comenzó a ponerse el abrigo, reparando en un automóvil bastante costoso, que pareció partir y sin embargo se detuvo.

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Una vez que estuvo frente a su vehículo acerado, Miroku le abrió la puerta presuroso, notando algo extraño en el semblante del joven, para el cual trabajaba hacía cerca de un año, arrugo un poco al ceño y antes de cerrar la puerta.

¿Pasa algo?- consultó, con real preocupación, era aquello, parte de lo que InuYasha apreciaba de él, su chofer, lejos de ser solo un empleado, era en parte un amigo al que siempre le solicitaba su ayuda en momentos críticos, un hombre un tanto sinvergüenza, pero digno de confianza.

Qué podría pasar, las mujeres, que una vez que entran en tu vida, ser convierten en un dolor de cabeza que jamás logras quitarte – respondió frotando con sus dedos las sienes.

A bueno, creo que llegaste a la consulta indicada – respondió Miroku, cerrando la puerta, para pasar al asiento del chofer - ¿Quién es, la conozco?

No ten por seguro que no la conoces y aunque pudiera, no te la presentaría Miroku, - dijo aquello, mostrando una tenue sonrisa de victoria ante su acompañante, que sintió aquello como un golpe bajo, ¿y él que buscaba ayudar? - a propósito, cómo es que llegaste a tiempo, te llamé hace diez minutos.

Bueno la verdad es que...

Ya veo, tu novia la profesora de inglés ¿te salió demasiado conservadora? – rió ante el comentario, ciertamente no es que él le importara demasiado la vida sentimental de Miroku puesto que cuando mostró un mínimo de interés por ella, termino tan confundido, con sus cambios de parejas, que pensó tener más de un chofer.

La verdad, ese no es el problema – respondió el joven de coleta, mirando a InuYasha por el espejo retrovisor – incluso días atrás le dio por sacar unos pañuelos para amordazarme, pero ese no es el tema que estábamos tratando – continuó, intentando retomar el cause de la conversación inicial.

Olvídalo Miroku, no vale la pena tratar ya ese tema, quiero ir a casa – exclamo mientras que desviaba los ojos dorados recorriendo con ellos la acera, hasta dar con la figura que buscó inconscientemente todo el día, mientras que el automóvil comenzaba a avanzar - ¡detente! – pidió alzando un poco la voz con premura.

Kagome comenzó a avanzar por la acera, para encaminarse una vez más a casa, aún su día no terminaba y muchas obligaciones la esperaban, cuando de pronto y a solo unos metros de ella, la puerta trasera del vehículo de color plateado, se abrió, dejando salir de su interior, al hombre que había ocupado gran parte de sus pensamientos este día, se detuvo en cuanto lo vio, pero en cuestión de segundos, retomo su paso, intentando en lo posible parecer segura y confiada.

Kagome, espera – dijo, manteniendo su voz, ronca, pero tan varonil como siempre, obligándose a contener el temblor que la estremecía con solo oírlo, no, ella no debía sentir nada por él, pero de todos modos se detuvo, en el momento exacto en que un rayo surcó el cielo.

Usted dirá, Señor Taisho – respondió girándose con una sonrisa suave, y la mirada aparentemente relajada, InuYasha, sonrió metiendo sus manos a los bolsillos del pantalón, observando el piso por un segundo, para luego volver a enfocar los ojos dorados en ella.

No tienes que llamarme Señor Taisho, solo dime InuYasha – sonaba, extrañamente conciliador, a pesar de que lo rudo que podía llegar a ser durante la horas de trabajo, como lo comprobó el día anterior, pero Kagome solo marcó un poco más su sonrisa, y un brillo impecable destelló en sus ojos marrones.

Según recuerdo...- hizo una pequeña pausa, mientras acomodaba más su abrigo, cubriendo su pecho, dada la brisa que corría, mintiéndose a la distancia un nuevo rayo, dividiendo con luminosidad el cielo oscuro – usted me lo prohibió, porque lo ensuciaba.

Aquella fue la más dura bofetada que InuYasha hubiera recibido en mucho tiempo, como un latigazo que golpeó su espina, recordándole en un instante las duras palabras que le dijo la última vez que habló con ella, pero su rostro se compuso al instante, recobrando su postura elegante e soberbio, en el momento en que comenzaban a caer sin mucho recató las gotas de lluvia en el lugar.

Vamos sube, te llevó a casa – ordenó sin mucho miramiento, intentando evadir lo que la mujer le acababa de decir.

No gracias, puedo irme sola – dijo, observando a su alrededor si había algún taxi que pudiera llevarla, pero la calle, parecía convenientemente desolada, al menos de vehículos de ese tipo.

Kagome, te enfermaras y así no me servirás como asistente – continuó su labor de persuasión, mientras que sostenía la puerta, en un gesto demasiado cordial, según lo notó Kagome, que dadas las circunstancias aceptó.

El silencio era sepulcral, una vez que se encontraron en una calle principal, Miroku consultó por la dirección que debía de tomar, comprendiendo al instantes, por as miradas fugaces que InuYasha le daba a Kagome, que miraba fijamente a través del cristal a los vehículos y los pocos transeúntes que circulaban cubiertos de la lluvias, que era esta la razón del humor tan extraño que traía el hombre estos días.

¿Por qué me pediste como tu asistente? – consultó Kagome aún mirando a por la ventana, mientras que InuYasha se giraba para observarla más abiertamente, su cabello era tan negro como la noche en que la conoció, notoriamente más largo, pero aún se le formaban algunos rizos traviesos en las puntas, aquellos mismos con los que él insistía en jugar, cuando acariciaba su espalda desnuda.

Necesito una – respondió sin mucho preámbulos, mientras aspiraba el inconfundible aroma del cabello de ella, cerrando los ojos y acercándose un poco más de forma casi imperceptible.

Podrías haber escogido a cualquiera,- continuó ella, sin volteándose para no enfrentarlo aún, encontrando- de seguro deben haber muchas interesadas en el puesto – continuó – esta vez si se giró comprendiendo que no podía huir más, encontrando el rostro del hombre a escasos centímetros del suyo - ¿qué haces? – preguntó de forma instantánea ante la sorpresa.

Recordándote...- respondió mientras volvía a cerrar los ojos y aspiraba el aroma de Kagome, esta vez acorralándola contra la puerta del amplio vehículo, para luego volver a abrirlos y mirarla profundamente, en el momento en que se detenían, según las indicaciones que la mujer le había dado al chofer.

Llegamos – exclamó Miroku, comprendiendo cuando se volteó que si no callaba arruinaría un instante demasiado especial para ambas personas, por la forma implacable con que se estaban mirando, a punto de unir sus labios.

Pero la magia y el embeleso duro solo unos segundos, los que tardó Kagome en recobrar la razón ante la cercanía de aquel hombre que con sus ojos dorados era capaz de derretir el iceberg más colosal, sintiendo como el perfume masculino la mareaba y la convertía en una presa demasiado fácil.

InuYasha, por favor, debo bajarme – dijo, con algo de dificultad, poniendo su palma abierta contra el pecho del hombre, presionando con la suficiente fuerza como para indicarle que se alejara, cosa que él hizo con una mueca de desagrado.

Mañana te necesito temprano en la oficina – ordenó con molestia, como un niño caprichoso a quien le han negado un dulce, Kagome ya conocía aquella forma de enfrentar las situaciones que no podía manejar, pero contuvo la sonrisa.

Gracias joven – dijo, mientras ponía con suavidad si mano sobre el hombro de Miroku, luego se giró levemente hacía el hombre que mantenía los brazos cruzados y los ojos cerrados – no te preocupes Inuyasha, ahí estaré muy temprano – continuó segura, sin esperar la reacción de él, que abrió los ojos y con un brillo victorioso en ellos y una sonrisa de igual tenor, le respondió.

Dijiste mi nombre finalmente – Kagome se quedó en silencio, fijando sus ojos en él, si supiera la cantidad de veces que lo nombro en la penumbra de su habitación entre incontables lagrimas de dolor y con un enorme sentimiento de amor en su pecho.

La mujer bajo del vehículo, cruzando hasta la entrada de una casa de dos pisos pero lo que InuYasha no esperaba, era ver que un hombre de cabello corto y ojos castaños, se acercará a Kagome, para cubrirla por los metros que faltaban hasta la puerta, con su paraguas, cosa que él había omitido, sus brazos se cruzaron con mayor fuerza, y su mirada se endureció.

Houjo...

Continuara...

N/A: Ufff... este Inu si que me salió posesivo y extraño, ya como que se esta aclarando un poco la relación que tuvo con Kagome, deben estar atentos a todos los detallitos, ya que al unir cabos, se encontraran con una gran sorpresa... jejeje... bueno cuando suceda se darán con la palma en la frente y dirán, por eso...bueno solo espero que hayan disfrutado este capítulo y que dejen sus opiniones, todas ellas serán bien recibidas, así que manos a la obra...

Besitos

Anyara