Creo que este capítulo ya se puso más complejo, poco a poco se van dilucidando cosas, una de las razones por las que se separaron, hay una pequeña pista más de lo que esta sucediendo entre los dos, conoceremos el secreto de InuYasha... bueno lean y recuerden dejar mensajitos...

Gracias a todos los que han leído, me encantan los reviews, sobre todos los largos y divertidos, pero todos me gustan.

Besitos

Y a leer

Capítulo V

Mi Secreto

No había logrado olvidar el nombre que ella pronunciara al atender el teléfono celular el día en que se la volvió a encontrar, Houjo…, y ahora que comprobaba que existía otro hombre en su vida, esas cinco letras, martillaban en sus sienes, ocasionándole un nuevo dolor de cabeza, y apretaba los dientes, repitiéndose una y otra vez, "que más da", él no tenía mayor interés en Kagome, pero sentía la sangre calentarse en sus venas ante la idea de ella en brazos de otro.

Ahora comprendo el problema que tenías – comentó Miroku, observando por el espejo retrovisor del vehículo, a InuYasha, mientras que transitaba el camino hasta el departamento de éste, un lugar del que pronto se mudaría, ya que había comprado uno más central y más amplio también, que estaba terminando de ser decorado, para su traslado.

El hombre solo en el asiento trasero, se movió incómodo en este, dando un ligero gruñido, como toda respuesta, enfocando con mayor ahínco sus ojos en las vacías calles. Los vidrios oscuros del automóvil, bañados en el líquido que no dejaba de caer, esta sin duda sería una fría noche.

Es una linda chica, de dónde la conoces – consultó su chofer, que en poco tiempo se había convertido en un amigo, debido a las circunstancias, muchas de ellas, teniendo que trasladarlo casi a cuestas salido de algún bar, oscuro en el que nadie lo conocía, borracho y maldiciendo en contra de una mujer de la que jamás dijo el nombre.

InuYasha continuaba sin responder, sabiendo que cuando Miroku encontraba linda a alguna chica de seguro su mente comenzaba a trabajar – es ella … ¿la mujer por la que te emborrachas? – consultó sabiendo que tal vez su pregunta no sería bien recibida, y no se equivocó.

No quiero hablar de eso Miroku, al menos no ahora – respondió, hundiéndose en el asiento y recostando la cabeza en el respaldo, observando las luces de los faroles de la calle pasar.

.-.-.-.-

Veía como los números aumentaban, treinta y cinco, treinta y seis… llevándolo directo al último piso de la torre. Observó su reflejo en el espejo lateral, acomodando la corbata, otra vez ese nudo en la garganta que comenzaba a sofocarlo, dejo salir un gruñido molesto, al notar que estaba levemente nervioso, ante la idea de tener a Kagome tan cerca, pero él era el jefe, y eso a ella debía de quedarle claro y si no, pues bueno, siempre existía la posibilidad de que se buscara otro empleo. El sonido del suave timbre que anunciaba la llegada, lo sacó de sus reflexiones tan carentes de sentido.

Camino, con paso seguro y con las manos dentro del traje de un tono azul muy oscuro, los ojos desafiantes y aquella sonrisa arrogante, que a pesar de ello, le hacía lucir tan guapo, el cabello, perfectamente cepillado, como si aquello lo hubiese hecho alguien en particular, no pudo evitar preguntárselo, así como lo hacía ella, cuando ambos eran felices en compañía del otro. Era difícil imaginar a un hombre como él, visiblemente exquisito y de unos bien llevados veintiocho años, se encontrara solo, aunque también sabía que con todo lo que Jakotzu le había contado sobre el personal de la Compañía, no se habría callado si es que InuYasha tuviera novia o esposa.

Kagome, quiero un café – ordenó sin más en el momento en el que pasó frente a su escritorio, sin mirarla siquiera y lo cierto es que evitó con todas sus fuerzas hacerlo, empujando una de las pesadas puertas de ébano que daban a su oficina y dejando a la mujer con un "buenos días" en los labios.

Pero qué se creía este hombre, es que acaso el paso de los años no le había enseñado nada de respeto, todo lo contrario, se lo había restado, ya que no recordaba ese soberbia por parte de él jamás, a excepción de la ocasión en que discutió con su hermano Sesshomaru a causa de ella, el día que el hermano mayor de InuYasha entrara en la habitación del joven sin siquiera tocar a la puerta, encontrando a ambos jóvenes en una situación bastante comprometedora.

¡¿Qué significa esto InuYasha?¡ - exclamó a viva voz, Sesshomaru, con aquel ronco timbre, que ahora ella comprendía debía ser una herencia paterna, dejando que la puerta se golpeara contra la pared ante la fuerza con que la abrió. Alertado por la ama de llaves que tenía, una mujer de dura mirada, llamada Kagura.

InuYasha que se encontraba hasta entonces abrazado de la cintura de la Kagome, y besando con ímpetu su cuello, pálido, y aspirando aquel aroma que tanto le gustaba, atento a los suspiros que se le escapaban a la joven con cada toque de sus labios, ella que para entonces contaba con solo diecisiete años, llevaba únicamente puesta la parte superior de su ropa interior y la falda ya por la cadera, había comenzado su descenso. Cuando ambos jóvenes sintieron la estrepitosa entrada de Sesshomaru, salieron de sus posiciones, no para ocultar nada, más bien, por el susto que aquello les ocasionó, puesto que no previnieron su llegada.

¡Sal de mi habitación Sesshomaru! – gritó a todo pulmón InuYasha, mientras que se sentaba en la cama, dejando a Kagome tras de él, la que intentada, cubrir su desnudez de los ojos del hermano mayor de su novio.

Saca a esa sin vergüenza, trepadora, de esta casa – ordenó el hombre, que tenía unos ojos dorados tan vivos como los del muchacho que ahora la protegía, llameantes de ira.

¡Callate la boca! – ordenó esta vez InuYasha, mientras que le entregaba a la joven, su propia camisa, para que se cubriera, poniéndose de pie, para enfrentar a su hermano, con el que jamás pudo tener una relación que se pudiera catalogar de familiar - ¡Kagome es mi novia y la respetas!

Ha, buena novia te fuiste a conseguir, ella es la hija bastarda de la cocinera, que por cierto acabo de despedir – InuYasha apretó los puños con fuerza, y con unos deseos casi incontenibles de romper la cara del maldito clasista que tenía por hermano, sintiendo el sonido que liberó Kagome tras de él, de seguro por la sorpresa que la noticia, recordando que ella se lo había dicho, que conociendo a Sesshomaru, este era capaz de algo como eso, si se enteraba de la relación que ambos tenían desde hacía varios meses.

¿Quién demonios te crees que eres Sesshomaru?…- respondió con una furia que Kagome jamás oyó en él – por tener un montón de billetes no compras dignidad, ni compromiso, ni afecto, por eso es que eres un solterón solo y amargado.

Aquello golpeo, fuertemente el orgullo de Sesshomaru, que hizo la cabeza hacía atrás, sintiendo por un segundo temor de su hermano, que parecía capaz de cualquier cosa con tal de defender a la mujer que observaba la situación con los ojos vidriosos, y noto que aquella misma sensibilidad que ella mostraba, sería un arma para él, y la utilizaría

Me iré… pero esto no se quedará así hermanito, tomaré medidas – dicho aquello, salió de la habitación, sin reparar en que la puerta permanecía abierta, el cabello platinado del hombre, prematuramente cano, se movió cuando él giro, dejando una estela de magnificencia y seguridad, que a Kagome le heló la sangre, sabiendo que desde ahora nada sería fácil. Y tuvo razón, dos semanas más tarde, InuYasha fue enviado de intercambio en la Universidad, hasta China, por lo que inicialmente serían seis meses.

Un gritó ronco, la sacó del embeleso de los recuerdos, apretando los labios, y pensando en cómo una persona que había sido tan amable e infinitamente afectuoso como InuYasha, terminaba convirtiéndose en la sombra de lo que más odiaba, Sesshomaru.

¡Mi Café! – exclamó fuertemente desde su oficina InuYasha, dejando que su voz, surcara el espacio que los separaba. Kagome se puso de pie, con delicadeza, y extendió su falda, de un tono gris pálido, acompañado de una blusa marfil, muy ceñida abotonada, que llegaba de forma precisa, justo a cubrir sus senos, para que no se viera nada inapropiado, pero insinuando la forma de ellos. Camino, con paso elegante, hasta la puerta negra que permanecía abierta, y una vez que se encontraba en el umbral de esta.

Lo primero y adecuado, es dar un buenos días, Señor – dijo Kagome con total convicción, mientras que InuYasha la observó en silencio, por unos segundos, sin rebatir los argumentos de ella, se había quedado sin intención, prendado de la figura de la mujer y de lo bien formadas que resultaban sus piernas, para reaccionar al instante – ahora, el café ¿te sigue gustando con crema o lo tomas solo? – continuó, dejando al hombre con los ojos dorados fijos en los suyos, con una expresión de desconcierto tal, que ella tuvo que contener con esfuerzo la risa.

Con crema – aprobó en voz baja, mientras que Kagome se daba la vuelta para ir por lo solicitado, pero él la detuvo, con una nueva petición – Kagome, trae uno para ti también, tenemos que revisar la agenda – dijo, quitando su mirada de ella y fijándola en el periódico financiero que tenía en sus manos y que la misma mujer dejará a primera hora de la mañana sobre su escritorio.

Si – respondió escuetamente la joven, saliendo, mientras sentía los ojos de InuYasha que la quemaban a cada paso.

.-.-.-.-

Días más tarde, en los que la relación laboral intentaba aún ser civilizada, más gracias a los esfuerzos de Kagome que los de su ahora jefe, y agradeciendo ella que hubiera un inesperado viaje a China, que duró tan solo tres días, en los que sin embargo no podía negar que de cierta forma extrañaba sus continuos altercados, ya que en la mayoría de ellos, llevaba la ventaja. Se encontraban ya con el hombre de vuelta de su viaje, ambas tazas humeando sobre el amplio escritorio oscuro, Kagome, chequeando con cuidado una agenda que InuYasha le había pasado, con anotaciones de su visita a la "Shinidama-chuu Company" con una hermosa caligrafía masculina que reconoció al instante, pero en un orden bastante precario, por lo que a cada momento arrugaba el ceño, mientras revolvía la taza de café con crema, del hombre, esperando que se enfriara lo suficiente. La observaba de reojo, quedándose prendado en la forma en que la mujer mordía su labio, al intentar armar un concepto en lo que él había escrito, sabía que ese era un gesto muy propio de Kagome, lo recordaba perfectamente, lo hacía en dos ocasiones, cuando estaba concentrada o muy nerviosa, obviamente en este momento, su impulso respondía a lo primero. Sus ojos se fueron desviando poco a poco, hasta la forma de su mentón, que se delineaba suave, dando paso al cuello pálido y extenso, que parecía más prolongado aún gracias al escote en forma de "v" que lucía, y entonces reparó en la suave pronunciación de su busto bajo la blusa, que ahora que ella permanecía ligeramente reclinada, se ahondaba un poco más, y de pronto, se notó a sí mismo, respirando con cierta dificultad, lo que lo hizo volver del éxtasis en el que se hallaba, volviendo de pronto al sonido de la mano de la mujer, que giraba la pequeña cuchara dentro de la taza de café.

Para de mover la cuchara – exclamó con un dejo de inquietud, atento a cada movimiento que la mujer efectuaba, atrapándola por sorpresa, ciertamente no era el sonido ni lo que ella estaba haciendo lo que le molestaba, era lo que había ocupado su mente por un momento, lo que lo estaba inquietando.

Disculpa- musitó ella con algo de asombro, en realidad, solo en ese momento comprendió que se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, ya que su tiempo de enfriar el café para InuYasha había pasado hacía mucho.

Necesito que tomes nota – dijo, mientras revisaba un informe que le había enviado el departamento de finanzas acerca del costo del traslado de parte de su personal a China, quienes habían pasado allá tres meses poniendo en marcha la fusión que después de tanto tiempo de conversaciones al fin había tomado el rumbo correcto, y es que al fin de cuentas, tal como se lo había dicho su hermano Sesshomaru, "resolver este tema esta exclusivamente en tus manos, tú sabes lo que debes hacer", sí él lo sabía bien y lo había hecho.

Claro – respondió Kagome, con su postura erguida en la silla, tomando un bloc de notas que permanecía en blanco, siendo este su primer dictado.

Una vez que estuvieron todas las notas en el papel, InuYasha solicitó a su nueva asistente, que resultó ser bastante rápida, que le leyera lo escrito, pero en un momento la detuvo con un gesto y le pidió revisar, Kagome extendió su mano con la libreta acercándola a él, que en cuanto observó la escritura, arrugó el ceño, como si hubiese encontrado algo en extremo desagradable en ella, y se lo arrojó sobre el escritorio, chocando la taza de café de ella, casi a punto de volcarla.

No quiero que vuelvas a escribir en papel – exclamó furioso, dejando a Kagome perpleja, ¿qué era lo que la había molestado tanto, pero él continuó – te pediré un notebook para los dictados y de ahora en adelante todos los mensajes me los entregaras impresos, no quiero nada escrito a lápiz, ¿entendido? – los ojos dorados la miraron retándola, y lo peor era que no comprendía por qué.

Qué fue lo que hice mal- consultó sin comprender, pero lo que siguió a aquello, termino dejándola más confundida, InuYasha se puso de pie y apoyando ambas manos en el escritorio, se reclinó hacia ella, y con una expresión que no supo si definir como ironía o resentimiento puro.

Por dónde quieres que empiece, ¿por el día del café o me remonto a seis años en nuestro pasado?- Kagome simplemente se quedó de una pieza, esforzándose por no dejar que las lágrimas que sentía que comenzaban a inundarla salieran, ¿quién demonios se creía este hombre, la única que debía de sentir tal irá era ella, y sin embargo, lo había perdonado hacía mucho, por el abandono sin una explicación coherente del que fue víctima por parte de él. Se puso de pie, dejando el bloc de notas que le había devuelto con tanta violencia y sin decir palabra se giró para salir del lugar.

InuYasha se quedó por un segundo estático, viendo como Kagome, se ponía de pie y caminaba los pasos que la separaban de la puerta, ciertamente no sabía que era lo que ella estaba pensando en este momento, pero una necesidad implacable de retenerla se apoderó de él, dejando a un lado su razón, se apresuró a alcanzarla, dando largos pasos, que se detuvieron solo en el instante en que presionó con su mano derecha, el borde de la pesada puerta de ébano, que ella acababa de tomar por la manilla para salir de ahí, cerrándola y quedando tras Kagome, y con su mano izquierda sostuvo la muñeca de la mujer que soltó el aire en silencio, para que él no pudiera escucharla, entonces InuYasha respiró profundamente sobre el azabache cabello de ella, llenado sus sentidos de aquel añorado perfume.

Que bien hueles – le dijo encantado, como si en cuestión de un instante, hubiera regresado a ella el InuYasha que recordaba amar.

No hagas esto – le susurró Kagome, apoyando su frente en la madera de la puerta que en este momento los separaba del mundo entero.

Que no haga qué – preguntó buscando con sus labios el oído de ella, que mantenía los ojos cerrados.

Lo que sea que intentes InuY...- se cayó, recordando las palabras de él, sentía que su nombre estaba vetado para ella, y un nudo en su garganta la ahogo por un instante.

Dilo, solo hazlo, mi nombre jamás sonó tan hermoso, como en tus labios – aquel susurro provocó que muchas cosas se borraran de su mente, se giró con suavidad entre los brazos de él, para mirarlo con los ojos cristalinos, mordiéndose el labio lo que de cierta forma el hombre sentía como una invitación a entrar en ellos, y se comenzó a acercar, sin dejar de mirarlos.

¿Qué haces?...- consultó con la voz desfallecida, mientras volvía a presionar los dientes en su boca.

Lo que vengo deseando, desde que leí mi nombre en tus labios... el día que te volví a ver...- ya le estaba costando terminar cada frase, la respiración se comenzaba a agitar y sentía que moriría si no la tenía entre sus brazos una vez más.

Cuando sintió la calidez de la boca de InuYasha rozando primeramente con suavidad la suya, pareció como si las piernas se le debilitaran dejándola caer, pero entonces él la sostuvo por la cintura oprimiendo con su cuerpo masculino el de ella contra la puerta, ayudándola a mantenerse en pie, sintiendo las formas de su cuerpo femenino y Kagome, experimentando el deseo de aferrarse a su varonil figura. La mano del hombre inquieta en la cintura, se abrió, sosteniéndole la cadera y tirándola más hacía él, haciendo de aquello algo en extremo intimo, ya que la joven comenzaba a sentir la rigidez bajo el pantalón del hombre, que se presionaba sin mucho recato contra su ingle, comenzando a jadear entre el beso, con un deseo que brotaba sin intensiones de limite. Kagome respondía a cada uno de los impulsos de InuYasha, hambrienta de sus besos, como se había mantenido por todos estos años, conservando un oculto sentimiento.

Me encantas... –eran frases que él comenzaba a liberar entre los besos ansiosos, que dejaba sobre el cuello blanco de la mujer, que había enredado sus dedos en el negro cabello del hombre, que con desesperación llevaba su mano hasta el pecho de ella, tocando primero sin mucho cuidado aquella zona, para luego, mientras le lamía el cuello, le iba bajando poco a poco el cierra que le cerraba la blusa oscura que llevaba este día, Kagome por su parte se sentía envuelta en un torbellino de sensaciones, que recordaba perfectamente, la pasión se estaba desatando entre ambos, de un modo que probablemente los llevaría a arrepentirse, pero la cordura no era algo que este instante tuviera cabida en la mente de ninguno de los dos.

Llegó hasta uno de los senos de Kagome, reconociendo sobre la ropa intima, el tamaño exacto de aquella porción de piel, justa, para cubrir cada espacio de su palma, sin desbordarse en ella, la vehemencia lo estaba cegando., siendo incluso algo violento en sus caricias, sintiendo como Kagome comenzaba a quejarse ante ellas. Se detuvo entonces y observó los ojos cubiertos de lagrimas de la mujer, que respiraba con dificultad, sofocada por el calor de la situación y por la presión que él estaba ejerciendo en su cuerpo.

Detente...por favor...- le suplicó con la voz roída por las lagrimas, y entonces él se separó, apoyando ambas manos en la puerta, y tomando cierta distancia de ella, dejando que su cabeza se inclinara para respirar poco a poco con más calma. Kagome apoyó la suya en la puerta, suspirando para contener el llanto.

Disculpa, me dejé llevar por una pasión antigua...- dijo, recuperando la compostura, mientras que se giraba dándole espacio a ella para que ordenara su ropa – no volverá a suceder.

InuYasha... yo...- tenía tanto que deseaba decirle, tanto que llevaba guardado y que no sabía si realmente valía la pena ya confesarlo, él era el causante del dolor más enorme que había conocido en la vida y sin embargo de la felicidad más completa, pero no lo sabía, por que nunca pudo decírselo.

Tranquila, ve, tienes la tarde libre, mañana será un día pesado – concluyó, InuYasha, sin darle la cara, con la voz amable que ella recordaba y añoraba en incontables noches de insomnio.

Kagome salió de la oficina, cerrando con suavidad la puerta, sabía bien que esto no era solo culpa de InuYasha, ella había permitido que sucediera, y por Kami, lo deseaba, pero la razón le ganó al amor, al menos por esta vez.

El hombre, reorganizó si ropa, mientras que observaba el paisaje a través del amplio ventanal, comprendiendo que la había extrañado y el ímpetu y la desesperación que acababan de gobernando su razón, eran la muestra más clara que tenía de que había sido así todos estos años, sabía en lo profundo de su alma, que la amaba, pero ese era un secreto demasiado oculto, y que permanecería así...

Continuara...

Nos leemos pronto

Anyara