Capítulo VIII
Dificultades y más dificultades
La mujer, permanecía aún rodeada de muchos documentos, y le faltaba solo una hora para cumplir su tiempo diario de trabajo, la tapa del lápiz tenía un sin fin de marcas hechas con los dientes, y es que realmente estaba nerviosa, no quería aceptarlo, pero las mariposas se hacían cada vez molestas en su estómago, el solo pensar que en algunas horas estaría reuniéndose con InuYasha, para aquella especie de "cita de tregua" a la que sin saber cómo había dicho que sí, con tanta rapidez, sobre todo luego de aquella sesión de más de una hora que él tuvo con la mujer esa, sentía que la ira se le iba a salir por los ojos de solo pensarlo, además de una sensación de vértigo al imaginarlo besándola y haciéndole el amor sobre el escritorio.
-Maldición Kagome – se dijo en el momento en que se ponía de pie y observaba una vez más durante la tarde, el paisaje por el ventanal, intentando despejar de su mente aquellos pensamientos funestos, arrugó el ceño, recordando que no debía maldecir, era algo que se había auto impuesto hacía algún tiempo al igual que Houjo.
En tanto InuYasha ya había decidido que partiría más temprano, llevaba un buen rato sin tomar ni un solo papel, con un fin constructivo, lo único que ocupaba su mente era el saber que en algunas horas estaría en una "cita" con Kagome, y estaba inquieto, no por su desempeño, estaba acostumbrado a este tipo de eventos y siempre acompañado de alguna hermosa mujer, por lo tanto, su intranquilidad iba más allá de aquello, ésta derivaba del simple hecho de que era Kagome… y la atracción entre ambos era innegable, tanto que incluso lo asustaba ...suspiro, y se frotó las sienes, sabía perfectamente que no podía ilusionarse con ella, ya que el haberlo hecho siete años atrás le había costado demasiada cosas. Se puso de pie y caminó con la chaqueta aún en la mano, hasta la puerta, en donde se detuvo un segundo a contemplar la figura de la mujer que tomaba su cabello para dejarlo sobre uno de sus hombros, se le estaba convirtiendo en una afición peligrosa el quedarse contemplando a Kagome, por lo que caminó a paso firme hacía ella, con intensiones de avisarle de su partida y dejar a su disposición su vehículo y su chofer, sabiendo que a ella tardaría más en trasladarse, pero antes de cruzar la mitad del trayecto, la melodía que reconoció de inmediato como el teléfono celular de Kagome sonó, y ella se giró con premura, ¿Qué había en esas llamadas que a Kagome la ponía tan alerta?… Houjo, fue lo único que su mente logró recordar.
-Hola si Houjo, ¿pasa algo? – consultó con algo de alarma, mientras que InuYasha tragaba saliva con fuerza, algo le decía que esta llamada terminaría echando por tierra su salida a la ópera - ¿qué?...¿fiebre?...¿muy alta?...- consultó, su voz era suave, pero notablemente inquieta, en ese momento notó que InuYasha se encontraba solo a pasos de ella y dejo sus ojos oscuros fijos en el dorado mirar de él, por unos segundos, sin preocuparse en descifrar lo que había en ellos, luego se giró nuevamente - ...treinta y ocho y medio...ves, te dije que la idea de salir ayer al parque no era buena...- se volvió a girar, pero para entonces InuYasha había tomado camino a la salida, sin mirarla, pasando frente a ella - ...si debe ser gripe... si esta bien... me iré a casa en cuanto pueda e iremos a ver al doctor... si tranquilo Houjo...
Cortó la llamada y se mordió el labio, cuando InuYasha se detuvo frente a la salida, se giro entonces y retrocedió en sus pasos un poco, estaba tan molesto, podía notarlo en la forma en que la miraba, además de ¿dolido, era tan extraño, no sabía muy bien por que ella se sentía culpable, no era responsable de que se presentara algo a lo que no podía eludir, el cuidar de un enfermo era algo importante, más aún tratándose de este en particular.
-Lo siento...- dijo de todos modos, enfrentando con seriedad los ojos dorados, que con el ceño fruncido le daban a InuYasha un aspecto tan superior.
-No te preocupes, ve a cuidar a ese Houjo – ella tuvo un gesto de querer decir algo, quizás aclarar algo, pero él no se lo permitió – no sé de dónde saqué la estúpida idea de poder salir contigo... tú y yo...solo estamos unidos por un trabajo...mientras duré...
InuYasha se volteó ante el silencio de Kagome y salió del lugar, perdiéndose en la curva del pasillo, con un dolor enorme en el corazón, corroborando una vez más que ella había hecho su vida, sin importarle en nada lo que hubo entre ellos, por un instante durante aquella tarde, pensó que si había aceptado sin mayor dificultad su invitación, era por que entre ella y ese hombre no había una relación, pero cuando comprobó que ante su llamada ella simplemente olvidó todo, sus vagas ilusiones se rompieron, y maldecía a su corazón por mantenerse atado a un sentimiento que jamás fue correspondido, por que aunque él buscara consuelo y compañía en otras mujeres, ninguna había llenado su ser como Kagome. Se apoyó en la pared del ascensor con ambas manos, conteniendo los deseos que tenía de gritar y desahogar las lágrimas que sentía roer su garganta.
Mientras que su asistente se dejó caer derrotada sobre la silla, ella jamás significó para InuYasha, el mundo que él le significaba..."estaban unidos solo por un trabajo...", tal vez tenía razón... su historia era algo que se quebró un día, hacía siete años,... pero él no sabía, que ella aún lo amaba...
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Unos días más tarde, estaban en pleno, en las actividades preparadas para los ejecutivos representantes de la "Shinidama-chuu Company", de hecho estaba en estos momentos acompañando a su jefe a un recorrido que los llevaba al Departamento de Marketing, lugar al que inicialmente llegó. Hacía poco había pasado por el Departamento de Diseño, comprobando una vez más, por el carmín en los labios de Jakotzu, que este se volvía literalmente loco cuando se acercaba hasta InuYasha, pero no lo culpaba, compartía completamente ese sentimiento. De pronto la comitiva, encabezada por el hombre que se veía perfectamente vestido dentro de uno de sus tantos trajes oscuros, se encaminó hasta la Gerencia de Marketing, lugar en el que mantendrían una reunión, por lo que le había informado su jefe, bastante extensa, junto a Kouga Satoichi. Tomó nota de todo cuanto se habló en ella, con su pequeño notebook, ya que aunque InuYasha no había hecho mención nuevamente de aquella orden tan abrupta de que no deseaba ver absolutamente nada escrito a lápiz, ella no deseaba contradecirlo, habían logrado tener una relación laboral, medianamente satisfactoria, al menos no se volvió a tocar el tema de la "cita" frustrada y en vista de la preparación de la llegada de sus invitados desde China, no hubo tiempo tampoco, InuYasha se había estado quedando hasta altas horas en la oficina, tal como este día.
-¿Quieres un café? – ofreció Kagome, desde el umbral de la gran puerta de ébano, mientras que observaba a el hombre, que concentrado en la pantalla de su computador portátil, con el primer botón de la camisa abierto y la corbata floja, la miró apenas y movió la cabeza en forma afirmativa, ella sabía perfectamente que su día había sido muy extenso, ya pasaban las siete y treinta de la tarde y él permanecía solo con el almuerzo en el estómago, preparando un informe que debía de estar listo para la reunión del día Lunes, la última que sostendrían con el personal venido de la Compañía con la que se fusionarían.
Cuando llegó con las dos tazas, un café con crema y uno solo, comenzó a batir la cucharilla dentro de la taza de InuYasha con el fin de enfriarlo un poco, luego se lo alcanzó y solo en ese momento el hombre hizo una pausa, se acomodó en el sillón y mientras llevaba el borde de la taza hasta sus labios, se quedó nuevamente contemplando el rostro de Kagome, que se mantenía leyendo sus notas en su propio computador portátil.
-¿Por qué aceptaste ese dinero?...- consultó InuYasha, sin moverse de la posición que había tomado, como si estuviera preguntando el tiempo para el día siguiente, Kagome arrugó el ceño un poco, como intentando descifrar a que se refería, pero no tardó nada en caer en cuenta de lo que se trataba, y es que no se espero que él supiera.
-¿Te refieres a...- por un momento titubeó, quizás InuYasha no se refería a lo que ella pensaba.
-Al dinero que te dio Sesshomaru – su voz sonaba calma y ronca, pero fría, tanto, aquella era una pregunta que se había quedado en él durante tantos años, sin poder obtener una respuesta más que "conveniencia". Kagome mordió su labio al comprobar que efectivamente hablaban de lo mismo, el dinero que luego de aquella llamada que ella le hizo a InuYasha a China en la que le ordenó a gritos que no lo buscara, Sesshomaru le ofreció.
-No quiero hablar de ello...- respondió con la voz temblorosa, bajando la mirada, mientras tomaba un nuevo sorbo de su café, intentando que sus palabras fueran claras, para no tener que repetirlo, sin embargo InuYasha no tenía pensado desistir.
-Era suficiente como para que no tuvieras que trabajar ¿dime, por que estas aquí?...- luego de aquella pregunta, llevó nuevamente la taza hasta sus labios, sin quitar la mirada de su asistente, con un temple tan gélido, que cualquiera pensaría que no estaba hablando de ellos, Kagome fijo de improviso sus ojos en él sorprendida, es que ¿acaso él pensaba que ella no estaba ahí por casualidad?
-Te dije que no quería hablar de ello - entonces su voz, se hizo más firme, claro que no hablaría, en parte sabía que el haber recibido ese dinero había sido un error, pero después de todo, parte de aquél sirvió para pagar su carrera. Se puso de pie, sin terminar el café y cerró su notebook, después de todo su hora de salida había pasado hacia bastante, InuYasha por su parte bebió el último vestigio de café en su taza y se incorporó en el sillón, fijando nuevamente la vista en su pantalla.
-No tienes que irte si no quieres responder - dijo con el mismo tono impersonal que había usado durante toda la conversación.
-Tengo muchas obligaciones, mañana estaré aquí temprano – respondió, mientras tomaba sus cosas dispuesta a salir, sentí el pecho agitado y molestia, mucha molestia, ¿quién era él para juzgar su actuar, él la dejo sola y ella tenía que sobrevivir.
-Claro, debes ir a cuidar de Houjo – contestó en un tono sarcástico, siendo este el primer cambio en su modo de dirigirse a ella en todo este cambio de palabras y es que realmente el pensar en que cada noche, Kagome iba hasta la casa que compartía con ese sujeto, era algo que lo mantenía desvelado más tiempo del que deseaba.
Kagome prefirió callar, dejarlo con sus ideas y su malestar, por qué era evidente que lo tenía, la forma en que nombraba a Houjo se lo decía, pero ella no se iba a poner a darle explicaciones, no las merecía, en cambio el hombre a quién detestaba tanto, había sido un compañero fiel, por ya bastante tiempo, mucho más de lo que el mismo InuYasha en todas sus maquiavélicas conclusiones podría imaginar, por que claro, él estaba lejos de comprender lo que Houjo significaba en su vida.
-Buenas noches InuYasha – se limitó a responder camino a la puerta, sin oír respuesta por parte de él, que se quedó en el lugar solitario.
-Buenas noches Kagome...- susurró, mientras se giraba en el sillón, observando a través del ventanal, las luces de la cuidad, sabiendo a la perfección que ella no lo había escuchado, estaba demasiado lejos de él como para hacerlo, tanto física como interiormente, suspiro, pensando en la cantidad de veces que anheló darle un buenas noches, compartiendo el mismo lecho, abrazándola a su cuerpo, para velar por su sueño.
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Cuando llegó al día siguiente, faltando aún diez minutos para iniciar su horario de trabajo, dejó su cartera y su abrigo en el lugar que estaba habilitado para ello, sobre su escritorio estaba el diario financiero que InuYasha leía y así como cada día, se encaminó, para dejarlo sobre el escritorio de su jefe, para cuando éste llegara. Su paso era suave, la verdad es que cuando el hombre no estaba cerca, Kagome se sentía más tranquila.
Al llegar frente a la amplia puerta de ébano, acariciando suavemente con los dedos el relieve que formaba la figura de un árbol antiguo, le gustaba mucho, se parecía a uno que había en el jardín de la mansión Taisho, un lugar que se les hizo tan especial a ella e InuYasha, cuando eran felices juntos, cuando no habían conflictos ni orgullos entre ellos, cuando se dedicaban a mirarse a los ojos y sonreír, sabiéndose tan afortunados de haber encontrado su complemento, aunque nunca había tenido la oportunidad de preguntar de quién había sido la idea de confeccionar una puerta como esa, conservaba una mínima esperanza de que él lo hubiera hecho…suspiro entonces y paso unas hebras de cabello tras su oído, giró la manilla con la suavidad que la caracterizaba, se dirigió hasta el escritorio y arrugó un poco el ceño, al notar que InuYasha no se había llevado su notebook como lo hacía todos los días y además lo había dejado abierto, recogió las tazas que quedaran del día anterior, y pensó en lo amarga que le había resultado aquella taza de café sin terminar, se giró dispuesta a dejar el lugar, cuando ante su sorpresa, contuvo un grito de asombro y logró equilibrar las tazas en sus manos. A un costado de la puerta, se encontraba un mullido sillón de cuero negro, a tono con el resto del mobiliario, y sobre el, la figura masculina de InuYasha, que se encontraba de espalda, con parte del cabello cayendo hasta tocar el piso, el brazo derecho sobre los ojos, como intentando ocultarse de la luz, una pierna flexionada sobre el mueble y la otra apoyada con el pie en el piso, el movimiento regular de su pecho, le confirmo que dormía, y por la ropa que vestía estuvo segura que él no había salido de aquella oficina. Dejó las tazas sobre el escritorio nuevamente y caminó sigilosa hasta él, se inclinó un poco y noto que su cara estaba vuelta un poco hacía el respaldo del sillón, los labios entreabiertos, la camisa ahora abierta hasta el segundo botón, la corbata, quién sabe. Por un momento se sintió tentada a besarlo y se descubrió mordiendo su labio en señal de nerviosismo, le temblaban las piernas al notar lo bien elaborada que estaba su varonil figura, no había tenido una oportunidad tan buena como esta para contemplarlo, menos aún dormido, un fugaz pensamiento maternal abordó su mente, cuando notó que dormía tranquilo como un niño pequeño, se quedó de pie un instante, como si no deseara dejar de admirarlo, tan hermoso y tan cruel, pensó, en el momento en que el sonido del altavoz del teléfono la alertó.
-"A todo el personal, Shikkon Campany, les desea un buen día y una agradable jornada laboral" – era una voz femenina que cada día le dirigía un saludo al personal a la hora que comenzaban las actividades.
-Maldigo el día que aprobé ese saludo – dijo InuYasha despertando, mientras frotaba sus sienes, con la voz más ronca de lo que Kagome jamás le había escuchado, y sin embargo tan sensual que tragó saliva, él no la había visto aún, ya que mantenía los ojos cerrados a la luz, luego se estiró con un sonido profundo y desperezándose y permitiendo que la camisa, ya bastante desorganizada, se saliera definitivamente de la cintura del pantalón que vestía – ahhh…- soltó el aire en una especie de suspiro, cuando dejó caer los brazos tras su cabeza y abrió un ojo.
-Buenos días – saludó Kagome, sin saber que más hacer, por un lado pensaba en salir de la oficina antes de ser vista, pero era evidente que aquello no sería efectivo, por otra parte el ver el "ritual" de amanecer que InuYasha acababa de enseñarle era algo imperdible, así que optó por lo más sano, ignorar el cambio de palabras que habían tenido el día anterior y continuar como lo habían hecho ya en más de una oportunidad, además esta noche era la cena con los ejecutivos de Shinidama-chuu Company, y aún había mucho por hacer. InuYasha se giró con rapidez ente la voz de la mujer y una vez que enfocó su estilizada figura a contraluz del ventanal, se incorporó, sin responder - … buenos días…- insistió ella, ¿es que acaso hasta al despertar InuYasha tenía un genio del demonio?... entonces sonrió recordando que en casa era lo mismo todos los días, insistía en insertar el buen trato, y Houjo siempre le decía que no se esforzara tanto, que cada quien era como era.
-Eres molesta hasta de amanecida – le respondió el hombre, enfocando luego los ojos dorados en los oscuros de ella, al notar lo pesado de su propio comentario.
-Veo que me equivocaba, tu genio es aún peor al despertar – contestó ella, mientras retrocedía y tomaba nuevamente las tazas, saliendo del lugar.
Definitivamente había días en los que quería tirar la toalla y no volver a poner un pie en esa oficina, sobre todo cuando el malhumorado de InuYasha le salía con comentarios de ese tipo, pero luego pensaba en que debía cumplir con sus obligaciones y después de todo… su corazón se llenaba de una extraña congoja al pensar en no volver a verlo, comenzó a servir una taza de café pàra comenzar el día, ya se estaba volviendo adicta a este brebaje que le restauraba energías, suspiro ante sus torpes pensamientos, había estado relativamente bien sin InuYasha todos estos años, ¿por qué ahora se le estaba haciendo imprescindible otra vez?...
-No, no, no,…- negó con suavidad, mientras observaba por aquel ventanal que en parte se estaba convirtiendo en su mejor compañero dentro de l solitario piso cuarenta, sabía que no debía sentir nada por este hombre, que se había convertido de un modo que jamás lograría comprender, en el anverso del muchacho al que amó, en un ser cruel y amargo desde dentro…pero no creyó que sus conclusiones se vieran interrumpidas tan abruptamente, por el susurro calido que el mismo hombre que estaba llenando sus pensamientos le dejara caer.
-Buenos días…- dijo InuYasha en un tono demasiado complaciente, que lo menos que logró en Kagome, fue confusión, ¿se trataba del mismo tipo pedante que había dejado dentro de la oficina instantes antes, pero cuando ella se giro para observarlo, él ya se había encaminado hasta la salida, con su computador portátil en una mano, y la chaqueta en la otra, con la que hizo un gesto parecido a una despedida.
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Varias horas más tarde Kagome escuchó su teléfono celular sonar, justo en medio de su almuerzo con Sango de quien se había hecho muy buena amiga y Jakotzu, se apresuro a sacarlo de la cartera, alarmada, prácticamente el único que llamaba era Houjo y bien sabía ella que solo lo hacía en caso de alguna emergencia, miró la pantalla y notó que desconocía de quién se trataba, pero de todos modos respondió.
-¿Si, diga? – consultó con el ceño algo arrugado, mientras observaba los ojos atentos de sus amigos, para abrirlos algo sorprendida, lo que no pudo disimular.
-Hola Kagome, almorzando supongo…- escuchó la voz en la línea, ronca y profunda de su jefe.
-¿Cómo conseguiste este número? – interrogó algo confundida, por un momento sintió temor.
-Ohh, no me subestimes, tengo mis contactos…- respondió bastante divertido, lo cierto es que no le había costado nada dar con el dato en el Departamento de Recursos Humanos, pero era divertido escuchar a Kagome -… pero no es para eso que te llamo…
-¿Qué necesitas?...- consultó recuperando su voz calma y suave de asistente.
-¿Esta todo en orden para la cena de esta noche?
-Si todo listo, las reservaciones, el menú, pedí incluso el vino que mencionaste ayer – respondió cabalmente ella, ante la mirada incrédula de sus acompañantes y solo entonces cayó en que estaba tuteando a InuYasha, delante de ellos. El hombre le comentó que ya no regresaría a la oficina ese día y que como durante la noche tendrían aquella cena, era comprensible que ella se retirara también más temprano.
-Bueno, enviaré a Miroku, mi chofer por ti, para que no sufras retraso, intenta ir elegante y nada muy escandaloso, recuerda que serás la única mujer soltera y no quiero malos entendidos – aquellas palabras del habían perforado el hígado, ¿qué era lo que se imaginaba este estúpido hombre? Pensó, notando las miradas de reojo que sus amigos le daban, ¿acaso estaría encendida por la furia que sentía, pero no le daría gusto a este patán.
-Si Señor…- respondió en un tono marcial, mientras cortaba la llamada, sin esperar que él se despidiera, sin saber tampoco que su interlocutor esbozaba una victoriosa sonrisa, sabiendo que sus palabras de seguro la habían hecho enfadar.
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Miraba con insistencia si reloj, hacía más de uno hora que había enviado a Miroku por ella, ¿es que acaso Kagome no sabía que no podían quedarse esperando por ella?... claro que apenas pasaban cinco minutos desde la hora acordada y los ejecutivos de Shinidama-chuu Company, aún no llegaban, pero es que su asistente y él, eran los anfitriones y debían estar desde antes, miró una vez más la gran mesa redonda, la única en el salón en reservado exclusivamente para cenas de negocios, los ventanales rodeando todo el lugar, les entregaban una espectacular vista, chequeo todo y no podía negar el buen gusto de la elección hecha por Kagome. Cuando de pronto sintió los tacones tras de él sobre el piso del lugar, se giró con premura, encontrándose con la figura exquisitamente enfundada en un vestido de un color azul tan oscuro que de no ser por el suave movimiento de la tela contra la luz, pensaría que era negro, de Kagome, el cabello levemente recogido por los costados, permitiendo ver los hombros desnudos, ya que el vestido se sostenía desde el cuello con unas delicadas cintas entre tejidas, en su mano izquierda un pequeño bolso del tono del traje y con la mano izquierda sostenía la tela por un lado para poder bajar los escalones que la separaban del salón, permitiendo que InuYasha notara la pronunciada abertura de su vestido, dejando gran parte de la pierna al descubierto en cada paso. Mientras que se acercaba hasta él, y una vez que lo tuvo en frente.
-¿Suficientemente escandaloso?...- consultó, mientras se daba una vuelta, para que él la observara desde todos los ángulos…
Continuara…
Espero que les haya gustado este capítulo, se me enredan un poco las cosas cuando deseo legar a una escena que ya me imaginé desde mucho antes… bueno soy así, ando todo el día con la cabeza llena de imágenes, solo les pido que lean con cautela, que no se les escape ningún detalle y …disfrutenlo, weeee, tengo computador… bueno casi, falta instalarle todo, con algo de suerte el próximo cap. Verá su nacimiento en mi propio compu… ¿deberé bautizarlo?...¿qué nombre le pondré?...
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Anyara
