Capítulo IX

Respirando en tu corazón

-¿Suficientemente escandaloso?...- consultó, mientras se daba una vuelta, para que él la observara desde todos los ángulos…

Claro que era suficiente, suficientemente perfecto, permitiéndole ver lo hermosa que estaba, era algo definitivo ya había dejado de ser la jovencita que conoció, para convertirse en una mujer completamente. Al quedar de espalda a él, pudo ver el detalle del acabado del vestido, que se sostenía por un holgado tejido de cintas, tal como el que llevaba adherido al cuello, la tela, acariciable, tanto como la piel de aquel lugar y sus rizos, definidos y al menos a la vista, tan suaves como argollas de terciopelo negro. Tragó saliva cuando tuvo nuevamente los ojos marrones frente a los suyos, que lo observaban... ¿divertidos?...

-¿No me respondes? –consultó Kagome, de algún modo sabiendo que tenía a InuYasha atónito con el atuendo que había escogido, ya que con suavidad acercó los delgados y pálidos dedos hasta el mentón del hombre que mantenía la boca algo abierta.

-Te ves…realmente…bueno… bien…- a pesar de lo mucho que deseaba halagarla, contuvo aquel impulso, no supo muy bien por qué, tal ves… ¿temor?...

-¿Solo bien…?- continuó con un extraño brillo en sus ojos oscuros, acomodando un rizo que se había salido de lugar durante el giro que se dio. InuYasha se quedó mirándola profundamente, enlazando los dedos tras la nuca de Kagome y se inclinó un poco sobre el rostro de ella, logrando que el color en sus mejillas se encendiera.

-No juegues conmigo Kagome…- susurro para luego humedecer un poco sus labios y continuar-…sabes bien que te deseo…- dicho aquello posó los labios con suavidad sobre la mejilla de la mujer que sentía que las piernas se le iban a doblar ante aquel contacto, al parecer tan simple, sin embargo, para ellos tan intenso – nuestros invitados…- dijo mientras indicaba con sus dorados ojos la entrada, y con la mano que había estado enredada en su cabello, le indicó que se girara posándola en su espalda.

En la puerta que indicaba la entrada al salón, la que minutos antes cruzara ella, llegaron una serie de caras conocidas, los cinco altos ejecutivos de Shinidama-chuu Company, y sus respectivas acompañantes, a diferencia del señor Yamasaki, que venía acompañado de un joven pulcramente vestido en un traje chino, con algunos estampados de dragones, el cabello tan azabache como el de Kagome tejido en una larga trenza que caía por su espalda, una sonrisa arrogante y masculina que se asemejaba demasiado a la de InuYasha y unos oscuros ojos rasgados fijos en la hermosa asistente del señor Taisho, a quien se dirigió primero que a nadie, tomando con delicadeza los delgados dedos de Kagome para besarlos con suavidad.

-Buenas noches... – saludo luego de posar sus labios en la mano de la mujer que sonrió con amabilidad ante aquel gesto tan afable – usted debe ser la señorita Higurashi – continuó mientras se incorporaba, viéndose incluso tan alto como su jefe – mi padre se ha desecho en halagos hacía su persona, sobre lo eficiente que era y lo hermosa también…- aquellas palabras las pronunció con una profunda y suave voz, que al hombre que acompañaba a Kagome no le gustaron en lo más mínimo, arrugando un poco el ceño, mientras interponía su mano entre el recién llegado y su asistente, sin permitirle continuar con sus "aires de galán".

-Buenas noches, soy InuYasha Taisho…- se presentó con los ojos fulgurantes, extendiendo su mano al hijo de uno de sus invitados, el hombre lo miró entonces y le sonrió con total educación, estrechando su mano y sintiendo en el saludo la fuerza del hombre que se decía su anfitrión.

-Oh, si… el prestigioso arquitecto que ha llevado a Shikkon Campany hasta las altas esferas del mercado …- respondió el hombre como si conociera muchísimo de él, cosa que ciertamente dejaba en desventaja a InuYasha – soy Bankotzu – se presentó finalmente.

La velada transcurrió en relativa calma, se trataron algunos temas pendientes e importantes aún para la fusión de ambas compañías, además de algunos otros completamente misceláneos, todo estaba bien incluso la vista que tenía de la mujer que lo acompañaba, Kagome, quien parecía pez en el agua, siendo visiblemente agasajada por los caballeros y manteniendo una grata conversación con las damas, la única espina que InuYasha mantenía, eran las constantes y silenciosas miradas que le daba Bankotzu Yamasaki a su asistente, lo que se vio notoriamente agravado en el momento en que la orquesta que amenizaba la cena, toco un tema que invitaba al baile suave.

-Señorita Higurashi…¿me concede este baile?...- consultó levemente inclinado el hombre de larga trenza, extendiendo su manos junto a la invitación. Kagome lo observó algo desconcertada, el trato tan amable y galante que mantenía con ella la confundía un poco, pero después de todo era un invitado más a aquella cena y por tanto invitado suyo.

-Claro…- respondió, mientras dejaba sobre la mesa la servilleta de tela que mantenía en su regazo, presintiendo en su espalda la mirada molesta de InuYasha, lo que le arrancó una suave sonrisa, obviamente lejos de la mirada de él, que siguió cada paso de la pareja, que una vez que estuvo en la pista de baile, comenzó a moverse al ritmo de la melodía

Los ojos dorados del hombre que permanecía en la mesa junto a sus invitados, fingiendo interés en los temas de conversación que se tocaban, se posaban cada vez con más frecuencia en la pareja que hasta el momento llevaban un baile bastante normal. Pero de pronto noto como la mano que Bankotzu tenía en la cintura de Kagome, se deslizo un poco más tras su espalda, estrechando la distancia entre ambos, lo que lo puso visiblemente inquieto, dejando ya de escuchar lo que el resto de los asistentes le estaban comentando. Sonrió ante la insistencia de uno de ellos, fingiendo atención, para volver a fijar su mirada en los bailarines, que para entonces estaban manteniendo lo que parecía una amena conversación, y de pronto, la mano masculina que se posaba con demasiada confianza según él en la tela del vestido oscuro, justo en la parte que formaba el quiebre en la espalda de la mujer, incluso creando un suave pliegue ante la presión, fue suficiente para InuYasha.

-¿Hace mucho que trabaja para el señor Taisho?- consultó el hombre que hasta el momento había sido de lo más gentil.

-No mucho…- respondió Kagome, mientras observaba los profundos ojos oscuros, sabiendo que cada movimiento que ambos hacían estaba siendo escrutado por su jefe.

-Supongo que sabe todo con respecto a la fusión de ambas compañías…- continuó Bankotzu, cayendo en una especie de interrogatorio que a Kagome le pareció al menos extraño.

-Sí, el señor Taisho me mantiene al tanto – respondió fingiendo certeza, aunque dudaba de la confianza real que InuYasha tenía en ella.

-Ah, supongo que conoce incluso las cláusulas del contrato de fusión – cuando dijo aquello, aprovecho de darle un aire de mayor confidencialidad a sus palabras y estrecho un poco más el abrazo en que la mantenía.

-Bueno…aún no he visto los documentos…- Kagome comenzaba a sentirse algo incomoda, a pesar de lo amable que parecía, algo en la mirada de este hombre no le gustaba.

-Desconoce entonces sobre…- Bankotzu no alcanzó a terminar su conversión, cuando sintió que una fuerte mano se posaba sobre su hombro, giró su rostro y enfoco sus ojos en el hombre que acababa de llegar.

-¿Me permite bailar con la dama?- consultó InuYasha con cortesía, pero en un tono que no permitía lugar a negativas, lo que Bankotzu comprendió de inmediato, puesto que ya había notado en el transcurso de la velada las miradas furtivas y algo ansiosas que el hombre posaba sobre su asistente.

-Por supuesto…- respondió separándose de Kagome y ofreciendo su mano a su nueva pareja de baile, lo que el hombre aceptó de inmediato, tomando con cierta brusquedad la mano de Kagome, que se contenía para no preguntas "¿qué demonios sucedía?"

Una vez que Bankotzu estovo lo suficientemente lejos como para no escucharlo, InuYasha rodeo con bastante confianzaza cintura de Kagome, más allá de lo que el baile ameritaba, formando en su agarré un pliegue en la tela suave del vestido, que estaba seguro superaba la que había hecho el hijo del señor Yamasaki. Aproximó su rostro hasta el cabello de la mujer, olfateando su exquisito aroma, mientras que el pulgar de su mano derecha rozaba con suavidad la piel en la espalda, justo sobre el acabado del vestido manteniéndose lo más cerca posible de su oído.

-Te ves demasiado hermosa esta noche, para permitir que este en brazos de otro hombre – susurro con suavidad, con su voz profunda y sensual, dándole a aquellas palabras un toque que rayaba en una declaración romántica, tanto que obligó a Kagome a cerrar sus ojos y desear abrazarlo con más fuerza, pero no lo hizo.

-.-.-.-.-

Rato más tarde, pasando ya la media noche, Kagome se encontraba cubierta por un abrigo de color negro, acordé con la ocasión festiva, observando el paisaje de la noche capitalina a través de los gruesos cristales que conformaban las paredes del ascensor que la estaba llevando hasta el departamento de InuYasha, sostenía en sus manos el pequeño bolso, y sentía como las mariposas no dejaban de revolotear en todo su cuerpo, negándose a mantenerse confinadas solo a su estomago, venía únicamente a buscar el notebook de su jefe, en el que se encontraba el informe final que debía de estar preparado el Lunes, para la reunión de las diez de la mañana, el dichoso informe en el que InuYasha había trabajado tanto, pero sabía bien que dadas las circunstancias entre ellos, esto podía derivar en algo que no sabía si quería que sucediera… sacudió levemente su cabeza, intentando quitar de ella aquellos pensamientos tan ilógicos, él no era tan obvio como para algo así… después de todo lo que le había dicho en la cena, no eran más que palabras, las que ya le había oído y luego solo le quedó el sufrimientos, acompañado por un sentimiento de amor imperecedero.

El hombre junto a ella, mantenía la mirada baja, fija en su calzado una vez más como tantas en estas últimas semanas, concluyendo que tenía demasiados zapatos negros… las manos en los bolsillos del pantalón, la corbata suelta, completamente desanudada, a diferencia e su estómago que llevaba un nudo enorme que sentía del tamaño de una cancha de basketball, no sabía en que momento recordó que había dejado su computador portátil en el departamento y que necesitaba que Kagome le adjuntara parte de los informes que ella había elaborado para presentarlos en la última reunión… la situación no sería tan compleja si no se tratara de esta mujer en particular… y estaba inquieto, asustado… como un adolescente… respiró profundamente, notando que Kagome se giro ante el sonido de su respiración.

-Llegamos…- fue todo lo que pudo decir, mientras las puertas del ascensor se abrían ante ellos, en el piso veintisiete, notando que en el corto pasillo solo habían dos puertas, una frente a la otra a los laterales de la salida, InuYasha le indicó que avanzara hacía la derecha y así lo hizo.

Ambos entraron, el lugar tenía una amplia sala que le abría paso a quienes llegaban en un ambiente muy cálido según considero Kagome, dos mullidos sillones negros de dos cuerpos cada uno, eran los que conformaban el lugar, quedando ambos frente a una chimenea que reparó era eléctrica que le daba un toque hogareño, junto a los ventanales que separaban el lugar de la terraza, dos enormes plantas de interior, hasta ahí la inspección que logró dar a primera vista del lugar, cuando InuYasha le dirigió unas palabras con la voz adorablemente calma.

-Siéntate, ¿quieres que te sirva algo?...- consultó como todo un anfitrión, mientras que se quitaba la chaqueta y la dejaba sobre uno de los sillones. Kagome se sentó mientras que quitaba con suavidad de sobre sus hombros el abrigo que llevaba.

-No gracias, no quiero nada…- respondió, sin atreverse a mirarlo aún a los ojos, se sentía asustada, sabía bien que ya era toda una mujer, pero… mordió levemente su labio, desistiendo de inmediato ya que sentía que InuYasha no dejaba de observarla, enfoco sus ojos oscuros en los de él y sonrió con suavidad -… ya es tarde y debo irme pronto…- aquellas palabras lo habían sacado de su embeleso, no podía dejar de admirar lo hermosa que se veía bajo la luz suave de las lámparas en las esquinas de la sala que le entregaban un toque armónico al lugar.

-Sí, claro…- asumió él, girándose en dirección a otra habitación que Kagome asoció con el dormitorio, notando solo entonces que una enorme puerta de ébano, con un hermoso y antiquísimo árbol aparecía tallado en ellas, tal como laque había en la entrada de la oficina de InuYasha, aquello la hizo sonreír con sinceridad, comprobando que era efectivamente él quien había mandado hacer aquellas puertas.

Lo vio perderse por entre aquellas puertas que se notaban tan pesadas como las de la oficina, pero que él abría como si no hiciera ningún esfuerzo, volteo su vista hasta el ventanal que entregaba una vista hermosa del Antiguo Jardín Imperial Shiba Rikyu
Un renombradísimo jardín entre los más antiguos, encarnación del típico paisaje verde del período Edo, tuvo entonces el fugaz recuerdo del día que fue a recorrerlo junto a él, lo que le arrancó un suspiro, no había notado hasta ahora que la ubicación del departamento daba justo hasta aquel lugar.

-No es maravillosos InuYasha… es como un trozo de historia en medio de la ciudad – decía mientras admiraba la laguna que se encontraba en aquel hermoso lugar, separado por islotes unidos por majestuosos puentes de madera, el joven permanecía para entonces con las manos dentro de los bolsillos del pantalón que aquella tarde vestía, apoyado en el barandal del puente en el cual estaban, observando a la distancia un espacio visible entre dos edificios. Entonces Kagome se puso ante él intentando enfocar lo captaba la atención de su amado.

-¿qué observas InuYasha?...- consultó con aquella curiosidad tan propia, entonces el joven que para entonces esbozaba una tranquila sonrisa, rodeo con su brazo izquierdo los hombros de la muchacha acercándola más a él y le dijo en un tono suave y cómplice.

-Cuando me titule, lo primero que haré será construir un edificio en ese lugar - dijo indicando a la distancia el espacio que diviso anteriormente – será nuestro hogar…- concluyó, dejando que la brisa de aquella hermosa tarde danzara entre su cabello oscuro, mientras que Kagome lo observaba ordenando las hebras de su propio cabello que el viento estaba llevándose.

-Te amo InuYasha…- susurro abrazándose a su cintura y dejando que su cabeza reposara con calma en el pecho varonil, era ese el lugar en el que más segura se sentía.

-Te amo preciosa…- respondió él con suavidad besando su cabello azabache y respirando su aroma.

Cuando salió de su habitación, notó que Kagome permanecía con la mirada perdida en los amplios ventanales, una de sus manos sostenía su mentón y tenía los ojos levemente cristalizados, cosa que apenas notó por la baja luz del lugar, tragó saliva ante la idea de que ella recordará aquella promesa, hecha hacía tanto, entonces caminó con algo de premura, llevando su notebook hasta la mesa central de la sala, la que arrastró un poco acercándola como mesa de trabajo hasta el lugar que había escogido Kagome para sentarse, completamente ajeno a los recuerdos que ella mantenía, al menos eso fue lo que ella creyó. Fue entonces que la mujer volvió del pasado que mantenía vivo en su interior, prestando ya un poco más de atención a los que realmente la traía hasta este lugar… su trabajo…

Luego de algunas explicaciones, de en que lugar podía hallar la información que necesitaba para el día Lunes, InuYasha comenzó a apagar el equipo con suma calma, sintiendo los agónicos minutos que iban descontando el tiempo que le quedaba para tener a Kagome junto a él, cerrando aquel computador, ella se iría a su casa con ese hombre, pero posprimera vez no sintió ira, solo angustia, la de separarla de su lado otra ves como si fuera una completa extraña, como llevaba haciendo desde que la encontró nuevamente.

Estaba ahí junto a él, a solo centímetros de tocar su figura, que parecía tan varonil bajo la tela blanca de su camisa que visiblemente era de seda, una tela que no brillaba, pero que era magníficamente suave al tacto, estaba terminando que apagar el equipo, que ella ahora debía llevarse, para continuar una rutina de engaños y apariencias, aparentar que no lo amaba y que él era la peor experiencia en su vida, sabiendo que a pesar de todo era lo contrario, pensó en la cantidad de mujeres que talvez habían estado asolas con él en ese espacioso departamento y que lo más probable era que ni siquiera recordará muchos de los pasajes de su tiempo juntos, pero no sentía ni irá, ni celos… solo tristeza…

-Kagome yo…- dijo deteniendo sus manos sobre el notebook, con la cabeza inclinada sin mirarla, el corazón latiendo con fuerza sin saber en realidad qué quería decirle, solo necesitaba pronunciar su nombre y regocijarse con el. Kagome reconoció aquel antiguo tono enamorado en su voz y se estremeció sin remedio, temblando al hablar.

-Ya debo irme…- susurró casi sin aliento, sentándose un poco más de medio lado a fin de tomar su abrigo, notando como InuYasha se giraba para quedar con sus ojos dorados fijos en su rostro, tragando entonces Kagome saliva con dificultad, entrecerrando los ojos ante el inevitable encuentro de sus ojos.

-Quédate…- musitó él casi en una suplica, que la asombro, obligándola a enfocar sus ojos, los que le parecieron tan indefensos -…por favor…- continuó, antes de que Kagome que ahora mordía su labio lograra responder, acercando su mano hasta el rostro de la mujer, posando los dedos en la mejilla sin poder dejar de observar la boca que deseaba besar, acariciando con el pulgar el labio inferior de Kagome, que sentía su corazón latir con inclemencia en su pecho.

-Debo…irme…- insistió sin convencimiento alguno, posando su mano sobra la que InuYasha mantenía en su rostro.

Ves que aún te puedo tocar con un dedo de amor

Puedo hacerte temblar cuando escuchas mi voz

No esta todo perdido si quema mi fuego tu piel

Cuando digo tu nombre.

-No…- negó con suavidad, mientras se acercaba aún con los ojos fijos en sus labios, estando a centímetros de tocarlos, apoyando la mano en el sillón como abrazando la figura de Kagome -…quédate conmigo…- dejo que el aire salir, como sintiéndose liberado ante la petición, tomando entonces aquel beso, sin sentir rechazo por parte de ella, que cerró los ojos y comenzó a responder con algo de timidez, sintiendo como desfallecía ante un roce tan simple, animándose luego a enlazar sus dedos en el suave cabellos oscuro del hombre, y aferrándose a su nuca, obligándolo a profundizar la caricia.

InuYasha se inclino entonces un poco más sobre ella, recostándola en el sillón, dejando que parte de su peso masculino cayera sobre Kagome atrapándola, con una necesidad urgente de acariciarla sin restricciones, sintiendo la suave tela bajo su mano, recorriendo el costado de la mujer, mientras lamía sus labios para volver a besarlos cada vez con más intensidad, era una sensación de gloria que no reemplazaba ni con todas las amantes que pudo tener, tocar la figura de Kagome, temblando de pasión bajo su cuerpo, era algo que lo transportaba, por que sabia en el fondo de su alma, que no había dejado de amarla ni un solo día... y ella que no entendía en que torbellino de sentimientos estaba sumergida, solo cerró los ojos a la realidad que vivían y se dejaba amar…sintiendo que el corazón se le iba a reventar de gozo al sentirlo nuevamente… aunque solo fuera por esta vez…

Acarició hacía abajo el vestido, abriéndose paso a través de la abertura del vestido hasta tocar la piel desnuda de su muslo, pegándola con urgencia a su cuerpo, sintiendo como su deseo se encendía sin marcha atrás, respirando con dificultad sobre los labios de la mujer que lo enloquecía. Entonces se incorporó un poco, con su mano derecha aún tomando firmemente la pierna descubierta de Kagome y rodeo con su otro brazo la figura femenina, jadeante y humedeciendo su boca, mientras fijaba su mirada en los oscuros ojos que lo observaban con inquietud…

-¿te quedarás conmigo?...- consultó, quizás como una aprobación a continuar, sabía que al formular aquella pregunta estaba arriesgando una negativa, pero debía estar seguro de lo que ella diría.

-Mmmjjj…- fue todo lo escuchó junto con una afirmación de su cabeza, agitada al igual que él, mordió su labio y entonces InuYasha se apresuro a besarla fugazmente ante aquel gesto tan particular de su Kagome. La aprisionó contra su cuerpo y la alzó manteniendo la posición, ella se aferró a su cuello y hundió el rostro en el oscuro y sedoso cabello, mientras sentía como él a iba guiando hasta la habitación que ahora comprobaba era su dormitorio,

Sé que no todo acabo el amor sigue aquí

Esto no terminó tu me miras así, como ayer

Tiene tanto poder lo que siento

Ves que lo nuestro es eterno.

La dejó con delicadeza sobre una cama, cubierta con una colcha tan azul como su propia ropa, lo que acentuaba aún más el pálido de su piel, mientras intentaba recuperar el aliento, notó como él iba aflojando el cinturón de aquel pantalón negro que vestía, dejándose caer luego con sutileza sobre la figura femenina que lo recibió entre besos y caricias que soñó demasiadas veces, cerrando los ojos como si fuera un especie de abismo al que Kagome lo arrastraba sin solución posible. Sintió sus manos delgadas buscando la piel denuda bajo la camisa de seda, apoyado en sus antebrazos le iba dando besos pausados por la agitación, pero deseosos de continuar, buscando a intervalos su lengua, para poseer la boca de la mujer por completo, sintiendo de pronto la pierna de ella empujando su virilidad, como en una especie de caricia inevitable de la pasión, y luego sus manos presionando los pezones masculinos rozándolos con algo de fuerza arrancando de él un gemido, e InuYasha dejó pensar en lo que era correcto y lo que no, solo se concentró en amarla. Hundiendo su rostro en el cabello azabache, mientras musitaba suaves palabras y se movía sobre ella, aún con su ropa puesta, como si ya estuviera dentro.

-Te extrañe tanto…preciosa…- dijo perdido en sus sensaciones, sintiendo como Kagome respondía a su presión.

-InuYasha…- suspiro ella, liberando sus propios gemidos, en los que solo se encontraba él.

-Eso… di mi nombre… así… como solo tu sabes…- pedía, suplicaba, mientras se movía con mayor rapidez, simulando de forma tortuosa las embestidas del amor.

-Oh… InuYasha…- continuaba ella, dejándose llevar por la petición de su amado, aferrándose a su espalda.

Yo te puedo amar, déjate llevar

Ves que mi amor es tu amor, que tu ausencia es dolor

Que es amargo el sabor si no estas si te vas

Y no regresas nunca más

Buscó bajo la tela des vestido llegar hasta la intimidad húmeda y dulce de Kagome, quitando sin mucho miramiento la prenda que la cubría, adentrando su lengua en ella, provocando un sonoro gemido de placer, que escucho gustoso, sabiendo que después de todo la experiencia le serviría para demostrarle cuanto amaba cada centímetro de su ser, sintió como se contorneaba su cuerpo mientras él exploraba su calida entrepierna, e insistió aún con más energía escuchando lo que le parecía un grito agonizante, mientras que los delgados dedos de Kagome se aferraban con fuerza de su cabello, y luego de las sabanas y de su cabellos nuevamente, para escuchar luego otro grito ahogado esta vez, sintiendo la urgencia de observarla, notando que esta vez una de la almohadas se había hecho cómplice de su placer, apagándolo antes de que inundara la habitación. Tragó saliva, mientras que se incorporaba sobre ella, vestido únicamente con su ropa interior, el resto, deambulaba por el piso, sin importar el valor de cada prenda, terminó de meter sus manos bajo la tela del vestido, deslizándolo por los costados hasta rozar con los pulgares los pechos desnudos y expectantes de la mujer, que parecían rogarle por ser besados, y una vez que terminó de quitar la tela de su cuerpo, lamió, con fuerza y presionando con la lengua plena uno de aquellos pezones que permanecían exquisitamente hinchados e incluso algo más oscuros pensó… la luz…

Que aún te puedo llenar con mi piel en tu piel

De pasión, que aún se puede salvar la ilusión

Para volver a respirar…

En tu corazón…

Comenzó a absorber como un bebé en aquella porción de carne tan perfecta, sabiendo que los gemidos que Kagome liberaba eran la clara respuesta de lo que él le estaba provocando, aunque no pudo evitar notar que la piel cedía ante la succión, apretando por un instante la mandíbula al imaginar que aquello era producto de las tantas veces que alguien más había besado, lamido y acariciado aquella parte de su cuerpo, sintiendo de pronto un golpe de celos en su estómago, en su cuerpo entero que lo impulsó a reclamarla solo suya, la razón estaba lejos de prevalecer entonces, y se abrió paso entre sus piernas, ayudándose con la mano posicionado su rígido miembro en ella, empujando con tanta fuerza que solo luego de hacerlo temió dañarla, después de oír el profundo sonido que salió de sus labios, un dolor aún más hondo que los celos, lo invadió, el temor a lastimarla…y la besó, intentando apaciguar su conciencia y su alma quebrantada…

-Tranquilo…amor… estoy bien…- dijo ella, con la voz agitada mientras tomaba entre sus manos el rostro de InuYasha, como comprendiendo el temor en su corazón, culpando solo a la pasión de aquella abrupta entrada, que aunque algo apremiante, muy excitante…entonces él fijo sus dorados ojos algo perdidos en sus deseos en ella, besando nuevamente su boca ante el amor en sus palabras, un sentimiento innegable y limpio, traspasado en una entrega plena.

-Oh… Kagome…- susurro, desfalleciendo, mientras que comenzaba a moverse con suavidad pero muy profundamente dentro de la carne caliente que lo albergaba, cerró los ojos dejándose llevar por el sentimiento, acoplándose en un ritmo conocido y al que llegaron de forma innata.

Ves que me acuerdo de cada detalle de ti

Que es mi único sueño el hacerte feliz

Que no importa lo que haya pasado

No importa el dolor si hoy estas a mi lado

Yo te puedo amar, déjate llevar…

Su nombre llenaba el lugar, las paredes de la habitación parecían custodiar en silencio la entrega de la que estaban siendo testigos. InuYasha la aferraba a su cuerpo exhausto ya, moviéndose con inquietud, arremetiendo una y otra vez ante las suplicas anhelantes de Kagome que respiraba con dificultad bajo la figura masculina, el sudor en sus cuerpos era evidente y el sonrojo en ella aún más acentuado por el calor de los brazos de el hombre que la rodeaban con ardor, dándole lamidas en los labios en lugar de besos ya, musitando su nombre audible solo para ella, entre gemidos de un placer implacable, se incorporó sobre sus brazos extendidos, dejando espacio para que ella pudiera respirar mejor, así como él tener un mejor equilibrio, entrando con algo más de fuerza en el cuerpo femenino, sintiendo que el final se les hacía inminente, demasiado imperioso…jadeaba con el cabello oscuro cayendo algo humedecido por su espalda fornida y marcada por el esfuerzo, ella extendiendo sus brazos, para apoyar sus manos en el respaldo de la cama y de ese modo ayudar con la presión, con las piernas rodeándole la cintura, como un cinturón atado a él.

-Oh…Kagome…oh…Kagome…- no dejaba de repetir en su mente, en sus labios, en cada parte de su ser, lo único existente era ella, y lo mucho que deseaba no volver separarse de ella, humedeciendo su boca, cerrando los ojos, presionando con su pelvis, sintiendo su vientre caliente y agitado, abriendo los ojos, para ver la figura desnuda y a cada instante más excitante de Kagome con el cabello desordenado sobre la sabana, la cabeza algo inclinada hacía atrás y su nombre en los labios…

-Inu…Yasha…ah… InuYasha…- jadeaba, gemía y negaba con la cabeza, respirando con tanta dificultad que parecía morir, para enfocar los ojos perdidos en los dorados que le suplicaban algo que entendió a la perfección, alzando su cuerpo apoyada en sus labios, manteniendo el ritmo incesante, hasta besar al borde del delirio la boca de InuYasha que entonces la abraso a su cuerpo y se incorporó, dejándola moverse con rapidez y libertad sobre sus caderas, llevándolo en instantes al punto máximo de su placer.

-Kagome… me voy…a morir…- y claro que sentía que sería así, el mundo se le venía encima con cada empuje de ella sobre él, besándolo con desesperación, lo aferró a su pecho, como si fuera su tesoro personal e InuYasha la sostuvo con la misma pasión, besando justo en su corazón, en el momento que sentía que nada importaba más que amarla.

Se derramó en ella, tal como en sus sueños muchas veces, sintiendo el calor emanado dentro de Kagome, mojarle el cuerpo y el alma, sin desear separarse de aquel abrazo en el que habían dejado fundido el deseo de tanto tiempo… el amor que a pesar de la separación parecía más vivo que al inicio… tanto como aquella primera vez que se amaron en una pequeña habitación, con bastante más reserva, pero con igual intensidad.

Ves que mi amor es tu amor, que tu ausencia es dolor

Que es amargo el sabor si no estas si te vas

Y no regresas nunca más

Que aún te puedo llenar con mi piel en tu piel

De pasión, que aún se puede salvar la ilusión

Para volver a respirar…

En tu corazón…

Miles de preguntas comenzaron a poblar nuevamente sus pensamientos, ninguno de lo dos reconoció con palabras sus sentimientos durante la entrega, aquello no fue necesario, pero luego de la entrega venía la sensación de lo incorrecto, de que "¿tal vez la pasión…?" pero ya habría tiempo luego para saber… ahora, la madrugada los cobijaba y ella podía al menos hoy, dormirse abrazada a él como anhelaba tantas noches e InuYasha conseguía por esta noche…velar su sueño…

"Te amo…" pensó Kagome al cerrar sus ojos.

-Te amo…- susurro InuYasha al sentir como ella dormía…

Continuara…

AHHAHHAHHAHH… al menos yo me quedé suspirando, el amor aquí es innegable, y sé que no a todo el mundo le gustan los lemons, incluso en una ocasión recibí un review de una chica un poco molesta por que Kagome hizo "algo" a InuYasha en otro fic, y la muchacha dijo que le dio asco… bueno espero que este no sea demasiado asquerosos… yo solo intento mostrar la realidad de una relación de amantes apasionados por sus sentimientos y sus instintos, a mí al menos me gusta, cuando amas a alguien amas todo…ahhahhahhahha…. Bueno creo que mis otros hijos tendrán que seguir esperando por que este fic esta comiéndose la única neurona activa que tengo… creo que el consuelo que puedo darles a ustedes y a mí misma, es que no tengo pensado dejar a ninguno inconcluso…

Besitos

Anyara

P.D.: Se me olvidaba comentarles que este capítulo es el primero que ve la luz desde mi "propio computador", que feliz soy… creo que es digno de ser el primero, a mí que no me pueden pedir ya un fic sin lemon, jejeje… si lo sé, ¿qué clase de mujer soy?... bueno una normal creo…