Capítulo X
Desencuentros
RIMA XXVII
Despierta,
tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma
de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Dormida, los
extremos de tu boca
pliega sonrisa
leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
¡Duerme!
Dormida, en el
murmullo de tu aliento
acompasado
y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
El día comenzaba a iluminar con lentitud, cosa que de algún modo agradecía, ya que no quería separarse de ella, aún la mantenía abrazada a su cuerpo, acariciando con suavidad su cabello azabache, deslizando sus dedos hasta llegar a los rizos que se formaban en las puntas, desarmándolos un poco, acariciando la espalda femenina, tan levemente que era casi imperceptible, no deseaba despertarla, después de tenerla solo para él las últimas horas…Kagome se acomodó sobre su regazo, estaba tan cómoda sobre el pecho de él, entre sus piernas sintiendo como le acariciaba con tanta delicadeza la espalda, aunque InuYasha no lo supiera, ella acababa de despertar, llenándose de su aroma masculino, mezclado con el del amor que compartieron. Besó su pecho y mordió sus labios sin saber que decir, comprendiendo que ya el día había llegado y ella tenía que partir.
¿Qué hora es?...- consultó abriendo los ojos para buscar algo que le indicara la hora
…debo irme…- susurró tan despacio, como si ni ella misma deseara escuchar aquello.
Buenos días…- respondió InuYasha, imaginando que no oía a Kagome – creo que aún no es tarde…- continuó dándole a aquella frase un tono que sonó más a que se refería a la relación de ambos que a la hora ciertamente. Ella lo miró entonces y dejo que sus labios curvaran una suave sonrisa, comprendiendo, se arrastró por sobre el pecho varonil, sintiendo su piel rozando, y las ansias de besarlo en los labios, hasta que llegó y lo hizo, haciendo de aquella caricia matutina algo exquisitamente intimo, sintiendo como las manos de InuYasha comenzaban a extenderse por su cuerpo, buscando aferrarla con fuerza, y sus movimientos indicándole que la haría suya una vez más… rompió el beso con dificultad, sintiendo su respiración agitada y su deseo naciendo nuevamente.
Debo irme…- volvió a decir ella, mientras que acariciaba el rostro del hombre que yacía bajo su cuerpo, era como si ambos eludieran cualquier explicación intentando no dañar el mágico y ansiado momento que ahora compartían.
Quédate un poco más… solo un poco…- suplicaba casi, con la voz ronca y profunda, besando fugazmente los labios de su amada -… quiero tenerte…otra vez…aún no es tarde…- dijo mientras que tomaba sus labios otra vez, acariciando su costado hasta llegar a su pecho, masajeando con la tranquilidad de la noche consumada, con la pasión que se enciende poco a poco…Kagome cerró los ojos ante el contacto, pero aún demasiado conciente como para sucumbir…
No puedo… debo… - sus palabras se ahogaban en los besos que InuYasha se empeñaba en darle, moviéndose con tal facilidad, para quedar con su masculina figura atrapando a la mujer contra la cama, el cabellos oscuro le caía por los hombros, dándole un aspecto incluso salvaje y sensual, al que le resultaba muy difícil ignorar…
Si puedes…- decía susurrando mientras se movía sobre ella augurando lo que seguiría, oliendo como el aire se impregnaba una vez más del aroma de su excitación -… hoy no trabajas…- sonrió con travesura, para luego humedecer sus labios y acercarse a los de ella, que aún los recibía renuente… sabiendo que si se dejaba hacer, el tiempo transcurriría demasiado rápido y ya había pasado la noche fuera de casa.
InuYasha… - suspiraba entre el beso, intentando contener el cuerpo del hombre, pero sin proponérselo, igualmente respondiendo incluso con caricias – no puedo… quedarme más…- pero él insistía y finalmente estaba cediendo, notando como los dedos masculinos comenzaban a buscar en su entrepierna la humedad que estaba segura ya poseía. Dejo escapar un suspiro cerrando los ojos ante la caricia, mientras que él besaba con ímpetu su cuello, ya entregada y anhelando sentirlo nuevamente repetir su nombre con desesperación.
Un sonido algo lejano los fue trayendo de vuelta, un sonido que alertaba los sentidos de la mujer y que enardecía los del hombre. Kagome lo miró, intentando liberarse de sus brazos, pero InuYasha insistía en continuar besando su cuello introduciendo sus dedos en ella con algo de fuerza, como obligándola a que el placer la retuviera, ella jadeo y se retorció por un segundo, sin dejar de escuchar la melodía que a la distancia le hablaba de una llamada que bajo estas circunstancias no alcanzaría a responder.
Inu…Yasha…por favor…- pedía sabiendo que él también lograba escuchar el sonido de su teléfono.
No…no…- repetía mientras succionaba la piel en la curvatura del cuello, como deseando dejar en aquel lugar una marca que la convirtiera en suya, sintiendo como los celos le devoraban las entrañas, escuchando las suplicas entre gemidos que Kagome le daba, quitándole el aire de lo fuerte que comenzaba a presionarla, desesperado por que no se fuera… con ése…se posicionó en la entrepierna de ella, listo para entrar, jadeando de angustia y placer, una extraña mezcla que lo estaba consumiendo, intentando calmarse, respirando cuando el teléfono dejo de sonar como si aquello lo aliviara, pero arrugando el ceño y apretando los dientes cuando la melodía comenzó nuevamente.
InuYasha… por favor… debo responder…- pedía sintiendo el debate que había en el hombre, que se estaba comportando de un modo brutal, pero no menos excitante, y de pronto sintió un jadeo en él y su carne traspasándola con fuerza, tanta como la noche anterior y entonces cayó en cuenta que aquello iba más allá de la pasión, era desesperación pura -… ah…ah…- logró quejarse entre un gemido de dolor y gozo, sintiendo como él se movía con violencia en su interior -…InuYasha… por favor… ya detente…- suplicaba sintiendo como las lagrimas comenzaban a bañar sus ojos oscuros, ante el sentimiento de dolor que había en cada jadeo de él, ¿realmente estaba sufriendo?... como comprender lo que pasaba en su interior si él no lo decía…
Maldición…maldi…ción…- repetía cada vez que empujaba dentro de ella, con las manos apoyadas a los costados de la cabeza de Kagome, sin poder dejar de escuchar la insistente melodía de aquel teléfono que lo único que le significaba era "separación"-…maldición…- el aparato dejó finalmente de sonar, y solo entonces reparo en los sollozos de ella, abriendo los ojos, para abandonar la húmeda intimidad de Kagome, de una sola vez, tal como había entrado, sin darle termino a lo que había iniciado, se dejó caer pesadamente en la cama junto a ella, llevándose las manos hasta la cara… sin poder comprender cómo dañaba de ese modo a lo que amaba.
Lo siento Kagome…es solo que…disculpa…- dijo con la voz ida por el esfuerzo y la angustia, mientras que ella se envolvía en una de las sabanas.
Esta bien InuYasha…- respondió con la mirada baja, secando sus lagrimas, para ponerse de pie y caminar en busca de su celular.
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Aquel Lunes tuvo todos los informes sobre su escritorio, tal como le había pedido a su asistente, no se encontraba pero sus cosas si estaban en su lugar, por lo que no entendía que estaba pasando, de seguro lo estaba evadiendo y era incluso lo más lógico, luego de lo mal que terminaron las cosas, pero es que él aunque comprendía que Kagome tenía un compromiso con ese hombre Houjo, no lo aceptaría jamás. Apretó los puños ante el solo pensamiento, tomó los informes y salió de su oficina en dirección a la sala de reuniones, notando que su asistente aún no estaba, girando en una esquina que lo encaminaría hasta otro extenso pasillo, encontrándose de frente con Kagome, que chocó en pleno con el fuerte pecho de InuYasha, quien soltó los informes, con el fin de sostener la y evitar que cayera por el golpe, tal como el día que se reencontraron.
Lo siento…- dijo InuYasha mientras que se agachaba a recoger los papeles que acababa de tirar, siendo ayudado por Kagome que no miró en ningún momento los ojos.
No lo sientas, últimamente te haz disculpado demasiado – comentó Kagome, con un aire de pesar, no entendía cómo podía seguir amando a este hombre luego de las cosas que había hecho y sin embargo en su alma solo conservaba amor para él, acompañado por la tristeza de sentir que todo lo arruinaba.
Tienes razón…- respondió sintiendo su orgullo herido ante las palabras de Kagome, en realidad él no tenía nada por que disculparse, ella había estado en su departamento de la forma más libertina, sabiendo que la esperaban en casa, eso estaba lejos de ser su responsabilidad, tragó saliva, maldiciendo clamor que le tenía aún y que parecía haber renacido luego de volver a tenerla – recoge esos papeles y me los llevas al salón de juntas - ordenó poniéndose de pie, para ser enfrentado solo en ese momento por los ojos oscuros de Kagome que se irguió frente e él, con el mentón en alto y los papeles desordenados en su regazo.
Como usted ordene señor Taisho – concluyó, dándole la espalda para dirigirse hasta su escritorio y organizar nuevamente el desbarajuste que él había dejado.
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Luego de que los ejecutivos de Shinidama-chuu Company, se encontraban dentro del avión camino a China, las cosas entre ambos se complicaron aún más, sin poder cruzar más de dos palabras civilizadas. InuYasha hervía en celos cada vez que Kagome recibía una llamada a ese celular suyo y Kagome por su parte ya había notado las llamadas que él recibía a su número privado sin falta todos los días a una hora precisa.
Esa tarde llevaba un café con crema tal como InuYasha se lo había pedido, solo que al saber que la hora de la llamada ya se acercaba, esta vez no lo enfrió, se sentó en su escritorio a esperar, vio primero la luz de interno de la línea privada encenderse y luego escucho el alarido de molestia que su jefe liberara, acompañado de su nombre.
¡Kagome!...- exclamó en un tono ronco y fastidiado, lo que estuvo lejos de asustar a la mujer, que más bien iba divertida esperando aquella reacción.
Si usted dirá – había cuidado mucho de no tutearlo desde aquella noche, de pie en el umbral de la puerta, lo miraba calma.
InuYasha que permanecía con el auricular en la mano izquierda, mantenía aún la taza de café caliente en la derecha algo elevada del platillo.
Maldición Kagome, ¿por qué este café esta caliente?...- reclamó molesto, pues ya se había acostumbrado a que ella le servía el café a la temperatura exacta para beberlo.
Dadas las circunstancias – respondió indicando con un gesto el auricular en la mano de su jefe y por tanto su llamada "privada" – no creí que notara o caliente del café – continuó con sorna, notando que el escritorio estaba algo mojado por parte del líquido de la taza que de seguro él había derramado en el momento de tocar sus labios.
Te llamó luego…- se le escuchó decir a su interlocutor, terminando con la llamada, mientras veía como la mujer salía de la oficina y volvía a entrar con un rollo de toallas de papel, con el paso seguro y su figura ceñida por las ropas oscuras que este día en particular vestía - ¿qué clase de broma es esta?...- decía mientras que ella tomaba unas hojas de papel absorbente y comenzaba a limpiar el escritorio ignorándolo -… Kagome te estoy hablando…
Y yo te estoy escuchando…- respondió, sonaba molesta, pero él no entendía bien por qué, ciertamente su relación lejos de haber mejorado, parecía aún peor, pero lo que acababa de suceder y de decir, era algo que no comprendía.
Detén esto…- dijo mientras se ponía de pie y sostenía la muñeca de Kagome, con bastante fuerza impidiéndole que continuara con su labor.
Suéltame…- le pidió intentando no mostrar desconcierto, con los ojos oscuros fijos en él.
No lo haré hasta que me digas qué demonios te pasa…- respondió con total convicción, jalándola un poco hacía su cuerpo, obligándola a pegar su costado al escritorio.
¿Qué me pasa?... – preguntó ahora enfrentándolo con bastante rabia, una que desconocía sentir ciertamente y que se había gatillado a raíz de aquella simple pregunta.
Si dilo…- la instó alzando un poco el mentón ante el desafío de los ojos oscuros.
Que no quería convencerme de que fueras el desvergonzado que realmente eres…y suéltame…- tiro de su mano luego de responder.
La otra noche rogabas por tener a este desvergonzado dentro de ti…- respondió con el orgullo tan herido, sin poder evitar sentirse ante eso realmente como el desvergonzado que ella reclamaba – maldición Kagome…- dijo apretando los dientes, para luego abalanzarse a tomar los labios, que esta vez lo rechazaron.
Suéltame InuYasha…- pidió la mujer cola voz calma y el rostro girado sin mirarlo, él tragó saliva y la soltó dándole luego la espalda.
Paso más tiempo del que deseaba observando las luces de los edificios que se encendían, se sentía molesto, consigo, con ella por no aclarar lo que tenía con ese hombre con el que vivía… por devolverle la vida de siete años en una noche y ahora mantenerlo de brazos atados sin saber cual era su rumbo… maldición… mascullaba, hasta que Kagome reapareció todo parecía tan claro, lo único que le importaba era tener una gran compañía, sin importarle como llegar a ello, sin embargo ahora, su mente estaba poblada de imágenes y todos sus sentidos llenos de ella…Kagome…
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Aquella mañana estaba como siempre dejando sobre el escritorio de su jefe el diario financiero que él le pediría, observó el lugar y suspiro, demasiada melancolía en tan poco tiempo, no sabía a que hora vendría InuYasha este día, últimamente las instrucciones se las estaba dando por mail e incluso los cafés se los iba a tomar a otro lugar, por lo general en la oficina de Kouga, sintió la puerta abrirse de forma abrupta tras de ella y se giró algo asustada, para encontrarse con un par de ojos dorados que recordaba muy bien, tanto su piel se erizo.
Veo que era verdad – dijo el hombre acercándose a paso seguro hasta ella, que parecía retroceder ante la cercanía, intimidada hasta que ya no hubo más espacio entre ambos y la tomó por la parte alta del brazo, sin mucho cuidado, levantándola.
Suéltame…- suplicaba a punto de llorar.
¿Es que ya se te acabó el dinero que te di?... ¿cuanto más quieres para alejarte de él?...- le hablaba con las voz profunda y decidida, amedrentándola con sus ojos fijos en ella, que solo atinó a cerrar los suyos.
Suéltame Sesshomaru – continuó pidiendo, mientras el parecía estar a punto de bramas sobre su rostro algún otro insulto.
Eres la simple hija de una cocinera y lo serás aunque vistas de traje – continuó observando la figura de la mujer, vestida con elegancia.
Me duele…-se quejó ante el agarré firme que el hombre tenía, mientras la arrastraba hasta la puerta de aquella oficina.
¡Vete! – le dijo, mientras la empujaba con fuera del lugar, casi arrojándola, Kagome chocó con los ojos cerrados contra un cuerpo que la sostuvo con firmeza para que no cayera, asegurándola contra sí.
¡¿Qué esta pasando aquí! – se escucho el estruendo casi tan poderoso como el de Sesshomaru, en la voz de InuYasha, tanto que parecían truenos según ella lo percibió, con los ojos cerrados aún aferrada al abrazo en que el hombre la mantenía. El hombre de cabellos platinados, se giró bufando para continuar la discusión con su hermano a puerta cerrada, dejando a la pareja atrás - …tranquila Kagome… yo solucionaré esto, ya lo veía venir…- dijo, mientras la miraba con gran ternura, descubriendo en sus ojos oscuros, las lagrimas que luchaban por derramarse, ella solo afirmó con un gesto y sintió los labios calidos de él en su frente.
La puerta llevaba largo tiempo cerrada, y de tanto en tanto sentía las voces fuertes y molestas de los hombre, temiendo quizás que se dañaran más allá de las palabras, y sintió la puerta abrirse y la figura imponente de Sesshomaru cruzar el pasillo, para dejarle caer una mirada gélida, antes de abandonar el lugar. Por qué le temía tanto al mayor de los Taisho, hasta el punto de no ser capaz de defenderse de él… quizás por que comprendía que el peor error que había cometido, era recibir ese cheque que le dio, para desaparecer para siempre de la vida de InuYasha, pero por lo visto el destino les tenía deparado otro camino a ambos…
InuYasha la observó desde el umbral de la puerta de ébano, pero ya aquella ternura que tuvo, había desaparecido, en sus ojos había lago distinto que no logró descifrar… ¿desilusión?...se mordió el labio, afirmando una vez más que aquella había sido una mala decisión.
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Estaban ya en la recepción que se dio para celebrar el inicio de la fusión entre "Shikkon Company, Modernity and Vision of Future" y "Shinidama-chuu Company, Buildings of the Future", muchas personas que no conocía estaban en aquel lugar, elegantemente decorado, con un escenario central, para que los altos empresarios se dirigieran a los presentes, ya había hablado el señor Yamasaki, a quien Kagome conoció en su visita desde China, Kouga Satoichi, como Gerente del Departamento de Marketing, parte importante de esta unión. Ahora le tocaba el turno a InuYasha y ella se mantuvo expectante, se veía realmente guapo en aquel traje "Arman", muy similar al que ella misma le arruinara el día que llegó, notó a la distancia a un emocionado Jakotzu que intentaba hacerle señas a su jefe con un pañuelo rosa bordado que ella le conocía, y no pudo evitar sonreír al recordar algunos de los comentarios que el joven de delicados modales le hacía cuando veía pasar a InuYasha aunque fuera desde lejos, que si sus hombros eran tan anchos que de seguro prestaban un gran apoyo a la hora de la intimidad, que si su trasero se veía tan bien cuando metía las manos a los bolsillos del pantalón, Kagome solo se limitaba a afirmar en silencio los dichos de su amigo, ya que bien sabía que tenía toda la razón.
De pronto notó como InuYasha presentaba a una persona que no recordaba entre la lista de los invitados como una de las venidas desde China, así que prestó mayos atención, para descubrir que se trataba de la mujer que aparecía en aquella fotografía junto a él… la mujer de largos cabellos lisos y oscuros, de mirada misteriosa.
Bueno les presento a la Señorita Kikyo Tokiyama, nuestra nueva Gerente Comercial…- hizo una pausa en la presentación, fijando sus ojos dorados con aquella misma extraña mirada, del día en que Sesshomaru salió de su oficina, en los de Kagome, para continuar, con la voz ronca y profunda -… y mi novia…
Sintió como se le helaba la sangre y la copa de champagne que mantenía en su mano con distinción, comenzó a inclinarse casi apuntote volcar su contenido, las piernas se le aflojaron y el corazón le dio un salto dentro del pecho que casi la dejo sin aire, pero entonces sintió el susurró de una voz masculina en su oído…
Ves… esa es la cláusula del contrato, de la que tu jefe nunca te habló… - se giró entonces aún perdida en su impresión, para encontrarse con los ojos oscuros de un hombre vestido en un elegante traje Chino, larga trenza azabache y una sonrisa entre arrogante y amable…
Bankotzu…
Continuará…
