Capítulo XI
Tu Secreto
Llegó hasta la oficina, pasadas las once de la mañana, observó que el escritorio de Kagome estaba pulcramente ordenado, el perchero vacío, el lugar en absoluto silencio. Caminó hasta su oficina, empujando las puertas de ébano, y por primera vez desde que Kagome había llegado a trabajar con él, el diario financiero no se encontraba sobre su escritorio, el sonido del teléfono sobre el escritorio de su asistente lo alertó, caminando hasta el aparato a grandes pasos para contestar una de las tantas líneas que comenzaron a sonar.
-¿Si?...- consultó algo extraviado en el manejo del artefacto - … no ella no esta… podría llamar más tarde… si… ¿de dónde dice que llama?... esta bien… ¿si?...- contesto esta vez otra línea de las que aparecían encendidas - …Kouga… ¿qué reunión?... demonios…
Dicho aquello cortó la línea con rapidez sin prestar atención al resto de los llamados y se encaminó hasta el piso veinticinco, lugar en que, según lo que Kouga le informó, lo esperaban hacía más de media hora, no había recibido su llamada, la que normalmente le hacía su asistente para recordarle sus compromisos, esto ya le estaba pareciendo demasiado extraño.
Luego que se reunió con la plana de Marketing de ambas compañías, tuvo que volver a subir hasta su oficina y revisar en el computador portátil asignado a su asistente un informe que necesitaba… sin poder dar con él, paso más de veinte minutos intentando encontrarlo y no escucho los pasos de la mujer que entró, concentrado en la computadora de Kagome con el fin de encontrar la información que necesitaba. Ella se puso de pie frente a él, cruzó sus brazos sobre el pecho, vestida elegantemente con traje formal, toda una ejecutiva, con el cabello negro y alisado tomado en una coleta baja que dejaba algunos mechones algo más holgados sobre sus hombros, un peinado muy sereno, sus ojos oscuros fijos en la figura de quien ahora era su novio.
-Te estamos esperando amor – dijo con la voz calma, pero algo carente de emoción, cosa que InuYasha había notado es de que la conoció, una mujer inteligente y preparada, que estaba como mano derecha de Shinidama-chuu Company y ahora por una cuestión de conveniencias era parte importante de la fusión de ambas empresas, sobre todo considerando que era la hija del presidente de la compañía China.
-Ya…ya voy…- titubeo un poco cuando la tuvo frente a él, sobre todo ahora que se había apoyado en el borde del escritorio, como chequeando lo que él efectivamente estaba haciendo, ante lo cual InuYasha cerró el notebook, mirando fijamente sus ojos preguntándose ¿si realmente se parecía a Kagome, como pensó la primera vez que la vio… pero luego concluyó que no, la calidez de los ojos de la mujer que amaba, era inconfundible, a pesar del tiempo y las adversidades…a pesar de lo que él había hecho…Kikyo observó el modo en que la miraba y sonriendo con suavidad, gesto que InuYasha pocas veces le había visto, le acarició el mentón.
-Vamos…- fue todo lo que pidió, en un tono demasiado complaciente, lo que hizo pensar a el hombre, que después de todo no sería el primero en casarse por negocios, y conocía muchos matrimonios que aparentemente eran felices… suspiro ante el pensamiento y notó que jamás imaginaria a Kikyo, por muy dulce que intentara ser con él, criando a sus hijos…
-.-.-.-.-
Los días pasaron entre una infinidad de reuniones de acoplamiento, en las que se limaban detalles correspondientes a la mentada fusión de ambas compañías, notando el caos en que se había convertido su propia oficina, negándose persistentemente a tomar una nueva asistente, bajo la presión de su hermano, que había vuelto desde China, lugar en el que se mantuvo alrededor de seis meses, para limpiar el camino en la unión de ambas compañías la Shikkon y la Shinidama-chuu, al igual que las familias, los Tokiyama y los Taisho, siendo los primeros de una alta estirpe en China, descendientes de Japoneses de la era Meiji, que se trasladaron a formar un imperio empresarial.
-¿Qué distraído haz estado?…- expuso Kikyo tomada del brazo del hombre que viajaba con ella en su Chrysler, observando sin mirar en realidad, las calles pasar - … ¿InuYasha?…- insistió al notar que no era escuchada, siendo observados a través del espejo retrovisor por un atento y silencioso chofer.
-Si claro, ya estamos por llegar…- dijo indicando el hotel en el que se estaba alojando Kikyo.
-Ves como tengo razón y no me pones atención…- reclamo con una expresión de niña mimada, a lo que InuYasha reaccionó tocando la mano con la que lo mantenía tomado.
-Lo siento, pensaba en la junta de mañana – mintió con una sonrisa algo lánguida – ¿qué me decías? – consultó.
-Que ¿cuándo me llevarás a conocer ese departamento que tienes?…- volvió a formular la pregunta que antes InuYasha no escuchó – dijiste que lo habías diseñado pensando en tu futura familia…
-Uno de estos días Kikyo…uno de estos días…- respondió volviendo a fijar la mirada en la calle, pero la mujer no cesaba con sus preguntas.
-¿Cuándo contratarás una nueva asistente? – en ese momento soltó su brazo y se acomodó un poco mejor en el asiento.
-No lo sé – respondió con la voz seca, como indicándole que no deseaba hablar.
-¿Aún esperas que vuelva esa chica tan eficientes que decías tener?- continuó con el interrogatorio, haciendo caso omiso de la muestra de molestia que él hizo, al arrugar su ceño, notándolo ella de reojo.
-Sería lo ideal…pero no creo que lo haga ya…- soltó levemente el aire, como en un suspiro que no deseaba que fuera escuchado, sabía perfectamente que Kagome no volvería, pero no quería oír a su conciencia que le decía que la culpa era toda suya… no podía olvidar laminada asombrada e increíblemente dolida que ella tenía el día que se concretó la fusión, el día que presentó a Kikyo como su novia…
Recordaba muy bien que vio al hijo del señor Yamasaki acercarse a ella y llevársela por entre los invitados, un agudo dolor en el pecho y en las entrañas le habló de los celos imperantes en él, tal ves debió decirle antes, pero este compromiso era algo que había decidido antes de reencontrarse con ella y que le convenía sustanciosamente a su Compañía, no podía dar marcha atrás solo por que ella apareciera otra vez en su vida…¿era eso tan difícil de comprender?...
-Llegamos…- escuchó la voz de Miroku, y lo miró algo distraído por entre el espejo retrovisor, reaccionando ante la mirada de su novia, que lo observaba con esos ojos oscuros que parecían reprocharle su falta de atención. El chofer se bajó del vehículo y abrió la puerta para que Kikyo se bajara.
-¿No subirás? – consultó ella, siendo demasiado perceptiva como para no notar que su "novio" estaba lejos de cumplir su papel como tal, con ella, ya que llevaba bastante tiempo intentando tener un momento a solas y no lo lograba.
-Hoy no Kikyo…- respondió intentando formar una sonrisa, ella bufó sutilmente algo derrotada y se abalanzó con suavidad sobre él para darle un apasionado beso, el que le fue respondido solo cortésmente.
-Nos vemos mañana – dijo la mujer, sin esperar una respuesta, recibiendo la mano que le ofrecía el amable chofer, para salir del vehículo.
Esperó con la mirada ida nuevamente en la calle, este día en particular habían terminado algo temprano, el resto de los días las juntas se habían extendido hasta altas horas, notó como Miroku se acomodaba nuevamente en el asiento del conductor y a través del espejo redirigió unas palabras.
-¿Te llevó a tu departamento?...- consultó algo preocupado ya que veía hacía días que InuYasha incluso había perdido su mal humor, y eso ya era decir demasiado, simplemente estaba perdido en sus pensamientos todo el tiempo.
-Ciertamente preferiría un bar – respondió sin que aquello fuera en realidad una orden, más bien sonó a un deseo de evasión. Miroku se giró en el asiento, para hablarle mirándolo directamente.
-¿Y por qué no mejor te llevo a la casa de cierta mujer que te tiene de cabeza? – preguntó recibiendo de lleno la mirada algo confusa de InuYasha, que sabía a la perfección de lo que su amigo le estaba hablando
-¿Y quién te dijo que me traía de cabeza?- respondió observando nuevamente a través de la ventana – además tengo novia ¿lo olvidas? – concluyó.
-Por favor InuYasha, esa relación tiene tanto fuego como la cima de los Himalayas – agregó Miroku mientras comenzaba a encender el automóvil – bueno entonces… ¿a dónde te llevo?...
-Al departamento Miroku…- contestó desalentado, no sabía bien por qué no iba con Kagome realmente, si por no tener argumentos para enfrentarla, dadas las circunstancias, o bien por temor a que ella ciertamente no quisiera ya escucharlo.
Avanzaron algunas calles y sentía a cada momento más ansiedad, no había podido quitar de su retina e incluso de su piel, los momentos compartidos con Kagome, al punto que sentía que deseaba escapar de todo y de todos, llevársela lejos de los recuerdos dolorosos de su pasado olvidando por qué la había dejado, olvidando tantas cosas que sentía que los separaban, estar solo con ella. En el fondo de su alma sabía que se debían una segunda oportunidad.
-¿Efectivamente recuerdas cómo llegar?- preguntó anhelante, viendo a través del espejo la sonrisa de su amigo.
-Si señor…- respondió Miroku, girando en ciento ochenta grados en la primera oportunidad que encontró, llevando a un InuYasha temeroso como un adolescente, sin saber qué decir o hacer, simplemente deseaba verla.
Cuando luego de algunos minutos de viaje, se estacionaron frente a la casa que recordaba que Kagome habitaba, se quedó sentado en el lugar contemplándola, tragó saliva, sabiendo que si había llegado hasta aquí, no era para quedarse en el vehículo.
-¿Qué pasa?... ¿dónde esta el gran señor Taisho?...- consultó divertido Miroku, girándose en el asiento, para mirar a su amigo. Que le sonrió levemente en el momento en que abría la puerta.
Se bajó y caminó con calma hasta la medianamente alta reja de bambú, era una casa más bien del estilo de las antiguas construcciones, empujó con cuidado la reja, que se abrió con bastante facilidad, se adentro en un basto jardín muy casero, se notaba bastante la ausencia de un profesional, nada parecido al lugar en el que había crecido, un sendero de piedras, lo llevó hasta un espacio abierto de hierba verde, el día estaba algo calido a pesar de que era casi invierno, observó a algunos metros una casa, mayormente de madera, con lo que confirmó su primera apreciación de que se trataba de una construcción al estilo antiguo. Intentó enfocarse en la entrada y se quedó de pie por un momento, quizás juntando el valor para continuar, cuando de pronto sintió un tirón bastante peculiar en el lado izquierdo, justo en la parte baja de su chaqueta, se giró, para encontrarse con un par de ojos pardos que brillaban con una calidez que reconocía.
-Hola, soy Senkai… ¿quieres ser mi amigo?...- preguntó con una vocecita amable, sonriendo al hacerlo y tirando aún de la chaqueta. InuYasha se quedó sin poder responder, demasiado confundido - ¿por qué no contestas, ¿eres mudo?... mi mamá el otro día me explicaba que existen personas que no pueden hablar… ¿tú eres así?...- continuaba preguntando el pequeño.
-No…- negó con la cabeza, respondiendo con la voz algo ida, observando que el niño, de unos seis años según le calculaba que traía su cabello negro como la noche, tomado en una coleta baja, tragó saliva mientras que se giraba para quedar frente a él.
-Que bueno…pero ¿quieres ser mi amigo?... aunque mi mamá me dice que no hable con extraños – dijo cambiando a un tono algo preocupado, mientras que InuYasha continuaba escrutándolo y en su mente se repetían las frases del pequeño, "mamá", "mi mamá"- … pero tú no pareces malo…- concluyó el niño aceptando que el hombre que acababa de llegar podía ser su amigo.
-¿Quién es tu mamá?...- preguntó InuYasha agachándose a la altura del pequeño, pero antes que este respondiera escuchó una voz que con suavidad llamaba, saliendo de la casa.
-¡Senkai!... esta lista tu leche hijo… ven a tomártela…- la mujer de oscuros ojos se quedó estática algunos pasos fuera del hogar, dejando de agitar un biberón que traía consigo, al ver al hombre que se encontraba a escasos metros de ella y junto a su hijo, que la miró alarmado y redirigió una retadora mirada luego.
-¡Mamá!... ¡te he dicho que no me traigas el biberón cuando estoy con amigos!...- le reprochó, con enfado el pequeño, mientras caminaba hacía ella, con ambas manos en la cintura. InuYasha se puso de pie y enfrentó la mirada pasmada de Kagome.
-InuYasha...- musitó su nombre sin saber que más decir, observó al pequeño que le exigía su biberón y se lo pasó. Notando como el hombre se acercaba a ella a grandes pasos, por lo que decidió retenerlo e intentar sacarlo del lugar, sin éxito, ya que InuYasha en cuanto sintió las manos de Kagome sobre sus brazos hizo un fuerte ademán para desprenderse de ellas.
-¡Jah!...- exclamó con los ojos encendidos en ira, retrocediendo ante el tacto de la mujer.
-InuYasha... déjame explicarte...- le pedía asustada e inquieta, notando la furia y la confusión en los dorados ojos de el hombre.
-¡Suéltame Kagome!...- gritaba ya sin poder controlar el tono de su voz ronca y angustiada, retrocediendo.
-InuYasha...- decía ella, cerrando los ojos ante la desesperación de él.
-¿Qué?...- decía con molestia, ahora tomando a Kagome por la parte alta de los brazos, con demasiada fuerza, como queriendo enterrarle imaginarias garras para causarle dolor, quizás, el mismo que él estaba sintiendo en su alma - ... ¡eres una maldita!...- gritaba ya sin control - ... ¡la misma maldita descarada de hace siete años!... – Kagome había comenzado a llorar, pero de pronto sintió como de la nada InuYasha la había soltado y un fuerte puño se poso en el rostro de él.
-¡Déjala! – gritó con fuerza Houjo, parándose entre InuYasha y Kagome, esperando el golpe de vuelta.
InuYasha se paso la mano por la boca que había soltado un leve hilo de sangre y sonrió con arrogancia, mientras que se abalanzaba sobre su contrincante, pero no contaba con que Kagome se pondría en el medio, sosteniéndolo por el pecho con todas sus fuerzas, para que no avanzara...
-¡Basta InuYasha!...- gritó a todo pulmón, tan fuerte que parecía que la garganta se le iba a desgarrar -... ¡vete de mi casa!... – en ese momento ante la fuerza de las palabras de Kagome, él la miró y en sus ojos había la furia de una fiera defendiendo lo suyo... retrocedió un par de pasos...
-Maldición Kagome...- dijo con la voz roída y el rostro dolido, fijo en los ojos de ella, que se veían implacables - ¿por qué?...te amaba... de verdad te amaba...
-Sal de aquí InuYasha... no es el momento – dijo con decisión, pero ya con un tono más calmo - ...mi hijo esta aquí...- cuando ella dijo aquello, InuYasha miró al pequeño que estaba de pie junto ala puerta de la casa, con el biberón entre las manos, con los ojos asustados y vivos, puestos en él... y un sentimiento de pesar se apoderó de su corazón... tragó saliva dándose la vuelta para salir de aquel lugar...
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Estaba Kagome, con su hijo en el regazo, con la tenue luz de una lámpara iluminando la habitación, completamente llena de peluches y automóviles de juguete, el pequeño, con su pijama de estrellitas, con los ojos casi a punto de dormirse.
-¿Mamá?...- dijo con la voz adormilada.
-Dime mi amor...- respondió con una suave voz, tanto que parecía incluso melodiosa, al menos para el oído del niño.
-¿Por qué estaba tan asustado ese señor?...- consultó, intentando no dormirse antes de recibir una respuesta y ante la mirada asombrada de su madre, comprendiendo que simplemente los niños ven lo que los adultos no.
-Ah...hijo...- suspiro –la vida es compleja, tanto como los sentimientos... y él tiene miedo de enfrentarse a sí mismo...
-¿Lo ayudarás?...- preguntó, ya con los ojos cerrados y Kagome se quedó en silencio, sin saber cómo responder a eso, después de todo InuYasha debía enfrentar sus temores así como lo había hecho ella, una difícil tarea.
Recostó al niño en su cama y lo arropó, besó su frente y acarició su cabello, ahora suelto y oscuro, tanto como el de su padre. Ya no había secretos en su alma, éste había sido develado, y aún a pesar de todo esto no entendía como podía seguir amando a un hombre que no veía más allá de su nariz...
-InuYasha...- suspiro al aire, apoyada en el umbral de la puerta -... finalmente hoy conociste a tu hijo y no pudiste verlo...
Continuará...
Vaya que capítulo, bueno ahí esta la respuesta descubierta por varias déjenme decirles, no sé si yo dejé demasiadas pistas o ustedes me salieron muy suspicaces... InuYasha definitivamente tendré que analizar su vida, el pobre esta muy perdido... y solo, por que aunque tenga novia... bueno... veremos si busca consuelo por ahí... por el momento es todo.
Besitos y se me cuidan y sus reviews están geniales me encanta leerlos... lo hago a lo menos dos veces por cada uno.
Anyarita
