Capítulo XII

La carta

Miroku aún no sabía lo que le había sucedido, se subió al automóvil, con las ropas algo desorganizadas y el labio partido y sangrando levemente, los ojos molestos y en completo silencio, lo único que le ordenó, con aquella voz imponente que utilizaba cada vez menos, fue que lo llevara hasta su departamento. Una vez ahí, se quito la chaqueta y la dejó caer sobre uno de los sillones, la corbata luego, desanudada con algo de violencia, se sirvió una copa y se tumbo en el otro sillón, observando a través del ventanal el paisaje, claro que sin ver, lo único que gobernaba en su mente era el hecho de que Kagome tenía una familia con ese tal Houjo, y que el único sobrante en esto era él mismo.

-Maldita seas Kagome…- exclamó molesto para beberse el resto del líquido de un solo golpe, se quedo observando la copa de cristal vacía - … por qué tenías que volver…- suspiro entonces apoyando el vaso vacío en su pierna derecha, echando la cabeza hacía atrás, para quedarse observando el blanco cielo - …y recordarme lo mucho que te amo…

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De mañana ese sábado, al día siguiente del incidente con InuYasha, Senkai jugaba en el jardín como solía hacerlo, de pronto entre los arbustos que cerraban el camino de piedras que daba a la puerta, vio un objeto oscuro que parecía de cuero, se acercó y lo alcanzó con sus manos pequeñas, se trataba de una chequera. Se sentó en el borde de uno de los anchos escalones, tres en total, que daban a la entrada de la casa, abrió el objeto sin saber qué eran, muchas de las cosas que había en su interior, algunas tarjetas y un talón con hojas impresas que se desprendían de una línea punteada, lo que le gusto mucho, luego de que había tirado de al menos unos cuatro, se detuvo en unas tarjetas de escritura dorada, que a la vista le resultaron atractivas, sacó una comenzó a juntar las letras.

-Inui…Inuia…InuYasa..no…Inu…Yasha…- intentó hasta que dio con el nombre que la tarjeta mostraba, sin reparar en los apellidos, con el nombre le bastó -… mi amigo… - recordó el nombre que su madre le decía al hombre que el había adoptado como su amigo. Tomó una de las tarjetas y la metió algo arrugada en el bolsillo de su pantalón, en el momento justo, ya que Kagome lo descubrió con la chequera en las manos.

-¿Qué tienes ahí Senkai?…- preguntó algo curiosa, notando enseguida de lo que se trataba -… dámelo hijo, eso no es tuyo… - pidió con voz de mando extendiendo su mano, el niño le entregó la chequera, aún con los cuatro cheques que había desprendido en sus manos algo arrugados por el susto de ser sorprendido – y eso también – continuó Kagome, recuperando lo que ella creyó la totalidad del contenido.

Luego de eso y de descubrir de lo que se trataba, esperó hasta el día Lunes y muy temprano telefoneo hasta la oficina de InuYasha, rogando por que le respondiera su asistente, la que al menos ella suponía él ya debía tener, con la suerte de ser atendida por una femenina voz muy grata.

-Buenos días oficina del señor Taisho – se escuchó decir a la mujer, que parecía bastante joven, por lo que no pudo evitar sentir algo de celos ante el pensamiento de que InuYasha estuviera rodeado de mujeres hermosas, pero luego concluyó en que aquello no tenía por qué importarle.

-Buenos días… sucede que tengo en mí poder algunos documentos que le pertenecen al señor Taisho…- dijo con calma.

-¿De casualidad no será su chequera?…- consultó la mujer algo ansiosa.

-Sí justamente.

Luego de las explicaciones que le diera la asistente de lo afortunado de aquel hallazgo, claro que ella desconocía el motivo por el que se encontraba en su casa, Kagome le dijo que pasaría a eso del medio día a entregársela a ella.

-¿Cuál es tu nombre? – consultó Kagome.

-Rin…- respondió la muchacha.

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Un par de horas más tarde, Kagome tomaba el ascensor al piso cuarenta, sabiendo que por la hora que era la gran mayoría de los funcionarios estarían almorzando, incluyendo a su ex jefe, por lo que iba relativamente tranquila, entró al lugar, vistiendo casual, un pantalón de tela negro, que se ajustaba a su cintura, una blusa en un tono rojo, lo que le daba un aire vivaz a su rostro y una chaqueta de mezclilla acordé con el pantalón, se acercó sobre los altos tacones de su botas lo que permitía que su figura estilizada se moviera con gracia. Una vez que se encontró frente al escritorio que antes ocupará ante la sonrisa amable y alegre de Rin, la nueva asistente de InuYasha.

-Buenos tardes – dijo con voz calma y extendiendo su mano para saludar a la mujer, que se puso de pie dejando notar sus formas femeninas y seductoras, una belleza serena era la que poseía y sus ojos castaños tan vivaces.

-Buenas tardes – respondió el saludo estrechando con delicadeza sus dedos- ¿usted debe ser la señorita Higurashi? – consultó con suavidad.

- Sí, lo soy – acotó Kagome, mientras que se quitaba el bolso que colgaba de su hombro y lo apoyaba sobre el escritorio para buscar en su interior la razón supuesta que la traía hasta aquí, de algún modo sabía que deseaba ver nuevamente a InuYasha, aunque dudaba encontrarlo – aquí traigo la chequera de la que te hablé – continuó con la mirada fija en el interior de su bolso, mientras comenzaba a sacar fuera el objeto.

-Pasa – la voz la obligó a girarse en dirección a la amplia puerta de ébano, que permanecía entre abierta dando paso a la figura masculina que le hizo saltar el corazón en un segundo y los ojos dorados de InuYasha fijos en ella, sin dar espacio a negativas, con ese modo de imponerse que solo él poseía y después de todo, ¿merecía su tiempo?... esa era una pregunta que hallaría una respuesta ahora.

Le sonrió con amabilidad a la nueva asistente, de alguna forma deseándole suerte en realidad, ya que el puesto ameritaba una gran paciencia. Se encaminó hasta donde estaba el hombre de pie y en el trayecto que contaba solo con algunos pasos, no pudo evitar recordar la pregunta que le hizo su hijo… ¿lo ayudarás?... llegó frente a él, esperando que entrara para hacerlo ella, pero InuYasha se quedó de pie un instante obstruyendo su paso, a lo que Kagome lo observó interrogante… pero fue entonces que en lugar de salir para que ella entrara, se hizo a un lado, dejando el espacio justo para que Kagome pasara, rozándose, el pecho varonil, con el hombro femenino, aprovechando en el paso, de aspirar el embriagador aroma del cabello azabache y ella su inconfundible perfume.

-Solo vine a devolverte esto…- dijo apoyando su bolso, esta vez en el escritorio de InuYasha que cerró la puerta dejando a una curiosa asistente en la sala contigua, sacando nuevamente la chequera se giro para extenderla a las manos de el hombre que la recibió al pasar junto a ella.

-Siéntate - le dijo, mientras que él se dejaba caer sobre su sillón gerencial, abriendo el objeto que le acababa de pasar

-No gracias…- respondió con un tono sereno, pero seguro.

-Aquí faltan cosas – acotó con completa calma notando que habían algunos cheques desprendidos.

-Ah… sí, lo siento…- exclamó con algo de prisa Kagome, buscando en su bolso lo que él nombraba – Senkai los desprendió antes de que me la entregara… - explicó, extendiendo su mano con los documentos algo arrugados, notando como InuYasha arrugaba el ceño ante el nombre del niño.

-Mm.… Senkai…- repitió mientras que recibía lo que ella le ofrecía, sin mirarla a los ojos aún, sintiendo una extraña inquietud ante el pequeño, ciertamente no podía tener nada su contra, pero sentía que el engaño de Kagome, tanto hacia él, como hacía el que suponía era el padre del niño ensuciaba todo.

-Sí, Senkai – dijo ella con el tono endurecido, como sintiendo que él rechazaba el solo nombre de su hijo, entonces fue que InuYasha la observó y pudo ver aquella misma estela de de defensa fiera que había tenido días atrás cuando él estuvo en su casa.

-No piensas cosas… no puedo tener nada en contra de tu hijo – se excuso, mientras que se dejaba caer en el respaldo del sillón.

-Mi hijo…- exclamo con algo de pesar al sentir que InuYasha hacía aquella diferencia, sabía bien que no había sido clara con él, pero ¿realmente se lo merecía?... no estuvo durante ningunote los cortos años de vida con los que contaba el pequeño, simplemente la hizo a un lado, por algo que ella desconocía, y aún así, lo siguió amando cada día, por haber dejado en ella la semilla de la vida y brindarle el tesoro más grandioso que podría anhelar, su hijo, si como él ya lo había dicho, solo suyo.

-Siéntate – insistió, sentía que habían miles de preguntas que agobiaban su mente y mermaban en su alma, partiendo por la razón que lo llevó a separarse de ella hacía siete años y llegando a la noche en que habían compartido un amor tan real, que aún le quemaba en la piel. Ella aceptó aquella segunda petición, leyendo en sus ojos la inquietud y sintiendo que después de todo no había nadie más que pudiera responder a su preguntas.

-Hazlo… saca de ti lo que deseas saber…- dijo con una calma que demostraba la sabiduría en sus palabras y la capacidad de misericordia en ella, sabiendo que su razón le hablaba de orgullo y dignidad, pero su corazón le pedía a gritos escucharlo, por qué él lo necesitaba. InuYasha suspiró pesadamente ante sus palabras.

-¿Por qué me ocultaste que tenías una familia? –consultó con la voz ronca y con los ojos endurecidos por el reproche.

-¿Importaba acaso?- preguntó ella de vuelta, suspirando como si aquello fuera un callejón cerrado, del que por más que quisieran, no lograrían salir.

-Claro que importa…- alzo la voz, incorporándose un poco sobre el sillón – a pesar de lo que puedas creer, aún conservó valores…

-¿No me habrías hecho el amor de saber que tengo un hijo? –consultó, con decisión, manteniendo la mirada dorada cargada de emociones.

-Y un esposo – completó InuYasha, lo que le pareció una omisión demasiado cómoda por parte de ella.

-Houjo no es mi esposo – continuó Kagome, mostrando una leve sonrisa.

-Amante… lo que sea…- dijo molesto, mientras que se volvía a acomodar atrás en el sillón – como sea… el padre de tu hijo…- ante aquella aclaración la mujer abrió los ojos con sorpresa, pensando ciertamente que ya nada podía sorprenderla.

-¿Crees que Houjo es el padre de Senkai? – consultó con una extraña expresión de incredulidad y diversión, ¿en realidad este hombre estaba tan cegado por su ira que no notaba nada?.

-Pues quién si no… que edad tiene tu hijo ¿cinco años?...- exclamó pasando su manos derecha por entre el cabello, junto a su cabeza.

-No, InuYasha, Senkai cumplirá seis años en unas semanas – diciendo aquello se puso de pie y se colgó el bolso en el hombro – suma… y dime quién es el padre.

-Jah… ¿insinúas que es mío? – le dejo caer la pregunta, poniéndose de pie y así encontrar a nivel mirada oscura que ella tenía en él.

-Ah… InuYasha…- suspiró algo cansada, mientras que se giraba para salir del lugar – cree lo que quieras.

-Si no hubieras jugado conmigo del modo que lo hiciste,… sabes, habría aceptado cualquier cosa que proviniera de ti, sobre todo un hijo…- sus palabras sonaban apesadumbradas y dolidas, pero Kagome ya estaba cansada de escuchar recriminaciones que sentí que no merecía.

-¿Qué hice InuYasha?... de una maldita vez dilo…- lo encaró, girándose y apoyando sus manos sobre el escritorio.

-Esto… - respondió arrojando sobre el mueble y frente a ella, un papel algo desgastado, que acababa de sacar de una caja de madera que había sobre su escritorio.

-¿Qué es esto?...- preguntó tomando el objeto notablemente arrugado, como su hubiese sido recogido de algún basurero, enfocó los ojos dorados que parecían tan tristes, y cansados de guardar esta especie de carga que ciertamente ella desconocía.

-Léela…- la instó, entonces Kagome arrugó el ceño y abrió el papel doblado en tres partes – esta es mi letra…- dijo algo sorprendida, pensó que se trataba de una de las cartas que le había entregado a InuYasha durante su noviazgo.

-Sino lo sabré – respondió él con pesar, mientras que se sentaba nuevamente en su sillón

Kagome comenzó a leer sin poder creer lo que lagarta le iba confidenciando.

"Mi amado:

No he podido olvidar las horas de pasión que compartimos, tus caricias y tus besos, aquellos momentos que me demostraron que sin lugar a dudas eres tú el único que me hace plena, el único al que podría amar el resto de mi vida, el único real, el que permanece. Ahora que InuYasha se ha marchado, he descubierto que siempre fuiste tú, que él fue un paso para llegar a ti… te amo… Sesshomaru…

Con más amor que nunca en mi vida.

Kagome"

Se cayó, literalmente, sentada en la silla que aún permanecía abierta, la que instantes antes estuviera, sus piernas no le respondían, estaba sin capacidad de razonar, la carta estaba fechada solo a un mes de que InuYasha partiera a China, esta era la causa por la que InuYasha la había tratado de esa manera, el motivo por el cual la abandonó cuando más necesitaba de él… su verdadera razón…

-Esto… - musitó desencajada, incrédula, a punto de gritar, sin saber si la voz le respondería – yo jamás escribí… esto… - argumentó, con los ojos llenos de lagrimas cristalinas a punto de rodar por sus mejillas – yo jamás hice…- se le atragantaron las palabras y tragó saliva dejando que las lagrimas cayeran, enfocando la mirada nuevamente en aquel papel arrugado y lo puso sobre el escritorio extendido y volvió a mirar a InuYasha, tan agobiada – yo no hice… lo que aquí dice…- InuYasha apoyó los codos en el escritorio y dejó que sus manos ocultaran su mentón.

-No sabes cuánto me quisiera creerte… pero las pruebas están en tu contra…- tragó saliva apoyando ahora su frente en las manos empuñadas, ocultando sus ojos de ella, para susurrar algo más -… no me digas que Senkai es mi hijo….por qué podría creerte…aún podría creerte…

Continuará…

Holitas, acá de nuevo desde Santiago City, en una madrugada algo fría, escribiendo para ustedes esperando poder completar las cuatro horas de sueño que me quedan para poder ir a trabajar… si no lo digan… el fanatismo que hace estragos en mí… mañana a puro café pasar él el mediodía y luego… pues veremos, por lo pronto contarles que este fic me va a matar de angustia… pufff, de a poco estamos sabiendo más cosas, y aún nos quedan un montón… de dónde habrá salido esa carta digo yo, pues de donde más de la maléfica cabecita de Anyara…que estos días a andado con el alma llena de alegría por cierta persona que llegó de pronto a iluminar su vida… sin nombres… solo espero que lea esto y de seguro sabrá que es él.

Besitos y dejen un millón de mensajes que es la mejor paga, pensé en agradecer a cada uno de los que me enviaron en el último cap. Pero ya ven no alcancé… espero que para el próximo…

Anyara

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