Capítulo XV
Olvidarte…
Se observó en el espejo por última vez, como escrutando los detalles de su atuendo, un vestido de color marrón que llegaba justo bajo la rodilla, haciendo unas pequeños ondas en esa zona, los tacones altos marcaban hermosamente sus pantorrillas, el cabello suelto sobre los hombros, con algunos rizos más definidos de lo normal de forma artificial con un aparato para ello, el vestido que llevaba un profundo escote que hacía ver su cuello más extenso, se acompañaba de una chaqueta que le llegaba a la cintura y un bolso pequeño que por ahora estaba sobre el tocador de la habitación de hotel en la que se estaba alojando.
Termino de rizar sus pestañas y marcarlas con algo de maquillaje, mientras que en ese silencioso ritual, su mente divagaba en un sin fin de posibilidades, no podía negar que Bankotzu Yamasaki le resultaba un hombre atractivo, sin decir que en estas últimas semanas, luego de la sorpresa que se llevó con aquella cláusula del contrato de fusión que incluía una boda, él había sido un gran pilar, además de sus amigos, impulsándola a seguir adelante, se preguntaba si sospechaba algo de lo que hubo entre ella e InuYasha, aún cuando recordaba aquel anunció, parecía volver a sentir el mismo vértigo que ese día y el estómago se le contraía, nuevamente.
-Pero ya paso…- dijo como intentando convencerse a sí misma que era así,
Ya había notado las miradas perturbadoras que el hombre de larga trenza azabache le dejaba caer, cuando creía que ella no se daba cuenta, pero aunque su experiencia amorosa fuera tan corta, había aprendido a tratar con los hombres, y es que después de todo sabía que era del agrado masculino, pero siempre mantuvo su corazón y sus sentimientos atados al amor que tenía por el padre de su hijo, pero estas últimas semanas, luego de ver como él sin más luego de aquella apasionada y sentida noche que compartieron, no había tenido la más mínima consideración, y comunicó su compromiso abiertamente como si estuviera restregándoselo en la cara, lo comprendió, sabía que no podía esperar que él aún la amara y el haber hecho el amor, lo asumía como su propia responsabilidad, a ella simplemente nadie la obligó…suspiró ante aquel pensamiento…¿y si Bankotzu deseaba terminar la noche entre las sábanas, ¿qué haría ella, no lo sabía, pero tal vez él podría ayudarla a sacarse a InuYasha del corazón.
-Después de todo ya eres una mujer…- se dijo a sí, mientras que terminaba de aplicar el carmín en sus labios, se observó cerrando el lápiz, y lo guardó en el bolso que llevaría, lo cerró y salió del lugar.
-.-.-.-.-
El sonido de sus propios gemidos, se confundían con los salidos de la boca del hombre que permanecía bajo ella, besaba y lamía su pecho y su costado, acariciando con sus pálidos dedos los pezones masculinos, una caricia que recordaba, con los ojos cerrados imaginando que su voz varonil y profundamente sensual era la de él, de InuYasha…por un instante lo logró confundiendo sus sentidos y se embargó de deseo, irguiendo su figura y moviéndose con fuerza sobre las caderas masculinas, que empujaban hacía arriba para entrar más en ella, sosteniéndola por las costillas, justo bajo los senos, con manos firmes, Kagome jadeaba y suspiraba en cada embestida, dejándose caer sobre sus palmas, asiendo las sabanas y el cabello oscuro de su amante entre sus dedos delgados, abriendo los ojos al momento de sentir que su clímax se hacía inminente, buscando los dorados del hombre que amaba, perdida en la locura de las caricias y el deseo, para encontrarse con los ojos oscuros de Bankotzu, bajo la luz tenue de la lámpara de su habitación de hotel. Kagome no pudo ocultar un ahogado grito de desesperación que le nació desde las mismas entrañas, como si un profundo dolor la hubiera cruzado, siendo fácilmente confundido con uno de placer por parte de su compañero, placer que ciertamente su cuerpo experimentó.
InuYasha se incorporó en la cama, con la penumbra rodeándolo todo, el sudor frió le mojaba el rostro y corría por su pecho, como si se encontrará en un extraño baño de vapor. Apoyó una mano al costado en la cama y se puso la otra en el corazón, sintiendo como se le oprimía, era una sensación desesperante, que incluso temió por alguna enfermedad cardiaca, jadeaba con algo de dificultad, notando como la presión no quería ceder, tomó una bocanada de aire que llenó por completo sus pulmones, ayudando a que aquella angustiante sensación se apaciguara, trago saliva y se hecho hacía atrás sobre la almohada, observando el blanco cielo de su habitación, se llevó las manos a la cabeza y las entrelazó en su cabello, notando lo húmedo que éste estaba, giró la cabeza y observó el reloj en la mesita de noche, las dos de la madrugada, y él con los ojos tan abiertos como si fueran las ocho de la mañana.
Una vez consumada la relación, Kagome salió del lecho en dirección al baño, descalza sintió el frió piso, envuelta precariamente en una bata, se miró ante el espejo y la congoja la inundó, ¿acaso esto debía sentir?... aprisionó la prenda que vestía sobre su pecho y la restregó en el, como queriendo quitar algo, como si limpiara algo en aquel lugar, se apoyó atrás en la pared llevando ambas manos hasta su rostro, deslizándose poco a poco hasta que quedó sentada en la helada cerámica del lugar, tragándose las lagrimas para que Bankotzu no la escuchara, intentando asumir como una mujer madura lo que acababa de hacer…ella no estaba traicionando a nadie… ciertamente era una mujer libre, al menos legalmente, sin compromisos formales, tomó aire y salió lentamente del cuarto de baño, observando que sobre la cama yacía la figura exquisitamente formada de el hombre con quien acababa de ¿hacer el amor?... se deslizó sobre la alfombra en silencio, notando que él parecía dormir, el torso descubierto y la trenza deshecha, dando paso a una extensa cubierta azabache sobre la almohada, no podía negar su atractivo, se giró en busca de algo con que cubrirse, cuando escuchó la voz varonil tras ella.
-Kagome, ven cariño descansa…- le dijo con los ojos entreabiertos y aquella sonrisa arrogante y amable que solía tener con ella, indicando el lugar junto a él. Kagome titubeo por un momento, sintiéndose tan absurda.
-Sí…- respondió acomodándose de espaldas a Bankotzu, aún con la bata envuelta en el cuerpo, la rodeo en lo que debía ser un calido abrazo.
-¿Pasa algo?...- interrogó el hombre, con la voz adormilada.
-No…- negó con un movimiento Kagome, y él ya no preguntó más, comprendiendo que no la conocía, ya que de ser así, lo habría notado.
Se ovillo en sí misma y sin saber como sus ojos ya estaban humedecidos por las lágrimas, porque a pesar de estar dentro de un abrazo calido, y de haber satisfecho a su cuerpo, sentía el alma tan vacía…se suponía que no debía de ser así…
Observaba la noche desde el gran ventanal de su sala, las luces apagadas, una bata abierta sobre los hombros y los ojos dorados fijos en la bahía de Tokio, sin saber que cruzando el Océano Pacífico que cubría sus orillas, se encontraba un alma perdida, clamando en silencio por su hogar…
"Asomaba a sus ojos una lágrima
Y a mis labios una frase de perdón...
Habló el orgullo y se enjugó su llanto,
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
Pero al pensar en nuestro mutuo amor,
Yo digo aún: "¿Por que callé aquél día?"
Y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?""
-.-.-.-.-
Cuando llegó esa mañana hasta su oficina, observó el escritorio de su asistente que se encontraba vacío, sus pertenencias estaban en el lugar, por lo que asumió que estaba en algún otro trabajo, de seguro solicitado por Sesshomaru, que últimamente estaba haciendo de Rin, su asistente privada, se preguntaba por qué no se conseguí una para él, o de una buena vez se llevaba a la suya, pero las cosas no podían seguir de este modo obligándolo a efectuar una serie de labores por si solo, aunque no debía de negar la ayuda que le había estado brindando la misma Kikyo, ya que antes de que ella llegara, la Gerencia Comercial se canalizaba a través de él.
Al empujar la puerta de ébano que separaba la recepción de su oficina particular, enfocó los ojos dorados en un sin fin de documentos que se encontraban en el lugar cubriéndolo todo.
-¿Es que no puedo uno ausentarse un día?-consultó en la completa soledad del lugar, caminando a grandes pasos hasta el escritorio.
-Claro que puedes, pero no desaparecer sin dejar señales – se vio obligado a girar ante el tono medianamente enfadado de su "novia", que permanecía apoyada con una mano en la manilla de la puerta, vestida como siempre con un elegante traje formal - ¿dónde estuviste todo el día?...
-Con… un amigo…- respondió mientras que se sentaba intentando organizar su escritorio.
-Un amigo… - repitió Kikyo avanzando hasta él, apoyándose en el borde del escritorio justo al lado de InuYasha, con los brazos cruzados y el cabello tomado en su tradicional cola -… te recuerdo que tú y yo, tenemos un compromiso pronto a cumplirse y hasta el momento aún me estas debiendo algo – dijo suavizando gradualmente el tono de su voz, mientras que se inclinaba sobre el rostro de InuYasha para tomar un beso, que no pasó de ser una caricia.
-Lo sé Kikyo…lo sé…- respondió sonriendo levemente, sabía que lo que su novia le reclamaba era una noche íntima que hasta el momento no se había propiciado y al menos él no sentía premura de hacerlo… ¿es que acaso las mujeres ya no deseaban consumar el matrimonio castas?... una nueva sonrisa apareció en sus labios, sabiendo que sus pensamientos no eran más que un salvavidas, pero por alguna razón no se había dado el tiempo de conocer mayormente a la mujer con la que se iba a casar.
-¿Y tu asistente?...- consultó intrigada la mujer, e incluso algo molesta, ya que se caracterizaba por ser muy estricta con el personal a su cargo y aunque en este caso Rin no estaba dentro de ese escalafón, ella debía hacerle notar al hombre que las cosas no andaban bien.
-Con Sesshomaru supongo – respondió algo despreocupado InuYasha volviendo a retomar los documentos que debía revisar y que se le habían acumulado en una sola tarde. Kikyo por su parte decidió tomar cartas en el asunto y marcando desde el teléfono de su novio el número, esperó con el altavoz puesto los sonidos de llamar…uno…dos…tres… y antes de que sonara el cuarto, se escuchó la voz femenina de la asistente responder.
-Buenos días… señor Taisho…- se escuchaba algo agitada y entonces InuYasha levantó la mirada para posarla en los ojos divertidos de Kikyo.
-Rin ¿qué haces ahí?...- consultó el hombre, con la voz profunda pero notoriamente interrogativa.
-Estoy… estoy ayudando al señor Sesshomaru…-dijo como si se encontrara muy nerviosa.
-¿En qué lo ayudas?...- continuó con el interrogatorio.
-Ya no fastidies InuYasha, enseguida irá – se escuchó la voz fuerte de su hermano antes de cortar la comunicación. Definitivamente debería buscarse otra asistente.
-.-.-.-.-
Un par de días más tarde, se encontraba nuevamente en su vehículo, frente a la cerca de bambú de aquella casa, sabía bien, por el calculo que había hecho Senkai con sus dedos que Kagome no llegaría hasta el día siguiente, pero es que no había podido dejar de oír en su mente la voz del pequeño llamándolo amigo en forma constante, no estaba muy seguro de qué lo había orillado a salir esa tarde, era sábado y ciertamente había pasado por la oficina durante la mañana, luego de eso se dirigió hasta una tienda algo alejada del núcleo de la capital, en la que vendían artículos de colección, compró un automóvil de carreras para armar, pieza por pieza y estaba ahí junto sobre el asiento del copiloto, este día en particular no tenía chofer, así que él conducía. Salió con la caja bajo el brazo, vestido de tenida sport, algo poco habitual, entró surcando el camino de piedras hasta llegar al pasos de la casa, tocó la puerta y encontró a una mujer de corta melena que le sonrió con amabilidad.
-¿Si? ¿Diga?...- consultó la mujer, que secaba sus manos en un delantal de cocina.
-Bueno es un poco extraño…- dijo InuYasha intentando sonreír - … soy amigo de Senkai…
-Ah… usted debe ser InuYasha, este niño no ha parado de repetir su nombre…- exclamó ella acentuando la sonrisa – pase, yo soy Eri, novia de Houjo - los ojos dorados se posaron en ella con algo de sorpresa, ciertamente no se había dedicado a interrogar al niño en su salida anterior, por lo que comprendió que finalmente Houjo no tenía una relación del tipo que él imaginaba con Kagome.
-Si lo soy…- alcanzó a decir antes de escuchar la voz inconfundible de su pequeño amigo.
-InuYasha… viniste…- le decía con los ojos brillantes de alegría mientras que le tiraba del sweater marfil que vestía, ante la mirada complacida de Eri, que a diferencia de Houjo, sabía perfectamente de quien se trataba, mientras que su novio salía de la cocina con un delantal idéntico al de la mujer.
-Sí, te dije que lo haría ¿recuerdas?... y te traje una sorpresa – se inclinó para entregarle la caja al niño, que la tomó considerando que era bastante pesada por lo que avanzó con ella hasta la sala y la dejó sobre la alfombre en la que solía jugar dentro de la casa.
-La cena estará en algunos minutos… ¿nos acompañas?...- consultó Houjo, a modo de saludo y bienvenida, ambos se miraron seriamente, sabiendo que esto era una especie de tregua, al tener de por medio a Senkai. Eri por su parte le sonrió apoyando la invitación de su novio.
-Si no es molestia – aceptó, encaminándose luego hasta donde se encontraba el niño, sentándose junto a él en la alfombra, comenzando a abrir el contenido ansiado de la caja.
Rato después habían cenado en calma, Eri y Houjo, recogieron todo y observaban de tanto en tanto a "los niños" intentando comprender en donde iba cada pieza, de las infinitas que tenían sobre la mesa central de la sala, advirtiendo InuYasha que este sería un trabajo de varias sesiones y ya era una hora prudente para marcharse.
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El vuelo se había efectuado mayormente en silencio, Kagome se escabulló en la lectura de un libro que había comenzado no hacía mucho, ciertamente lo menos que había hecho era leer, su mente estaba demasiado ocupada intentando digerir los últimos hechos, a simple vista parecía calma, pero dentro era todo un caos, sintió los labios húmedos de Bankotzu posarse en su mejilla y sonrió por cortesía, mirándolo apenas de reojo, como si realmente estuviera concentrada en las páginas, no podía negar que era un hombre amable y grato, que se había esmerado en hacerla sentir bien durante todo el viaje… pero no se sentía plena…algo le faltaba y sabía muy bien lo que era…¿pero tal vez con el tiempo?...
La puerta se abrió, dando paso a la figura femenina que el niño esperaba con ansias, vestía de ocasión con ropas cómodas y holgadas, un bolso pequeño en el hombro, dejó las llaves sobre la mesa de la entrada, sin preocuparse si quiera de cerrar la puerta, escuchando el correr de los pequeños pasos en el pasillo, preparándose para recibir a Senkai, que como cada día que cruzaba la puerta se le arrojaba a los brazos, y a ella eso le encantaba, aunque no podía evitar preguntarse ¿qué haría cuando el niño creciera más y ya no pudiera sostenerlo?... lo recibió, inclinándose un poco hacía atrás debido a la fuerza con que Senkai se arrojó, estampándole un sonoro beso en la mejilla, logrando que Kagome olvidara todo su pesar ante aquel dulce contacto, luego comenzaron a frotar su nariz una contra la otra, era un saludo particular que siempre practicaban.
-¿Cómo haz estado, mi amor?...- consultó con la voz suave y sonriente.
-Bien mamí…- respondió eufórico y feliz, definitivamente esta había sido un buen día para él - … estaba jugando con mi amigo…
-¿Tu amigo?...- pregunto, pensando que se refería a ese imaginario amigo que decía tener - ¿Shippo?
-No mamá, el no ha venido hoy…- respondió como si realmente estuvieran hablando de una perdona real.
-¿Y con quién entonces?...- volvió a preguntar, sonriéndole y manteniéndolo aún entre sus brazos.
-Conmigo…- respondió el hombre con la voz profunda y sensual que poseía de forma innata, las manos dentro de los bolsillos del pantalón oscuro, que provocaban una curva en el sweater holgado que vestía, se veía alto y seguro de pie en el pasillo a corta distancia de ella, sonriendo de esa forma arrogante y masculina que tenía.
-Kagome ¿en dónde pongo tu maleta?... ¿en el cuarto?...- consultó la voz fuerte, y amable de Bankotzu, que acababa de entrar tirando del equipaje de la mujer, quedando de pie tras la figura femenina, lo que dejo a los ojos de InuYasha el cuadro perfecto de una familia, lo que le laceró el intestino…
Continuará…
Bueno creo que este ha sido un capítulo un tanto complejo, sé que muchos tal vez se molesten, pero estas son situaciones de vida, aprendemos lecciones de nuestro errores, lo importantes es verlas, esta ha sido una historia que ha tomado varios aspectos de la vida de los seres humanos, los conflictos internos, y nuestra capacidad de crecer en base a ellos…
Besitos
Anyara
