Capítulo XVI
Me matas corazón
Llevaba días sin poder dormir como era correcto, se levantaba y caminaba por la casa en silencio, muchas veces se detenía frente a la ventana de su habitación a observar la soledad de la calle, las luces de los faroles del barrio en el que vivía iluminaban en forma precaria el interior de este a través de la delgada cortina transparente, las noches se comenzaban a hacer cada vez más frías, el invierno había llegado hacía varias semanas dejando aquella estela de melancolía por doquier, se abrazó a sí misma, intentando conservar el poco calor que portaba, apoyó la cabeza en el borde de la ventana sobre la cortina más gruesa que se mantenía reunida en ese lugar, se sentía triste, por contradictorio que pareciera, sola… sabía que tenía a su hijo, Senkai, él era un pilar demasiado importante y aquello no entraba en discusión posible, pero su soledad iba dirigida a otro punto, le faltaba el amor, ese que añoraba recordando los brazos de InuYasha, ese que no conseguía reemplazar en los de Bankotzu.
Tenía grabada en la memoria la imagen de los ojos dorados del hombre que primero parecía feliz al verla y luego se apagó, tanto que se marchó enseguida, y no lo culpaba, no sin antes despedirse del pequeño niño, que ella aún mantenía en sus brazos.
-Adiós amiguito…- dijo esforzándose por dibujar una sonrisa que incluso Senkai notó diferente, mientras acariciaba con afecto la cabeza del niño.
-¿Cuándo terminaremos el automóvil?…- consultó con inquietud, temiendo que su amigo no volviera y aquello fue algo que Kagome noto de inmediato.
-InuYasha podrá venir cuando quiera Senkai, así que no te preocupes…- se apresuro la madre a detener el pesar que notaba en los ojos de su hijo, a lo que InuYasha le respondió al pequeño con una sonrisa afirmativa, evitando por todos los medios mirar el rostro de la mujer a escasos centímetros de él.
-Así es, no te preocupes pequeño, tenemos un Ferrari que terminar y luego de ese te traeré un Lamborgini, ¿qué te parece?…- consultó, dándole ánimos, con un tono tan enternecido que Kagome no pudo evitar sentir que rompería a llorar, cuando noto una mano posarse en su cintura, recordándole que no estaban solos en aquel lugar, Houjo y Eri observaban la situación desde la entrada a la sala. Era Bankotzu.
-¡Un Lamborgi… un Lamborgi…!… mamí escuchaste – exclamaba muy contento medio saltando entre los brazos de su madre que lo sostenía ya con dificultad, intentando sonreírle, bajo la mirada atenta y escrutiñadora de Bankotzu.
-Buenas noches…- dijo InuYasha dirigiendo una mirada a la pareja que había servido como anfitriones, luego tomó la mano de Senkai y simuló estrecharla con fuerza – nos vemos amigo – adoptando aquella misma calificación que el niño utilizara con él, hizo luego un gesto con su cabeza levemente hacía Kagome apretando la mandíbula y encontrándose torpemente con la mirada marrón de la mujer que lo evitó al igual que él, para luego pasar a enfrentar esta vez sin vacilaciones, los ojos del hombre que permanecía junto a Kagome, con la mano posada en la cintura femenina, como si aquel simple gesto le marcara una pertenencia, apretó un puño, sin que fuera notado por nadie y esgrimiendo la voz más imponente que logró sacar de su garganta – Bankotzu…- concluyó, gesticulando levemente con la cabeza una reverencia de despedida.
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Las Compañías ya se encontraban en condiciones de comenzar a darle forma algunos de los proyectos que mantenían en carpeta, varios de ellos efectuados por el mismo InuYasha, que se encontraba en este momento en una reunión general, sentado a la cabeza de la mesa, con Kikyo a su derecha, Kouga un poco mas allá, sentado junto a Ayame, que con sus anteojos observaba las cinta que estaba siendo exhibida y en la cual se veían los planos y una representación digital del aspecto que tendrían los edificios, así como una explicación de los avances tecnológicos en ellos, a su izquierda, el Jefe del Departamento de Recursos Tecnológicos, un hombre bastante serio llamado Renkotzu, quien era el encargado de las labores investigativas para adquirir los suministros necesarios, equipos con tecnología de punta, para poder crear los "Edificios del Futuro". Sesshomaru observaba desde el lado contrario al que se encontraba InuYasha, cumpliendo su labor de informar al Directorio de la Compañía sobre el avance de las negociaciones y el desempeño de su Gerente General, su hermano menor.
El hombre con su cabello oscuro, perfectamente cepillado y el traje oscuro impecable, permanecía con los ojos dorados fijos en el lápiz que tenía entre los dedos, golpeando con el, el amplio escritorio de reuniones, las luces continuaban apagadas, mientras que el resto de los asistentes prestaban total atención a la cinta, que les estaba dando a todos conocimiento de hacía donde debía ir enfocado su trabajo, pero él no estaba prestando atención, lo único que tenía en su mente, incluso en momentos cruciales como este, era la imagen de Kagome en brazos de ese hombre, y sentía que la sangre le hervía, tragó saliva intentando calmarse ya que comenzaba a apretar la punta del lápiz contra una hoja de papel, a punto de traspasarla, sabía que lo que había visto era un toque demasiado seguro… pero tal vez era solo su mente que estaba elucubrando ideas, intentaba calmarse ante aquel pensamiento, pero no lo lograba, sabía bien que más allá de el atractivo que Kagome pudiera tener para él en particular, era una mujer hermosa, sin ir más lejos, el propio Kouga había hecho algunos comentarios, acerca de ello cuando llegó a trabajar a la compañía, apretó el lápiz, que estaba siendo un mudo receptor de todas sus sensaciones, en su puño, apretando la mandíbula con el ceño fruncido y los ojos a pesar de la escasa luz reinante, fulgurando. Hasta que sintió una suave mano posarse sobre la suya, con delgados y pálidos dedos, que por un momento, dentro de todas sus ideas, lo confundieron, para luego fijar su mirada en el rostro inalterable de Kikyo que continuaba observando la presentación, sin medias palabra.
-Estas muy tenso- dijo la mujer junto a él una vez que la reunión concluyó y caminaban por el pasillo que la llevaría a ella hasta los ascensores, para dirigirse a su propia oficina. InuYasha no respondió, pero hizo un movimiento con la cabeza intentando relajar su cuello, ciertamente estaba tenso, cansado y molesto – recuerda que tendremos una cena con los proveedores que Renkotzu contacto - continuó sin insistir en su comentario anterior, sabiendo que el hombre junto a ella le significaba una gran incógnita, había algo oculto tras la mirada endurecida de aquellos ojos dorados, lo podía intuir, era el hombre con el que se iba a unir en matrimonio y ciertamente conocía muy poco de él, en cuanto a su situación financiera y su vida social, sabía todo lo que había que saber, ¿ pero de él?... del InuYasha que se iba solitario hasta su departamento cada noche …¿qué?...
-Lo sé Kikyo… - contestó con las manos metidas dentro de los bolsillos del pantalón y sosteniendo una carpeta bajo su brazo, después de todo aunque fuera labor de Renkotzu el encontrar y contactar a los proveedores, no eran muchas las Compañías dedicadas a la creación del material que ellos necesitaban y debían estrechar lazos fuertes con quien se adjudicara el contrato y él tenía una muy excelente percepción para los buenos y los malos negocios.
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Llegó hasta el solitario departamento, dejó su chaqueta sobre uno de los sillones y comenzó a soltar su corbata camino al despacho que tenía en ese lugar, una vez que estuvo ahí, se tumbó sobre el sillón y observó sobre una chimenea similar a la que había en la sala, pero algo más pequeña, una serie de Vehículos de armado como el que le había llevado a Senkai, ya llevaba varios días sin verlo y no podía negar que sentía cierta cercanía con ese niño… sabía bien que la duda crecía cada vez más en su interior, había intentado no escuchar a su conciencia, pero cada vez que estaba con él, no podía evitar pensar en que podía ser su hijo…¿Por qué mentiría Kagome?...bufó ante aquel pensamiento y recordó las palabras de su hermano hacía casi siete años, "…no espero a que se enfriara tu cama, para meterse en la mía…" …¿acaso había pasado un mes desde que estuvieron juntos?...otra vez sentía que la historia se repetía… con una única diferencia, Kagome ahora no tenía compromisos con él…y él iba a casarse… eso era algo que no podía eludir…
-¿Hasta cuando permanecerás en mi alma Kagome?...- se preguntaba sin obtener respuesta, deseando dormirse tan cansado que ni en sueños verla, y contradictoriamente a eso, cuando cerraba los ojos anhelaba poder hallarla en ellos.
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Entró al salón en el que tenían reservada una mesa para la reunión concertada por Renkotzu, el lugar estaba bastante concurrido, era un elegante restaurante de comida tradicional francesa, que se encontraba alzado en un palacete perteneciente a una antigua familia, que lo construyó con fuertes tendencias europeas. Su novia que venía tomado de su brazo, vestida en gasas de un color azul pálido, que acentuaban delicadamente su femenina figura, acentuada en esta oportunidad por su larga y lisa cabellera oscura. Kikyo sonrió por entre los asistentes, al divisar a Renkotzu y su acompañante, así como InuYasha que se acercó extendiendo su mano cortésmente para saludar, notando que aún no se presentaban las personas que esperaban. Abrió la silla, para que su novia se sentara, cosa que ella hizo con bastante elegancia, dispuesto a hacer lo mismo, pero antes de ello, escuchó una voz masculina que reconoció al toque con sus tímpanos, girándose con premura.
-Buenas noches señores, damas…- saludo Bankotzu Yamasaki, que venía del brazo de su asistente – ¿creo que ya conocen a la señorita Higurashi? – dijo mostrando una sonrisa arrogante, pero en esta ocasión bastante distante de ser amable, era como si estuviera restregándole en la cara a alguien el venir con aquella mujer del brazo.
-Buenas noches – saludo Kagome al grupo en general, intentando parecer confiada y calma, sintiendo en su piel la molestia de InuYasha, pero ¿acaso él no venía acompañado de su novia?...
-InuYasha, te presento al señor Yamasaki, dueño de "Banryu Company", los encargados de crear nuestra tecnología para el futuro – anunció Renkotzu, completamente ajeno a la situación que estaba sucediendo entre aquellas personas.
La cena transcurrió en una calma y silencio tan incisivo que el aire se había vuelto denso únicamente alrededor que aquella mesa. InuYasha apoyado con una actitud con un brazo por sobre el respaldo de su silla, sentado de medio lado, sin quitar la vista Bankotzu, se limitaba a escuchar las propuestas que hacía, escrutando cada una de sus palabras difiriendo con él en el primer punto que encontraba.
-¿Pero dices que el lenguaje que utilizan para programar los sistemas es compatible con el mercado? – consultaba InuYasha, con la voz profunda acentuando su sonrisa cada vez que una nueva interrogante que forzosamente requería una respuesta afloraba de sus labios.
-Así es – confirmaba Bankotzu, apoyado con confianza en el respaldo de su propia silla, con el brazo extendido rozando con sus dedos, levemente el hombro de Kagome que se encontraba sentada junto a él.
-Entonces no me sirve, necesito un sistema exclusivo – solicitó, manteniendo el mismo tono, seguro y autoritario, creyendo que con ello dejaría a su contraparte sin argumentos.
-¿En cuanto tiempo?- consultó con decisión.
-Una semana – respondió sabiendo que la confección de lo que solicitaba necesitaba de un tiempo mayor.
-Lo tengo – respondió Bankotzu, sonriendo aún, como si nadie pudiera quitar de sus labios aquella victoriosa curvatura, sabiendo que estaba fastidiando a InuYasha.
Cuando ya estaban los postres servidos, la melodía que se escuchaba de fondo, los invitaba a bailar. InuYasha sentía que el estómago se le revolvía ante la visión de Bankotzu invitando con delicadeza a Kagome hasta el centro del salón, tal como lo hiciera la primera vez que lo vio. Tensó la mandíbula y acomodó su corbata, se puso de pie e invitó a su novia, tomando su mano hasta dirigirla a metros de la pareja que se les había adelantado. Tomó a Kikyo por la cintura y los brazos de ella le rodearon el cuello, era una de las pocas veces que habían estado tan cerca.
InuYasha no dejaba de observar a la pareja que se movía en completa armonía, Bankotzu con sus manos rodeando la cintura de Kagome, que vestía un traje cuyo fondo se mimetizaba con su piel, manteniendo una delgada tela sobre el, que tenía algunas figuras finamente bordadas en un tono violeta profundo, el cabello recogido por los costados, hasta formar una hermosa cascada de rizos azabaches que le llegaban hasta la cintura, realmente perfecta pensó…
Rodeando el cuello del hombre con el que bailaba, y observó como Bankotzu se inclinaba para murmurar quien sabe qué en el oído de Kagome, ante lo que ella sonrió abiertamente, entonces notó como él rozaba con su mejilla la de ella, cuando volvía a incorporarse, no pudo quitar los ojos de ellos, hasta que en un giró vio como la mujer lo observaba oculta en el pecho varonil de su acompañante. InuYasha sentía que la cercanía de aquella pareja lo estaba devorando y los celos se estaban corriendo por sus venas, mezclándose con su sangre e irrigando su cerebro de imágenes probables de amor entre ellos. Fue entonces que sin disimulo elevó una mano hasta el rostro de Kikyo y le alzó el mentón, para dejar en sus labios un beso profundo, con una pasión que por cierto ella desconocía, quitándole el aliento incluso.
Kagome sintió que el corazón se le oprimía dentro del pecho, ante la escena que presenciaba… ¿no debía sentir esto?... se cuestionaba, pero dentro la historia era otra, enlazó sus dedos en el cabello de Bankotzu, justo sobre el inicio de la trenza, más como un reflejo, inquieta cerrando los ojos, mientras que el cuerpo del hombre se giraba para dejarla de espaldas a lo que ya no quería ver, y entonces sintió como la mano de su acompañante subía de su cintura por su costado quedando bajo el brazo y de esta forma oprimirla en el limite justo de la decencia, alcanzando levemente su pulgar a rozar el inicio de su seno, para luego sentir como la mejilla de Bankotzu rozaba la suya guiándola hasta rozar sus labios, besándola entonces levemente, bajo la mirada centelleante de InuYasha.
La música terminó y el beso también, Kagome se disculpó y se encaminó hasta el tocador de damas, sin contar con el abrupto agarré de una mano fuerte que la sostenía por el brazo, obligándola a avanzar por el pasillo en una dirección que desconocía. Notó de inmediato el cabello suelto y oscuro de InuYasha que se movía ante ella, casi con tanta violencia como los pasos a que iba dando…
-InuYasha…- logró musitar sintiendo como se alejaban del resto de las personas
-Silencio – exclamó sin alzar la voz, pero con aquel tono imperante que poseía, mientras que abría una puerta observando en su interior, para luego arrastrarla del mismo modo que lo había hecho por el pasillo, pero esta vez dentro del cuarto vacío, escuchando una vez en el lugar, el clic de la cerradura…y luego unos labios que la besaban hambrientos de un amor que compartía…
Que haces que me entregas
La llave de tu sueño
Que haces que me enferma volverte a besar
Que haces tú por mí, que haces tú por mí
Que haces tú por mí, maldita traición
No ves que tengo miedo
Me matas corazón, y juegas a perder
Me matas y me obligas a caer a tus pies
Me matas corazón
Herido de amor, herido de amar
Siempre en silencio…
Principio del formulario
Continuara…
Espero que esta capítulo les guste al igual que los demás y mientras tanto hasta más rato… tendré que recurrir al oscuro brebaje preparado de granos… varios cafés por la mañana a ver si despierto… buenas noches chicos… Sesshi… ¿serás la primera?...
