Capítulo XVII

Aprendiendo con el corazón

Bankotzu se sentó junto al resto de los invitados, siendo seguido por la mujer que con delicadeza tomo una copa entre sus manos, Kikyo. Se sentía molesta, mucho, y sus ojos lo reflejaban de algún modo bajo la profunda rigidez que manifestaban, luego de que InuYasha la dejara en medio de la pista de baile con una torpe excusa, observó al hombre frente a ella, sin expresión al parecer, una nueva melodía comenzó a sonar, pero ninguno de los dos tenía a su pareja para bailar…

Que haces que me quemas

Cuando miran tus ojos

Que haces que aceleras mi respiración

Que haces tú por mí, que haces tú por mí

Sentía que le arrebataba el aire ante el solo contacto, obligándola a quedar contra la pared a merced de sus instintos, comprimiendo su cuerpo de forma furibunda, instándola con la presión de sus labios a abrir la boca introduciendo su lengua en ella, como si deseara explorar hasta su garganta, inquieto y desesperado, Kagome solo emitía profundos sonidos que no se podían definir ni como negativa, ni como placer, con las manos contra el pecho varonil sintiendo las de InuYasha la comenzaron a recorrer con una exquisita suavidad, a pesar de la premura y la consternación de sus besos, tocando por los costados la figura femenina, subiendo desde la cintura hasta el nacimiento de los senos de la mujer, que para entonces permanecía casi sin respirar, sintiendo el tacto, exquisitamente familiar y maldiciéndose a sí, por desfallecer de este modo ante él, respondiendo el beso y apretando sus dedos sobre la camisa de seda produciendo un roce eléctrico con sus uñas sobre la piel de InuYasha que pareció gruñir, bajando las manos por la cintura de la mujer, hasta sus caderas, sosteniéndolas y pegándola a su cuerpo, frotando su rígida entrepierna contra Kagome, con movimientos suaves y agonizantes, liberando finalmente el beso, para respirar sobre sus labios, demasiado agitado.

-Inu…Yasha…- susurró como intentando recuperar la cordura que él le robaba de improviso encendiendo su pasión.

Que haces con mi cuerpo

Que extraña tus caricias

Que haces que hipnotizas mi forma de amar

Que haces tú por mí, que haces tú por mí

-Dime… si él enciende tu piel…como lo hago yo…- preguntó en una especie de monologo que no esperaba respuesta, como si las inquietudes que gobernaban su mente salieran sin autorización, apretándose más contra ella, presionando su virilidad con necesidad – dime… si susurras su nombre… cuando él se bebe tu aliento…- decía mientras que arrastraba sus labios por la mejilla dejando un leve rastro de humedad, hasta llegar a su oído, prensando sus manos en las caderas que aún mantenía aprisionadas - … dime si lo gritas…cuando entra en ti…- la voz se le apagó en un nuevo gruñido, profundo e intenso, sentía el estómago comprimirse al imaginar cada escena que le iba describiendo a Kagome, cada pregunta que salía de sus labios con la voz ronca, era una tortura, saberla en brazos de otro, y el sentir como ella pretendía soltarse de él, lo hacían aferrarse más a su cuerpo, intentando evitar que se escapara.

Que haces tú por mí, maldita traición

No ves que tengo miedo

-No hagas esto… InuYasha…- pedía, notando el significado de sus preguntas, empujando con sus manos nuevamente el dorso del hombre, buscando salir de la prisión que él creaba - …déjame ir…

Sintió las manos fuertes que se desprendieron de sus caderas, para aferrar sus muñecas con violencia, y pegarlas contra la pared a cada lado, los ojos dorados de InuYasha entreabiertos, no miraban nada más que sus labios, mientras que ella los mordía con nerviosismo, el cabello oscuro del hombre caía libre por los costados de sus hombros ante la leve inclinación que mantenía, respiraba agitado y obligó con sus dedos a que ella abriera los suyos enlazándolos.

-InuYasha… por favor…- continuaba pidiendo con inquietud, sin saber si él realmente le estaba prestando atención, volvió a sentir la presión de su erguida entrepierna contra ella, mientras que InuYasha jadeaba y liberaba el aire pesadamente, de un modo tan exquisitamente perturbador que la hacía desear ser suya una vez más… pero las cosas habían cambiado tanto y la razón era más fuerte - … ya basta…

-¿Tanto te gusta… estar con él… qué no puedes esperar…? - decía casi en un hilo de voz, apoyando sus labios en el cuello de Kagome, sintiendo como se corroían sus venas por los celos de oliendo la piel, esperando quizás aún hallar su propio olor en ella.

Me matas corazón

Herido de amor, herido de amar

Siempre en silencio…

-No te hagas esto InuYasha...- pidió con un visible tono de reproche, y girando su rostro cuando él volvió a buscar su boca.

-Maldita seas Kagome...- decía con los labios pegados al rostro de la mujer, sin violencia en sus palabras -... dime si te derramas en él...como lo haces en mí...- consultó cediendo la fuerza en el agarre, perdido en sus pensamientos y dolores, anhelando en silencio que ella finalmente negara sus conclusiones.

-El sexo, siempre será sexo InuYasha... - dijo, comprendiendo que el placer de la carne era algo sustituible, lo que albergas en tu alma al momento de amar es lo que no puedes reemplazar con la misma facilidad.

-Pero yo...yo te amo...- le susurró relajando su cuerpo, permitiendo que ella se moviera con mayor libertad, dejando caer las manos aún enlazadas a los costados de su figura, mientras que aspiraba el perfume de su cabello.

-Es tarde ya para eso...

Me matas corazón

-.-.-.-.-

Llegó hasta la puerta de bambú que cercaba su hogar, el camino se había hecho en silencio, la cena terminó casi de forma inmediata, dejando algunos detalles para solucionar en otra reunión futura, a la que Kagome rogaba no tener que asistir. Cuando volvió del tocador al que jamás llegó, Bankotzu la esperaba en silencio, algunos metros de la novia de InuYasha que permanecía en el mismo estado, no se atrevió a enfrentar la mirada que sintió que ella le dejaba caer, de algún modo sentía que las manos de InuYasha las traía marcadas en el cuerpo, y de cierta forma sabía bien que era así.

Bankotzu le enlazó la cintura, pegándola a su cuerpo con suavidad, no podía negar aquello en él, tenía toques suaves y era agradable, pero aunque pereciera contradictorio, la forma impetuosa y apasionada de InuYasha le fascinaba… suspiro ante ese pensamiento, justo en el momento que el hombre que la acompañaba la iba a besar, deteniéndose.

-¿Pasa algo cariño?...- susurró la voz varonil, era la segunda vez que le preguntaba aquello desde que comenzaron a salir, y las dos veces la respuesta silenciosa era…InuYasha…

-No nada…- respondió entregándole un beso de consuelo, un pequeño roce afectivo, mientras que le tomaba las manos para que soltara su cintura.

-¿Por qué no vienes conmigo?...- le pidió sin permitirle soltarse

-¿A tu departamento?...- consultó, quizás meditando la idea.

-Sí, me gusta amanecer a tu lado…- continuó con voz mansa, buscando una respuesta positiva, rozando sus labios en el cuello de Kagome.

-Me gustaría…- respondió, volviendo a tomar las manos que le rodeaban la cintura- pero estoy muy cansada y mañana prometí a Senkai llevarlo de paseo…- continuó, logrando liberarse del abrazo, ante los ojos oscuros que la miraron con suma tranquilidad.

Bueno… como quieras…- fue todo lo que respondió Bankotzu, besando los labios de la mujer en forma fugaz, para dejar, un buenas noches, antes de subir nuevamente a su automóvil.

Kagome se apoyó en la puerta de bambú al cerrarla, sintiendo aún la presión del cuerpo de InuYasha en contra del suyo, cerró los ojos por un instante y suspiró, sabiendo que las cosas tarde o temprano caerían por su propio peso.

-.-.-.-.-

-Llegamos – se escuchó la voz de Miroku, una vez que se encontraron estacionados frente al edificio en el que estaba viviendo Kikyo. El viaje había transcurrido en absoluto silencio, ella, a pesar de encontrarse notoriamente molesta por la actitud de su novio, no hizo ni un solo comentario, pulcramente metida en su traje de gasa, sentada junto a él, espero hasta que el chofer le abrió la puerta para bajarse, se giró hacía él para despedirse, pero antes de hacerlo InuYasha la detuvo.

Rato más tarde, se encontraba la chaqueta de el hombre sobre uno de los mullidos sillones de un pálido color, la corbata sobre la mesa central de la sala, los zapatos de tacones sobre al alfombra continuando un camino de prendas dispersas. InuYasha mantenía una de sus manos enlazada al negro y liso cabello de Kikyo, que suspiraba con suavidad ante los besos apasionados que le iba recibiendo en el cuello, la gasa del vestido, abierta sobre el sillón en el que el hombre permanecía sentado, ella permanecía sobre sus piernas, la camisa de seda, completamente fuera del pantalón y desabotonada casi en su totalidad, con la otra mano apoyada en el muslo de la mujer, bajo el vestido, oprimiendo en aquella zona, dejando caricias pasionales e intensas. Esto era lo que Kikyo había estado esperando, una muestra tangible de que estaba comprometida en matrimonio con este hombre, que sin más decidió subir hasta su departamento y una vez en el, solo comenzó a besarla, jamás imaginó la insolente pasión que poseía, acariciándola como si no fuera la primera vez… pero ciertamente no le molestó…

La besaba y buscaba en sus labios, la forma de los de ella… había besado a más de una mujer en estos años, y a pesar que había dejado dormir aquel sentimiento al punto de convencerse que no existía, estaba ahí nuevamente. Besaba a Kikyo y la acariciaba y sentía lo suave que era su piel al tacto, una mujer nacida y criada entre baños de sales y perfumes, su cabello sedoso de deslizaba con sutileza entre sus dedos y la humedad de sus labios lo invitaban a explorar más… pero a pesar de todo ello no podía quitar de su mente la idea de que en este mismo instante, otra pareja debía de estar terminando su velada en similares circunstancias, lo que lo obligaba a besar con mayor ímpetu… acrecentando las caricias, deslizando la mano que permanecía en el cabello, por el cuello, hasta rozar el pecho descubierto de tela, luego los senos sobre el vestido, bajando con los labios por la garganta, escuchando las suplicas que aumentaban en cantidad e intensidad, de su novia, buscó el cierre que sostenía la prenda que lo separaba de la piel desnuda, bajándolo mientras que su boca comenzaba a abrirse paso bajando por el pecho pálido, sus dedos rozando la hendidura de la columna, escuchando la voz de Kikyo…

-Inu…Yasha…- imploraba ante los roces y el deseo que se hacia imperativo, pero entonces InuYasha abrió sus ojos, era su nombre, ahogado entre los gemidos de placer de la mujer que mantenía entre sus brazos… pero no era su voz… no era Kagome…

Se detuvo y dejó caer su cabeza atrás en el sillón, soltándolas manso hacía los lados, dejando a una perpleja y enardecida Kikyo, con la mirada interrogante. Sabía que tendría que dar una explicación, aún no sabía cual, pero esto él ya lo conocía, lo había vivido ya, y recordó las palabras de Kagome, dichas hacía solo unas horas…" El sexo, siempre será sexo"… ahora lo comprendía, el sentimiento perpetuo del amor, que era el que convertía en magia la unión, ése no existía entre Kikyo y él, ése, únicamente lo había conocido en los brazos de Kagome…

-Lo siento Kikyo…- dijo sin tener nada que argumentar, enfrentando los ojos confusos de la mujer - … lo siento…

-.-.-.-.-

Unos días después, se encontraba de pie, observando a través del cristal de la puerta, al interior de una habitación en a que se encontraban una serie de pequeños, sentados en sillas igualmente diminutas, coloreando un trabajo que les había sido entregado por la maestra. Había logrado que la señora Kaede, le permitiera ver un momento a Senkai, al parecer le había agradado a la directora del establecimiento, que salía de la sala con el niño de la mano, que en cuanto vio a InuYasha se soltó del agarre, para correr a los brazos de el hombre que se encontró de pronto sin pensarlo, cargando la figura pequeña de su amigo.

-Hola InuYasha…que bueno que viniste, pensé que te habías olvidado de mí, que ya no querías ser mi amigo – dijo, con un tono algo encaprichado.

-No… eres mi amigo, no me puedo olvidar de ti…- le respondió acariciando su cabeza como se le había hecho un habito ya.

-Solo unos instantes en el jardín de juegos –advirtió la mujer, con una suave sonrisa.

-Sí, muchas gracias – respondió InuYasha, mientras que el pequeño, le ordenaba un mechón de cabello que siempre se le venía hacía adelante y que ahora estaba siendo aprisionado por su figura.

-Como en dos días será mi cumpleaños...- consultó Senkai, como si no existiera ni una persona en Edmundo ajena a tal acontecimiento -… mamá me hará una fiesta…dijo que podía invitar a mis amigos… ¿vendrás?... – InuYasha titubeo por un momento, luego de lo mal que habían quedado las cosas con Kagome, y que decir con su novia, luego de la encendida de motores que le había dado, para luego no correr la carrera, no estaba de ánimos para encontrarse con la mamá de su amigo y menos, con el hombre con el que salía - …dime…¿vendrás?...- insistía, como era ya su costumbre.

-Bueno… la verdad, yo trabajo mucho…- trató de excusarse, pero en cuanto vio los ojos decepcionados de Senkai, no lo pensó dos veces – esta bien iré…- sintiéndose en parte pagado al ver el brillo en los ojos de un pardo tan claro del niño, que por un momento le pareció ver destellos dorados en ellos.

-Bajame, bajame… -insistió moviendo sus pies, como si aquello fuera a hacer más rápido su descenso – quiero mostrarte algo…- dijo, mientras que se quitaba la pequeña mochila de la espalda, para sacar de su interior una hoja algo doblada en las esquinas, extendiéndolo hasta las manos de InuYasha.

-Oh, que bien Senkai… ¿Quiénes son?...- consultó mientras que chequeaba el dibujo que el niño le acababa de entregar.

-Te digo,- respondió, mientras que tiraba del brazo de InuYasha para que se acercara más hasta él - … esta es mamá… ves su cabello tiene rizos en las puntas…- un detalle que al hombre le pareció muy interesante, dado que era la perspectiva de un niño - … este soy yo…

-¿Tan alto?...- InuYasha lo molestaba, notando como el pequeño arrugaba el ceño en señal de intranquilidad.

-Si… será dentro de dos días cuando cumpla los seis…- respondió convencido que al cumplir años crecería lo suficiente como para alcanzar a su madre.

-O ya veo…- dijo divertido InuYasha.

-Y éste, eres tú…- continuó indicando el tercer personaje de su obra - … te habría puesto al lado de mamá… pero…

-¿Te pusiste celoso?...- preguntó, recibiendo la mirada molesta del pequeño, que apoyó ambas manos en su cintura.

-No, yo no soy celoso… es solo que no se conocen mucho…y mamá no debe hablar con extraños…- lo menos que pudo hacer InuYasha ante tal comentario, fue dejar una sonora carcajada que acrecentó aún más la disputa entre los amigos…

-.-.-.-.-

Estaba Kagome sentada escribiendo las invitaciones para los pequeños amigos que Senkai invitaría, todos niños de su clase, le haría una fiesta, como cada año, lo hacía, sabiendo que esta la disfrutaría mucho más, ya que estaba más crecido y consciente, estos eran los momentos que ella consideraba recuerdos magníficos en la vida se un niño.

-Ya Senkai, tengo a Shinji, a Sakura, a Kenzuke, a Misato… ¿Quién más nos falta?... a sí…Touji y su gemelo Shinta…- decía Kagome, mientras que terminaba con las invitaciones de lo que a ella le parecían todos los invitados.

-InuYasha…- dijo el pequeño, jugando sobre la alfombra con uno de los automóviles que su amigo grande le había obsequiado. Kagome giró la cabeza hacía él, pensando en que tal vez escuchó mal.

-¿Quién dijiste hijo?...- preguntó, incrédula.

-InuYasha, mamá… mi amigo…

Continuara…

Aquí Anyara desde el planeta Senkai, escribiendo un nuevo capítulo de esta historia que me ha machacado la neurona hasta altas horas de la noche, pero crean que son sus reviews mi mayor alimento, me encanta leer lo que opinan y mientras más extensos mejor… si, sé que cada cual escribe lo que puede… pero por fis…En cuanto a la historia, sé que parece fácil solo unirlos de una vez y ya… pero no es tan fácil, ya que por lo que he notado a algunos se les olvida InuYasha tiene en juego su Compañía en este matrimonio que Kikyo desearía consumar antes de comprar, digamos que es mujer precavida…¿ y si no le gusta?... y al paso que va… pufff… Bueno InuYasha esta abriendo poco a poco los ojitos, la necesidad de saber probablemente lo lleve a conocer cosas que ni se imagina…

Es todo por esta noche y espero que les guste el capítulo…

Besitos

Anyara