Capítulo XVIII

Para amar

Le había dicho que la amaba, y esas palabras aún resonaban en su mente de un modo fulminante, sabía bien que intentaba olvidarlo, ¿pero cómo?... era difícil saber que era lo correcto, cuando sientes que el camino esta lleno de piedras y te agota, InuYasha aún no había sido capaz de aceptar que Senkai era su hijo ¿cómo podía ella aceptarlo?... además hablaba de amarla a puertas de una boda arreglada con otra mujer…¿qué era lo que él estaba pensando?... ¿acaso pensaba que ella aceptaría ser su amante?... hizo una pausa entre sus propios pensamientos, imaginando cada tarde de agonía esperando en silencio la llegada del hombre que aún amaba…¿acaso ella lo aceptaría?... un suspiro se le escapó notando las ideas descabelladas hacía las que la dirigía su corazón… era como si no importara el modo, solo amarlo… pero su razón prevalecía, y en ocasiones pensaba que era únicamente gracias al cable a tierra que se veía obligada a tener, por Senkai, de lo contrario… tal vez aceptaría incluso ser su amante… se detuvo cuando escuchó la pequeña voz de su hijo entrando con estridencia, este día en particular, había podido venir más temprano desde la oficina, ya que en Japón no era mucho la que había, el trabajo real estaba en China y eso de cierta forma la tenía algo inquietad, aunque sabía que podía ser aquella una buena puerta de escape.

-¡Mamá!...¡mamá!...- exclamaba logrando que sus cortos pasos sonaran en carrera por el pasillo, llegando hasta la puerta de la cocina en la que Kagome se encontraba ya con el biberón en la mano, para la leche de la tarde - … ¡ya entregué todas las invitaciones!...¡mamá!...- continuaba vociferando en completo control, siendo el integrante más pequeño, era el que más se hacía notar, hasta que llegó junto a su madre, que lo esperaba pacientemente, quizás una paciencia adquirida con el tiempo, con el ser madre a tan temprana edad, obligándola a reprimir sus ímpetus de juventud, entregándole una serena madures.

-Buenas tardes Senkai…- dijo ella, llamando su atención, mientras que comenzaba a retirar de la espalda del pequeño su mochila que no traía demasiadas cosas.

-Buenas mamá…- respondió, mientras que se apoyaba en el antebrazo de ella para acercarse a su rostro y darle un besito y aquel característico saludo de nariz que solían tener.

-Así me parece mejor- exclamó Kagome, ya con una sonrisa iluminando sus ojos.

-Terminé de entregar todas las invitaciones…- retomó su conversación el pequeño, mientras que metía la mano al bolsillo de su bolso, el lugar en que Kagome había puesto las tarjetitas, como intentando demostrarle que no había nada en su interior, pero luego su rostro mostró sorpresa – oh… faltó esta… es la de InuYasha...- Kagome pareció palidecer ante el solo nombre, finalmente había tenido que ceder a escribir una para "el amigo" de su hijo, bajo la insistencia sin tregua que puso el niño.

-Talvez él no pueda venir… - intentó hacerlo cambiar de idea una vez más, y aunque sabía que podía ejercer su autoridad y decir, simplemente no, ella tenía un modo de educar a su hijo, para que él pudiera decidir… claro esta dentro de los parámetros pertinentes, y aunque no sabía bien como se sentía con respecto a tener a InuYasha en su casa y tan cerca de ella nuevamente, tenía muy claro que su hijo estaba solicitando lo justo. Notó como Senkai se quedaba pensativo, arrugando el ceño, mientras que caminaba en dirección a la sala, lo que inevitablemente le recordó a las actitudes de su padre.

Cuando Kagome luego de haber llevado a su hijo a lavarse para poder tomar su leche, lo dejó que se recostara sobre el sillón, que a él le gustaba más, con el televisor encendido en un canal para niños, notó que éste continuaba con el ceño fruncido, lo que le indicaba que aún estaba buscando el modo de que su amigo InuYasha recibiera su invitación.

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Estaba inquieto, el cabello plateado tras la espalda y la mirada perdida a través del pequeño ventanal del departamento en el que se encontraba, ciertamente la vista no se asemejaba en nada a la del los latos pisos en los que acostumbraba encumbrarse, pero había una exquisita paz en el ambiente, la que confirmaba al sentir los delgados brazos femeninos que lo rodeaban abrazándolo por la espalda, sus ojos dorados fulguraron en un extraño sentimiento que no se atrevía a definir, un sentimiento contra el que llevaba tiempo luchando, pero que se ya no conseguía mantener confinado a algún lugar recóndito de su corazón, era un sentimiento que iba en contra de toda su visión clasista, un sentimiento que echaba por tierra todo por lo que había luchado, incluso del modo más soez e incorrecto…

-¿Te quedarás esta noche?...- consultó con suavidad la suave voz de la mujer que lo mantenía férreo en aquel abrazo, sin saber aún que tenía también su corazón.

-Lo haré…- fue todo lo que su ruda voz, logró exteriorizar, posando su mano derecha sobre una de las que ella mantenía en su pecho, sospechando la sonrisa que a él le parecía tan fresca y hermosa, de Rin.

Sesshomaru se giró, atrapando entre sus manos el rostro de ella, que se mantenía descalza sobre la alfombra, cubierta con una bata, él solo con su pantalón y la camisa abierta sobre los hombros, se acercó sin aviso previo, pero a la mujer no le sorprendió, así era él, había aprendido a conocerlo, sintiendo los labios varoniles, tomar profundamente los suyos, y sonrió entre el beso, al sentirse elevada por los brazos de aquel hombre que caminaba hacía la habitación, cruzando el breve espacio de la sala y comprobó una vez más, que lejos de ser el témpano de hielo que intentaba mostrar, era un ser dulce y amable, aunque solo lo fuera con ella…

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Se dejó caer en el respaldo del sillón de su oficina, se encontraba a puerta cerrada, ya por varias horas, chequeando una serie de documentos que no podía obviar, era "El Contrato de fusión", específicamente la cláusula final en la que se estipula, "De no hacerse efectivo dicho acuerdo, las Empresas Taisho, serán cedidas en su totalidad al consejo de Shinidama-chuu Company, para ser fragmentadas y vendidas al mejor postor… Se recuerda que la unión de las familias Taisho y Tokiyama, deberá tener un mínimo de doce meses, plazo en que la cláusula antes señalada, se mantendrá vigente". Cruzó las manos tras su nuca e inclinó el sillón hacia atrás, meciéndose en el.

-Un año…- susurró, sabiendo que ese era el tiempo que debía estar casado con Kikyo, y dados los últimos acontecimientos con su novia, no estaba muy seguro de que ella ya quisiera llevar adelante el matrimonio, sobre la cláusula decía exactamente lo mismo para la contraparte, habiendo firmado un documento que autorizaba a cualquiera de las partes a hacer añicos el trabajo de años.

Pensaba en Kagome, en las palabras que le había dicho el último día que la vio, de aquella torpe forma de exponer sus sentimientos y de la ira que lo invadía cuando la imaginaba en los brazos de Bankotzu. Pensó en Senkai, y en aquella calida sonrisa que poseía, en lo mucho que deseaba que fuera su hijo realmente, pero su intelecto científico, le exigía más que palabras y burdos sentimientos, le pedía la prueba que Kagome le negaba…¿tal vez pensaría diferente ahora?... después de todo se convertiría en el heredero de todo lo que poseía, si lograba comprobar que era su sangre la que el niño poseía. Bueno, siempre que se casara con Kikyo, de lo contrario, no habría nada… todo su esfuerzo se vería destruido en días, sin contar con las miles de personas que quedarían sin empleo…suspiro y tragó saliva, deseando escabullirse de todo… volviendo de su letargo en el momento en que su teléfono de interno sonó.

-¿Si Rin?...- consultó aún recostado atrás en el sillón, oprimiendo solo el botón de altavoz, escuchando el tono suave de la que aún seguí siendo su asistente.

-Señor Taisho, tiene una llamada – InuYasha arrugó el ceño, dispuesto a reprenderla, ya que le había ordenado escuetamente que no deseaba recibir llamados, pero antes de que la voz saliera de su garganta, ella continuó – es un niño, llamado Senkai…- ante aquel solo nombre un hielo recorrió su espalda, logrando hacerlo sentir temor, ¿habría pasado algo malo?.

-Pásame la llamada – ordenó autoritario y presuroso, recogiendo el auricular en el momento en que se incorporaba en el asiento - ¿Senkai?...- consultó aún algo incrédulo.

-Ya repartí todas las invitaciones – exclamó jubiloso el pequeño, mientras que InuYasha arrugaba el ceño intentando comprender lo que intentaba decirle, ciertamente aún le faltaba mucho para poder lidiar con u pequeño como elijo de Kagome y salir airoso - …Ah, sí… buenas… mi mamá siempre me dice que se saluda primero – continuó corrigiéndose.

-Hola Senkai…- respondió relajando la expresión de su rostro, sintiéndose divertido -… tu mamá tiene mucha razón…- acotó, mientras que se volvía a hacer hacia atrás en el sillón -¿qué me decías?...- consultó ya un poco más tranquilo.

-Que ya entregué todas las invitaciones a mi cumpleaños y solo me falta la tuya…- hizo una corta pausa – y no sé como entregártela, tú no asistes al Jardín de niños.

-No, no asisto…- respondió con la sonrisa cada vez más amplia, ante la inocencia en las palabras de Senkai, descubriendo que le encantaba aquello – pero… ¿crees que pueda ir sin ella?...- consultó siguiendo el juego.

-Mm.… - hizo un sonido como si estuviera analizando la situación, lo que le pareció aún más divertido a InuYasha – tendría que preguntarle a mamá, ella no me dijo que hacer en ese caso…- continuó

-Realmente quieres que vaya a tu fiesta ¿no?...- afirmó el hombre satisfecho de haberse convertido en el "amigo" de ese pequeño que simplemente le había robado el corazón, igual que la madre, pensó.

-Sí me encantaría… - exclamó, para luego bajar la voz, susurrando como si le contara un secreto-… además vendrá el tío Bankotzu y yo no quiero que mi mamá se acerque a él… y como tu eres mi amigo grande me podrás ayudar – aquel había sido un golpe bajo para InuYasha, por un lado le causaba un enorme orgullo ver la forma en que el pequeño resguardaba a su madre, pero por otro lado estaban sus celos taladrándole el estómago y corriendo despavoridos por sus venas.

-Escucha Senkai… haremos lo siguiente…- dijo, dando a sus palabras el mismo tono de complicidad que le había entregado el niño.

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Una vez más despertaba en la penumbra solitaria de su habitación, con el sudor corriendo por su cuerpo, extrañamente en una noche fría, con una sensación increíble de frustración, aún agitado por lo que en sueños logró ejecutar, sintiendo aún la piel suave de Kagome bajo sus manos, la sensación de sus besos en la boca y la agitación de sus cuerpos al hacer el amor, un sueño exquisito, que ahora que abría los ojos parecía incluso una pesadilla, incapacitado… la deseaba, con cada fibra de su ser y con su alma plena… se dejó caer sobre la almohada, rozando con las sabanas, al intentar secar su sudor, aquella parte de su cuerpo que permanecía más dispuesta aún que en su sueño… suspiro intentando volverse a dormir, pero la noche se le hizo demasiado larga, inmerso en el insomnio, sintiéndose tan solo luchando su parte racional, con sus sentimientos, una ardua batalla que llevaba un tiempo manteniendo, sin saber aún, quién seria el triunfador.

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Cuando lo vio entrar por la puerta del pequeño templo que habían habilitado para organizar la fiesta, Kagome sintió como un golpe frió le recorría el cuerpo, perfectamente vestido, como siempre desde que lo conoció, con algunas obvias diferencias de estilo con el paso de los años, que habían terminado convirtiéndolo en el objeto de sus desvelos. Su sweater de color rojo, la hizo recordar de forma inmediata la camisa que vestía aquella tarde antes de viajar a China…honestamente no pensó verlo, no después del último encuentro que habían tenido, pero este era el cumpleaños de su hijo…¿significaba eso algo?...

Senkai que se acababa de sentar junto al pastel, observando curioso como su madre iba poniendo cada una de las velas, contándolas con detenimiento, para estar completamente seguro que pusiera las seis que correspondían, no vaya a ser cosa que se equivocara y de ese modo él terminara cumpliendo otra edad, eso sería fatal… ya se sentía cómodo con sus casi seis años, convencido que en el momento de apagar aquellas velas realmente los cumpliría…pero ante de que el ritual comenzara diviso la figura de un hombre de pie junto a la puerta, y se bajo de la silla, saltando de ella para dirigirse a su amigo…

-¡InuYasha!...- exclamó con la alegría que lo caracterizaba, en ocasiones InuYasha se preguntaba qué clase de madre sería Kagome, pero al ver los ojos brillantes de felicidad de este pequeño, se convencía de que debía de ser una estupenda - …ven debes sentarte antes de que sople las velas…- dijo tirando de la parte baja de su sweater como ya se había hecho su costumbre y dirigiéndolo hasta un lugar entre los niños que se había empeñado en reservar para su amigo.

-Será mejor que yo me quede de pie junto a ti, ¿no lo crees?...- dijo, observando el lugar notando aquel aspecto reflexivo que en ocasiones asumía Senkai, y que le encantaba, para luego fijar los ojos en la femenina figura que se encontraba a una corta distancia de él… sonrió levemente en señal de saludo, sin cruzar palabra con ella, de hecho sabía bien que venir hasta aquí le iba a significar tragarse su orgullo y probablemente tener que soportar el verla junto a Bankotzu Yamasaki, que para su suerte no se encontraba en el lugar, Kagome solo respondió de la misma manera, fijando de inmediato la mirada en su trabajo con el pastel.

-Esta bien…- aceptó finalmente Senkai, la propuesta de InuYasha – pero debes quedarte junto a mamá…- solicitó, con un claro tono de mando, al que InuYasha no podía, ni deseaba negarse. Houjo y Eri, que observaban desde el otro lado de la mesa en la que debía haber a lo menos unos veinte niños, revisando el contenido de sus platos y sus sorpresas, solo se limitaron a hacer un gesto de bienvenida con sus manos.

Se puso de pie junto a Kagome, que estaba terminando de encender las velas, escrutando el lugar, era una fiesta sencilla, nada ostentoso, pero suficientemente correcto, tenía todo lo necesario para ser una agradable fiesta de cumpleaños, muy al estilo de cómo Kagome manejaba las cosas, pero aquello era algo que había notado en todo lo que rodeaba a esta pequeña familia de dos integrantes, nada parecía superar en costos lo que Kagome podía solventar con el dinero que ganaba… pero entonces…¿dónde estaba el dinero que le había dado Sesshomaru?...La canción de cumpleaños se dejo escuchar medianamente entonada y apoyada por las voces de los adultos que se encontraban, algunos acompañando a sus hijos, InuYasha no recordaba haber estado en una fiesta de este tipo jamás, aunque en sus momentos de ensoñación lo imaginó alguna vez, perdido en algún recuerdo romántico y en sus deseos de formar un hogar. la canción terminó y Senkai se apoyo en el borde de la mesa para alcanzar a soplar las seis velas, Kagome se inclinó un poco sobre el tomando aire para apoyarlo en caso de que no pudiera hacerlo, como lo venía haciendo en cada uno de sus cumpleaños anteriores, comprobando que esta vez no había sido necesario, InuYasha que permanecía con una mano apoyada en el respaldo de la silla del niño, los observó a ambos, con una sensación indescriptible de pertenencia en el corazón, y sintiendo el aplauso de los invitados, notó una suave luz que se encendió al lado contrario de la mesa, era Houjo, que acababa de capturar la escena.

Permanecía a un lado, observando como Kagome y Eri, aplaudían al compás de los juegos que efectuaban dos payasos un varón y una muchacha, lidiando con la muchedumbre de un escaso metro de altura, siendo Senkai, como dueño de la fiesta, el centro de atención. Miró a si izquierda, cuando notó que alguien se le acercaba, era Houjo, que se estaba dando su momento de relajo, luego de haber estado gran parte del día ayudando a ambas mujeres a poner en marcha lo que ahora los pequeños disfrutaban, su trabajo en la oficina que había montado dentro de su mismo hogar, le daba gran facilidad de tiempo disponible, cosa que Kagome no se cansaba de agradecer, ya que aquello la había ayudado enormemente en el cuidado de Senkai, probablemente con algo de esfuerzo podría pagarle a alguna persona para que lo hiciera, pero siempre sintió temor de poner en las manos de un extraño a su tesoro más preciado.

-El te aprecia mucho – dijo Houjo, extendiendo hasta InuYasha un vaso con motivos infantiles, que contenía una bebida de fantasía, de las que estaba plagada la fiesta, comentando aquello, justo en el momento que el payaso le entregaba a Senkai una bolsa con un premio por ganar una de las competencias y el pequeño, luego de sonreírle a su madre, lo siguiente que buscó, fueron los dorados ojos de su amigo, para sostener el paquete en el aire y mostrarle su triunfo, InuYasha le respondió con un gesto de aprobación.

-Lo sé… yo también lo aprecio mucho…- respondió recibiendo lo que Houjo le ofrecía, en el momento justo en que un no muy agradable invitado apareció en escena, caminando con premura junto a Kagome, para poner en los labios de la mujer un fugaz beso. InuYasha tenso entonces su mandíbula, molesto, arrugó el ceño y apretó el vaso en su mano, causando un crujido en el material del que estaba hecho, notando a la distancia que el pequeño Senkai, fruncía el rostro del mismo modo que lo hacía InuYasha.

-Ella ha estado sola durante mucho tiempo…- comentó quizás por que había algo en InuYasha que lo hacía suponer cosas, éste lo miro de reojo, para luego dejar caer toda su molestia en la pareja nuevamente, notando como Kagome le daba una extraviada mirada – me atrevería a decir que desde que la dejó el padre de Senkai…- cuando Houjo dijo aquello InuYasha sintió real curiosidad.

-¿Sabes algo sobre el padre del niño?- consultó algo dubitativo, después de todo este era el mismo hombre que lo había golpeado hace algún tiempo.

-Ciertamente Kagome jamás ha hablado conmigo sobre él, a pesar de que hemos sido grandes amigos – entonces Houjo bajo la mirada dejando que una sonrisa cruzara su rostro – bueno no puedo negar que intenté ser más que eso, pero el amor que ella sentía por ese hombre, simplemente se interpuso – bebió de su vaso entonces.

-¿Fueron novios entonces?- preguntó con la voz calma, pero profunda, sin poder evitar sentir celos hasta de su propia sombra.

-Solo por un corto tiempo, como te digo, el recuerdo del padre de Senkai nos separó...- suspiró entonces, marcando nuevamente una sonrisa - … pero finalmente fue lo mejor, Eri y yo comenzamos a tratarnos más y bueno, pronto nos casaremos…

-Ya veo- fue todo lo que pudo acotar a aquello que comentó Houjo, sintiendo que aquel hombre era en verdad afortunado al formar una vida con la mujer que ama.

-Kagome es una excelente mujer – comentó el hombre junto a InuYasha – y Bankotzu ha sido un buen hombre con ella – continuó, notando de inmediato como InuYasha se tensaba ante el solo nombre - …pero no lo ama… solo intenta olvidar…

La conversación se vio abruptamente interrumpida, aunque lo más importante ya estaba dicho, por la figura pequeña de Senkai, que literalmente arrastró a InuYasha hasta el centro en el que estaban junto a los payasos, siendo el perdedor del juego, pintado por los organizadores, con vivos colores. El primer turno fue para uno de los invitados, seguido por Senkai, quien se encontraba visiblemente molesto ante las burlas de InuYasha, arrebatando de las manos de la muchacha disfrazada de payaso, un delineador de maquillaje, de color negro, garabateando en un descuido un lado del rostro del hombre que se mantenía sentado en el piso en un circulo, que era parte del juego, ante la risa sincera y abierta de Kagome y el resto de los invitados, a excepción de Bankotzu que observaba el cuadro con una leve curvatura en los labios, sin que le hiciera demasiada gracias la situación, sobre todo el ver a Kagome, a la que consideraba ya, algo así como su pareja, sonreír ante la extraña relación, que al menos para él tenía el niño con InuYasha Taisho, un hombre que en los negocios era conocido por un temple frió y que se jactaba de no poseer remordimientos, sin embargo aquí parecía un padre más… ante aquello Bankotzu abrió los ojos, sorprendido de la idea que su mente estaba trabajando.

Minutos después, Kagome limpiaba con delicadeza el rostro de Senkai, quitando la crema que acababa de poner, con toallas suaves de papel, el maquillaje que el niño llevaba, mientras que éste luchaba por soltarse ya de su madre y volver a jugar con el resto de los invitados.

-Espera solo in momento Senkai...- decía Kagome sosteniéndola niño con firmeza intentando terminar con su labor.

-Pero mamá…- respondía sin poder terminar de hablar, ya que Kagome le pasaba la toalla por la boca, más por un juego de fastidio, que porque realmente necesitara hacerlo -… déjame…- volvía a insistir, mientras que la toalla, una vez más le cubría la boca – quiero…quiero…¡mamá!...- exclamó ya molesto, descubriendo el juego que tenía su madre con él.

-Esta bien ya vete…- le dijo sonriendo Kagome, mientras que se erguía nuevamente, aún con el pomo de crema y las toallas en las manos.

-¿Cuál es el afán de molestar así al pequeño?...- consultó InuYasha algo divertido, mientras que observaba las toallas que Kagome llevaba, extendiendo la mano en solicitud de una de ellas, ante la sorpresa de la mujer, que sintió que el corazón se le volcaba en el pecho, después de todo, no habían cruzado palabra en toda la tarde, era lo primero que escuchaba de él, desde que había llegado, al menos dirigido directamente a ella.

-El también juega con mi paciencia…- respondió ya un poco más compuesta de la sorpresa, indicándole la silla en la ella estaba sentada hacía unos instantes. InuYasha obedeció.

-Pero tú eres una mujer muy paciente… ¿alguna vez te agota?...- consultó, mientras observaba el rostro de Kagome que no lo miraba.

-A decir verdad, cada día… - confirmó ella mientras que le ponía algo de crema en el rostro, justo en la parte que Senkai había marcado con delineador -… pero luego cuando se duerme y lo veo sonreír entre sueños…- continuó, tomando el mentón de InuYasha, para que este alzara su rostro y poder pasar con mayor precisión la toalla de papel, observando con la suavidad que la caracterizaba, y una profunda ternura, los ojos dorados que la miraban - …sé que es un niño feliz, y todo lo demás pasa…- dijo, quitando la mano del mentón, casi como una caricia, terminando la limpieza -… ya estas…

-¿Y tú… eres feliz…?...- preguntó reteniendo la mano que ella retirara en el aire un momento, Kagome mordió su labio, arrancando una sonrisa suave de los labios de InuYasha.

-Lo intentó InuYasha… quizás deberías hacerlo también…- dijo ella con una extraña mezcla de sentimientos, ternura y soledad.

-Haz ese examen Kagome…por favor…- suplicaba, sin entender por que ella no accedía, era algo tan simple y que le daría una gran tranquilidad a su alma, al menos comprendería el amor que le nacía por Senkai, pero ella simplemente negó, sin emitir una sola palabra, manteniendo aún aquella mirada para sentir luego tras ella la voz fuerte de Bankotzu… recuperó su mano, para dirigirse al hombre que de una forma sutil la estaba reclamando…

Mi prisión, mi libertad

Mi oscuridad y mi lucero

Mezcla de brisa y tempestad

Así te quiero…

Mi placer mi dolor

Mi sensatez y mi locura

Tu haz sido todo para mí

Amor violento, ternura…

Se fue del lugar, sintiendo que algo le faltaba, sin saber como completar aquello, tanto amor, encarcelado en su interior, lo estaba haciendo cuestionarse más de lo que debería, de si realmente necesitaba una prueba… para amar…

Continuara…

Hola a todos espero que este capítulo los deje contentos, al menos yo lo estoy, he intentado graficar un poco la personalidad de Senkai, con similitudes muy reales de la de InuYasha, espero haberlo logrado, así como explicar un poco lo que siente Kagome, además les deje una pequeña muestra de lo que esta viviendo Sesshomaru y lo que esta pensando Bankotzu, bueno digamos que de todo un poco… además de dejar en claro que aquí no hay malos, malos, ni buenos, buenos… es la vida… así lo veo…¿qué más?...ah… bueno que Kagome parece ser demasiado comprensiva con InuYasha, pero la verdad creo que esa el la magia de un amor… en ocasiones aunque quien amas cometa cien y un errores, el amor, simplemente los sana… las cosas que pasan entre los amantes, no se olvidan, solo se perdonan y sin que te des cuenta siquiera…espero que estén todos bien y dejen mensajitos…muchos mucho…

Besitos

Anyara