Capítulo XXIII

La dolorosa realidad

Veinte minutos habían pasado ya, desde que llegara a las afueras de aquel conjunto de departamentos, el vehículo estacionado y las manos en el volante… ¿por qué no tenía valor para entrar?... él no era así… pero las cosas estaban tan confusas en su interior, al punto que pensó en largarse… y tal vez llevársela…una vez que pensó aquello, notó que finalmente ella salía del edificio, cerrando con suavidad la puerta de entrada al mismo, vestía formal, seguramente para ir a su nuevo empleo, por supuesto no era el que le consiguió. Rin metió las llaves dentro del pequeño bolso que portaba y se acomodó el cabello para que se viera ordenado, Sesshomaru no podía dejar de observarla, sin embargo y como era su característica sus ojos parecían inexpresivos y fríos, aunque dentro de él una embriagante calidez lo golpeaba cuando tenía ante sus ojos a "esa mujer"… ¿acaso así se sentía InuYasha?... cerró los ojos como única señal de molestia ante aquel pensamiento, preguntándose por qué recordaba a InuYasha en este momento… pero la respuesta la halló enseguida… por que le arrebató el amor que consideró equivoco para su hermano… comprendiendo que ahora él se había convertido en víctima y timador de sí mismo, alejándose como si le fuera realmente posible, de Rin, así como lo hizo de otras mujeres antes, con la sola diferencia que no sabía que tenía un corazón, hasta que éste comenzó a latir acompasado con el de ella.

Quiso bajar y seguirla, detenerla en su agraciado caminar y besarla… solo eso, pero sabía que a pesar de que entendía mejor lo que se había gestado en su interior, aún no estaba preparado para pisotear sus propios prejuicios, tan arraigados y profundos…parecíamos fácil secuestrarla y llevársela hasta el último con fin del mundo, antes que aceptar que se había enamorado de una "plebeya".

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Estaban nuevamente sentados uno frente al otro, en la oficina de Bankotzu, Kagome había permanecido en un silencio casi hermético, que se rompía solo cuando había alguna pregunta de índole laboral, el hombre con su impecable traje chino, y su larga trenza, la observaba de reojo, presintiendo que algo no andaba bien, ¿quizás era debido a su propuesta, incluso el beso en los labios, luego de tres días sin verse, le parecía tan casualmente cortes, pero evitó hacer cualquier comentario sobre ello.

-¿Todo bien con InuYasha Taisho?...- consultó Bankotzu, aún con su mirada puesta en su computador, sin expresión alguna, ante la mirada que se posó sobre él de forma inmediata cuando escuchó aquello, sin saber cómo responder.

-Sí…- dijo simplemente, notando la sonrisa arrogante y leve que se formó, solo en la comisura del labio del hombre, haciéndolo reconociblemente atractivo, una sensación de escalofríos la recorrió, al recordar esa sonrisa en sus labios en el momento de intimar con ella…¿por qué venía a su mente este recuerdo ahora?...de cierta manera sentía remordimiento, quizás no con InuYasha, tal vez con Bankotzu, después de todo él se ha portado como un hombre maduro y con una actitud de preocupación y entrega… aunque sabía que no había amor ahí… al menos no del que compartía con el padre de su hijo.

-Me parece bien…- observó, sin mirarla aún, - quiero que cenemos esta noche… ¿te parece bien?...- preguntó, finalmente mirando sus ojos oscuros, con esa amabilidad ala que difícilmente podía decir que no, además pensó en que debía hablar con él y una cena sería lo mejor.

-Me encantaría…- respondió con una sonrisa suave y sincera.

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Llegó a casa un poco más temprano, las cosas en la oficina estaban en orden, de hecho el trabajo era mínimo… comprendía que a este paso pronto se cerraría, ya que tal como Bankotzu se lo digiera, el trabajo real estaba en China y no era necesario estar instalado en Japón, incluso hasta su presencia se hacía cada vez más necesaria en el otro país, y Kagome sabía bien que si continuaba estando tanto tiempo acá, era exclusivamente por ella.

Abrió la puerta y en cuanto lo hizo, escuchó la voz de su hijo que conversaba airadamente con otra persona, primero pensó que sería Houjo o Eri incluso, pero en cuanto pasó por la cocina, notó que ambos estaban ahí, y entonces escuchó la voz del acompañante y se giró en dirección a ella.

-Te digo que esta pieza va en esta posición, observa el dibujo - decía InuYasha con una parte de uno de los automóviles para armar que tenían pendiente en una mano y con la otra indicado las instrucciones de armado que estaban sobre la mesa central de la sala, sentado sobre la alfombra, con una pierna apoyada completamente en el piso y la otra doblada sirviendo su rodilla de apoyo para su brazo, vestido aún con traje, lo que le indicaba que venía directo de la oficina. Se apoyó en una pared lateral aún sin ser vista escuchando como Senkai refutaba el punto de su padre.

-No entiendo esa hoja…- dijo indicando las instrucciones que mencionaba InuYasha - … pero esta pieza…- insistía sosteniendo un pequeño artículo en sus dedos -… va aquí…- indicó, casi enterando el anular en el armado que sostenía el hombre, con convicción certera y voz impositiva.

-No puede ser por que esta pieza va…- decía con un tono tan autoritario como el que usaba el niño, pero de pronto se cayó, observando el objeto que tenía en sus manos y girando su posición -… tienes razón…- admitió en voz ya baja y tomando de entre las manos del niño la pieza en discusión.

-Ves…- exclamó triunfante Senkai, y ambos escucharon la risa suave de Kagome, girándose, el pequeño se puso de pie y corrió a saludar a su madre.

-¿Parece que encontraste a alguien que te gane?…- sonrió burlándose, mientras que su cabello azabache caía por sus hombros al agacharse a recibir el beso de su hijo.

-Habrás salido a la madre…- respondió fijando sus retadores ojos dorados en los de ella, no podía negar que su corazón estaba siendo gobernado por un increíble deseo de besarla hasta cansarse, pero no era el momento.

-¿Solo a la madre?...- consultó, con su característica voz calma, InuYasha solo sonrió enfocando su mirada nuevamente en el vehículo de armado. Siendo ambos observados por el niño que guardaba un analítico silencio.

Kagome se aproximó al sillón y se sentó junto a InuYasha, poniendo su mano derecha sobre el hombro de él, quien recibió aquello, casi como si se tratara del más profundo beso.

-Quiero decírselo…- comentó InuYasha, poniendo la pieza en su lugar, para luego dejar el objeto sobre la mesa y tomar la mano de Kagome, acariciándola simplemente, observando ambos al pequeño que buscaba la posición de una nueva pieza, mientras que ella apoyaba su cabeza en el hombro.

-Aún no…- susurró junto a su oído.

-¿Cenarás con nosotros?...- consultó Eri desde el pasillo, dirigiéndose a InuYasha observando con alegría el cuadro.

-Yo debo salir…- se adelantó Kagome, notando enseguida como la mirada interrogante de InuYasha se posaba en ella y se giró para enfocarla – cenará con Bankotzu…- confirmó, sabiendo ya que esa era la pregunta que él no formulaba con palabras, sintiendo como su impulsiva forma de actuar, la privaba del abrazo en que se mantenían, poniéndose de pie.

-No gracias Eri… ya es tarde…- respondió InuYasha intentando parecer en realidad agradecido por la invitación.

-¿Ya te tienes que ir?...- consultó el niño

-Si Senkai…- respondió acariciando su cabeza.

-¿Y por qué no te quedas con mamá como la otra noche?...- consultó y ante aquello ambos se miraron, sin saber que responder, mientras que Eri se iba divertida hasta la cocina junto a su novio que ya no aguantaba las ganas de reír a carajadas - …¿verdad mamá?...

Kagome e InuYasha, sentían como si las ideas y las excusas simplemente hubieran abandonado sus pensamientos, dejándolos indefensos ante el ataque inocente de su hijo, que sin saberlo los estaba poniendo en reales aprietos.

-Otro día vendré y me quedaré contigo… ¿siempre que tu mamá lo permita? – comentó InuYasha.

-Esa es una buena idea…- respondió Kagome.

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Minutos más tarde, luego de salir de modo bastante alentador del paso, en la situación en que Senkai los había puesto, Kagome salía con InuYasha de la casa, él se iba, ciertamente molesto, ¿Qué demonios tenía que ir a hacer Kagome con Bankotzu?...¿acaso no podía decirle que se acababa todo entre ellos en la oficina?...y viéndolo mejor… ¿por qué debía seguir trabajando con él?...se giró hacía ella que venía un paso más atrás, justo en medio de del jardín, cruzando por el camino de piedras.

-Maldición Kagome, ¿por qué sigues con él?...- su pregunta iba dirigida en ambos aspectos, tanto a relación laboral, como sentimental.

-InuYasha calma ¿si?...- le pidió, poniendo su mano sobre el brazo del hombre que iba con as manos en los bolsillos de su pantalón, la noche ya caía y el frío se iba presentando. InuYasha cerró sus ojos y apretó los labios, como intentando contener alguna palabra molesta – solo es una cena… necesito hablar las cosas con él…

-Pero ¿por qué tanta consideración?... ¿acaso lo quieres?...- exclamaba molesto - … dímelo… podré entender…

-¡Cómo eres terco!...- dijo ya gesticulando con sus manos – ¡¿es que acaso no escuchaste cuando te dije que te amaba!...¡¿no sentiste cuánto te amo!...- insistió molesta, tanto que de haber sido posible habría deseado conjurar una palabra que lo azotara contra el piso, pero la reacción de InuYasha fue lo menos que esperó…sorprendiéndola…

-No me dejes nunca…- le susurró junto a su oído, luego que prácticamente la golpeara en un abrazo que la obligó a contener el aliento, sintiendo como él hundía el rostro en su cabello -…te amo tanto… que los celos me matan…

Le acarició la cabeza, escuchando lo que le parecieron sollozos ahogados, pero prefirió no averiguarlo, lo sentía tan angustiado que le dolía…lo menos que quería era que sufriera…

-Tranquilo amor…- dijo ella con suavidad, sintiendo como la apretaba aún más

-Tengo un mes, Kagome… solo un mes para casarme…

Sintió un frió enorme recorrerle el cuerpo, a pesar de que era lo que habían medio acordado en su conversación, una extraña sensación de abandono se apoderó de ella, era como si ante aquellas palabras, finalmente aquella condena se hiciera efectiva, condenándola a la clandestinidad, y claro que pensaba esperarlo, pero por un momento la posibilidad que ante la convivencia él terminara enamorándose de su esposa, le ocasionó un temblor en las piernas que la hicieron ceder por un instante, en el que InuYasha reaccionó sosteniéndola, notando la palidez de su rostro… lo imaginó de forma nociva, enredado en una cama con su novia, comprendiendo que era demasiado altruista pensar en que fuera de otro modo, sintiendo como finalmente el sueño se le iba desvaneciendo…

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La cena había transcurrido en completa calma, quizás demasiada, la angustia que InuYasha albergaba en aquellas palabras, se le había quedado en el corazón, obligándola a "despertar" de su ensoñación. Tenía a Bankotzu frente a ella, quién se había comportado muy afectuoso, pero extrañamente no había intentado besarla en ningún momento. Ya estaban en el postro y ella no había dicho mucho.

-Dime lo que te inquieta cariño…- pidió con la voz, suave le hombre, poniendo sus ojos fijos en ella, dejando de lado su copa de helado, que comenzaba a perder su forma.

-¿Qué me inquieta?...- consultó, pensativa y tan vulnerable.

-Si… he aprendido a conocerte y sabes que te quiero mucho… ¿verdad?...- Kagome solo pudo asentir levemente, observando su copa de helado y mezclando los sabores en ella -… cuéntame… estoy aquí para ti y lo estaré siempre…

Ante aquellas palabras ella lo observó, pensando en si realmente por mucho que amara a InuYasha, debía seguir con aquella loca idea de que podrían ser felices… quizás para ellos esa palabra estaba vetada y solo se abría ante ellos por algunos escasos momentos que debían atesorar en sus memorias y recordarlos cuando fueran ancianos y estuvieran rodeados de otras personas y en vidas completamente opuestas, como había sido hasta ahora… tan unidos y tan separados a la vez…

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Estaba sentada a oscuras en el sillón de la sala, observando una vez más y como tantas, el Jardín Imperial Shiba Rikyu el motivo de aquella vista, originalmente hecha para que Kagome la disfrutara. Mantenía una copa a medio llenar en su mano, vodka con naranja, se había dado una ducha hacía muy poco y el cabello aún le destilaba agua, pero ciertamente no le importaba demasiado…no entendía como después de tanta dicha, sentía que su corazón se aplacaba ante la tristeza, intentaba reencontrarse con aquel sentimiento de dichas de noches atrás… pero le era imposible, estaba desesperanzado y se preguntaba ¿hasta cuando?... su mente respondió por su corazón, como tantas otras veces… diciéndole que todo esto era una locura… que su amor por Kagome, estaba destinado a truncarse y aunque no tenía pensado tocarle ni un pelo a Kikyo, también pensaba en que él no tenía derecho a privar a la mujer que amaba de ser feliz… después de todo… Bankotzu no era un mal individuo… pero ante el solo pensamiento el estómago se le recogió… escuchó la melodía de su teléfono salir desde la habitación, no deseaba responder y se llevó un nuevo sorbo de licor hasta la boca, la melodía cesó, para comenzar otra vez… se puso de pie fastidiado, ¿quién podía llamar a las once de la noche?...reconoció el número…

-¿Sí?...- su corazón latí de pronto tan aprisa.

-¿Puedo quedarme contigo esta noche?...- escuchó la voz femenina que parecía tan agotada y no pudo resistirse… nunca podría… por más que su razón le negase la posibilidad de tenerla, su corazón se anteponía abriéndole las puertas de par en par…

-Eso no lo vuelvas a preguntar…- respondió, dibujando una sonrisa desgastada, pero tan sincera.

-Voy subiendo…- respondió Kagome antes de cortar la llamada, dejándolo ansioso, como si cada minuto fuera una hora completa.

Ese momento,

Cuando tus pasos van sonando en la escalera,

Me vuelvo loco, mi sangre hierve y mi pulso se acelera

Y me imagino la humedad de tu esperado respirar

Y me estremezco de saber como te voy a conquistar

Ese momento,

Que considero tan egoístamente mío

Sintió los golpes suaves en la puerta, abriéndola al instante, esperando tras ella, tomando la muñeca de Kagome, tirando con sutileza para que entrara, cerrándola de un golpe y sin decir palabra posible, embriagarse del sabor de su boca, la amaba… cuánto la amaba…tanto… que sentía que moriría cada día, si no la besaba una vez más…

Continuara…

Que les puedo decir… por algo me he hecho conocida… yo y mis lemon… mis momentos románticas que se hacen cada vez más frecuentes y adictivos… qué hacer, es parte del amor como a mí me gusta, aunque no estoy muy segura de continuar esto como un lemon… no será mucho digo yo… bueno ahí veremos.

Por el momento solo agradecer a todos quienes leen y esperar que esta capítulo les haya gustado…Anyara…esperando a su complemento…estos días han sido algo melancólicos, desearía poder decírselo a "esa alma" que impregnó mi esencia, con la suya y que no me abandona… aunque en ocasiones lo añoró…besitos para ti, sé que leerás esto…

Besitos

Anyara