Capítulo XXVI

Perdido sin ti

Estaba sentado en su cómodo sillón, tras el escritorio de un ébano tan negro como el de la puerta tallada de su oficina, el escritorio repletote documentos que Sango le había traído y que debía de revisar y firmar, muchas carpetas de platico duro, de un color marrón, las que debían estar autorizadas para la reunión del día siguiente con el departamentote Marketing, que por estos días estaba trabajando a toda máquina, debido a la ventas de oficinas que estaban efectuando por el primer proyecto en conjunto con "Shinidama-chuu Company" que realizaban. Pero ciertamente nada de eso le importaba ahora, InuYasha simplemente no despegaba la vista de la pluma de tinta negra que tenía entre los dedos de su mano izquierda, a medio recostar en el sillón, sin ánimos y demasiado concentrado en sus pensamientos.

-Pase…- dijo con su voz profunda, pero sin aquel brío que lo caracterizaba, al escuchar un par de suaves golpes en la puerta, sin quitar su dorado mirar de la pluma, supo que se trataba de Sango.

-Aquí tiene los últimos informes- dijo acercando hasta el escritorio un nuevo grupo de carpetas de aquel mismo tono marrón - ¿me llevó alguna de estas? – consultó pensando en desocupar un poco, claro que temía que nada había sido tocado, ya que InuYasha llevaba un par de horas en aquella misma actitud ida y pensativa.

-No…- respondió simplemente, mientras que Sango sonreía con suavidad, cosa que InuYasha no notó y se giró para salir de la oficina.

Se puso de pie antes de que la mujer saliera del lugar y caminó presuroso, tomando su abrigo que se encontraba en un perchero junto a la puerta, y la invitó a salir del lugar.

-Voy a salir… si alguien llama, solo… bueno tú no sabes nada de mí…- dijo a su asistente una vez que se encontraban fuera de la oficina, caminado luego de eso a paso raudo, poniéndose la prenda que llevaba en las manos en el trayecto al ascensor, dejando que su cabello de moviera dócil, mientras lo sacaba de dentro del abrigo.

Tiempo después se encontraba en una sala conocida ya para él, completamente llena de adornos de sin pares colores, inclinado cerca de una de las paredes encontró aquella misma mano de color rojo, plasmada con el nombre de Senkai, la acarició con los dedos, cuando fue sorprendido al igual que la primera vez, por la voz de la mujer mayor que dirigía el lugar.

-¡InuYasha!...- escuchó la pequeña estridencia en el sonido salido de la garganta del niño, que se soltó de forma inmediata de la mano de la señora Kaede, corriendo el corto trayecto hasta los brazos del hombre que lo recibió de inmediato, dejando de modo inconsciente un beso en la blanca mejilla del pequeño.

-Hola amiguito… ¿cómo estas?...- consultó, mientras que Senkai rodeaba sus brazos en el cuello de InuYasha y este lo sostenía en sus brazos sin dificultad.

-Bien… ¿viniste a buscarme?... – consultó ansioso, con los ojos brillantes y cada día más dorados, lo que inevitablemente le hizo recordar a su padre las palabras recibidas en la carta que Kagome le entregara algunos días antes.

-Sí…- respondió mirando a la directora del lugar que solo hizo un gesto afirmativo, ya que tenía en su poder un documento de fe, que Kagome le hubiera entregado hacía algún tiempo, en el que autorizaba a InuYasha a retirar a Senkai del jardín de niños – eh iremos a pasear… ¿te gustaría?...- consultó, fascinado por las reacciones del pequeño, que se reflejaban limpiamente en su rostro.

-Sí… ¿irás a pasear con mamá y conmigo a China?...- preguntó con tanta inocencia que InuYasha solo pudo regalarle una sonrisa triste que intentó de todos los modos posibles disimular.

Quédate cada noche y suéñame en la luna

Ámame por las calles perdidas de mi vida

Bésame poco a poco, no sea que me muera

Vive con este loco perdido que te quiere

Era inevitable sentir la pérdida, y su hijo sin saberlo ahondaba más aún su dolor, quería compartir con él este día sabiendo que al siguiente partiría lejos de él, pero el pesar sería recompensado, lo sabía, aunque el temor permanecía, no quería ni imaginar el perder a la que ya consideraba su familia... lo observaba jugar con los objetos de este museo interactivo al que lo trajo, le sonreía con gusto a cada instantes, sin dejar de buscar su mirada con aquellos dos enormes y ansiosos luceros que poseía, que inigualablemente siempre le recordarían a los ojos de Kagome, no importaba el tono de ello, siempre sería su calida mirada, la que iba a dejar de tener por tanto tiempo…¡papá, papá!... escuchó la voz de un niño dirigida a su padre junto a él y a Senkai fijar su mirada curiosa en la escena…¿cuándo le escucharía decir aquellas dos sílabas?... se preguntaba, notando que su hijo se le quedaba mirando de un modo tan fijo, que por un momento creyó que le leía el pensamiento… dejó el juego que lo había divertido y se acercó hasta su amigo grande…

-¿InuYasha?... – habló, notando de inmediato el hombre que algo lo inquietaba, lo que se vio confirmado al notar como mordía su labio al igual que lo hacía su madre cuando algo la importunaba, siendo una muestra visible del vínculo que existía entre ellos, este niño, tan parecido a él, y tan igual a su madre.

-¿Si?...- consultó, agachándose para quedar a la altura del rostro del pequeño.

-¿Tú…tú tienes hijos?...- preguntó, logrando que InuYasha se sorprendiera… ¿a qué venía esa pregunta?...y qué responder…

-Bueno sí, tengo uno…- respondió, intentando parecer lo más sereno posible, sacando un pañuelo de el bolsillo de su abrigo y limpiando alrededor de la boca de Senkai que tenía caramelo de color rosa.

-¿Y lo amas?...- continuó interrogando, ladeando un poco su cabeza con el fin de observar mejor los ojos de su amigo que se notaban entristecidos.

-Ohhh… mucho Senkai…- se noto como la voz, amenazaba con quebrársele, enfocando los ojos de su hijo que lo miraban con una ternura indescriptible, como leyendo dentro de su alma, sus emociones, abrazándolo de pronto, con sus brazos pequeños, sin medir el peso que ejercía, por lo que InuYasha los recibió a su alrededor, como una de las caricias que jamás olvidarías.

-Tranquilo… seguro él también te ama…- dijo consolando a su amigo.

Se dejó abrazar, era la primera sensación de paternidad que tenía, la primera de ser reconocido como un padre, y las manos calidas y cariñosas del niño que le pedía tranquilidad tal como lo hacía su madre, y sintió un intenso deseo de llorar… pero no podía… a pesar de que sentía que iba a perderlos a ambos…a su hijo… y a Kagome…

Si me falta tu presencia

Yo me pierdo buscándote, cierro mi vida

Cierro para mí el libro blanco de mi vida

El libro blanco de mi vida

Perdido sin ti…

-.-.-.-.-

Marcaba desesperada el número del celular de InuYasha, ya que su hijo no se encontraba en el "La aldea de Kaede", por un momento sintió temor de que él en su desesperación por retenerlos se llevara al niño, pero luego sacudía su cabeza intentando pensar de modo coherente, InuYasha no haría algo como eso, en tanto Bankotzu se mantenía silencioso, ayudándola a empacar, sin inmiscuirse en la situación, pero observándolo todo… hasta que finalmente unos golpes en la puerta más a menos a un metro de altura, le hablaban de la pequeña personita que estaba dándolos… se acercó y abrió, viendo a Senkai sonreírle con alegría sincera, la que InuYasha no lograba fingir.

-Hijo… ¿qué bueno que apareciste?...- dijo besando fuertemente a su hijo, para luego ponerse de pie y enfrentar al hombre – y tú… ¿qué imaginabas al llevártelo?... - lo encaró, intentando no levantar la voz, pero lo suficientemente firme, como para que notara su molestia.

-Solo quería estar con él este día… ¿acaso también me lo negarás?… - exclamó alzando algo su tono profundo, que aunque intentara ser suave, parecía hacer eco en el pasillo.

-No te he negado nada InuYasha… solo te pido que avises…- aseveró Kagome, mientras que Senkai ya se encontraba dentro de la casa, inspeccionando las cajas, al fin de asegurarse que la de sus juguetes no se quedara… nada podía ser más importante… incluso la ropa era algo secundario ante su idea.

-Creo que eso poco importa ya ¿no?...- dijo con la voz apagada mirando hacía un costado, aun en la puerta sin notar quien estaba en la sala junto a un Senkai, más concentrado en su labor de los juguetes que en prestarle atención a este hombre no ha sido nunca de su gusto… alguna vez se imaginó diciéndole papá… e hizo al mejor mueca de desazón que jamás haya logrado.

-InuYasha…- susurró ya casi con el malestar extinto, ante las palabras tristes de el hombre.

-No digas nada… ya no es necesario, si de todas formas mañana tomarás un avión alejándote, y alejando a Senkai de mí…- Kagome solo lo miraba como intentando aplacar esa congoja que leía en un dorado fondo, extendió su manos para tocar el rostro del hombre, pero él la detuvo antes, acercándola hasta sus labios y besando con devoción – solo no olvides que los amo…

Fueron las últimas palabras que le escucharía antes de partir hasta China, viendo como se alejaba por el jardín para salir del lugar.

Amor quédate, amor quédate

Guárdate en mi memoria y escóndete en mis brazos

Metete por los poros abiertos de mi herida

Mírame desde cerca

Y mátame si quieres

Pero no me abandones al viento de mi vida

No te vayas… era lo que suplicaba en silencio mientras que caminaba los pasos alejándose de Kagome, la mujer que amaba, y que justamente por ese amor, no podía retener, esperando, con la vaga esperanza de que el tiempo y la separación realmente los hicieran más fuertes.

-.-.-.-.-.-

Estaba leyendo una vez más la carta que le entregará día antes, comparando la diferencia de sentimientos que había con la que le entregara su hermano años antes, la caligrafía, exacta… ¿qué respuesta había para ello?... no lo entendía… no podía llegar a comprender que era lo que había pasado…" que no ha habido ni un solo día en que no te piense… y ni una sola noche en que no te llore en silencio…pero tengo una nueva razón para seguir adelante, y aunque parezca ilógico a los ojos de muchos… te lo agradezco infinitamente…conservando este amor por ti, como un secreto profundo en mi alma…"…las letras perfectamente definidas en rasgos femeninos y maduros, a pesar de que ambas debía de tener meses de diferencia, "… Ahora que InuYasha se ha marchado, he descubierto que siempre fuiste tú, que él fue un paso para llegar a ti… te amo… Sesshomaru…Con más amor que nunca en mi vida."…

De pronto al leer una y otra vez, y sin poder unir a las personas tan diferentes que habían escrito aquellas cartas, notó, un detalle, un mínimo detalle que se repetía… la carta escrita por Kagome, cuando nació Senkai, tenía una diferencia en el inició de la letra "a", al contrario de la antigua que conservaba, al que había dirigido a Sesshomaru…

-Maldición…- exclamó arrugando una vez más la hoja que ya llevaba cerca de siete años en sus manos, comprendiendo que esto había sido desde el principio un cruel plan para alejarlo de la humilde mujer de la que se enamoró…

Se puso de pie con ambos papeles apretados en su puños, y salió de la oficina, sin saber Sango aún, cómo había podido dar un portazo a aquella enorme mole que tenía por puerta. Su dirección… Sesshomaru…

Continuará…

Disculpen lo corto del capítulo, pero me dedique un poco a vagar por Internet, a buscar imágenes de Ángeles, de hadas, de cosas sublimes que me hacen soñar y bueno, el capítulo quedó algo corto, pero creo que conciso, vamos acercándonos al fin… no le falta mucho, siempre me cuesta un poco saber cuantos cap. faltan para el final, yo le calculo unos tres más… bueno veremos…

Besitos y se me cuidan

Anyara

P.D: Gracias Yelitza una vez más y solo eso…