Capítulo XXVIII

Por muy lejos

Escapémonos, tan lejos de aquí

Distantes de todo

En la oscuridad, donde no haya más

Que ver en tus ojos

Escondámonos, de la multitud

Del absurdo día a día

Donde todas esas cosa que perturben

No estén más en nuestras vidas

En nuestras vidas

Llevaba ya un tiempo contemplando a su hijo dormido recorriendo sus facciones como lo hacía tantas veces, buscando los rasgos de él, esos que lo convertían en un pequeño InuYasha… ladeo la cabeza esta vez a su derecha, para apoyarla en el umbral de la puerta, sintiendo aún el pesar de la última vez que habló con su amado… ¿cuántos deseos tenía de decirle cuanto lo amaba?... pero él parecía ya tan distante, su voz lejos de la ternura que la caracterizaba cuando estaban solos, sabía que él a fin de todo, era un hombre… qué tal vez podría terminar amando a la otra mujer, esa que terminaría cada día en su cama… sacudió un poco la cabeza intentando despejarse, no debía pensar en eso, ahora debía solo pensar en su hijo y en su futuro… lo demás… suspiro, comprendiendo que por más que deseara obligarse a pensar en algo más, su corazón jamás volvería a estar completo si no estaba con InuYasha…

Caminó en la solitaria penumbra del departamento que permanecía bastante ordenado, después de todo no era mucho lo que había traído consigo a China, ropa, zapatos, algunos recuerdos de sus amigos de los que no deseaba separarse, los que aún permanecían en una caja junto a la mesa de la sala, dentro, una muñeca, hecha de género, rellena de algodón, tan suave y regordeta que te provocaba apretarla, vestida de color rosa, con cabello de lana y una pulsera en su mano que decía adóptame dejando un espacio para poner un nombre, el que Kagome leyó, con la voz roída por la emoción, mezclada entre alegría y añoranza.

-Takka…- leyó el nombre en la pulsera, acomodando el cabello de lana rosa, sobre la frente de la sonriente muñeca, era muy tarde ya, pero no podía dormir, recordaba el día en que InuYasha salió, con este regalo oculto tras su espalda, el día en que cumplieron tres meses juntos, un par de días después de que hablaron de bebes.

-Cierra los ojos…- pidió el joven con una sonrisa suave, de aquellas tan seguras que poseía, que la obligaban a acatar cualquier orden que diera, más aún bajo el embrujo de sus ojos dorados, que cuando se trataban de sorpresas parecían brillar más intensamente.

-¿Para qué?...- consultó ya con los ojos errados, mientras que él tomaba su mano y la acercaba, para darle un suave beso en los labios y poner entre ambos, la muñeca, que pareció oprimirse entre sus cuerpos.

-Te la presento…- dijo separándose de sus labios, mientras que Kagome abría los ojos – ella es Takka... como aún no tenemos hijos, creo que es una buena opción… ¿no lo crees?... – consultó volviendo a aquella sonrisa exquisita que poseía.

-Esta preciosa…- exclamó Kagome en un hilo de voz, mientras que rodeaba con el brozo libre el cuello del hombre, parándose en la punta de sus pies, para poder alcanzarlo, besándolo con aquella pasión que comenzaba a aparecer cada vez con mayor facilidad en el relación que llevaban, sintiendo como InuYasha con pequeñas cosas la convertía en una mujer feliz.

-Tú eres preciosa…mi preciosa…- dijo, desfalleciendo en el beso, alzándola un poco más por la cintura, para profundizar la caricia, que comenzaba a hacerse más y más inquietante, siendo aquella tarde en la habitación de InuYasha, el día en que Sesshomaru comenzó a idear su separación.

Suspiró aún con la misma sensación de alegría y añoranza, abrazó a la que había sido su "primera hija" y se dejó caer hacía atrás en el sillón en el que se encontraba, tan sola y silenciosa, solo con una suave melodía acompañándola, sintiendo de pronto, como de la nada y sin siquiera notarlo, sus mejillas comenzaban a bañarse de lagrimas, toco su rostro y arrugó un poco su ceño, presintiendo que esta era una tristeza compartida, intentó contenerlas y miró hacía el ventanal que le dejaba ver un cielo oscuro y levemente estrellado debido a las nubes.

-InuYasha…- susurró, apretando más la muñeca, y observando el teléfono… ¿quizás llamarlo ahora no sería una mala idea?...pero no lo hizo, durmiéndose en aquel mismo sillón, cubierta por una manta, ciertamente no tenía sentido ir a la cama si él no estaba…

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Se encontraba Sango, con el auricular pegado hacía ya varios minutos al oído, rogando por que su jefe no saliera una vez más de la oficina y la encontrara aún en la misma labor, intentando dar palabras de consuelo a quien estaba del otro lado de la línea.

-Por favor, ya deja de llorar…- indicaba Sango, angustiada, al ver que nada de lo que decía calmaba los sollozos a través del teléfono - … sabías que esto iba a pasar, después de todo él algún día debía de casarse…

-Sí…lo sé…pero ¿no podría haber escogido a una bruja más horrible? – se soplaba la nariz Jakotzu, con uno de sus tantos pañuelos bordados- …habría preferido mil veces que hubiera sido con alguien como… Kagome por ejemplo…- continuó, para volver a limpiar su nariz, recordándole a Sango la extraña llamada de hace unas tres semanas, cuando InuYasha atendió sin ningún preámbulo una llamada de Kagome y luego salió sin mayores explicaciones, y no es que debiera darlas, pero por lo general lo hacía.

-Si Jakotzu, estamos de acuerdo, aunque no tengo nada en contra de la señorita Tokiyama…- expresaba Sango, intentando por lo que había decidido sería ya la última vez, hacer que su amigo comprendiera que InuYasha nunca sería para él -… pero debes entender de una buena vez que el señor Taisho no pertenece a tu rango…

-¿Qué intentas decirme?...- consultó con un timbre algo ofendido, apoyando su mano sobre el pecho.

-Ay Jakotzu…- suspiró la mujer, observando como Miroku entraba a la oficina, pensando que aún no salía de una distracción y ya estaba cayendo en otra, a este paso definitivamente no terminaría su trabajo

-Dilo… no te lo reserves…- la instaba, pensando que lo peor que podía decirle era que lo consideraba falto de belleza, o incluso mal vestido, pero jamás lo que oyó.

-Que definitivamente antes de enamorarte de él, debiste comprender que InuYasha Taisho tiene muy claro "el equipo para el que juega", y definitivamente no es el tuyo Jakotzu…- Quiso agregar algo más, para que su amigo no se sintiera tan ofendido, pero un sonrojo evidente le cubrió el rostro, al encontrarse con la mirada dorada de su jefe en el umbral de la puerta, y la sonrisa perversa de Miroku, ante las palabras que acababan de escuchar. Sango cortó el teléfono, sin decir nada más, dejando en el departamento de diseño a un perplejo Jakotzu, que se quedo con un grito ahogado de asombro.

No hubo tiempo de decir nada, ya que entró al lugar Renkotzu, con quien tenía una pequeña junta, para que le informase de los adelantos en la compra de material tecnológico, algo de lo que se estaba encargando Kikyo, pero que en este momento se veía en la obligación de atender, ya que su Gerente Comercial se encontraba en China junto a su padre ultimando los detalles para la boda que se llevaría a cabo en seis días exactos, comenzando las celebraciones un día Jueves, muy a la usanza antigua, en la que los matrimonios llegaban a durar días, y para ello habían asignado un lugar, cercano al Jardín Botánico, el Templo Jindai-ji, un sitio considerado como un patrimonio del Japón, tal como deseara el padre de Kikyo, un hombre que por lo que InuYasha había logrado apreciar, era tan conservador como su propio hermano.

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Habían pasado ya algunas semanas, y luego que consiguió a una persona se encargara de cuidar de Senkai mientras que ella iba a la Compañía Banryu, un lugar con muchísimas personas a cargo de Bankotzu, notando lo diferente que parecía el ambiente en el que se desenvolvía en relación al tiempo que compartieron en Japón, aunque ya habían estado justos antes en China, no logró ver lo que ahora observaba, sintiendo por él una gran admiración, era un hombre amable, que se mostraba condescendiente con sus semejantes, vestido la mayor parte del tiempo con aquellos trajes chinos, que tenían mucha relación con ciertas enseñanzas que dejo en él su abuelo, asistía a un templo cercano a su departamento, en el cual practicaba fortalecimiento tanto del cuerpo como de la mente. Se podía decir que ahora conocía realmente el ambiente en el que vivía, y estaba segura que sería un buen hombre, para cualquier mujer que lo amara...

Compartían los restos ya de un café, luego de la oficina Bankotzu se ofreció como muchas otras veces para traerla a casa, habían tocado algunos temas concernientes a su trabajo juntos, y sin saber cómo, la conversación los había llevado a recordar momentos buenos y malos de sus vidas por separado.

-¿Y que fue lo que sucedió con ella?...- consultó Kagome, con la taza entre sus manos, algo inclinada en su sillón, con la mirada expectante, en espera de la respuesta que le daría Bankotzu, ya que hablaban de un antiguo amor.

-Nos enamoramos…- respondió cómodo en su sillón, bebiendo su último sorbo de café – era tan hermosa Kagome… tanto- dijo aquello incorporándose casi con júbilo -… que cuando te vi, me la recordaste inevitablemente.

-¿Y por qué se separaron?...- continuaba con sus preguntas, como si esta fuera una interesante novela, Senkai dormía hacía bastante, por lo que no le preocupaba la hora, además al día siguiente no había trabajo.

-Ah… bueno…- suspiró Bankotzu, dejando al taza sobre la mesa de la sala -… yo soy de China, con mi cultura firmemente arraigada, y su familia es de Japón, su padre no lo aprobó…- concluyó con desanimo.

-¿Y lo permitiste?...- Kagome insistió con un visible tono de reproche, ante lo que Bankotzu solo sonrió sin mirarla, pasando la yema de los dedos en el borde de la taza ya fría.

-No creas que no me lo he reprochado muchas veces…- respondió, aún con la mirada baja.

-¿La haz buscado?...

-Probablemente ya ha hecho su vida…- confesó, sabiendo que ella se casaría dentro de muy poco y aunque Kagome no lo sabía, la conocía -… ya debo irme…- dijo alzando la mirada y entregando a su acompañante una amable sonrisa que le indicó que el tema quedaba zanjado, Bankotzu no diría más…

-Si claro…- asintió.

Se abrió la puerta del departamento, dando paso a la figura masculina de Bankotzu, quien la miró, mientras que Kagome permanecía de pie en el umbral de la puerta, abrazándose a sí, para conservar el calor que perdía.

-¿Sabías que eres realmente hermosa?…- dijo aún sonriendo, a lo que ella respondió con una sonrisa algo nerviosa, desviando la mirada.

Las cosas entre ambos habían estado bien en aquel plan de buenos amigos que habían acordado, pero las palabras de Bankotzu parecía querer dirigirse a otro plano, por lo que prefirió guardar silencio, pero no espero que aquello fuera interpretado como algo que no deseaba, sintiendo de pronto como la apresaba por la cintura con ambas manos, acercándose a sus labios. En tanto la figura de otro hombre de largos cabellos oscuros, se apoyaba a metros de la escena, en la pared, resguardado en la escasa sombra, para no ser visto, apretando sus puños con frustración, se giró apoyando la espalda, cerrando los ojos, con tanto pesar,…llevaba tantos días en espera de oír su voz, el teléfono solo lo dejaba comunicarse con su hijo, ya que Kagome se negaba a responder y podía comprender… pero no pensó que fuera por esto…pero antes de que su mente continuara tejiendo razones que inevitablemente lo llevarían a un dolor más profundo aún, escuchó la voz de ella, que lejos de sonar suave, fue imperativa…

-No lo hagas Bankotzu…-pidió con seguridad, apoyando las manos en el pecho del hombre, empujándose hacía atrás – no lo arruines…- continuó, notando como él desistía, liberando su cintura -… sabes que lo amo…- sonó la voz algo dolida.

-Lo siento Kagome…- se disculpó sinceramente, sabiendo que ella le había expuesto su amor por el padre de Senkai, mientras que acarició con cariño el cabello, ciertamente era lo que sentía por esta mujer… un gran afecto…

-No lo sientas… solo no lo vuelvas a hacer…- sonrió ella.

Se despidieron y la puerta se cerró, quizás de modo simbólico también ante cualquier deseo posterior de un nuevo intento, pero es que ella había comprendido de la forma más brutal, que el frió que se sentía en el alma cuando estas con alguien a quien no amas, es algo que no deseaba experimentar otra vez, prefería mil veces pasar sus años en soledad que ser infiel a sus sentimientos. Tomó las tazas que quedaron sobre la mesa de la sala y antes de caminar con ellas hasta la cocina, observó el teléfono, sintiendo unos deseos enormes de llamar a InuYasha saber como estaba, escucharlo, con ello tendría algunos minutos de paz, pero luego la tristeza se albergaría con más fuerza en su corazón, como el último día que le habló, y desistió, encaminándose nuevamente a la cocina, sintiendo un par de golpes en la puerta.

Para que estemos solos amor

Y el universo se nos quedé en un abrazo

Donde se esfumen esas dudas

Y esos miedos que nos quedan del pasado

Rodó el pomo de la puerta quitando antes el seguro, pensó que talvez Bankotzu deseaba decirle algo más, para al abrir ver la figura masculina que menos esperó, parpadeando como en señal de estar viendo bien, sorprendida más aún al notar como su rostro era cercado por las manos abiertas de InuYasha, que la observaba con aquellos ojos dorados entre cerrados, posando sus labios con fuerza en los suyos, intentando besarla, con lo que primeramente parecía solo apresar su boca, sin moverse, solo traspasando hasta su alma un sentimiento intenso de tristeza, desesperación y un profundo amor… algo que Kagome comprendió de inmediato, posando sus manos sobre las de él y correspondiendo el beso dolido, sintiendo como InuYasha finalmente comenzaba a apresar sus labios humedeciéndolos con su lengua, respirando como si al fin tuviera paz…

Para que estamos solos amor

En un día sin fin

Sin preocuparnos más

Del que podrán decir

Donde durmamos abrazados

Y si entonces nos sorprende el amanecer

Saber que estas ahí, que estamos solos

Kagome cerró la puerta y con los dedos enlazados en la mano de InuYasha, caminó con él en silencio hasta su habitación, le quitó la chaqueta, notando con ella que esta no había sido un viaje planeado, le sonrió con suavidad, sin mirarlo y se sentó en la cama quedando con la espalda apoyada sobre los almohadones.

-Ven acá…- le dijo con suavidad, tomando la punta de sus dedos, e InuYasha con su mirada abrumada, pero agradecida, se acomodó en su regazo como si se tratara de un niño al que había que cobijar, aferrándose a ella y cerrando los ojos.

-Te amo tanto Kagome…- susurró con la voz triste, sabiendo que su único refugio se encontraba entre los brazos de ella, la única que podía comprender lo que había en su alma.

-Shhh…- silencio ella, acariciando el cabello de InuYasha con suavidad, inclinándose para poder dejar un beso - …lo sé…- intentó consolarlo.

-Te extraño tanto, los extraño…- decía mientras se aferraba más al abrazo, hundiendo su cabeza en el estómago de ella, que continuaba acariciando su cabello - …y me maldigo pro todos mis errores… y sé que los estoy pagando…

-No digas eso… debes perdonarte… solo eso te liberará…- le dijo con tanta convicción y es que solo sus palabras lograban confortar su espíritu, ante todo el sufrimiento que cargaba, de saber que solo sus malas decisiones los habían puesto en esta situación, a ella, a su hijo…

-¿Y tú…podrás perdonarme?...- preguntó.

-¿Por qué?... ¿por amarme de este modo?...- aclaró sonriendo con delicadeza -… dejaste una parte de ti en mí… haciendo de cada día algo hermoso… no tengo nada que perdonarte, al contrario…- sintió como InuYasha ocultaba su rostro, para que ella no viera que los ojos se le humedecían -… ahora duerme amor… yo cuidaré de ti esta noche…- le dijo,. Volviendo a inclinarse para dejar un beso sobre su cabello.

Escapémonos, por necesidad

Nos debemos tanto

Si el amor esta

No hay por que esperar

El donde o el cuando

Lo contempló mientras que su respiración se hacía calma, comprendiendo que al fin estaba descansando, abrazado a su cintura, lo cubrió con la colcha y se mantuvo ahí junto a él, no quería dejarlo ir, el calendario dejo caer una nueva hoja, cuando paso de medianoche, les quedaban solo cinco días, pero no quiso pensar en ello, lo contemplaba, dormido y suspirando entre sueños…no tenía nada que perdonarle… él era lo más hermoso que le había sucedido, trayendo a su vida a Senkai… existiendo un lazo entre ambos que superaba cualquier cosa… un amor tan limpio a pesar de las adversidades que cruzaba distancias de tiempo y espacio… solo para dormir entre sus brazos…

Donde durmamos abrazados

Y si entonces nos sorprende el amanecer

Saber que estas ahí

Que estamos solos

Escapémonos…

Escondámonos…

Escapémonos…

Continuará…

Insisto en que no tengo idea como se va arreglar, claro que debo de decir que he recibido una cantidad de posibilidades increíble… jejeje… pero tranquilos que ya tengo todas las piezas acomodadas, cuando llegué el final se van a dar en la frente y dirán… mira eso era… pero por el momento todo bien, dentro de toda la tristeza, creo que InuYasha y Kagome siempre encuentran la manera de estar juntos ¿no?... eso me encanta… estoy enamorada de esta pareja… y él… que puedo decir un bombón relleno de amor…(no mal interpreten)… a que no se esperaban una noche a solas sin lemon eh?... lo siento Nadine..

Besitos

Anyara

P.D.: Recuerden por favor mi paga… de lo contrario ¿de qué voy a vivir?...mensajito…