Capítulo XXX

La boda

Kagome se quedó desde el umbral del baño, mirando a ambos varones, uno grande y uno más pequeño, con real curiosidad, lo que fuera que estuvieran conversando, murió en el momento en que ella abrió la puerta, acomodó su cabello a un lado, sobre el hombro izquierdo, mirando interrogante al par, caminando lentamente descalza sobre la alfombra hasta la cama.

-¿Qué se traen ustedes dos? – preguntó apoyando ambas manos sobre el borde de la cama, que se hundió un poco ante la presión, observando los ojos dorados de InuYasha que la miraba con la misma expresión de inocencia, con que lo hacía Senkai.

-Nada…- respondieron al unísono, negando con la cabeza, para luego observarse mutuamente y volver a los ojos de Kagome, que los abrió con sorpresa ante los movimientos tan exactos de ellos, intentando ahogar una sonrisa.

-No les creo…- dijo intentando mantener una expresión de seriedad -… ya confiesen…- solicitó, padre e hijo se miraron nuevamente e InuYasha puso su mano sobre el hombro del pequeño.

-¿Le contamos?...- consultó la voz del niño a su "amigo".

-Hazlo…- respondió sonriendo InuYasha con cierta expresión cómplice.

-Bueno…- comenzó Senkai, enfrentando los ojos de su madre, que permanecía aún apoyada en la cama -… verás…- titubeaba, hasta que finalmente golpeo el pecho de InuYasha con su bus de felpa -… no puedo, miéntele tú…

-Ya verás pequeño traidor…- exclamó el hombre, mientras que atrapaba la figura del niño y comenzaba a hacerle cosquillas, desordenando su pijama de perritos. Kagome se irguió cruzando los brazos sobre su pecho, comprendiendo que ya no lograría conseguir la mentada verdad que le estaban ocultando, pero decidió que estaba bien, verlos juguetear entre las sabanas, le pareció suficiente excusa para no preguntar más, pero de pronto noto, que la desnudez de InuYasha se estaba haciendo evidente ante los movimientos en el juego.

-Ya basta…- pronunció, con la voz clara y decidida, ante lo que ambos guerreros de detuvieron y lo observaron, una de las piernas de InuYasha estaba completamente descubierta, incluyendo su cadera y extendiéndose por su costado, permaneciendo la colcha solo en su entre pierna.

-¿Pero que pasa?...- pidieron ambos una explicación, sin moverse de las posiciones de ataque que mantenían.

-Senkai…a la sala…- exclamó, apuntando hacia la puerta de salida -…InuYasha, al baño…- extendió su otro brazo, bajándolos cuando notó que InuYasha adopto una posición que no le había visto hacía mucho, sentarse de brazos y pies cruzados, con el ceño arrugado y los ojos cerrados, despreciando sus palabras… y al observar junto a él, Senkai tenía la misma postura. Lo único que logro hacer fue sonreír y dejar que los niños hicieran de las suyas por un tiempo más.

-.-.-.-.-

Habían compartido gratamente aquel día, a pesar del frío reinante, por la estación en la que se encontraban, InuYasha al igual que Kagome, evitaron en todo momento tocar el doloroso tema de la boda, que se encontraba cada vez más cerca, el teléfono celular del hombre apagado, sabía que muchas llamadas debieron perderse, pero lo importante para él se encontraba junto a esta mujer y su hijo, por lo tanto, nada más tenía relevancia. Senkai acababa de acostarse e InuYasha esperaba a que terminara con sus oraciones y de ese modo darle las buenas noches, el niño vestido con su pijama de perritos y con sus manos unidas, le pidió en voz baja a Dios que su amigo se convirtiera en su padre… sin saber que ese deseo ya se lo había concedido cuando lo pidió la primera vez, cuando Dios le dio a elegir en el cielo, quienes serían sus padres en la tierra… termino de orar y se giro en la cama, mirando a su madre que lo observaba desde la puerta, dejando que por esta noche fuera InuYasha quien se encargara de dormirlo…

-Buenas noches mamá…- pronunció con la voz adormilada, mientras que metía sus manos bajo la almohada.

-Buenas noches amor…- respondió la madre, sonriéndole.

-Buenas noches InuYasha…- dijo enseguida, sintiendo la mano de su amigo acariciarle el cabello.

-Buenas noches…- respondió intentando mantener la sonrisa, sabiendo que ya mañana no se encontraría junto a él.

Salió de la habitación, siguiendo el aroma a té caliente que Kagome comenzaba a servir en la sala, caminó y la observó sosteniendo la pequeña tetera de loza, que de seguro no albergaba capacidad para más de dos tazas, el líquido humeaba mientras era vertido, y él permaneció de pie con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, sintiendo nuevamente aquel peso en su espalda adolorida.

-Ven siéntate…- lo invitó mientras que comenzaba a servir la otra taza, sin siquiera mirarlo, ¿por qué parecía tan entera?... como si la situación entre ellos no estuviera en las condiciones en las que vivían…InuYasha obedeció apoyando sus antebrazos en las piernas, inclinado hacía adelante, dejando que su cabello oscuro cayera por un costado.

-¿Cómo puedes estar tan tranquila?...- consultó con la voz baja, sin mirarla aún, mientras que ella terminaba de servir la segunda taza.

-No lo estoy…- escuchó responder a su voz suave, mirándola entonces, como preguntando de donde sacaba las fuerzas que él ya no tenía ni siquiera para luchar -… pero tengo fe, en que el sentimiento que nos une, permanecerá, hasta que todo este en calma…- respondió a su pregunta sin siquiera formularla, posando su pálida mano sobre la de él, que solo atino a encerrarla con la otra.

-Quisiera tener la convicción que tú tienes…- le respondió sin mirarla nuevamente.

-Deberías tenerla… InuYasha…- dijo, mientras que se libraba de sus manos, tomando el rostro del hombre entre ellas, buscando los ojos dorados que permanecían con una visible estela de intranquilidad – ella es la que nos mantendrá unidos… no importa la distancia que nos separe, yo te llevó en el corazón…

-Oh…Kagome…- susurró, para acercar sus manos a las de ella y liberarse del agarré, sosteniéndolas y aproximándose a sus labios, hambriento de besos, tomando la boca femenina con suavidad, acariciando con sus besos, deseando no salir jamás de aquella sensación de plenitud que le entregaba aquella delicada caricia. Soltó sus manos y rodea el talle indicándole que se recostara en su regazo, Kagome simplemente obedeció, sintiendo aún los besos que no se desprendían de sus labios, extendiéndose sobre el sillón, dejando que la parte superior de su cuerpo reposara en las piernas de InuYasha.

Liberó los labios y comenzó a observarla, mientras que ella fijaba sus ojos marrones, tan cálidos en él, le acarició el cabello azabache como la más oscura noche, el contorno del rostro, como intentando grabarse la imagen de Kagome, esa imagen de paz que ella intentaba mantener, sabiendo que si ella no tenía la fuerza en este momento, él desfallecería.

Suceden cosas muy extrañas,

Cada vez que te miro

Un fuerte temblor me estremece

Me reboza y me rió.

-¿Podré venir a visitarte?...- consultó algo temeroso, sabiendo que lo que pedía sería doloroso para ella.

-Te amo…InuYasha…- respondió, intentando que él entendiera que no podía ser de otro modo, pero de todas maneras lo pronunció – no podría negártelo…

-Pero eso te convertiría en mi amante…- continuó él, notando como un nudo se formaba en su garganta ante el solo significado que tomaba aquella hermosa palabra bajo estas circunstancias, Kagome se sonrió melancólicamente.

-Mi madre siempre decía que solo sería tu concubina…- expresó recordando las duras palabras de su madre, cuando se entró de la relación que ambos mantenían.

-La situación es distinta… te amo, preciosa…- aclaró él, sabiendo que el resentimiento de la madre de Kagome pasaba incluso de ellos, era el desazón que había dejado en su corazón el padre de ella, el que nunca llegó a conocer, ya que sabiendo que la criatura venía en camino, se deshizo de la "empleada", y partió lejos…

-Lo sé…- le devolvió la mirada amorosa que le estaba entregando, acariciado aquel rebelde mechón de cabello que siempre le caía hacía adelante, no pudo evitar sonreír al notar que pequeños detalles se hacían tan especiales - … te amo…

Una carcajada se escapa

Contemplando tu pelo

Y me nace el deseo de contarte

Lo que yo te quiero

-.-.-.-.-

El avión lo llevaba de vuelta a Japón, a casi cuatro días de su boda con Kikyo, encendió durante el velo el teléfono celular, solo para notar que este comenzó a sonar de inmediato, no quería responder, no aún, no mientras llevara todavía en el alma la calidez del último beso y de los momentos compartidos, sería fuerte, claro que lo sería y esa familia que dejó en China, seguiría siendo la suya. Apoyó la cabeza en la parte trasera del asiento, cerrando los ojos, cansado, no había podido dormir, pero una suave sonrisa se dibujo en su rostro al recordar que el insomnio lo abordó y solo pudo contemplar a Kagome dormida entre sus brazos igual que la noche anterior, sintiendo aún en su cuerpo el tacto de la piel de la mujer.

Muchas cosas que no sé entender

Muchas cosas que no sé decir

Solo sé que me siento dichoso

Amándote así…

-.-.-.-.-

Miroku observaba la hora en su reloj, ya había cumplido con su misión de trasladar al novio hasta el Templo Jindai-ji, en el cual se efectuaría la boda, esperaba a sango y no la veía llegar, muchas personas transitaban por el camino al interior del jardín que lo rodeaba, ya que los vehículos debían mantenerse fuera del recinto, por una cuestión de mantener la belleza natural del lugar, el solo hecho de que fuera visitado, ya jugaba en contra del ecosistema. Volvió a mirar la hora, la ceremonia se realizaría dentro de unos veinte minutos según decían las invitaciones, estaba muy nervioso, más que si se tratara de su propia boda, lo atribuía al carácter que últimamente presentaba InuYasha, más aún luego de aquella extraña desaparición de dos días en los que nadie supo de él y aún permanecía sin saber en dónde se encontraba, la novia por su parte, no dio señales hasta el día anterior, Miroku le comentó a Sano que talvez estarían juntos por ahí adelantando su luna de miel, pero la mujer tenía sus razones para pensar que aquella deducción se alejaba muchísimo de la realidad.

Finalmente la vio entre el tumulto, aminorado ya por la cercanía de la hora, vestida impecablemente para la ocasión, con un traje verde bastante ceñido y con su cabello tomado en rizos que dejaban destacar su cuello y hombros, acompañada de un joven, que traía un traje de un tono celeste, sosteniendo en su mano derecha lo que le pareció un pañuelo de tela bordado.

-Hola mi amor…- dijo sango, entregando un suave beso en los labios a Miroku, quien aún no podía dejar de observar al acompañante de la mujer, notando que éste se veía bastante acongojado, sollozando a intervalos.

-Hola…- respondió el beso aún algo distraído - ¿qué le sucede a tu amigo?...- consultó, sosteniendo aún por la cintura a su novia, la que suspiró.

-Es una larga historia…- respondió indicándole que ya debían caminar – vamos o se nos hará tarde…

-Claro…

-.-.-.-.-

Estaba de pie con su increíble porte de caballero, el cabello sedoso y peinado perfectamente tras su espalda, notó como un mechón se le iba hacía adelante lo tomo y lo puso en su lugar, recordando el modo suave con que Kagome solí hacerlo, permitiendo que los broches en la manga de su chaqueta brillaran ante la luz. De frente al altar del Templo, una gran edificación, con pilares cuadrados sin ningún adorno sosteniendo sus tejados graciosamente curvados y sus tres torres accesorias alrededor del tenshu, o torre del homenaje, en las paredes encontrabas algunas pinturas de la época, finamente delineadas por los pinceles de los artistas, al centro y al estilo occidental, los invitados se encontraban ya en espera de la entrada triunfal de la novia, cuestionándose, sobre todo las damas de cual habría sido su elección a la hora de escoger el vestido, que dada las indicaciones de las invitaciones sería igualmente al estilo occidental, un modelo elegante de seguro, de algún destacado diseñador, probablemente con un largo velo cubriendo su rostro, y estaban en lo correcto, ya que cuando comenzó a sonar de fondo la melodía de una hermosa canción tradicional del Japón para estas ceremonias, se vio la solitaria figura vestida de perfecto marfil, brocato era lo que cubría su pecho, dejando al descubierto sus hombros, ajustándose a su talle, hasta el inicio de las caderas, luego de eso, gasa, suave, delicada, dando de ella una visión hermosa, el rostro cubierto por un largo velo, que llegaba hasta el piso por la parte trasera y algo más arriba de la cintura desde adelante, con hermosos bordados de seda en todo el contorno, las manos cubiertas por guantes trasparentes que asaban de su codo, y entre ellas, un arreglote hermosas rosas blancas, junto a las amplias puertas de acceso al lugar. El señor Tokiyama, de pie junto al novio, a petición de su hija, quien le solicitó transitar sola, y así comenzó a hacerlo, InuYasha tragó saliva difícilmente, debía reconocer que era una novia hermosa, como habría deseado compartir este momento con Kagome, que fuera ella la que acortaba la distancia, volvió a tragar el nudo que se formaba en su garganta, intentando contener sus deseos de escapar… quizás sería una opción, aún estaba a tiempo… pero entonces recordó las palabras de Kagome, en aquel último beso que le había entregado…recuerda que a veces cuando pierdes, ganas…eres fuerte y te amo por eso, la fuerza no se demuestra con actos enérgicos, si no con sabiduría…

Salió de sus pensamientos, solo para tomar en un acto completamente reflejo, ya que ni siquiera ensayos tuvieron, la mano de la novia que se la extendía para subir el escalón frente al altar, con un suave apretón ella se sostuvo, recordando él nuevamente la procedencia de aquellas delicadas formas, una educación de alto nivel, podía notar con algo de dificultad la pálida piel de los hombros y el cuello, bajo el bordado del velo, además de una cascada de definidos rizos tomados y cayendo por su espalda, por un momento creyó ver el cabello de Kagome peinado bajo la tela, pero cerro los ojos y desvió la mirada comprendiendo que era completamente normal que Kikyo, hubiera ensortijada su liso cabello para la ocasión.

Se acomodaron uno junto al otro, mientras que el juez de fe, comenzaba con su lectura de los reglamentos bajo los cuales se firmaba el contrato nupcial, InuYasha lo único que lograba pensar, era en su hijo y su mujer, apretando los puños sobre sus piernas, con la cabeza baja, sacerdote comenzaba con la ceremonia y él nuevamente no escuchaba.

-Señor Taisho…- nombró e sacerdote, logrando solo en ese momento la atención parcial del hombre, que lo observó con los ojos algo perdidos - … ¿acepta usted por esposa a la señorita Tokiyama?...- InuYasha se quedó en completo silencio, sin ser dueño de sus emociones, por su mente se pasaron muchísimas imágenes, partiendo desde el día en que encontró a una solitaria joven en el jardín de su residencia, mientras que dentro celebraban una serie de extraños su cumpleaños número veintiuno, la primera noche de entrega entre ambos, los momentos juntos antes de aquello, el amor de Kagome corriendo por sus venas, el día en que la volvió a encontrar, la mirada calida de su hijo, idéntica a la de ella, la misma que le entregara en la puerta del departamento que ahora habitaba en China, donde le infundió las fuerzas para dar este paso -… Señor Taisho...- repitió el sacerdote ante la mirada ida de InuYasha, quien volvió a escuchar la pregunta - … ¿acepta usted por esposa a la señorita Tokiyama?...

-Sí…- respondió sin nada más por decir, sintiendo la mano de la novia posarse sobre la de él y apretarla con suavidad, maldecía el día en que firmó aquel contrato, ya que sabía bien que jamás sería un esposo para Kikyo.

-Sí, acepto…- indicó el sacerdote, ante la mirada expectante de los asistentes, escuchando a la distancia los sollozos ahogados de Jakotzu.

-Sí…Acepto…- repitió de una forma tan mecánica, no podía siquiera responder a la caricia de Kikyo, sabía que jamás podría.

El juez de paz, ante las palabras del sacerdote y las respuestas de los novios, tomó el libro de registros y les indicó, primeramente a él que pusiera su nombre de puño y letra y a posterior su firma, aquella era la parte legal de la unión, InuYasha tomó la pluma y con aquel mismo acto mecánico, con el cual aceptó, puso su nombre con aquella caligrafía varonil que poseía y luego firmo, entregando la pluma a Juez, quién le indicó que se la pasara a la novia, quien la tomo entre los dedos cubiertos por los guantes y se inclinó un poco hacía él… implantó su nombre, en el momento en que InuYasha observaba al niño que traía los anillos en una inmaculada almohadilla de seda, con encajes por alrededor.

Observó el libro de registros en el momento en que ella dejaba impresa su firma, y parpadeo volviendo a enfocar, pensando que tal vez su vista le estaba jugando una mala pasada, pero volvió a encontrarse con la misma escena, una caligrafía que conocía perfectamente, que no podía confundir nuevamente, sobre todo por aquellas vueltas de "a" que logró descubrir semanas antes, el libro de registros decía claramente… Kagome Tokiyama…sintió que el corazón se le detenía, tomando sin mucha delicadeza la tela suave y bordada hermosamente del velo que cubría el rostro de su novia, solo para encontrarse con las mejillas humedecidas por las lagrimas de la única mujer a la que había amado en toda su vida…

-Kagome…- susurró, sin siquiera detenerse a preguntar un por qué, apresó el rostro de ella entre sus manos y la besó, tal como hiciera aquella noche en que apareció en China, con un beso profundo y sentido, que parecía un respiro para su alma… sintiendo que por fin lograba respirar después de mucho tiempo, con un aire nuevo…

El aire se llenó de voces preguntándose que era lo que estaba sucediendo, el grito ahogado de Jakotzu no paso desapercibido por ambos, que solo lograron sonreír entre el beso, Kagome sostenía sus manos y le respondía con igual intensidad, sabiendo todo el dolor que se había albergado en el corazón de InuYasha… sintiendo ella igualmente como el aire de su amor le llenaba los pulmones…

-Perdonen… pero…- el Sacerdote intentaba calmar a los amantes que parecían no saber que habían más personas a su alrededor, ya que sus cuerpos dejaron de mantener espacio entre ellos, uniéndose en un abrazo férreo que indicaba que ya nada lograría separarlos…

-Shhh…- indicó Miroku desde abajo el altar, mientras que Sango sollozaba al igual que su amigo Jakotzu. Senkai apareció de la mano de su tío Houjo, quien entro en el momento exacto, junto con Eri, antes de escuchar la voz poderosa de un hombre deteniendo la escena.

-Un momento… esto ha sido un error…- se escuchó la voz de señor Tokiyama, molesto y sin comprensión, pensando únicamente en que todo esto era una burla - … esa no es mi hija…- exclamó indicando con su dedo a Kagome, como si se tratara de una ladrona, o algo peor, ella solo apretó más la mano que InuYasha acababa de darle…

Continuará…

Hola a todos… bueno creo que finalmente no pude terminarlo aún, pero no pasa de un capitulo más, ahora me toca aclarar como es que Kagome se caso con InuYasha de esta manera, y bueno, intentar que no deseen divorciarlos antes de que llegué la noche de bodas, jejeje, yo y mis pensamiento subidos de tono… y eso que era un cap. Triple "X", treinta… creo que las más suspicaces dejaran sus ideas y de seguro más de alguna ya entendió en dónde estaba la trampita, me estoy pareciendo a los juegos de Play que andan dejando pistas…ufff… solo esperar que les haya gustado y eso… sí sé que esta pareciendo novela, pero bueno…

Besitos

Anyara