¡Hola

Eso no es un cuento nuevo, es una traducción de lo que ya publiqué aquí en inglés como "Cursed inheritance". Entonces es posible que algunos lo sepan. Me decidí traducirlo sobre todo porque me gustaba mucho el idioma español y creía que era un buen medio para estudiarlo mejor. Si tengáis un poquito de tiempo libre, léelo y decime si entendeís mi español. Aguardo todos vuestros comentarios.

Y unas palabras sobre el cuento mismo: la historia comienza en un momento de acabarse "La calíz del fuego". Todo reconocible pertenece a J.K.Rolwing, trama y personajes nuevos son míos.!


LA HERENCIA OSCURA

Señor y sus sirvientes

(24 junio 1995)

- Severus – dijo Dumbledore volviéndose a Snape – tú sabes lo que debe pedirte ahora. Si estás preparado...

- Estoy - contestó Snape.

Estaba un poco más pálido que siempre y sus fríos ojos negros brillaron de modo extraño.

- Entonces... ¡mucha suerte! – dijo Dumbledore mirándolo a Snape, el que salió sin una palabra.

Al abandonar la sala del hospital, el Maestro de Pociones se dirigió rapidamente hacía los calabozos. Su vestido negro flameaba como las alas enormes de murciélago. Su cara lúgubre no expresaba ninguna emoción, pero los ojos eran concentrados como si Snape viera un fin delante de él y calculara como lograrlo mejor.

Al llegar a su desapacho cerró la puerta con llave y además ejecutó un encantamiento de bloqueo. Después se asercó a un escaparate de vidrio en fondo de la habitación; aquí, en los frascos colorados, guardaba sus pociones más preciosos. Sacó una botellita pero no la levantó sino la volvió cautamente de 180 grados. Una raja estrecha se marcó sin un susurro en la pared trasera del escaparate. Snape la tocó con su varita. La pared desapareció y en el muro contiguo se abrió un nicho pequeño. Allá había unos rollos de pergamino, tres frascos grises, un cuerno roto de unicornio y algunos otros objetos de aspecto tan repugnante que sin duda eran usados en los Artes Oscuros avanzados. Snape cogió una cadenita de metal con un medallón negro ensartado, formado de una araña con patas cortas y torcidas al mismo lado. Severus miró el imagen con una aversión distinta, pero sacó la cadenita del escondite y lo puso sobre el escritorio. Volvió al escaparte y de debajo de los pergaminos extrajo una máscara blanca. La escondió en su bosillo, cerró el nicho, restituyó la pared vítrea en su puesto, inflamó una candela y se sintió al escritorio, clavando la vista en el medallón.

- Pues ha pasado – dijo en voz baja – En fin llegó la hora para usarte. – Cogió la araña de metal y la acercó a la luz. La superficie negra era lisa y brillante. Snape la esataba mirando – Mi pase a los Mortifagos... – sonrió con ironía – ¡Ojala resulte digno de su precio!

Se puso rápidamente la cadena al cuello y la escondió bajo el vestido negro. Se levantó i se acercó a la chimenea extinguida.

- Incednio – gruñió.

Ardieron las llamas. Snape cogió una cajita de la cornija.

- Estoy preparado – susurró – Estoy preparado desde hace cuatro años...

Abrió la cajita, tomó una pulgarada de polvo y lo lanzó en fuego. Las llamas se volvieron azules. Severus arremangó la manga izquierda. La Marca Negra, aunque no tan clara como en la hora del renascimiento de Voldemort, era continuamente bien visible. Snape tocó el marco con la varita y llamó bajo hacía las llamas:

- ¡Lucius!

Por un momento no se ocurrió nada, pero de repente una cabeza de máscara y capucho aparecio en la chimenea.

- ¿Severus...?

- Sí, soy yo – dijo Snape. - ¿Es la verdad? ¿Es la verdad que él...que nuestro señor...regresó?

La cabeza de Malfoy estaba encajado en las llamas, callando.

- Esta noche he sentido que mi Marco Negro está ardiendo – continuó Snape con la voz temblando de emoción – Como antes...cunado nuestro señor nos llamaba. No he podido creerlo. ¿Él regresó? ¡Contéstame! – casi gritó - ¿Regresó?

- Un Mortífago leal comparece siempre cuando su señor lo llama; es la cuestión de obediencia, no de fe. – Malfoy dijo en fin. Su voz era glacial y pleno de desprecio. – Me has desilusionado, Severus. Por todos los años creía que eras un sirviente leal de Lord Voldemort. Que cuando llegue el tiempo, responderemos juntos a su llamamiento... como lo hacíamos antes.

Ha callado. Severus miraba el fuego, emocionado.

- Pero hoy – Malfoy dijo de nuevo – no te he visto en el Círculo Negro. No te he visto con los que permanecieron fieles, cunado nuestro Maestro, Lord Voldemort, regresó.

- ¡Pues es verdad! – susurró Snape, con satisfacción en su voz – Despues tantos años...regresó...

- No me alegraría tanto a tu puesto – Malfoy le interrumpió mofando – Yo no soy el único que has desilusionado. Lord Voldemort notó tu ausencia. Y tu sabes bien que él no suele perdonar a los traidores.

- ¡No soy un traidor! – chicheó Snape y sus ojos brillaron de modo siniestro – Tú lo sabes bien. Habrás olvidado mi situación. Estoy en Hogwart, con Dumbledore siempre a mis espaldas. ¿Como podría explicarle mi desapareción repentina, la desapareción en el mismo momento cuando la de Potter?

- ¡Potter! – gruñió Malfoy – Escapó cuando todavía lo tuvimos en un puño. Lord fue furioso. ¿Él regresó a Hogwart?

- Sí - dijo Snape tranquilamente. Sintió que ahora, cuando sabía algo desconocido a Voldemort, comenzó a ganar ventaja y sonrió lúgubremente. – Muchas cosas interesantes ocurrieron en colegio, las cosas que Lord querría saber. Voy a contárselas personalmente y estoy seguro que él comprenderá las razones de mi ausencia.

- ¡Ojalá tus informaciones sean apreciables! – dijo Malfoy – Pero en tu lugar no contaría con una acogida amable. Lord no fue contento, dijo que lo habíamos engañado. – la voz de Lucius trembló ligeramente.

- ¿Dónde está? – preguntó Snape – Voy a comparecer delante él en seguida.

Pues Potter no dijo ¿dónde había encontrado a Lord? – Malfoy interrogó sospechosamente.

- Claro que sí – Snape rió cínicamente – Pero no creo que cualquiera de vosotros esté esperando a aquel cementerio a Dumbledore y a un equipo de los Aurores.

Los ojos negros de Sanpe brillaron con una satisfacción vindictiva. Era seguro que apenas Harry hubo escapado, todos los Mortifagos se desaparecieron a otros lugares. Incluso Voldemort no fue todavía preparado para comenzar un combate manifiesto.

- ¿Piensas qué to voy a revelar su residencia? – dijo Malfoy con ironía – Hasta que Lord te perdone y confie , yo lo haré tampoco.

La cara pálida de Snape se torció en furia.

- ¡Tonto! – gruñió con rabia – Cuando él se entere...

- Espera, Severus – Malfoy era una personificación de tranquilidad – No te voy a decir donde está nuestro Señor sino te conduciré a él personalmente. Nos encontremos dentro de media hora, sabes donde.

Y desapareció. Las llamas volvieron a su color usual.

Sanpe sonrió con una lúgubre satisfacción.

- Por ahora todo va bien – dijo en voz baja – Pero la prueba más importante ya está delante de mí.

Se acercó a una caja grande con los herrajes de hierro. Levantó la tapa. Sobre un montón de las cosas diversas había una escoba vieja. La sacó y frotó, meditando. La escoba fue gastada y no usada desde hace mucho tiempo pero Snape parecía importarlo un bledo. Apagó la candela sobre la mesa, se dirigió a la chimenea i dijo: Nox. La habitación se sumirgió en tinieblas. Snape vistió un largo abrigo con capucho, montó la escoba, se acercó a una ventana muy cerca del techo y la abrió. La noche estival era templada, silenciosa y oscura. Sin ruido, como un enorme murciélago negro, el Maestro de Pociones voló hacía Hogsmead.

Diez minutos más tarde aterró en la orilla del pueblo, escondió su escoba bajo un arbusto y se desapareció. En un santiamén se halló muchas leguas de Hogwart, al patio de una vieja casa abandonada. La casa donde había nacido y pasado los años mas tempranos de su vivida, educado por su abuela Muggle. Snape se estremeció de ese recuredo. Aborrecía esta casa, pero al mismo tiempo algo lo siempre atraía aquí. Por eso lo había detrminado para el puesto de encuentros en su grupo de los Mortífagos.

Snape miró el reloj. Llegó diez minutos antes. Malfoy va a aparecer en punto a la hora fijada. Severus puso la máscara blanca y vistió el capucho. Se sentó sobre una piedra, lo único que había quedado de un banco roto, y se sumergió en los lúgubres pensamientos.

De golpe oió un silencioso "Pop". Levantó la cabeza y vió a una figura acercándolo.

- ¡Salud, Lucius! Puntual como siempre.

- Y tú, como simpre, primero. – dijo Malfoy venonosamente – Avisé a Lord de nuestra visita. Está esperándonos ... y sobre todo esperándoTE. – Se sonrió maliciosamente - Anunció una acogida especial.

- Snape no contestó, pero sintió un escalofrío glacial. "Vale, es lo que esperaba," pensó. "Supe que Lord querría castigarme. Pero voy a aguantar, tengo que... Y después, cuando le diga todo..."

- ¡Vamos! – dijo a Malfoy.

El Mortífago sacó de su bolsa un objecto blanco. Fue una calavera humana, juzgando por su tamaño la de un niño. Controló su reloj y tendió la calavera hacía Snape.

- Es un Traslador. Dentro de un minuto va a transmigrarnos a la residencia del Lord.

Snape puso su mano a la calavera. Pasaban los segundos. De repente una fuerza inmensa lo arrancó del suelo y lo aspiró en un remolino rugiendo.

De improviso sintió la tierra bajo sus pies. Levantó la cabeza y vió que estaban en una grande, mal iluminada sala de un viejo castillo. Malfoy se adelantó y se inclinó con respecto.

- ¡Soy yo, Mi Lord! – dijo humilidemente – Le he hecho venir.

Snape miró a la misma dirección. En fondo de la sala, sobre una elevación de piedra, hubo un trono negro. Severus sintió su boca volviéndose seca. Sobre el trono Lord Voldemort estaba sentado y lo miraba con los ojos rojos, llenos de furia y crueldad. Snape se hincó de rodillas y bajó la cabeza.

- Pues mi fiel sirviente ha venido por fin. – dijo una voz glacial. A Snape se le puso la carne de gallina. – El sirviente que resultó demasiado cobardo para llegar cuando se lo había ordenado.

- Señor – comenzó Snape, alzando la cabeza – Déjeme explicar...

- ¡Crucio! – gritó Voldemort.