Revisado por Florence Rose
8. El Impostor
Durante la cena Severus sintió que lo quemaba la Marca Oscura – Voldemort lo llamaba. Esto lo sorprendió un poco. Tenía que entregar el próximo informe dentro de una semana y nunca había pasado que el Lord quisiera verlo tan de improviso.
Tuvo que ocurrir algo...- meditaba Snape, refrenando los malos pensamientos.
Después de la comida salió del castillo y fue a pie hacía Hogsmeade. La luna inundaba los campos con una fina luz clara, de detrás de los montes estaba saliendo la constelación de Orión. Después de quince minutos de marcha Severus llegó hasta un ancho camino empedrado. Aquí se acababa el terreno de Hogwarts. El magó atravesó la carretera, se detuvo y se volvió. Fijó los ojos en la oscuridad como si quisiera ver unas señales misteriosas.
Y en algún sentido era así. Al oeste del camino se extendía la pared protectora del Sistema de la Detección de las Artes Oscuras. Si alguien pasaba por allí, no notaría nada, pero Severus sentía como el aire temblaba por la poderosa magia acumulada. Sabía también que si algún incompetente tratara de pasar la barrera hacía el castillo, enseguida estaría aturdido e inmovilizado por los fuertes hechizos. Pero Snape no tenía idea de como el Sistema identificaba a los magos. Era un secreto muy bien guardado de Vega que no reveló ni siquiera a Dumbledore.
Snape respiró el aire frío y se envolvió en su grueso abrigo negro. Miró rápidamente a su alrededor y desapareció.
La residencia de Lord Voldemort estaba sumergida en las tinieblas. Severus se estremeció cuando notó que se apareció entre las lápidas rotas. Los viejos árboles podridos bajaban de encima sus largas ramos, como tentáculos ávidos. Pasó de prisa el cementerio y entró a un vasto patio, inundado por un pálido claro de luna. Atravesó el puente de piedra, que unía los dos bordes de un ancho foso, encima flotaba una niebla gris, exhalando un olor nauseabundo. Las hojas de la alta puerta de hierro se abrieron sin ruido apenas hubo puesto su pie sobre el peldaño más alto de la escalera. El Maestro de Pociones cruzó el umbral del castillo.
Bajo una estela de la luz entrando del patio Snape notó, que bajo la pared del pasillo se escogió una figura. Al verlo se puso en pie y Severus reconoció la pálida cara y los ojos descoloridos de Colagusano.
- El Señor te espera – susurró Pettigrew con un saludo servil.
En los ojos de Snape brilló el desprecio infinito. Con mucho gusto aplastaría a esta lamentable criatura como un gusano. Colagusano pareció leerlo todo en la cara de Snape, porque se encogió de nuevo y comenzó a ir rápidamente al fondo del pasillo. Subieron una larga escalera de caracol y se detuvieron frente a una puerta. Snape miró atentamente a su alrededor – no había estado nunca en esta parte del castillo. Colagusano tocó la puerta con su varita y se hizo humildemente a un lado.
En medio de una pequeña sala había una alargada mesa de ébano. A la cabecera estaba sentando Voldemort, sus ojos rojos fijos en el mago. Snape bajó la cabeza con respecto.
- A punto, Severus – dijo Lord con una fría sonrisa – Acabamos de hablar sobre ti.
Snape entró la sala, meditando en que pensaba Voldemort diciendo "acabamos". Y en este momento vio cerca de la ventana a una alta figura, vestida del abrigo negro. Como anteriormente, su cara estaba cubierta por la capucha. Voldemort notó su asombro.
- Ya es hora que os conozcáis – dijo, haciendo una señal al hombre disfrazado. Este se acercó lentamente a la mesa. – Es mi espía de confianza – continuó Voldemort – Realiza para mí una missión de gran importancia, difícil y arriesgada. Y por eso tiene que quedar anónimo. Puedes llamarlo Impostor – dijo, volviéndose a Snape.
Severus asintió con la cabeza. Sabía que el Lord no le confiaba todos sus planes y proyectos. Sobre todo para que no pudiera revelar nada a sus enemigos, ni siquiera bajo presión. Pero Snape tenía otras sospechas. Hasta ahora no estaba completamente seguro, si Voldemort confiaba en él de verdad. Si confiara en cualquiera...
Sus meditaciones fueron parados por la voz fría de Lord Tenebroso.
- Severus, te he llamado hoy porque es una rara ocasión para que te encuentres con el Impostor. Desgraciadamente, no puede aparecer aquí a menudo para no inspirar sospechas.
Snape escuchaba en tensión y pensaba, porque debía encontrarse con este misterioso hombre disfrazado. Voldemort movió su varita y sobre la mesa se materializó un largo rollo de pergamino. El Señor Tenebroso lo desenvolvió con una sonrisa feroz. Snape aspiró y apretó la mano sobre el respaldo de la silla. Era el mapa de Hogwarts.
- Sí, Hogwarts...- dijo Voldemort lentamente, fijando los ojos ardientes en el pergamino – Le gente cree que mientras esté guardado por Albus Dumbledore, ni siquiera yo seré capaz de destruirlo. ¡Tontos! – rió como un demonio - ¡Hogwarts caerá! ¡Y yo atraparé a Harry Potter!
En el silencio Snape oyó claramente un silbido callado, llegado de debajo de la capucha.
Detrás de la ventana ululó un buho. Voldemort miró a los magos. No sonreía.
- Hay sólo un obstáculo – dijo como un mal augurio – Vega Starlight.
Severus sintió un escalofrío glacial, pero se dominó perfectamente. Ni un músculo tembló en su cara.
- Tengo que admitir – continuó Lord – que al viejo Albus se le ha ocurrido una idea genial con haberla traído a Hogwarts. Este Sistema de la Detección de las Artes Oscuras...- en sus ojos brilló desprecio – Impostor lo examinó muy bien. Dice que será difícil romperlo.
Snape quería saber las respuestas a muchas preguntas. ¿Como Impostor se enteró del SDAO? ¿Fue esta su importante misión? ¿Y quién se escondía bajo la capucha negra?
- Severus – El Lord lo miró con una mirada penetrante – Estás en Hogwarts cada día. Quería saber tu opinión.
Sin vacilar Snape le contó todo lo que Vega había dicho durante su encuentro con los maestros en septiembre. Pero se daba cuenta que las informaciones no satisfacerían a Lord. La bruja nunca había revelado a nadie los puntos flacos del SDAO y nadie excepto ella sabía como engañarlo.
- Tenéis que conseguir estas informaciones – ordenó Voldemort – Y cuando lo sepamos, ni siquiera Albus Dumbledore me detendrá de destruir Hogwarts. Pero antes...- sus ojos ardieron con un brillo frío – Vamos a convencernos, sobre que fuerzas duermen en el heredero de Slytherin.
(12 octubre 1995)
Después del desayuno Harry, Ron y Hermione fueron a visitar a Hagrid. Lo encontraron en el pequeño huerto detrás de su cabaña, cavando enérgeticamente con una pala. A cada momento se agachaba y sacaba de la tierra un bulbo amarillo del tamaño de una pelota de tenis, que luego echaba a un gran cubo.
- Esperad, ya estoy acabando – jadeó al ver a los visitantes.
Los dos siguientes bulbos cayeron en el cubo.
- ¿Qué haces? – se interesó Harry.
- Estoy buscando los bulbos de azucenas – anunció Hagrid como si fuera la cosa más natural en el mundo – Les gustan mucho, entonces pensó...
Se calló de repente y, echando miradas confusas a los visitantes, se puso a cavar con aún más brío. Pero sus amigos lo conocieron muy bien. Supieron que de nuevo se le había escapado algo que debía quedar en secreto. Cambiaron las miradas.
- ¿A quién le gustan mucho, Hagrid? – preguntó Hermione en voz innocente.
El guardabosque pretendía no oir, pero Hermione no se rindió.
- ¿A cuál animal pueden gustar los bulbos de azucenas? – consideró en voz alta, observando la reacción de Hagrid.
El mango de la pala se rompió con un crujido seco. Hagrid movió con desperación en las manos el bastón inútil, murmurando entre dientes:
- Tengo la lengua demasiado larga. Demasiado. Siempre me lo dicen
- Hagrid, no se lo diremos a nadie...- prometió Ron y sonrió mostrando los dientes.
De golpe Hagrid lanzó la pala, agarró el cubo y fue hacía la cabaña.
- ¡No es vuestro problema! – bufó.
Estaba visiblemente iritado. Los amigos cambiaron las miradas.
- Bien – contestó Harry, tratando de hablar con indiferencia.
Hagrid lo miró sospechosamente, pero al ver a su cara una sonrisa innocente se despejó un poco.
- Venid, vamos a tomar té – propuso, abriendo la puerta.
Pronto sobre la mesa de madera se aparecieron tres tazas y un gran jarro, y las humaradas del vapor salieron de una caldera. Cuando todos ya se acomodaron, aspirando el aroma del té (original chino, como Hagrid había explicado con orgullo), Harry hizo una pregunta que les venían preocupando por más de un mes.
- ¿Oye, dónde estuviste éste tiempo?
Esta vez Hagrid conservó la seriedad y la sangre fría que no habían esperado de él.
- Créanme, me gustaría contaros todo – dijo con una rara tristeza – Pero no puedo. No me preguntéis más.
Harry llegó a la conclusión que estaba harto de esto. En todas partes encontraba secretos, misterios, reticencias. Hasta los más intimos amigos no le dijeron todo. Primero Sirius, ahora Hagrid. Harry sentía que algo muy importante pasaba alrededor y él no tenía idea que era. Sólo podía adivinar que estaba en relación con el regreso de Voldemort.
Ron y Hermione tuvieron que pensar lo mismo y Harry estaba seguro que a ellos tampoco les gustaba vagar a tientas en un laberinto de preguntas y enigmas. Estaban callados, echando miradas lúgubres. Hagrid miraba pensativamente el fondo de su jarro. Ni un susurro interrumpió el silencio.
Por fin Harry no pudo soportarlo más.
- Hagrid, ¿qué vamos a hacer mañana durante las clases?
En la cara de Hagrid se dibujó alivio, el guardabosque miró a Harry con gratitud.
- ¡Intentaremos criar gárgolas! – anunció con un feliz brillo en sus ojos - Esperad, os mostraré los huevos.
Saltó de la silla y salió corriendo de la casa. Ron pareció asombrado y un poquito inquieto. Las criaturas mágicas que Hagrid solía presentar durante sus lecciones, eran en general excepcionalmente poco simpáticos y difíciles de críar.
- Espero que no muerdan, no piquen, no raspen...y en general que no sean peligrosos – Ron expresó un deseo común.
Hermione sonrió con cara de vinagre.
- Hagrid estaba demasiado alegre para que pueda ser verdad – dijo con un suspiro.
Los pasos retumbaron en la escalera y Hagrid se detuvo en la puerta, llevando un gran saco. Se acercó a la mesa y vació el costal. Harry se quedó con la boca abierta.
- Hagrid, ¿qué vas a hacer con estas piedras? – preguntó asombrado.
Sobre el tablero había pedazos de roca, de varios formas y tamaños. Hagrid estaba resplandeciente de felicidad.
- No son las piedras – anunció solemnemente – Son los huevos de las gárgolas.
Los tres se pusieron en pie y se inclinaron encima de la mesa, mirándo con recelo los huevos raros. Hasta de cerca tenían aspecto de las piedras.
- ¿De dónde los has sacado? – preguntó Ron, golpeando una de las rocas con la punta de la navaja.
- De Magnus – Hagrid miraba los huevos con encanto – Me los trajo de Noruega.
Ron quedó inmóvil y miró rápidamente a Harry. Ya sabía todo del encuentro de ayer en el calvero del Bosque Prohibido.
- ¿Conoces al señor Devilson? – preguntó indolentemente.
Hagrid lo miró sorprendido.
- Claro que sí... – de repente se dió un golpe en la frente – ¡He olvidado! Todavía no estabáis aquí.
- ¡¿Cuándo?! – preguntaron al unísono.
Hagrid sonrió.
- Hace nueve años Magnus Devilson era el profesor de la Cuidado de Criaturas Mágicas en Hogwarts.
Harry estaba completamente estupefacto.
- ¿Devilson trabajaba en Hogwarts? – repitió como si tuviera que oírlo una vez más para creerlo.
- Sólo por un año – explicó Hagrid – Pero me gustó mucho entonces. Es un gran conocedor de los animales, los quiere y puede darles un buen trato.
Harry se recordó los ojos grises de Devilson, fijados hipnóticamente en el gruñón Canuto. De nuevo sintió una inquietud inexplicable.
- Entonces, ¿por qué trabajó en Hogwarts tan poco tiempo? – preguntó concretamente Hermione.
Hagrid suspiró.
- Renunció a su empleo. De improviso, de un día para otro. Dumbledore mismo estuvo sorprendido...- se puso sombrío. – Tal vez no deba decíroslo, pero ... – vaciló y echó una mirada a la puerta.
Harry, Ron y Hermione retuvieron el aliento.
- Creo que fue por Snape – Hagrid bajó la voz – El Director lo empleó en el mismo año que a Devilson. Desde el principio se veía, que a Snape no le gustaba Magnus. Y un día...oí por casualidad como riñeron. Snape amenazó con que si Devilson no se iba de Hogwarts, él diría algo a Dumbledore. Y la misma noche Magnus hizo sus maletas y partió.
Por un momento se hizo el silencio. Y después todos comenzaron a hablar juntamente.
- ¿Snape echó fuera a Devilson? ¿Por qué? – preguntó Harry.
- Es proprio de él – murmuró Ron con antipatía.
- Tuvo que haber una razón...Hagrid, ¿sabes algo más?
Hagrid negó. Parecía que a la colección de las preguntas sin repuestas adjuntó una más.
- Estoy intrigada, por como Snape chantajeó a Devilson...- dijo pensativamente Hermione, mirando los huevos de piedra.
