(15 noviembre 1995)
Vega se apareció en el repleto patio del Ministerio de Magia. Miró atentamente a su alrededor y frunció las cejas. Docenas de clientes y solicitantes salían por la puerta, la gente se aparecía y desaparecía sin restricciones. No se veía a ningún guarda, y los encantamientos protectores podrían ser neutralizados por cualquier medio talentoso graduado de Hogwarts. Si Voldemort decidiera atacar el Ministerio, no encontraría resistencia.
Vega hizo una mueca de desprecio y fue hacía el gran edificio. Parecía que Dumbledore de verdad tenía razones para preocuparse. Cornelius Fudge decidió no tomar en consideración el regreso del Señor Tenebroso y no hizo nada para preparar a la comunidad mágica para el ataque de los aliados de las Artes Oscuras. "Para el ataque inevitable" repitió Vega. Ella como Dumbledore, estaba segura que Voldemort embestiría pronto, más poderoso que antes. Y no pararía hasta que el terror de su nombre dominara todo el mundo.
Tenemos que estar preparados - pensó Vega con un brillo duro en sus ojos.
Subió corriendo por la escalera de mármol. Unas personas volvieron las cabezas, unas se detuvieron y la siguieron con las miradas. Vega era una de las más famosas Auroras, conocida por su eficacia en la lucha contra las Artes Oscuras. Hace unos años salió al extranjero y se dedicó al trabajo de la ciencia, pero aún seguían corriendo las leyendas de sus combates con los Mortifagos. Entonces no tenía nada de extraño que muchos magos se preguntaran, si su regreso estaba relacionado con los chismes del renacimiento de Voldemort.
Vega iba por un largo pasillo del ministerio, contestando impacientamente los saludos. Por fin giró a la izquierda y se encontró en una gran habitación. Al fondo había un escritorio macizo y a su derecha una puerta, tapizada de escamas de gorgona, que llevaba al despacho del Ministro.
Al ver a Vega el mago que estaba sentado detrás del escritorio, se puso a pie.
¡Vega! – exclamó radiante - ¡Cuánto me alegro de verte!
Hola, Henry. ¿El jefe está en su oficina? – preguntò la mujer con una sonrisa.
Sí, te espera – el secretario mirò la puerta con cara avinagrada – No está de buen humor...
No se lo voy a mejorar – murmurò Vega, poniendo la mano en el picaporte.
En el mismo momento la puerta se abrió bruscamente y al umbral del despacho apareció el Ministro de Magia. Sonrió sin sinceridad, en sus ojos se dibujaron antipatía y fatiga.
¡Bienvenida! – dijo, esforzándose por cortesía - ¿Qué le trae a usted al Ministerio?
Vega entrò al despacho, echò una mirada a los muebles elegantes y a la tapicería de las paredes de muy buen gusto.
Lo sabe bien, Ministro – dijo fríamente.
Fudge cerrò la puerta rápidamente. Su labio inferior comenzò a temblar.
Si me quiere aburrir de nuevo con sus quimeras del regreso de Tú-Sabes-Quien...
No son quimeras – Vega lo interrumpió con dureza – Y usted pronto se convencerá de esto. Pero hoy no he venido hasta aquí para repetirle lo que todavía habrá oído más veces de Dumbledore – se acercò a la ventana y mirò al gran patio cuadrado del ministerio. La muchedumbre de la gente circulaba allí sin cesar. – Puede no creer en el regreso de Voldemort – dijo con calma, volviéndose a Fudge – Pero como el Ministro de Magia usted no tiene derecho para exponer al peligro a toda la comunidad por su propria estupidez.
La cara de Fudge tomò el color de púrpura.
¡En su lugar mediría sus palabras! – gruñiò entre dientes, temblando de rabia - ¡No voy a escucharla! ¡Salga de aquí, Starlight! ¡Y diga a Dumbledore, que si no abandona sus sospechosos maquinaciones, encontraré a otra persona para el puesto del director de Hogwarts!
Fudge jadeaba de furia, su labio inferior temblaba como un resorte. Vega lo miraba con una impenetrable expresiòn en la cara y no se moviò.
¡Fuera, Starlight! – bramò Fudge, completamente perdiendo el dominio de sí mismo – Puedo...
Cálmese, Fudge – bufò Vega.
Se apartò de la ventana y lentamente comenzò a ir por el despacho. Sus ojos grises miraban sin pestañear la cara del ministro, que tragò nerviosamente y dio un paso para atrás. Vego sonriò con ironía.
Primero escucharás todo lo que quiero decirte, Fudge – dijo con el tono que no admitía contradicciòn – Voldemort atacará pronto. Tenemos que estar preparados. Dumbledore propone reactivar los Destacamentos Especiales. Reunir los Aurores que habían dejado el Ministerio. Comenzar la instrucciòn de los nuevos.
Fudge miraba a Vega tan asombrado, como si de repente hubiera habladp en un idioma incomprensible.
¡Estáis locos! – susurrò con una voz temblorosa – Él no regresò y no regresará nunca... ¡Los destacamentos de Aurores! ¡Nunca lo aprobaré!
En los ojos de Vega se dibujò desprecio.
Bien, ministro – dijo glacialmente – No pensaba que resultaría tan lerdo. No tengo nada más que añadir.
Y saliò del despacho sin mirar a Fudge. Henry le echò una mirada interrogante pero al ver su cara resuelta, no dijo nada. La Aurora le despidiò y se fue rápidamente hacía el hall central.
¡Vega!
Se volviò en un santimén. Por la escalera bajaba corriendo un mago de pelo oscuro y hacía señales a Vega con la mano. La mujer riò.
¡Rupert Rail! Llegas como llovido del cielo. Iba a buscarte.
Se apretaron las manos. Rail miraba a Vega con una sonrisa melancólica.
Tantos años...- dijo en voz baja – Y me parece que apenas ayer agredimos a los Mortífagos de Blackburn. Sabes ¿Soy le único del destacamento, que aún queda en le Ministerio?
A Vega se le desfigurò el rostro.
He oido – murmurò – que sòlo unos Aurores siguen trabajando en su profesión. El ministerio no está guardado. Nadie controla a los Dementores de Azkaban. ¡Este completo tonto de Fudge no se da cuenta de la gravedad de la situaciòn! – gruñò con rabia.
En los ojos verdes de Rail brillò preocupaciòn.
¿La situaciòn está tan mala- preguntò cuchicheando – Desde hace unos meses se oye varios chismes. Fudge niega todo, pero dicen que... Él regresò.
Vega asintiò seriamente.
Regresò – dijo secamente – Y planea algo. Y el ministro de magia no hace nada para impedirlo.
Rupert se apoyò en la columna de piedra.
Temía que fuera verdad – dijo con un suspiro – Dumbledore no se equivoca. La última vez estuvo aquí en septiembre, saliò muy agitado.
Fudge está sordo a todos los argumentos – Vega se puso a caminar por el pasillo. – Y complica el trabajo a los que quieren hacer algo. Hoy no ha aceptado la reactivaciòn de los Destacamentos Especiales.
Rail pareciò sorprendido, pero no dijo nada. Vega lo mirò de modo penetrante.
Y por eso te buscaba. Hay que organizar los Aurores. Con el consentimiento de Fudge o no.
Por un momento Rupert estaba sin una palabra, mirando reflexivamente un punto lejano.
Entiendo – dijo por fin decididamente – Puedes contar conmigo.
Los ojos de Vega ardieron.
Entonces comenzamos. Ponte en contacto con los Aurores del destacamentos "alfa" y "beta". Yo avisaré a los demás. Nos encontraremos dentro de dos semanas en un viejo castillo de Whitestone.
Rupert sonriò.
Regresan los tiempos antiguos. Si no fuera por las circunstancias, diría que estoy contento. Hasta la vista.
Se apretaron las manos y se marcharon por distintas direcciones del pasillo del ministerio.
(29 noviembre 1995)
La calle del suburbio de Londres estaba vacía y tranquila. Vega atravesò un cesped amarillento, cubierto de mala hierba, y se detuvo frente a la puerta de una deteriorada casa de un piso. Ya estuvo a punto de llamar, pero en ultimo momento algo la retuvo. Cogiò una roca y la tirò a la puerta. Destellò la luz deslumbrante y por el cesped rodò una quemada piedra negra.
Vega suspirò.
¡Alastor, soy yo, Vega Starlight! – gritò, observando la fachada de la casa.
Algo se moviò en la ventana en el primer piso y un mascaròn de granito, fijado a a la puerta, aullò en la voz ronca:
¡Qué diablos! Vega, ¿eres tú?
¿Y esperas a un otro visitante? – preguntò la Aurora con impaciencia – Déjame entrar, Alastor.
El mascaròn se callò. Al fondo de la casa sonò pateo de las piernas y de repente la puerta se abriò con un estruendo. Al umbral estaba un hombre alto entrado de años. Su cara estaba surcada de arrugas y cubierta de cicatrices, rodeada por una crin de espesos cabellos grises. Con una mano se apoyò en un bastòn, en la otra sostuvo su varita mágica, dirigida a Vega. Su ojo artificial de color azul vivo pasò rodando terriblemente por toda la cuenca y se parò, fijo en la bruja. Por un minuto la midió con su mirada y de repente estallò de risa.
¡Vega Starlight! – exclamò – ¡En su hermosa persona! Entra, entra.
Vega subiò la escalera.
¿Qué hiciste con esta puerta? – preguntò con reproche – Si hubiera llamado, habría perdido la palma de la mano.
Moody sonriò como un demonio.
No solo la palma, toda la mano – dijo con satisfacciòn – Es una de mis pequeñas sorpresas para los huéspedes desagradables. ¡Hay que tener cuidado a cada paao!
Sí, lo sé, una vigilancia constante...- murmurò Vega, mirando por el pasillo atestado – Esto ha cambiado un poco. ¿Qué es esta caja?
Se acercò a una mesita redonda sobre la que había una cajita de madera roja con incrustaciones. Hecha de un pedazo, no tenía ninguna cerradura, ni un candado. Vego lo mirò atentamente.
Interesante...- levantò cautamente la cajita y la acercò a la luz – Parece una obra griega. Déjame adivinar: ¿una Caja de Pandora?
Moody asintiò con sonrisa.
El modelo único – dijo con orgullo – Muy poderoso. No las producen desde hace muchos años. La encontré por casualidad, en circuntancias bastante extraordinarias. Es una historia interesante...- interrumpiò de repente y moviò la mano con impaciencia. – Pero no has venido aquí para que te aburra con las historias antiguas. Tienes cosas más importantes para preocuparte. ¿Qué tal la reuniòn en Whitestone?
Vega se arrellanò en un sillon frente a la chimenea.
¡Éxito! – en sus ojos grises brillaron las chispas del triunfo – Todos llegaron. Faltaban sólo tú y... Frank Longbottom – por sus ojos pasò un reflejo de tristeza.
Moody suspirò.
Pobre Frank... ¿Su hijo está en Hogwarts?
Sí – asintiò Vega. - No es el mejor alumno, pero es un buen chico. Cuando lo veo es como si mirara a Frank...- moviò la cabeza con tristeza, suspirò. – Pues, no podemos ayudarle más. Pero podemos no dejar – su voz se puso dura - que eso se repita. Los Descatamentos Especiales funcionan de nuevo, Alastor. De las cuatro antiguas brigadas vamos a formar tres nuevas. No todos los Aurores están en la misma condiciòn que hace quince años. Ellos, bajo la direcciòn de Arabella, se dedicarán al entrenamiento de los adeptos – mirò a Moody con una mirada penetrante. - ¿Alastor, puedo contar contigo?
Ojo-Loco estaba sentando sin hacer un movimiento, con una expresiòn de lúgubre contemplaciòn en su mutilada cara. Vega callaba tambien. En el silencio se pudo oir sòlo los tictac del reloj de pared. Por fin el viejo mago se moviò, se arreglò más comodamente en su sillòn y extendiò su pierna de madera.
¡Vale! – dijo, mirando en los ojos de Vega – Pero lo hago sòlo porque tú me lo pides. Hace tiempo que decidí jubilarme. Con esto – significativamente golpeò con la pierna artificial en el piso – no seré demsiado útil.
¡Qué dices! – se indignò Vega – Estás en excelente forma.
Moody riò lugubremente.
Abandona los cumplidos, Vega. He dicho ya que estoy de acuerdo. Pero aún no sé – su ojo azul mirò a la bruja sin un pestañeo - quien va a mandar los descatamentos.
Decidimos que cada brigada tendría su propio comandante – contestò Vega. – En "gamma" es Rupert Rail, en "beta" Edgar Higgs y en "alfa" yo.
Moody moviò la cabeza reflexivamente. Vega mirò su reloj.
Ya es hora de que me vaya – dijo levantándose. – Me quedaría más tiempo pero tengo que corregir los textos del séptimo curso. No sabía que una profesora tuviera tanto trabajo.
Alastor sonriò.
Y te extrañabas de que yo no quisiera participar en el entrenamiento de los adeptos. Pero si hablamos de Hogwarts...¿qué pasa con Snape? – preguntò de paso.
En seguida en la cara de Vega se dibujò una profunda antipatía. Echò una mirada sombría a Moody, se encogiò de hombros.
Hablando francamente, no me interesa nada – dijo fríamente – en cuanto no toca la seguridad de Hogwarts.
Dumbledore asegura que Snape es su espía... – dijo Alastor en voz baja.
Vega lo mirò sospechosamente. No tenía idea por a donde iba a parar el mago.
Sí – asintiò con la cabeza. – De los informes de Snape sabemos que Voldemort va a atacar Hogwarts.
Arriesga mucho...- susurrò Moody - ¿Crees que dice la verdad? – preguntò no quitando sus ojos de encima de Vega.
La Aurora apretò los labios, clavò los ojos en la tierra.
Dumbledore confia en él – dijo secamente.
Moody hizo una mueca irònica.
No es argumento – gruñiò – Albus daría otra oportunidad a todos, hasta a Voldemort. Quiero saber – dijo acentuando – si ¿Tú confías en él?
Vega golpeò el respaldo del sillon con impaciencia. Sus ojos grises brillaron fríamente.
¿De qué se trata? – gruñò con rabia – Snape dice que se pasò a nuestro bando antes de la caída de Voldemort. Dumbledore confia en él. ¡¿Por qué haces todas estas preguntas!
Moody se levantò del sillón y se acercò a Vega.
Sabes bien lo que yo siempre he pensado – dijo con calma. – Quien fue Mortífago, lo será siempre. No se puede traicionar al Señor Tenebroso ...y sobrevivir – callò por un momento y mirò a Vega. – Pero quizas en este caso no tenga razòn. Tú lo conoces mucho mejor...
Vega estallò en una risa desagradable.
¡Nadie lo conoce de verdad! – gruñò venenosamente.
Tal vez – suspirò Moody - ¿Se puede conocer completamnete a otro hombre...? Pero a Snape tú lo conoces mejor que otra gente. En Hogwarts aprendistéis juntos Artes Oscuras. Fuisteis amigos...
Vega estaba callada, mirando lúgubremente el oscuro rectángulo de la ventana. Había atardecido, las pesadas nubes de nieve han cubierto el cielo. Lentamente, como si de mala gana, los copos blancos se arremolinaban en el aire y caían a la tierra. Moody puso su mano en el hombro de Vega.
Albus tambien me contò – dijo en voz baja - que hace diecisiete años Severus Snape te salvò la vida.
Revisado por Florence Rose
