Revisado por Florence Rose
11. Un experimento de VegaSnape estaba en la torre norte del castillo y miraba hacia abajo: los muros de Hogwarsts cubiertos por nieve, el lago helado, el Bosque nebuloso. El galcial viento del norte rugía lúgubremente entre las torrecillas, el frío le caló hasta los huesos. El abrigo negro del Maestro de Pociones ondeaba furiosamente con cada ráfaga más fuerte.
En los ojos impenetrables de Snape se reflejaba la luz de las estrellas.
- Ya tantos años – pensó – tantos años...
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(20 mayo 1978)
- Sigo pensando que no es una buena idea – susurró Severus, mirando cautelosamente desde detrás de la esquina del pasillo.
El pasillo estaba vacio.
¿Tienes miedo? – preguntó Vega, en cuya voz se notaba un tono de burla, y se fue resueltamente hacía la escalera.
- Sabes bien que quiero decir – se sobresaltó Snape alcanzando a la chica – Nadie lo ha logrado nunca. ¡Es imposible!
- No creo que exista un hechizo que no puede ser bloqueado – gruñó Vega con ardor y de repente se detuvo, clavando los ojos en la oscuridad. – Peeves...- susurró ¡Que diablo trajo este maldito Poltergeist!
En la escalera se vilsumbraba una silueta pálida. Peeves estaba volando encima del suelo, riendo con maldad y vertiendo una substancia pegajosa sobre los peldaños. Vega y Severus se arrimaron a la pared.
- No nos ha notado – dijo Vega con alivio. Peeves seguía volando encima de la escalera. – Pero no pasaremos por aquí...
- Deberíamos llevar la capa de Potter...- murmurró Snape con acritud.
¡ Deberíamos...! – Vega lo imitó con rabia – Sirius hubiera comenzado a interrogarme en seguida. Además James también necesita hoy su capa.
- Ah sí, la luna llena...- admitió Snape de mala gana.
- Claro. Y como piensas¿por qué he elegido la noche de hoy? Les dijo que no iba con ellos porque quería estudiar antes...
Calló de repente. Peeves levantó la cabeza y miró abajo con la mirada llena de astucia y desconfianza. Lentamente voló a lo largo de la escalera, observando atentamente los pasillos vacíos.
- Alguien está aquí – murmuró – Sé que algiuen está aquí. Esperad – soltó una carcajada maliciosa – voy a encontraros.
- El tapiz...- susurró Severus y tiró de la manga de Vega.
Comenzaron a trasladarse sin ruido bajo la pared hacía un gran tapiz que representaba un paisaje. Se acercaron al tejido y se colaron en una abertura que tapaba – uno de los pasos secretos de Hogwarts. Subieron atentamente la escalera. La noche era caliente y en el pasillo estrecho el aire era sofocante. Respiraron con alivio cuando después de dos minutos llegaron hasta un ancho pasillo del tercero piso. En ninguna parte se veía a Peeves.
- Lo habremos engañado – dijo Severus mirando abajo y secándose la frente. Su T-shirt negra se le pegaba al cuerpo.
- Y acortamos el camino – murmuró Vega y indicó la puerta de enfrente – Es la clase de las Transmutaciones.
Se acercó a la puerta y apretó delicadamente el picaporte. Con gran sorpresa de ella, la puerta se abrió.
- Nunca sospeché que McGonagall dejara la clase abierta - dijo con asombro.
¿Quién querría visitar el laboratorio de Transformaciones por la noche? – preguntó Severus sarcásticamente, entrando a la sala.
- Alguien que necesita un gran espejo – respondió Vega.
La clase estaba oscura, sólo por la ventana entraba la luz palida de la luna y se reflejaba en el espejo, colgado detrás de la mesa de maestro. Nadie en Hogwarts sabía de que podía servir, pero Vega tenía para él su proprio uso. Movió la varita y el gran escritorio de profesora McGonagall voló al otra parte de la sala. Vega se detuvo a unos metros del espejo y sonrió con satisfacción.
- Es ideal – dijo y dirigió su varita hacía la superficie de vidrio.
Severus la observaba con ansiedad.
- Vega, déjalo – dijo categóricamente – No rebotarás la Avada.
- Sé que hacer – gruño la chica.
¡Estás loca! – casí gritó Snape – No es cosa de broma. Es la maldición que mata.
Vega miró al chico y bufó con impaciencia.
- Sev, te he dicho más de cien veces que si primero reflejo la Avada en el espejo, no será peligrosa.
- Una araña con la que lo habíamos probado murió después de un minuto.
- Es porque era pequeña – se estremeció Vega. – Un minuto es buen resultado para una araña. Además – añadió con un raro brillo en sus ojos – es solo un modo para convencerse.
¡Eres más terca que una mula- dijo Snape con dureza – No rebotarás la Avada. Pero si tienes que matarte para estar convencida, haz lo que quieras.
Vega lo miró, bufó con enfado y dirigió su varita hacía el espejo. Por un momento estuvo sin moverse, su cara expresaba gran concentración y tensión, sus ojos grises ardían. Severus contuvo la respiración. De repente Vega gritó:
¡Avada Kedavra!
De la punta de su varita lanzó un rayo verde, golpeó el espejo y se reflejó hacía Vega. La chica movió la varita y chilló: ¡Reflectio! Antes que Severus pudiera comprender que estaba pasando, el rayo golpeó el espejo por otra vez y dio la vuelta. Con el rabillo el ojo el chico precibió que Vega no se tenía en pie, la varita se cayó de su mano tembalndo. Sin pensar Severus se echó adelante y en el último momento empujó a la chica de la trayectoria del rayo verde. La maldición sobrevoló con un silbido encima de su cabeza y pegó contra la pared, estallando en haces de chispas verdes.
Severus levantó la cabeza. Por un momento no veía nada en la oscuridad. De repente se dió cuenta que a sus manos se pegaba un líquido cálido. Se puso de rodillas, cogió su varita, susurró: Lumos y por poco gritó. Estaba manchado de sangre. Los pelos se le pusieron de punta. Miró a Vega que estaba tumbada sin moverse. Sus ojos estaban cerrados, la sangre manaba de su boca y de su nariz.
¡Vega! – gritó asustado Severus y movió a la chica ¡Vega¡Diablos, dí algo!
La bruja no daba señales de vida. Severus agarró su carpo, intentando encontrar el pulso.Sin resultato.
- Es imposible...- susurró Snape – Vega...no puedes...
Se puso de pie vehemenete, levantó a la chica del suelo y se echó hacía la puerta. Salió disparado al corredor y corrió en dirección hacía la gran escalera. Pero apenas hubo bajado al segundo piso, una voz severa llamó:
¡Snape¡Qué estás haciendo aquípor la noche!
Snape se paró bruscamente. Reconoció esta voz en seguida. Se volvió y vió a profesora McGonagall que se acercaba a paso rápido. La punta de su varita alumbraba el pasillo oscuro. Parecía furiosa.
¡Snape¡Esto te va a costar mucho!– gruñó – Tu compo...
Se calló en medio de la palabra, sus ojos aumentaron por la expresión del terror. Lentamente trasladó la mirada de la ensangrentada Vega a la cara de Snape, pálida como un cádaver.
- Qué...qué es esto...- susurró, indicando la chica con la mano temblando.
Severus hizo un paso adelante.
- Un accidenete – dijo con voz apagada como si las palabras se le atragantaran – Tengo que...
De abajo se oyó un sonido de pasos, alguien subía rápidamente la escalera. Después de unos secundos en el corredor apareció profesor Dumbledore, vestido con una bata de color azul.
¡Albus! – gritó McGonagall con pánico en su voz. – ¡Por el amor de Dios, date prisa!
- Calma, Minerva.
Dumbledore midió la escena con la mirada penetrante y atenta. Por un instante quedó rígido, cuando vió a Severus con la ensangrentada Vega en sus manos, pero se dominó enseguida. Se acercó corriendo a Snape, levantó la chica y se fue rápidamente hacía la Sección de Hospital.
Snape sintió que le iban faltando las fuerzas. Lentamente fue arrastrando los pies detras del Director, acompañado por la conmovida profesora McGonagall.
Cuando llegaron a la sala del Hospital, la señora Pomfrey se inclinó sobre Vega y echó a su garganta una mixtura de olor intenso. Dumbledore caminaba nerviosamente a lo largo de la cama, frotando su frente.
¿Cómo se siente ella, Albus? – preguntó McGonagall en voz baja.
El viejo mago alzó la vista y fijó los ojos penetrantes en Snape.
- Todavía no ha muerto – respondió, no quitando los ojos de encima al chico – Pero las mixturas de regeneración no funcionan. ¡Severus! – dijo con rigor ¿Cómo ha pasado?
Snape despacio apartó la mirada de Vega y miró a Dumbledore como si no estuviera seguro si lo veía.
¡Por la Barba de Meriln, Severus, díme! – casí gritó el Director ¡Se trata de su vida!
Por un momento Snape luchaba consigo mismo.
- Fue la Avada Kedavra – dijo por fin sordamente.
La señora Pomfrey gritó con terror. McGonagall, muy pálida, se sentó en la cama. La cara de Dumbledore se puso rígida.
- La Avada Kedavra – susurró en voz apagada – No hay un contrahechizo, no hay un antídoto... ¡Qué se les ha ocurrido...!
¡Profesor! – Snape le interrumpió bruscamente – Esta maldición fue rebotada del espejo.
Dumbledore lo miró sorprendido.
¿Rebotada del espejo? – preguntó con recelo.
Snape asintió con la cabeza.
- Entonces hay aún esperanza – susurró el Director. ¡Señora Pomfrey! – llamó con nueva energía. – Aplíquela el elixir Vivimortis. Una dosis doble. Esta maldición se había reflejado primero del espejo, entonces perdió la mitad de su fuerza. En esta forma no mata enseguida pero causa graves lesiones internas y hermorragias que no se puede curar con los medios usuales. Vivimortis es la más potente mixtura terapéutica. Si no funciona...
La señora Pomfrey desapareció por una pequeña habitación a la izquierda de la puerta. Después de un rato regresó. En sus manos tenía una gran copa, llena del liquido rojo. La acercó con precaución a la boca de Vega y la hizo beber. Por un instante no pasó nada, pero de repente la cara de la chica se contrajo de dolor, sus palmas se apretaron al cobertor. Dumbledore la observaba en tensión
- El elixir funciona- dijo en voz baja. – Las próximas dos horas van a decidir su vida. Poppy – se dirigió a la bruja. – Dejo Vega bajo tu cuidado. Estaré en mi despacho. Avísame si pasa algo. Severus – dijo seriamente al chico. – Ven conmigo.
Snape, que miraba en tensión la cara de Vega, hizo un gesto como si hubiera querido protestar, pero al encontrar la grave mirada de Dumbledore se fue detrás de él sin decir nada.
Iban en silencio por los oscuros pasillos de Hogwarts. Llegaron hasta una gárgola de piedra y después de un momento se encontraron en un despacho ovalado que Snape conocía muy bien. El fénix Fawkes que dormía en la percha levantó la cabeza.
- Siéntate, Severus – dijo Dumbledore en voz baja e indicó una butaca del escritorio.
Encendió una candela y se sentó enfrente al chico. Cuando lo vió a la luz de la vela, Snape se dió cuenta que el profesor parecía muy viejo. Su cara expresaba cansancio, los ojos tristeza.
- Severus – dijo con suavidad, pero categóricamente. – Dime punto por punto que ha pasado esta noche.
Snape fijo la mirada en el tablero del escritorio, estuvo callado por un rato y después comenzó a hablar en voz apagada. Dumbledore lo escuchaba atentamente, sin interrumpir. Cuando el chico contó como había empujado a Vega de la trayectoria de la Avada Kedavra, el Director suspiró tristemente.
- Has procedido muy consciente y valerosamente, Severus – dijo con seriedad – Si no fuera por ti, Vega ya estaría muerta. El segundo golpe de la Avada la habría matado.
- Lo he hecho maquinalmente – dijo Snape – Todo ha pasado tan rápidamente... ¡Profesor! – miró a Dumbledore – Eso significa... ¡Ella lo ha logrado¡Ha rebotado la Avada!
Dumbledore negó.
- No Severus.
Snape lo miraba sorprendido.
- Has dicho que la maldición se reflejó del espejo – continuó el mago. – Vega lo había ideado bien. Sabía que el hechizo ejecutado así perdería una parte de su fuerza y no sería tan mortífero. Pero no tomó en consideración que por la misma razón sería posible rebotarlo. Lo ha logrado sólo por este motivo.
- Pero...- Snape parecía desencantado – Era Avada, a pesar de todo.
Dumbledore sonrió con tristeza.
- Sí – dijo – y no muchos habrían sobrevivido a un experimento así. Muchos excelentes magos y brujas han muerto luchando contra el Avada Kedavra. No podemos defendernos de este hechizo. Y Vega tiene que comprenderlo.
Calló y miró al chico por encima de las gafas.
- Tienes que prometerme algo, Severus – dijo por fin muy seriamente – Nunca dirás a nadie lo que ha pasado hoy.
Snape asintió sin decir nada. Sabía que sería inútil preguntar "¿por qué?"
- Y explícame, por favor – dijo el director con rigor ¿por qué os dedicasteis a las Artes Oscuras aunque os lo había prohibido.
Snape fijo los ojos en la mesa y se quedó callado. Dumbledore no le quitaba la mirada de encima..
¿Cuál libro pasasteis de contrabando a Hogwarts esta vez? – preguntó.
Severus levantó la cabeza.
- Ninguno – aseguró. – La Avada Kedavra era descrita en el libro que quemé hace un año, después de la historia con Lucius Malfoy. Vega copió esta parte, no sé cuando – vaciló como si pensara cuanto debía decir. – Entrenamos esta maldición por un año...con las arañas.
Dumbledore frotaba sus gafas pensativamente.
- Gracias por tu sinceridad, Severus – dijo por fin – No voy a negar que estoy muy preocupado por vuestro interés por las Artes Oscuras...sobre todo en tiempos como los nuestros – miró escrutando a Snape.
El chico comprendió en un santimén la idea oculta detrás de estas palabras.
- No quiero ser Mortífago – dijo resueltamente. – Y Vega tampoco.
- Espero que sea verdad...- suspiró Dumbledore.
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Como por un impulso Snape arremangó la manga izquierda de su vestido. Miró la calavera negra con una serpiente gruesa saliendo de su boca. La Marca Oscura había disminuido, pero Snape sabía que en cualquier momento podía encenderse de nuevo.
