Revisado por Ana María

12. Las sorpresas de Sirius

(23 diciembre 1995)

Tras las ventanas del tren pasaban las blancas colinas. Harry acercó su nariz al vidrio y admiraba el paisaje de invierno. Todo el mundo parecía cubierto de nieve. Los campos, los bosques y las montañas eran blancas. A la luz fría del sol de diciembre todo centellaba y brillaba como si la tierra estuviera llena de joyas.

Harry nunca había sido tan feliz. Por primera vez en su vida podía pasar la Navidad con los amigos, con gente que era muy querida para él. Era algo que siempre soñó cuando se sentaba a la mesa navideña con los Dursley. Como siempre, vestía ropas gastadas y debía escuchar el sarcasmo de la tía Marge y las quejas del tío Vernon; sin tomar en cuenta las impertinencias de Dudley.

Pero este año iba a ser diferente. Harry dejó de mirar por la ventana y sus ojos verdes brillaban alegremente. Miró lo que sucedía en el compartimiento: Ron y Hermione estaban a punto de terminar un partido de ajedrez, Ginny escribía algo en un pequeño cuadernito y Fred y con George susurraban en el corredor, echando miradas atentas a su alrededor. Harry sonrió, apoyó la cabeza sobre la ventana y de nuevo se enfrascó en sus ensueños.

De repente sintió un tirón y abrió los ojos.

¡Despiértate, Harry! Hemos llegado.

A su lado estaba Hermione preparada para salir, con Crookshans bajo el brazo. Harry miró por la ventana, en el andén número 9 y ¾ había mucha gente entre la que reconoció los cabellos bermejos de los Weasley. Agarró la jaula de Hedwig, se echó al hombro una bolsa de viaje (prestada por Hermione para esta ocasión) y salió del compartimiento junto con sus amigos.

¡Harry, cuánto me alegra verte! – Molly Weasley lo besó en ambas mejillas – ¿Todo va bien?

Sí, claro – aseguró Harry.

Entonces¡en marcha! – ordenó con entusiasmo Arthur Weasley.

Les llevó mucho tiempo salir del repleto andén. Cuando por fin pasaron una barrera mágica, tropezaron con los padres de Hermione. Arthur no pudo privarse de una charla con unos verdaderos Mugles y sólo la mirada amenazadora de su esposa causó que se despidiera de ellos, agarrara la maleta de Ginny y, a la cabeza del grupo, fuera hacia la salida.

Cuando Harry se volvió para despedirse por última vez de Hermione, notó que la señora Weasley miraba atentamente a su alrededor. También Arthur, a pesar de su aparente indolencia, cada instante se metía la mano al bolsillo de su abrigo. Cerca de la puerta se detuvo y miró a su esposa de modo interrogativo. Molly buscaba con la vista a alguien en el aparcamiento de la estación.

‚?Dónde se habrá metido Bill! – bufó con irritación – Debía esperar aquí.

Oh¿Bill ya regresó? – se interesó Ginny –Acostumbraba venir por Nochebuena...

Nadie contestó. Los Weasleys concentraban la atención en observar a la gente pasar. Harry suspiró tristemente. Sabía que él mismo era el objeto de su ansiedad. Durante cuatro meses en Hogwarts casi olvidó los peligros que podían esperarlo fuera de los muros del castillo.

De repente, a la entrada se acercó un Ford azul y frenó con un chirrido. Todas las palomas huyeron.

¡Por fin! – exclamó con alivio la señora Weasley.

La portezuela se abrió y Bill Weasley salió del coche sonriendo. Seguía llevando un pendiente de oro y su pelo largo estaba fijado por una trencilla.

¡Hola! – les saludó con alegría. – La limusina está preparada.

Molly jadeó de rabia.

‚?Dónde has estado! – gruñó – Debías esperar...

Calma, mamá – le interrumpió Bill. – Simplemente he llevado el coche.

Y para evitar los siguientes reproches se puso a echar los equipajes al guardamaletas. Cuando todo fue introducido al porta equipajes, Harry, Ron, Ginny y los gemelos se metieron al asiento posterior. La señora Weasley les echó una mirada llena de preocupación.

Entonces, nos vemos en casa – dijo con tanta tristeza como si por el camino tuvieran que luchar con una manada de los dragones enfurecidos.

Ginny se asomó por la ventana.

MamÂ?no vas a venir con nosotros? – preguntó asombrada.

La señora Weasley sonrió.

No, querida. No cabría en el coche. Me apareceré en casa y comenzaré a preparar la cena.

Ron y Harry se miraron uno al otro. Se hicieron la misma pregunta¿por qué Bill había llegado con los padres entonces? Mientras tanto, Arthur se puso al volante. El gran Ford se movió lentamente y comenzó a abrirse paso entre las repletas calles de Londres. Ahora, cuando su esposa no le veía, Weasley no pudo ocultar la satisfacción de conducir un verdadero vehículo de muggles.

Bill¿hace cuánto tiempo llegaste? – preguntó Ginny.

Bill vaciló y miró a su padre.

Puedes decirles – permitió Arthur.

Bill se volvió y echó en torno una mirada orgullosa.

¡Me hice auror! – declaró solemnemente.

La reacción fue fulminante, Ginny aplaudió, Ron gimió con admiración "Uaaaau", pero en cambio Fred y Geroge no podían balbucear ni una palabra.

Por ahora estoy en el entrenamiento – explicó Bill. – Comencé hace dos semanas. El trabajo en el banco era interesante, pero lo abandoné sin vacilar cuando anunciaron que buscaban aspirantes al puesto de auror. Al principio mamá no estaba contenta – gruñó con complicidad – pero por fin llegó a la conclusión de que un auror en la familia podría ser útil... especialmente ahora.

Lo preguntaron los detalles de su entrenamiento y así se les pasó el viaje. De repente, apareció la casa de Weasley con las ventanas alumbradas con una luz alegre. Harry sintió una agradable tranquilidad.

En el comedor, ya les esperaba una cena sabrosa y pronto toda la familia de los Weasley se encontraba sentaba a la mesa, charlando y elogiando la cocina de la señora Weasley.

Molly puso el tercer trozo del gratín en el plato de Harry y lo miró con simpatía.

Es una pena que no pases la fiesta en nuestra casa – suspiró. – Sé que quieres encontrarte con Sirius, pero... tal vez sería mejor...

Molly, déjalo – se intervino Arthur. – Es su padrino, la familia más cercana que tiene. Además, – echó una mirada rápida a su esposa – Harry estará bien cuidado allá.

La señora Weasley asintió con la cabeza, pero parecía inconsolable. Arthur miró su reloj.

Ya es hora, Harry. Fijé con Remus Lupin que te mandaríamos a las nueve en punto.

Se aglomeraron en torno a la chimenea y Arthur sacó una maceta llena de polvo gris.

Irás sin equipaje, Harry – dijo. – Bill aparecerá en casa de Remus y te llevará todo. ¡En marcha! – alargó la maceta al chico.

Harry cogió un puñado del polvo, lo tiró en el fuego y ardieron las llamas verdes. Después de despedirse de los Weasley, Harry entró en la chimenea y pronunció el nombre de la calle a la que se dirigía. En un santimén lo aspiró un remolino rugiente y después de unos segundos, lo echó fuera a un suelo de piedra.

Buenas noches, Harry – oyó una cálida voz familiar – Me alegra mucho verte.

Harry abrió los ojos. Estaba en un pequeño cuartito acogedor. A sus espaldas sentía el calor de la chimenea y a su lado, apoyado en el respaldo de una butaca, estaba Remus Lupin y le sonreía cordialmente.

¡Profesor Lupin! – exclamó Harry con alegría, poniéndose en pie.

Llámame por mi nombre, por favor – dijo Remus suavemente. – Ahora, que no soy profesor en Hogwarts, podemos ser simplemente amigos.

Movió la varita y una luz clara llenó el cuarto y Harry miró alrededor con curiosidad. Era una pequeña biblioteca, en las paredes había altos estantes, repletos de libros diferentes. Frente a la chimenea había una mesa baja, un sofá y dos butacas. Los muebles eran antiguos y usados, pero todo brillaba de limpio. En la cornisa de la chimenea había una fotografía de una mujer y un hombre, teniéndose de la mano y sonriendo a Harry con simpatía.

Son mis padres – explicó Remus, mirando la fotografía con ternura. – Muertos desde hace años...– en sus ojos ambarinos brilló la tristeza.

Harry no dijo nada, él tampoco tenía nada más que unas fotografías de sus padres y los recuerdos de dos momentos cuando los recobró a su manera. Eran tan cercanos, pero tan inaccesibles en el espejo de Oesed y tres años después le parecieron tan reales sus vagos fantasmas cuando salieron de la revoltosa varita de Voldemort…

Se oyeron unos pasos en el corredor y alguien se paró a la puerta. Harry quitó los ojos de la fotografía.

¡Sirius!

El mago sonrió.

Hola, Harry. ¿Qué tal el viaje? Bill acaba de traer tus cosas – indicó desde el vestíbulo. – Ven, lo llevaremos a tu habitación. Hedwig está lamentándose.

Subieron por la escalera de madera del primer piso y Sirius abrió una puerta al lado izquierdo del corredor.

Esta será tu habitación – informó, encendiendo la luz – No es un palacio pero creo que te gustará.

¡Es súper! – declaró Harry con convicción.

Sirius sonrió y lo miró atentamente.

Oye, si no estas cansado ...– comenzó un poco indecisamente – Tengo una sorpresa para ti.

Regresaron al piso de bajo. En la biblioteca se oía el susurró de una conversación. Harry pensó que Bill había decidido quedarse un poco más en la casa de Remus. Entonces se asombró muchísimo, cuando de repente Sirius se detuvo y sonrió misteriosamente.

Harry – dijo en voz baja – Querría presentarte a alguien. Estarás sorprendido... no te lo he dicho nunca, pero... tengo una hermana. Una prima hermana, en realidad. Nuestras madres eran las gemelas.

En efecto, Harry estaba tan sorprendido que por un momento no podía decir nada. Se dio cuenta que nunca se le había ocurrido hacer una pregunta evidente¿Sirius Black tenía una familia? Y ahora la respuesta lo esperaba en la biblioteca, hablando con Remus Lupin.

Creo que la vas a gustar – murmuró Sirius, dejándole pasar.

Harry entró la biblioteca y se quedó inmóvil, con una expresión de enorme asombro en su cara. En una butaca, cerca de la chimenea, estaba sentaba Vega Starlight.

(24 diciembre 1995)

¿Por qué no me has dicho que la profesora Starlight es tu hermana? – preguntó Harry durante el desayuno.

Estaban solos, ya que Remus había recibido una noticia urgente del Ministerio de Magia y en el acto, se fue a Londres. Por otra parte, Vega se encerró en la biblioteca y pidió que no la molestaran.

Sirius sonrió como excusa.

Perdona Harry, pero esto no dependía de mí. Vega insistió en no decirte nada al principio. Pensó para ser profesora en Hogwarts, sería mejor no informarte que era la hermana de tu padrino. Quizás tuviera razón... – suspiró y untó el pan con mermelada.

Harry cabeceó en silencio, pensando como hacer otra pregunta.

Y si quieres saber por qué nunca te dije que tenía una hermana, – continuó Sirius con una sonrisa perspicaz. – En primer lugar, en realidad nunca teníamos ocasión para hablar de cosas así... Y segundo... después mi evasión de Azkaban por un año logré escapar de los agentes del Ministerio, eso lo sabes bien. Pero sabía que si no atrapaba a Peter y lo forzaba a decir verdad, tarde o temprano tendría que desaparecer de Inglaterra. En estos tiempos Vega estaba en el extranjero y sólo Dumbledore sabía dónde. Entonces, cuando tuve que escapar de Hogwarts, fijamos que me iría con ella. Me retiré allí el verano pasado, antes esta historia del Torneo.

Entonces de allá me mandaste esos pajaritos colorados – comprendió Harry.

Sirius asintió.

Y recobré un poco las fuerzas; pero cuando regresé a Inglaterra prefería no revelar a nadie, incluso a ti, donde me había escondido. Espero que no me guardes rencor por eso…

¡No, qué va! – afirmó Harry.

Todo se había clarado. Excepto una pregunta.

Oye...– comenzó Harry con indecisión – ¿La profesora Starlight también pensaba que habías traicionado a mis padres?

Sirius movió la cabeza.

No, Harry – dijo con fuerza. – Vega nunca creyó que yo había entregado a Lily y James en las manos de Voldemort. Ella...– vaciló por un momento y continuó en voz baja – un año después de mi aprisionamiento trató de forzar Azkaban. No lo divulgues – añadió de prisa, mirando a Harry – Vega tenía muchos problemas por esta razón. Si no fuera por Dumbledore y Moody, habría terminado en la prisión. Entiendes, la hermana del más pérfido sirviente del Señor Tenebroso intenta sacarlo de Azkaban – rió lúgubremente. – Muchos lo encontrarían sospechoso. Por supuesto más tarde, cuando adquirió fama como aurora, nadie le reprochaba nada… De todos modos, Vega quería saber que había pasado en realidad aquella terrible noche. Aunque todas las pruebas indicaban mi culpabilidad, ella no podía creer que fuera verdad; y tenía razón…

Suspiró, mirando la blanca nieve detrás de la ventana. Por un breve momento sus ojos oscuros tomaron una expresión lúgubre y negra, como si se hubieran reflejado en ellos los calabozos de Azkaban. Se estremeció.

Con Vega siempre estábamos juntos. Primero nos criábamos en la casa de nuestros abuelos, después estudiábamos en Hogwarts. Somos tan cercanos como los verdaderos hermanos.

Harry sonrió.

Ahora entiendo que querías decir cuando mencionaste que la conocías de Hogwarts.

Lo único que podía decirte – dijo Sirius. – Vega siempre prefería la compañía de los Merodeadores que la de los coetáneos de su clase. Me acuerdo de nuestras excursiones de noche – suspiró con verdadera melancolía. – Nosotros corríamos y Vega volaba en el aire. No es fácil transformarse en un pájaro – informó a Harry con satisfacción. – Pero Vega siempre era muy talentosa.

Harry estaba a punto de preguntar: "Es por los Merodeadores que a profesora Starlight no le gusta Snape?" Pero se acordó de la conversación con Sirius en el Bosque Prohibido y no dijo nada. De repente, chirrió la puerta de la biblioteca y Vega entró a la cocina. Estaba muy pálida y tenía ojeras. Dirigió una cansada sonrisa a su hermano, sacó un paquete de galletas, cogió una taza de café y de nuevo desapareció hacia la biblioteca.

Tiene mucho trabajo – susurró Sirius cuando Vega hubo cerrado la puerta. – Apenas la convencimos de venir aquí, Remus tuvo que usar toda su gracia. Sin embargo, trajo una maleta llena de libros y papeles. Sigue perfeccionando el SDAO – dijo de modo conspirativo. – Por esto no quería dejar Hogwarts. Dice que prefiere vigilar todo personalmente.

¿No confía en Snape? – se le escapó a Harry sin controlarse.

Sirius rió brevemente, con hostilidad. Su cara expresó antipatía.

¿Y tú confiarías en él? – preguntó secamente, mirando a Harry de modo penetrante. – Lo sabes desde hace unos años...

El chico vaciló por un momento y por fin negó con la cabeza.

Nada hay de extraño – murmuró Sirius con una maliciosa satisfacción – Y Vega lo sabe muy, muy bien… no son los recuerdos agradables...

Se hizo silencio. Un viejo reloj marchaba rítmicamente sus segundos. De repente Sirius se golpeó la frente.

¡Lo había olvidado completamente! – gritó con un brillo en sus ojos, poniéndose en pie. – Tengo algo para ti, Harry. No podía ir a dártelo. ¡Espera!

Sonrió misteriosamente y salió corriendo de la cocina. Un minuto después regresó con un gran libro y lo puso en la mesa.

Harry – anunció solemnemente – Es un álbum de la familia Potter.

Harry lo miró con recelo. Hasta ahora había visto sólo algunas fotografías que le había regalado Hagrid. Abrió el álbum con la mano un poco temblorosa. En la primera página le saludaban Lily y James, vestidos con uniformes de Hogwarts.

Fin del séptimo curso – expilicó Sirius, sentándose al lado de Harry.

Él también miraba la fotografía con tristeza y melancolía. Se acordaba bien de aquellos tiempos felices. Eran tan jóvenes, llenos de esperanzas y planes para el porvenir. Creían que todo el mundo estaba abierto para ellos, que podían lograr todo.

Suspiró tristemente.

Harry hojeó las páginas. Su madre sonreía, mostrando con orgullo un bebé gritando. Harry sintió contraerse su garganta y rápidamente apoyó la cabeza en su mano para que Sirius no viera sus lágrimas.

En las páginas siguientes estaban sus padres, solos o con pequeño Harry. En una fotografía se reconoció a sí mismo, llevado a espaldas por un sonriente Sirius.

Tu primer cumpleaños... – dijo Black en la voz apagada.

Harry miró otra hoja. Una mujer entrada en años a que no conocía se sonrió a él.

¿Quién es? – preguntó a Sirius.

Es tu abuela, Leonor, la madre de James. Una mujer maravillosa. Siempre serena y cordial. Murió un año antes de tu nacimiento.

¿Y aquí?

Harry indicó a un hombre alto y bien parecido. Tenía pelo negro corto y bigotillo elegante. Sus ojos oscuros miraban con orgullo y en un tono un poco burlón. Hizo un breve signo con la cabeza y regresó a la lectura.

Es tu abuelo – murmuró Sirius, mirando la fotografía sin entusiasmo. – Perseus Potter.

No parece muy simpático – dijo Harry, observando al mago con curiosidad.

Era muy severo y exigente – explicó Sirius – y no solía manifestar sus emociones. Pero quería mucho a James – añadió con convicción – y a ti.

Harry lo miró sorprendido.

¿El abuelo me conocía? – preguntó. – No lo he visto en las fotografías anteriores.

No le gustaban las fotografías – dijo Sirius. – Es la única que permitió hacer. Sufrió mucho la muerte de James – suspiró. – No pudo conformarse con la pérdida de su hijo. Se ensimismó, se volvió apático. Un año después salió a la América Latina y no dio más señales de vida.

¡Pero eso no significa que esté muerto! –exclamo Harry, saltando de silla. – Puede vivir en el extranjero... ¡Tengo que encontrarlo! – gritó, preparado para salir en ese mismo segundo.

Sirius movió la cabeza con tristeza.

No creo, Harry – dijo en voz baja – Todavía no te he dicho todo. Unos meses después de la desaparición de tu abuelo, Remus fue a la América para buscarlo. Siguiendo sus huellas, llegó a un pequeño pueblo en la selva amazónica. Sus habitantes le contaron las increíbles historias sobre un poderoso chamán, que apareció un día entre ellos. Hizo milagros, curó a los enfermos, llamó la lluvia… Remus no tenía dudas que se trataba de un mago. Un día el chamán desapareció, dejó sólo una pequeña cajita. Los indígenas la guardaban como un tesoro. Adentro Remus encontró una carta y la varita rota de Perseus Potter.

¿Qué había en la carta? – preguntó Harry.

Sirius suspiró y miró a su ahijado con compasión.

Una despedida.

Harry bajó la cabeza. Por un breve momento creyó que no estaba sólo en el mundo, que en alguna parte lejana vivía alguien que lo amaba. Y se sintió tan feliz...

Estaban sentados en silencio. Por fin Harry suspiró tristemente y de nuevo miró la fotografía.

¿De dónde sacaste este álbum? – preguntó a Sirius.

Me lo dio Vega – explicó Black. – Lo halló entre los escombros de vuestra casa, unos días después de la muerte de Lily y James. Lo guardó para ti todos estos años.

Harry cerró el álbum. En la cubierta de cuero notó una inscripción: "Los Potter". Pasó la mano por el libro como si fuera el tesoro más preciado.

Se oyó un sonido apagado y Remus Lupin apareció en la cocina. Sus ojos ambarinos brillaban.

¿Qué tal, ha salido bien? – preguntó Sirius con curiosidad.

Remus asintió sonriendo.

¡Muy bien! – dijo radiante. – En enero comienzo a trabajar en la sección de las Teletransportaciones.

¡Estupendo! – gritaron Harry y Sirius a unísono.

Remus se quitó el abrigo y lo colgó en el respaldo de la silla. Se acercó al hornillo, echó té a su taza y se sentó a la mesa.

Sabéis ¿a quién he encontrado hoy en el Ministerio? – preguntó entre los tragos. – A Magnus Devilson. Estaba a punto de ir a Hogwarts. Tenía un paquete para Hagrid.

Harry intercambió miradas con Sirius. No sabía porque, pero la mención de Magnus despertó en su corazón una ansiedad inexplicable. Sirius parecía compartir esta opinión.

No me gusta que Devilson visite Hogwarts – murmuró lúgubremente. –Hay algo extraño en este hombre. No sé… – se ensimismó. – Hay que decírselo a Vega.