Revisado por Ana Maria
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14. Avada Kedavra
(10 enero 1996)
Snape estaba furioso. Se movía por la clase como un hippogrifo, preparado para atacar. Si sus ojos negros tuvieran el poder de un basilisco, la mitad de los alumnos en el laboratorio de Pociones ya habría muerto.
Neville estaba tan nervioso que por error echó a su caldero la decocción de cicuta en lugar del jugo de belladona. El denso liquido hirvió y encima de la superficie burbujeante se levantó un trazo amarillo de humo cáustico. Snape alcanzó a Neville con la mueca del demonio, lo insultó, lo llamó torpe imbécil y lo echó fuera de la clase, junto con el caldero y su contenido humeante. Este incidente costó a Gryffindor veinte puntos.
También los Slytherines tenían problemas. Pansy Parkinson, que trataba de provocar a Hermione, haciendo muecas de bufón, perdió cinco puntos, cuando Snape la notó y declaró, que su lección no era una hora buena para presentar sus dudosos talentos teatrales.
Harry se retiró al rincón de la clase y concentró toda su atención en preparar su mixtura. No quería dar a Snape ningún motivo para acosarlo. Su elixir parecía ideal. Cuando el Maestro de Pociones se acercó a su mesa, en sus ojos ardieron rayos asesinos y en sus labios apareció una sonrisita siniestra.
– Potter... – gruñió Snape, mirando al chico de hito en hito. – Vamos a ver que ha logrado nuestro héroe.
Lentamente rodeó la mesa y miró al caldero de Harry. Lo observó por un rato y cuando levantó la vista, su cara era aún más pálida debido a la furia. Se volvió sin una palabra y estaba a punto de ir a otra mesa, pero de repente se le ocurrió una idea diabólica. Regresó, sonriendo con ironía.
–¡Granger! – dijo entre dientes, pero no miró a Hermione sino a Harry. – ¿Cuántas veces tendré que repetirle que no ayude a Potter en la preparación de mixturas?
Hermione se pasmó.
– Pero...yo...- comenzó.
–¡Ninguna excusa! – chilló Snape. – ¡20 puntos menos para Gryffindor! Y si esto se vuelve a repetir, podrá comenzar a hacer maletas.
Harry sintió una ola de rabia.
– ¡No tiene derecho! – gritó. – ¡Ella no me ha ayudado! He hecho esta mixtura yo mismo y usted no puede aceptarlo.
Los ojos de Snape echaron pestes, pero se sonrió contento de que por fin Harry le dio un pretexto.
– Potter – dijo fríamente, – tu comportamiento es castigable. Además, no es la primera vez. La fama te llenó la cabeza de viento, pero yo no voy a tolerarlo. ¡50 puntos! – silbó. – Voy a informar al Director. ¡Tú lo has querido!
Miró al chico con odio, se volvió y rápidamente salió de la clase.
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La profesora Grubbly-Plank puso en la mesa un grueso volumen del "Bestiario" y midió a los alumnos con mirada severa.
– Hoy os contaré de las criaturas mágicas – comenzó en voz chillona, - que son las mas poderosas y apreciables en nuestra planeta.
Harry aguzó el oído. Las clases de la profesora Grubbly-Plank eran siempre muy interesantes y el chico tuvo que admitir, que les prefería más que las de Hagrid. Este último desde hace dos meses trataba de criar gárgolas, pero sin resultado. Ron comenzó a sospechar, que Devilson se había burlado de Hagrid y le había regalado simples rocas en lugar de huevos de gárgola. Actualmente, el guardabosque no estaba en Hogwarts, porque había salido con otra missión misteriosa. La profesora Grubbly-Plank lo suplió en sus funciones.
– Cada criatura de la que hablano está relacionada con un elemneto – continuó la maestra. Movió la varita y sobre la pizarra aparecieron los símbolos colorados. – El fuego representa fénix – cerca del signo del fuego se materializó una figurilla de pájaro. – El aire es relacionado con dragón, la tierra - con behemot y el agua – con hidra. La especie más conocida es por supuesto el dragón. Puede adaptarse a las condiciones extremas y por este motivo se presenta en todas latitudes.
Indicó la varita hacia un gran globo y en todos los continentes se encendieron puntitos rojos.
– El dragón es muy resistente a la magia – continuó la bruja, - pero su sangre y su bilis son los componentes de muchos elixires poderosos. La caza furtiva se convirtió en una verdadera plaga. Muchas especies desaparecieron de la tierra – susurró con tristeza.
Parvati y Lavender la miraban con adimración. Por horas podrían escuchar sus cunetos sobre los animales.
La profesora Grubbly-Plank abrió el "Bestiario" y presentó una grabación de una criatura rara y greñuda. La bestia estaba sobre las patas traseras, moviendo las delanteras, armadas con tres largas garras, con una evidente intención de desgarrar todo que podía alcanzar. La cabeza de la criatura era grande, los ojos pequeñitos y salvajes, la boca llena de dientes largos y afilados como agujas.
– Es un behemot – dijo la bruja, tocando la grabación.
La bestia rugió en voz espantosa, los cristales de las ventanas temblaron y los alumnos sintieron hormigueos. La maestra rápidamente cerró el libro.
– Los behemotes son criaturas extraordinarias – dijo con convicción. – Y muy peligrosas. En opinión de los expertos, no hay animales más amenazadores. Pueden matar un elefante con un simple golpe de su pata. Su rugido derriba los muros más potentes. Aparte de eso, son totalmente resistentes a magia, los hechizos se reflejan de ellos sin hacerles ningún daño. Hasta el Avada Kedavra no podría matarlo.
En la clase se oyeron los murmullos de sorpresa. La profesora Grubbly-Plank sonrió, contenta del efecto de sus palabras.
– No sabemos, que da a los behemotes esta resistencia fantástica – continuó. Los alumnos callaron en seguida. – Muchos magos pensaban, que el misterio estaba en el cuero de las criaturas. Hoy sabemos que no es verdad, pero en los siglos pasados esta fe en el poder del cuerpo de los behmotes causó casi la completa exterminación de la especie. Actualmente, existe sólo una colonia de estos animales, que tiene quince individuos adultos y tres jóvenes. Están aquí – indicó el globo con la varita – en el Tibet.
Sobre la mapa se ardió un punto amarillo.
– A los behemotes no les gustan los extraños y es difícil amansarlos. Son demasiado salvajes e independientes. A veces, cuando llegan a confiar en alguien, pueden aceptar su presencia en su territorio, pero nunca serán obedientes. Cuando se ponen furiosos – paró de hablar para aumentar el efecto – nada puede detenerlos.
En este momento sonó la campanilla. La profesora sonrió a la clase.
– En la próxima lección vamos a hablar de las hidras y de los fénixes, entonces os recomiendo leer los capítulos ocho y nueve de vuestros manuales.
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Harry tragó rápidamente el último pedazo del pastel y agarró su bolsa con los libros.
–¡Date prisa! – apresuró a Ron. –Defensa comineza dentro de cinco minutos.
– Ya voy... – murmuró Ron con la boca llena, saltando de su sitio. –¿Piensas qué – preguntó a Harry cunado corrían por el pasillo - ¿nos mostrará por fin unos encantamientos de ataque?
Harry se encogió de hombros, un poco irritado. Desde que le dijo a Ron, que la profesora Stralight era la hermana de Sirius, su amigo llegó al convencimiento, que Harry sabía todos los planes de la aurora. En realidad, su actitud hacia Harry no cambió. Le trataba como a los otros alumnos: con simpatía pero sin favoritismo.
Apenas hubieron alcanzado la clase de Defensa, entró Starlight. En seguida se hizo el silencio. Hasta los Slytherins tenían respecto a la maestra.
Vega se sentó sobre el escritorio y sacó su varita.
– Hoy vamos a resumir nuestro conocimiento de encantamientos defensivos – comenzó.
Crujieron hojas de cuadernos y los alumnos se quedaron inmóviles, con las plumas en sus manos.
– Los dividimos por tres grupos – Vega movió la varita y en el aire se materializó las palabras temblantes, situadas en una tabela. – Son los hechizos protectores, los hechizos reflectantes y los hechizos destructores. En el primer grupo distinguimos dos clases principales: Protectores y Escudos. ¿Quién puede decir, cómo funcionan los Protectores?
Encima de las cabezas de los estudiantes apareció un bosque de las manos. Vega indicó a Neville.
– Pues... – comenzó con inseguridad, como siempre ruborizándose un poco. – Un Protector detiene la maldición de un adversario, pero no lo rebota. Y es invisible.
–¡Bueno! – asintió Vega. - ¿Te acuerdas de la fórmula?
– Defensio – dijo Neville sin pensar.
– Claro. Cinco puntos para Gryffindor – declaró Vega.
Movió perezosamente su varita y el nombre del hechizo apareció en la columna adecuada de la tabela.
– Ahora los Escudos – Vega miró a la clase de modo interrogativo - ¿Pansy?
Pansy Parkinson se levantó con una sonrisa obsequiosa.
– Un escudo rebota la maldición del enemigo – recitó – al contrario de un protector. Tiene aspecto de una pared transparente y clara. Ah, la fórmula dice: Protectio.
– Cinco puntos para Slytherin – sonrió Vega. – Veo que la lección les ha sido provechosa. Muy bien. Podemos continuar y examinar los hechizos destructores. El nombre es un poco inexacto y puede sugerir, que se trata de los encantamientos ofensivos. Entonces, hay que acordarse, que los hechizos de este grupo destruyen sólo las maldiciones ejecutadas por un enemigo. Ya sabéis un ejemplo de los Destructores. ¿Quién puede describir su propriedades¿Draco?
Malfoy se levantó lentamente y un poco torpemente. Estaba excepcionalmente pálido, pero sus ojos brillaban. En la mano izquierda apretujaba, inconscientemente, una pelotilla de papel.
– La fórmula: Dissipio – comenzó en su voz normal. – Dispersa la maldición enemiga, rompiéndola en pedazos. Es considerado el más fácil Hechizo Defensivo.
– Perfectamente, cinco puntos – elogió Vega, observándolo atentamente.
Darco miró con mala cara a Harry y se sentó en su sitio. Los Slytherines cambiaron las miradas de satisfacción. Por primera vez lograron ganar más puntos que los Gryffindores durante una lección de Defensa.
– No todos los Destructores dispersan las maldiciones – dijo Vega. – Hay un grupo de los hechizos, llamados Neutralizantes, que funcionan en otro modo, totalmente absorbiendo las maldiciones con la punta de la varita. Ya es hora para una demonstración. Hermione – se volvió a la Prefecta, - ¿podrías ejecutar en mi un hechizo aturdidor?
Hermione su puso en pie, radiante y orgullosa que la profesora la designara para asistirla en la demonstración. Sacó su varita y a la señal de Vega exclamó: "¡Stupefy!". La aurora rápidamente trazó un círculo en el aire y gritó:" ¡Cancellio!". La punta de su varita destelló con luz clara y la maldición de Hermione desapareció.
– Gracias. ¿Todos han visto? – Vega miró alrededor. – Así es como funciona la neutralización. No es nada fácil – dijo acentuando las palabras – y necesita mucha energía. Por este motivo los Neutralizantes pertenecen a los más complicados hechizos y muchos magos nunca logran dominarlos. Entonces no vamos a ocuparnos en ellos durante las lecciones de Defensa.
– Qué pena...- susurró Hermione.
Ron la miró con recelo y se golpeó significativamente en su frente.
– Ya es todo en cuanto a la clasificación de los hechizos defensivos – dijo Vega. – Tenéis que daros cuneta, que en cada grupo existen muchos encantamientos de diversas fuerzas y dificultades. Lo que distingue entre los hechizos son los movimentos de la mano y por esto es muy importnate dominarlos de modo perfecto.
Hasta el fin de la lección practicaron en parejas los más fáciles hechizos defensivos. Con gran sorpresa de todos, el alumno más talentoso resultó Neville. Parecía, que ejecutaba todos los encantamientos sin dificultad, le que puso furioso a los Slytherines.
Sonó la campanilla, pero los alumnos no se apresuraban para salir de la clase. Rodearon a la profesora y le hicieron preguntas sobre los encantamientos, que no serían mencionados durante la lección.
Harry y Ron estaban cerca de la puerta y esperaban a Hermione. Draco remoloneó al lado de su mesa y llenó su bolsa con los libros. Parecía un poco disociado.
Vega movió la varita y la tabela luminosa, llena de los nmobres de los hechizos defensivos, desapareció. En el mismo momento una voz fina y chillona gritó:
– ¡Avada Kedavra!
Un rayo verde disparó hacia Vega. La aurora se volvió en un santiamén, levantando la varita y haciendo un movimineto complicado con la mano, pero el encantamiento quedó suspendido en sus labios.
En medio de la clase estaba Draco Malfoy, pálido como la muerte y sus ojos inconcientes ardían con luz febril. Detrás de sus dientes apretados salía un alineto sibilante, hilos de saliva corrían de su boca. En la mano tenía su varita y apuntaba directamente hacia Vega.
Todo no llevó más que tres segundos, pero Harry se acordó de cada detalle, como si lo hubiera visto en movimiento retardado. Vio el rayo verde volando hacia la bruja, que estaba rígida, como si la hubieran hipnotizado. Alguien gritó histéricamente y en el mismo momento Vega saltó a un lado con una rapidez increíble. La maldición rozó su hombro derecho, quemó un agujero en la manga y golpeó la pizarra.
– ¡Stupefy! – exclamó la aurora antes cayeron chispas verdes.
Draco cayó al suelo.
Se hizo un silencio sepulcral. Nadie se atrevió a moverse. Harry se dio cuenta que le dolían las uñas, pues las tenía clavadas en el marco de la puerta. Aflojó el apretón y fijó los ojos en la maestra.
Vega estaba pálida y respiraba con dificultad. Convulsivamente apretó la mano en la herida. La varita salió de sus dedos impotentes y cayó al suelo.
– Profesora...- balbuceó Hermione.
Starlight se estremeció, como si solamente en este momento se diera cuenta de que los alumnos estaban en la clase. Miró a Hermione. Sus ojos eran fríos y oscuros. Se veía que la mujer hizo un gran esfuerzo para dominar su dolor y emociones.
– Ve por profesor Snape – dijo con calma horrorosa.
Hermine vaciló.
– ¿Por el profesor Snape? – repitió con inseguridad. – Tal vez sea mejor si llamo a...
– ¡Ve! – gritó Vega de tono imperativo.
Hermione saltó y salió rápidamente de la clase. La aurora miró a Harry.
– Manda un mensaje al director – ordenó. – Toma mi búho, sabrá donde encontrarlo.
Harry asintió con la cabeza y partió a todo correr por la escalera, como si lo presiguiera una manada de arpías. Sospechaba que lo que había ocurrido no era una simple burla de Malfoy. Tenía una corazonada que era algo mucho más peligroso.
– ¡Salid de la clase! – Vega ordenó a los otros y se apoyó en la pared.
Apenas la puerta se hubo cerrado, Vega gimió y se le doblaron las rodillas. Con la mano temblorosa cogió un pequeño frasquete negro, colgado en su cuello. Sacó la clavija con los dientes y bebió el contenido de un trago. Su hombro derecho lo traspasó un dolor paralizante. Vega se apoyó en el banco más próximo y cerró los ojos.
Mientras tanto Hermione bajó corriendo por la escalera de mármol. Entró el pasillo que llevaba a los calabozos y después de correr un rato paró, sin aliento, ante de la puerta de la clase de Pociones. Sin pereder tiempo para golpear, apretó enérgicamente el picaporte.
Un grupo de los asustados alumnos del primer curso le miraron con curisosidad. Snape calló, sorprendido y furioso. En sus ojos negros ardieron los rayos peligrosos.
– ¡Granger! – gruñó glacialmente. – ¿Qué...?
Hermione le interrumpió sin ceremonias.
– Profesor¡tiene que ir conmigo, en seguida! – gritó.
Snape enmudeció. Miraba a Hermione con la mirada de un antropófago, la rabia desfiguró su cara pálida. Se levantó lentamente.
– Granger – dijo en voz baja, - esta vez exageraste. No voy a tolerar...
Hermione movió vehementemente la cabeza.
– ¡Pronto! – jadeó. – Malfoy... El Avada Kedavra...La profesora Starlight...
Snape se puso rígido. Por unos segundos no quitaba la vista de Hermione, como si quisiera leer de su cara que significaban todas sus palabras incoherentes. Y de repente comprendió. Se puso pálido y, sin miarar a los alumnos, salió corriendo de la clase. En el tercer piso atropelló a los estudinates, que seguían mirando con miedo la puerta de la clase de Defensa, y entró.
Vega estaba tumbada al suelo, le corrían temblores por el cuerpo. Severus la alcanzó en tres pasos.
– ¡Vega! – gritó y remeció a la bruja - ¿Qué pasó!
La aurora abrió los ojos y le miró con un alivio.
– Por fin... – susurró con dificultad. – Escucha, es muy importante...
Se retorció de dolor. Snape la observaba con ansiedad cada vez más grande. De repente, notó una herida en su hombro.
– Recibiste el Avada... – dijo sordamente y tocó con precaución la herida.
– Es sólo un rasguño – gruñó Vega. – Estaré bien... Es por este maldito elixiro que me siento mal.
Indicó el frasquete en su cuello. Su cara se desfiguró de dolor. Apretó los dientes.
– Escúchame...- dijo en voz baja, mirando a Severus con la vista ofuscada. –Es muy importante... – respiró con dificultad. – Nadie puede salir de Hogwarts. No dejen entrar a nadie¿entiendes¡A nadie...! - susurró, apretando la mano en el hombro de Snape. – Bloquea la puerta de mi oficina.Y di a Dumbledore ... – de nuevo le corrió temblor por el cuerpo, - que alguien venció el sistema de defensa... Hay un traidor entre nosotros...- susurró y perdió el conocimiento.
Albus Dembledore regresó a Hogwarts el mismo día y en seguida fue al hospital. Vega estaba sumergida en un sueño profundo, pero respiraba regularmente y la herida en su hombro se había cicatrizado.
– Todo va bien – la señora Pomfrey informó al Director. La bruja estaba un poco más pálida que normalmente. – Es sólo un rasguño, pero la maldición era muy poderosa. Es una suerte que Vega en seguida bebiera la Vivimortis. Pero si la Avada la hubiera golpeado unos centímetros más cerca del corazón, nada podría ayudarle...
Dumbledore miraba a la aurora en sielncio. En sus ojos claros se dibujaba una gran preocupación. Parecía cansado y deprimido.
– No puedo creer que algo así haya ocurrido en nuestra escuela – dijo la señora Pomfrey. – Un alumno ataca a la profesora... ¡Con un Avada Kedavra! – se le quebró la voz y la mujer sollozó. – ¿Cómo es posible que este chico fuera capaz de hacerlo! – indicó a alguien en fondo de la sala.
En la cama junto a la pared estaba Draco Malfoy. Según instrucciones de Snape seguía estando bajo la influenza del hechizo aturdidor. Dumbledore lo miró reflexivamente.
– Me viene a la cabeza sólo una explicación, Poppy – dijo en voz baja. – Y tengo miedo de que no te va a gustar...
