Revisado por Ana Maria
23. La noche de la verdad
Todavía en Hogsmead Vega comprendió, que había pasado algo muy malo. El castillo estaba oscuro, las ventanas tenían aspecto de vacías cuencas negras. Reinaba un silencio raro y abrumador.
El pueblo estaba destruido. Edificios estaban reducidos a escombros, árboles arrancados de raíz y dispersados en un radio de quinientos metros. A la tierra, entre los muros rotos, se observaban negras figuras inmóviles. Vega no tenía que bajar su vuelo para comprobar que eran. Sabía, que no encontraría a nadie vivo en Hogsmead.
Pasó un camino arenoso, que separaba el terreno de Hogwarts, y enseguida se dio cuenta que el Sistema de la Defensa contra las Artes Oscuras no funcionaba. La embargaron malos pensamientos. La luna asomó por entre las nubes y en su pálida luz Vega notó grandes montículos blancos, tumbados cerca de los muros del castillo. Se acercó a ellos y comprendió, qué había ocurrido allí. No eran montículos, sino behemotes muertos. Alguien había destruido, probablemente con intención, tres torres de Hogwarts y las piedras hicieron lo que no había podido hacer la magia.
Vega aterrizó en el patio y se transformó a su forma humana. Sacó su varita y clavo los ojos en la puerta destrozada. El pasillo oscuro parecía vacío, pero la aurora no se dejó engañar. Fue hacia la escalera a paso de lobo, con la mirada fijaa en las tinieblas.
De repente, su pie tropezó con algo blando y pegajoso. Miró abajo y casi gritó. Era Hagrid, desgarrado y casi totalmente aplastado por la tierra. En su mano tenía una pequeña bulba de azucena.
Vega fue adelante, apretando la varita. Subió silenciosamente la escalera y pasó la puerta. La rodeó la oscuridad, pero la mujer no encendió la luz. Veía como una gata y eso le daba ventaja.
A los pies de la escalera principal encontró dos cadáveres enmascarados. Otro cuerpo se vislumbraba cerca de la entrada a los calabozos, entonces Vega llegó a la conclusión, que los mortífagos habían tenido un motivo para atacar en aquella dirección. Entró atentamente en los calabozos y entonces sintió, que la observaban unos ojos vigilantes. Movió rápidamente la varita y en el mismo momento alguien gritó con voz aguda:
- ¡ No !
Vega reconoció la voz y en último segundo cambió la trayectoria del hechizo.
- Minerva¿eres tú? – preguntó en voz baja.
A algunos pasos de ella se inflamó una luz clara y alumbró la cara de la profesora McGonagall, gris y rígida de dolor y desesperación.
- Sí, soy yo... – dijo sordamente y se aproximó a Vega. – Tenía miedo que fuera uno de ellos...
Se interrumpió, cuando el brillo de su varita cayó sobre la aurora. Vega se presentaba horrible. Estaba cubierta por la sangre de Bill Weasley, de la suya propia, de los aurores y de los mortífagos. Su pelo lo había quemado la Unda Mortis. En la cara chamuscada, sus ojos grises ardían como dos frías estrellas.
- ¿Qué pasó aquí? – preguntó en voz baja; sentía el escalofrío glacial de una terrible corazonada.
Minerva clavó en ella su mirada apagada.
- Albus está muerto... – dijo en voz chillona – Está muerto...
Vega miraba a la bruja como si no comprendiera lo que había oído.
- Dumbledore está muerto – repitió McGonagall y comenzó a sollozar.
Vega se tambaleó y se apoyó en la pared. Se puso muy pálida.
- Es imposible...- susurró. – No lo creo... ¡Cómo pudo ocurrir? – gritó y agarró el brazo de McGonagall.
- No sé... en el pasillo... fue él – balbuceaba de modo incoherente la bruja.
Vega la sacudió brutalmente, en sus ojos se veía la desesperación mezclada con la ira.
- ¡Qué diablos, cálmate! - gruñó entre dientes. - ¡Cuenta una cosa a la vez!
Minerva respiró profundamente y frotó su cara.
- Nos atacaron una hora después de tu salida – dijo, tratando de estar tranquilla. – Lo habían planeado bien. Todos los aurores estaban ante los muros de Azkaban, Hogwarts estaba abandonado sólo con el SDAO y los maestros. Primero, dejaron entrar los behemotes. El sistema no los influía. Se acercaron a los muros y comenzaron a rugir. Hagrid... – sollozó – quería calmarlos. Creía que lo reconocerían y serían obedientes... – se la atragantó voz.
- Lo vi... – dijo Vega sordamente.
- Escondimos a los alumnos en los calabozos – continuó Minerva. – Todavía están allá. Albus, yo y algunos colegas fuimos a los muros. El rugido de los behemotes comenzó a romperlos, por eso decidimos destruir las torres. Pobres animales...- susurró con tristeza. – Pero no había otra solución. Después reprimimos con los mortífagos. Sólo algunos habían aparecido. No querían rendir el castillo. Los behemotes debían distraer nuestra atención. Llegaron aquí por otro motivo.
Vega comprendió en seguida.
- Harry Potter – susurró.
- Sí. Albus lo mandó a los calabozos con otra gente. Sirius estaba con él. Creía que el chico estaba seguro.
- Entonces¿qué pasó? – preguntó Vega.
La bruja movió la cabeza.
- No lo sé. No llegó a los calabozos. Tampoco puedo encontrar a Sirius, pero en el pasillo al primer piso encontré esto.
Sacó de su bolsillo algo negro y greñudo. Vega sintió que tiene el alma entre los dientes. Era una oreja del perro.
- ¿Qué pasó aquí¿Quién lo hizo?
Minerva levantó la cabeza. Sus ojos estaban llenos del odio y de desprecio.
- Snape – casi escupió este apellido. – Él nos había traicionado. Desconectó el SDAO. Y mató a Albus.
Vega estaba como petrificada, con el horror dibujado en su cara.
- ¿De qué hablas! – gritó con desesperación, apretando los puñales. - ¡Es imposible!
- ¡Lo vi! – aulló histéricamente Minerva. - Después del combate Albus desapareció de mi vista. Controlé que pasaba en los calabozos y fui a buscarlo. Encontré la oreja de Sirius y luego...
- ¿Y luego! – la voz de Vega parecía un chasquido del látigo.
Minerva cobró su cara en las manos.
- Vi a Albus... – susurró. - Estaba tumbado al suelo. No se movía. Alguien se inclinaba encima de él... ¡Fue Snape! – gritó. - ¡Lo reconocí¡Lo reconocería en el infierno¡Maldito traidor!
Cayó a rodillas y rompió a llorar.
Vega estaba pálida como la muerte.
- No lo creo... – gimió con desesperación. – Él no podría...
Respiró con dificultad, su corazón palpitaba como loco. De repente, su vista cayó en la oreja canina. Vega la miraba por un rato, concentrando toda su conciencia en este único objeto...
Levantó la cabeza. Sus ojos grises eran fríos y oscuros, llenos del odio y de sed de venganza.
- Voy para salvar a Harry – dijo secamente.
McGonagall la miró, conmovida.
- Tengo que salvarle – repitió Vega. – Y luego...- sus labios torcieron en una sonrisa demoníaca – voy a hacer pagar al traidor. Y al que sirve.
Fue hacia la puerta sin volverse atrás. McGonagall la seguía con la mirada llena la tristeza y de una rara ansiedad.
- Ve – dijo en voz baja. – Sólo tú puedes lograrlo.
ooo
La residencia del Señor Tenebroso parecía desierta y abandonada. Vega se envolvió más estrechamente en su Capa de Invisibilidad, echó una mirada vigilante al patio y entró al puente. No pasó nada. Subió la escalera de piedra. La puerta de hierro crujió y se abrió. Vega entró.
El largo pasillo estaba alumbrado por la luz viva de antorchas de color blanco y azul. La aurora sonrió sin alegría. Evidentemente esperaban a los visitantes de Azkaban. Fue adelante, hacia una escalera que se vislumbraba en la lejanía. Snape le había descrito un día el castillo de Voldemort, entonces sabía donde debía buscar.
Llegó a la fin del pasillo y descendió a los calabozos, oscuros, húmedos y lúgubres. Si Harry estuviera en la residencia de Voldemort, debía estar aquí. Fue a lo largo de dos filas de celdas, mirando a cada una.
Una puerta a la izquierda estaba cerrada. Vega se acercó a ella, sacó la varita y dijo en voz baja: "Alohomora". La puerta se abrió. Cerca de la pared opuesta estaba Harry, pálido y desgreñado, con sus gafas rotas en la mano. Miraba atentamente la puerta, pero no veía a nadie.
- Soy yo, Vega Starlight – susurró la bruja, aproximándose al chico y quitándose la capa. - ¿Cómo estás?
Harry la miraba sorprendido y conmovido.
- Profesora ... – balbuceó. - ¿Qué le ocurrió a usted?
- Nada importante – Vega movió la mano con impaciencia. – Cuéntame¿cómo llegaste aquí¡Y date prisa! – lo apresuró, controlando el pasillo. – Tenemos que marcharnos de aquí.
Harry respiró profundamente.
- Bajamos a los calabozos – comenzó a hablar. –Había una gran confusión, la gente empujaba, gritaba. De repente, Sirius gruñó y me tiró de la manga, como si hubiera sentido un peligro. Miré abajo para controlar de que se trataba, y entonces... – tragó la saliva, - vi que Snape... el profesor Snape me miraba de modo muy raro... terrible... – se estremeció sólo del recuerdo. – Sirius me tiraba atrás. Lo seguí. Corríamos por los pasillos y de improviso oí, que alguien nos perseguía. Brilló una luz blanca y Sirius aulló. El maleficio le arrancó una oreja. Se transformó a su forma humana y en este momento apareció Snape corriendo. Sirius me empujó, sacó la varita y apuntó a él. Ejecutaron hechizos simultáneamente. Y entonces vi a los mortífagos, iban por la otra parte del corredor. Me aturdieron y no me acuerdo nada más – miró a Vega con inquietud. - ¿Qué paso con Sirius? Profesora, si él...
- No sé – dijo Vega cortamente. – No estaba en Hogwarts.
En los ojos verdes de Harry brilló el odio.
- ¡Fue Snape! – gritó, perdiendo dominación en si mismo. - ¡Él nos traicionó¡Y mató a Sirius!
- ¡Silencio! – silbó Vega. – ¿Quieres llamar a los mortífagos? Ponte la capa. Tenemos que irnos.
Harry volvió sobre sí y cumplió la orden de la aurora.
- Ahora escucha – dijo Vega seriamente. – Vamos a tratar de salir de aquí. Si nos atacaran, yo les detendré y tú correrás hacia la puerta. No te notarán con la capa. En el patio hay una Firebolt. Móntala y ve a Hogwarts.
- Pero...- rebatió Harry.
- ¡Sin discusión! – le interrumpió Vega. - ¡Vas a hacer lo que te digo!
"Y cuando estés seguro" pensó, "voy a ajustar otras cuentas."
Salieron de la celda y silenciosamente subieron la escalera resbaladiza. El castillo seguía estando tranquillo, pero los años de práctica le sugerían a Vega, que eso no auguraba nada bueno. Miraba atentamente a su alrededor, preparada para atacar.
De repente, sonó un silbido que helaba la sgre en las venas. Frente de ellos se vislumbró la silueta de una enorme serpiente negra. Sus ojos amarillos brillaban de modo feroz. Vega de paró vehementemente.
- Nagini te da la bienvenida en el Palacio Oscuro – silbó la serpiente. – El Señor Tenebroso te espera.
El cuerpo gigantesco serpenteaba de una pared a otra, cerrando totalmente el paso. Harry estaba petrificado y no se atrevía respirar.
- ¿De veras? –Vega sonrió fríamente, mirando en los ojos crueles de la bestia. En el mismo momento dio una señal a Harry para que comenzara a retirarse. – Entonces, llévame.
Nagini silbó siniestramente y un leve temblor pasó por las espirales de su cuerpo. Su cabeza se tambaleó, como si la serpiente se preparara para atacar, los ojos amarillos se encontraron al nivel de la cara de Vega. La bruja no se movió. Nagini la miraba de modo penetrante, de su boca entreabierta salieron colmillos agudos. Lentamente, sin ruido, Harry dio tres pasos hacia atrás. Y de repente se quedó inmóvil, estupefacto, y miró a la aurora con asombro indescriptible. Sólo en este momento se dio cuenta que había entendido toda la conversación. La aurora hablaba el idioma de las serpientes.
Sin embargo, no tenía tiempo para pensarlo mejor. En el pasillo sonaron pasos y dos grupos de los mortífagos llegaron de cada lado. Ya no llevaban las máscaras y Harry fácilmente reconoció a un hombre a la cabeza de un destacamento.
- ¡Traidor! – gritó, olvidando la orden de Vega. - ¡Di, dónde está Sirius!
En el mismo instante la aurora tiró un rayo verde y un mortífago cayó muerto. Silbaron los hechizos. Harry se echó adelante, para coger la varita del muerto y la capa se deslizó de su cabeza.
- ¿Adónde vas?– le silbó a la oreja la voz llena del odio y el chico sintió un fuerte apretón de Snape.
- ¡Starlight! – alguien llamó en triunfo. – Ríndete, o acabaremos con Potter.
Con el rabillo del ojo Harry notó, que Vega se paró con la mano levantada. Su cara se torció en la expresión de la furia impotente. Escupió y echó su varita al suelo.
La cogió el hombre que había hablado hace un rato. Ahora Harry podía verlo mejor y adivinó en seguida, que era uno de los fugitivos de Azkaban. Estaba vestido de traje viejo y gastado, parecido al que había llevado Sirius cuando Harry lo había visto por primera vez. En su rostro enjuto y pálido ardían unos ojos azules, llenos del odio y de cruel satisfacción.
Movió la varita y cuerdas blancas ataron las manos de Vega. El mago se acercó a ella con una sonrisa vengativa y le dio puñetazo en la cara con todas sus fuerzas. La aurora se tambaleó y golpeó la pared. Harry sintió que las uñas de Snape se le clavaron en brazo.
- ¡Tantos años, Starlight! – gruñó el mago. – Lo esperé trece años.
La bruja levantó la cabeza y escupió la sangre.
- No cambiaste, Lestrange – dijo. – Como en el pasado, te gusta torturar a los que no pueden defenderse.
En los ojos de Lestrange ardió la sed de matar. Con furia dio un puntapié al estómago de Vega, con otro golpe la derribó al suelo.
- ¡Basta! – gruñó Snape en tono imperativo. – No me acuerdo que el Lord te ordenara matarla.
Lestrange hervía de ira, pero se dominó.
- ¡Vamos a ajustar nuestras cuentas! – silbó siniestramente hacia Vega y llamó a sus soldados.
La aurora se levantó con dificultad. Los mortífagos la rodearon y fueron juntos al fondo del corredor alumbrado. Lestrange miró a Snape.
- ¿Qué hacemos con el chico? – preguntó, indicando a Harry.
- Nos juntaremos con vosostros dentro de un rato – dijo secamente Severus. – Quería charlar un poco con Potter ... a solas.
Lestrange sonrió de modo muy desagradable, asintió con la cabeza y siguió su destacamento. Snape clavó su mirada oscura en Harry.
- Potter, Potter... – dijo en voz baja. – Nuestros caminos se cruzan de nuevo. ¿No es extraño? – sus ojos negros brillaron. – Si lo quiero o no, al final de cada camino me esperas tú.
Harry estaba callado. Se sintió muy incómodo. Las palabras de Snape le parecían raras y completamente incomprensibles. Severus sonrió vagamente.
- Es la noche de la verdad, Potter – susurró. – Cada uno se quita su máscara...
- ¡Usted ya se quitó la suya! – gritó Harry con rabia. - ¡Nos traicionó! Dumbledore confiaba en usted, pero usted lo traicionó. ¡Me vendió a Voldemort¡Y todo eso porque no le gustaba mi padre!
Por cara de Snape pasó a una expresión dolorosa.
- Sabes¿por qué odiaba tanto a James Potter? – preguntó en voz baja, mirando a Harry de modo penetrante.
El chico rió con burla.
- Me dijo usted mismo. Porque un día mi padre y Sirius se habían burlado de usted.
Los ojos negros de Severus brillaron.
- Qué poco sabes... – dijo amargamente. – La verdad es mucho más dolorosa - le miró duramente. – Tu abuelo, Perseus Potter, era mi padre.
Fue como una piedra caída del cielo. Harry no pudo hablar. No pudo creer a sus oídos.
- Es decir... mi padre y usted... ¿eran hermanos? – balbuceó por fin.
- Hermanastros – precisó Snape. – Perseus Potter tenía un amorío con mi madre. Prometió que se casaría con ella, pero después de un año la dejó, embarazada – en sus ojos ardió el odio. – James tenía todo: la casa, la familla, los amigos. Tan parecido a su padre... Cada vez que lo miraba, veía a Perseus Potter y lo odiaba más y más fuertemente. Siento lo mismo cuando te miro a ti...
Harry estaba conmovido.
- ¿Por qué Sirius nunca me lo había dicho? – susurró.
Snape sonrió con tristeza.
- Porque no sabía nada. Exceptuándome a mi, sólo Vega sabe la verdad. James nunca se había enterado de que tenía un hermano... – movió la cabeza, como si desechara recuerdos. Su cara se puso rígida. - Ya es hora de terminar esa conversación – dijo sordamente. - El Lord nos espera.
Subieron la escalera de mármol y se pararon delante de una alta puerta negra, guardada por Nagini. A la vista de los magos se levantó su cabeza y tocó con sus ollares un ojo rojo del basilisco incrustado. La puerta se abrió sin ruido y Snape y Harry entraron.
La gran sala estaba alumbrada por la misma luz azul que llenaba el corredor. Lord Voldemort se sentaba en su trono negro y miraba a Harry con ojos ardientes. Al pie del podio estaba Vega y algunos pasos detrás de ella Lestrange y otros mortífagos. Sólo ahora Harry reconoció entre ellos a Peter Pettrigrew.
- Harry Potter... – dijo prolongadamente Voldemort, cuando Snape y el chico se habían aproximado al trono. – Sólo tú nos faltabas aquí. Pero ahora estamos completos.
Se rió glacialmente, con la misma risa cruel y despiadada, que había perseguido a Harry en sus pesadillas.
- Ya es hora de que conozcas al hombre, gracias al que te encontraste con nosotros – dijo el Señor Tenebroso. – Mi sirviente más fiel, el Impostor.
Detrás de su trono salió una alta figura, vestida de largo abrigo negro, con capucha que le cubría la cara. Harry la miraba estupefacto y confuso. No entendía nada. Estaba seguro que Snape lo había llevado aquí, él era el traidor...
Voldemort sonrió con una satisfacción demoníaca.
- La noche de la verdad... – dijo siniestramente y dio una señal a su sirviente enmascarado.
El Impostor se quitó lentamente la capucha negra y Harry sintió que su corazón se le quedó inmóvil. La tierra se le hundió bajo de las pies. Pensó que se había vuelto loco. ¡No podía ser verdad!
Delante de él estaba Sirius Black.
- ¡Tú! – gritó Vega en voz mortífera. - ¡Entonces tú! Te sospechaba desde el día cuando las gárgolas habían atacado a Harry.
- ¿De veras? – preguntó Sirius con el amable interés. - ¿Dónde cometí un error?
- La carta – gruñó Vega. – Tu última carta a Harry. Lo encontré en su bolsillo. Estaba muy sorprendida cuando resultó, que adentro había más que todo calcita. Eso me dio que pensar. Hablé con Hermione y Ron, los que afirmaron, que Harry había comenzado a estornudar después de que la abriera. Todo se volvió claro. La muerte en polvo la mandó su querido padrino.
Harry tenía la impresión que las voces venían de una gran distancia o detrás de una gruesa cortina. Era un sueño. Un mal sueño. Quería despertarse...
- ¡Felicitaciones, hermanita! – rió Black. – Fue exactamente así. Creo que adivinaste, quién era el verdadero autor de todos los acontecimientos raros en Hogwarts.
Vega asintió lúgubremente.
- No era difícil. Tratabas de comprender el SDAO cada vez que aparecías en Hogwarts con el pretexto de que visitabas a Harry. Durante la Navidad, en casa de Remus, me robaste los códigos de acceso y desconectaste la línea de Malfoy en la matriz. Fue mi falta – sonrió lúgubremente. – Hubiera debido tenerla siempre conmigo, hasta en la compañía de la gente en que confiaba. Y nosotros por todo el tiempo sospechábamos a Magnus. ¡Bravo! – en sus ojos brilló la ironía. – Fue un juego casi perfecto.
Sirius se rió.
- En efecto, Magnus llegó como anillo al dedo – se burló. - Sabía que Severus no lo podía soportar. Sabía por qué... – miró significativamente a Snape - ¿Quién sospecharía de mí? Mientras tanto, Magnus tenía otra tarea para cumplir. ¿Ya sabes cuál? – preguntó prolongadamente, mirando con burla a Vega. – Devilson tenía que suministrar los behemotes y lo cumplió perfectamente.
- Y los persuadió a ellos para que no informaran a Hagrid de sus visitas al Tíbet – concluyó Vega.
- Por supuesto – asintió Sirius con verdadero entusiasmo. – Confían sólo en Magnus. Los acostumbró, lo querían. Creyeron que Hagrid tenía malas intenciones. Lo engañaron. Y después, en Hogwarts... – en sus ojos centellearon rayos crueles – ¡Tras! – hizo un gesto con su pierna como si aplastara algo. – Acabado.
Harry se puso pálido.
- ¿Qué pasó con Hagrid! – gritó con desesperación y comenzó a arrancarse con furia de Snape. - ¿De qué hablas!
- Está muerto – dijo Sirius de modo indiferente.
Harry se puso rígido. Fue demasiado. No sentía nada. Fue engañado, fue traicionado por el hombre en que confiaba inmensamente. Estaba sólo. Completamente sólo. Quería morir.
Vega miraba a Sirius con desprecio y odio. ¿Era posible que ese hombre fuera su hermano?
- Sabes¿qué me interesa? – preguntó de repente Sirius y se acercó a la bruja. – Si sospechabas de mi¿por qué me dejaste residir en Hogwarts por las últimas tres semanas? Me viene a la cabeza sólo una explicación – continuó, sin esperar la respuesta. – Querías vigilarme. Esperabas que cometiera un error. Pero te engañaste – se rió maliciosamente. – Estaba cerca de Potter, pero no podía hacer nada. Hasta hoy, hasta el día cuando el Señor Tenebroso atacó a Azkaban – se volvió y saludó con estima a Voldemort, que observaba toda la escena con una demoníaca satisfacción. – Pero entonces fue demasiado tarde para salvarlo...
Vega callaba.
- Fuiste a Azkaban – continuó Sirius, –me vigilaba sólo Dumbledore, pero de pronto tenía otros problemas... - parecía muy contento. – Conforme a mi plan, los behemotes atacaron la escuela. En la confusión saqué la matriz del bolsillo de viejo Albus. No sintió nada. Desconecté el SDAO. Luego separé a Harry de los otros alumnos. Severus lo notó y de la expresión de su cara deduje, que no sabía de mi misión. Nos alcanzó en el corredor – echó una mirada oscura hacia Snape y tocó su pelo, pegajoso de la sangre. – Aparecieron mortífagos. Se llevaron a Potter y yo escapé. Lo habrás presumido entonces¿verdad, Severus? – preguntó de modo burlón.
Severus asintió brevemente. Sirius se aproximó a Vega, en sus ojos ardían rayos maliciosos.
- Consideraste¿si Severus también se marchó de Hogwarts? – preguntó. – La respuesta es: no. Tenía otra misión para cumplir.
Vega se puso pálida. En sus oídos resonaban las palabras de Minerva McGonagall. El asesino de Dumbledore... Lo reconoció...
Sirius se volvió a Snape.
- Muestra la ampolla, Severus – dijo solemnemente. – Es la noche de la verdad...
Lentamente, como de mala gana, Severus cogió un pequeño frasco de vidrio, lleno hasta la mitad con un líquido rojo.
- Sabías – Black se dirigió a Vega, - ¿qué el maestro de pociones desde un año preparaba en secreto un veneno, por medio de que intentaba a matar a Albus Dumbledore?
Vega miraba la ampolla, como si estuviera hipnotizada. Por fin lentamente, con esfuerzo, apartó la mirada de ella y miró a Snape. Sus ojos grises eran fríos y oscuros.
- ¡No sabías! – se alegró Sirius. – ¡Estupendo! Sabes que adoro hacer sorpresas. Escucha, que pasó luego. Severus encontró a Dumbledore y... – interrumpió significativamente. - Conoces el efecto – se rió como loco.
Vega estaba callada, mirando ya a Snape, ya a Sirius. No sabía, a quien odiaba más en este momento. Si tuviera la varita, podría matarlos a los dos.
Harry salió de su raro entorpecimiento, parecido a un extraño sueño oscuro. No recordaba de que habían hablado hace un rato. En su cabeza sonaba sólo una idea: Sirius era traidor.
- ¿Por qué? – susurró.
Black se volvió vehementemente y lo miró con un odio que Harry nunca había sentido. Ni siquiera Snape sería capaz de tanta emoción. El chico tembló.
- Pobre, pequeño Harry – dijo Sirius en voz baja, acercándose al chico. – Eres idéntico a James. Sólo los ojos... tienes los ojos de tu madre.
Harry comenzó a temblar. En la voz del mago se ocultaba algo horrible.
- Mi dulce Lili... – susurró Sirius. – Fue una locura. Por el día, Lili hacía preparaciones para su matrimonio con James, y por las noches, se encontraba conmigo en pequeños albergues de Londres. Le rogaba para que lo dejara, pero ella no quería hacerlo. Le convenía una relación así. Él procedía de una rica famillia y yo... que yo podría darle excepto mi amor?
Harry tenía la impresión que todo su mundo se venía abajo. Apretó los párpados. No pudo soportarlo. Su madre, que siempre fue para él la personificación de la bondad y la nobleza, había resultado ser una mujer cínica y interesada...
- Me hice mortífago – continuó Sirius. – Las nuevas tareas me ayudaron a olvidar que Lili era esposa de otro hombre. Lord Voldemort me aceptó con los brazos abiertos, era hermano de Vega Starlight la mujer que quería capturar. Fui yo quien le sugirió usar a Lupin como señuelo.
Los ojos de Vega ardieron, la furia le desfiguró el rostro. Antes de que Sirius pudiera comprender que pasaba, una patada lo tiró al suelo.
- ¡Canalla! – aulló Vega. - ¡Maldito hijo de puta¡Te aporrearé a muerte como un perro!
Fuera de sí debido a la rabia, golpeaba a Sirius sin piedad. Los mortífagos los miraban con un murmullo de la satisfacción. Les gustaban los espectáculos así. Por fin Lestrange levantó la varita, apuntó hacia Vega y gritó: "¡Crucio!"
- Expelliarmus – dijo alguien de modo imperativo y la varita saltó de la mano de Lestrange.
Voldemort se levantó de su trono y lentamente bajaba la escalera.
- Veo que todos os pusisteis nerviosos – dijo con calma, mirando fríamente a Lestrange, que se puso pálido y dio un paso atrás.- Impostor, Harry tiene que morir de curiosidad por saber, que pasó una noche de noviembre hace quince años.
Su voz se convirtió en un silbido siniestro. Harry tembló. ¿Cuántas horribles verdades más tenía que oír esa noche? Sirius se puso en pie y escupió sangre.
- Lili se casó con James, naciste tú – comenzó secamente, – pero muy pronto Lili estaba harta de su marido. En este tiempo el Lord decidió matar a Potter, pero Dumbledore ejecutó el Fidelius. Fui a mi señor y le propuse, que le entregaría James. Por supuesto, tuve que hacerlo sin despertar sospechas. Sabía que el Colagusano era mortífago y espía, pues decidió eliminar a James con sus manos. Buenazo Colagusano – miró a Peter que se agachó de pavor. – No tenía idea que estábamos al mismo lado... Mi plan era fácil. En último momento lo hice guardián del hechizo. Estaba seguro, que Peter comunicaría todo al Lord y no me equivoqué.
- ¡Qué ironía! – silbó Vega, clavando los ojos en Sirius. – Un traidor Pettigrew también quiso echar su culpa a otra persona y te tocó a ti, otro traidor. Existe la justicia...
Black rió lúgubremente.
- Qué sea un consuelo para ti, hermanita – gruñó. – Tal vez el último en tu vida.
Vega le echó una mirada oscura. Voldemort sonrió de modo cínico.
- Pero antes tenemos que terminar nuestra conversación - se volvió a Harry. – Me aparecí por la noche en casa de los Potter. Maté a James y comencé a buscarte. Oí un llanto en la habitación de abajo. Estabas a solas, indefenso, abandonado por tu madre, que se había ocultado en el sótano. El Impostor le había avisado para que no saliera por ninguna cosa que pasara.
Harry lo miraba conmovido. No podía ser la verdad. Su madre no lo habría abandonado, murió para salvarlo...
Sirius parecía leer en su mente.
- La verdad es dolorosa, Harry – dijo en una voz en la que no había nada de compasión, al contrario estaba llena de odio y veneno. – Para estar por fin conmigo, Lili debía sacrificar no sólo a su marido, sino también a su propio hijo. Por lo menos, lo creía... – suspiró. – Pero, en último momento cambió se decisión y ... Lord tuvo que matarla – su cara se torció en una mueca de dolor.
Harry levantó la cabeza y miró al Señor Tenebroso. Sus ojos verdes estaban llenos de ironía lúgubre. No eran los ojos de un chico sino de un hombre adulto, que había sufrido mucho.
- Y todo eso para matarme – dijo en voz baja, mirando los ojos rojos de Voldemort. - ¿Tenías tanto miedo de mí?
El mago se quedó estupefacto.
- ¿Tenía miedo? – repitió con recelo. - ¿De qué hablas¿Por qué hubiera debido tener miedo de un niño?
Los ajos de Harry brillaron.
- Porque este niño era, como tú, heredero de Salazar Slytherin y en el futuro podría amenazarte.
