Ya lo saben, los personajes no me pertenecen, o al menos no los de JKR.

Hola, por fin encuentro reviews, aunque sean tuyos querida T girl, bien sin más lloriqueos los dejo con una de mis historias favoritas.


Llegó el fatídico día. Era el 31 de octubre. Halloween. Lamentablemente Severus no podría ver a su hijo ese día porque aquel día seria el día de la verdad. Voldemort caería o vencería si mataba al bebé Potter. Ustedes ya saben lo que pasó. Voldemort desapareció, los mortífagos huyeron, Sirius fue capturado y condenado a Azkaban de por vida.


Desde que Clarise había quedado embarazada siempre había esperado que Sirius regresara, que conociera a su hijo, pero no. El maldito era un sucio traidor. La furia, tristeza, todos sus sentimientos la aturdían. El hombre a quien amaba, el padre de su hijo era un vil traidor. Lo odiaba. Lo odiaba con todas sus fuerzas. "Ojala que se pudra en Azkaban" solía pensar.

Le daba asco vivir en el mismo país que él, así que decidió mudarse a otra parte. Tenía amistades en Italia, así que fue a parar allá. Pero el odio todavía estaba en ella. Clarise siempre había sido alguien amable, tranquila, pero ahora el dolor había despertado en ella una necesidad de violencia, de hacer algo, de romper todo lo que ella había sido. Se buscó un nuevo empleo. Lo único que le cayó en gracia fue hacerse caza recompensas, un "buen negocio".


- Estoy preocupada – dijo Lucille algún tiempo después de que emprendieran el viaje. Estaba lloviendo a cántaros y la autopista estaba muy congestionada.

- No te preocupes mi amor, Leslie está bien con tu hermana

- No es eso. Es que tengo un mal presentimiento.

- ¡OH vamos mi amor! Es Halloween y dentro de unas horas estaremos en casa con Leslie y tu familia. – Lucille suspiró. Tal vez su esposo tenía razón. Tal vez solo era eso, un mal pensamiento.

Todo sucedió tan rápido. El auto que iba frente a ellos resbaló y comenzó a girar. Se armó un desastre, todos los autos estaban chocando o tratando de esquivar a los otros. Henry trató de esquivar a los autos, pero la lluvia hacia la autopista demasiado resbalosa. Lograron esquivarlos. Lucille respiraba agitadamente.

- ¿Estás bien? – le preguntó Henry a su esposa segundos antes de ver un enorme camión que venia a todos velocidad hacia ellos.

La hermana de Lucille abrió la puerta. Una patrulla de policía estaba frente a su casa y dos uniformados llamaban a su puerta. Era tarde en la noche.

- ¿Abigail Woods? – preguntó uno de los oficiales

- Si, soy yo

- Les tenemos malas noticias. Su hermana y esposo han tenido un accidente en la autopista y ambos han muerto. Lo sentimos, pero queremos que usted vaya a la morgue a reconocer los cuerpos.

Abigail se puso pálida. ¿Su hermana muerta? Llamó a su esposo y le contó la trágica noticia. Al otro día fueron a ver y reconocieron los cuerpos inertes de sus familiares. "¿Qué será de Leslie?" pensaba su tía. Henry tenía un testamento donde le dejaba todo a su hija, pero solo lo podría utilizar cuando fuera mayor de edad. No tenían otra opción que quedarse con ella. "Solo a Henry se le ocurría manejar siendo un brujo" pensó enojada Abigail viendo a la indefensa bebita. Recogieron sus cosas y la llevaron consigo a su casa.


Los años pasaban. Emely ya tenía tres años y medio, pero Anne encontraba que esa criatura sabía más de lo que debía.

– ¿Donde se habrá metido esta vez? – dijo tratando de no pensar que se le había extraviado por tercera vez en el mes. No se había dado cuenta de que no estaba en la noche y ahora ya tendría suficiente tiempo de haberse perdido.

Las travesuras de Emely hacían que su madre enloqueciera, aunque cualquiera lo haría si su hija se pierde entre la multitud de la India. No le quedaba otra opción que llamar a donde él.

- ¡Snape! – llamo mediante una esfera que le servia a él para hablar con su hija

- ¿Que quieres Frank? – le respondió después de unos minutos

- Hum, ¿Emely se encuentra contigo o ha hablado contigo últimamente?

- No, se supone que está contigo y me gustaría saber como llegaría una nenita de tres años hasta aquí de donde sea que estés. Tampoco he hablado con ella desde la semana pasada. ¿Pasa algo?

- No, nada

- ¿No se te habrá extraviado? - le preguntó poniendo cara de ira

- Pues a ti te pasaría lo mismo. Es una revoltosa, no me mires así.

- Si no tuviera que estar todo el día enseñándole a mocosos la tendría conmigo

- Si claro, yo no dejaría que estuviese con un…

- Mejor dejemos de discutir y vete a buscarla, pierdes el tiempo conmigo – y Severus cortó la comunicación

Emely estaba muy feliz caminando por las calles atestadas de personas extrañas. Tenía hambre pero eso no le importaba mucho. Sabía que se había extraviado de nuevo. No era su intensión pero la curiosidad la llevaba siempre a escabullirse e ir a donde no debía y sola, a diferencia de los niños de su edad, a ella no le importaba no estar con su madre. Para su suerte hablaba el idioma local. Su madre no sabía como era que Emely aprendía tan rápido cualquier idioma o lengua del lugar a donde iban.

Emely estaba andando tranquilamente por las tiendas hasta que un amigo de Anne la encontró y la llevó a su madre.

- ¡Emely niña de la porra! ¿Donde rayos te habías metido?

- Estaba caminando y viendo tiendas – fue la inocente respuesta de su hija. Anne tomo medidas drásticas y desde ese día solía llevar a Emely con un collar para perros y una larga cadena.

Dumbledore había salvado a Severus de ir a Azkaban, pero lo había condenado a trabajar como profesor durante el resto de su vida. Apenas tenía tiempo para viajar y pasar algunos días con su hijo. Como Emely siempre estaba en un lugar diferente cada 15 días, solía hablar con ella una vez por semana. Le sorprendía mucho como ella era capaz de adaptarse a los distintos climas y las distintas personalidades. Pero estaba seguro que a pesar de estar en manos de su loca madre ella le podría sacar ventajas a su estilo de vida en un futuro. Estilo de vida que muy por seguro era mejor que el que é le podría ofrecer.


Richard ya tenía 6 años. Edad suficiente como para que Rebeca considerara mandarlo a una escuela muggle. Remus no se opondría. Era una buena idea que su hijo supiera tratarse con los muggles tan bien como con los brujos. Pero no era como le iba en la escuela lo que le preocupaba a Rebeca. Le preocupaba lo que el pequeño lobezno le hacia a sus zapatos.

- ¡Richard! Lobo desconsiderado. ¡Mis zapatos nuevos! Cuando te encuentre sin vergüenza… – Rebeca iba gritando todo esto mientras se dirigía al patio donde de seguro podía encontrar a su hijo jugando con alguna de sus mascotas. – Cuando te ponga las manos encima…

- Wof… - Richard oyó los gritos de su madre mientras estaba jugando con el jaguar. Mejor sería esconderse. Recordaba bastante bien la suavidad del zapato dañado y lo irresistible que era morderlo.

Richard se escondió en un hoyo debajo del tronco de un árbol mientras su madre estaba buscando en el patio revolviendo todo. Si lo encontraba seguro que le daría una paliza.

- ¿Donde estará? – se preguntó Rebeca después de buscarlo por una hora en el jardín. – Espero que no haya bajado al sótano donde esta el dragón – decía mientras regresaba a la casa.

Pero Richard estaba muy asustado por la pela que recibiría para regresar adentro ese día. Es mas, no regresó en los dos días siguientes. Cosa que hizo que Rebeca se pusiera loca buscándolo. Incluso llamó a la policía y mientras hablaba con ellos fuera Richard entró a la casa y se puso a ver la tele.

Rebeca regresó al interior de su enorme casa. Estaba pasando preocupada por la sala cuando vio la televisión encendida y para su sorpresa a Richard sentado tranquilamente.

- ¡Richard! ¿Dónde has estado todos estos días?

- En el patio

- ¿Qué?

- Me escondía para que no me dieras una pela por morder tus zapatos - dijo tratando de parecer inocente

Rebeca estalló. No por nada Remus y ella se había divorciado, Rebeca era muy rencorosa. Minutos después ambos estaban en el flameante auto de ella a una gran velocidad.

- ¿Adónde vamos mami? – preguntó Richard algo asustado

- Vamos a la casa de la abuela – dijo ella con una sonrisa en el rostro

Llegaron a una casa pequeña en un campo lejano entre las montañas japonesas. La abuela los recibió con una mueca y un "¿Qué quieres?" A Richard aquella mujer le daba miedo. Su madre le dijo que lo recogería en cinco días. La abuela bufó.

- Pongamos las cosas en claro niño – dijo la abuela. - Si quieres algo de comer tendrás que cosecharlo tu mismo, y si quieres carne ve y cázala, a mi no me vengas con dame, que no te lo daré - Richard estaba a punto de llorar pero se contuvo. Jamás volvería a morder ningún zapato de su madre, o por lo menos no los nuevos.


Sonó el timbre. Una criada abrió la puerta. Juno Zervos y su hijo fueron ante la presencia del mismo Conde Drácula.

- ¡Abuelo! – dijo inmediatamente al verlo su nieto

- Sean, mi nieto favorito. ¿Cómo esta ese pequeño vampirito?

- Muy bien, pero yo soy un brujito

- Ah, ya veo que has estado un tiempo con tu padre. Juno que bueno que vinieras

- Padre

- Ve y acomódate

- ¿Me puedo quedar con el abuelo? – le preguntó Sean a su madre

- Claro, siempre que él desee

- No hay problema, me encanta estar con mi nieto

- Está bien, iré a ver como está mi hermano. – Juno salió y los dejó solos

- Tengo que ir a la oficina, ¿Quieres venir conmigo? – le preguntó Drácula a Sean

- Si. ¿Me puedo mecer en tu silla? – le preguntó

- Claro.

Sean Snape se llevaba muy bien con su abuelo, quien lo tenía como su nieto favorito, una gracia poco común en la nobleza vampírica. Vladimir Drácula poseía una de las más grandes empresas de productos vampíricos del mundo. Las razones porque Sean a pesar de ser mitad brujo era su nieto favorito era que Drácula podía visualizar en el su sucesor, cosa no muy útil.


Rebeca fue a recoger a Richard en la fecha prevista. El pobre niño corrió hacia ella con las manos alzadas. Rebeca lo montó en su silla en la parte trasera del auto.

- ¿Qué son esas? – le pregunto al ver una feas ampolla en las pequeñas manos de Richard

- La abuela me hizo trabajar muy duro

- Por eso te traje aquí. Para que no vuelvas a ponerles tus dientes a mis zapatos. – Richard iba a llorar pero no lo hizo. Su madre ya iba muy lejos de la casa de la abuela cuando dijo – ah, se me olvidaba, Remus ira mañana a recogerte – ella movió el retrovisor para ver a su hijo, quien ponía una cara de alivio y felicidad – ¡Por qué pones esa cara coño! – Le peguntó enfadada mientras Richard se rajaba a llorar – Así esta mejor.


- ¿Qué es esto? – pregunto con curiosidad la hermosa niña de rizos rubios platino

- Es un regalo. Es un tren armable a escala – dijo Karl su hermano

- ¿Un tren? - dijo ella sin entender lo demás

- Si, pero no puedo esperar hasta que papá llegue, así que lo voy a armar ahora. No quiero que toques nada – pero Nahiony Darcy ya estaba viendo el interior de la caja. Lamentablemente ella era muy chica y como estaba muy inclinada calló dentro entre la basura y las piezas que su hermano no había sacado. – Te dije que no tocaras nada – la sacó con cuidado y la sentó – tu me vas a pasar lo que te pida y te vas a quedar ahí

- Pero no debo tocar…

- No lo que yo no te diga – dijo con tono autoritario su hermano.

Después de un rato el hermoso tren estaba armado junto a sus vías. Los hermanos Darcy decidieron esperar hasta que sus padres llegaran del trabajo para hacerlo marchar. Los señores Darcy eran una pareja de doctores provenientes de familias con igual profesión. Al no poder tener otro hijo había adoptado a Nahiony cuando esta tenia apenas unas semanas. Eran una familia muggle común a pesar de tener un buen apellido y riqueza.


Harry tenia entr años, edad en la que los niños suelen preguntar mucho y de un montón de cosas. Lamentablemente a los Dursley no les agradaban las inocentes preguntas de su sobrino.

En el otro lado del mundo Leslie Potter tenía cerca de la misma edad que su primo pero a ella le sucedía todo lo contrario. Si ella preguntaba sobre sus padres sus tíos trataban de contarles los buenos que ellos eran y decirle que estaban en un lugar bonito. A Harry lo mandaban a callar.

Dudley le pegaba a Harry, el primo de Leslie jugaba con ella a lo que quisiera. Harry dormía en una alacena, mientras que el cuarto de Leslie era bastante amplio y bonito.

- Tía Petunia ¿Las motos vuelan? – le preguntó Harry con toda la inocencia del mundo a su tía

- Claro que no, pero qué cosas más absurdas dices niño – fue la respuesta que consiguió de su tía.

En Australia

- Tía, tía, vi una persona volando en una escoba

- Ah… eh… si… bueno… eso era una bruja

- ¿Los brujos existen?

- Claro que sí. Tu mami era una bruja muy buena.

- ¿Y yo soy una bruja?

- Claro mi amor

- ja ja, eres una bruja, eres una bruja – se burlaba su primo

- ¡Cállate flaco!


Desde que Clarise se mudara a Italia su vida había cambiado radicalmente. Ahora era una caza recompensas con buena fama. Charles lamentablemente estaba creciendo sin un padre y eso la entristecía. Pero lo que más le preocupaba era la posibilidad de cierto complejo de Narciso.

A medida que iba creciendo Charles daba muestras de que iba a ser un joven muy apuesto. Demasiado. Clarise temía que estando en Italia, donde los antiguos dioses habían sido en realidad brujos, le cayera encima el complejo de que al mirarse al espejo quedara prendado de si mismo. Había oído ya varios casos y no quería que le pasara a su hijo. Así que retiró todos los posibles espejos y evitaba a toda costa que se viera en el agua estancada.

Como algo positivo, Clarise había conocido a un buen hombre, brujo, caza recompensas y sobretodo le caía bien. Guardaba el consuelo de que pronto surgiera algo entre ellos.


- Ya estoy cansada de perseguirte – le dijo a Emely tras encontrarla después de unos días de perdida – pero creo que ya tengo la solución. ¿Te gustaría ir a la ciudad grande conmigo? – Emely respondió positivamente.

Anne Frank de veras estaba cansada de perder días y días tras Emely cuando ésta se le escapaba. De repente se le había ocurrido una ingeniosa idea. Al llegar a la ciudad, una grande de Europa, y fue directo a donde uno de sus contactos vampíricos, porque, después de todo, ellos vendían productos muggles "hechizados".

Compró un chip especializado para rastrear perros con GPS incluido y con unas cuantas adaptaciones mágicas. Lo demás fue sencillo. Después de dormir a Emely le insertaron el chip entre la piel, al igual como se los pone a los perros, en la nuca. De esta manera, aunque Emely se perdiera, Anne estaba muy segura de que la iba a poder encontrar.


Es posible que este chap este aburrido fuera de algunas cosas, pero aun así espero con ansias sus reviews, besos.