Nada de lo que puedan reconocer me pertenece.
Dedicado a Carlos Meza por su ayuda en la corrección de la primera parte de esta historia y a Alicia mi beta.
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¿De qué están hechos lo sueños?
II
El material de los Sueños.
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Las Islas y La Cima
13 Junio, 1974
Las islas.
El mercado de Artërya (la isla sur) era lo primero que los viajeros que llegaban a las islas veían. Una masa llena de tiendas multicolores que ocupaba una calzada entera de la isla, pero a pesar de ser un mercado se notaba desde el comienzo de los puestos que no era uno normal. Las baldosas del suelo eran de un café rojizo, eran octágonos perfectos y pulcros, que por su brillo uno creería que acaban de ser pulidos.
Era el mercado más grande de las cinco islas y en él se congregaban productos que venían del Continente (como llamaban los isleños a Europa) y de las otras islas. En él se podían observar todas las razas de aquel mundo escondido. Algunos parecían mortales comunes, otros eran tan distintos que daba vértigo mirarlos.
En medio de todas esas tiendas, en "La Confitería", como se le llamaba comúnmente al puesto más grande del lugar dónde los isleños iban a beber y los niños a jugar, algunas figuras encapuchadas conversaban alrededor de la "mesa" más apartada. Casi nadie les prestaba atención, era normal ver encapuchados por todas partes, la mayoría venían de las distintas selvas y pertenecían a sectas con las que nadie quería tener problemas; por eso, después de que una isleña, algo azorada, sirviera las bebidas en la mesa nadie los había vuelto a importunar.
Uno de los encapuchados tomó el zumo de color verde que habían puesto sobre la mesa, sus ojos se calvaron en él con tanta fuerza que algunas personas que los habían estado observando se estremecieron.
-No lo entiendo.- murmuró una voz femenina, el murmullo fue tan quedo que sólo los que estaba a su alrededor entendieron lo que había dicho.- ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué esperamos?
Dejó el zumo sobre la mesa y miró a la persona que tenía a un lado. El barullo del lugar no había disminuido. Pero claramente se sentía la tensión que aquellos visitantes habían generado.
Hubo un suspiro al lado de aquella mujer que había hablado.
-Esperamos a alguien que nos ayude a salir de aquí sin tener que luchar.
-Pero…- contestó la mujer que había hablado antes con una ansiedad creciente.- ¿Por qué habríamos de luchar?
-¿No lo entiendes? No somos bienvenidos aquí.
Volvieron a quedarse en silencio. Uno de los encapuchados tomó su bebida y de un sorbo terminó con ella. Los demás siguieron su ejemplo de forma apresurada. Uno de ellos dejó caer unas monedas de plata y otras de cobre sobre la mesa, que era más bien un taburete rodeado de cojines.
-Salgamos de aquí, de una buena vez. ¿Dónde se supone que nos encontraríamos?
-Él nos encontrará. Vámonos.- murmuró la segunda femenina con autoridad.
Todos salieron detrás de una de las figuras encapuchadas. La joven que los había atendido antes se apresuró a recoger los vasos y el dinero, con miedo movió su mano sobre los cojines que cambiaron inmediatamente de color y textura.
-¿Quiénes eran, Gill?- le preguntó un hombre cuando ella había regresado a la barra.
-¿Y yo cómo voy a saber? Sólo atiendo, y con ese tipo de personas mejor no tablar conversación.
El hombre le dio un sorbo a su bebida. Tenía una barba bastante larga y una calva considerable. A Gill no le hacía la menor gracia que se sentará todos los días en el mismo asiento (frente a ella), pero al menos pagaba bien.
-¿Han oído lo que dicen?- preguntó otro hombre, algo más joven y que se veía a leguas que venía de la gran ciudad. Esos se creían mejor que los isleños circundantes, sólo por vivir en la capital. Qué asco.
-No, pero supongo que tiene que ver con el barco que arribó en la mañana.- dijo el viejo.
-Arriban barcos todo el tiempo. Y los Smith siempre están pululando por aquí. La joven es la que no me gusta… usa una varita.- dijo Gill con aire despectivo mientras con una mano señalaba a una vasos que comenzaron a llenarse de una bebida azul.
-No es eso.- contestó el joven cuyo acento comenzaba a molestar Gill. Seguro que se creía mejor que ella, no tenía derecho… si no hubiera sido por esa tonta, ella tendría el más alto rango al que podía aspirar un isleño.- Al parecer los heraldos están en Las Islas. Se murmura por allí que llegaron esta mañana con Smith, ellos los trajeron contra su voluntad, tenían un boleto, al parecer Ella los invitó.
-¡¿Ellos aquí?! Tonterías.- chilló una mujer justo frente a Gill. Era regordeta, tenía un aire de matrona y jefa de familia muy particular.- Los heraldos serían tontos, más que eso, verdaderos idiotas, al entrar aquí. Saben que la población se les echaría encima.
-Hay quien está de su parte.- dijo el hombre de la capital.
-Idiotas.- dijo la mujer, que iba vestida de satín rojo, sus ojos púrpuras mostraban su indignación.
-Yo estoy de acuerdo con usted, Señora. Ella no sería tan inconsciente. ¿Es que acaso no saben lo que le hicieron a Las Islas cuando fallaron? Además por lo que he oído fue de la manera más estúpida. Al parecer la chiquilla esa protegió a su enemiga.- Gill había comenzado a limpiar unos vasos, más para canalizar su ira que porque estuvieran sucios.
-Pues yo he oído que no eran más que niños.- dijo el hombre de la capital.- Al parecer no tenían con los poderes más de seis meses. Dos de ellos eran Blacks.
-¡Brujos!- dijo Gill indignada.- ¿Cómo se atreven a elegir simples brujos? ¡¿Y Blacks?! Todos aquí sabemos que no son más que magos oscuros y una panda de brujos de la peor calaña. ¡Realmente!
-Yo tampoco lo creo querida.- dijo la señora.- Yo, como todos aquí, creo que fue una tontería darle una misión tan importante a magos… son tan inestables… al parecer la jovencita esa hizo explotar la cúpula, ¡uno de los tesoros más grandes de Las Islas!
-Bueno, siempre he esperado conocer un heraldo.- dijo el hombre de la capital.- Como todos los isleños conozco la leyenda… es más he investigado sobre ella… siempre los heraldos han sido brujos.
-Bueno, pero antes había algunos isleños.- defendió su punto la señora.- Ahora sólo Armando y Carina estaban allí, por lo que me enterado esa estúpida esta muerta. Eso le sucede por no volver a Las Islas. También sé que las guardianas siguen en Hogwarts. La verdad no sé que les enseñen en ese lugar.
-Bueno, no estoy seguro de qué, pero había un isleño entre los heraldos.
-¡La Ryddle!- chilló Gill furiosa, levantándose del taburete donde estaba sentada con enfado, el vaso que limpiaba cayó al suelo y el capitalino parecía asustado al ver a esa mujer tan enojada.- ¡¿Cómo puedes llamarla isleña?! ¡Ella no merece ese nombre! ¡Ella menos que nadie! ¡Hija de traidores, no merecía pisar este suelo! ¡Oliner nos traicionó a todos al aceptarla bajo su tutela! ¡A una Ryddle! ¡Sangre maldita! ¡Se tenía bien merecido morir a manos de la Ryddle! ¡Esa niña trajo la desgracia…!
-¡Basta!- el anciano se levantó también, se veía más enojado Gill, y era más fácil temerle.- ¡Eres una tonta, niña! ¡¿Quién eres tú para juzgar al consejo de los sabios y sus decisiones?!
-¡Salga ahora mismo de aquí!- chilló fuera de sí Gill, su cabello moreno se movía con furia y sus ojos negros brillaban con furor.- ¡Usted no volverá a entrar aquí!
-No lo haré y para que lo sepa señorita, los heraldos están aquí, entre nosotros, y su poder es mucho más fuerte que él de usted. Ojala se cruce algún día con esa Ryddle, como tan despectivamente la llama, y entonces dígale lo que acaba de decir. Ojala Alessandra Ryddle la haga volar por lo aires. Su carácter no es el más fino.
-¡¿Quién es usted?!- gritó Gill fascinada, furiosa y aterrada.- ¡Exijo que me lo diga!
El anciano sonrió. La señora se estremeció, al igual que el hombre de la capital, pero éste parecía fascinado y deseaba comenzar a cuestionar a aquel anciano.
-Seguro que no podrías creerlo.- y con esas palabras el calvo vestido de blanco salió del lugar.
Caminó por entre los puestos oyendo los gritos de la multitud. Su andar era elegante, pero nadie lo miraba, era un isleño más.
Se cruzó entre ríos de gente hasta llegar a la plaza del mercado. Allí se encontró con un joven sentado cerca de la gran fuente que leía.
-¡Tú!- gritó y el joven alzó su mirada del libro. Su piel se había oscurecido por el sol y su cabello pelirrojo también. Sus ojos seguían siendo azules y a sus dieciséis años parecía ser mucho mayor. Armando no había regresado a Hogwarts para su cuarto año, a diferencia de Carina, había regresado a Las Islas. No se sorprendió a ver al calvo anciano.- ¿Qué, demonios, lees ahora, Armando?
-Leo sobre La Cima.
-No leas lo que verás por ti mismo, muchacho.
-Pero, señor, hay que saber algo del lugar al que nos dirigimos.
-Aún eres un niño, no tengas tantas ganas de comerte el mundo.
-Me queda poco para la mayoría de edad.- protestó.
-En el mundo mágico, aquí no hay mayoría de edad, cuando estás listo lo estás.
Armando le sonrió con cariño al hombre.
-¿Dónde están?
-¿Tus amigos?
-Sí, hace mucho que no los veo. James Potter seguro seguirá siendo el mismo.
-Tal vez.- El anciano y su discípulo comenzaron a caminar.- Anda camina ya, que tenemos prisa.
Cruzaron de nuevo el mercado y salieron de él dejado atrás los techos multicolores y los olores fuertes y profundos. Caminaron por el pueblo. El tráfico no estaba tan cargado como la mayor parte de los días, ni el terrestre ni el aéreo parecía sufrir embotellamientos. Llegaron hasta La Plaza de la Catedral, dónde estaba la única iglesia de las cinco islas. A la sombra de ésta, estaban sentadas varias figuras. Una de ellas se levantó al ver entrar a los otros dos a la plaza. Casi nadie estaba allí. La mayor parte de los ciudadanos estaban en el mercado los domingos. La figura salió corriendo hasta los visitantes, seguida de los demás con paso rápido. Eran los mismos encapuchados que habían estado una hora antes en La Confitería.
La capucha de la figura cayó sobre sus hombros. Tenía el cabello rojo, muy distinto al de Armando. Abrazó a su amigo, que era algo más alto que ella.
-Lily.- murmuró uno de los encapuchados.- Ponte la capucha.
La pelirroja se la puso mientras se alejaba de Armando.
-Eres a veces una inconsciente, Evans.- dijo Ale con voz autoritaria.- Si alguien te reconoce, tendremos a la población entera sobre nosotros.
-¿No somos los heraldos?- contestó Alicia-¿Por qué nos tienen tan mala fe?
-Porque fallaron y eso tuvo repercusiones en Las Islas. Los isleños no hablan de otra cosa, ya han pasado casi cuatro años de eso, pero las malas lenguas siguen rondando y más ahora, se murmura por todas partes que los heraldos cometieron el error de entrar a nuestra tierra.- dijo el Anciano.
Marina suspiró.
-Será mejor, en ese caso, que salgamos de aquí.
Todos estuvieron de acuerdo. Caminaron por la ciudad. La mayoría de las personas, que eran bastante pocas, se alejaban de ellos en cuanto los veían.
Había aún rivalidad entre los isleños. Los más antiguos, que pertenecían a sectas y eran muy poderosos, no soportaban a aquellos que eran presuntuosos y vivían de forma pomposa en las ciudades, los llamaban Los Älderl. Gill, aquella muchacha en el bar, era de ambas clases. Su padre era un Älderl, su madre no, había sido una simple bruja. Gill odiaba a su madre y sentía que por su culpa su sangre se había contaminado y por eso no había podido vencer a Carina en una ocasión.
Llegaron a las afueras de la ciudad después de bastante caminar. Habían ascendido a una colina lejos del pueblo. Desde allí podían ver el valle, el mar, el mercado y la catedral. Allá arriba había una hierba verde y alta que hacia cosquillas en los tobillos de los caminantes. Ya allí todos bajaron las capuchas de sus capas. Para entonces Armando ya sabía quién era quién. No había sido difícil, las capas tenían los colores que antes les habían pertenecido como heraldos. Hasta la de Lily, pues era una imprudencia usar algo tan blanco, era del color que debía.
-¿Cómo nos iremos?- preguntó Peter, que ya tenía condición física de tanto correr.
-En carreta. No podemos llamar la atención, pero en la selva tienen más partidarios que en las ciudades. Iremos hacia Akina, la capital de Las Islas y luego hacia La Cima, que está en Dorymuà, la isla norte. – dijo el Anciano, mientras veía como Armando se alejaba para buscar el transporte.
-¿Cuáles son las otras dos Islas?- preguntó Elinor mientras trataba de acomodarse su cabello.
-Están Ival en el oeste y Vuâdiz en el este– dijo Armando que había regresado con la carreta.
Sirius lanzó un suspiro al ver a los animales que jalaban la carreta. Eran dos bueyes más grandes de lo normal, cada uno tenía tres ojos y unos cuernos grises sobre sus cabezas que tenían tallados dibujos y símbolos. Su piel se veía grasosa y era de color crema rojiza. Sirius se quedo mirando los tres ojos recordando al último animal raro que había visto: Corti.
-Tenemos que irnos.- dijo el Anciano.- Soy Urbank y seré su guía.- Después de eso hizo entrar a todos en la carreta y se sentó frente a los dos animales.- Miren por última vez la ciudad marina, no creo que la vuelvan a ver.
Lily giró su cara hacia el mar verde grisáceo y la ciudad. Se quedó mirando el mercado y de pronto sucedió. Un zumbido lleno su cabeza y luego fue como si estuviera de nuevo en el mercado. Sentía su cuerpo traqueteando en la carreta, pero ahora sentía sus ojos sobre aquella mujer. Tenía la piel opaca y unos grandes ojos de un color gris. Parecían estar vacíos y mirarla fijamente. En sus brazos había un bebé que también la miraba fijamente con los mismos ojos grises. Al lado de la mujer un hombre de piel azul le tomaba de la cintura. Aquella mujer le dio el bebé a su marido y se acercó a Lily.
¿Qué haces aquí?
No lo sé, jugar con el destino, supongo
¿Eres lo suficientemente fuerte? El juego que intentas practicar es peligroso. Nadie sabe que traerá. Nadie sabe como acabará. Podrías encontrarte con cosas horribles, Las Islas no te dan la bienvenida.
Me arriesgaré.
¿Por qué?
Es mi misión.
Una risa lleno la cabeza de Lily.
Te darás cuenta que nada es lo que parece. Tu viaje tiene otro propósito, niña. Alguna vez entenderás que quiero decir…
Ya lo sé.
La mujer sonrió.
No lo sabes. Suerte, pues es la reina del caos quien más necesita nuestro apoyo. Usted que será la madre del futuro.
Un torbellino se alzó ante los ojos de Lily. Frente a ella había una escena que había visto muchas veces. Esta vez sabía que era lo que veía. La cúpula en todo su esplendor se alzaba ante sus ojos. El emblema de los heraldos colgaba del cuello de Isabel, ahora sabía quién era esa mujer de extraordinaria belleza, y quienes la circundaban eran los heraldos. Un rayo blanco traspasó la visión. Y en el segundo que se oía un grito Lily miró a Isabel a los ojos. De pronto todo se revolvió. Sus ojos y los de Isabel se encontraron en un segundo y Lily lo vio. Isabel desapareció, ahora se miraba a sí misma. Sus ojos verdes le respondieron con un gesto de dolor agudo que traspasó su alma. El grito salió de la boca de Isabel, de la de aquel reflejo y la de Lily. Isabel la miró y pronunció una palabra antes de que la luz invadiera el lugar.
AYUDA
Lily abrió los ojos cuando el torbellino de color la regreso a la carreta. Miró a su alrededor y luego hacia la ciudad, pero ya se había perdido de vista. En una esquina Ale le dirigía una mirada escrutadora, Lily la sentía.
-Isabel- murmuró antes de cerrar sus ojos y caer fuera de la carreta en completa oscuridad.
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-¿Te duele la cabeza?- preguntó Elinor mientras revisaba el vendaje de Lily. La carreta traqueteaba por el sendero lleno de baches, los dos animales que la jalan parecían no notarlos.
Apenas eran necesarias las suaves luces que colgaban del cuello de los bueyes, pues la luna (la cual parecía casi llena) alumbraba con tal potencia que parecía atravesar la negra selva como el mismo sol.
-No.- murmuró Lily con suavidad. Su cabeza le punzaba, pero no lo iba a decir. Después de aquella visión había caído de la carreta. Les había dado un susto a todos.
-Te diste un golpe muy fuerte.- Elinor parecía estar feliz de poder ayudar a su amiga.- ¿Qué paso?
-No lo sé, fue extraño.- susurró la pelirroja mientras fijaba la mirada en la blanca luna. Remus se había convertido en licántropo días antes de llegar a las islas. Había sido tan escalofriante oír sus aullidos. El barco parecía hacer eco a aquel sonido tan espectral.
-¿Recuerdas cuando estábamos más pequeñas y nos quedábamos despiertas mirando la luna?
Lily asintió.
-Era muy divertido.- Elinor se acomodó junto a su amiga y observó con la mirada perdida el suelo.
-Me sorprende que no fueran a callarnos. Nos sentábamos en el suelo del baño a comer galletas mientras hablábamos de todo.
Elinor sonrió.
-¿Has pensado que harás cuando salgamos de aquí?
-No, no quiero pensarlo.
-¿Piensas en ella?- Elinor parecía apurada por escuchar la respuesta.
-¿En ella?- Lily miró la luna con tristeza- Odio pensar en que llegará el momento en que me verá con odio. La última vez que la vi, estaba dolida, asustada… ahora no escaparé de la batalla.
-¿Cómo estás segura de que tú lucharás contra Ingrid?
Lily se alzó de hombros y se quedó en silencio. Se llevó su mano a la cabeza con apremio sin quejarse.
En la carreta había alguien más que estaba al pendiente de aquella conversación. Marina y Alicia dormían ya, James y Sirius caminaban con Armando a lado de la carreta, Remus y Peter jugaban cartas, Ale estaba sentada junto a Urbank y escuchaba la conversación de Lily intentando descifrar lo que había visto la pelirroja. Estaba enfundada en su capa y miraba el camino con añoranza creciente.
-¿Por qué lo mandaron a usted? El consejo no suele dejar ir a sus sabios.
-La Dama del Tiempo es caprichosa.- murmuró Urbank.- Fui yo también que guió a Miss Hallow.
-Lo sé, lo supe cuando lo vi.
-Siempre la misma percepción, ¿no te aburres?
Ale negó.
-¿Extrañaste estas islas?
-No.- dijo ella instantáneamente.- Yo me fui de aquí cuando había guerra, aún la hay, la siento en los corazones de todos.
-Los isleños tienen una extraña forma de ser.- dijo el sabio.- Todos ellos se creen mejores que los magos, como los magos creen que son superiores a los muggles. Grindelwald comenzó con los disturbios en la isla. Fue uno de los primeros extraños que entraron a nuestro territorio. Llegaron en busca de conocimiento, los Älderl aún creen que descendientes de Grindelwald caminan por las selvas y beben el agua de los manantiales en lo profundo de los bosques. Los Älderl decidieron que había sido suficiente de extranjeros… tú fuiste la gota que derramó el vaso.
Ale se sonrojó débilmente.
-Lo sé.- admitió cohibida.- Una Ryddle aquí, hija de una traidora y de la peor catástrofe que ha conjurado el mal, yo era demasiado para ellos, me lo dijo Miss Hallow.
-Y tenía razón…- Urbank cerró sus ojos con fuerza y miró con ojos cristalinos la luna.- La guerra no debía suceder. Nunca debieron luchar pueblos tan iguales. Recuerdas esa jovencita que los atendió allá en el mercado ¿verdad?
-¿Cómo olvidarla?
-Se llama Gill y es una de aquellas personas con mucho poder, muchas veces luchó contra Carina… ella iba a ser la protectora del clima, una de las tantas sacerdotisas que pueblan las montañas del oeste, pero Carina era más fuerte. Carina siempre fue magnifica.
En la garganta de Ale se hizo un nudo. Carina… ambas se habían reconocido al instante y la joven Ryddle podía jurar que en su estancia en las islas la había conocido.
-Hace algunos años la Dama del Tiempo decidió tu futuro, pero escapaste al destino. ¿Lo sabías?
Ale negó, tenía sus ojos fijos en lo que había más adelante y se ocultaba en la penumbra. Se levantó un poco.
-Alguien viene.- murmuró, luego se giró hacia Urbank.- ¿Qué hacemos?
-Esperar, no te quites la capucha.
La carreta estaba cubierta por una gran manta de color crema, así que lo que aquél que se acercaba no vería a los demás heraldos.
Ale se volvió a sentar y acarició los cuernos del buey frente a ella con apuro.
Un silbido prolongado corto el silencio. Ale conocía aquel saludo y antes de que Urbank pudiera contestar soltó ella la respuesta que era unas notas más alto que el silbido anterior.
Un hombre de piel verdosa salió de entre la sombras. En su cuello había muchos collares muy imaginativos, unos entrelazados a otros. Hizo una reverencia antes de acercarse a Urbank y hablar con él en voz baja y silbante. El anciano asintió. La carreta seguía moviéndose y nadie más que ellos parecía notar al extraño visitante que andaba sólo con un taparrabo.
Minutos después el hombre de piel verde silbó con fuerza y desapareció a la carrera entre los árboles.
-Al parecer el sistema de comunicación ha avanzado. Ya se sabe en todas las islas el rumor de que los heraldos están aquí. Se busca por todas las ciudades a encapuchados y personas que irradien un poder espeluznante, según las palabras de aquel hombre, hay dos bandos aquellos que quieren ayudarles y los otros que parecen más inclinados a la hoguera.
Ale suspiró.
-Así que no podemos esperar un viaje tranquilo.
-Te equivocas, ese chico es un Älderl, viene de una tribu cuyo poblado está cerca de aquí. Podremos descansar aquí y ellos nos ayudaran a cruzar el puente hacia Akina.
-Así que los Älderl no nos han dejado.
-Por supuesto que no, ellos creen en el destino y las profecías. Veneran el caos y al consejo.
Armando interrumpió su conversación Sirius y James se habían quedado atrás y tenían una plática sobre aquello. Armando les había hablado de la guerra y como Las Islas habían apenas podido escapar.
De pronto Elinor apareció entre los pliegues de la manta que cubría la parte de atrás de la carreta.
-Ale rápido.- murmuró, estaba más pálida.- Algo le pasa a Lily.
Alessandra giró y miró a Elinor con miedo creciente. Saltó a la parte trasera seguida de Sirius y James.
Se arrodilló cerca de la pelirroja.
-Tiene fiebre.- dijo Elinor.- Estaba bien, pero se quejó de dolor de cabeza y la obligué a recostarse. La estaba revisando cuando noté que su temperatura comenzaba a cambiar con fuerza, primero estaba muy fría y cuando iba a taparla subió demasiado. No pude lograr que reaccionara, volvió a desmayarse.
Alessandra tocó el cuello de la pelirroja y luego sus manos, toda ella estaba fría, pero algo le dijo que no pasaría mucho tiempo antes de que subiera una vez más la temperatura. Ale revisó rápidamente a su amiga en busca de algún conjuro que Elinor no pudiera detectar. En su búsqueda se topó con el emblema de los heraldos que estaba brillando. Lo tocó y enseguida lo soltó de nuevo, quemaba. Volvió a tomarlo entre sus manos y entonces sucedió.
Estaba lloviendo. El mar golpeaba una torre con frenesí. Era una tormenta la que se alzaba alrededor de aquella débil construcción. Dentro de ella una escalera de caracol llevaba hasta el último piso. Lily corría por ella intentando llegar al final. Una vuelta tras otra, sólo las ventanas por las que se filtraba la lluvia mostraban su avance, pues el suelo se veía cada vez más lejos. Lily ya estaba empapada y seguía corriendo a lo largo de esas escaleras que al final culminaron en una puerta de madera, la cual empujó con fuerza. La puerta cedió y la dejó pasar. Se abalanzó contra una figura que estaba en el suelo, pero una barrera le hizo retroceder. La figura se movió, sus ojos miraron a Lily con dolor, se levantó tambaleándose.
-Lily… Lily… Ayúdame.
La pelirroja se lanzó contra la barrera en un intento desperado de liberar a su antigua amiga. Pero volvió a caer al suelo.
-¡Ingrid!- gritó antes de golpear la pared invisible que la separaba de su amiga.- ¡No te rindas!
-La que no debería rendirse eres tú.- Lily giró y miró a la persona que estaba detrás de ella. Aquella mujer hizo desaparecer la puerta y la única salida era la ventana que aseguraba una caída a la nada.
-Isabel.- murmuró la joven encarcelada.- ¡Isabel sácame!
Con un movimiento de su mano Ingrid cayó al suelo y Lily dio un grito.
-¿Qué haces Isabel?
-¿Eres tú?- murmuró con furia Isabel.- ¿Tú la reina del caos?
-Sí soy yo.- gimió Lily.- ¿Qué quieres de mí? ¿Qué quieres de ella?
Isabel dio unas zancadas hasta la pelirroja, levantó su mano y con un movimiento de ésta Lily cayó al suelo arrodillada frente a la primera reina del caos.
-¡Tonta niña! ¡¿Por qué salvaste a esa escoria?! ¡Te traicionó!
-No lo sé, es mi amiga, la conocía desde siempre…
-¡Mentira! ¡Te mintió! ¡Te engañó! ¡Te ocultó todo!
-¡No!
-¡Sí! ¡Lucha contra ella y mátala!
-¡No!
Isabel la miró y Lily gimió. Sus manos parecían hundirse en el cemento mientras el poder de Isabel la empujaba hacia la roca.
-¿Cómo pretendes llamarte la reina de caos, cuando no puedes contra ti misma?
-No lo sé.- otro gemido.
-¡¿Acaso eres tú la destinada al caos?! ¡¿Eres tú la que engendrará a la salvación?! ¡¿La que traerá al más poderoso?! ¡¡Esa es tu misión!! ¡¡La última reina del caos!! ¡Contigo se pierde el legado! ¡Se pierden las islas! ¡La junta desaparece! ¡¿Eres quién para llamarte la última, la más poderosa?!
-¡No soy quién! ¡No quiero pensar en ese destino! ¡No!
-¡Entonces, ¿qué haces aquí?! ¿Qué haces en las islas Lily Evans? ¡¿Qué?!
-Juego con el destino.- contestó la pelirroja. La piedra bajo sus manos se rompía poco a poco y había dejado caer su cabeza.- ¡Intento desafiar lo que vendrá!
Unas cuantas gotas mojaron la piedra blanca.
-¿Lloras?
-No.- contestó Lily.- Vengo a cambiar el futuro. ¡Es demasiado cruel!
-¡No se puede cambiar el futuro! ¡Si se cambiará, yo no estaría aquí! ¡No sería la sirvienta de un loco!
Lily se levantó poco a poco.
-¡Se puede cambiar! ¡Déjame Isabel! ¡Permíteme intentarlo! ¡Puedo cambiar mi futuro!
-¿Me pides a mí que te deje?- preguntó mientras su mirada se suavizaba.- ¿O a ella?
Lily miró a Ingrid.
-Algún día lucharas contra ella y no importa lo que hagas ese destino se cumplirá.
-¡No!
El suelo bajo Lily comenzó a deshacerse bajo sus pies. Miró a Isabel. Como le había pasado en la última visión no vio a la primera reina del caos sino a Alessandra y después a sí misma. Lily gritó mientras se perdía en la sombra, siendo observaba por su reflejo.
Ale abrió los ojos.
-¡Necesito llegar con la tribu ahora!- gritó.- Lily no va a resistir este ataque.
-¿Qué ataque?
Ale miró a Alicia.
-Nunca debimos traerla en ese estado.- fue todo lo que dijo la joven Ryddle antes de saltar a la parte delantera de la carreta y golpear al los bueyes con sus pies. La carreta comenzó a ir más rápido. Elinor se arrodilló junto a Lily y tomó su mano, la joven parecía estar hirviendo.
°°°
El fuego alumbraba las tiendas que lo circulaban. De una de ellas salió una anciana que sonrió al joven fuera de ella.
-Se pondrá bien.- dijo lo que ocasionó que el joven sonriera.
-Le diré a los demás.- dijo James Potter.
-Lo guiaré con ellos.- dijo suavemente la anciana.- Me agrada que hayan elegido nuestra tribu para traerla.
-Nos pareció lo más acertado.- dijo muy educadamente James que en ese momento agradecía todas las fiestas del ministerio y la educación de sociedad que le había dado su abuela.
-No los esperábamos hasta dentro de algunos días. Han recorrido mucho en poco tiempo.
-Lily estaba mal.- La anciana lo miró extrañada. James intentó comprender si era por que había tuteado a la reina del caos o por alguna otra cosa.
-Es aquí.- dijo la mujer que se había detenido frente a una de las tiendas más grandes del lugar. James entró después de despedirse.
Se encontró a sus amigos sentados en torno a una gran mesa. Urbank fumaba con una pipa tan larga que cuando él estaba sentado ésta llegaba al suelo. Un humo violeta salía de ella en formas irregulares. A su lado un hombre fuerte y con un anillo en su nariz decía algo de forma lacónica.
-Está bien.- murmuró ante las preguntas de sus amigos, en cuanto oyó eso Armando salió de la tienda. James lo miró salir y se sentó junto a Elinor que comía unas galletas que había sobre la mesa.
-Odio cuando nos asusta así.- murmuró.- ¿Por qué tiene que estar unida a Ingrid? Ya es los suficientemente malo que se ponga mal cuando hablamos de ella cómo para que se desmaye así.
-Lo que no entiendo es por qué Ale no nos dijo lo que vio.
-No confía en nosotros. Sólo confía en Lily y eso a veces.
-Bueno, Lily es poderosa.
-No lo es.- dijo Elinor con un deje de amargura.- Es tan débil como nosotros, tal vez más.
-No es cierto, tú la has visto.
-El poder no lo es todo, ya lo has visto.
-Es la persona más amable que existe.
-Sigues enamorado de ella. ¿Cómo no vas a pensar así?
-Tú sigues enamorada de Sirius.
-¡Claro que no!- Elinor lo miró con furia.- Sirius Black no es más que mi amigo. Yo amo a John.
-¿Ese niño bueno con carita de ángel? ¿Cuándo se atrofió tu gusto, Eli?
-A ti no te importa con quién salga.- le espetó enfadada la joven Dashwood.- Deja de refregarme en la cara que conociste a la persona más maravillosa de este universo y ella también te corresponde. ¡Ya lo he comprendido Potter!
Elinor salió de la tienda. James la siguió. La tomó por el brazo y le obligó a detenerse.
-Deja de comportarte como una niña.- le dijo.- Pareces celosa de todos y tan enojada con nosotros.
-¡Claro que lo estoy! ¡No entiendo por qué estamos aquí!
-Hay una guerra en curso, si no ayudamos, estaremos perdidos como todos.
-¡No es cierto!
-¿Acaso no viste a nuestros vecinos? ¿No viste al pequeño arder y rogarte porque no lo dejarás?
Los ojos de Elinor se llenaron de lágrimas.
-¡Tú no entiendes! ¡No comprendes!
Cayó de rodillas sobre la tierra. La hoguera alumbraba a ambos amigos.
-¿Qué no entiendo?
-Estoy harta de esto. Harta… quiero volver atrás.
-Es imposible.
-Lo sé.
-¿Entonces?
-Quiero… - Elinor apretó la tierra bajo sus manos.- Quiero salir de esto.
James no contestó. Elinor parecía tan afectada por todo aquello como siempre. ¿Por qué? Tenía una razón para estarlo. ¿Una buena razón?
Mientras tanto Armando había caminado hasta las orillas de la selva que circundaba el poblado. Alessandra estaba allí alejada de los Älderl que la miraban con mala cara: era una Ryddle.
-Tienes dudas acerca de lo que viste ¿verdad?
Ale asintió.
-¿Por qué se refirió a Lily como aquella que engendraría la salvación?
-Hay una profecía que circula por Las Islas. Es la novedad.- dijo Armando.- Habla de la última Reina de Caos. Algunos creen que se refiere a Lily y que es verídica. Otros creen que es sólo para justificar su fallo.
-¿Tú que crees?
-No estoy seguro.
-Era mi madre quién atacaba a Lily.
-Probablemente no era ella.
-¡Era ella! Ahora entiendo por qué la quiere Voldemort. Es la Reina más poderosa.
-Lily no…
-No… mi madre fue la primera y es la que conoce mejor el poder… pero cuando mi madre no esté.- Ale negó mientras lanzaba un suspiró.- A veces comprendo lo que está buscando Voldemort. Cuando mi madre ya no esté seré yo su primer blanco, creo que piensa que podría ser una buena reina… y después está Lily, pero no permitiré que él la tenga… jamás
°°°
Gill cerró su establecimiento cerca de medianoche. Se dirigía a su casa. Había estado discutiendo una vez más con sus clientes el asunto de los heraldos. El mercado ya estaba casi desierto. La mayoría de las personas cerraban sus puestos antes de la caída del sol. Ella debía quedarse allí hasta que el último cliente saliera. Había heredado ese puesto de su abuelo. Le gustaba mucho servir en él, aunque hubiera sido mejor ser una sacerdotisa del tiempo.
-¿Eres tú, Gill Bromber?
La joven miró a su alrededor hasta que se topó con una mujer de piel opaca y ojos grises. La mujer tenía en sus brazos una caja.
-Sí, soy yo.
-Debes enfrentar ahora tú destino.
Gill la miró. ¿Podría ser? Tal vez sería una sacerdotisa después de todo.
-Debes ir a La Cima.
-¿A que voy a ir a esa montaña?
-Debes llevar esto.- le extendió la caja con cuidado.- Es la salvación de los heraldos.
-No quiero nada que ver con los heraldos.
-Ellos te ayudaran algún día, ayúdalos tú.
-¿Quién eres?
-Soy parte del Consejo, tú eres nuestra elegida.
Gill miró la caja.
-¿Qué debo hacer con ella?
-Llevarla a La Cima y colocarla en su lugar. Hay una fisura donde entra está caja, ya allí ábrela. Después de eso yo haré el resto.
-¿Por qué yo?
-Tú sangre te eligió.- Gill tomó la caja y la miró. Una rosa negra atravesaba una esmeralda. Cuando lazó la cara la mujer había desaparecido.
°°°
Remus miró el puente desde la carreta. Urbank no la guiaba desde que habían salido del poblado, sino unos hombres de cara alargada y ojos saltones.
Pero sus guías le traían sin cuidado. Miraba el punte que refulgía a la luz del atardecer. Más allá se veía una ciudad hecha de cristal que parecía fundirse con el sol.
-Akina.- murmuró Ale detrás de él.- La ciudad más grande de las Islas y la más hermosa. No hay nada que se le parezca en este mundo.
En medio de todo, unas torres alargadas se alzaban hacia el cielo. Remus podía ver los otros puentes que salían de la ciudad.
-Cuando lleguemos.- dijo Urbank.- Cambiaremos de transporte. Unos caballos, como ustedes los llaman, nos esperan cerca de aquí. El puente que hay que tomar no está muy lejos.
-¿No nos quedaremos aquí?- preguntó Marina. Ya habían entrado a la ciudad y los brillantes edificios estaba ya tan cerca de ellos que podrían tocarlos con sólo estirar el brazo.
-No podemos, estar en Las Islas no es bueno, además como más tardemos Lily tiene más posibilidades de recaer.
Marina miro de soslayo a la pelirroja que, como los demás, llevaba su capa puesta. Miraba hacia los edificios y Marina adivinaba que estaba triste. Se leía en ella mucho dolor y una gran confusión.
-Por mí no se preocupen, estoy bien.- dijo y sonrió suavemente.- Podemos quedarnos aquí algunos días.
-Tenemos prisa.- dijo Urbank con su fuerte acento más marcado que habitualmente.- Akina está llena de personas de ambos bandos, pero los que están a nuestro favor escasean.
Lily miró durante unos minutos a Urbank, luego asintió y regresó su mirada a los edificios de cristal.
Ale observaba a Lily, parecía que la pelirroja no recordaba nada de lo que había sucedido en su mente, nada en absoluto.
Peter se movió con nerviosismo en su lugar.
-¿Qué sucede?- preguntó Elinor poco amable.
-Esos hombres llevan siguiéndonos desde que entramos.
Remus miró a los hombres de los que Peter hablaba. El animago tenía razón al estar más preocupados por ellos que por otra cosa, se notaba que no eran Älderl y que sospechaban algo.
-Sería mejor que nos apresuráramos.- sugirió Sirius que también tenía la mirada perdida en la calle y el grupo de hombres.
Urbank asintió y pasó a la parte frontal de la carreta para hablar con sus guías. Una flecha atravesó en ese momento la tela que cubría el transporte y se clavó en el suelo. Marina lanzó un gritito antes de acercarse y sacarla.
-Sabemos quienes son.- leyó James sobre el hombro de la joven.- No tienen salida.
Sirius se levantó e hizo un movimiento para alertar a Urbank cuando se detuvo la carreta.
-¡¿Por qué has disparado contra mi carreta?!- chilló uno de los Älderl en voz silbante y enojada.
Urbank regresó a la parte de atrás.
-Salgamos de aquí, ellos los distraerán, los caballos no están lejos.
Se pusieron las capuchas y saltaron uno por uno de la carreta. Comenzaron a correr. Cargaban grandes bultos que les había dado la tribu.
-No se detengan.- dijo Ale.- si nos encuentran, estamos perdidos.
Alicia se mordió el labio inferior intentado controlar su nerviosismo. Urbank los guiaba por distintas calles y callejuelas. Habían dejado atrás los edificios de brillante cristal para adentrarse en avenidas llenas de casas opacas y descoloridas.
Las capas no llamaban la atención y ellos tampoco. Era una ventaja que en Las Islas aún se estilará ir cubiertos de esa forma.
Remus se fijó en una mujer junto a la que paso. Sus ojos grises lo siguieron mientras corría junto a ella. Estaba envuelta en una capa color cereza y el licántropo sólo podía ver sus cara opaca y espectral.
-¡Los heraldos deben de estar yendo hacia el oeste!- gritó cuando quitó su mirada de Remus.- ¡Tenemos que alcanzarlos!
Ese fue un misterio para Remus. ¿Por qué aquella mujer no lo había delatado? ¿Sería una Älderl disfrazada e infiltrada en filas enemigas?
-No te detengas.- le susurró Ale.- No tardaran en encontrarnos.
Siguieron, adentrándose cada vez más en la capital. A cada paso que daba Akina le recordaba más a una ciudad entre la era moderna y el medioevo. Todas las épocas del mundo parecían estar congregadas en ella.
Después de cruzar una calle llena de niños que lloraban sucios y pidiendo ayuda, llegaron a una plaza gris y solitaria. No había árboles o vegetación, sólo un gris sucio y un penetrante olor a quemado que se extendía por el lugar. Algunas personas corrían presurosas hacia la calle principal y en las bocas de todos se oía la leyenda de los heraldos.
Marina miraba aún a los niños que había dejado atrás. Esa ciudad estaba llena de tantos sentimientos fuertes que comenzaba a marearse. Akina estaba en decadencia.
Remus por otro lado se fijó en el pequeño edificio que miraba la plaza. Una casa hogar de paredes llenas de fisuras y rendijas. Mientras caminaban rápidamente hacia ella cometieron una imprudencia. Habían dejado a Lily sola en medio de hordas de sombras. Toda Akina estaba llena de aquellos fantasmas oscuros, Lily comenzaba a sentir el peso y unas imágenes escalofriantes llenaban su mente.
Iba tan distraída que chocó contra una mujer. Ésta llevaba de la mano a una niña albina y de ojos amatista. Aquella visión atormentó a Lily desde el segundo en que la vio. La mujer lanzó un grito.
La capucha de Lily se había resbalado. Su cabello pelirrojo caía sobre su cara y sus ojos llenos de lágrimas miraban a la mujer sin entender.
-¡La reina del caos!- chilló. Fue aquel grito él que hizo voltear a James y a Ale. Observaron a Lily arrodillada en el piso mirando como posesa a la niña frente a ella, aquella criatura de cabellos cobaltos que, por lo que supo enseguida Ale, estaba ciega.
-Mamá… ella me está mirando, dice que duele.- dijo la niña de forma infantil y con una sonrisa. Soltó la mano de su madre, se arrodilló frente a Lily y tocó la mejilla de la joven. Su madre le dio un manotazo al instante.
-¡Déjala! ¡No mereces tocarla!
-Ella me ha dado permiso.- chilló.- ¡Me ha dicho que puedo hacerlo! Está sufriendo.
La madre alejó a su hija de la pelirroja con un golpe que hizo caer a la criatura de bruces sobre el polvo. La madre se arrodilló.
-Yo estoy con usted, pido su perdón de parte de mi inculta hija. La pobre es inválida, no podrá ser nada nunca, perdónela.
Lily dejó de oír a aquella mujer, fijó sus ojos en la niña que se levantaba y pasaba su mano por sus mejillas manchadas y raspadas.
-¿Cómo se llama?
-Abigail.- murmuró la mujer.
Para cuando dijo aquel nombre, el rumor, de que la reina del caos estaba cerca de allí, se había esparcido y el clamor de la gente comenzaba a oírse.
James se acercó. Los demás ya montaban y parecían tener prisa.
-Lily vámonos.
-La niña, James.- murmuró.- La niña…- su voz se cortó.
El hombre la tomó de la cintura. Lily se zafó con un movimiento rápido y caminó hasta Abigail y se arrodillo junto a ella.
-Eres demasiado joven.- murmuró, parecía haber entrado en transe.- Por favor huye de aquí. Sálvate antes de que esto de alcance.
James volvió a tomarla de la cintura y esta vez la arrastró hacia el caballo.
Lily subió a éste tras James que sentía como la joven se debilitaba.
-Resiste hasta que estemos fuera de Akina.
-Ella.- susurró con aire ido.- No es justo.
-¡Los Heraldos!- aquel grito los alerto y con un silbido los caballos comenzaron a trotar.
Lily fijó sus ojos en la pequeña Abigail. Se veía tan frágil.
No quiero que se cumpla el destino. Debo luchar contra él. Para eso estoy aquí.
-¡Los Heraldos!
El paso de los caballos aumentó. Pronto pudieron divisar el puente hacia Dorymuà. Remus Lupin se quedó mirando la gran montaña que se alzaba a los lejos y la tierra árida tan distinta a la ciudad de cristal o la selva en la isla sur.
-La Cima.- murmuró Peter detrás de él. Su voz se perdió en el vacío porque cruzaron el puente y dejaron atrás el clamor de las mazas.
En cuento el primer caballo tocó la arena negra que poblaba Dorymuà se oyó un ruido sordo. Remus giró a tiempo para ver el puente desmoronarse sobre el mar, como si un terremoto lo hubiera destruido. Ya no había retorno.
°°°
Las arenas negras se extendían hacia dónde se mirara. Árboles muertos, los chillidos agónicos de pájaros que sobrevolaban sus cabezas de vez en cuando y la oscuridad que se asentaba espesa que cegaba a los viajeros. El sol aparecía poco. Aquella montaña que estaba en la tierra de la nada, las sombras y oscuridad los esperaba, a cada paso se veía más grande e imponente.
Entre aquellas sombras que nublaban su visión no se podía mirar más que hacia La Cima. El puente y Akina habían quedado atrás.
Los caballos corrían en silencio por las dunas que crecían y los valles de arena, adentrándose en el territorio de Dorymuà.
Tardaron tres días en llegar, según los cálculos de Urbank, pero fuera o no el tercer día, llegaron después de ascender por una duna hasta la única vegetación que había en Dorymuà: un bosque oscuro y alto que circulaba La Cima. Desde allí se observaba un camino sinuoso corría por la montaña en una espiral llena de agujeros.
-Llegamos.- murmuró Ale mirando hacia el pico de aquella negra montaña.- Será mejor que descansemos.
Lily miró el bosque con apuro pero se sentó cerca de la fogata que Armando se apresuró a encender.
-¿Quién era esa niña?- preguntó Ale de pronto.
Lily oyó su voz suave y supo que nadie más había oído a la joven Ryddle.
-No lo sé.
-¿Entonces?
-Su destino es doloroso y tortuoso, me duele pensar que morirá en menos de un año.- ahogó un quejido.
-¿Cómo sabes eso?- Ale parecía estar cada vez más nerviosa.
-No sé.- repitió la pelirroja.- Sólo lo sé. La miré a esos ojos sin vida que mostraban su interior y encontré aquel destino. ¿Por qué tiene que haber un destino?
Alessandra miró a Lily preocupada. La pelirroja tenía sus ojos fijos en el fuego. Las llamas se reflejaban en el verde. A Ale, la recorrió un escalofrío. Sabía que el mayor poder de la Reina del Caos se desataba antes de que muriera. ¿Podría ser que Lily fuera a morir en aquella batalla? ¿La había arrastrado a su muerte, a su fin? Los ojos de Alessandra se llenaron de lágrimas. Se había jurado protegerla… ¿pero que tendría que proteger si ella desaparecía?
Pensó en Carina y en aquel dolor que había sentido. Ella misma la había visto en el suelo con Jessica.
La joven Ryddle cerró sus ojos y los apretó con fuerza.
Sirius la observaba desde lejos. Alessandra se había parado y acariciaba a los caballos con un gesto extraño.
Sirius pensó en Sara que lo esperaba en Inglaterra. Quería verla. Después miró ha Elinor que comía una extraña ensalada. Había oído a James decir que ella aún lo amaba. ¿Podría ser? ¿Podría ser que Elinor no estuviera enamorada de John? Tonterías. Pero por alguna razón, aquello le puso triste. ¿Amaba él a Elinor? La miró una vez más de soslayo, pero ésta se percato y le sonrió con dulzura. No eran sólo amigos.
-Sólo hay que verlos.- dijo James a Remus.- seguro que ambos piensan lo mismo.
-Yo me preocuparía más por Lily o Ale que por ellos.- le contestó el licántropo.
-Lily está rara desde que llegamos aquí.- dijo despreocupado James, aunque Remus sabía que estaba muy preocupado… tal vez demasiado.- Ale por otra parte…
-Creo que acaba de descubrir algo.
Ambos miraron a la joven Ryddle que aún no dejaba escapar las lágrimas. Sus ojos se giraron hacia los dos amigos. Los perforó de llano. ¿Cómo se sentiría James al verla morir? ¿Qué le sucedería? Ahogó un gemido.
En ese instante todos notaron una sacudida. Peter se levanto alarmado.
-¡Lily ya no está!- chilló.
Ale se giró y miró a su alrededor.
-El bosque.- murmuró antes de correr e internarse en él.
Alessandra corría de forma distraída. No notaba las ramas que golpeaban su cuerpo ni los rasguños que ya surcaban su cara. Cada vez iba más rápido. Oía vagamente los pasos de su amiga a la distancia y su corazón comenzaba a saltar a cada paso.
Salió por fin de entre los árboles y se encontró con las faldas de La Cima y allí a pocos pasos a unas figuras una frente a la otra. Lily que llevaba su capa blanca con todo y la capucha echada sobre la cabeza y la otra que iba ataviada de la misma forma pero con una capa negra.
-Lily Evans- murmuró una voz con amargura.- Veo que has respondido al llamado.
Los ojos de Lily se llenaron de sorpresa.
-Ingrid.- dijo con pesar.- Por fin nos encontramos.
°°°
N/A:
¿Qué tal? Cuando comencé este chap me dije "tengo que terminar de esta forma" y todo el chap esta hecho para terminar así :P
Me gusta mucho este chap. Las islas están algo basadas en Fantasía de La historia sin fin. Y bueno como ven sigo sacando nuevos personajes (Abigail) mala costumbre supongo…
No sé si alguna vez lo dije, pero esta segunda parte está dividida a su vez en otras tres (es para ayudarme con las fechas y eso) cada parte tiene una muerte especial…
El siguiente chap se llama La reencarnación de Isabel. Lo que sucede dentro de La Cima, nos enteramos de algunas cosas acerca de la primera Reina del Caos y "descubrimos" quién es la reencarnación de Isabel.
RRS.
Flor: Sí, es cierto Malfoy se casa con Narcisa… este ff culmina justo en el principio del primer libro. Se supone que al final todo debe quedar de alguna forma para que la historia original de HP tenga sentido. ¡Ya verás! Mmm.. Ingrid es complicada y ¿por deducción? Muchas cosas pueden causar que Narcisa se case con Malfoy… Que bueno que te guste tanto el ff.
NeLi BlAcK: Eso viene en la primera parte… Voldie no puede matar a Isabel… algo tan fuerte lo une a ella que es incapaz. Que bueno que te gusta la historia.
Trini: ¿Por qué vio Ingrid a Lily? La que dices puede ser una razón, peor tal vez haya más cosas… Sí, Isabel tiene una vida difícil, paga sus traiciones. Yo creo que también me volvería loca, pero hasta ahora ella estaba desmayada, como en coma así que no se daba cuenta.
Blanca: ¡Sigues sin dormir! ¡¡¡Ay mujer!!! Que el ff no es tan importante, ya lo leerás después, aunque me halaga mucho que te desveles por leerlo. Tengo una pequeña inclinación por el Sirius/Bellatrix. Bella estuvo enamorada de Sirius. Ya actualice… no tardo tanto :P
Ale: No Ingrid vio a Lily, pero eso no tiene nada que ver con Isabel. Si me acuerdo… me dijiste que te había encantado y más cuando ella se va con James ¿no? Siempre te he considerado mi mejor lectora, que leyeras Las puertas y siguieras leyendo (porque ese ff era malo, pero malo) te convierte en mi mejor lectora. Vamos… explosión va conmigo junto a la palabra ff… niña que es un vicio… Que yo sepa has leido todo lo que he publicado y eso que he dejado miles de inconclusos… si alguna vez quieres que te cuente como iba el final de alguno ¡avísame!
Niniel204: Por lo del rr… no te preocupes… lo has dejado eso es lo importante y lo has leído que es más importante aún. Para Ingrid debió ser chocante, estoy de acuerdo contigo y la batalla… pues si se acerca, los heraldos deberán hacer algo si quieren sobrevivir a esta. ¡Ya verás!
Bueno, bueno, eso fue el chap… espero que les haya gustado y nos veremos en quince días con el siguiente… Gracias por los rrs… y nos veremos.
Syringen.
ALCS
