Capitulo 1. Un desconocido bastante familiar.

La blanca nieve cubría casi en su totalidad las calles de la ciudad de Tomoeda dándole un hermoso toque; a ella le encantaba ver el paisaje invernal. Tomoyo Daidouji caminaba hacia la Universidad que había en dicha ciudad; ésta no era muy grande ni muy conocida, pero era sumamente feliz allí, pues llevaba un año estudiando Diseño de Modas, y era una pieza fundamental del coro universitario. En sus tiempos libres tomaba clases de cocina en la misma Universidad, además de practicar modelaje en una empresa bastante conocida en Japón. Su afición por las cámaras de video aun seguía en pie, sin embargo, por las múltiples ocupaciones que tenía, rara vez le daba tiempo de hacer buenos filmes.

Su apariencia había cambiado bastante durante esos años. Ya no tenía esa infantil figura propia de los diez años de aquel entonces. Su cuerpo se había desarrollado y ahora era una hermosa joven, esbelta, con facciones finas y bellas. Toda la dulzura que manifestaba de niña ahora estaba guardada en sus hermosos y grandes ojos azules, que era lo más bello de su persona. En cuanto a su cabellera, ésta no había cambiado, pues la seguía llevando larga y perfectamente cuidada, resaltando así su color negro, sumamente contrastante con su piel blanca.

Sus amigos estudiaban en la misma Universidad. Su mejor amiga, Sakura Kinomoto, se había vuelto una joven hermosa, bastante parecida en facciones a su difunta madre Nadeshiko, su cabello ahora era bastante largo y éste enmarcaba su fino rostro. Sakura quería ser arqueóloga, como su padre y estudiaba con ahínco para lograrlo. Era la capitana del equipo de porristas de la Universidad; además de ser la persona más feliz del mundo desde que su amado Shaoran Lee había vuelto a Japón. Él estudiaba economía y finanzas allí mismo, y cabe decir que era muy bueno para eso.

El joven chino también había cambiado al paso de los años. Ahora era bastante alto, y con un físico formidable, debido a los arduos entrenamientos que practicaba de artes marciales. Sus cabellos castaños seguían iguales y su aspecto huraño y antipático no era muy diferente al que mostraba de niño, aunque sí había mejorado en su trato para con las demás personas, gracias a que el amor que le profesaba a Sakura lo había hecho un poco más suave en cuanto a su carácter.

Hacia tres años que él había regresado de su natal Hong-Kong, sus estudios de primaria y secundaria los hizo allá mientras arreglaba los asuntos familiares que le correspondían al ser el líder de su clan. La preparatoria la estudió a lado de sus amigos japoneses... Al lado de su adorada Sakura.

El reencuentro entre esta maravillosa pareja fue conmovedor. Él había planeado todo de tal forma que Sakura no sospechara nada. Se había inscrito a la preparatoria Seiyo (antigua escuela de Touya y Yukito) y también había arreglado sus trámites para vivir intemporalmente en Japón, consiguiendo lo necesario para su estancia allí.

El primer día de clases Tomoyo y Sakura habían asistido a su nueva preparatoria con la natural expectación de cómo sería su vida ahora que iniciaban esa etapa. Nada raro ocurrió camino a la escuela, pues Shaoran escondió su presencia para no delatarse antes de tiempo.

Cuando las clases habían dado inicio, la profesora que daría la primera hora les pidió que diesen una pequeña descripción de su persona, de lo que les gustaba y de qué escuela venían... Entre las primeras había sido Tomoyo, luego Sakura, y cuando siguió el turno de él, la linda maestra de cartas se quedó perpleja... La profesora, sorprendida ante la llegada de un extranjero, le preguntó que por qué había decidido regresar a Japón después de tantos años, a lo que él respondió con su mirada fija en Sakura:

Porque mi corazón perteneció a Japón desde la primera vez que vine, una persona muy especial se quedó con él; además, yo llevaba conmigo el de esa personita y tenía que ser devuelto a su dueña, para que a su vez, ella me devuelva el mío...

Todas las chicas suspiraron ante estas palabras y ante la bella sonrisa del joven, incluyendo a la profesora. Cuando tomó asiento Sakura no le quitaba los ojos de encima, los cuales estaban llenos de lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento.

Cuando la hora del receso llegó, ninguno de los dos sabía que hacer, se quedaron en el salón de clases mirándose fijamente y después de unos minutos sus manos se encontraron, para después unirse en un abrazo que había sido planeado desde hacía muchos años atrás, cuando tras convertir la carta "vacío" en "esperanza", él, pese a que no quería, tuvo que volver a su país. Poco a poco, y con timidez, sus labios se encontraron hasta fundirse en un beso que maravilló a ambos, que se tatuaba en sus almas como algo sagrado... ¡Su primer beso!

Sin que ellos lo supiera, alguien desde la puerta y con mucho sigilo para no interrumpirlos, los filmaba y sonreía satisfecha de haber llevado su cámara a la escuela...

Este video se llamará 'Un sueño hecho realidad... El reencuentro de dos enamorados.'

Ante este recuerdo, la joven de largos cabellos negros, sonrió... Ese había sido el mejor día de su vida... No, quizás el segundo... El mejor había sido cuando...

¡Buenos días, señorita Daidouji!

...Cuando "él" había vuelto.

Un alto y muy apuesto joven que usaba anteojos, con un envidiable físico, cabello negro-azulado, educado y con gentiles modales, aparentemente de la misma edad que ella, la saludaba, sacándola de sus pensamientos, pero trayéndola a una bella realidad.

Buenos días, Hiragizawa... ¿cómo estás?

Maravillosamente bien... ¿y tú? -la saludó con una de las sonrisas que a ella le fascinaban.

Supongo que no tan bien como tú... ¿Se puede saber a qué se debe tanta alegría?

Por supuesto... Como sabes llevo poco más de un año viviendo en tu país, he vuelto a ver a las personas que me importan; estudio la Universidad con ustedes, aunque en diferentes facultades; veo que mis amigos son felices y... -guardó silencio.

¿Y?

Creo que lo último me lo reservaré.

Aunque no me digas de qué se trata, me doy una idea... Tienes una mirada bastante especial, conozco dos personas que tienen ese mismo brillo en los ojos...

Sigues siendo una excelente observadora, Daidouji... Desde pequeña tienes esa cualidad, pero debo decirte que yo conozco a tres personas con ese brillo.

¿Ah sí? Puedo deducir que los dos primeros son los mismos en los que yo pensaba, Sakura y Shaoran no podrían ocultar sus sentimientos... ¿Pero, quién es la tercera?

Es parte de mi último motivo por estar feliz, así que por ahora no podré decírtelo, pero a su debido tiempo lo sabrás, querida Daidouji.

Como toda respuesta ella sonrió de la forma que a todos sus amigos les agradaba y Eriol Hiragizawa no era la excepción, de hecho, en él surtía un efecto diferente esa maternal y cautivadora sonrisa...

¿Cómo te ha ido en tu carrera, Hiragizawa? Es bastante difícil estudiar Relaciones Internacionales junto con Administración de Empresas.

Un poco, no lo niego, pero en realidad me agrada lo que estudio, además de que es necesario. Mi padre me ha advertido que en algunos años tomaré el mando de su compañía y la principal condición que me impuso para dejar Inglaterra y venir a vivir a Japón con Nakuru y Spi era la de prepararme para mi próxima responsabilidad. Pero sé que no soy el único que tiene ese problema... La empresa de tu madre requerirá de un sucesor en algún momento, y al igual que yo, eres hija única...

Sí, lo sé, ese es uno de los mayores problemas que tengo... Manejar una empresa no es el anhelo de mi vida, como parece ser tu caso... Yo solo quiero viajar por el mundo modelando y mostrando mis diseños, quisiera cantar y algún día tener un hogar tranquilo...

Yo también deseo un hogar tranquilo, pero aunque quisiera, no puedo evadir la responsabilidad que tengo con mis padres.

Tienes razón, y sé que yo tampoco podré evadir la mía eternamente... Pero dejemos ese tema a un lado, dime... ¿Vas a permanecer mucho tiempo aquí?

Lo necesario...

¿Y eso cuánto es?

Si es necesario que me quede para siempre, así lo haré.

¿Y en función de qué tomarás esa decisión?

No es de qué, querida Daidouji, es de quien...

Cuando estuvo a punto de preguntarle si ya había encontrado a ese "quien", un saludo a gritos desde el otro lado de la calle los interrumpió:

¡Tomoyo, Eriol... Hola!

¡Es Sakura! -musitó Tomoyo.

Y Shaoran. -agregó Eriol.

¡Buenos días Tomoyo, Eriol! -dijo Shaoran bastante animado.

Hola, pequeña Sakura¿cómo estás Shaoran?

Hola. Me sorprende verlos tan temprano, por lo regular a esta hora Sakura esta saliendo de su casa... -dijo Tomoyo algo asombrada.

Bueno, es que hoy le pedí de favor a mi papá, a Kero y a mi hermano que me despertaran muy temprano para que Shaoran no tuviera que esperarme, otra vez.

¡Qué bien!

Por cierto, Daidouji... ¿Irás a practicar a mi casa esta tarde? -preguntó Eriol mientras caminaban hacia el Campus Universitario.

Sí, hoy no tengo nada más que hacer... Discúlpame por no haber ido ayer, pero no podía cancelar esa sesión de fotografías.

No te preocupes, asunto olvidado. Además, a Spi y a Nakuru les encanta escucharte cantar, dicen que llenas de alegría la casa.

A mi también me agrada tenerlos como público.

Eriol, Tomoyo... ¿les puedo hacer una pregunta?

Claro, Sakura -respondieron los aludidos al unísono, lo cual los hizo sonreír.

¿Por qué siguen llamándose por sus apellidos? Llevamos bastante tiempo siendo amigos, incluso Shaoran los llama por sus nombres...

¿No sería incómodo para ti, querida Daidouji?

De ninguna forma. ¿Y para ti?

En lo absoluto.

Bien, Eriol, desde hoy te llamaré así.

Gracias, pequeña Tomoyo. Por cierto, también quiero agradecerte por el CD de música clásica, los chocolates y el libro que me regalaste el Día de San Valentín.

No fue nada, no lo agradezcas. Además, a mí también me gustaron mucho los chocolates y la cajita musical que me obsequiaste.

Me alegra, aunque debo darle parte del crédito a Nakuru, pues ella fue quien me aconsejó para regalarte esa caja.

Tiene muy buen gusto y si es posible, hoy en la tarde le llevaré algo en agradecimiento.

No es necesario que te molestes, pero si quieres hacerlo, adelante.

Su viaje juntos llegaba hasta el patio del campus, pues de allí cada quien tomaba diferentes caminos: Tomoyo se dirigiría al edificio de Diseño, Eriol al de Administración, Sakura a Arqueología y Shaoran a Economía.

Esa mañana había sido bastante buena para Tomoyo, pues gracias a su amiga Sakura ahora ella podría llamarle por su nombre a Eriol. Desde hacía algún tiempo ella había pensado en pedirle a él que lo hicieran, pero no se atrevía, pues temía que a Eriol no le agradara la idea. Ante esto mostraba una alegre sonrisa.

Al llegar a la entrada de su salón un misterioso joven la esperaba. Ella nunca lo había visto, pero por alguna razón le resultaba sumamente familiar. Vestía una elegante camisa blanca, pulcramente planchada, una gabardina negra larga hasta los tobillos y sus pantalones eran del mismo color que ésta. El cabello era rubio y estaba echado hacia atrás, su tez era muy blanca, del mismo color que la de Tomoyo o la de Eriol. Sus ojos eran hermosos y de color verde claro. Era tan alto como Shaoran o Eriol y muy atractivo.

Buenos días, Catherine...

¿Perdón?

¿Ya no me recuerdas?

Disculpe, pero debo entrar a mi clase...

Yo también estudiaré aquí, contigo...

¿De verdad? Es curioso, nunca antes lo había visto.

Hoy será mi primer día de clases...

Qué bien... -respondió. Por alguna extraña razón este hombre la hacia sentirse incómoda, como si le recordase algo, pero no sabía que-. Con permiso.

El joven sonrió mientras veía entrar a Tomoyo al aula y entró detrás de ella... En ese mismo instante Eriol percibió una presencia que le parecía familiar, pero no lograba definir de quien era. Por medio de su teléfono celular se comunicó con Sakura, pero ella le respondió que no había percibido nada. Lo mismo ocurrió cuando habló con Shaoran, así que pensó que sólo era una confusión.

Las clases para todos fueron perfectamente normales, excepto para Tomoyo, pues el chico nuevo no le quitaba los ojos de encima, o al menos eso era lo que le parecía, ya que sentía su mirada todo el tiempo, aun cuando éste estuvo rodeado durante los pequeños recesos por las chicas de su clase. A la hora de la salida, el chico hábilmente se escabulló para que no lo siguieran y alcanzó a Tomoyo en la planta baja del edificio.

Así que esta vez tu nombre es Tomoyo Daidouji. -dijo cuando estuvo a su lado.

Sí, pero ¿a qué se refiere con "esta vez"?

Él ignoró esa pregunta y formuló otra:

¿No te parece que nos conocemos de hace mucho tiempo?

Ni siquiera sé su nombre, así que no sabría decirle...

Me llamo Julián Mc Pherson. ¿Y sabes? Detesto las formalidades de este país, así que llámame por mi nombre de pila, es más fácil. Yo haré lo mismo.

Aquí acostumbramos conocer a las personas antes de llamarlos por su primer nombre.

No estoy de acuerdo con eso, pues no importa cuanto tiempo pase, nunca acabarás de conocer a alguien¿no compartes mi opinión?

No, pero está bien, si lo prefieres te llamaré por tu nombre. Sólo respóndeme algo...

Te escucho.

¿Por qué me llamaste Catherine?

¿Crees en la reencarnación?

No me has respondido.

Depende de que me contestes...

Sí, sí creo.

¡Perfecto! Porque yo también creo en ella... Y no sé... Posiblemente te conocí hace mucho tiempo, cuando tú te llamabas Lady Catherine.

Tomoyo sintió algo muy raro en su interior, como si ese chico tuviera razón... Trató de recordar algo más de él y cuando creía haberlo conseguido, pues en su mente aparecieron imágenes confusas de ella usando un vestido antiguo, imágenes de Julián postrado delante de ella dirigiéndole una mirada amenazadora y de otro joven que la protegía con recelo, su cabeza no lo soportó y sintió un terrible dolor.

Yo... Lo siento, debo irme... -dijo ella tratando de ocultarle al joven su perturbación y dolor. Dándose la media vuelta, echó a correr a toda prisa hacia la casa de Eriol.

Muy pronto, mi amada Catherine... Muy pronto. Empiezas a recordar y yo me encargaré del resto. -susurró Julián sonriendo de una forma encantadora, pero a su vez con un dejo de maldad.