La Fiera (Directamente a Ti)

Acto cinco.

El plan.


Kaoru se levantó temprano, como era su costumbre y envuelta en una enorme manta de lana, se acercó a la caballeriza que tenía para Gitano. Alimentó a su caballo y le dejó agua. De ahí lo soltó en un potrero y regresó a su casa, donde desayunó te y pan caliente.

La mañana estaba hermosa… Kaoru salió nuevamente fuera de su casa. Dando algunos pasos se encontraba con su playa tapizada de piedras redondas y planas, asi como algunas conchitas entre ellas. La mujer, con su taza aun humeante y medio llena en la mano, se sentó en una piedra enorme que le servía de asiento.

Los frescos aromas y la luz limpia de la mañana la animaron sobremanera. Kaoru aspiró profundo y sintió esa paz y esa libertad que eran solo de ella. Todo estaba en calma y ella se sentía dichosa, en un hogar abrigador para ella solita, con sus libros y sus chanchitos de barro sobre la mesa de su sala de estar.

Tenía lo que quería y sabía muy bien que cosas quería conseguir ahora y cómo lograrlas. Tenía la fuerza y la determinación. Y gente que la quería. Todo iría bien, de eso estaba segura… tan segura como que al invierno le sigue la primavera.


Misao estaba desayunando junto a Yahiko, su hermano, mientras esperaba que Kaoru pasara a recogerla, cuando una voz familiar llamó a su casa desde la calle. La joven salió como catapultada a la puerta para abrazar a quien más quería…

-¡Amiguiii!- saludó a Misao una joven de 17 años como ella, de melena castaña y amplia sonrisa, caderas anchas y estrecha cintura.

Misao abrió los brazos y recibió entre ellos a su mejor amiga. Laurita.

Amigui¡¡Qué bueno que llegaste¿Cuándo volviste de tus vacaciones?- preguntó Misao sin dejar de abrazar a su amiga.

Recién llegamos con mis papás… mira, mi papá todavía está estacionando la camioneta. Viajamos durante toda la noche desde Frutillar… amigui, la pasé tan bien en Santiago, pero no hallaba la hora de volver. Tengo tantas cosas que contarte…yvós tenés quecontarme como te ha ido con Aoshi.-

En ese momento Kaoru llegó en su camioneta, llamando la atención de Misao. Pero la joven de los verdes ojos no tenía ganas de dejar sola a su amiga y posponer el relato de las aventuras que Laura había vivido en Santiago. Asi que Misao invitó a su amiga a Castro y Kaoru, que no podía negarle nada a su prima, no se opuso a llevar a la joven con ellas. Sus padres le dieron permiso en cuanto Laura prometió regresar a casa temprano para dormir y reponer el sueño, por lo que la joven se montó en la camioneta de Kaoru que era doble cabina, con Misao a su lado.

En eso salió Yahiko de la casa. Saludó a Kaoru y se sentó en el lado del copiloto. Kaoru lo dejaría en la salmonera, porque ese día Yahiko se haría cargo del negocio. Saludó a Laura como si fuera tal cosa y se dedicó a hablar con Kaoru del negocio, ignorando a su hermana y la amiga de ésta.

Las amigas guardaron silencio hasta que Yahiko se bajó del vehículo y se fue a realizar sus labores. Kaoru entonces tomó el camino que las llevaría a la carretera y les ofrecía a las jóvenes algunas galletas que tenía en la guantera de la camioneta. Laura entonces les habló de su familia en Santiago, como sus primos, y los nuevos amigos que había hecho.

El padre de Laura era un chileno que se fue a hacer fortuna en Argentina y le resultó todo tan bien que hasta se dio la maña de enamorarse y casarse, haciendo de Buenos Aires su hogar. Allí nació Laura y sus hermanos menores, pero con la crisis económica que afectó a ese país, el padre de la joven decidió regresar a su país con su familia. Él estaba seguro que, a pesar de haber perdido muchas cosas con la crisis, podría levantarse esta vez entre su gente. Y no se equivocó. Consiguió un trabajo como mecánico tanto de automóviles como de embarcaciones y se estableció en Chiloé.

Para Laura había sido muy difícil el cambio, porque había dejado de ver a sus amigos y a los compañeros de escuela. También le costó adaptarse al clima, porque en Chiloé llovía mucho durante todo el año, más encima su padre había escogido, según ella, un pueblo muerto y fome donde nunca pasaba nada. Ingresó a tercero medio y fue allí donde conoció a Misao y ambas se hicieron casi enseguida, muy buenas amigas, debido a que sentían que tenían muchas cosas en común, como empezar a echar raíces en una tierra que no era la de ellas…

Y bueno, luego Laura conoció a Yahiko.

Le encantaba.

Era tan maduro, tan propio, seguro de si mismo. Era muy fuerte, serio… era el hombre de sus sueños y todo le iría perfecto si no fuera porque Yahiko veía a través de ella. Y sin embargo, gracias a ese amor que ella tenía por el hermano de su mejor amiga, a Laura se le hizo más fácil el adaptarse a Dalcahue, a su gente y al maravilloso paisaje que lo enmarcaba y que ella esperaba, algún día, fuera testigo del amor que ella esperaba vivir. Pero por ahora…

Bueno, tendría que volver a clases en cuanto terminara Febrero.

Con Misao.


Kenshin miraba fastidiado el bus que acababa de pasar. Necesitaba ir a Castro y por lo visto, se le haría tarde.

Pero tras el bus, venía una camioneta verde.

Misao en cuanto divisó al pelirrojo jalándose el sombrero pescador que tenía hacia abajo en ese gesto impaciente tan típico de él, le rogó a Kaoru que se detuviera para saludar a su amigo y presentárselo a Laura. Kenshin vio la camioneta detenerse junto a él y miró extrañado a quien la guiaba.

Hola, Kaoru…

Hola, Himura. Ya, Misao, saluda a tu amigo, que no tengo todo el día yo.- dijo Kaoru… sentía que no debía acercarse mucho a Himura ni mirar demasiado esa sonrisa que él tenía, asi que ignoró a Kenshin y se dedicó a sintonizar alguna estación de radio.

Hola, Misao… Hola, señorita...- saludó Kenshin a Laura quien sonrió ante el japonés. Hablaba con un acento bastante extraño…

Kenshin, mira, tengo que presentarte a mi mejor amigui, a Laura. Es súper… creo que podríamos salir los tres por ahí un día.- dijo Misao alegremente.

Será un placer salir con ustedes… - sentenció Kenshin animado. A él le gustaba mucho hacer amigos que le enseñaran cosas del lugar donde vivían.

Misao me habló mucho de vos por teléfono. ¿Qué edad tenés?- preguntó Laura, con mucha personalidad, echándole a Kenshin unos 24 años.

32 años, Laura. Noto que no eres de acá… tu acento… -

Ah, si… soy argentina, pero vos tampoco sos de acá. Hablás bien raro… suena divertido.- mencionó la joven en cuanto se le pasó la sorpresa ante la edad de Kenshin.

Éste sonrió.

Al menos creo que se me entiende bastante el español… yo soy japonés.

Kenshin habla inglés, italiano y español… es bien inteligente.- acotó Misao ante una Laura que no dejaba de asombrarse. Después preguntó.- Oye Kenshin… ¿y qué hacías parado en la berma?

Anoo… estooo… estaba esperando "transporte" para ir a Castro, pero alcancé el camino cuando el bus se había ido.

Ahh… ¿y a qué ibas?.-

­Voy a comprar un computador nuevo, porque el mío ayer sufrió un accidente y me temo que se ha estropeado. Y espero un correo de mi padre. Por eso me urge comprar uno enseguida.

Kaoru se tensó al oír lo que Kenshin decía. Ya sabía lo que vendría a continuación.

Prima… Kaoru primita… ¿podríamos llevar a…?

Kaoru se tomó la cabeza… el pelirrojo le estaba saliendo hasta en la sopa.

Kenshin a Castro? Por fa, prima…-

Si, Kaoru, por fa… llevémoslo… es simpático.- agregó Laura uniéndose a la causa.

Por fis… - corearon las amigas.

Kenshin miró de reojo a Kaoru y por primera vez vio… ¿desconcierto en sus ojos?

Claro, seguro que no quería llevarlo, pero se lo estaba pidiendo Misao… y Laura.

Ya, Himura, súbete, que no pienso perder mi tiempo.- dijo bruscamente Kaoru sin mirarlo.

No te preocupes, Kaoru… yo puedo esperar al próximo bus…

Ya po, entonces espéralo sentadito no más, porque el próximo bus sale a las dos de la tarde. Y tráete un paraguas, que está por largarse a llover.- acotó Kaoru, empezando a mover la camioneta. Kenshin enseguida abrió la puerta del copiloto y se sentó junto a Kaoru.

Gracias… son muy amables- dijo Kenshin quitándose su gorra y sonriendo a las mujeres.

Kaoru hizo una mueca de disgusto y se concentró en manejar. Su maravillosa mañana estaba en vías de estropearse.


Para Aoshi la ausencia de Misao era buena. Podría planificar tranquilamente su plan de acción sin distracciones.

Los Kamiya sufrirían en carne propia lo que era ser humillado frente a toda la comunidad por el capricho de una sola persona.

Después de tomar su desayuno, Aoshi que era un hombre muy metódico, tomó un papel y un bolígrafo en su escritorio y se dedicó a anotar ideas. No descartaría ninguna si le servían para conseguir su objetivo, por descabelladas que parecieran, ya que con el tiempo podría depurarlas más. Luego de sus ideas se dispuso a anotar los tiempos que usaría y las partes de su plan.

Dos horas después tenía toda una estrategia trazada. Estaba seguro de que todo ello le serviría mucho. Solo tenía que seguir todo al pie de la letra. Y empezaría ese mismo día.


Kojiro estaba entretenido con el computador de su despacho en casa. Estaba chateando con Seijuro.

Por lo que le contaba su amigo, ya estaba mejor del corazón y estaría pronto en condiciones de viajar. Por lo que le aseguraba que vendría a Chile en cuanto pudiera. Entonces Kojiro, sonriéndose, le empezó a hablar de sus tierras, la casa que le tenía preparada para que viviera y luego le habló de sus hijos. En especial de su bella hija Kaoru.

Tan entusiasmado hablaba de su hija que hasta le mandó una foto que tenía de ella… y es que Laura, una amiga de Misao, sabía mucho de computadores y algo le había enseñado a Kojiro algunos trucos para que se manejara en el mundo de la informática. Asi que Kojiro usaba mucho internet para leer el periódico que a Chiloé llegaba cada día cerca de las seis de la tarde o tener correspondencia con Kaoru desde la empresa cuando llovía mucho y él necesitaba enterarse de cómo iba todo. Asi Kojiro vivía con las noticias al día.

Es muy bonita tu hija. Es idéntica a ti, Kojiro… ya debe tener unos veinte años¿no?-Comentó Seijuro desde el Japón.

Tiene 24 años y es muy trabajadora.- contestó Kojiro viendo que quizá a Seijuro se le ocurría lo mismo que a él. Enseguida agregó: Y está soltera en este momento… no tiene novio. Es muy buena hija.- escrito esto, Kojiro apretó "enter" sonriendo y sobándose las manos, esperando la respuesta de Seijuro que no se hizo esperar demasiado.

Ya veo… debe ser maravilloso tener una hija, más si es hogareña y dulce como debe serlo la tuya. Yo solo tengo a Kenshin, pero se la pasa viajando por el mundo y a menudo me siento solo. Envidio que tengas una hija. Ellas siempre quieren más al papá.

Kojiro se rió quedo. ¡Si Seijuro supiera lo que era tener a Kaoru como hija! Al menos él no se aburría nunca peleando con ella, aunque su amigo tenía razón en algo… ella era muy hogareña y no pensaba irse nunca de Chiloé.

Kenshin se ve un gran hombre, Seijuro.

Sí, pero ni ganas que tiene de casarse. Su última novia lo dejó porque él trabaja demasiado. Parece que le dolió algo, porque se tomó las vacaciones. Ojalá que encuentre mujer y se case. No quiero morir sin ver antes a un nieto.

Lo mismo pienso yo… me gustaría mucho que Kaoru encontrara un hombre bueno para casarse y darme nietos.

Kojiro… amigo mío… tengo una idea, aunque no sé si estés de acuerdo…

Kojiro sonrió a medida que leía lo que le planteaba su amigo… y de pronto la mañana iba mucho mejor.


Kenshin miraba a Misao y Laura probándose los jumpers escolares… veía básicamente unos vestidos sin mangas, de corte recto y color azul marino, confeccionados con una gruesa tela similar a la de sus pantalones, bajo la que llevaban la blusa blanca y la corbata azul. Misao y Laura estaban planeando como acortar los jumpers y ajustarlos más a sus cuerpos.

Aunque era el último año de escuela, querían buenos y nuevos uniformes.

Pero sin parecer monjas, claro está.

A Kaoru la tenía sin cuidado lo de los uniformes. Total, ella no era quien para prohibir a su prima acortar su uniforme. Ella estaba más ocupada viéndose un par de botas que necesitaba. Kenshin, guiado por Laura y Misao, buscó su computador en alguna tienda especializada. Compró uno de inmediato y Kaoru le permitió llevarlo en la camioneta, aunque cubrieron la caja con una lona encerad, porque estaba lloviendo como Kaoru había pronosticado.

Kenshin notó que la mujer casi no había hablado durante el camino y que compartía poco con ellos. Misao y Laura en cambio hablaban hasta por los codos e impacientes lo llevaban de un lado a otro para mostrarle cosas. Incluso acabaron comiendo "completos", o sea, hot dog con tomate, salsa americana, chucrut, mostaza, mayonesa y ketchup. Kenshin no sabía como la gente comía esos panes tan llenos de cosas sin derramarse y desde luego que él acabó con la mitad del completo sobre su zapato. Pero al menos le quedaba la salchicha y el pan y eso era lo que importaba. Kaoru también hacía malabares para comerse su completo… Misao y Laura simplemente ladeaban la cabeza para comer y sacare pedazos a la pieza que tenían. Luego invitaron a Kenshin a tomarse un mote con huesillo, que resultó ser delicioso. Una bebida refrescante a base de chancaca y huesillos… además de trigo remojado. Eso a Kenshin le gustó mucho y se repitió el vaso, aunque Kaoru le advirtió que no se entusiasmara tanto con esa bebida o podría sufrir un buen enfriamiento al estómago.

Kaoru después adquirió algunas cosas que necesitaba para iniciar su proyecto de título. Resmas de papel, tinta para su impresora y finalmente, pasó a visitar a su proveedor de insumos para la salmonera. Hecho todo esto se declaró lista para regresar a Dalcahue.

Kenshin les agradeció el haberlo traído a Castro. El viaje era largo después de todo y ya había caído la tarde. Se subieron a la camioneta y emprendieron el retorno. Misao y su amiga se quedaron dormidas bajo sus bolsas de compras. Kaoru por su parte, sin percatarse, puso música suave y relajándose, guió el vehículo con esa confianza que la caracterizaba al hacer sus labores. A Kenshin le extrañó el repentino silencio y notó como las niñas dormían tras ellos.

Miró a Kaoru. La luz de la tarde que se filtraba por entre las nubes caía sobre sus facciones, iluminando su perfil. Ella se veía muy tranquila y hasta sonriente, lo que llamó mucho la atención de Kenshin. De pronto Kaoru detuvo el vehículo, volviéndose hacia él y sorprendiéndolo. Kenshin pensó que iba a golpearlo, pero ella le sonreía.

Mira, Himura.- Kaoru le apuntó hacia un lado del camino.

Kenshin obedeció y se encontró con un ciervo pequeño de color pardo. El ciervo se quedó quieto y después, de dos saltos desapareció entre el follaje que había al lado de la carretera.

Era un pudú. Son muy bonitos ellos, pero también son tímidos… creo que ese quería que lo conocieras.-dijo Kaoru. Enseguida reemprendió la marcha y Kenshin se quedó sin palabras.

Pero era mejor permanecer callado. Había aprendido que los mejores momentos con Kaoru se vivían asi. Silenciosamente.


Kenshin entró a su cabaña bastante satisfecho. Armó su computador y los instaló en el que sería su despacho de trabajo. También compró un televisor a color y una radio pequeña, porque Kaoru le había advertido que a veces allí llovía durante días enteros sin parar y que quizá él prefiriera quedarse en casa. Y que además, sería bueno que él dispusiera de todos los equipos necesarios de comunicación por si le fallaba uno, asi que ella le prestaría un equipo de radio que le sobraba y le enseñaría a manejarlo, por si se caían las antenas, su celular quedaba muerto y él necesitara comunicarse.

Después de todo Kaoru era bastante agradable. Bueno, en general la gente de esa localidad era muy amable con él, aunque no dejaban de verlo con curiosidad, pero eso a Kenshin lo tenía sin cuidado.

Días después, Kenshin recibía un mail de su padre.

"Kenshin, el médico me ha permitido viajar, asi que espérame, que voy a hacerte compañía. Tardaré un poco en arreglar mis asuntos, porque si todo sale bien, pretendo establecerme allá."


Misao salió esa tarde de casa de Aoshi. Se había retrasado ayudándolo a buscar unos papeles que él necesitaba y ya había oscurecido. Afortunadamente esa zona era segura, asi que Misao se despidió de Aoshi muy contenta ante la creciente amabilidad de él y se encaminó al embarcadero.

De pronto, sintió una mano sobre su estómago… y luego cómo era arrastrada hacia un callejón solitario. Misao gritó una vez, y la siguiente vez su voz fue cortada por la mano que cerró su boca haciendo presión sobre ella.

La joven empezó a forcejear, asustada, hasta que sintió el filo helado de un cuchillo en su garganta. Y la mano sobre su estómago bajaba a sus rodillas, buscando el ruedo de su falda. Misao tiritaba y lloraba, sin saber cómo reaccionar ni como defenderse del ataque. Ni siquiera podía voltear a ver a su agresor, pero se notaba mucho más grande que ella.

El agresor la arrojó de espaldas a la tierra. Misao enseguida se levantó en intentó correr, pero de un empujón que le dio el hombre, ella se torció un tobillo y cayó sobre sus rodillas, raspándoselas con la arena y las piedras del suelo. Trató de incorporarse, pero el agresor la empujó nuevamente. Entonces una sombra se movió en torno a ella.

Una delgada y enorme sombra.

Aoshi se enfrentaba al agresor de Misao sin importarle los fuertes golpes que recibía de parte de éste. Interponiéndose entre el asaltante y la chica, Aoshi peleaba fieramente. Y a pesar de que el cuchillo rozó su piel en varias ocasiones, él seguía castigando a quien había osado dañar a su cocinera favorita.

Finalmente Aoshi de un puñetazo certero en la boca, mandó a tierra al agresor de Misao. Antes de que éste se levantara, Aoshi tomó a la joven en sus brazos y corrió con ella hasta su casa, encerrándose luego.

Maldito malnacido.- musitaba Aoshi, apoyándose en la puerta de su casa. Misao, aun en sus brazos, lo miraba asombrada. Él no la soltaba…


Kaoru recibió una llamada deauxilio por radio de Andrés, el conductor de la barca que cruzaba a la gente por el canal. Estaba zarpando cuando notó que alguien atacaba a Misao y se la llevaba a un sitio en contra de su voluntad. No podía devolverse a buscarla, porque estaba cruzando a una familia con un abuelito enfermo. En cuanto Kaoru escuchó eso, ignoró a Kenshin que le estaba explicando algo sobre como estructurar un proyecto y salió de la oficina.

Kaoru montó a Gitano enseguida, pero Kenshin que también había escuchado lo que pasaba, exigió ir, asi que tomó las riendas del caballo.

¡Este problema no es tuyo, Himura!- le gritó Kaoru para que la dejara ir en ayuda de su prima.

Claro que lo es. Misao es mi amiga.- declaró Kenshin. Enseguida Kaoru le alargó el brazo para que él se afirmara de ella y subiera de una buena vez, porque le urgía ir en ayuda de Misao. Kenshin de un salto estaba sobre Gitano y se abrazaba a la cintura de Kaoru para no caer.

Pero lo cierto es que el cabello suelto de ella llegaba hasta su cara, cubriéndola. Y aunque era molesto, también olía muy bien. Kenshin se relajó mientras Kaoru estaba concentrada en sacar lo mejor de Gitano y en diez minutos estaban en el embarcadero. Kenshin bajó del caballo y Kaoru se lo encargó a alguien mientras subían a la barca de Andrés que ya volvía a cruzar a toda máquina.

Cuando llegó al otro lado del canal, Kaoru corrió en dirección a la casa de Aoshi, porque Andrés dijo que le parecía que lo había visto por ahí cuando desapareció Misao. Kenshin siguió a Kaoru… aunque ella le hubiera repetido hasta el cansancio que ese era asunto de ella, para él no dejaba de ser una mujer que podría necesitar de su ayuda si tuviera que enfrentarse a quien sabía qué cosas.

Cuando llegaron a la casa de Aoshi, Kaoru descubrió la puerta entreabierta y sin molestarse en anunciar su llegada, entró seguida del pelirrojo. Lo que vio la dejó de piedra.

Misao, sentada sobre la mesa, con las faldas levantadas y sus blancos muslos a la vista. Aoshi por su parte estaba sin camisa frente a ella.

Sushi desgraciado…- Musitó Kaoru con los ojos brillantes de furia.

Kenshin trató de detenerla, pensando en que eso tenía una explicación, pero ya era demasiado tarde.

¡Maldito Sushi degenerado!- explotó Kaoru ante la sorpresa de Misao, dándole a Aoshi un certero puñetazo en la mandíbula. Aoshi se tambaleó y cayó finalmente sobre una silla, sentado. Kaoru enseguida se abalanzó sobre él para seguir castigándolo.

¡Déjalo, Kaoru… él no estaba haciendo nada malo…!- imploró Misao, pero Kaoru atacaba al pobre Sushi dándole de patadas.- ¡Kenshin, detenla por favor!

Tú no le vai a volver a poner un mano encima a Misao, maricón de mierda¡¡¡nadie se mete con mi angelito!- continuaba Kaoru. Kenshin la tomó por la cintura y trató de alejarla de Aoshi, pero Kaoru estaba como loca y le dio un par de combos para que la soltara.

Kaoru, cálmate por el amor de Dios.- dijo el doctor Pancho, apareciendo con una palangana de agua caliente para terminar de limpiar las heridas de Aoshi y Misao.- Este hombre salvó a la niña… él no la agredió. Él recibió esas heridas defendiéndola.

No se moleste en explicarle a esta mujer, doctor… ella simplemente me menosprecia, asi que no importa lo que usted le diga. Estoy cansado de luchar contra ella.- dijo Aoshi incorporándose con la cabeza gacha, evidentemente cansado.- Yo solo defendí a Misao, la traje a mi casa y llamé al médico. Y ahora por favor, no me molesten. Estoy bien.

Aoshi hizo ademán de encaminarse al segundo piso donde tenía su habitación. El doctor por su parte estaba enfadado con Kaoru.

Tú no estás bien, asi que quédate hasta que te vende, Aoshi. Y tú, Kaoru, eres demasiado impulsiva, chiquilla. Podrías haber preguntado que pasaba aquí al menos, por qué estaba yo atendiendo las heridas de estos dos. ¿Crees que si Aoshi hubiera estado atacando a tu prima, estaría con la puerta entreabierta? Yo olvidé cerrarla al entrar y me apresuré con el agua para hacerlo, porque Aoshi me había hecho notar eso y le sugerí que no se moviera de donde estaba para que sus heridas no se abrieran más… y tú atacas sin consideración a mi paciente.

Kaoru no bajaba la cabeza ni se disculpaba. Pero miraba con soberbia al doctor. Ella no iba a disculparse.

Kaoru tonta.- dijo Misao.- El señor Aoshi no te hizo nada y realmente eres mala con él. Siempre le haces daño y me has dejado en vergüenza con él que se ha portado muy bien conmigo. Mejor ándate y dile a mi mamá que voy a pasar la noche aquí y que estoy bien, porque perdí mi celular.

Tú no vai a dormir aquí con el Sushi, Misao. Te vai conmigo pa´ la casa.- dijo Kaoru.

¡Sé razonable de una vez, Kaoru!.- tronó el médico que conocía a Kaoru desde que era niña.- Misao tiene un esguince de tobillo y por hoy lo mejor es que no fuerce el pie. Aoshi tiene habitaciones donde recibirla… apuesto a que andas en ese caballo tuyo. Ese no es un buen medio de transporte para Misao y lo mejor es que se quede quieta por esta noche.

Bueno, si mi caballo es el problema, me consigo la camioneta, po´h doctor.

Kaoru… ándate. Avísale a mis papás y a Yahiko que estoy bien y dile a mi hermano que venga a buscarme.- dijo Misao enfadada con su prima. La estaba tratando como a una niña tonta y pequeña. ¡Tenía diecisiete años, podía cuidarse bien en estas circunstancias!

Pero Angelito… escucha, tú no…

Kenshin, por favor… dile a Kaoru que no quiero oírla. Es más. Encárgate de avisarle tú a mi familia lo que pasa¿ya?- Misao volvió el rostro e ignoró a Kaoru, mientras el doctor vendaba su tobillo y Aoshi, apoyado en la pared con los brazos sobre el pecho se negaba a mirarla.

Kaoru… vamos.- dijo Kenshin suavemente a la morena de ojos azules, tomándola de un hombro para guiarla a la salida. Kaoru se quitó la mano de Kenshin de un manotazo y salió echando maldiciones fuera de la casa.

Quería llorar, pero no permitiría que lo notaran.

El regreso a casa fue silencioso y pesado. Kenshin y Kaoru pasaron a casa de Misao a informar lo que había sucedido. Los carabineros ya estaban tomando declaración a Misao y Aoshi sobre lo sucedido, la joven estaba bien y en apariencia todo estaba resuelto. Omasu se sintió agradecida con Aoshi por salvar a su hija y prometió hacer algo para demostrar su agradecimiento. Y asi, Aoshi Shinomori quedaba como el héroe indiscutido de Dalcahue.

Kaoru montó a Gitano y Kenshin subió tras ella. Él no le dijo nada y Kaoru decidió ir a dejar a Kenshin a su cabaña. Después de todo, ella quería cabalgar un rato antes de volver a su casa. Se sentía bastante mal y Gitano de alguna manera lograba tranquilizarla. Como Kenshin había llegado con Sanosuke por la tarde a las oficinas de Kaoru, no tenía como volver a su cabaña.

El problema surgió cuando Kenshin se encontró frente a su puerta y… sin sus llaves.

Las dejé en el maletín que llevé en la tarde… y como se quedó en tu oficina.-se disculpó el pelirrojo.

Kaoru miró el cielo y supo que llovería nuevamente. Había sido un verano lluvioso después de todo y lo peor es que no podía dejar a Kenshin a la intemperie. En otra oportunidad lo habría dejado solo allí con su problema, pero la verdad es que no se sentía con ánimos de discutir con nadie. El rechazo de Misao la había dejado muy triste.

Kenshin trataba de buscar una solución a su problema cuando Kaoru dijo.

Ya po, Himura, súbete.

El pelirrojo miró extrañado a Kaoru.

¿Nani?... ¿Qué?

De la impresión, momentáneamente había olvidado hablar en español.

Ya, súbete. Vámonos pa la casa. Apúrate, que nos vamos a mojar si seguimos aquí.

Kaoru lo estaba invitando a su casa…

Kenshin se subió al caballo. Iba a hacer un comentario al respecto cuando notó la mirada de derrota de Kaoru y optó por no molestarla. Ya tendría oportunidad de pelear con ella… aunque… le dolía algo la mandíbula por los golpes que ella le había dado.


Aquí podis dormir, Himura. Ahí tení ropa limpia pa que usí de pijama y el baño queda en la puerta café que está detrás de la escalera.

Kaoru le enseñaba a Kenshin una habitación con una cama preparada. Tenía mantas sobre la colcha por si él precisaba más abrigo y sobre ellas, un camisón y un pantalón holgado de franela. Kenshin sospechó que esa ropa era de Kaoru. Ella lo dejó solo y bajó la escalera.

No era muy comunicativa, pero al menos le había dado una cama, no el sillón. Y le ofrecía su casa y las comodidades que tenía.

Pero no le ofrecía lo que Kenshin en cierta forma anhelaba. Su compañía.

Mientras Kenshin se acostaba, Kaoru, en el primer piso encendía su chimenea y se sentaba frente a ella sobre su alfombra y sus cojines. Estaba dolida y enfadada.

La mejor amiga que Kaoru había tenido fue una joven compañera de la universidad. Una noche que salieron juntas, ambas fueron atacadas y llevadas a un sitio solitario.

A la amiga de Kaoru la violaron salvajemente frente a sus ojos, mientras ella era amenazada con un cuchillo para no moverse. Gracias a un grupo de jóvenes que pasaba por ese sitio eriazo, Kaoru no corrió la misma suerte que su amiga, pero se sintió muy mal por ser incapaz de haberle brindado de su ayuda…

Y peor se sintió cuando al mes después, su amiga se suicidó.

Por eso Kaoru acudía con prisas para ayudar a la gente. Ella no quería sentir la impotencia como aquella vez, de no haber torcido el destino por no actuar. Por eso ella se enfrentaba a quien sea. Antes había sido por su madre, muerta en un accidente ante una Kaoru tan shockeada que había sido incapaz de darle los primeros auxilios. Aunque el doctor Pancho le había dicho que su madre hubiera muerto de todas maneras, Kaoru había sido marcada por ese episodio.

Si hubiera podido mantener la calma… Si hubiera sido mejor amiga… o si hubiera sido más fuerte… su madre o Lorena aún seguirían vivas.

Era impulsiva, era cierto… cuando vio a Aoshi con Misao, simplemente sintió que debía rescatar a Misao de él.

Y por eso ahora su prima no le quería hablar…

A los labios de Kaoru llegó el sabor salado de una de sus lágrimas. Con una manta tejida en la espalda, a oscuras en la sala, veía la danza de las llamas en la chimenea y el chisporrotear de la madera verde ante el calor.

Se limpió la cara. Ya no quería seguir autocompadeciéndose. Al día siguiente tenía trabajo que hacer. Bueno, era domingo…

Dejó la chimenea encendida para espantar con su calor el frío que caería en la mañana. Subió las escaleras y notó que la puerta de la habitación de Kenshin estaba abierta. Asi que se asomó y se quedó allí un rato.

Era desde luego, el primer invitado oficial que tenía en su casa… y el primer pasajero que llevaba sobre Gitano. No era tan tarado después de todo y había respetado sus ganas de silencio.

Kaoru sonrió. Era raro… de pronto ella se sentía mayor que Kenshin. Se sintió muy vieja y esa sensación no le gustó, a pesar de tener ocho años menos que él.

Se obligó a retirarse a su dormitorio. Se acomodó en su cama y después de un rato se durmió.


Aoshi cargó a Misao en brazos por la escalera. Ella, ruborizada, no se atrevía a mirarla.

Los carabineros se habían retirado hacia un rato, luego que su patrullaje no lograra dar con el atacante de Misao. El médico también se había ido en cuanto limpió y vendó las heridas de Aoshi. Y éste ofrecía a Misao una habitación para descansar.

Afuera llovía insistentemente. Cuando Aoshi llegó al dormitorio, un relámpago iluminó momentáneamente la noche, haciendo notar el lecho que se encontraba frente a ellos. Aoshi dejó a Misao sobre la cama antes de intentar encender la luz. Pero a Misao le gustaba mucho esa intimidad con Aoshi. Era algo nuevo que la asustaba por un lado, pero la dejaba con ganas de más.

Ya nos quedamos sin luz.- dijo Aoshi. –Iré a buscar unas velas.

Señor Aoshi… espere… yo…-Aoshi se detuvo y se quedó junto a la chica.- Yo le quería dar las gracias y pedirle disculpas por lo de Kaoru. Ella siempre le hace daño.

No te preocupes, Misao. Kaoru ya no puede hacerme daño porque… en verdad otras cosas me importan…

Si, pero de todas maneras ella no tenía derecho a tratarlo así, señor Aoshi. Ella es muy tonta y peleonera.- Dijo la chica con cierta rabia.

Aoshi meditó un rato, para decir:

La comprendo, Misao… Kaoru solo trataba de protegerte y eso puedo comprenderlo. Si ese hombre te hubiera hecho algo, yo…- Aoshi se detuvo abruptamente y Misao sintió que él le daba la espalda, ya que distinguía su silueta apenas.

Señor Aoshi… ¿qué iba a decir?- preguntó Misao un poco temblorosa y emocionada… de pronto estaba albergando muchas esperanzas en torno a Aoshi.

Él se volvió hacia ella y buscó su mano a tientas en la cama. Misao no se la negó.

Quería decir que… que yo siento que te necesito aquí, Misao. Que sin importar lo que diga o haga Kaoru… yo puedo soportarlo si estás conmigo porque yo… porque yo me he dado cuenta, Misao que… de alguna manera… no, es mejor que no lo sepas… es mejor que me retire.

Aoshi se levantó, pero Misao alcanzó a tomar su mano.

Espere… termine lo que iba a decir. Exijo saberlo.

Misao… soy muy mayor para ti… eso es todo lo que debes saber. Si deseas buscar otro empleo en otro lado, te recomendaré bien.

Misao estaba sin habla. ¿Acaso era posible que Aoshi…?

Dígamelo claramente, señor Aoshi.

El hombre se sentó junto a Misao, enfrentándola aunque no podía distinguirla. La rodeó con sus brazos.

Perdóname, Misao… por favor… pero yo no puedo evitar sentir por ti… este sentimiento… solo deseo estar contigo.

Sinceramente en ese momento, Aoshi esperaba que Misao se pusiera nerviosa, ante lo cual él se retiraría pese a sus súplicas, como el caballero que debía demostrarle que era. Pero lo cierto es que Misao lo abrazó.

Y le buscó la boca.

Y Aoshi supo que su plan sufriría una gran modificación.

Tenía un pequeño problema. Y es que no se sentía dueño de la situación, aunque si todo terminaba como él quería, eso era lo de menos.

Sintió los labios de Misao sobre los suyos y aspiró el aroma que despedía su cabello, debido al champú que usaba para lavarlo. Y la verdad es que le gustaba mucho. Hasta se sentía motivado para seguir adelante.

Se había dejado los escrúpulos en el momento en que trazó su plan. Porque cuando se trata de seducir a una chiquilla, no se necesitan, aunque la pregunta del día era quien estaba seduciendo a quien.

Misao había sufrido un gran susto esa noche… de pronto pensó que alguien podría violarla… y Aoshi había aparecido a su rescate. Ella lo quería desde hacía mucho tiempo… tan fuertes eran sus sentimientos que se sentía genuinamente enamorada. Y de pronto pensó que si la hubieran violado, Aoshi no hubiera podido ser su primer hombre, como ella secretamente soñaba.

¡Y ahora él le decía que la quería!

Esa noche su sueño se realizaba.

No podía retroceder, no quería que fuera de otro modo. No se arriesgaría a que la atacaran nuevamente, no señor. Si esta era su única chance de cumplir su sueño, lo aprovecharía. Y le demostraría a Aoshi la fuerza de sus sentimientos. Él no podría hacer menos que amarla, porque ella le daría todo.

Aoshi la recostó sobre los almohadones antes de volver a reclamar su boca, quitándose disimuladamente los zapatos. Misao alzaba los brazos hacia el cuello de Aoshi, atrayéndolo más hacia ella.

Aoshi entonces deslizó una mano desde las rodillas de Misao hacia sus caderas, por debajo de su falda. Y Misao hinchaba su pecho de aire y seguía besando a aquél hombre que sería su dueño.

Sus respiraciones se entremezclaban en el aire y comenzaban a jadear. Misao temblaba, pero no se detenía y llevaba sus manos al torso de Aoshi para desabrochar su camisa. Pero él le apartó las manos, porque sería él quien la desnudaría primero. Debía reconocer que algo tenía esa chiquilla que lo tenía bastante excitado.

Si Aoshi hubiera escuchado la voz de su corazón por sobre la voz de su orgullo, hubiera identificado el por qué de esa repentina excitación que poco tenía que ver con las hormonas. Pero como no lo hacía, tendría que atenerse a las consecuencias.

Misao olvidó respirar momentáneamente cuando sintió la respiración de Aoshi sobre sus pequeños senos desnudos y las manos de éste bajo su espalda, atrayéndola hasta la boca masculina que buscaba coronar los oscuros montículos alternadamente, mordisqueándolos suavemente después. Y Misao se aferraba a la espalda de Aoshi y lo arañaba sin darse cuenta. Sus suaves gemidos eran como música para los oídos del hombre, que lo alentaban a seguir en su empeño de brindarle a la chica el máximo placer, por sobre el suyo.

Aunque el pantalón apenas contenía la prueba de su excitación, Aoshi trataría de prolongar las caricias a Misao, diciéndose que así ella quedaría más satisfecha con él. No era bueno que se sintiera decepcionada después de esa noche.

La blanca piel del estómago de Misao, de su cintura, de sus caderas, fue humedecida por la lengua de Aoshi que no detenía su recorrido. Llegó al borde de la cintura de la falda de la chica y enseguida decidió quitar la molesta prenda… sabía que podía aguantar un poco más todavía. Regresó a la boca de Misao, probando su lengua, succionado sus labios y bebiendo de ellos el sabor de la joven que le devolvía beso por beso… y aunque intentaba hacer lo mismo con el resto de él, Aoshi prefería tener él el control de la situación que ya le estaba costando.

La falda cayó al piso y casi de inmediato Misao sintió los dedos de Aoshi jugar con el borde de su cuadro. (braga) al principio los dedos masculinos titubearon, pero, cuando Misao empezó a frotarse instintivamente contra él, Aoshi movió su mano para jugar con los pliegues entre los muslos de la chica. Notando su evidente humedad, supo que estaba lista para el siguiente movimiento. Ella sólo sentía a Aoshi en su oido, jadeando y repitiéndole cuanto había anhelado ese momento con ella y lo mucho que le costaba contenerse para no asustarla. De alguna manera él se deshizo del pantalón y se estiró junto a Misao y luego, sobre ella.

En ese momento Misao titubeó un poco… quedó descolocada y sin saber cómo reaccionar. Aoshi le facilitó el trabajo, porque sin dejar de besarla, inclinado sobre ella, separó las piernas de la joven y, alzándole las caderas, se acomodaba dentro de ella.

Misao contuvo la respiración unos momentos, apretando los músculos en un acto reflejo, lo que brindó mas placer a un Aoshi que disfrutaba de esas estrechas paredes en torno a él… pero aún se contenía… aún sentía que podía brindarle mas a Misao.

Y así lo hizo.

Después de varios minutos, él se permitió la liberación, cayendo exhausto y sudado sobre ella.

Misao… cuanto te amo… mujer, gracias por todo esto.

Y ella riendo se acurrucaba contra él, besándolo. Aoshi la abrazó mientras ella se dormía, besando sus sienes y haciéndole muchas promesas. Y cuando supo que Misao dormía, descubrió algo inusual en él.

Estaba llorando.

Pero no por eso se detendría.


Fin acto cinco.

Junio 25, 2005… falta poco para las siete de la mañana.

Gracias a todos quienes me dejaron review… son muy lindas... saludos a Ariana y Laura...sé que ustedes me leen...confio en ello.

Lamento no poder contestarles apropiadamente, pero es que el tiempo escasea y dentro de unos minutos debo simular que duermo… asi que sean indulgentes conmigo, que ya nos leeremos dentro de unas semanas por este mismo espacio y en este mismo canal. otra cosa: no quieran matarme por lo de Aoshi y Misao...

Un beso.

Arlene Kiddo:Bueno, está basada en la Fiera, pero como notarás… realmente hay muchas cosas que no tienen nada que ver con la serie, salvo Kenshin, Kaoru, Sano y Kojiro.

Lunascorpio: Aunque la pequeña Misao aún tendrá mucho que aprender sobre tomar el toro por las astas…

Misaki: jejej, graias.

Herema: Bien, a mi me gusta mucho la comedia asi que si te reíste, que bien, porque era la idea. Aunque después de leer Por Siempre Mía pienso que tengo más dedos para el drama… bueno… hum… nos leemos.

Mikomi Shinomori: O, lamento lo de tu trabajo… espero que en lo demás te vaya bien. Y sobre Aoshi… afortunadamente vivo lejos.. ejeje un besote, amiga.

Catty-ishida: tu padre tiene razón. Cuando he releido mis primeras obras, me ha espantado el exceso de diminutivos que he usado en ellas! Y aunque nosotros estamos acostumbrados a eso, lo cierto es que a la gente de afuera eso le choca un poco. Sobre la cueca, de más que si lo harán. No te preocupes.

Dark- Natt: Jajajaja.. bueno, sin duda comprendo a la madre de tu amigo. Yo me siento un poco rara con mis compañeros más jóvenes de la universidad porque manejan otros códigos… afortunadamente para mí hay muchos como yo.

Naoko L-K: Aoshi no le hará precisamente cosas malas… de hecho, yo creo que cualquier fan de Aoshi quisiera estar en el lugar de Misao… es tan lindito aunque sea villano. Hum… debe ser muy sexi¿no?

Gabyhyatt: sep. El Sushi no es más turbio porque no es más alto. Aunque se le va a dar vuelta la tortilla.

Un besote y un abrazo a todas en general. Nos vemos.