Hechizo de Amor...

Por: Karonte.

Capítulo v: Secretos.

¿Qué tanto saben de tu vida, si prefieres siempre estar solo?

¿Qué pueden saber los demás del dolor y la desesperación si nunca lo han
sentido?

¿Qué puede llevar a un corazón herido a abrir sus puertas al amor de nuevo?

El cielo estaba despejado, ni una sola nube podía verse en kilómetros, el prado, completamente verde, pequeños rayos de sol se filtraban por entre las hojas de los árboles. No había nada más hermoso que ver el paisaje en pleno galope, disfrutando de la libertad y del placer de sentirse vivo, despejando dudas y ofreciendo respuestas...

Baltazar era un noble corcel, negro como la noche, sobrio, fuerte y elegante; y a la vez era huraño y gruñón como su dueño, podía ser tan veloz como el viento y eso era lo que más le gustaba a Terry, poder sentirse el propio viento.

- Quisiera poder sentirme así siempre- - dijo

Se estaba acercando al lago de sus más hermosos recuerdos, podía sentir el aroma del agua, la tierra y la hierba fresca, con el viento se mezclaba el rumor de las aves, de las ramas de los árboles moviéndose al compás del viento, poco a poco comenzó a distinguirse las notas de una triste melodía, le llenaba el corazón de nostalgia y a la vez de desesperación, no sabía porque, pero debía alcanzar las notas del violín. Un intenso aroma a rosas invadió el ambiente.

- Sara... - - se dijo y de pronto se vio forzando a Baltazar para que fuera más rápido.

A lo lejos podía distinguir la silueta oscura de la chica, estaba parada junto a un gran árbol, sin embargo y lo más extraño de todo es que no parecía estar tocando su instrumento, simplemente estaba parada junto al árbol, aún no podía distinguirla bien, sin embargo un sentimiento de angustia comenzó a apoderarse de él, por más que forzaba al corcel para que fuera más rápido, éste no parecía llegar al objetivo, estaba desesperándose...

- Espera, espera por favor!!!- - gritó, sin embargo ella no parecía escucharlo. La música era más dolorosa, sin notarlo había detenido a Baltazar y había salido corriendo tras ella, era extraño, no podía alcanzarla, poco a poco se aclaraba su visión y frente a él ya no estaba la chica de ojos negros. Vestida en un hermoso traje blanco, parecía un ángel rubio con los ojos del color de los prados escoceses.

- CANDY!!!, MI CANDY!!!- - gritó corriendo a todo lo que daban sus piernas, y aún no podía alcanzarla- - ESPERA CANDY!!!- - la desesperación comenzó a invadir su alma, Candy ni siquiera lo escuchaba, mucho menos parecía darse cuenta de su presencia, sin embargo había algo extraño en ella, sonreía, sonreía de una forma tan extraña.

Entonces fue cuando lo vio, tras su amada había otra sombra, la de un hombre alto y corpulento que la tomaba por los hombros, y pronto la tomó por la cintura volteándola hacia él... ¡¡DIOS MIO, SE LA LLEVA!!. Y entonces lo comprendió.

- CANDY, NO ME DEJES!! NO ME ABANDONES!!- - gritó desgarrándose la garganta tratando de alcanzarla con la mano, de pronto se detuvo en seco, pues ella volteaba a verlo, sin embargo él hubiera deseado mil veces que no lo hubiera hecho, en la sonrisa de ella sólo pudo adivinar el sentimiento de cordialidad y cariño que se le tiene a un amigo. -¿por qué?- - concluyó cayendo de rodillas en un desesperado llanto. Parecía un títere al que le han cortado los hilos y las esperanzas.

Terry despertó bañado en sudor y completamente sobresaltado, parecía que el corazón se le iba a salir del pecho, le dolía fuertemente, cómo si mil agujas se le hubieran clavado de un solo golpe.

Después del gran éxito de Hamlet en Escocia, era tiempo de partir, sin embargo la guerra había comenzado a dejar ver sus consecuencias, era en extremo difícil entrar a Londres y por supuesto más que imposible salir de ahí, obviamente Francia, e Italia, estaban en las mismas condiciones. Así que El Sr. Hathaway se vio obligado a cancelar la gira por Europa, ya se lo habían dicho, pero creyó que podrían lograrlo. Había que mencionar que la esposa de Robert estaba bastante mal de salud, por lo que esto fue un atenuante para que la decisión de cancelar se inclinara por la aprobación. Tenían que regresar a América en unos cuantos días, sin embargo Terry gozando de sus privilegios como primer actor, decidió tomarse unas vacaciones, necesitaba descansar, su adicción al trabajo comenzaba a dejarle fatigado, además de que empezaba a disfrutar cada vez más de su nueva amiga. John y Karen, también decidieron quedarse un poco tiempo más, al parecer el joven pupilo de Terry comenzaba a interesarse por la actriz, y ella no le ponía mala cara, así que ¿Por qué no intentarlo?.

- Terry! – dijo por tercera ocasión John -¿qué pasa?- - contestó saliendo de sus pensamientos. -¿Te ocurre algo?, has estado un tanto distante... más que lo de costumbre- - dijo el chico realmente preocupado por su amigo. -No es nada- - contestó secamente y John no pudo evitar mirarlo tratando de escrutar en su rostro lo que le preocupaba, sin embargo se dio cuenta de que era impenetrable. - Bien, iré con Karen de compras, ¿quieres acompañarnos?- - -No, gracias, diviértete- - dijo y tomando su chaqueta salió del lugar dejando a John como antes, sin idea de lo que ocurría. - Creo que ella es la única que puede ayudarme - - se dijo mientras entraba en su auto y lo arrancaba.

Desde que Terry y Sara se habían conocido, habían establecido una buena relación de amigos, por un lado ella era lo suficientemente insolente para que ambos se llevaran bien, no podía negar que era una de las pocas personas que podían mantener un duelo de ingenio, y qué decir de esa libertad tan característica de su alma. Sin embargo había algo en ella que le llamaba más la atención, era sumamente reservada, su vida estaba envuelta en un gran misterio, había demasiados secretos en ella, era poco lo que sabía y lo que sabía no había sido por ella sino por pura deducción. Ahora que lo pensaba...

- ¿Realmente te conozco?- - se dijo mientras detenía su auto en el camino a la casa del arquero- -y aún así te tengo la confianza que no tengo conmigo mismo.
Las ruinas de la mansión del arquero, un lugar perfecto para descansar sin ser molestado, el camino que lleva hasta ese lugar es bastante tenebroso y lleno de tantas historias y leyendas de los lugareños, que pocos se atreven a cruzarlo, por muchas que sean las ganas de conocer un lugar descrito como uno de los más bellos de los alrededores, un paraíso en lo alto de una colina, en donde todo es hermoso, nadie por muy valiente que sea es capaz de resistir los continuos escalofríos que recorren la espalda mientras se recorre el camino, o el interminable silencio que acrecienta la sensación de desolación y muerte. A eso había que aunarle que la noche anterior hubo una tormenta que hacía que el camino se hiciera pantanoso y terrorífico.

Sin embargo el llegar a las ruinas, y mirar tanta belleza era como si todo valiera la pena, no sólo la quietud que se trasmite, sino ese aire de misterio y grandeza, un lugar perfecto para meditar y descansar.

Después de la tormenta, llega la relativa calma y Sara lo sabía, había pasado por eso miles de veces y no podía negar que el pasajero sentimiento de sentirse a salvo y protegida era tan satisfactorio como ningún otro. Sentada bajo la sombra de un gran árbol, recargada cómodamente, con una pierna flexionada mientras abrazaba contra su pecho un libro abierto con pasta de cuero negro, los ojos cerrados y la sonrisa en el rostro, escuchando y sintiendo el viento, mientras acariciaba al pequeño gato gris a su lado, que se había quedado profundamente dormido.

- ¿sabes que es de mala educación espiar a la gente?- - dijo sin abrir los ojos. -No creí que te importara- - contestó la inconfundible voz burlona de Terry que se acercaba a ella- - después de todo no sabía que te habías percatado de mi presencia, creí que dormías. -El viento puede decir muchas cosas, si sabes escucharlo- - dijo abriendo los ojos -¿y puedo saber qué te dijo?- - preguntó siguiéndole el juego, había aprendido que por incoherentes que fueran las palabras de Sara, siempre daban una explicación, por rara que esta fuera. - Que las hojas del arbusto detrás de ti dejaron de moverse y hacer ruido porque estabas parado frente a él, impidiendo que el viento las moviera.- - explicó la chica con una ceja alzada, esperando ver la reacción del actor, quien no pudo evitar echar a reír. Sara sonrió ampliamente mientras separaba la espalda del tronco del árbol y cerraba el libro. -En verdad me sorprendes, Sara- - dijo entre risas mientras tomaba asiento junto a la chica- - Bueno por lo menos sonríes, señal de que no estas enfadada conmigo- - agregó -Sonrío porque me gusta verte reír, lo que no significa que no este enojada contigo por estar espiándome- - contestó con fingida indignación, pues realmente no estaba enfadada. -No te espiaba, sólo te observaba- - confesó el chico mientras se recargaba en el árbol con ambas manos. -¿y qué diferencia existe en ello?- - preguntó -que te lo diga el viento -¡Terry!

La risa de Terry no se hizo esperar ante la expresión de Sara con el ceño fruncido, y tras unos segundos la chica también reía, y él no pudo evitar que su risa cristalina y sincera le recordara a Candy.

- Sabes, te ves encantadora cuando ríes, me recuerdas a alguien que conozco- - dijo - - sólo que ella me hubiera dado un buen golpe.- - -Puedo golpearte si lo deseas -Gracias, pero no, me gusta más de este modo – dijo y volvió a acomodarse en el árbol mientras Sara le veía con una sonrisa. El pequeño gato se despertó y se estiró cuan largo era, al ver a su dueña riendo se acercó a ella y subió a su regazo. -¿Quien es tu amiguito?- - -Su nombre es Pelusa, lo encontré en un callejón hace casi dos meses, no pude resistirme a esos ojos- - dijo mientras lo mostraba a Terry, el pequeño animal maulló en señal de saludo- - Creo que le caes bien- - agregó mientras Terry se lo quitaba de las manos - Creo que se parece a su dueña- - dijo tratando de embromarla, la chica lo miró intrigada de que sería lo que diría- - aunque si lo pienso mejor, los gatos no tienen pecas- - agregó y no pudo evitar volver a reir. - Eres incorregible, sin embargo no te seguiré el juego, sé que vienes a algo más que a embromarme.- - declaró la chica mientras Terry se ponía serio y depositaba al animal en el suelo.

Los dos permanecieron en silencio unos minutos, de alguna forma ella había adivinado de nuevo, parecía como si pudiera leer dentro de su corazón, sin embargo esto lo hacía sentirse incómodo y sobre todo vulnerable e inseguro, era como tener el alma desnuda sin ninguna forma de escudarse o protegerse. Lo peor del caso era que el sentirse indefenso frente a ella, lo remontaba al tiempo en el que Candy bajaba sus defensas y podía ponerlo de cabeza si ella lo deseaba, el problema radicaba en que Candy no tenía secretos para él, podía dar y recibir al mismo tiempo, desnudar su alma porque ya se había desnudado frente a él la suya, sin embargo Sara era impenetrable, su muro no estaba construido con ladrillos y cemento, sino de sonrisas de hierro. Sabía perfectamente que detrás de esa dulce y cordial sonrisa se escondía algo más, si bien él había escondido tras su sarcasmo y rebeldía la falta de amor y abandono de sus padres, ella bien podía esconder otra cosa.

- Terry, me gustaría que mañana fueras a este lugar, quisiera pagarte de alguna forma lo que hiciste por mí el día del estreno de tu obra- - dijo la chica mientras le extendía un sobre cerrado que había sacado del libro. - Pero...- - comenzó a decir, sin embargo la chica ya se había puesto de pie. -Mañana hablaremos, ahora tengo que irme, debo darle un baño a Pelusa- - pretextó mientras tomaba al animal en brazos y tomaba camino para su casa, dejando a Terry completamente confundido.

Sara comenzó su camino, mientras Terry le miraba desde debajo del árbol, confundido e intrigado por lo que le había dicho, de alguna forma había emprendido la retirada, como tratando de ocultarse de nuevo de él.

- Lo siento Terry, pero no puedo arriesgarme a hacerte daño- - se dijo mientras caminaba hacia su casa.

Terry la miró alejarse y por un momento creyó comprender. Tomó el sobre y lo abrió descubriendo en su interior dos boletos para un concierto.

Mientras tanto en la mansión de Lakewood...

Las mañanas amanecían con mayor belleza para Candy y la familia Andrey desde que Albert había sido dado de alta, su recuperación había sido un milagro, a penas y estuvo tres meses en el hospital cuando el doctor había dado la orden de que podía estar en casa con la supervisión profesional de una enfermera que pudiera darle los medicamentos y la rehabilitación que necesitaba.

Candy pidió una licencia al Hospital y se dedicó en cuerpo y alma al cuidado de Albert, que iba mejorando a cada momento. La a casa de Lakewood había sido acondicionada para que Albert pudiera descansar, George y Archie se encargaban de los negocios de la familia y sobre todo a desentrañar cierto asunto sobre el atentado.

La tía abuela había insistido en instalarse en la casa con Albert y Candy, sin embargo Albert la convenció de que la necesitaba más en la mansión de Chicago supervisando los asuntos de la familia que cuidando de él, además era un buen pretexto para estar con Candy sin que la Tía abuela se entrometiera en sus asuntos. Por otro lado Candy estaba muy ocupada desviviéndose por su prometido y ocupándose de los preparativos de la próxima boda con ayuda de Patty (que había dejado el control de la Institución( a su abuela Martha), que se había postergado algunos meses, pero que ya era tiempo que se realizara. Según había dicho Albert, no iba a permitir que se postergara más su felicidad por un simple accidente. Los días pasaban y la fecha del esperado día se acercaba cada día más, Candy estaba bastante tensa, Patty había ayudado todo lo que podía, el vestido, las invitaciones, el menú, todo, hasta había convencido a Anne de asistir a tan esperado día, sin embargo eso no le quitaba a la rubia estar al tanto de todo, pero, qué importaba si por fin iba a estar al lado del amor de su vida...

Una mañana antes del ansiado día, Albert leía el periódico como de costumbre envuelto en su bata de seda mientras Candy le traía una charola de plata con su medicina y un vaso con agua. - Buenos días amor, ¿cómo te sientes hoy?- - preguntó cariñosa mientras ponía la charola sobre la mesa y besaba la sien de Albert. -¿Cómo voy a sentirme si una bella enfermera cuida de mí con tanto esmero?- - le contestó mientras la tomaba de la mano y la jalaba hacia él para besarla en los labios. -Tienes buen semblante- - le dijo y se sentó a su lado mientras la doncella les servía el desayuno - Cómo no voy a tenerlo si en unas cuantas horas vas a ser por fin mi esposa y mi mujer- - le dijo con su voz dulce y con una mirada que la derritió hasta los huesos y que le encendió el rostro.

El desayuno transcurrió entre risas, ambos eran felices y no podían negarlo, Albert se preguntaba que pudo haber hecho de bueno en la vida que merecía tal felicidad. Candy estaba feliz, al fin la recompensa había llegado.

Por un momento Albert se quedó serio sin razón y Candy no pudo más que preguntar la causa.

- Sabes Candy, creo que si vamos a casarnos, tenemos que cerrar ciertos círculos... -- comenzó a decir un tanto serio, despidiendo a la doncella para que se quedaran solos. - ¿a que te refieres Albert?- - preguntó la chica un poco alarmada por el tono del joven - a Terry - - contestó esperando ver la reacción de la rubia. - ¿qué tiene que ver él en esto?- - preguntó- - creí que estabas seguro de mis sentimientos hacia ti- - agregó un poco indignada - No es lo que tú puedas sentir o hayas sentido por él, no eres tú Candy, soy yo...- - contestó mientras la miraba a los ojos con seriedad. - ¿qué quieres decir Albert? No te entiendo- - -Necesito que esto quede claro antes de que nos casemos- - dijo levantándose de su lugar, parecía que el estar sentado le dificultaba hablar- - no quiero cargar más con esto en mi conciencia- - -¿qué esta pasando Albert?, dime lo que tengas que decir porque me estas asustando- - dijo Candy poniéndose igualmente de pie. -¿Candy, qué hubieras hecho si Terry te hubiera buscado después de que dejó a Susana y desapareció del teatro?- - preguntó con seriedad volteando a verla a los ojos. -¿por qué me preguntas eso Albert? – -Sólo contéstame Candy ¿qué hubieras hecho? - No lo sé, finalmente el hubiera no existe, él nunca me buscó, no veo porque hacer suposiciones de algo que nunca ocurrió- - contestó la chica acercándose a él -¿y si te dijera que cuando Terry abandonó el teatro y a Susana, lo hizo con el afán de buscarte, y que cuando lo encontré en un bar borracho, lo golpeé y lo llevé a verte, sólo para decirle que te dejara libre, que le negué ir hacia ti porque eso significaba que te alejaría de mí para siempre?- - confesó

Las palabras de Albert cayeron una a una en los oídos de Candy como bombas, ¿acaso era cierto lo que estaba escuchando? - Tenía que decirlo Candy, no podía permitir que... -¿Me mentiste?- - preguntó la joven indignada, con los ojos llenos de lágrimas. -Candy... yo, creí que... - - trató de explicarse - Me mentiste Albert, todo este tiempo me mentiste, no te importó que... no quiero hablar contigo- - dijo con la voz quebrada por las lágrimas mientras daba la media vuelta y caminaba hacia la salida. - Candy, espera!! – gritó, sin embargo no pudo alcanzarla.

Sabía que no podía ocultar ese hecho durante más tiempo, amaba a Candy con su alma, lo había cautivado desde niña, y ahora que estaba a punto de hacerla su esposa, simplemente no podía permitir que ella se enterara de esto por boca de alguien más, deseaba que su vida juntos como marido y mujer iniciara sin mentiras. Sin embargo también sabía que el haber revelado este hecho podía ser causa de que la boda no se llevara a cabo y estaba dispuesto a cargar con las consecuencias.

Candy salió al jardín de las rosas, todo estaba listo para la boda el día siguiente, caminó entre las rosas y se sentó en la misma banca en la que meses antes Albert le declararía su amor, se sentía molesta, no podía entender porqué le movió esa fibra la confesión de Albert, ella ya no amaba a Terry, no como lo había amado antes del accidente de Susana y mucho menos como antes de que se alejaran uno del otro. Y Sin embargo todo era confuso, estaba segura de sus sentimientos hacia Albert, lo amaba, claro que lo amaba, estaba dispuesta a dar su vida por él... - Candy... perdóname... - - dijo Albert tomando a la chica de un hombro- - no sé que decir, supongo que no quería que él... - - se interrumpió al escuchar los sollozos de la joven que en silencio volteó a verlo - No digas más Albert, yo te amo, no me importa el pasado, la Srita. Pony siempre dice que Dios hace las cosas por una razón, y yo creo fielmente en eso- - le dijo mientras se ponía de pie y lo miraba de frente. -Candy, mi amor- - dijo mientras tomaba su rostro con ambas manos y borraba con sus pulgares las lágrimas que había derramado.- - Te juro que nunca va a volver a pasar algo igual mi amor, lo juro por mi vida- - le dijo y la besó con ternura.

Candy correspondió al toque suave de Albert deslizando sus manos por el cuello, mientras él aferraba su pequeño cuerpo firmemente. Borrando con sus labios las dudas y el temor de que "su" Candy pudiera abandonarlo por algo que había pasado tanto tiempo atrás.

- ¡¡SUELTAME!! - -gritó la chica - - ¡¡SUELTAME, AYUDENME POR FAVOR!!- - gritaba mientras trataba de liberarse -¡Sara despierta! Tienes una pesadilla- - decía Jacqueline mientras sacudía a la joven - NOOO! DEJAME!! -- gritaba con verdadera desesperación, su rostro tenía una expresión de genuino terror mientras Jacqueline la sacudía -¡¡Basta Sara!! ¡¡DESPIERTA!!- - gritó Jacqueline y Sara abrió por fin los ojos, lloraba con desesperación y apenas pudo distinguir a la joven que la sostenía, que lo único que se le ocurrió hacer fue abrazarla.- - Tranquila, estás a salvo- - dijo acariciando la cabeza de la joven de manera maternal, Sara se aferró a Jacqueline como si se tratara de su única salvación. - Jaquie, tengo miedo...- - -¿por qué? No tienes nada de qué temer. -porque tengo esa sensación de que nunca terminará... Sara no volvió a dormirse hasta muy entrada la madrugada, Jacqueline se había quedado con ella, preguntándose si haría bien en dejarla sola.

A la mañana siguiente, Jacqueline y Arthur preparaban su equipaje para salir de luna de miel, no había pasado mucho tiempo desde que habían contraído nupcias, sin embargo prefirieron quedarse unos días en la casa para hacerle más amena la vida a Sara, pues era obvio que los problemas entre ella y Marguerithe se intensificarían. Jacqueline sabía perfectamente que su hermana era capaz de muchas cosas, de las más ruines y mezquinas, y lo que menos deseaba era dejar sola a Sara con ella y su madre demasiado tiempo. Sin embargo el tiempo corría y Arthur tenía que trabajar, había conseguido un buen empleo en América y era natural que quisiera pasar unos días a solas con su recién esposa antes de volver al trabajo.

Las maletas ya estaban en el carruaje, Marguerithe, la Baronesa y Sara esperaban a que los novios salieran para desearles un buen viaje.

- No me gustaría que te quedaras sola en esta casa tan grande, Sara- - dijo la baronesa, y la chica entendió la indirecta. -No se preocupe Baronesa, sé que usted y Marguerithe extrañan su casa en Hastings(- -respondió con tranquilidad. - No sería mejor que nos quedáramos contigo hasta que regreses a Nueva York- - - No es necesario, como le dije hace unos días, muy pronto volveré a América, y estaré tan ocupada con los preparativos del viaje que realmente no podré estar al pendiente de usted y de Marguerithe... Bien es hora de irnos- - interrumpió Jacqueline que bajaba del brazo de su esposo, su rostro estaba radiante - - Sara, te agradecemos que nos hayas dado el mejor regalo de bodas que pudimos tener- - le dijo abrazándola -No me agradezcas nada, más te debo yo - - contestó con una sonrisa

Los dos se despidieron rápidamente y abordaron el carruaje que los llevaría a su nueva vida, antes de que se fueran, Sara se acercó a la ventanilla en donde estaba Jacqueline para darle el último hasta luego. - Sara cuídate mucho, y si quieres un consejo, deshazte de mi madre y hermana lo antes posible si quieres pasar en paz tus últimos días en Escocia, sé que este lugar está lleno de recuerdos para ti- - le dijo en voz baja para que no la escucharan y Sara no pudo evitar reír. - No te preocupes, estaré bien, ahora ten esto, es mi regalo de despedida- - le dijo tendiéndole una pequeña bolsa atada con uno de los listones que la chica reconoció de inmediato- -Llévalo siempre en tu corazón y te garantizó una felicidad eterna- - le dijo -¿qué es lo que tiene?- - -Mi corazón hermana, mi corazón lleno de amor para ti y tu esposo, buen viaje, nos veremos pronto en América- - y diciendo esto la abrazó y besó su mejilla. El carruaje se perdió en el camino, cuando Sara se dio cuenta, las otras dos mujeres estaban detrás de ella, al parecer la Baronesa deseaba terminar la conversación que interrumpió su hija al partir. - Como te decía querida Sara, no es necesario que te ocupes de nosotras, bien podemos cuidar de tu casa y de nosotras al mismo tiempo- - volvió a decir la mujer y la chica no pudo evitar sentir una punzada de enojo, realmente le molestaba la hipocresía de la mujer. -Ya le he dicho que no es necesario- - contestó conteniéndose - ¿Qué ocurre Sara? Es que no quieres que mi madre y yo estemos en la casa para que puedas revolcarte con el actorcillo ese? – destiló su veneno la rubia, y para su desgracia hizo efecto, pues Sara esta vez no pudo contenerse. -No Marguerithe, yo no acostumbro imitarte en el trato con mis amistades, no quiero que estén en esta casa por la simple y llana razón de que estoy harta de tener que soportar sus hipocresías- - contestó con los ojos encendidos de furia - ¡Sara!- - -No se ofenda Baronesa, pero creo que sería lo mejor para las tres si ustedes abandonan esta casa y si no las vuelvo a ver en mi vida, si están aquí es por Jacqueline, no porque les tenga un aprecio que ustedes nunca me mostraron- -contestó realmente enfadada, estaba harta de la gran farsa que se había montado, y a la que accedió sólo por darle gusto a aquella joven a la que amaba como a una hermana. -Sara, la guerra, ¿Qué haremos?- - suplicó la baronesa a la chica que daba media vuelta y entraba en la casa. - ¡¡Basta madre!!, no le ruegues a esta mujerzuela- - - Si en algo le preocupa la guerra Baronesa, tengo entendido que mi padre le dejó una casa en Chicago... - - terminó de decir y se alejó.

Realmente ni la Baronesa, ni su hija sabían de esa propiedad en América, pues fue Sara quien cuando comenzó el conflicto en Europa puso la casa a nombre de la mujer, y si bien había aprendido que de ellas sólo podría esperar una puñalada por la espalda, también había aprendido que tener una familia era lo más maravilloso que podía poseer una persona, y que se debía de cuidar de todos los miembros aunque no merecieran la ayuda.
Afuera de lo que parecía ser un invernadero, esperaba Terry, era el mismo lugar al que había llevado a Sara semanas antes, había bastante gente de un nivel social bastante alto, todos comentaban acerca de lo hermoso que era el lugar y de las diferentes plantas que se podían encontrar. Para su mala suerte también había periodistas, no bastaba con que tuviera que huir de ellos casi a diario, ahora tenía que pasar junto a ellos tratando de que no se percataran de su presencia. Sin embargo no podía negar que el lugar era bastante hermoso, y ahora lo habían decorado para la función con luces. El lugar estaba repleto de diferentes especies de plantas, el paraíso para un botánico, aunque también se podían observar muchos insectos, recordaba el rostro de la chica cuando entraron al lugar que estaba casi vacío a comparación de ese día, sin embargo aún podía ver el rostro maravillado de Sara mientras caminaban por los caminillos de piedra con sus barandales de herrería verde y detalles en madera con hojas de mil formas, sobre todo cuando llegaron al centro del lugar y descubrieron el lago, con su pequeño islote rodeado de columnas estilo clásico por las que crecía la hierba y las enredaderas, al cual sólo se tenía acceso por un puente en medio círculo, cuya entrada en forma de arco adornado con plantas y flores era la entrada a un paraíso igual de hermoso.

Cuando Terry se dio cuenta, ya estaba en el lugar, sin embargo el islote tenía instalada una tarima y sobre ella varias sillas y atriles de músico, al frente estaba el podio del director, había un piano blanco y varios estuches junto a las sillas, algunas partituras postradas sobre los atriles, la vista era espectacular, varios periodistas tomaban fotografías del lugar que aún estaba vacío y que el joven actor supuso que cuando la orquesta estuviera completa, la vista sería más impresionante.

Cuando hubo algo que lo distrajo, un póster, cual sería su sorpresa al acercarse a él para poder verlo a detalle, encontrar unos ojos conocidos, "Aire gitano" era el título, con una fotografía del director de la Orquesta que él ya conocía: Darío Hawick, aquel hombre de edad que le había presentado el amigo de Robert, Carl Hudson en aquella gala de cierre de temporada. Y ahí estaba ella, una fotografía de Sara tocando el violín, presentándola como la estrella del evento. Fue entonces que comprendió porque había asistido a esa fiesta, era para ella y todos los demás músicos.

- Cada día me sorprendes más, pequeña, eres como un hada del bosque llena de secretos, pero sé que voy a ir descubriéndolos uno a uno- - pensó para sí mientras observaba la fotografía. - ¿Te escondes de los reporteros?- - preguntó una voz femenina muy familiar - Karen! -¿te sorprende verme?, creí que la sorprendida era yo por verte aquí- - dijo con su característico estilo - Creí que estabas con John- - contestó serio Terry -No, al parecer no le gustan las obras de beneficencia- - dijo y cuando Terry se disponía a contestar, un flash de fotografía lo cegó por un momento, haciendo que el joven actor sacara algunas frases de su no muy elegante vocabulario - Nadie va a creer que Karen Claise y Terrence Grandchester tienen un romance- -dijo el hombre emocionado- - Dígame Srita. Claise ¿Cuándo se canceló la gira por Europa prefirieron quedarse sólo ustedes dos para estar solos?¿Desde cuando salen juntos? ¿Cómo es que no han hecho público el romance?, déjeme decirle que es usted muy hermosa y hacen una linda pareja. ¿qué piensan acerca del primer violín, dicen que es espectacular?¿salen muy a menudo a este tipo de eventos?- - cuando se dieron cuenta, ambos eran bombardeados por miles de preguntas y comentarios de los reporteros que se habían percatado de su presencia y que los comenzaron a acosar. -¡Maldita sea!- - pensó Terry -Si no les molesta caballeros, contestaré a todas sus preguntas una vez que haya terminado el concierto - - declaró Karen, que como siempre se caracterizaba por su egocentrismo - ¿Terrence, es verdad que..? – sin embargo el reportero no pudo terminar su pregunta, pues Terry dio media vuelta y comenzó a caminar lejos de ellos, los que ya lo conocían, sabían que no daría una entrevista a menos que fuera a punta de pistola, sin embargo el fotógrafo que los sorprendió al inicio se atrevió y siguió al joven actor a una distancia considerable, no podía entender porque era tan cerrado, finalmente lo que todos deseaban era ser conocidos en todo el mundo y que mejor medio que el periódico y el radio.

Ya se empezaba a dar por vencido el pobre reportero cuando algo llamó su atención. Terry se detenía y besaba la mano de una mujer vestida de blanco, muy hermosa a su parecer, parecía una encantadora flor radiante. El ángulo era perfecto, había suficiente luz para lograr una fotografía que no necesitara del flash, tal vez no tendría una gran calidad, pero sería lo suficientemente buena para publicar un artículo al respecto, y si se ponía listo tal vez podría identificar a la chica.

- Si Grandchester no quiere darme una respuesta, tal vez pueda comprarme una exclusiva con la dama en cuestión.- - se dijo y se dispuso a tomar las fotografías, que muy pronto darían la vuelta al mundo.

CONTINUARÁ... Notas de la autora:

Antes que nada pido una disculpa por el retraso de la continuación de este fic, no es fácil poner todas mis ideas en orden, pero tuve que hacer algunas modificaciones en el texto original, para que se fueran descubriendo algunos de los secretos de los personajes. Espero que no me odien por lo que le hice a Albert y mucho menos lo que le hago a Terry haciendo que se involucre con esta otra chica, pero creo que es importante darle una continuación a esos sueños que algunas olvidamos, espero no me esté viendo muy "colgada" de ser así, sus dudad, quejas y sugerencias serán bien recibidas en larabellanayahoo.com o en su defecto a brynlockhotmail.com

Gracias por su paciencia,

Karonte ( Allistear Cronwell, escuela para niños con necesidades educativas especiales. ( Población de Sussex Oriental, en el sureste de Inglaterra, junto al canal de la Mancha.